El
llamado Nuevo Mundo suscitó desde tiempos muy remotos un gran interés en el
país de los galos. Esto se manifestó desde los deseos de conocer y explicarse
todo lo que allí acontecía hasta una vasta producción artística y literaria que
abarcó géneros como la poesía, el drama, las crónicas de viaje, los ensayos,
los tratados filosóficos, así como una prolífera creación en el ámbito de las
artes plásticas. Voltaire definió el “descubrimiento y colonización” americana
como “el mayor acontecimiento de sus tiempos”.[ii]
Otro
tanto sucedía del otro lado del Atlántico, sobre todo a partir del siglo XIX,
partiendo de la propia idea francesa de latinidad
con la cual las emergentes élites del continente, afianzaron su identidad
propia en el nuevo mundo que se configuraba. Luego, la indiscutible influencia
de la llamada Ilustración y sus
múltiples corrientes sobre el pensamiento y la evolución de las sociedades
latinoamericanas, y más tarde, el impacto del proceso emancipador galo que ganó
muchos simpatizantes en el subcontinente.
Se
puede afirmar que una densa, antigua y profunda relación cultural e intelectual
ha servido de fundamento a los vínculos franco-latinoamericanos.
Un
hito contemporáneo de la relación franco-latinoamericana fue el lanzamiento en
1964, de la llamada “política americana”
del general Charles De Gaulle mediante la cual, Francia definía una proyección
de intereses, compromisos y discursos
independientes de Estados Unidos, en momentos en que se reafirmaba su estatus
de potencia tutelar del subcontinente latinoamericano. Este acontecimiento
resultaba una evolución lógica de dichos nexos; desde los inicios de la Segunda
Guerra Mundial, no pocos países de América Latina apoyaron a De Gaulle y la
creación de los Comités Francia Libre.
Los
objetivos gaullistas hacia América Latina sufrieron una paulatina
regresión que provocó el distanciamiento
entre Paris y el conjunto de estas naciones. A esto contribuyó además la
consolidación de la influencia de Estados Unidos sobre la región, el auge de la
insurgencia y los grupos irregulares, los golpes de Estado – con anuencia más o
menos de Washington - y la inestabilidad política y económica que golpearon al
sub-continente. En ese ámbito se evidenciaba la incapacidad de Francia para
contrarrestar estas tendencias y articular políticas en correspondencia con sus
intereses y objetivos propios. El relanzamiento de la alianza estratégica
trasatlántica que tuvo lugar durante la presidencia de François Mitterrand,
alejó la posibilidad de superar las limitaciones y problemáticas de la
proyección latinoamericana del país europeo.
Jacques Chirac
Los
dramáticos cambios ocurridos en la escena internacional a partir de 1989, con
la desaparición de la URSS y el campo socialista, obligaron a Francia a
replantear su política exterior.[iii]
Se imponía entonces la definición de una línea de conducta ante el panorama ambiguo de la posguerra fría,
plagado de conflictos identitarios y de rivalidades exacerbadas entre las
grandes potencias. En Paris, se debatían interpretaciones contrapuestas sobre
su papel en el mundo: una más bien continuista, que evocaba la doctrina de la excepción francesa – acción independiente
y original en el enfrentamiento al unilateralismo norteamericano, apoyada en
Europa y sus vínculos privilegiados con el Sur – y otra que aludía al ajuste
del estatus internacional galo en ausencia de la confrontación Este-Oeste, es
decir una potencia media consciente de su declive y obligada a responder a los desafíos y oportunidades de
la globalización, despojándose de arcaísmos como su presencia tradicional en
África. De hecho, el acercamiento a la OTAN entre 1994 y 1997, y el estímulo
masivo de inversión de capitales en Europa del Este, parecían inscritos en
dicha lógica.
El
ascenso de los conservadores franceses desde principios de la década de los
90s, en coincidencia con los mencionados acontecimientos ocurridos en el Este
de Europa, se prolongó hasta el desplazamiento total de la izquierda en las
elecciones presidenciales de 1995, de las que emergió la derecha como vencedora
y Jacques Chirac como presidente de la República. Con la mencionada
configuración interna, la clase política francesa defendió, en esta etapa, las
líneas estratégicas de su política exterior, frente a un contexto de
acercamiento ruso-norteamericano, de reunificación alemana, y de transición al
capitalismo de naciones este-europeas.
