martes, 10 de mayo de 2016

Posibilidades de una “multipolaridad benigna en el actual”orden” mundial: una aproximación a la luz de la geopolítica brasileña

Por  Georgina Németh Lesznova[i] 
                    
El actual “orden” mundial como entorno-marco de los procesos globales

Antes de referirnos a las características  de la inserción brasileña en los procesos globales, consideramos menester delinear los principales rasgos del actual “orden” mundial y de sus procesos globales que condiciona la inserción de Brasil en estos, así como a la geopolítica de este.
La definición de dicho concepto – el “orden” mundial - se hace especialmente necesaria, porque bajo el término de un “nuevo orden mundial” - al cual se suele referir como el orden mundial que, “mediante la nueva multipolaridad en el siglo XXI, reemplazará al orden mundial actual” - a menudo (y, a nuestro modo de ver,  erróneamente) se entiende un “nuevo sistema económico y político”, aludiendo a un contenido ideológico diferente al del actual “orden” mundial cuando, en realidad, se trata apenas de un nuevo proceso de reconfiguración geopolítica – o sea, un cambio de la correlación de fuerzas a nivel global, mediante la disminución y aumento, en términos relativos, respectivamente, de las cuotas de poder económico, financiero, militar, tecnológico, mediático, etc.  entre los principales actores oficiales de la geopolítica global: los estados nacionales o/y bloques conformados por estos, respectivamente.  Esto, sin embargo, no implica cambios estructurales esenciales del actual sistema económico y político mundial.
Por tanto, bajo el concepto del actual “orden” mundial, en lugar de referirnos al llamado “equilibrio” de la correlación de fuerzas entre los diferentes polos de poder – en su calidad de ser una fotografía coyuntural de los procesos geopolíticos globales - consideramos más adecuado interpretar ese término como el sistema económico y político hegemónico del mundo, cuyas reglas de juego no solo se dictan por estados nacionales sino, en buena medida, por actores trans- y supranacionales (lo cual refuerza el carácter contradictorio de dicho “orden”).        
Dichas reglas de juego del así concebido “orden” mundial vigente, debido al propio carácter sistémico de este, generan procesos que resultan en la llamada “reconfiguración geopolítica” – o, en otras palabras, el cambio de la correlación de fuerzas a nivel global entre los centros de poder tradicionales y emergentes, respectivamente (si bien, igualmente podría llamársele “redivisión del mundo en el siglo XXI”).  
En el transcurso de dicha reconfiguración geopolítica, se simultanean, el relativo declinio[ii] de la hegemonía económica, financiera, militar y tecnológica de Estados Unidos, por un lado, y la expansión de la influencia multifacética en el anteriormente referido “orden” mundial, de los referidos nuevos polos de poder.
Este relativo declinio del poder estadounidense “plantea un reto para la posición ventajosa de Estados Unidos en la configuración multipolar del mundo”[iii], lo cual constituye el fundamento de la aceleración del despliegue de la proyección por EEUU en la articulación de grandes alianzas megarregionales de “integración profunda” de libre comercio e inversiones, para balancear el ascenso de otras fuerzas con la suya y sus aliados. Dicha articulación se basa en las cadenas globales de valor, productivas y de servicios que traspasan las regiones convencionales y configuran nuevos espacios geoeconómicos y geopolíticos (Fernández Tabío, 2013), que se llevan a cabo a través del desarrollo de los mega acuerdos inter y transregionales, tales como la Alianza Transatlántica y la Alianza Transpacífico, entre otros.[iv] En otras palabras, la globalización se expande de forma concomitante con una nueva regionalización geoeconómica del mundo, o sea, con la formación de bloques o mercados regionales”. [v] (Vesentini, 2003)

