El actual “orden” mundial como entorno-marco de los
procesos globales
Antes de referirnos a
las características de la inserción
brasileña en los procesos globales, consideramos menester delinear los
principales rasgos del actual “orden” mundial y de sus procesos globales que
condiciona la inserción de Brasil en estos, así como a la geopolítica de este.
La definición
de dicho concepto – el “orden” mundial - se hace especialmente necesaria,
porque bajo el término de un “nuevo orden mundial” - al cual se suele referir
como el orden mundial que, “mediante la nueva multipolaridad en el siglo XXI,
reemplazará al orden mundial actual” - a menudo (y, a nuestro modo de ver, erróneamente) se entiende un “nuevo sistema
económico y político”, aludiendo a un contenido ideológico diferente al del
actual “orden” mundial cuando, en realidad, se trata apenas de un nuevo proceso
de reconfiguración geopolítica – o sea, un cambio de la correlación de fuerzas
a nivel global, mediante la disminución y aumento, en términos relativos,
respectivamente, de las cuotas de poder económico, financiero, militar,
tecnológico, mediático, etc. entre los
principales actores oficiales de la geopolítica global: los estados nacionales o/y
bloques conformados por estos, respectivamente. Esto, sin embargo, no implica cambios
estructurales esenciales del actual sistema económico y político mundial.
Por tanto,
bajo el concepto del actual “orden” mundial, en lugar de referirnos al llamado “equilibrio”
de la correlación de fuerzas entre los diferentes polos de poder – en su
calidad de ser una fotografía coyuntural de los procesos geopolíticos globales
- consideramos más adecuado interpretar ese término como el sistema económico y
político hegemónico del mundo, cuyas reglas de juego no solo se dictan por
estados nacionales sino, en buena medida, por actores trans- y supranacionales
(lo cual refuerza el carácter contradictorio de dicho “orden”).
Dichas reglas
de juego del así concebido “orden” mundial vigente, debido al propio carácter
sistémico de este, generan procesos que resultan en la llamada “reconfiguración
geopolítica” – o, en otras palabras, el cambio de la correlación de fuerzas a
nivel global entre los centros de poder tradicionales y emergentes,
respectivamente (si bien, igualmente podría llamársele “redivisión del mundo en
el siglo XXI”).
En
el transcurso de dicha reconfiguración geopolítica, se simultanean, el relativo declinio[ii]
de la hegemonía económica, financiera, militar y tecnológica de Estados
Unidos, por un lado, y la expansión de la influencia multifacética en el anteriormente
referido “orden” mundial, de los referidos nuevos polos de poder.
Este
relativo declinio del poder estadounidense “plantea un reto para la posición
ventajosa de Estados Unidos en la configuración multipolar del mundo”[iii], lo cual constituye el
fundamento de la aceleración del despliegue de la proyección por EEUU en la
articulación de grandes alianzas megarregionales de “integración profunda” de
libre comercio e inversiones, para balancear el ascenso de otras fuerzas con la
suya y sus aliados. Dicha articulación se basa en las cadenas globales de
valor, productivas y de servicios que traspasan las regiones convencionales y
configuran nuevos espacios geoeconómicos y geopolíticos (Fernández Tabío,
2013), que se llevan a cabo a través del desarrollo de los mega acuerdos inter
y transregionales, tales como la Alianza Transatlántica y la Alianza
Transpacífico, entre otros.[iv] En otras palabras, la globalización se expande de forma concomitante con una nueva
regionalización geoeconómica del mundo, o sea, con la formación de bloques o
mercados regionales”. [v] (Vesentini, 2003)
Los mencionados
procesos geopolíticos son propios del actual “orden” mundial, debido a la razón de que,
este está basado en la hegemonía de la burguesía mundial (cada vez más
transnacionalizada[vi]) y,
por tanto, está regido por el sistema de acumulación y consumo capitalista que,
mantiene a la mayor parte de la población del planeta, en una permanente crisis
multidimensional a escala global.
