Para esclarecer algunas de las
claves de la actual política exterior de Rusia, Sputnik entrevista en exclusiva
desde La Habana al analista Santiago Pérez Benítez, del Centro de
Investigaciones de Política Internacional de Cuba (CIPI), recién llegado de la
capital rusa, donde participó en la V Conferencia Internacional de Seguridad.
Graduado por el Instituto de Relaciones
Internacionales de Moscú y con una brillante carrera diplomática en Cuba, está
considerado uno de los más importantes expertos en temas de política
internacional en la isla.
¿Cuáles son las causas y razones históricas que han
llevado a Rusia a actuar en el terreno internacional del modo en que lo hace
hoy? ¿Cómo definiría la política rusa en este momento?
Como toda política exterior, la política rusa se
explica por factores históricos, domésticos, intereses de sus sectores
dominantes, el contexto internacional en que se desenvuelve, las
características del liderazgo del país, su psicología, la percepción del poder
propio y del de los demás, entre otros.
Pero me
atrevo a señalar que la proyección actual de Moscú —sobre todo desde el
2014— se explica más que todo como una reacción frente a las tentativas de
Occidente de detener, y si es posible revertir, el proceso observado desde
mediados de los años 2000 de reemergencia de Rusia como una potencia global con
intereses y proyección propios — no necesariamente antagónicos al sistema
global imperante—.
La acción ofensiva de Occidente en la crisis ucraniana en el 2014
desató todas las alarmas en Moscú respecto a los verdaderos motivos y posibles
alcances, internos y externos, de la estrategia occidental, sobre todo
norteamericana. En el debate geopolítico ruso hay consenso —finalmente— en
que Occidente no pretende aceptar a Rusia como un actor capitalista global en
igualdad de condiciones, sino que desea un Estado débil, subordinado, y cuyo sistema
interno, además, pretende modificar.
La política exterior rusa es activa, pragmática,
defensora de los intereses de su Estado y de sus sectores dominantes. Goza de
apoyo en la sociedad rusa, que mayoritariamente percibe a su país como
amenazado, y que conserva una mentalidad de gran potencia.
Estamos presenciando una agresiva campaña desde
Occidente, en particular desde Estados Unidos, que busca minimizar y demonizar
a Rusia. ¿Por qué los EEUU están tan interesados en esto?
Durante el
primer mandato de Obama, con su política del ‘reset', EEUU buscó cambiar los
métodos de enfrentamiento con Moscú que tuvo Bush, pero no los objetivos de
debilitar y provocar inestabilidad interna en el país. Desde el segundo
mandato, sin embargo, y con el ascenso de los republicanos en el Congreso,
Washington ha estado empeñado en recuperar las posiciones globales que perdió
por los desatinos de la Administración de Bush en los años 2000, la gran crisis
del 2008-2009 y sus efectos en los años subsiguientes. La estrategia ha puesto
en la mirilla a Moscú —único país que militarmente los puede destruir y
con el cual no tienen una gran interdependencia— pues lo perciben debilitado
por su economía vinculada a las materias primas y vulnerabilidades
estructurales.
La ofensiva contra Rusia es parte de una proyección
más dura de enfrentamiento contra los actores que desafían el poder de EEUU a
nivel global, lo que incluye a China, pero también a Brasil y a Venezuela en
nuestra región. EEUU percibe que no tiene grandes costos con la guerra fría que
ha desatado contra Moscú y sí determinadas ganancias.
Han
demonizado a Rusia y a Putin, lo que les ha dado la imagen de "un nuevo
enemigo" para justificar sus gastos militares, la revitalización de la
OTAN, la histeria de la ‘seguridad' en Europa y una búsqueda de la ‘protección'
norteamericana por parte de los países de Europa Oriental. También han
debilitado la economía rusa con las sanciones y la disminución del precio del
petróleo —la economía rusa decreció un 3,5% en el 2015— pero no previeron
su fortalecimiento político doméstico, las enérgicas y asimétricas reacciones
rusas en Ucrania, Siria, el llamado espacio postsoviético, y la mayor cohesión
estratégica con China y otros actores no europeos.
