martes, 29 de enero de 2013

Francia y su política hacia América Latina: entre discursos y realidades. Apuntes para un debate.


Por  Rogelio P. Sánchez Levis[i]

El llamado Nuevo Mundo suscitó desde tiempos muy remotos un gran interés en el país de los galos. Esto se manifestó desde los deseos de conocer y explicarse todo lo que allí acontecía hasta una vasta producción artística y literaria que abarcó géneros como la poesía, el drama, las crónicas de viaje, los ensayos, los tratados filosóficos, así como una prolífera creación en el ámbito de las artes plásticas. Voltaire definió el “descubrimiento y colonización” americana como “el mayor acontecimiento de sus tiempos”.[ii]
 
Otro tanto sucedía del otro lado del Atlántico, sobre todo a partir del siglo XIX, partiendo de la propia idea francesa de latinidad con la cual las emergentes élites del continente, afianzaron su identidad propia en el nuevo mundo que se configuraba. Luego, la indiscutible influencia de la llamada Ilustración y sus múltiples corrientes sobre el pensamiento y la evolución de las sociedades latinoamericanas, y más tarde, el impacto del proceso emancipador galo que ganó muchos simpatizantes en el subcontinente. 

Se puede afirmar que una densa, antigua y profunda relación cultural e intelectual ha servido de fundamento a los vínculos franco-latinoamericanos.

Un hito contemporáneo de la relación franco-latinoamericana fue el lanzamiento en 1964, de la llamada “política americana” del general Charles De Gaulle mediante la cual, Francia definía una proyección de intereses, compromisos  y discursos independientes de Estados Unidos, en momentos en que se reafirmaba su estatus de potencia tutelar del subcontinente latinoamericano. Este acontecimiento resultaba una evolución lógica de dichos nexos; desde los inicios de la Segunda Guerra Mundial, no pocos países de América Latina apoyaron a De Gaulle y la creación de los Comités Francia Libre.

Los objetivos gaullistas hacia América Latina sufrieron una paulatina regresión  que provocó el distanciamiento entre Paris y el conjunto de estas naciones. A esto contribuyó además la consolidación de la influencia de Estados Unidos sobre la región, el auge de la insurgencia y los grupos irregulares, los golpes de Estado – con anuencia más o menos de Washington - y la inestabilidad política y económica que golpearon al sub-continente. En ese ámbito se evidenciaba la incapacidad de Francia para contrarrestar estas tendencias y articular políticas en correspondencia con sus intereses y objetivos propios. El relanzamiento de la alianza estratégica trasatlántica que tuvo lugar durante la presidencia de François Mitterrand, alejó la posibilidad de superar las limitaciones y problemáticas de la proyección latinoamericana del país europeo.

Jacques Chirac 

Los dramáticos cambios ocurridos en la escena internacional a partir de 1989, con la desaparición de la URSS y el campo socialista, obligaron a Francia a replantear su política exterior.[iii] Se imponía entonces la definición de una línea de conducta ante  el panorama ambiguo de la posguerra fría, plagado de conflictos identitarios y de rivalidades exacerbadas entre las grandes potencias. En Paris, se debatían interpretaciones contrapuestas sobre su papel en el mundo: una más bien continuista, que evocaba la doctrina de la excepción francesa – acción independiente y original en el enfrentamiento al unilateralismo norteamericano, apoyada en Europa y sus vínculos privilegiados con el Sur – y otra que aludía al ajuste del estatus internacional galo en ausencia de la confrontación Este-Oeste, es decir una potencia media consciente de su declive y obligada a  responder a los desafíos y oportunidades de la globalización, despojándose de arcaísmos como su presencia tradicional en África. De hecho, el acercamiento a la OTAN entre 1994 y 1997, y el estímulo masivo de inversión de capitales en Europa del Este, parecían inscritos en dicha lógica. 

El ascenso de los conservadores franceses desde principios de la década de los 90s, en coincidencia con los mencionados acontecimientos ocurridos en el Este de Europa, se prolongó hasta el desplazamiento total de la izquierda en las elecciones presidenciales de 1995, de las que emergió la derecha como vencedora y Jacques Chirac como presidente de la República. Con la mencionada configuración interna, la clase política francesa defendió, en esta etapa, las líneas estratégicas de su política exterior, frente a un contexto de acercamiento ruso-norteamericano, de reunificación alemana, y de transición al capitalismo de naciones este-europeas.

El abrumador acceso de la derecha al poder en el año 2002, le otorga a Jacques Chirac la capacidad para actuar – sin las limitaciones propias de la cohabitación (1997-2002) – frente a un panorama dominado por el reforzamiento de las tendencias hegemonistas y unilateralistas impulsadas por Estados Unidos, la consolidación de las proyecciones conservadoras en Europa, el avance del proyecto de integración en el Viejo Continente, y la persistencia de síntomas recesivos de la economía internacional.   
                                             
En América Latina, la política exterior francesa se destacó, durante el primer mandato de Jacques Chirac, por su activismo y sobresalió del resto de sus similares europeas. El presidente francés realizó en marzo de 1997, una gira por el continente que abarcó Brasil, Bolivia, Argentina, Uruguay y Paraguay. Este fue el marco en el que el jefe de Estado galo propuso la celebración de una Cumbre de Estados y Gobiernos de América Latina y de Europa con el propósito de ganar alguna influencia en espacio tradicional de dominio geopolítico y económico norteamericano, y en este sentido contrabalancear el creciente poderío e influencia de Washington en el mundo, reforzado tras la desaparición del campo socialista. En junio de 1997, el Consejo de Asuntos Generales de la Unión Europea decidió respaldar esta iniciativa. Se trataba de la iniciativa de mayor envergadura en América Latina que lanzara el presidente francés. 

