MSc Enrique R. Martínez Díaz
Profesor
Auxiliar, CIPI
En días recientes se hizo público que el gobierno de
los EE.UU. había llegado a un acuerdo con el movimiento Talibán para poner fin
al conflicto en ese país y retirar las tropas norteamericanas y de la OTAN
desplegadas en la nación centroasiática desde 2001. Aun cuando se conocía que
existían conversaciones, el anuncio se consideró un tanto sorpresivo, y no han
faltado los que acusan que este acuerdo tiene un objetivo electorero por
parte de Mr. Donald John Trump.
Con escasos días de diferencia a la firma de tal
acuerdo, hecho público en Doha, Qatar, el día 29 de Febrero de 2020, varios
hechos muestran que la situación en dicho país no parece ser tan favorable a
los intereses norteamericanos, y tampoco para que se logre una pacificación del
país.
Un aspecto importante a tener en cuenta es que el
tratado firmado el 29 de febrero en Doha, Qatar, no incluye al actual gobierno
de Kabul, sino que fue firmado entre el gobierno de los EE.UU. y los Talibanes.
Por cierto, algo que llama la atención es que el texto del acuerdo se repite
varias veces el hecho de que una de las partes se denomina a sí mismo como
Emirato Islámico de Afganistán, pero que EE.UU. lo reconoce como solo como “El
Talibán”. Textualmente: the Islamic Emirate of Afghanistan which is not
recognized by the United States as a state and is known as the Taliban.
A todo esto podemos añadir que en este momento hay dos
gobiernos en Kabul, que tomaron posesión simultáneamente, ya que los dos
contendientes en las pasadas elecciones se declararon vencedores, aun cuando
los norteamericanos reconocen solo al presidente, Ashraf Ghani, declarado como
vencedor en las elecciones de septiembre de 2019.
En tanto su rival Abdullah Abdullah, que denunció
fraude en los comicios junto con la comisión de quejas electorales, se han
negado a resolver sus diferencias y se considera también presidente del país.
Las informaciones más recientes dan cuenta de que,
aunque las fuerzas insurgentes han dejado de atacar a los ocupantes extranjeros,
sobre todo en las ciudades, aun la violencia en las zonas rurales es notable.
Los problemas más serios radican en que,
primeramente, el tratado se hizo sin la participación del gobierno,
supuestamente legítimo, del país. En segundo lugar, aun cuando EE.UU.
plantea no reconocer al Talibán como un “Estado Islámico”, de facto llega a un
acuerdo con el movimiento, e incluso se compromete a retirar las tropas
norteamericanas y de la OTAN de ese país en 14 meses.
Otro aspecto interesante radica en el compromiso de la
parte norteamericana de liberar a un total de 5000 prisioneros talibanes, a fin
de facilitar las conversaciones de paz inter afganas. Pero resulta que,
supuesta o realmente, quien tiene bajo su custodia y será responsable de tal
liberación es el gobierno afgano actual, que no fue parte de las
conversaciones.
Tal situación puede tener dos lecturas o
consecuencias: la primera, es que el gobierno de Kabul está a tal grado
subordinado a EE.UU. que la superpotencia se puede dar el lujo de obligar al
gobierno de Ghani a cumplir lo comprometido por sus jefes. Cualquiera puede
darse cuenta que esto deja muy mal parado a la administración de Kabul.
Una segunda variante puede provocar que el gobierno
afgano no realice tal liberación, o, como está sucediendo, no la está
ejecutando de la forma y en los plazos que acordaron los norteamericanos y los
afganos, lo cual pudiera llevar a una fase de mayor agravamiento del conflicto,
y, por lo tanto, al fracaso del acuerdo.