Los mencionados procesos geopolíticos son propios del actual  “orden” mundial, debido a la razón de que, este está basado en la hegemonía de la burguesía mundial (cada vez más transnacionalizada[vi]) y, por tanto, está regido por el sistema de acumulación y consumo capitalista que, mantiene a la mayor parte de la población del planeta, en una permanente crisis multidimensional a escala global.
Dicha crisis[vii] multidimensional del actual “orden”mundial, es una crisis sistémica, ya que se debe a la propia naturaleza del sistema capitalista. Esta afirmación queda reforzada por el hecho de que, ninguna de las más variadas “recetas” metodológicas –  políticas económicas neoclásicas, keynesianas, neoliberales, neodesarrollistas o mixtas - dirigidas a solucionar las tantas veces resurgidas crisis del capitalismo ha resultado eficaz para impedir el resurgimiento de nuevas crisis – o, más exactamente, nuevas recesiones económicas - estas solo sirvieron para afincar los pilares del establishment, a costo de una explotación cada vez más intensa de la clase trabajadora, de los recursos naturales y del deterioro del medio ambiente, unida a expansión del capital cada vez más transnacionalizado y a la intensificación de la carrera armamentista a escala mundial en función de las cruzadas imperialistas para mantener dicho “orden”  .
Pese a la necesidad de solucionar los problemas humanitarios causados por los mecanismos del referido régimen hegemónico, en la reconfiguración geopolítica global, está ausente un nuevo paradigma  económico, social, científico-tecnológico, energético e ideológico diferente a las reglas del actual “orden” mundial, ya que ninguno de los polos de poder económico llamados “emergentes” de nuestro presente se ha propuesto hasta ahora una ruptura radical con el sistema político, económico y financiero global basados en el modo de acumulación y consumo capitalista, ni la implantación de uno esencialmente diferente en su lugar (o, en otras palabras: con el actual “orden” mundial).  
Lo anterior queda reflejado en las palabras de Theotônio dos Santos, manteniendo su plena vigencia en el siglo XXI:
No se prevé, por tanto, una ruptura con el poder del capital transnacional, ni el fin de la dominación ejercida por las oligarquías nacionales y los viciados e inhumanos mecanismos inherentes al dominio de estos, respectivamente. El capital busca apropiarse de la fuerza de trabajo del planeta subyugándola a la producción de plusvalía. La exportación de capitales es el instrumento que realiza tales objetivos. (Theotônio dos Santos, Imperialismo y dependencia).
De ahí que, en la etapa actual de la historia de la humanidad – el capitalismo globalizado, en su fase imperialista - no se trata, por tanto, de la construcción de un “orden mundial nuevo” esencialmente diferente al actual: simplemente, de una reconfiguración de la correlación de fuerzas del imperialismo y la redivisión de sus áreas de interés geopolítico (inseparables de la dimensión espacial geográfica de estas, donde tanto el territorio geográfico físico terrestre, marítimo como el espacial, conjuntamente con los nuevos espacios de la expansión geopolítica, juegan un invariable papel), en el marco del actual sistema económico y político mundial, o, dígase, en el actual ”orden” mundial. 
En dicha reconfiguración geopolítica, uno de los principales actores de los primeros dos decenios del siglo XXI ha sido el BRICS[viii], cuya consolidación[ix] durante la última década, como bloque de concertación política, económica y financiera en las más diversas plataformas internacionales,  ha devenido en una de las principales amenazas para la continuidad de la hegemonía estadounidense.
La otra amenaza ha sido la UNASUR y la CELAC, como resultado del esfuerzo de gobiernos revolucionarios y progresistas de la región por construir una América Latina (y un Caribe) independiente, soberana y unida (frente al panamericanismo que Estados Unidos pretende impulsar en ese continente que considera su traspatio de todos los tiempos) ya que, entre otras cosas, un bloque latinoamericano “patriagrandista”, liderado, además, por un país integrante del BRICS – Brasil - aceleraría el proceso de reconfiguración geopolítica global, reforzando el carácter antihegemómico de dicho proceso.  
Los logros impulsados por los gobiernos revolucionarios y progresistas de la región rumbo a una unidad latinoamericana y caribeña soberana e independiente, son contrarios a los intereses de Estados Unidos que necesita recuperar su tradicional traspatio. A ello de debe la reciente contraofensiva de la derecha latinoamericana (cuya alianza y concatenaciones con la derecha estadounidense son obvias y conocidas), materializada (además de megaacuerdos desfavorables para los países de la región ya establecidos y otros cuya concreción es objeto de presión por parte de Estados Unidois y sus aliados), por resultados electorales favorables a las oligarquías proestadounidenses, tras previas campañas mediáticas, guerras económicas, así como golpes blandos y otros métodos para derrocar a las fuerzas de izquierda y progresistas en América Latina.
La actuación antihegemónica de Brasil en el seno del BRICS, por tanto, es uno de los elementos contra los cuales se dirige la contraofensiva actual de los sectores más transnacionalizadas (y, de facto, proestadounidenses) de la oligarquía de ese país, materializada en el proceso de impeachment contra la presidente Dilma Rousseff.    