Sin embargo, en el segundo mandato de Chirac no se desarrollaron iniciativas de envergadura con esta región, que aunque mantenía una discreta participación en el comercio exterior francés, constituía sin dudas, un espacio geoeconómico de creciente interés para las exportadores e inversionistas franceses, con capacidad para contrarrestar en buena medida los efectos de la crisis internacional sobre la economía gala y en su calidad de región emergente, contribuir a desconcentrar sus intercambios económicos, demasiado dependientes de Europa y Estados Unidos. En 2003, América Latina y el Caribe representaban un 3.2% de los intercambios de Francia aunque ya se apropiaban del 40% de los grandes contratos de las empresas francesas en el extranjero.[iv]

Brasil estuvo entre los destinos de la última gira del presidente francés en América Latina que tuvo lugar en mayo de 2006. Nadie ponía en cuestión la alta prioridad que París concedía a esta nación, su primer socio económico y comercial en la región, con un volumen de intercambios que alcanzaba en 2007 los 5.5 mil millones de dólares. Era además el país que acogía a la mayor comunidad gala del continente latinoamericano (más de 16 mil).[v] Otro factor que explicaba el creciente acercamiento entre ambos países, era la emergencia de Brasil como potencia con alcance e intereses globales lo cual la convertía en un interlocutor de peso en los planos bilateral y multilateral. 

Destino de una visita oficial en el primer mandato presidencial de Chirac, México constituía el tercer socio-comercial de Francia, con un intercambio ascendente a 2.45 mil millones de dólares y un excedente de 907 millones de dólares - el más importante en la región [vi] - con unos ancestrales vínculos culturales y una de las más numerosas colonias galas en el continente. 

Como se puede apreciar, la selectividad constituía un rasgo definitorio de la diplomacia francesa en América Latina: MERCOSUR - Brasil en particular - y México eran las grandes prioridades de la diplomacia gala en el continente. 

El impulso inicial de las relaciones franco-latinoamericanas no fue seguido con igual entusiasmo posteriormente. De hecho, la segunda presidencia de Chirac (2002-2007) se destacó por una pobre presencia diplomática en el continente que pudo obedecer al progresivo abandono de la tradicional lógica de desafío a los intereses norteamericanos en la medida en que se recomponían las relaciones con su aliado trasatlántico tras la crisis de 2003, así como la prioridad que Francia le concedió a la integración europea - bloqueada tras el rechazo francés al referéndum constitucional de 2005 – y a otros asuntos internacionales como el Medio Oriente y Asia, donde consideraciones estratégicas de mayor peso entraban en juego. 

La presión de los grandes grupos económicos galos con intereses en Estados Unidos, de diversos segmentos de la clase política – especialmente de la derecha liberal – y la gran prensa, obligaron a Chirac a entrar rápidamente en un proceso de reconciliación con su aliado trasatlántico,  lo cual determinó, en buena medida, el énfasis del distanciamiento con América Latina, traducido en la erosión de su tradicional activismo en una zona de influencia estadounidense que ha sido un punto de divergencia recurrente con su aliado estratégico trasatlántico. 

La erosión de la llamada política americana y la ausencia de prioridad hacia Latinoamérica, se ve matizada con el interés y la amistad de ciertos sectores políticos, gubernamentales e intelectuales galos con dicho continente. El compromiso y la demostrada comprensión de la problemática económica, política y social de la región manifestada por el candidato a las elecciones legislativas de 2012, Pascal Drouhaud, sirven para validar esta afirmación.[vii]
 
Las particulares relaciones con Cuba trascurrían en medio del clima que imponían dichas circunstancias. La europeización de política hacia la nación caribeña traducida en la disminución sensible de estos vínculos condicionó una significativa desatención de los intereses económicos galos en la isla, tradicionalmente respaldados por iniciativas políticas y diplomáticas de dicho Estado. Aun con poco margen de maniobra, Chirac logra un ligero distanciamiento de las posturas europeas más hostiles hacia la isla, lo que le permitió ganar cierto nivel de interlocución con La Habana y alguna credibilidad, frente a los sectores críticos de estas posiciones, que exigían coherencia con las tradicionales posturas gaullistas.

Nicolas Sarkozy 

Los inicios de Nicolas Sarkozy en la presidencia francesa, no marcaron una voluntad de estrechamiento de los vínculos con América Latina y el Caribe. Sus primeros discursos sobre política exterior otorgaban prioridad a la reconstrucción de los nexos trasatlánticos, la crisis global, Europa, el Medio Oriente y el replanteamiento de las alianzas con los llamados países emergentes.[viii]
 
La ausencia de Sarkozy en la edición de la Cumbre Unión Europea-América Latina que tuvo lugar en Lima en 2008, generó gran preocupación y decepción en las capitales latinoamericanas. Parecía que lo único que interesaba a Paris, era la liberación de la política franco-colombiana Ingrid Betancourt para la cual Francia invirtió un nada despreciable capital político y diplomático, transfiriendo a un segundo plano la gama de densos intereses galos en la región. Era un tema que no aportaba valor agregado alguno a la política hacia el continente y que evidenciaba el interés del mandatario por seducir a la opinión pública internacional y francesa en particular, en momentos en que descendían los niveles de aceptación a su gestión doméstica.

Algo similar sucedió con el caso de la ciudadana Florence Cassez, condenada en 2008 a 60 años de prisión bajo cargos de secuestro, delincuencia organizada y tenencia ilegal de armas de fuego. París y el presidente Sarkozy personalmente, solicitaron insistentemente a México, el traslado de la rea, aludiendo el Tratado de Estrasburgo del cual ambos países son partes y que permite el traslado del delincuente para que purgue su condena en su país de origen. Adicionalmente Francia expresó su inconformidad por la ausencia de garantías y la violación del principio del debido proceso. La politización del caso ha sido francamente rechazada por las autoridades mexicanas, considerando que se trata de un asunto de entera competencia del poder judicial del país azteca que ha rechazado los recursos de apelación y amparo presentados hasta el momento. Asimismo, la escalada diplomática llegó a niveles insospechados: la Cancillería gala decretó el boicot del destino turístico mexicano y anunció que dedicaría “El año de México en Francia” a la causa de la prisionera.[ix] Esto provocó de inmediato la anulación de la presencia oficial azteca en las numerosas actividades previstas para celebrar dicho acontecimiento. En este contexto, la atención a las densas y estratégicas relaciones bilaterales con México – privilegiadas por la política de selectividad aplicada en la región por Paris – pasaba a un segundo plano. 