Ya esto está ocurriendo, pues el gobierno de Kabul
anunció que liberará primeramente 1 500 prisioneros, y posteriormente, cuando
se estén realizando las conversaciones entre el mismo y los talibanes,
liberará a los restantes 3500 comprometidos; inmediatamente un vocero de los
talibanes denunció que eso violaba el acuerdo del 29 de febrero, en el cual se
plantea que tal número de prisioneros debía ser liberado antes del comienzo
de las conversaciones.
El autodenominado Emirato Islámico por su parte
se compromete a que tanto sus fuerzas, como el país no participarán en
actividades que amenacen la seguridad de EE.UU. y sus aliados, que no
permitirán que ningún grupo u organización (incluido Al Qaeda) operen desde
Afganistán, utilicen documentos o medios de ese país, etc. Cuestión que vista
por algunos críticos, sobre todo académicos, con muchas reservas.
Otro aspecto destacable en el documento es que se
declara enfáticamente (al menos por la parte talibán), que el gobierno
resultante de las conversaciones entre la actual administración de Kabul y el
llamado Emirato será un “estado islámico”. Puede interpretarse que para los
talibanes tales conversaciones solo tendrán el objetivo de determinar cómo se
realizará el traspaso de poder a su favor, una vez que las fuerzas militares
extranjeras hayan abandonado el país.
En tanto, la situación en el país centroasiático sigue
siendo complicada; continúan los enfrentamientos entre las fuerzas del gobierno
y los talibanes, como la ocurrida el 3 de Marzo de 2020, en el cual
fallecieron19 militares afganos; esto motivó un golpe aéreo de respuesta por la
parte norteamericana. En tanto, la parte talibana expresó que su compromiso era
de reducir las acciones, no de un cese al fuego, que, entre paréntesis, es lo
exigido por el gobierno de Kabul. Para quien escribe estas líneas no parece que
existan por parte de ese Emirato o movimiento una intención real de deponer las
armas, sino de buscar una posición de fuerza que le dé ventajas en las futuras
conversaciones.
De hacerse con el poder los Talibanes, pudiera
representar un regreso a la situación que existía en la nación centroasiática
en el año 2001; existen determinados grupos étnicos que no aceptaban el
gobierno talibán y se encontraban en guerra contra el mismo, por lo que no
sería extraño que la paz necesaria para la reconstrucción del país no se
alcance.
La desconfianza hacia los talibanes es tal palpable
por parte de los norteamericanos, que recientemente el general Kenneth
McKenzie, Jefe del Comando Central de los EE.UU., a quien están subordinadas
directamente las tropas desplegadas en Afganistán, declaró lo siguiente ante
representantes del Congreso de EE.UU. el día 12 de Marzo de 2020: "No
consideraría que lo que están haciendo los talibanes sea coherente con ningún
camino para llegar a un acuerdo final de estado con el actual gobierno de
Afganistán”.
Los críticos al gobierno norteamericano, que incluyen
algunos académicos destacados, señalan que no puede considerarse al movimiento
Talibán como un interlocutor fiable, que tal acuerdo puede interpretarse como
la aceptación de la derrota por parte de Washington, amén de un esfuerzo del
presidente Trump para demostrar que está cumpliendo sus promesas electorales de
2016, envuelto como está en la campaña para las elecciones del 3 de Noviembre
de 2020.
Conclusiones
La situación actual en Afganistán no parece
clara tras la firma de los acuerdos del 29 de Febrero de 2020, y será necesario
esperar para ver si realmente las partes cumplen sus compromisos y se logran
resultados positivos. Esto es deseable para una nación que lleva decenios de
guerras y conflictos, y precisa de una paz estable y duradera para labrar un
futuro mejor para sus ciudadanos.
Agreement
for Bringing Peace to Afghanistan between the Islamic Emirate of Afghanistan
which is not recognized by the United States as a state and is known as the
Taliban and the United States of America, Doha, Qatar, 29 February 2020
(https://www.state.gov/wp-content/uploads/2020/02/Agreement-For-Bringing-Peace-to-Afghanistan-02.29.20.pdf
)
Allen
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