Dicha crisis[vii]
multidimensional del actual “orden”mundial, es una crisis sistémica, ya que se
debe a la propia naturaleza del sistema capitalista. Esta afirmación queda
reforzada por el hecho de que, ninguna de las más variadas “recetas”
metodológicas – políticas económicas
neoclásicas, keynesianas, neoliberales, neodesarrollistas o mixtas - dirigidas
a solucionar las tantas veces resurgidas crisis del capitalismo ha resultado
eficaz para impedir el resurgimiento de nuevas crisis – o, más exactamente,
nuevas recesiones económicas - estas solo sirvieron para afincar los pilares
del establishment, a costo de una
explotación cada vez más intensa de la clase trabajadora, de los recursos
naturales y del deterioro del medio ambiente, unida a expansión del capital
cada vez más transnacionalizado y a la intensificación de la carrera
armamentista a escala mundial en función de las cruzadas imperialistas para
mantener dicho “orden” .
Pese a la
necesidad de solucionar los problemas humanitarios causados por los mecanismos
del referido régimen hegemónico, en la reconfiguración
geopolítica global, está ausente un nuevo paradigma económico, social, científico-tecnológico,
energético e ideológico diferente a las reglas del actual “orden” mundial, ya
que ninguno de los polos de poder
económico llamados “emergentes” de nuestro presente se ha propuesto hasta ahora
una ruptura radical con el sistema político, económico y financiero global
basados en el modo de acumulación y consumo capitalista, ni la implantación de
uno esencialmente diferente en su lugar (o, en otras palabras: con el actual
“orden” mundial).
Lo
anterior queda reflejado en las palabras de Theotônio dos Santos, manteniendo su
plena vigencia en el siglo XXI:
No
se prevé, por tanto, una ruptura con el poder del capital transnacional, ni el
fin de la dominación ejercida por las oligarquías nacionales y los viciados e
inhumanos mecanismos inherentes al dominio de estos, respectivamente. El capital
busca apropiarse de la fuerza de trabajo del planeta subyugándola a la
producción de plusvalía. La exportación de capitales es el instrumento que
realiza tales objetivos. (Theotônio dos Santos, Imperialismo y dependencia).
De
ahí que, en la etapa actual de la historia de la humanidad – el capitalismo
globalizado, en su fase imperialista - no se trata, por tanto, de la
construcción de un “orden mundial nuevo” esencialmente diferente al actual:
simplemente, de una reconfiguración de la correlación de fuerzas del
imperialismo y la redivisión de sus áreas de interés geopolítico (inseparables
de la dimensión espacial geográfica de estas, donde tanto el territorio
geográfico físico terrestre, marítimo como el espacial, conjuntamente con los
nuevos espacios de la expansión geopolítica, juegan un invariable papel), en el
marco del actual sistema económico y político mundial, o, dígase, en el actual
”orden” mundial.
En
dicha reconfiguración geopolítica, uno de los principales actores de los
primeros dos decenios del siglo XXI ha sido el BRICS[viii], cuya consolidación[ix]
durante la última década, como bloque de concertación política, económica y
financiera en las más diversas plataformas internacionales, ha devenido en una de las principales amenazas
para la continuidad de la hegemonía estadounidense.
La otra amenaza
ha sido la UNASUR y la CELAC, como resultado del esfuerzo de gobiernos
revolucionarios y progresistas de la región por construir una América Latina (y
un Caribe) independiente, soberana y unida (frente al panamericanismo que
Estados Unidos pretende impulsar en ese continente que considera su traspatio
de todos los tiempos) ya que, entre otras cosas, un bloque latinoamericano “patriagrandista”,
liderado, además, por un país integrante del BRICS – Brasil - aceleraría el
proceso de reconfiguración geopolítica global, reforzando el carácter
antihegemómico de dicho proceso.
Los logros
impulsados por los gobiernos revolucionarios y progresistas de la región rumbo
a una unidad latinoamericana y caribeña soberana e independiente, son
contrarios a los intereses de Estados Unidos que necesita recuperar su
tradicional traspatio. A ello de debe la reciente contraofensiva de la derecha
latinoamericana (cuya alianza y concatenaciones con la derecha estadounidense
son obvias y conocidas), materializada
(además de megaacuerdos desfavorables para los países de la región ya
establecidos y otros cuya concreción es objeto de presión por parte de Estados
Unidois y sus aliados), por resultados electorales favorables a las oligarquías
proestadounidenses, tras previas campañas mediáticas, guerras económicas, así
como golpes blandos y otros métodos para derrocar a las fuerzas de izquierda y progresistas
en América Latina.