El
abrumador acceso de la derecha al poder en el año 2002, le otorga a Jacques
Chirac la capacidad para actuar – sin las limitaciones propias de la
cohabitación (1997-2002) – frente a un panorama dominado por el reforzamiento
de las tendencias hegemonistas y unilateralistas impulsadas por Estados Unidos,
la consolidación de las proyecciones conservadoras en Europa, el avance del
proyecto de integración en el Viejo Continente, y la persistencia de síntomas
recesivos de la economía internacional.
En
América Latina, la política exterior francesa se destacó, durante el primer
mandato de Jacques Chirac, por su activismo y sobresalió del resto de sus
similares europeas. El presidente francés realizó en marzo de 1997, una gira
por el continente que abarcó Brasil, Bolivia, Argentina, Uruguay y Paraguay.
Este fue el marco en el que el jefe de Estado galo propuso la celebración de
una Cumbre de Estados y Gobiernos de América Latina y de Europa con el
propósito de ganar alguna influencia en espacio tradicional de dominio
geopolítico y económico norteamericano, y en este sentido contrabalancear el
creciente poderío e influencia de Washington en el mundo, reforzado tras la
desaparición del campo socialista. En junio de 1997, el Consejo de Asuntos
Generales de la Unión Europea decidió respaldar esta iniciativa. Se trataba de
la iniciativa de mayor envergadura en América Latina que lanzara el presidente
francés.
Sin
embargo, en el segundo mandato de Chirac no se desarrollaron iniciativas de
envergadura con esta región, que aunque mantenía una discreta participación en
el comercio exterior francés, constituía sin dudas, un espacio geoeconómico de
creciente interés para las exportadores e inversionistas franceses, con
capacidad para contrarrestar en buena medida los efectos de la crisis
internacional sobre la economía gala y en su calidad de región emergente,
contribuir a desconcentrar sus intercambios económicos, demasiado dependientes
de Europa y Estados Unidos. En 2003, América Latina y el Caribe representaban
un 3.2% de los intercambios de Francia aunque ya se apropiaban del 40% de los
grandes contratos de las empresas francesas en el extranjero.[iv]
Brasil
estuvo entre los destinos de la última gira del presidente francés en América
Latina que tuvo lugar en mayo de 2006. Nadie ponía en cuestión la alta
prioridad que París concedía a esta nación, su primer socio económico y
comercial en la región, con un volumen de intercambios que alcanzaba en 2007
los 5.5 mil millones de dólares. Era además el país que acogía a la mayor
comunidad gala del continente latinoamericano (más de 16 mil).[v]
Otro factor que explicaba el creciente acercamiento entre ambos países, era la
emergencia de Brasil como potencia con alcance e intereses globales lo cual la
convertía en un interlocutor de peso en los planos bilateral y multilateral.
Destino
de una visita oficial en el primer mandato presidencial de Chirac, México
constituía el tercer socio-comercial de Francia, con un intercambio ascendente
a 2.45 mil millones de dólares y un excedente de 907 millones de dólares - el
más importante en la región [vi]
- con unos ancestrales vínculos culturales y una de las más numerosas colonias
galas en el continente.
Como
se puede apreciar, la selectividad constituía un rasgo definitorio de la diplomacia
francesa en América Latina: MERCOSUR - Brasil en particular - y México eran las
grandes prioridades de la diplomacia gala en el continente.
El
impulso inicial de las relaciones franco-latinoamericanas no fue seguido con
igual entusiasmo posteriormente. De hecho, la segunda presidencia de Chirac
(2002-2007) se destacó por una pobre presencia diplomática en el continente que
pudo obedecer al progresivo abandono de la tradicional lógica de desafío a los
intereses norteamericanos en la medida en que se recomponían las relaciones con
su aliado trasatlántico tras la crisis de 2003, así como la prioridad que
Francia le concedió a la integración europea - bloqueada tras el rechazo
francés al referéndum constitucional de 2005 – y a otros asuntos internacionales
como el Medio Oriente y Asia, donde consideraciones estratégicas de mayor peso
entraban en juego.