El patrón de inserción global de Brasil: ¿solidaridad o pragmatismo?

La pertenencia de Brasil al BRICS, se inscribe dentro de la vocación universalista del gigante latinoamericano, elemento presente en su política exterior desde los años 1950. De acuerdo a dicha vocación, Brasil pretende mantenerse como una de las principales potencias emergentes que protagonizan el proceso de transición hacia un mundo multipolar. No obstante, a diferencia de gobiernos anteriores de corte neoliberal que pretendían lograr una ascención de Brasil como potencia, bajo la égide protectora de Estados Unidos, los gobiernos petistas tienen el mérito de haberle proporcionado a la construcción del nuevo mundo multipolar, un viraje hacia el Sur, contribuyendo a que esta nueva multipolaridad esté basada en una nueva distribución de las “cuotas de poder” que aventaje a los países del Sur. Por tanto, la política exterior de los gobiernos del PT en Brasil, marca una fase peculiar en la reconfiguración geopolítica mundial, mediante la firmeza de su orientación hacia la construcción de una correlación de fuerzas entre los polos de poder distinta a la hegemonía estadounidense.

Para tales efectos, Brasil, a partir de 2003 – año de inicio del mandato del Presidente Lula - ha trazado una política de inserción geopolítica basada en el proceso de fortalecimiento de la inserción de Brasil en el eje de la cooperación[x] Sur-Sur. 

Este elemento ha devenido en un identificador relevante de las preferencias nacionales, así como en la reafirmación de la identidad brasileña en el mundo, convirtiendo la idea del Sur en un factor orientador de la formulación de la política exterior brasileña (White, 2013:118). 

No obstante, su alcance ha sido limitado, frente a otras modalidades de la inserción que las reglas de juego globales le han impuesto a Brasil. 

Al referirse al tipo de inserción que Brasil, como global player, necesita, Celso Amorim, durante su mandato como Ministro de Defensa de la República Federativa de Brasil, en 2012, expresó: 
“La sociedad brasileña tiene hoy por delante el desafío de edificar una gran estrategia de inserción en el mundo. Esta estrategia involucra, ante todo, defensa y política exterior, pero también depende de elementos internos. Crecimiento económico, con estabilidad financiera, cohesión social, obtenida con una mejor distribución de la renta, en un ambiente de democracia plena, han coadyuvado a que el pueblo brasileño mirara con mayor confianza hacia su futuro. Ese elemento subjetivo, basado en factores objetivos, es esencial para el ejercicio de un papel consistente con las dimensiones de nuestro país.”[xi]
De acuerdo a lo anterior, el gigante latinoamericano no ha renunciado a su estatus de global player si bien el dinamismo de la economía brasileña[xii] de los últimos años no ha contribuido fielmente a la validación de su pertenencia a los polos emergentes integrantes del BRICS en base del pronóstico inicial que originara la creación de ese acrónimo, no obstante, continuó su labor de concertación política en el seno de dicho grupo que, por su parte, ha logrado importantes resultados, tales como la creación del Banco de Desarrollo del BRICS, entre otros.
Es en el marco de la actuación de Brasil como global player que se inscriben las iniciativas de este dirigidas a la creación de coaliciones, así como su participación y liderazgo en las más diversas negociaciones globales. Es a ello que se debe, por ejemplo, la creación del G20 en Cancún, la reaproximación estratégica de Brasil al continente africano, el liderazgo brasileño en la MINUSTAH y, la visión en el seno del Itamaraty, que concibe a la integración latinoamericana bajo liderazgo brasileño.   
En correspondencia con dicha visión, según varios autores (Dr. Ronaldo Carmona, 2013, Marco Aurélio García, 2013, Antonio José Ferreira Simões, 2013), Brasil pretende que su ascenso sea en asociación con sus vecinos, ante todo, porque así el ascenso será fortalecido.  Conforme expresara Marco Aurelio García, “Brasil en un mundo multipolar, no quiere ser un solo polo de poder, sino un polo de poder con sus vecinos”.
En tono con lo anterior, en noviembre de 2014, el ministro brasileño de Relaciones Exteriores Luiz Alberto Figuereido ofreció un discurso a los estudiantes y profesores de la Universidad de Brasilia. En dicho evento, en relación con la integración regional, Figuereido manifestaba: “Sur América es un área prioritaria en la política internacional de Brasil (...) Estamos interesados en trabajar activamente para consolidar un espacio suramericano próspero y democrático de integración”. Al mismo tiempo, También recalcó la necesidad de incrementar los niveles de participación brasileña en los esfuerzos regionales de integración a través de la promoción de una “diplomacia económica”.

