miércoles, 18 de enero de 2012

Brasil, el gigante económico latinoamericano


Por Hedelberto López Blanch
Rebelión

El año 2011 cerró con una agradable e importante noticia para América Latina y los proyectos de integración que se desarrollan en la región: el 27 de diciembre el Centro de Economía e Investigación en Negocios (CEBR), una institución con sede en Londres, informó que Brasil se había convertido en la sexta potencia económica del mundo al sobrepasar a Gran Bretaña. 

Su crecimiento ha sido constante en los últimos 10 años, y si ya en 2007 ocupaba el décimo lugar por el total de su Producto Interno Bruto (PIB), en 2008 superó a Canadá, en 2009 a España para alcanzar la octava posición; en 2010 a Italia y a finales de 2011 a Gran Bretaña.

Ahora, con un PIB de 2 208 billones, solo lo superan Estados Unidos, China, Japón, Alemania y Francia, por ese orden. 

Con 203,4 millones de habitantes, Brasil es el quinto país más poblado del mundo, pero con bajo índice de densidad poblacional, debido a que la mayor parte de sus habitantes se concentran a lo largo del litoral, por lo cual el interior del territorio presenta un gran vacío demográfico.  
Sus sectores económicos más desarrollados son los servicios, agrícola, minero, manufacturero y el mercado de trabajo. Entre sus principales productos de exportación aparecen aeronaves, equipos electrónicos, automóviles, alcohol, textiles, calzados, hierro, acero, químicos, café, jugo de naranja, soya y otros alimentos. 

Para el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) el crecimiento alcanzado en los últimos años se ha producido por la fuerte expansión de la demanda interna, que se reflejó en un alza del 7 % en el consumo de las familias y un aumento del 21,8 % de la formación bruta de capital fijo. 

Es innegable que los éxitos económicos están en línea directa con las políticas económicas y sociales puestas en vigor durante los ocho años presidenciales de Luiz Inacio Lula de Silva y su continuidad llevada adelante por la actual mandataria Dilma Rousseff. 

La administración de Lula, desde su comienzo en 2002, se ocupó de emprender varios proyectos sociales como Hambre Cero, Bolsa Familia (brindan asistencia a núcleos pobres) y Primer Empleo que facilita a los jóvenes el acceso al mercado laboral, además de los subsidios distribuidos y el aumento del 53 % del salario mínimo desde 2003. 

Esos programas han permitido que las capas más desfavorecidas de la sociedad hayan aumentado sus ingresos y los consumos, que impulsan a la vez el desarrollo de la economía.  
Como complemento directo se suma la financiación de la escolaridad infantil y la elevación del número de los puestos de trabajo, para sacar de la miseria extrema a más de 20 millones de brasileños e ir disminuyendo los altos niveles de criminalidad que existían en esa sociedad. 

Los índices de pobreza se redujeron desde el 42 % en 2002 a 20 % en 2011, o sea más de la mitad en nueve años; la tasa de desempleo se fijó a finales de 2011 en 5,2 % (la más baja en toda la historia); mientras diferentes instituciones señalan que se continúa reduciendo la desigualdad y disminuyen las migraciones desde las regiones pobres del campo hacia los centros urbanos.Los sectores insignias en el crecimiento del pasado año fueron la minería (15,7%), construcción civil (11,6%), industria (10,11%), agricultura (6,5%) y los servicios (5,4%). Los cultivos más favorecidos resultaron la soja (20,2%), trigo (20,1%), café (17,6%) y maíz (9,4%). 

Los analistas aseguran que el incremento del PIB se detuvo un poco debido a la revalorización del real frente al dólar. Las importaciones subieron un 36 % mientras las exportaciones llegaron a 11,5 %. 

Como afirmó el ministro de Hacienda, Guido Mantega, aun queda mucho camino por andar pues “Brasil necesitará de 10 a 20 años para ponerse al día con los niveles de PIB per cápita de las economías desarrolladas de Europa”. Mantega destacó que pese a los avances, Brasil requiere aumentar sus inversiones en el área social, mejorar las infraestructuras en muchos territorios y continuar disminuyendo las asimetrías actuales. 