La
actuación antihegemónica de Brasil en el seno del BRICS, por tanto, es uno de
los elementos contra los cuales se dirige la contraofensiva actual de los
sectores más transnacionalizadas (y, de facto, proestadounidenses) de la
oligarquía de ese país, materializada en el proceso de impeachment contra la
presidente Dilma Rousseff.
El patrón de inserción global de Brasil: ¿solidaridad
o pragmatismo?
La pertenencia de
Brasil al BRICS, se inscribe dentro de la vocación universalista del gigante
latinoamericano, elemento presente en su política exterior desde los años 1950.
De acuerdo a dicha vocación, Brasil pretende mantenerse como una de las
principales potencias emergentes que protagonizan el proceso de transición
hacia un mundo multipolar. No obstante, a diferencia de gobiernos anteriores de
corte neoliberal que pretendían lograr una ascención de Brasil como potencia, bajo
la égide protectora de Estados Unidos, los gobiernos petistas tienen el mérito
de haberle proporcionado a la construcción del nuevo mundo multipolar, un
viraje hacia el Sur, contribuyendo a que esta nueva multipolaridad esté basada
en una nueva distribución de las “cuotas de poder” que aventaje a los países
del Sur. Por tanto, la política exterior
de los gobiernos del PT en Brasil, marca una fase peculiar en la
reconfiguración geopolítica mundial, mediante la firmeza de su orientación
hacia la construcción de una correlación de fuerzas entre los polos de poder
distinta a la hegemonía estadounidense.
Para tales efectos, Brasil, a partir de
2003 – año de inicio del mandato del Presidente Lula - ha trazado una política de inserción geopolítica
basada en el proceso
de fortalecimiento de la inserción de Brasil en el eje de la cooperación[x]
Sur-Sur.
Este elemento ha devenido en un identificador relevante de las preferencias nacionales, así como en la reafirmación de la identidad brasileña en el mundo, convirtiendo la idea del Sur en un factor orientador de la formulación de la política exterior brasileña (White, 2013:118).
No obstante, su alcance ha sido limitado, frente a otras modalidades de la inserción que las reglas de juego globales le han impuesto a Brasil.
Al
referirse al tipo de inserción que Brasil, como global player, necesita, Celso
Amorim, durante su mandato como Ministro de Defensa de la República Federativa
de Brasil, en 2012, expresó:
“La sociedad brasileña tiene hoy por delante el desafío de edificar una gran
estrategia de inserción en el mundo. Esta estrategia involucra, ante todo,
defensa y política exterior, pero también depende de elementos internos.
Crecimiento económico, con estabilidad financiera, cohesión social, obtenida
con una mejor distribución de la renta, en un ambiente de democracia plena, han
coadyuvado a que el pueblo brasileño mirara con mayor confianza hacia su
futuro. Ese elemento subjetivo, basado en factores objetivos, es esencial para
el ejercicio de un papel consistente con las dimensiones de nuestro país.”[xi]
De acuerdo
a lo anterior, el gigante latinoamericano no ha renunciado a su estatus de global player si bien el dinamismo de la
economía brasileña[xii]
de los últimos años no ha contribuido fielmente a la validación de su
pertenencia a los polos emergentes integrantes del BRICS en base del pronóstico
inicial que originara la creación de ese acrónimo, no obstante, continuó su
labor de concertación política en el seno de dicho grupo que, por su parte, ha
logrado importantes resultados, tales como la creación del Banco de Desarrollo
del BRICS, entre otros.
Es en el
marco de la actuación de Brasil como global player que se inscriben las
iniciativas de este dirigidas a la creación de coaliciones, así como su
participación y liderazgo en las más diversas negociaciones globales. Es a ello
que se debe, por ejemplo, la creación del G20 en Cancún, la reaproximación
estratégica de Brasil al continente africano, el liderazgo brasileño en la
MINUSTAH y, la visión en el seno del Itamaraty, que concibe a la integración
latinoamericana bajo liderazgo brasileño.