El año 2009, marcó sin embargo un punto de inflexión en la política hacia el continente latinoamericano lo que no significaba la superación de las dificultades explicadas en el presente artículo. En una visita oficial que realizara a Oman, el presidente Sarkozy anunciaba la prioridad que tanto el Golfo como América Latina, poseían en su agenda exterior.[x]
 
Ya a finales de 2008, el presidente galo realizaba una visita oficial a Brasil con el objetivo de lanzar una “Alianza Estratégica” que comprendía los sectores comerciales, científico-técnicos y la cooperación, entre otros campos.[xi] El pacto franco-brasileño se planteó el desarrollo de la industria de helicópteros militares y submarinos brasileña, además de avanzar en energía nuclear y ganar apoyo de París a su protagonismo internacional. Francia, por su parte, ganaba fuerza en la promoción de un mundo multipolar y conquista un mercado para su industria y tecnología, en momentos en que Brasil trata de recuperar su producción de equipos militares, con una mirada regional, y de fortalecer sus Fuerzas Armadas, con la intención de proteger la Amazonia y reservas de petróleo recién descubiertas en el océano Atlántico. Estos acuerdos preveían la fabricación brasileña de 50 helicópteros para las tres ramas militares y de cinco submarinos, uno de propulsión nuclear. [xii]Sarkozy, por su parte, reiteró su apoyo a la reforma de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).  El desarrollo conjunto de la Amazonia, formaba parte de otro de los acuerdos firmados, que comprenden además la cooperación espacial, la enseñanza profesional y la celebración del Año de Francia en Brasil.[xiii]
 
Poco más tarde, el jefe de Estado francés recibía en el palacio del Eliseo a los presidentes Hugo Chávez de Venezuela y Evo Morales de Bolivia con quienes se propuso profundizar los vínculos bilaterales con sus respectivos países. Se trataba de actos diplomáticos que no dejaron de molestar a  Washington, aun y cuando las lecturas sobres sus verdaderos propósitos, eran diversas. Muchos consideraban que dichas iniciativas respondían a una reacción ante una cierta frialdad del presidente Barack Obama hacia Sarkozy cuyas expectativas de construir una sólida relación personal y diplomática con el primero no fueron alcanzadas. Otros opinaban que dichos actos se correspondían con la magnitud de los intereses galos en América Latina y la oportunidad que ésta encarnaba en términos de comercio e inversión, en medio de la crisis económica global de impredecibles consecuencias.  Un elemento a considerar en este sentido, es la comprensión que ganó Sarkozy sobre la realidad latinoamericana, gracias al intenso y amistoso diálogo con el entonces presidente de Brasil, Inacio Lula Da Silva, estadista de credibilidad indiscutible.    

En un sentido más particular, la evolución favorable de las relaciones con Caracas bajo la presidencia de Sarkozy se puede explicar por la empatía personal surgida entre ambos mandatarios, la personalidad y nivel de protagonismo político y mediático de ambos, la reacción favorable de Chávez a la solicitud de apoyo de Sarkozy para la liberación de Ingrid Betancourt, el interés de los grupos económicos franceses en el potencial económico y energético del país suramericano, y quizás un cierto interés del mandatario francés de contrarrestar las críticas de diversos sectores políticos, sociales y de la propia opinión pública, por su vocación atlantista.

El respaldo a las posiciones de México y Venezuela en la cumbre del G20 se inscribe en lógica de acercamiento.

Muy sintomática fue la simbólica visita del enviado presidencial Jack Lang a Cuba, cuyas declaraciones previas y posteriores a su viaje a La Habana, denotaron el interés de Francia en profundizar y ampliar los nexos con la Mayor de las Antillas, más allá de los campos de divergencia y los aspectos críticos de la relación bilateral, en particular los derechos humanos.[xiv]  

Bajo la presidencia de Sarkozy, y aun y con todas las dificultades expuestas, Francia se mantuvo en el rango de los principales inversionistas y socios comerciales de América Latina.[xv]
 
Francois Hollande

Con las dificultades que plantea un pronóstico en estado tan prematuro, se podría decir que con un dominante sector atlantista al interior de su Partido, el actual presidente de Francia, enfrentado a una crisis económica y financiera sin precedentes que amenaza con azotar muy duro a su propio país, un descenso de su popularidad y una tensa y compleja agenda social, tendrá muy poco margen para atender las estratégicas relaciones con América Latina y el Caribe. Se trata además de un mandatario alejado cultural, sicológica y políticamente de un continente que conoce poco y cuyos líderes tampoco ha tenido tiempo de cultivar. Sus primeras comparecencias no otorgan un alto perfil a la región.[xvi]

La designación de Laurent Fabius al frente del Quai D´ Orsay podría representar cierta esperanza, partiendo del hecho de que este dirigente socialista galo, simpatizó con quienes luchaban contra las dictaduras instaladas en el continente en las décadas de los años 60 y 70, apoyando la concesión de asilo político a muchos de estos. Sin embargo, la alta concentración de la agenda gala en la crisis europea, los conflictos meso-orientales y la estratégica y compleja alianza con Estados Unidos no permiten augurar espectaculares movimientos a favor de una mejor y renovada relación con las naciones latinoamericanas y caribeñas. 

Hasta el momento no se registran iniciativas diplomáticas de gran calado en el continente. La decisión del presidente Hollande de ausentarse a la recientemente concluida Cumbre CELAC-Unión Europea que tuvo lugar en Santiago de Chile, constituye un indicador del lugar que ocupa el continente latinoamericano en la agenda de prioridades galas.