La presión de los grandes grupos económicos galos con
intereses en Estados Unidos, de diversos segmentos de la clase política –
especialmente de la derecha liberal – y la gran prensa, obligaron a Chirac a
entrar rápidamente en un proceso de reconciliación con su aliado
trasatlántico, lo cual determinó, en
buena medida, el énfasis del distanciamiento con América Latina, traducido en
la erosión de su tradicional activismo en una zona de influencia estadounidense
que ha sido un punto de divergencia recurrente con su aliado estratégico
trasatlántico.
La erosión de la llamada política americana y la ausencia de prioridad hacia Latinoamérica,
se ve matizada con el interés y la amistad de ciertos sectores políticos,
gubernamentales e intelectuales galos con dicho continente. El compromiso y la
demostrada comprensión de la problemática económica, política y social de la
región manifestada por el candidato a las elecciones legislativas de 2012,
Pascal Drouhaud, sirven para validar esta afirmación.[vii]
Las
particulares relaciones con Cuba trascurrían en medio del clima que imponían
dichas circunstancias. La europeización de política hacia la nación caribeña
traducida en la disminución sensible de estos vínculos condicionó una
significativa desatención de los intereses económicos galos en la isla,
tradicionalmente respaldados por iniciativas políticas y diplomáticas de dicho
Estado. Aun con poco margen de maniobra, Chirac logra un ligero distanciamiento
de las posturas europeas más hostiles hacia la isla, lo que le permitió ganar
cierto nivel de interlocución con La Habana y alguna credibilidad, frente a los
sectores críticos de estas posiciones, que exigían coherencia con las
tradicionales posturas gaullistas.
Nicolas Sarkozy
Los
inicios de Nicolas Sarkozy en la presidencia francesa, no marcaron una voluntad
de estrechamiento de los vínculos con América Latina y el Caribe. Sus primeros
discursos sobre política exterior otorgaban prioridad a la reconstrucción de
los nexos trasatlánticos, la crisis global, Europa, el Medio Oriente y el
replanteamiento de las alianzas con los llamados países emergentes.[viii]
La
ausencia de Sarkozy en la edición de la Cumbre Unión Europea-América Latina que
tuvo lugar en Lima en 2008, generó gran preocupación y decepción en las
capitales latinoamericanas. Parecía que lo único que interesaba a Paris, era la
liberación de la política franco-colombiana Ingrid Betancourt para la cual
Francia invirtió un nada despreciable capital político y diplomático,
transfiriendo a un segundo plano la gama de densos intereses galos en la
región. Era un tema que no aportaba valor agregado alguno a la política hacia
el continente y que evidenciaba el interés del mandatario por seducir a la
opinión pública internacional y francesa en particular, en momentos en que
descendían los niveles de aceptación a su gestión doméstica.
Algo
similar sucedió con el caso de la ciudadana Florence Cassez, condenada en 2008
a 60 años de prisión bajo cargos de secuestro, delincuencia organizada y
tenencia ilegal de armas de fuego. París y el presidente Sarkozy personalmente,
solicitaron insistentemente a México, el traslado de la rea, aludiendo el
Tratado de Estrasburgo del cual ambos países son partes y que permite el
traslado del delincuente para que purgue su condena en su país de origen.
Adicionalmente Francia expresó su inconformidad por la ausencia de garantías y
la violación del principio del debido proceso. La politización del caso ha sido
francamente rechazada por las autoridades mexicanas, considerando que se trata
de un asunto de entera competencia del poder judicial del país azteca que ha
rechazado los recursos de apelación y amparo presentados hasta el momento.
Asimismo, la escalada diplomática llegó a niveles insospechados: la Cancillería
gala decretó el boicot del destino turístico mexicano y anunció que dedicaría
“El año de México en Francia” a la causa de la prisionera.[ix]
Esto provocó de inmediato la anulación de la presencia oficial azteca en las
numerosas actividades previstas para celebrar dicho acontecimiento. En este
contexto, la atención a las densas y estratégicas relaciones bilaterales con
México – privilegiadas por la política de selectividad aplicada en la región
por Paris – pasaba a un segundo plano.