Conforme al discurso, durante los gobiernos Lula da Silva e Dilma Rousseff, América del Sur devino en el “entorno estratégico” de Brasil, frente a épocas anteriores a los gobiernos petistas, cuando las administraciones de ese país priorizaran sus relaciones con Estados Unidos, bajo términos de intercambio obviamente desventajosas para Brasil.  Con los gobiernos petistas, tanto América Latina y el Caribe, como América del Sur, más especialmente, América del Sur,   llegó a ocupar un lugar estratégico dentro de la política exterior, así como de la política  industrial brasileñas. La subregión llegó a ser considerada como el entorno estratégico de Brasil, y entendida como importante espacio de fortalecimiento del poder político de Brasil para una mejor inserción brasileña en el escenario global –- así como un excelente espacio para la inserción de las empresas brasileñas en el exterior.

De acuerdo a dicha proyección, la referida inserción de Brasil tomó cuerpo, principalmente, mediante la expansión del capital brasileño a través de la internacionalización de sus empresas, con especial peso en Suramérica, conforme al estatus de “entorno estratégico” que le fuera concedido a partir de los gobiernos petistas. 

Pese a que Brasil mantuvo su política macroeconómica de administraciones anteriores (de corte preponderantemente neoliberal), la retomada por los gobiernos petistas, del protagonismo del Estado en la dirección de la política económica nacional, le favoreció al movimiento de internacionalización de las empresas brasileñas.

A esto se unieron las políticas de desarrollo industrial[xiii]  de Lula y Dilma,  las cuales, igualmente, privilegiaron a la región latinoamericana y, especialmente, a Suramérica.

La región fue comprendida como importante espacio para sumar fuerzas en beneficio del poder político de Brasil, para una mejor inserción de este en el ámbito internacional, así como un espacio para la expansión de las empresas brasileñas.  La internacionalización de las empresas brasileñas, es una muestra más de que Brasil ha priorizado la región de América Latina ya que, esto ocurrió principalmente en América Latina.    

El desarrollo de una nueva política de integración regional, sobre todo, la UNASUR, que trajo en su seno proyectos de integración estructurales, convergió con los objetivos de la política industrial brasileña de internacionalización de las empresas brasileñas. Estas pasaron a actuar en varios proyectos regionales, por medio de financiamientos recibidos por parte del gobierno brasileño.