Los formuladores galos no podrán desestimar en sus análisis, la envergadura de los intereses económicos galos que están en juego en América Latina y el Caribe, las potencialidades del continente en términos de estabilidad política, desempeño económico y capacidades energéticas, así como su accesibilidad al pacífico. Todo esto en medio de una crisis con impredecibles resultados, y una creciente pugna entre las principales potencias económicas del mundo por mercados y espacios de influencias, riña que se torna más ardua con la irrupción de actores emergentes como China cuya presencia en el continente se expande sistemática y significativamente.[xvii]

A modo de conclusiones

La reinserción del continente en la arena internacional plantea una situación nueva a la que Francia deberá adaptarse y generar políticas creativas que permitan el dinámico y fructífero reacomodo de una agenda e intereses de no poca importancia para la nación europea: el ascenso de Brasil como potencia emergente, el activismo de Venezuela a escala global y su ampliada influencia sobre el concierto regional, la creciente autonomía política y económica de la mayoría de sus gobiernos, la proliferación de mecanismos autónomos de concertación continental, así como la ascendente presencia política, diplomática y económica de China.

La persistencia del embargo estadounidense contra Cuba que va en detrimento de los propios intereses galos, podría ser objeto de un reacomodo - en términos de intensidad, enfoque y contenidos – en el diálogo que se estructure con la nueva Administración estadounidense, considerando el momento histórico particular que vive Cuba, los cambios geopolíticos en el continente y la presión de algunos sectores económicos y otros actores cercanos o con ascendencia sobre la actual dirección francesa que abogan por el levantamiento de la sanciones contra la isla. La postura europea será una variable de peso en esta ecuación.

La favorable evolución política y económica de América Latina y el Caribe constituye una verdadera oportunidad para la diplomacia francesa. La riqueza en materias primas, recursos energéticos y las masivas inversiones en infraestructura de muchos de sus gobiernos abren una opción interesante para las empresas galas, necesitadas de estos espacios en la compleja coyuntura económica y financiera que se vive en la actualidad. Mientras tanto, la creciente autonomía de sus políticas exteriores y el protagonismo e influencia que ganan varios de sus países en la escena internacional, plantea a Paris la necesidad de contarlos como interlocutores válidos y útiles para construir alianzas en función de sus intereses globales. 

Las posturas defendidas por el presidente Francois Hollande sobre las vías de solución de la crisis global, y su énfasis particular en el crecimiento (v.s. la austeridad)  han sido acogidas con beneplácito en muchos países de la región que estiman que es el camino viable para superar los actuales contratiempos de la economía internacional. Este es un campo de entendimiento que Paris no deberá menospreciar si aspira a una relación sólida y productiva con la región, en correspondencia con su estatus, intereses y objetivos a escala planetaria.

 Notas:


[i] Doctor en Ciencias Históricas y Máster en Relaciones Internacionales. Es profesor universitario, investigador y autor de varios artículos sobre las relaciones internacionales contemporáneas.

[ii] Voltaire: Essai sur les moeurs (1756)

[iii] Le Quintrec, Guillaume. Francia en el mundo desde 1945. Memo Seuil, 1998, p. 28

[ix] Declaraciones de la ministra de Relaciones Exteriores de Francia en el Senado de la República francés. www.liberation.fr

[xii] La fabricación de los helicópteros, con tecnología francesa, tendrá un costo de 1.890 millones de euros (2.640 millones de dólares) y estará a cargo de la empresa brasileña Helibrás, subsidiaria de la europea Eurocopter.

[xiii] Además, ambos apoyaron la conclusión de la Ronda de Doha de negociaciones para liberalizar el intercambio internacional en la Organización Mundial de Comercio, si bien ocupan posiciones opuestas en la cuestión de los subsidios agrícolas, cuya eliminación o reducción, reclamada por Brasilia, enfrenta fuerte resistencia de París.

[xv] En Colombia, el volumen de inversiones francesas asciende a 2.000 millones de USD (un 2% del total), siendo el tercer inversor extranjero en dicha nación. Por su parte, en Argentina, los capitales galos juegan también un papel preeminente. Sus inversiones ascienden a   más de 10.000 millones de USD  dirigidas a los sectores industriales, como la industria automovilística y el sector de los servicios. En Brasil, Francia ocupa el cuarto lugar, con un inversiones de alrededor de 8.000 millones de euro, que representa el 9% del total de inversiones extranjeras. Mientras tanto en Venezuela, las empresas galas ocupan el segundo lugar detrás de Estados Unidos pero superando a España. Asimismo, Brasil es la principal relación comercial en América Latina y la segunda fuera de la OCDE y del Magreb, detrás de China. Al gigante suramericano le sigue México, el segundo socio en la región - las exportaciones a este país han tenido un gran crecimiento, pasando de 1.400 millones de euro en 2003 a 1.509 millones de euro en 2004, es decir, casi el triple de las exportaciones a Argentina, el cuádruple de las exportaciones a Chile y más de siete veces las exportaciones a Venezuela. Con un intercambio comercial global de 487 millones de euro, en 2004, Colombia continuaba siendo el primer socio comercial de Francia en la zona andina de Naciones, superando a Venezuela.

[xvi] XXma Conferencia de Embajadores de Francia. www.elyse.fr
 
[xvii] En el 2008, el Consejo de Estado de China emitió el libro blanco titulado Política de China hacia América Latina y el Caribe, en el que planteó establecer la asociación de cooperación integral basada en la igualdad, el beneficio mutuo y el desarrollo conjunto, propuesta que encontró eco en varios países de la región. Desde el 2001 el comercio latinoamericano con China ha tenido un incremento anual medio superior al 30 %, para alcanzar los 241 mil 500 millones de dólares en el 2011. Beijing también propuso crear el Foro de Cooperación China-América Latina y el Caribe, con vistas a instituir una plataforma para el diálogo bilateral. El Banco de Desarrollo de China, por su parte, anunció el otorgamiento de una línea de crédito de diez mil millones de dólares, destinada a promover la cooperación en la construcción de infraestructura como ferrocarriles, carreteras, puertos, centrales, redes eléctricas e instalaciones de telecomunicación. S espera además alcanzar los 400 mil millones de dólares en intercambio comercial al término del próximo lustro, casi el doble del actual, y unos 40 mil millones en intercambio agrícola. 