Sin embargo, el ministro enfatizó que el gigante latinoamericano es un país “respetado y codiciado por inversores extranjeros” y que en 2012 se espera la llegada de capitales por 65 000 millones de dólares. 

El gobierno de Rousseff tiene entre sus proyectos convertir a Brasil en la quinta economía del mundo (es decir, por encima de Francia) en esta década para lo cual cuenta con el potencial industrial instalado, grandes reservas petroleras descubiertas en los últimos años y numerosa fuerza laboral. 

Ante los azotes de la crisis económica mundial en la que Estados Unidos y la Unión Europea no acaban de salir de la recesión y por ende dejan de comprar numerosas mercancías, Brasil se dirige a fortalecer su enorme mercado interno con la elevación del poder adquisitivo de la población. 

En ese sentido, se han puesto en acción numerosas obras como la ampliación y recuperación de carreteras, ferrocarriles, ejecución de puentes, mejoramiento de los puertos y la construcción de viviendas con facilidades de financiamiento, todo lo cual genera millones de puestos de trabajo. 

Los logros alcanzados por Brasil llegan en hora buena a Latinoamérica donde una ola de unidad e integración recorre la región en aras de desembarazarse de las políticas coloniales, hegemónicas y neoliberales que ha padecido esta zona durante varios siglos.

lunes, 16 de enero de 2012

Los “desaparecidos” del imperio

Por Atilio Boron

Un artículo reciente firmado por John Tirman, director del Centro de Estudios Internacionales del Massachusetts Institute of Technology (MIT) y publicado en el Washington Post, plantea con crudeza una reflexión sobre un aspecto poco estudiado de las políticas de agresión del imperialismo: la indiferencia de la Casa Blanca y de la opinión pública en relación a las víctimas de las guerras que Estados Unidos libra en el exterior. (1)

Como académico “bienpensante” se abstiene de utilizar la categoría “imperialismo” como clave interpretativa de la política exterior de su país; su análisis, en cambio, revela a los gritos la necesidad de apelar a ese concepto y a la teoría que le otorga sentido. Tirman expresa en su nota la preocupación que le suscita, en cuanto ciudadano que cree en la democracia y los derechos humanos, la incoherencia en que incurrió Barack Obama –no olvidemos, un Premio Nóbel de la Paz- cuando en su discurso pronunciado en Fort Bragg (14 de Diciembre de 2011) para rendir homenaje a los integrantes de las fuerzas armadas que perdieron la vida en la guerra de Irak (unos 4.500, aproximadamente) no dijo ni una sola palabra de las víctimas civiles y militares iraquíes que murieron a causa de la agresión norteamericana.

Agresión, conviene recordarlo, que no tuvo nada que ver con la existencia de “armas de destrucción masiva” en Irak o con la inverosímil complicidad del antiguo aliado de Washington, Saddam Hussein, con las fechorías que supuestamente cometía otro de sus aliados, Osama Bin Laden.

El objetivo excluyente de esa guerra, como la que amenaza iniciar en contra de Irán, fue apoderarse del petróleo iraquí y establecer un control territorial directo sobre esa estratégica zona para el momento en que el aprovisionamiento del crudo deba hacerse confiando en la eficacia disuasiva de las armas en lugar de las normas de aquello que algunos espíritus ingenuos en la Europa del siglo XVIII dieron en llamar “el dulce comercio.”