En
correspondencia con dicha visión, según varios autores (Dr. Ronaldo Carmona,
2013, Marco Aurélio García, 2013, Antonio
José Ferreira Simões, 2013), Brasil pretende que su ascenso sea en
asociación con sus vecinos, ante todo, porque así el ascenso será
fortalecido. Conforme expresara Marco
Aurelio García, “Brasil en un mundo multipolar, no quiere ser un solo polo de
poder, sino un polo de poder con sus vecinos”.
En tono con lo anterior, en noviembre de 2014, el ministro brasileño de
Relaciones Exteriores Luiz Alberto Figuereido ofreció un discurso a los
estudiantes y profesores de la Universidad de Brasilia. En dicho evento, en
relación con la integración regional, Figuereido manifestaba: “Sur América es
un área prioritaria en la política internacional de Brasil (...) Estamos
interesados en trabajar activamente para consolidar un espacio suramericano
próspero y democrático de integración”. Al mismo tiempo, También recalcó la
necesidad de incrementar los niveles de participación brasileña en los
esfuerzos regionales de integración a través de la promoción de una “diplomacia
económica”.
Conforme al discurso, durante los gobiernos Lula da Silva e Dilma
Rousseff, América del Sur devino en el “entorno estratégico” de Brasil,
frente a épocas anteriores a los gobiernos petistas, cuando las administraciones
de ese país priorizaran sus relaciones con Estados Unidos, bajo términos de
intercambio obviamente desventajosas para Brasil. Con los gobiernos petistas, tanto América
Latina y el Caribe, como América del Sur, más especialmente, América del
Sur, llegó a ocupar un lugar estratégico dentro de la política exterior, así como
de la política industrial brasileñas. La
subregión llegó a ser considerada como el entorno estratégico de Brasil, y entendida
como importante espacio de fortalecimiento del poder político de Brasil para
una mejor inserción brasileña en el escenario global –- así como un excelente
espacio para la inserción de las empresas brasileñas en el exterior.
De acuerdo a dicha proyección, la referida inserción de Brasil tomó
cuerpo, principalmente, mediante la expansión del capital brasileño a través de
la internacionalización de sus empresas, con especial peso en Suramérica,
conforme al estatus de “entorno estratégico” que le fuera concedido a partir de
los gobiernos petistas.
Pese a que Brasil mantuvo su política macroeconómica de
administraciones anteriores (de corte preponderantemente neoliberal), la
retomada por los gobiernos petistas, del protagonismo del Estado en la
dirección de la política económica nacional, le favoreció al movimiento de
internacionalización de las empresas brasileñas.
A esto se unieron las políticas de desarrollo industrial[xiii] de Lula y
Dilma, las cuales, igualmente,
privilegiaron a la región latinoamericana y, especialmente, a Suramérica.
La región fue comprendida como importante espacio para sumar fuerzas
en beneficio del poder político de Brasil, para una mejor inserción de este en
el ámbito internacional, así como un espacio para la expansión de las empresas
brasileñas. La internacionalización de
las empresas brasileñas, es una muestra más de que Brasil ha priorizado la
región de América Latina ya que, esto ocurrió principalmente en América Latina.
El desarrollo de una
nueva política de integración regional, sobre todo, la UNASUR, que trajo en su
seno proyectos de integración estructurales, convergió con los objetivos de la
política industrial brasileña de internacionalización de las empresas
brasileñas. Estas pasaron a actuar en varios proyectos regionales, por medio de
financiamientos recibidos por parte del gobierno brasileño.
En el ranking de la Fundación Getúlio
Vargas,. De Brasil, América del
Sur aparece también como región privilegiada para la implantación de primeras
subsidiarias de las empresas brasileñas en el exterior. De igual modo, el 51,9%
de las empresas del ranking de la FDC en 2014 señalaron a Suramérica
como región destino de su primera inversión en subsidiaria en el exterior,
dejando a América del Norte en segunda posición, con el 33,3% del total.
A esto se le añade la política de desarrollo en el sector
industrial de los gobiernos Lula y Dilma y, principalmente de los dos mandatos
de esta última, consagrados en los planes anteriormente mencionados. La
preferencia por el desarrollo industrial impulsado por dichos gobiernos, se
refleja también mediante una tendencia creciente en la cantidad de proyectos de
inversiones realizadas por empresas brasileñas en América del Sur entre
2007-2014.