América Latina aceptó la propuesta del presidente chino de recibir en Beijing a la troika de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), lo cual se concretó en agosto con la visita de los cancilleres de Cuba, Chile y Venezuela.


José Martí, nuestra América y el equilibrio del mundo



Por Armando Hart Dávalos

Para promover una interpretación acertada de esa figura excepcional de nuestra historia y de América que fue José Martí resulta imprescindible destacar todo lo que se integró en el crisol de ideas del Apóstol y la enorme influencia que continuó ejerciendo después de su muerte. Estamos refiriéndonos a un periodo que abarca dos siglos de historia y que se inicia en los tiempos forjadores de la cultura cubana y de la formación de la conciencia nacional, en los albores de siglo XIX, y llega hasta nuestros días.

Aquellos que conozcan algunos elementos esenciales de la historia de Cuba podrán convenir en que José Martí sintetiza de modo ejemplar una larga legión de héroes, próceres y pensadores de un siglo de hechos e ideas reveladores del carácter singular del proceso independentista cubano que transcurre en la segunda mitad del siglo XIX y que es parte inseparable de la epopeya libertaria de nuestra América iniciada a comienzos de ese propio siglo con Bolívar como su figura más descollante.

Los cubanos tenemos el deber de mostrar, con mayor precisión y actualizando sus ideas, quién fue ese genio de la política, de la literatura y del pensamiento universal y al que Gabriela Mistral caracterizó como el hombre más puro de la raza. Habiendo vivido solamente cuarenta y dos años, dejó una obra impresionante y se ganó la admiración y los más grandes elogios como escritor y poeta, organizador político y revolucionario, de los más profundos pensadores y de los hombres de más sólida y universal cultura de España que le conocieron o estudiaron su obra. Un hombre de fina sensibilidad, amante de las letras y de lo bello, fue también capaz de fundar el Partido Revolucionario Cubano y organizar y convocar la guerra contra la dominación colonial de España y al que más de medio siglo después de su muerte Fidel Castro señalara como inspirador y autor intelectual de la Revolución Cubana.

Todas estas facetas, reunidas en una sola pieza, están presentes en la personalidad de José Martí, quien si no es más conocido e identificado en el mundo, en toda su grandeza, se debe a esas lagunas que hay en el civilizado siglo xx sobre la gigantesca riqueza cultural y espiritual de los pueblos de nuestra América. Martí se define en primer lugar por su inmensa capacidad de entrega a la causa humana, este fue el sentido de su vida. Lo que lo hace excepcional es que unido a una vocación de sacrificio va su extraordinaria inteligencia, su talento superior y su vasta cultura, también su capacidad de organizar, reunir hombres y sus extraordinarias dotes para la acción. Alcanzó, en un grado superior, virtudes que podemos representar en tres ideas: amor, inteligencia y capacidad de acción. Todo ello forjado por una indoblegable voluntad creadora y humanista.

El insigne poeta católico José Lezama Lima —creador y figura cimera del grupo Orígenes al que perteneció también Cintio Vitier, cuyas huellas fecundas aún perduran en la cultura cubana—, afirmó que Martí “es un misterio que nos acompaña”. Asimismo, Julio Antonio Mella, el combatiente antimperialista que cayó asesinado en México, patricio y adalid de la juventud cubana —el más alto representante del proceso revolucionario en la década del 20, y que fundara en 1925 el Partido Comunista de Cuba—, subrayó “la necesidad de investigar el misterio del programa ultrademocrático de José Martí”.

Para comprender cabalmente el significado real de la personalidad y el pensamiento de José Martí para Cuba, América y el mundo resulta obligado situarlo en el devenir de la historia de las ideas cubanas. Los aspectos esenciales que pueden guiarnos en el análisis de ese dilatado periodo histórico son los siguientes:

·Las fuentes cubanas que nutrieron a José Martí (1790-1868). El presbítero Félix Varela, defensor de la independencia de Cuba, y José de la Luz y Caballero, fundador de la escuela cubana, constituyen, junto a otras destacadas figuras de esa época, el núcleo forjador de la educación y la cultura que llegaron de manera directa a José Martí a través de su maestro Rafael María de Mendive.

·Su consagración a Cuba, nuestra América y la humanidad (1868-1895). Desde su juramento hecho en la adolescencia cuando se enfrentó directamente a la esclavitud, su entrega a la causa de la independencia de Cuba, el permanente destierro en que transcurrió la mayor parte de su vida que favoreció su americanismo y su universalidad, estudio y conocimiento en profundidad de los Estados Unidos durante su prolongada estancia en ese país, hasta su caída en combate en Dos Ríos.

·Su concepción de la guerra necesaria, humanitaria y breve, que implica la dirección de la guerra con criterio político como único modo de ganarla: la fundación del Partido Revolucionario Cubano para unir voluntades en un apretado haz bajo una dirección unificada, su actividad febril en el terreno de las ideas a favor de la causa de la independencia, y su labor con los generales Máximo Gómez y Antonio Maceo y otras figuras de la guerra del 68.

·La tragedia que quiso evitar a tiempo el Maestro. La significación cubana, iberoamericana y universal de la intervención de los Estados Unidos en la guerra de independencia de Cuba.

·El renacimiento del ideario del héroe de Dos Ríos (1902-1953). La trayectoria del pensamiento martiano rescatado por el movimiento antimperialista, socialista, democrático y popular de Cuba durante la neocolonia.