En su nota Tirman acierta al recordar que las principales guerras que Estados Unidos libró desde el fin de la Segunda Guerra Mundial –Corea, Vietnam, Camboya, Laos, Irak y Afganistán- produjeron, según sus propias palabras, una “colosal carnicería”. Una estimación que este autor califica como muy conservadora arroja un saldo luctuoso de por lo menos seis millones de muertes ocasionadas por la cruzada lanzada por Washington para llevar la libertad y la democracia a esos infortunados países. Si se contaran operaciones militares de menor escala -como las invasiones a Grenada y Panamá, o la intervención apenas disimulada de la Casa Blanca en las guerras civiles de Nicaragua, El Salvador y Guatemala, para no hablar de similares tropelías en otras latitudes del planeta- la cifra se elevaría considerablemente.(2)

No obstante, y pese a las dimensiones de esta tragedia, a las cuales habría que agregar los millones de desplazados por los combates y la devastación sufrida por los países agredidos, ni el gobierno ni la sociedad norteamericana han evidenciado la menor curiosidad, preocupación, ¡ni digamos compasión!, para enterarse de lo ocurrido y hacer algo al respecto. Esos millones de víctimas fueron simplemente borrados del registro oficial del gobierno y, peor aún, de la memoria del pueblo norteamericano mantenido impúdicamente en la ignorancia o sometido a la interesada tergiversación de la noticia. Cómo lúgubremente reiteraba el criminal dictador argentino Jorge R. Videla ante la angustiada pregunta de los familiares de la represión, también para Barack Obama esas víctimas de las guerras estadounidenses “no existen”, “desaparecieron”, “no están”.

Si el holocausto perpetrado por Adolf Hitler al exterminar a seis millones de judíos hizo que su régimen fuese caracterizado como una aberrante monstruosidad o como una estremecedora encarnación del mal, entonces ¿qué categoría teórica habría que usar para caracterizar a los sucesivos gobiernos de Estados Unidos que sembraron muertes en una escala por lo menos igual, si no mayor?

Lamentablemente nuestro autor no se formula esa pregunta porque cualquier respuesta habría puesto en cuestión el crucial artículo de fe del credo norteamericano que asegura que Estados Unidos es una democracia. Más aún: que es la encarnación más perfecta de “la democracia” en este mundo. Observa con consternación, en cambio, el desinterés público por el costo humano de las guerras estadounidenses; indiferencia reforzada por el premeditado ocultamiento que se hace de aquellos muertos en la voluminosa producción de películas, novelas y documentales que tienen por tema central la guerra; por el silencio de la prensa acerca de estas masacres –recordar que, luego de Vietnam, la censura en los frentes de batalla es total y que no se pueden mostrar víctimas civiles y tampoco soldados norteamericanos heridos o muertos; y porque las innumerables encuestas que a diario se realizan en Estados Unidos jamás indagan cuál es el grado de conocimiento o la opinión de los entrevistados acerca de las víctimas que ocasionan en el exterior las aventuras militares del imperio.

Este pesado manto de silencio se explica, según Tirman, por la persistencia de lo que el historiador Richard Slotkin denominara el “mito de la frontera”, una de las constelaciones de sentido más arraigada de la cultura norteamericana según la cual una violencia noble y desinteresada -o interesada solo en producir el bien- puede ser ejercida sin culpa o cargos de conciencia sobre quienes se interpongan al “destino manifiesto” que Dios ha reservado para los norteamericanos y que, con piadosa gratitud, los billetes de dólar recuerdan en cada una de sus denominaciones. Solo “razas inferiores” o “pueblos bárbaros”, que viven al margen de la ley, podrían resistirse a aceptar los avances de la “civilización”.

El violento despojo sufrido por los pueblos originarios de las Américas, tanto en el Norte como en el Sur, fue justificado por ese racista mito de la frontera y edulcorado con infames mentiras. En el extremo sur del continente, en la Argentina, la mentira fue denominar como “conquista del desierto” la ocupación territorial a sangre y fuego del habitat, que no era precisamente un desierto, de los pueblos originarios.

En Chile la mentira fue bautizar como “la pacificación de la Araucanía” al nada pacífico y sangriento sometimiento del pueblo mapuche. En el norte, el objeto del pillaje y la conquista no fueron las poblaciones indígenas sino una fantasmagórica categoría, apenas un punto cardinal: el Oeste. En todos los casos, como lo anotara el historiador Osvaldo Bayer, la “barbarie” de los derrotados, que exigía la perentoria misión civilizatoria, era demostrada por su … ¡desconocimiento de la propiedad privada!