Hablando de economía, ¿han tenido las sanciones
europeas el resultado esperado? ¿Qué cree que ocurrirá en este sentido?
Lo que más ha influido en el decrecimiento de la
economía ha sido la caída de los
precios del petróleo y gas. Aunque por otro lado, ha hecho que el país
desarrolle un proceso de sustitución de importaciones, diversifique su comercio
exterior y desarrolle la agricultura. A los rusos se les ha hecho más claro que
nunca la necesidad de hacer cambios estructurales en su economía y
modernizarla.
A EEUU no le
afectan tanto las sanciones, pero a los europeos, en cambio, sí les
afectan mucho más, sobre todo por la interdependencia que tienen con el mercado
ruso, importante para sus exportaciones, importaciones y acción de sus
empresas. Las sanciones y las contrasanciones de Moscú llegan en un momento de crisis
económica en Europa, lo que agrava la situación, sobre todo para
determinados países. El mayor debilitamiento de la UE, entre otras consecuencias,
la hace más vulnerable a las presiones de EEUU para que acepte un estratégico
Tratado de Comercio e Inversión (TTIP) que favorece a Washington. Creo que en
el mediano plazo, con un posible reacomodo en el Donbás por la ‘observancia' de
los Acuerdos de Minsk, la eventual mayor cooperación en otros temas de
seguridad con Moscú, y otra Administración en EEUU, las sanciones deben tender
a retirarse de manera paulatina. Es probable que para su levantamiento, tanto
EEUU como la UE, pidan concesiones ulteriores a Rusia, quien ha dicho ya que no
las haría.
El detonante o justificante de las sanciones fue la
recuperación de Crimea por parte de Rusia. ¿Cómo piensa que va a evolucionar
este tema?
La pertenencia de Crimea a Rusia es algo que llegó
para quedarse. La población de la península es rusa, y el gobierno de Moscú ha
fortalecido su posición militar en la región por su importancia geoestratégica
en el mar Negro y frente a la OTAN. Si bien la devolución de Crimea continuará
siendo un reclamo político, diplomático y propagandístico del gobierno
ucraniano y de Occidente, no percibo que vayan a ir a una guerra para cambiar
la situación.
Rusia se ha implicado activamente en la lucha contra
el terrorismo. ¿Cuáles son los principales resultados de la operación rusa en
Siria?
Pocos
esperaban acciones militares directas de Rusia en la guerra en Siria. Es la primera acción
bélica que Moscú acomete fuera del espacio de la CEI, desde la invasión
soviética a Afganistán en 1979. Estas acciones han demostrado voluntad de
ejercer el poderío ruso en función de lograr sus intereses, en este caso,
evitar un descalabro del gobierno sirio, la toma del poder en Damasco por parte
de los terroristas, y las pérdidas de sus bases militares en el país. Por otro
lado, ha sido una demostración de la eficacia de su maquinaria militar. En
pocos meses lograron en el terreno mucho más que la coalición internacional
dirigida por EEUU en el enfrentamiento al Daesh. Hoy Rusia tiene un papel más
importante en Siria y en el Oriente Medio del que tenía años atrás. Dígase lo
que se diga, y con todas las dificultades que existen, está más cercana que
antes la posibilidad de determinado acuerdo político-diplomático en Siria, y el
gobierno de Asad está en mejores condiciones para enfrentar esta negociación,
aunque Rusia ha dejado claro que no está en Siria para favorecer a una u otra
fuerza política, sino para defender principios y luchar contra el terrorismo.
¿Cómo evalúa usted la amenaza del terrorismo para
Rusia? ¿Cómo puede Rusia seguir ayudando a erradicarlo?
El terrorismo es una amenaza interna para Rusia. Ya
enfrentaron este flagelo en períodos anteriores, sobre todo en el Cáucaso. A
cada rato hay acciones terroristas contra determinados objetivos en Daguestán,
Volgogrado, Moscú y otras ciudades, si bien han logrado controlar de manera
eficaz estas amenazas. Hay miles de combatientes del Estado islámico
provenientes de los países de la CEI, muchos de los cuales hablan ruso y pueden
infiltrarse en sus países de origen y realizar acciones armadas.