El
año 2009, marcó sin embargo un punto de inflexión en la política hacia el
continente latinoamericano lo que no significaba la superación de las
dificultades explicadas en el presente artículo. En una visita oficial que
realizara a Oman, el presidente Sarkozy anunciaba la prioridad que tanto el
Golfo como América Latina, poseían en su agenda exterior.[x]
Ya a
finales de 2008, el presidente galo realizaba una visita oficial a Brasil con
el objetivo de lanzar una “Alianza Estratégica” que comprendía los sectores
comerciales, científico-técnicos y la cooperación, entre otros campos.[xi]
El pacto franco-brasileño se planteó el desarrollo de la industria de
helicópteros militares y submarinos brasileña, además de avanzar en energía
nuclear y ganar apoyo de París a su protagonismo internacional. Francia, por su
parte, ganaba fuerza en la promoción de un mundo multipolar y conquista un
mercado para su industria y tecnología, en momentos en que Brasil trata de
recuperar su producción de equipos militares, con una mirada regional, y de
fortalecer sus Fuerzas Armadas, con la intención de proteger la Amazonia y
reservas de petróleo recién descubiertas en el océano Atlántico. Estos acuerdos
preveían la fabricación brasileña de 50 helicópteros para las tres ramas
militares y de cinco submarinos, uno de propulsión nuclear. [xii]Sarkozy,
por su parte, reiteró su apoyo a la reforma de la Organización de las Naciones
Unidas (ONU). El desarrollo conjunto de
la Amazonia, formaba parte de otro de los acuerdos firmados, que comprenden
además la cooperación espacial, la enseñanza profesional y la celebración del
Año de Francia en Brasil.[xiii]
Poco
más tarde, el jefe de Estado francés recibía en el palacio del Eliseo a los
presidentes Hugo Chávez de Venezuela y Evo Morales de Bolivia con quienes se
propuso profundizar los vínculos bilaterales con sus respectivos países. Se
trataba de actos diplomáticos que no dejaron de molestar a Washington, aun y cuando las lecturas sobres
sus verdaderos propósitos, eran diversas. Muchos consideraban que dichas
iniciativas respondían a una reacción ante una cierta frialdad del presidente
Barack Obama hacia Sarkozy cuyas expectativas de construir una sólida relación
personal y diplomática con el primero no fueron alcanzadas. Otros opinaban que
dichos actos se correspondían con la magnitud de los intereses galos en América
Latina y la oportunidad que ésta encarnaba en términos de comercio e inversión,
en medio de la crisis económica global de impredecibles consecuencias. Un elemento a considerar en este sentido, es
la comprensión que ganó Sarkozy sobre la realidad latinoamericana, gracias al
intenso y amistoso diálogo con el entonces presidente de Brasil, Inacio Lula Da
Silva, estadista de credibilidad indiscutible.
En
un sentido más particular, la evolución favorable de las relaciones con Caracas
bajo la presidencia de Sarkozy se puede explicar por la empatía personal
surgida entre ambos mandatarios, la personalidad y nivel de protagonismo
político y mediático de ambos, la reacción favorable de Chávez a la solicitud
de apoyo de Sarkozy para la liberación de Ingrid Betancourt, el interés de los
grupos económicos franceses en el potencial económico y energético del país
suramericano, y quizás un cierto interés del mandatario francés de
contrarrestar las críticas de diversos sectores políticos, sociales y de la
propia opinión pública, por su vocación atlantista.
El
respaldo a las posiciones de México y Venezuela en la cumbre del G20 se
inscribe en lógica de acercamiento.