En el ranking de la Fundación Getúlio Vargas,. De Brasil, América del Sur aparece también como región privilegiada para la implantación de primeras subsidiarias de las empresas brasileñas en el exterior. De igual modo, el 51,9% de las empresas del ranking de la FDC en 2014 señalaron a Suramérica como región destino de su primera inversión en subsidiaria en el exterior, dejando a América del Norte en segunda posición, con el 33,3% del total.
 A esto se le añade la política de desarrollo en el sector industrial de los gobiernos Lula y Dilma y, principalmente de los dos mandatos de esta última, consagrados en los planes anteriormente mencionados. La preferencia por el desarrollo industrial impulsado por dichos gobiernos, se refleja también mediante una tendencia creciente en la cantidad de proyectos de inversiones realizadas por empresas brasileñas en América del Sur entre 2007-2014.
La internacionalización de las empresas brasileñas, así como otras proyecciones en materia de comercio exterior e inversiones de Brasil muestran que la expansión del capital de esta forma ha sido la principal vía de la inserción del gigante latinoamericano en el actual proceso de reconfiguración geopolítica mundial.
Si bien la política exterior de los gobiernos de Lula y Dilma ha sido decisivo para el fortalecimiento del bloque latinoamericano y de los procesos antihegemónicos, habiendo dado un paso hacia la multipolaridad mundial vs. hegemonía estadounidense, el patrón de inserción internacional de Brasil no representa una “inserción de nuevo tipo“, basado, por ejemplo, en la “ayuda mutua entre los países en base de la complementariedad de las economías de estos”, sino se realiza mediante la expansión capitalista, con apoyo del Estado, reforzando con ello, las reglas de juego dictadas por el sistema capitalista a nivel global.
En torno al carácter de la inserción mundial brasileña, se observa, por tanto, el pragmatismo cuando el Ex-Ministro de Relaciones Exteriores Celso Amorim, al defender el fortalecimiento de las relaciones Sur-Sur, afirma “nadie es ingenuo como para pensar que puede hacer política exterior solo en base de la solidaridad (...). Al haber profundizado  el diálogo Sur-Sur (en la política exterior brasileña) hicimos algo que fizemos algo que hasta entonces no tenía precedentes. Esto, incluso, fortaleció nuestro diálogo con el Norte”. [xiv]
Consideraciones finales
1.            El actual “orden” mundial, pese al proceso de reconfiguración geopolítica en marcha hacia un mundo multicéntrico o multipolar (vs. unipolar o hegemónico) mediante la emergencia de nuevos polos de poder (de poder, principalmente, económico), sigue basándose en la hegemonía del neoliberalismo, cuyas “reglas de juego” son dictadas por los actores muchas veces trans- y supranacionales del gran capital, de acuerdo, prepondeerantemente, a los intereses y del imperio estadounidense y sus aliados.
2.            Dichas reglas de juego, son incompatibles con el fortalecimiento de los procesos sociales a favor de las mayorías al interior de los países latinoamericanos, así como con los mecanismos de concertación, cooperación e integración Sur-Sur intra y extrarregionales emprendidos y protagonizados por los gobiernos progresistas de la región. Especialmente, la consolidación de bloques y mecanismos protagonizados por gobiernos progresistas – tales como la UNASUR, el Mercosur y el BRICS - resulta contraria a los intereses imperiales de Estados Unidos por recuperar su mando sobre su históricamente pretendido traspatio: el continente latinoamericano.    
3.              El reciente avance de la derecha latinoamericana, materializada mediante resultados electorales favorables a estos, tras previas campañas mediáticas, así como “golpes blandos” y otros métodos para derrocar a las fuerzas de izquierda y progresistas, responden a la contraofensiva de Estados Unidos por contrarrestar su relativa pérdida de hegemonía en el proceso de reconfiguración geopolítica mundial. 