Las
fronteras de Rusia con los países de la antigua URSS son porosas, y hay un
tráfico importante de mercancías y personas. Existen serias preocupaciones en
Rusia y en los países vecinos por los nexos y ramificaciones que pueden
incrementarse entre los terroristas que hoy combaten en el Medio Oriente y los
talibanes en Afganistán. Pese a los conflictos con Occidente y EEUU en
especial, es posible un incremento de la cooperación internacional en la lucha
contra el terrorismo para enfrentarlos. En septiembre del 2015 Putin hizo un
llamado a una coalición internacional contra el terrorismo, que no ha sido
respondida adecuadamente por Washington y otros estados involucrados. De todos
modos, los esfuerzos bilaterales y multilaterales continúan. Es fundamental, no
obstante, el enfrentamiento armado y las acciones de los respectivos servicios
de seguridad.
Ahora que se normalizan las relaciones entre Cuba y
Estados Unidos, ¿Cuáles son las perspectivas de los lazos bilaterales de la
isla con Rusia?
Algunos
medios han incluido la variable de la normalización con EEUU como si fuera a afectar la
proyección y compromiso cubano con Moscú. La Habana siempre ha mantenido una
política coherente con sus principios y ha sido "amiga de sus amigos"
en las diferentes coyunturas. Esto es una posición inteligente, además de
ética, pues de lo contrario pierdes legitimidad y confiabilidad frente a los
otros actores en la arena internacional y en la perspectiva. Y un país pequeño
como Cuba tiene que cuidar sus recursos de poder blandos y este es uno de
ellos, como la autoridad moral y la confianza. Sería también absurdo para Cuba
disminuir la intensidad de sus nexos con amigos internacionales probados como
Rusia —independientemente de los vaivenes de la relación histórica— por
una mejoría con un actor tan inestable y rapaz como EEUU, que por otro lado,
persigue cambiar el ordenamiento interno cubano, lo que otros no hacen. Una
relación no va en contra de la otra. En todos los planteamientos cubanos desde
el 2014 no ha dejado de mencionarse la condena a EEUU y la OTAN por las
estrategias de acercamiento de su accionar a las fronteras de Rusia, ni las
condenas a las sanciones contra Moscú.
Las
relaciones ruso-cubanas tienen su propia dinámica, se desarrollan al más alto
nivel y tienen bases sólidas, aunque pueden fortalecerse mucho más. Además del
diálogo político y la concertación internacional, son muy interesantes, por
ejemplo, los proyectos de modernización de las termoeléctricas de Santa Cruz y
Mariel por un monto de más de 1.000 millones de euros, y de Antillana de Acero
por cerca de 100 millones de dólares. Además de otra colaboración en más de diez
áreas y sectores como el transporte, la biotecnología, la ciencia, el turismo o
posibles inversiones en la zona de Mariel. La colaboración con Rusia ha sido
orientada a fortalecer y recuperar en lo posible la base industrial cubana,
clave para el futuro de la isla, lo que otros actores no hacen.
¿Considera usted a Rusia como un factor clave para la
seguridad y la multipolaridad del mundo?
Históricamente Rusia, excepto en determinados momentos
de su historia, ha sido un actor esencial para la seguridad del mundo. Y creo
que continuará siéndolo, no sólo por sus dimensiones, recursos, su poder
militar y peso político, sino porque su clase dirigente tiene la voluntad y
determinación de hacerlo, independientemente de sus actuales problemas
económicos. El poderío de Rusia tiene muchas reservas internas que no han sido
aún explotadas.
En cuanto al
sistema internacional, creo que no será más unipolar como pasó después de la
caída del campo socialista a inicios de los noventa, en buena medida gracias a
la actuación de Rusia. Ya las modalidades de la multipolaridad, el nivel de
poderío de los distintos actores, su dinámica, sus ascensos y descensos, sus
conflictos, alianzas, cooperaciones, etc., serán variables en constante
movimiento a las que hay que continuar prestando atención pormenorizadamente.
Nada está escrito.
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