·La presencia del Apóstol en la generación del centenario (1953-1961). La significación que tuvo el pensamiento de Martí en la generación que emerge a la vida política del país coincidentemente con el centenario de su natalicio en 1953 hasta culminar con la declaración del carácter socialista de la Revolución el 16 de abril de 1961.

·El pensamiento martiano y su articulación definitiva con el ideal socialista. La obra de la Revolución y el contenido de ideas que relacionan el pensamiento martiano y el socialista.

La historia de Cuba muestra, desde el nacimiento y en el desarrollo de la nación, cómo los hechos económicos, sociales, políticos e incluso militares que tuvieron lugar a lo largo de más de dos siglos, se enlazaron con la cultura política y filosófica de la modernidad, asumida desde los intereses de los pobres. Ella nos enseña, a su vez, el carácter de las relaciones de Cuba con el mundo.

En nuestro caso, los hechos y procesos transcurridos dieron lugar, en la esfera del pensamiento, a una síntesis de valor universal porque constituye una identidad integrada por diversas corrientes sociales, culturales y filosóficas del mundo occidental. Lo original en Martí está en que asumió el inmenso saber universal, lo volcó hacia la acción política y educativa a favor de la justicia y lo expresó en las más bellas formas de la literatura. De esta forma asumió y proyectó las ideas más revolucionarias de su tiempo. Su trascendencia está, entre otras cosas, en que es parte integral e inseparable de Iberoamérica y el Caribe. Hay un ideario nacional que aspira a acercarse al mundo y que el mundo se acerque a él. No otra significación tiene el mandato de José Martí: “Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser de nuestras repúblicas”, así como su aspiración a que Cuba se convirtiera en universidad del continente.

José Martí adquiere una renovada vigencia, porque él representa la cúspide de un legado cultural político, social y filosófico orientado hacia los intereses de los pobres de la tierra y de la humanidad y constituye obligado punto de referencia para enfrentar los problemas actuales que deben ser examinados por todos aquellos preocupados por el futuro de la humanidad.

Esa síntesis de cultura universal forjada en Cuba, a partir de las últimas décadas del siglo XVIII y durante el siglo XIX, constituye una singularidad en la historia económica, política y social de Occidente. En ella, la cuestión cultural desempeñó un papel clave en la historia de nuestro país en una relación dialéctica con los acontecimientos y procesos históricos. Se fundieron desde los orígenes mismos dos elementos: las corrientes filosóficas, políticas y sociales que venían de la Ilustración y la modernidad europeas y los más genuinos principios que nos llegaron del pensamiento y los sentimientos éticos cristianos. De la primera tomamos el pensar científico y el amor a la libertad y a la dignidad humana; de la segunda, las más nobles tradiciones morales de la redención del hombre en la tierra.

De la población que vino de África aprendimos el sentido de la libertad personal, que creció y se fortaleció en la lucha contra la esclavitud. Asimismo, las influencias africanas en el folclore, en la música y en la cultura en general, se articularon con las de origen europeo y de otras nacionalidades y dieron lugar a una sensibilidad estética y a creaciones artísticas de alcance universal.

Entre las fuentes principales de nuestras ideas políticas y sociales y de redención humana, figuraron las luchas por la independencia americana que simbolizamos en Simón Bolívar. Siempre hemos considerado a Cuba como parte de la gran patria que Martí llamó “Nuestra América” y también “América de los trabajadores”.

Hombres eminentes en el campo de la educación, la ciencia y la cultura le abrieron, desde la ética cristiana, camino revolucionario al pensamiento científico y pedagógico cubano. Paralelamente se fue gestando, bajo la influencia de las ideas más puras del cristianismo, entendido al modo que lo había asumido siglos atrás fray Bartolomé de las Casas y de los principios revolucionarios de la Europa del siglo XVIII y comienzos del XIX, una cultura que solo puede definirse como de liberación social caracterizada por el hecho de que no se trazó antagonismo entre ciencia y ética, ni tampoco entre ciencia y fe en Dios.

El presbítero Félix Varela, a comienzos del siglo XIX, desde su Cátedra de Filosofía nos enseñó a pensar. Su más aventajado y excepcional discípulo, José de la Luz y Caballero, nos enseñó a estudiar y a conocer. Ellos nos estimularon el amor a la justicia, a la verdad, a la belleza y el compromiso de realizar un servicio en favor de los hombres y lo forjaron en el diseño germinal de la nación cubana.

Nuestra cultura se desarrolló superando la herencia reaccionaria de determinadas corrientes de la escolástica, que nos representamos en la Inquisición y enfrentada a ellas. Asimismo, había asumido la evolución intelectual de Occidente a partir de las aspiraciones de los pobres y los principios científicos más avanzados de la modernidad europea.

Proponerse la redención del hombre en la tierra sobre la base de la más pura tradición cultural cristiana y, a la vez, introducir en la escuela forjadora de Cuba los métodos y principios científicos de la modernidad europea, desde principios del siglo XIX, es un hecho excepcional porque, como se sabe, entonces la fe cristiana se consideraba por muchos en antagonismo con los descubrimientos de la ciencia. Es bien sabido cuántas luchas y tragedias generó esta contradicción.

El mantenimiento de la esclavitud en el marco del régimen colonial condicionó la estratificación social de Cuba, y paradójicamente, la posterior radicalización del movimiento independentista. A diferencia de los procesos a favor de la independencia que tuvieron lugar en el continente, en nuestro caso, el aspecto social adquirió un papel clave pues para que Cuba emergiera como nación independiente era insoslayable dar solución al problema de la esclavitud. Había que unir la lucha por la independencia del país con la abolición de la esclavitud para formar la nación; de otra manera no se lograría. Estas exigencias políticas y económico-sociales les brindaron una dimensión y alcance universales a las ideas redentoras cubanas que Martí sintetiza y eleva a planos superiores.