4.            Por consiguiente, la multipolaridad geopolítica en los primeros dos decenios del siglo XXI, continua subordinado a las reglas de juego del neoliberalismo que, no por tener un grado cada vez más transnacionalizado deja de subordinarse a los intereses de Estados Unidos y sus aliados, debido al peso preponderante del capital estadounidense y de sus aliados a nivel global.
5.            Por otra parte, ninguno de los polos de poder emergentes del siglo XXI se ha propuesto cambiar radicalmente la esencia del funcionamiento del actual “orden mundial” (o sea: un orden alternativo al capitalismo), sino posicionarse mejor ante choques externos emanados por el propio sistema y aumentar su propia influencia sobre los procesos globales, para lo cual, debe adecuarse a los mismos mecanismos predominantes que rigen al actual “orden” mundial: los del neoliberalismo.
6.            A pesar de lo anterior y con independencia del enfoque cada vez más solidario y cooperativo del discurso de Brasil con sus vecinos y con otros países “del Sur” que ha caracterizado a las administraciones de Lula y Dilma, referidas a la política integracionista de Brasil, han prevalecido los intereses geopolíticos brasileños sujetos a las reglas del actual “orden mundial”, las que están subordinadas al capitalismo globalizado. En este sentido, la incrementada presencia internacional de Brasil – que, preponderantemente, es una presencia económica - sigue el tradicional patrón de acumulación capitalista, con su correspondiente expansión hacia el exterior.  
7.            El mero hecho de que el proceso de reconfiguración geopolítica hacia un mundo multipolar sea una tendencia contraria a la hegemonía estadounidense, no constituye, en sí, argumento suficiente para juzgar la calidad de esa multipolaridad, otorgándole el calificativo de “benigno”. Por un lado, porque la emergencia de nuevos polos de poder y el relativo declinio de la hegemonía estadounidense, no significa – ni mucho menos - el fin de conflictos interimperialistas (aún cuando los conflictos interimperialistas, no necesariamente se manifiesten siempre por la vía bélica). Por el otro, porque, la multipolaridad emergente, bajo la hegemonía de las reglas de juego del capitalismo, en lugar de representar un nuevo orden económico y social verdaderamente “benigno”, apenas reproduce los viejos mecanismos de acumulación y consumo propios del capitalismo, con sus respectivas relaciones de explotación en detrimento de  las clases sociales y pueblos más desaventajados. Solo que, todo esto ocurre con la novedad de que estos mecanismos que antes solo caracterizaban las relaciones Norte-Sur, ahora aparecen también a escala de los propios países del Sur, entre estos. Por otra parte, el multipolarismo, en sí, hasta la actualidad no ha significado ni la reducción de la carrera armamentista a nivel global después de la guerra fría, ni la reducción del hambre, de las enfermedades y de las desigualdades sociales. Y sí, la expansión del capital cada vez más transnacionalizado y de sus viejos mecanismos hacia nuevas regiones, para convertirlas en sus nuevas zonas de influencia, sometiéndolas de este modo, a nuevas relaciones de dependencia.            
8.            La multipolaridad, por tanto, solo será “benigna”, cuando el orden mundial esté basado sobre nuevos pilares, diferentes a las reglas de juego del capitalismo, donde prevalezcan los verdaderos intereses de los pueblos, frente a la hegemonía del gran capital transnacional. Hasta entonces, la multipolaridad, en sí, no traerá cambios esenciales en beneficio de la humanidad.
Notas:


[i] Máster en Relaciones Económicas Internacionales, doctorante, profesora del Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García”.   E-mail: ginanemeth@isri.minrex.gob.cu


[ii] Este es apenas un declinio en términos relativos, ya que, pese a que su deuda pública haya aumentado, de 2007 para 2014, de 65% al 106% de su PIB (Barroso, 2015) y sus indicadores económicos y sociales muestren una tendencia de decadencia, el dólar estadounidense sigue siendo la principal moneda de atesoramiento mundial. Asimismo, Estados Unidos sigue ejerciendo la hegemonía mundial en términos de poderío militar la suma de las ojivas nucleares, drones y submarinos de Estados Unidos y las principales potencias  emergentes, además de que, la suma del PIB de todos los países emergentes juntos, no llega al 80%  del PIB de EEUU (Pinheiro, 2012).
[iii] Dr. Luis René Fernández Tabío, 2013.EEUU: Perspectiva geoeconómica mundial y nuevo patrón de proyección externa. Cuadernos de Nuestra América, CIPI, 2013. 
[iv] Mediante estas alianzas, proyectadas con un horizonte puesto en el 2030, Estados Unidos  se propone mantenerse como principal potencia mundial en un sistema mundial multipolar, sin la hegemonía de ningún país en particular.    
[v] Traducción de la autora, del idioma portugués, en el original en: “Nuevo orden, imperialismo y geopolítica global” (2003), José William Vesentini, pg, 106/107.
[vi] Ref.: Dr. Jorge Casals Llano/Msc. Georgina Németh Lesznova: Una contribución a la comprensión de la geopolítica y los cambios geopolíticos en la actualidad. Seminario de Relaciones Internacionales “ISRI 2016”. Dr. Jorge Casals Llano
[vii] …”la crisis del neoliberalismo –a pesar de ser global –es, primero que todo, la crisis del paradigma estadounidense y del “pensamiento único” globalizado por el “Consenso de Washington”, y hace singularmente manifiesta la crisis de ideas respecto a la evolución del capitalismo y sus limitaciones, lo que hace imposible la comprensión de fenómenos tales como la unicidad y a la vez multiplicidad de la(s) crisis como lo que es(son), fruto legítimo de las leyes del modelo y del propio sistema capitalista”. (Casals Llano, 2008) …las verdaderas causas de la crisis actual: las contradicciones inherentes al capitalismo y al neocapitalismo y la insalvable contradicción entre los EEUU – estado nación, paradigma, baluarte y gendarme del capitalismo mundial, y los EEUU – estado imperio, devenido “estado sobredimensionado”. Tales contradicciones son consecuencia de que, por su propia naturaleza, el capitalismo potencia la capacidad productiva del capital lo que socava, al propio tiempo, el “inmenso arsenal” sobre cuyas bases el capital se realiza como tal: las mercancías. Ello es así porque el desarrollo de las fuerzas productivas hace que el “problema” para los productores en el capitalismo deje de ser “de producción” para pasar a ser “de realización”, lo que ni mucho menos signifique que estén satisfechas todas las necesidades de la población mundial, que no existan hambrientos (actualmente 923 millones, según la FAO) ni subalimentados (súmele algunas decenas de millones más a la cifra anterior), que todos tengamos vivienda, vestimenta, y disfrutemos de adecuados niveles de salud, educación, esparcimiento, recreación. Dr. Jorge Casals Llano: La crisis actual: ¿financiera o sistémica?
[viii] Acrónimo por las primeras siglas de los países pertenecientes a este grupo de concertación, compuesto por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. 
[ix] La dimensión comercial del BRICS, por ejemplo, es una prueba de la importancia que van ganando las relaciones entre los países pertenecientes a este grupo: entre 2002-2013, el volumen del comercio intra-BRICS aumentó en un 1.035% (de 74,9 mil millones para 850,7 mil millones de USD) y el comercio del BRICS con el resto del mundo, aumentó en un 525% en ese mismo período (de 1,04 millones de millones para 6,49 millones de millones de USD). Fuente: (Damico, 2015)  
[x] Sobre la evolución, dimensiones y características de la cooperación Sur-Sur de Brasil, ver el artículo intitulado “La cooperación brasileña para el desarrollo internacional, por un nuevo escenario geopolítico mundial” de la autora (Georgina Németh lesznova), publicado en la Revista Política Internacional, XX, Ebero-diciembre 2013, La Habana, Cuba.     
[xi] Revista da Escola Superior de Guerra, Rio de Janeiro, v. 27 n. 55, 2º Semestre 2012
[xii] Brasil es la séptima economía del mundo, pero su participación en el comercio mundial no refleja esta posición. El comercio exterior brasileño de bienes y servicio, solo ocupaba el 27,6% del PIB de Brasil en 2013, mientras que en las seis mayores economías del mundo, el promedio de esta proporción alcanza el 53,4 del PIB de estos, respectivamente. De igual modo, los países integrantes del BRICS, también presentan mayores proporciones en esta materiaSudáfrica  (64,2%), Índia (53,3%), Rusia (50,9%) y China (50,2%). Por otra parte, la participación brasileña en el voumen total de exportaciones de bienes del mundo, es apenas 1,2% y 0,7% si solo se tomara en cuenta los bienes manufacturados.
[xiii] No governo Rousseff uma nova política industrial é elaborada, recebendo o nome Plano Brasil Maior “focando no estímulo à inovação e à produção nacional para alavancar a competitividade da indústria nos mercados interno e externo” (BRASIL, 2014).
[xiv] (traducción de la autora) 


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