La
internacionalización de las empresas brasileñas, así como otras proyecciones en
materia de comercio exterior
e inversiones de Brasil muestran que la expansión del capital de esta forma ha
sido la principal vía de la inserción del gigante latinoamericano en el actual
proceso de reconfiguración geopolítica mundial.
Si
bien la política exterior de los gobiernos de Lula y Dilma ha sido decisivo
para el fortalecimiento del bloque latinoamericano y de los procesos
antihegemónicos, habiendo dado un paso hacia la multipolaridad mundial vs.
hegemonía estadounidense, el patrón de inserción internacional de Brasil no
representa una “inserción de nuevo tipo“, basado, por ejemplo, en la “ayuda
mutua entre los países en base de la complementariedad de las economías de
estos”, sino se realiza mediante la expansión capitalista, con apoyo del Estado,
reforzando con ello, las reglas de juego dictadas por el sistema capitalista a
nivel global.
En
torno al carácter de la inserción mundial brasileña, se
observa, por tanto, el pragmatismo cuando el Ex-Ministro de Relaciones
Exteriores Celso Amorim, al defender el fortalecimiento de las relaciones
Sur-Sur, afirma “nadie es ingenuo como para pensar que puede hacer política
exterior solo en base de la solidaridad (...). Al haber profundizado el diálogo
Sur-Sur (en la política exterior brasileña) hicimos algo que fizemos algo que
hasta entonces no tenía precedentes. Esto, incluso, fortaleció nuestro diálogo
con el Norte”. [xiv]
Consideraciones finales
1.
El actual “orden”
mundial, pese al proceso de reconfiguración geopolítica en marcha hacia un
mundo multicéntrico o multipolar (vs. unipolar o hegemónico) mediante la
emergencia de nuevos polos de poder (de poder, principalmente, económico),
sigue basándose en la hegemonía del neoliberalismo, cuyas “reglas de juego” son
dictadas por los actores muchas veces trans- y supranacionales del gran
capital, de acuerdo, prepondeerantemente, a los intereses y del imperio
estadounidense y sus aliados.
2.
Dichas reglas de
juego, son incompatibles con el fortalecimiento de los procesos sociales a
favor de las mayorías al interior de los países latinoamericanos, así como con
los mecanismos de concertación, cooperación e integración Sur-Sur intra y
extrarregionales emprendidos y protagonizados por los gobiernos progresistas de
la región. Especialmente, la consolidación de bloques y mecanismos
protagonizados por gobiernos progresistas – tales como la UNASUR, el Mercosur y
el BRICS - resulta contraria a los intereses imperiales de Estados Unidos por
recuperar su mando sobre su históricamente pretendido traspatio: el continente
latinoamericano.
3.
El reciente avance de la derecha
latinoamericana, materializada mediante resultados electorales favorables a
estos, tras previas campañas mediáticas, así como “golpes blandos” y otros
métodos para derrocar a las fuerzas de izquierda y progresistas, responden a la
contraofensiva de Estados Unidos por contrarrestar su relativa pérdida de
hegemonía en el proceso de reconfiguración geopolítica mundial.
4.
Por consiguiente,
la multipolaridad geopolítica en los primeros dos decenios del siglo XXI,
continua subordinado a las reglas de juego del neoliberalismo que, no por tener
un grado cada vez más transnacionalizado deja de subordinarse a los intereses
de Estados Unidos y sus aliados, debido al peso preponderante del capital
estadounidense y de sus aliados a nivel global.
5.
Por otra parte,
ninguno de los polos de poder emergentes del siglo XXI se ha propuesto cambiar
radicalmente la esencia del funcionamiento del actual “orden mundial” (o sea:
un orden alternativo al capitalismo), sino posicionarse mejor ante choques
externos emanados por el propio sistema y aumentar su propia influencia sobre
los procesos globales, para lo cual, debe adecuarse a los mismos mecanismos
predominantes que rigen al actual “orden” mundial: los del neoliberalismo.
6.