Muy
sintomática fue la simbólica visita del enviado presidencial Jack Lang a Cuba,
cuyas declaraciones previas y posteriores a su viaje a La Habana, denotaron el
interés de Francia en profundizar y ampliar los nexos con la Mayor de las
Antillas, más allá de los campos de divergencia y los aspectos críticos de la
relación bilateral, en particular los derechos humanos.[xiv]
Bajo la presidencia de Sarkozy, y aun y con todas las dificultades expuestas, Francia se mantuvo en el rango de los principales inversionistas y socios comerciales de América Latina.[xv]
Bajo la presidencia de Sarkozy, y aun y con todas las dificultades expuestas, Francia se mantuvo en el rango de los principales inversionistas y socios comerciales de América Latina.[xv]
Francois Hollande
Con
las dificultades que plantea un pronóstico en estado tan prematuro, se podría
decir que con un dominante sector atlantista al interior de su Partido, el
actual presidente de Francia, enfrentado a una crisis económica y financiera
sin precedentes que amenaza con azotar muy duro a su propio país, un descenso
de su popularidad y una tensa y compleja agenda social, tendrá muy poco margen
para atender las estratégicas relaciones con América Latina y el Caribe. Se
trata además de un mandatario alejado cultural, sicológica y políticamente de
un continente que conoce poco y cuyos líderes tampoco ha tenido tiempo de
cultivar. Sus primeras comparecencias no otorgan un alto perfil a la región.[xvi]
La
designación de Laurent Fabius al frente del Quai D´ Orsay podría representar
cierta esperanza, partiendo del hecho de que este dirigente socialista galo,
simpatizó con quienes luchaban contra las dictaduras instaladas en el
continente en las décadas de los años 60 y 70, apoyando la concesión de asilo
político a muchos de estos. Sin embargo, la alta concentración de la agenda
gala en la crisis europea, los conflictos meso-orientales y la estratégica y
compleja alianza con Estados Unidos no permiten augurar espectaculares
movimientos a favor de una mejor y renovada relación con las naciones
latinoamericanas y caribeñas.
Hasta
el momento no se registran iniciativas diplomáticas de gran calado en el
continente. La decisión del presidente Hollande de ausentarse a la
recientemente concluida Cumbre CELAC-Unión Europea que tuvo lugar en Santiago
de Chile, constituye un indicador del lugar que ocupa el continente
latinoamericano en la agenda de prioridades galas.
Los
formuladores galos no podrán desestimar en sus análisis, la envergadura de los
intereses económicos galos que están en juego en América Latina y el Caribe, las
potencialidades del continente en términos de estabilidad política, desempeño
económico y capacidades energéticas, así como su accesibilidad al pacífico.
Todo esto en medio de una crisis con impredecibles resultados, y una creciente
pugna entre las principales potencias económicas del mundo por mercados y
espacios de influencias, riña que se torna más ardua con la irrupción de
actores emergentes como China cuya presencia en el continente se expande
sistemática y significativamente.[xvii]
A modo de conclusiones
La
reinserción del continente en la arena internacional plantea una situación
nueva a la que Francia deberá adaptarse y generar políticas creativas que
permitan el dinámico y fructífero reacomodo de una agenda e intereses de no
poca importancia para la nación europea: el ascenso de Brasil como potencia
emergente, el activismo de Venezuela a escala global y su ampliada influencia
sobre el concierto regional, la creciente autonomía política y económica de la
mayoría de sus gobiernos, la proliferación de mecanismos autónomos de
concertación continental, así como la ascendente presencia política,
diplomática y económica de China.
La
persistencia del embargo estadounidense contra Cuba que va en detrimento de los
propios intereses galos, podría ser objeto de un reacomodo - en términos de
intensidad, enfoque y contenidos – en el diálogo que se estructure con la nueva
Administración estadounidense, considerando el momento histórico particular que
vive Cuba, los cambios geopolíticos en el continente y la presión de algunos
sectores económicos y otros actores cercanos o con ascendencia sobre la actual
dirección francesa que abogan por el levantamiento de la sanciones contra la
isla. La postura europea será una variable de peso en esta ecuación.
La
favorable evolución política y económica de América Latina y el Caribe constituye
una verdadera oportunidad para la diplomacia francesa. La riqueza en materias
primas, recursos energéticos y las masivas inversiones en infraestructura de
muchos de sus gobiernos abren una opción interesante para las empresas galas,
necesitadas de estos espacios en la compleja coyuntura económica y financiera
que se vive en la actualidad. Mientras tanto, la creciente autonomía de sus
políticas exteriores y el protagonismo e influencia que ganan varios de sus
países en la escena internacional, plantea a Paris la necesidad de contarlos
como interlocutores válidos y útiles para construir alianzas en función de sus
intereses globales.