En su pensamiento se halla una integridad que abarca la ética, la ciencia, la poesía, incluso, lo que el llamó “el arte de hacer política”. Esta articulación está en la esencia de la cultura nacional y es su mejor escudo.

La nación cubana fue obra de una revolución social iniciada el 10 de octubre de 1868, con el alzamiento de Carlos Manuel de Céspedes contra la metrópolis colonial y cuya continuidad es la de nuestros tiempos. Han existido naciones que han hecho revoluciones; en nuestro país, fue la revolución que comenzó en aquellos años y que hoy mantenemos en alto, la que hizo y desarrolló a la nación cubana.

La ética, la utopía realizable hacia el futuro del pensamiento cubano de la primera mitad del siglo XIX, estaba ensamblada con las necesidades de una Cuba independiente y sin esclavos, y acabó mostrando todo su realismo en la revolución de Yara, la misma que hoy, 130 años después, sigue defendiendo el pueblo cubano.

José Martí asumió como el reto esencial de la nación el diseño de un pensamiento genuinamente humanista en favor de los pobres de la tierra junto a una visión ecuménica de la justicia y de la dignidad humana, sin ninguna de las trabas y restricciones que los intereses creados les habían impuesto a las ideas de libertad, igualdad y fraternidad.

El estudio de los problemas que impidieron el triunfo de la causa independentista sirvió a Martí para elaborar su estrategia revolucionaria hacia la próxima etapa de la contienda bélica. Las ideas de José Martí, referidas a la creación de un partido que le diera alma y cohesión a la revolución están, en parte, relacionadas con el objetivo de superar la anarquía, la indisciplina, el caudillismo y el localismo dentro del movimiento revolucionario, que fueron, sin duda, las causas de fondo del trágico desenlace del conflicto que opuso durante diez años a cubanos y españoles.

El gran mérito histórico de Martí fue el de unir todos los factores dispuestos a la guerra, organizarla, hacerla viable y, partiendo de ello, transmitirles una ideología y una proyección política. Al darle una política a la guerra, Martí actuaba con un gran realismo y sentido práctico. No fueron pocos los obstáculos que encontró para alcanzar este objetivo.

Tras laboriosa preparación, fundó en 1892, el Partido Revolucionario Cubano, el cual agrupó a todos los hijos de nuestra tierra interesados en el derrocamiento del sistema colonial español con el propósito de coronar la obra iniciada a principios del siglo XIX por Simón Bolívar y plantearse la integración de nuestra América.

Al caer en su primer combate de la guerra que él había organizado y convocado, el 19 de mayo de 1895, nos dejó el ejemplo de su virtud educativa ya que sin ser un militar creyó necesario venir a combatir por las ideas que había predicado. Fiel a su pensamiento hacer es la mejor forma de decir escribió con su sangre generosa la más hermosa y dramática lección.

La correspondencia entre lo que se dice y lo que se hace; entre lo que se piensa y se lleva a vías de hecho, está expresada en aquel drama histórico. ¿Acaso esto le da la razón a los que hablan de nuestra utopía? ¿Qué inspiró el ideal y la lucha a favor de las más nobles aspiraciones humanas en la milenaria historia de la cultura, de las ideas y del arte que el hombre ha ido creando sobre la tierra? Al talento, a la aspiración de perfeccionamiento y de justicia no se puede renunciar sin renunciar a ser hombre, y Martí lo era en el grado más alto.

La ferviente búsqueda del equilibrio indisolublemente relacionada con Martí y con la acción liberadora, la expresa a escala universal cuando postuló que: Las Antillas libres salvarán la independencia de nuestra América, y el honor ya dudoso y lastimado de la América inglesa, y acaso acelerarán y fijarán el equilibrio del mundo. También señaló como deber de Cuba trabajar para, junto a esas Antillas libres, servir de freno y evitar la guerra que calificó de “innecesaria” entre las dos secciones adversas del hemisferio. El proyecto suele ser acusado de utópico pero, en todo caso, lo honesto es planteárselo como utopía realizable hacia el futuro porque constituye una necesidad de los pueblos desde Alaska a la Patagonia y, en definitiva, del mundo. Pero no lo olvidemos sino, que, por el contrario, tomémoslo como enseñanza: el equilibrio a que el Apóstol aspiraba requirió la “guerra necesaria, humanitaria y breve”, que garantizara la independencia de Cuba con respecto a España y los Estados Unidos y la plena soberanía de los pueblos de las Antillas. Por esto son tan importantes nuestros vínculos y relaciones, cada vez más fortalecidos, con el mundo del Caribe.

Para Martí, conocedor profundo de las realidades de su tiempo resultaba imprescindible, para que Cuba pudiera surgir como nación independiente, lograr que los intereses de las principales potencias europeas se contrapusieran al expansionismo del naciente imperio norteamericano para equilibrar esos apetitos que resultaban una amenaza directa para nuestro país como la historia demostró posteriormente. Sin embargo la idea martiana del equilibrio en el mundo no se limitaba en modo alguno a Cuba ya que como refleja en la ya citada carta a Mercado concebía la independencia de Cuba y de Puerto Rico como un valladar que impidiera la expansión de Estados Unidos hacia el sur del continente e impedir con ello un enfrentamiento armado entre las grandes potencias de esa época en el mundo.

Este mismo propósito de equilibrio en el mundo lo concreta el Apóstol en su escala más profundamente humana e individual cuando postula que los hombres deben aspirar a lograr, cada uno de ellos individualmente, el equilibrio entre las facultades emotivas e intelectuales, y a desarrollar a partir de ello la voluntad creadora. Esto tiene hondas raíces psicológicas que deben servir a nuestra pedagogía y nuestro quehacer político.

Emoción y razón, entender e imaginar, constituyen los polos de una contradicción que se da en el alma humana y que Martí, con las enseñanzas de Varela y De la Luz, exalta en sus ideas sobre la ciencia del espíritu. El gran reto está cuando el problema se plantea en una amplia escala social.