A pesar de lo anterior y con
independencia del enfoque cada vez más solidario y cooperativo del discurso de
Brasil con sus vecinos y con otros países “del Sur” que ha caracterizado a las
administraciones de Lula y Dilma, referidas a la política integracionista de Brasil, han prevalecido los
intereses geopolíticos brasileños sujetos a las reglas del actual “orden
mundial”, las que están subordinadas al capitalismo globalizado. En este
sentido, la incrementada presencia internacional de Brasil – que,
preponderantemente, es una presencia económica - sigue el tradicional patrón de
acumulación capitalista, con su correspondiente expansión hacia el exterior.
7.
El mero hecho de
que el proceso de reconfiguración geopolítica hacia un mundo multipolar sea una
tendencia contraria a la hegemonía estadounidense, no constituye, en sí,
argumento suficiente para juzgar la calidad de esa multipolaridad, otorgándole
el calificativo de “benigno”. Por un lado, porque la emergencia de nuevos polos
de poder y el relativo declinio de la hegemonía estadounidense, no significa –
ni mucho menos - el fin de conflictos interimperialistas (aún cuando los
conflictos interimperialistas, no necesariamente se manifiesten siempre por la
vía bélica). Por el otro, porque, la multipolaridad emergente, bajo la hegemonía
de las reglas de juego del capitalismo, en lugar de representar un nuevo orden
económico y social verdaderamente “benigno”, apenas reproduce los viejos
mecanismos de acumulación y consumo propios del capitalismo, con sus
respectivas relaciones de explotación en detrimento de las clases sociales y pueblos más
desaventajados. Solo que, todo esto ocurre con la novedad de que estos
mecanismos que antes solo caracterizaban las relaciones Norte-Sur, ahora
aparecen también a escala de los propios países del Sur, entre estos. Por otra
parte, el multipolarismo, en sí, hasta la actualidad no ha significado ni la
reducción de la carrera armamentista a nivel global después de la guerra fría,
ni la reducción del hambre, de las enfermedades y de las desigualdades
sociales. Y sí, la expansión del capital cada vez más transnacionalizado y de
sus viejos mecanismos hacia nuevas regiones, para convertirlas en sus nuevas
zonas de influencia, sometiéndolas de este modo, a nuevas relaciones de
dependencia.
8.
La multipolaridad,
por tanto, solo será “benigna”, cuando el orden mundial esté basado sobre
nuevos pilares, diferentes a las reglas de juego del capitalismo, donde
prevalezcan los verdaderos intereses de los pueblos, frente a la hegemonía del
gran capital transnacional. Hasta entonces, la multipolaridad, en sí, no traerá
cambios esenciales en beneficio de la humanidad.
Notas:
[i] Máster en Relaciones
Económicas Internacionales, doctorante, profesora del Instituto Superior de
Relaciones Internacionales “Raúl Roa García”. E-mail: ginanemeth@isri.minrex.gob.cu
[ii] Este es apenas un declinio
en términos relativos, ya que, pese a que su deuda pública haya aumentado, de
2007 para 2014, de 65% al 106% de su PIB (Barroso, 2015) y sus indicadores
económicos y sociales muestren una tendencia de decadencia, el dólar
estadounidense sigue siendo la principal moneda de atesoramiento mundial.
Asimismo, Estados Unidos sigue ejerciendo la hegemonía mundial en términos de
poderío militar la suma de las ojivas nucleares, drones y submarinos de Estados
Unidos y las principales potencias emergentes, además de que, la suma del
PIB de todos los países emergentes juntos, no llega al 80% del PIB de EEUU
(Pinheiro, 2012).
[iii] Dr. Luis René
Fernández Tabío, 2013.EEUU: Perspectiva geoeconómica mundial y nuevo patrón de
proyección externa. Cuadernos de Nuestra América, CIPI, 2013.
[iv] Mediante estas alianzas, proyectadas con un horizonte
puesto en el 2030, Estados Unidos se propone mantenerse como principal potencia
mundial en un sistema mundial multipolar, sin la hegemonía de ningún país en
particular.
[v] Traducción de la
autora, del idioma portugués, en el original en: “Nuevo orden, imperialismo y
geopolítica global” (2003), José William Vesentini, pg, 106/107.