Las
posturas defendidas por el presidente Francois Hollande sobre las vías de
solución de la crisis global, y su énfasis particular en el crecimiento (v.s.
la austeridad) han sido acogidas con
beneplácito en muchos países de la región que estiman que es el camino viable
para superar los actuales contratiempos de la economía internacional. Este es
un campo de entendimiento que Paris no deberá menospreciar si aspira a una
relación sólida y productiva con la región, en correspondencia con su estatus,
intereses y objetivos a escala planetaria.
Notas:
[i] Doctor en Ciencias Históricas y
Máster en Relaciones Internacionales. Es profesor universitario, investigador y
autor de varios artículos sobre las relaciones internacionales contemporáneas.
[ii] Voltaire: Essai sur les moeurs
(1756)
[iii] Le Quintrec, Guillaume. Francia en el mundo desde 1945. Memo
Seuil, 1998, p. 28
[ix] Declaraciones de la ministra de
Relaciones Exteriores de Francia en el Senado de la República francés. www.liberation.fr
[xii] La fabricación de los
helicópteros, con tecnología francesa, tendrá un costo de 1.890 millones de
euros (2.640 millones de dólares) y estará a cargo de la empresa brasileña
Helibrás, subsidiaria de la europea Eurocopter.
[xiii] Además, ambos apoyaron la
conclusión de la Ronda de Doha de negociaciones para liberalizar el intercambio
internacional en la Organización Mundial de Comercio, si bien ocupan posiciones
opuestas en la cuestión de los subsidios agrícolas, cuya eliminación o
reducción, reclamada por Brasilia, enfrenta fuerte resistencia de París.
[xv] En Colombia, el volumen de inversiones
francesas asciende a 2.000 millones de USD (un 2% del total), siendo el tercer
inversor extranjero en dicha nación. Por su parte, en Argentina, los capitales
galos juegan también un papel preeminente. Sus inversiones ascienden a más de 10.000 millones de USD dirigidas a los sectores industriales, como
la industria automovilística y el sector de los servicios. En Brasil, Francia
ocupa el cuarto lugar, con un inversiones de alrededor de 8.000 millones de
euro, que representa el 9% del total de inversiones extranjeras. Mientras tanto
en Venezuela, las empresas galas ocupan el segundo lugar detrás de Estados
Unidos pero superando a España. Asimismo, Brasil es la principal relación
comercial en América Latina y la segunda fuera de la OCDE y del Magreb, detrás
de China. Al gigante suramericano le sigue México, el segundo socio en la
región - las exportaciones a este país han tenido un gran crecimiento, pasando
de 1.400 millones de euro en 2003 a 1.509 millones de euro en 2004, es decir,
casi el triple de las exportaciones a Argentina, el cuádruple de las
exportaciones a Chile y más de siete veces las exportaciones a Venezuela. Con
un intercambio comercial global de 487 millones de euro, en 2004, Colombia
continuaba siendo el primer socio comercial de Francia en la zona andina de
Naciones, superando a Venezuela.
[xvii] En el 2008, el Consejo de Estado de China emitió el
libro blanco titulado Política de China hacia América Latina y el Caribe,
en el que planteó establecer la asociación de cooperación integral basada en la
igualdad, el beneficio mutuo y el desarrollo conjunto, propuesta que encontró
eco en varios países de la región. Desde el 2001 el comercio latinoamericano
con China ha tenido un incremento anual medio superior al 30 %, para alcanzar
los 241 mil 500 millones de dólares en el 2011. Beijing también propuso crear
el Foro de Cooperación China-América Latina y el Caribe, con vistas a instituir
una plataforma para el diálogo bilateral. El Banco de Desarrollo de China, por
su parte, anunció el otorgamiento de una línea de crédito de diez mil millones
de dólares, destinada a promover la cooperación en la construcción de
infraestructura como ferrocarriles, carreteras, puertos, centrales, redes
eléctricas e instalaciones de telecomunicación. S espera además alcanzar los
400 mil millones de dólares en intercambio comercial al término del próximo
lustro, casi el doble del actual, y unos 40 mil millones en intercambio
agrícola.
América Latina
aceptó la propuesta del presidente chino de recibir en Beijing a la troika de
la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), lo cual se
concretó en agosto con la visita de los cancilleres de Cuba, Chile y Venezuela.