Es precisamente asumiendo esta tradición martiana y además el pensamiento social y filosófico más avanzado de la edad moderna, lo que nos permite hoy resaltar la importancia de los factores económicos y sociales y reconocer a su vez el valor de la sicología individual y colectiva. De aquí el acento en la transformación moral del hombre a través de la educación y de su capacidad de asociarse en el trabajo y en el estudio. Asociarse es el secreto único de los hombres y de los pueblos y la garantía de su libertad, subrayó el Apóstol.

Martí desarrolló una fina sensibilidad en la búsqueda de formas prácticas para lograr el más amplio consenso y la unidad entre todas las fuerzas empeñadas en hacer de Cuba un país independiente. Esa rica experiencia constituye lo que yo he llamado cultura de hacer política y es el aporte principal de Cuba al acervo intelectual universal, que supera la vieja consigna conservadora de divide y vencerás, de antiquísima referencia, establece el principio de unir para vencer y se postula una definición de la justicia como el sol del mundo moral. Ahí está la esencia de la acción política cubana y se basa en el principio enunciado por el Maestro de que ser culto es el único modo de ser libre.

En un mundo cada vez más globalizado e interconectado podemos asumir, con la cultura martiana, los retos que tenemos hoy ante nosotros. El principio enunciado por Benito Juárez sigue siendo un referente insoslayable: Entre los hombres como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz.

Hoy, la máxima prioridad de la política debe ser la cultura. No hay hombre, en el sentido pleno y universal del término, sin cultura y esta no existe sin aquel. Ella es, a la vez, claustro materno y creación de la humanidad y tiene como categorías primigenias el trabajo y la justicia para garantizar la convivencia humana. Ahí nacen la ética y la necesidad de ejercer la facultad de asociarse que el pensamiento martiano situaba como el secreto de lo humano. Precisamente, el error fundamental de la política revolucionaria en el siglo XX estuvo en que marchó divorciada o separada de la cultura.

Cuba encara los enormes desafíos que en los albores de un nuevo siglo y un nuevo milenio tiene ante sí la humanidad y lo hace enarbolando como bandera la acción y las ideas de los grandes próceres y pensadores de nuestra América para orientar nuestra acción y vencer los complejísimos obstáculos del presente y del futuro, exaltando el papel de la cultura y las formas de hacer política que nos enseñó Martí y que Fidel Castro ha llevado a su plano más alto. Se trata de aplicar con inteligencia y creatividad una política que permita reunir a las fuerzas más amplias y diversas en el propósito de alcanzar la unidad de nuestras patrias y lograr la ansiada independencia política y económica que los pueblos reclaman con urgencia. Es el mensaje que la patria de Martí transmite al mundo.

(Tomado de la Revista Bohemia)

Un encuentro con virtudes y decepciones

El canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla dijo sentirse pesimista sobre la posibilidad o el milagro de que haya una asociación estratégica regional, o se eliminen las barreras al desarrollo en América Latina

Tomado de Juventud Rebelde

SANTIAGO DE CHILE, enero 27.—  En declaraciones a medios noticiosos de Cuba, el canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla, precisó este domingo que la I Cumbre de los Países de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y la UE decepcionó en algunos aspectos, aunque tuvo sus virtudes.

Se refirió a dos temas esenciales abordados de forma «importante» en el encuentro: el cambio climático y la condena a la Ley Helms-Burton, al bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos contra Cuba, y a su aplicación extraterritorial, reporta Prensa Latina.

En el primero las naciones de Europa aceptaron el compromiso de transferir recursos financieros y materiales para asistir a los países latinoamericanos, y especialmente a los caribeños, en materia de adaptación y de mitigación.

En el segundo caso existe un párrafo «que menciona y condena a la Ley Helms-Burton por su nombre», señaló el titular.

No obstante, el canciller cubano aseguró que la Cumbre fue decepcionante.

De acuerdo con el jefe de la diplomacia cubana, esa alianza estratégica entre ambas regiones de la que se habló en los discursos, y que aparece en los documentos, solamente está en los sueños, no en la realidad.

«No somos lo mismo, somos de naturaleza diferente, tenemos grandes diferencias, tenemos intereses opuestos en muchos terrenos, como por ejemplo en el terreno de los inmigrantes», apostilló.

Rodríguez dijo sentirse pesimista sobre la posibilidad o el milagro de que haya una asociación estratégica, o se eliminen las barreras al desarrollo en América Latina, que significan las políticas económicas de la UE.

«Dejo a la Unión Europea el beneficio de la duda, de que saque de esta cumbre la impresión de que si empieza a mirar a América Latina y el Caribe como necesita mirarla por la crisis del euro y la crisis de la zona económica europea, con una mirada respetuosa, de iguales, y no como viejas colonias, habrá una oportunidad», comentó el canciller.

En respuesta a preguntas de los periodistas, se refirió a la falta de acceso de los medios de comunicación a lo que ocurría en las sesiones de la cumbre, ya que solo fueron transmitidas tres intervenciones.

«Lo único que se sabe es lo que dijeron el presidente del Consejo Europeo, el presidente de la Comisión Europea, y el presidente de la República de Chile, en la apertura y en la clausura. Todo lo demás que se sabe son versiones que han dado diplomáticos, etcétera, porque ha sido una cumbre realizada casi en secreto».

El ministro cubano también habló de la I Cumbre de la Celac, cuyas sesiones comenzaron esta tarde, y que concluirá mañana, jornada en la que la Isla recibirá de manos de Chile la presidencia pro témpore del mecanismo integrador.

«Esta sí es una cumbre unitaria, esta sí es una cumbre que refleja voluntades comunes, un espacio común, diverso pero unitario, va a tratar temas muy importantes», manifestó.

«Esta cumbre es una cumbre democrática, las cámaras podrán estar en el debate de los presidentes», enfatizó.