[vi] Ref.: Dr. Jorge
Casals Llano/Msc. Georgina Németh Lesznova: Una contribución a la comprensión
de la geopolítica y los cambios geopolíticos en la actualidad. Seminario de
Relaciones Internacionales “ISRI 2016”. Dr. Jorge Casals Llano
[vii] …”la crisis del
neoliberalismo –a pesar de ser global –es, primero que todo, la crisis del
paradigma estadounidense y del “pensamiento único” globalizado por el “Consenso
de Washington”, y hace singularmente manifiesta la crisis de ideas respecto a
la evolución del capitalismo y sus limitaciones, lo que hace imposible la
comprensión de fenómenos tales como la unicidad y a la vez multiplicidad de
la(s) crisis como lo que es(son), fruto legítimo de las leyes del modelo y del
propio sistema capitalista”. (Casals Llano, 2008) …las verdaderas causas de la crisis actual: las
contradicciones inherentes al capitalismo y al neocapitalismo y la insalvable
contradicción entre los EEUU – estado nación, paradigma, baluarte y gendarme del
capitalismo mundial, y los EEUU – estado imperio, devenido “estado
sobredimensionado”. Tales contradicciones son consecuencia de que, por su
propia naturaleza, el capitalismo potencia la capacidad productiva del capital
lo que socava, al propio tiempo, el “inmenso arsenal” sobre cuyas bases el
capital se realiza como tal: las mercancías. Ello es así porque el desarrollo
de las fuerzas productivas hace que el “problema” para los productores en el
capitalismo deje de ser “de producción” para pasar a ser “de realización”, lo
que ni mucho menos signifique que estén satisfechas todas las necesidades de la
población mundial, que no existan hambrientos (actualmente 923 millones, según
la FAO) ni subalimentados (súmele algunas decenas de millones más a la cifra anterior),
que todos tengamos vivienda, vestimenta, y disfrutemos de adecuados niveles de
salud, educación, esparcimiento, recreación. Dr. Jorge Casals Llano: La crisis
actual: ¿financiera o sistémica?
[viii] Acrónimo por las
primeras siglas de los países pertenecientes a este grupo de concertación,
compuesto por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica.
[ix] La dimensión
comercial del BRICS, por ejemplo, es una prueba de la importancia que van
ganando las relaciones entre los países pertenecientes a este grupo: entre
2002-2013, el volumen del comercio intra-BRICS aumentó en un 1.035% (de 74,9
mil millones para 850,7 mil millones de USD) y el comercio del BRICS con el
resto del mundo, aumentó en un 525% en ese mismo período (de 1,04 millones de
millones para 6,49 millones de millones de USD). Fuente: (Damico, 2015)
[x] Sobre la evolución,
dimensiones y características de la cooperación Sur-Sur de Brasil, ver el
artículo intitulado “La cooperación brasileña para el desarrollo internacional,
por un nuevo escenario geopolítico mundial” de la autora (Georgina Németh
lesznova), publicado en la Revista Política Internacional, XX, Ebero-diciembre
2013, La Habana, Cuba.
[xii] Brasil es la séptima
economía del mundo, pero su participación en el comercio mundial no refleja
esta posición. El comercio exterior brasileño de bienes y servicio, solo
ocupaba el 27,6% del PIB de Brasil en 2013, mientras que en las seis mayores
economías del mundo, el promedio de esta proporción alcanza el 53,4 del PIB de
estos, respectivamente. De igual modo, los países integrantes del BRICS,
también presentan mayores proporciones en esta materiaSudáfrica (64,2%),
Índia (53,3%), Rusia (50,9%) y China (50,2%). Por otra parte, la participación
brasileña en el voumen total de exportaciones de bienes del mundo, es apenas
1,2% y 0,7% si solo se tomara en cuenta los bienes manufacturados.
[xiii] No governo Rousseff uma nova política industrial é elaborada, recebendo o nome Plano Brasil Maior “focando no estímulo à inovação e à produção nacional para alavancar a competitividade da indústria nos mercados interno e externo” (BRASIL, 2014).
[xiii] No governo Rousseff uma nova política industrial é elaborada, recebendo o nome Plano Brasil Maior “focando no estímulo à inovação e à produção nacional para alavancar a competitividade da indústria nos mercados interno e externo” (BRASIL, 2014).
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