En suma: esta constelación de creencias -racista y clasista hasta la médula- presidió el fenomenal despojo de que fueron objeto los pueblos originarios y liberó a los píos cristianos que perpetraron la masacre de cualquier sentimiento de culpa. En realidad, las víctimas eran humanas sólo en apariencia. Esa ideología reaparece en nuestros días, claro que de forma transfigurada, para justificar el aniquilamiento de los salvajes contemporáneos. Sigue “oprimiendo el cerebro de los vivos”, para utilizar una formulación clásica, y fomentando la indiferencia popular ante los crímenes cometidos por el imperialismo en tierras lejanas. Con la invalorable contribución de la industria cultural del capitalismo hoy la condición humana le es negada a palestinos, iraquíes, afganos, árabes, afrodescendientes y, en general, a los pueblos que constituyen el ochenta por ciento de la población mundial. Tirman recuerda, como ya lo había hecho antes Noam Chomsky, el sugestivo nombre asignado a la operación destinada a asesinar a Osama Bin Laden: “Gerónimo”, el jefe de los apaches que se opuso al pillaje practicado por los blancos. El lingüista norteamericano también decía que algunos de los instrumentos de muerte más letales de las fuerzas armadas de su país también tienen nombres que aluden a los pueblos originarios: el helicóptero Apache, el misil Tomahawk, y así sucesivamente.

Tirman concluye su análisis diciendo que esta indiferencia ante los “daños colaterales” y los millones de víctimas de las aventuras militares del imperio socava la credibilidad de Washington cuando pretende erigirse en el campeón de los derechos humanos. Agregaríamos: socava “irreparablemente” esa credibilidad, como quedó elocuentemente demostrado en 2006 cuando la Asamblea General de la ONU creó el Consejo de Derechos Humanos, en reemplazo de la Comisión de Derechos Humanos, con el voto casi unánime de los estados miembros y el solitario rechazo de Estados Unidos, Israel, Palau y las Islas Marshall.(3) Lo mismo ocurre cuando año tras año la Asamblea General condena por una mayoría aplastante el criminal bloqueo a Cuba impuesto por Estados Unidos.

Pero no es sólo la credibilidad de Washington lo que está en juego. Más grave aún es el hecho de que la apatía y el sopor moral que invisibilizan la cuestión de las víctimas garantiza la impunidad de quienes perpetran crímenes de lesa humanidad en contra de poblaciones civiles indefensas (como en los casos de My Lai en Vietnam o Haditha en Irak, para no mencionar sino los más conocidos). Pero esto viene de lejos: recuérdese la patética indiferencia de la población norteamericana ante las noticias del bombardeo atómico en Hiroshima y Nagasaki, y los cables que enviaba el corresponsal del New York Times destacado en Japón diciendo que ¡no había indicios de radioactividad en la zona bombardeada! Impunidad que alentará futuras atrocidades, motorizadas por la inagotable voracidad de ganancias que exige el complejo militar-industrial, para el cual la guerra es una condición necesaria, imprescindible, de sus beneficios. Sin guerras, sin escalada armamentista el negocio arrojaría pérdidas, y eso es inadmisible. Y son las ganancias de esos tenebrosos negocios, no olvidemos, las que financian las carreras de los políticos norteamericanos (y Obama no es excepción a esta regla) y las que sostienen a los oligopolios mediáticos con los cuales se desinforma y adormece a la población.

No por casualidad Estados Unidos ha guerreado incesantemente en los últimos sesenta años. Los preparativos para nuevas guerras están a la vista y son inocultables: comienzan con la satanización de líderes desafectos, presentados ante la opinión pública como figuras despóticas, casi monstruosas ; sigue con intensas campañas publicitarias de estigmatización de gobiernos desafectos y pueblos díscolos; luego vienen las condenas por presuntas violaciones a los derechos humanos o por la complicidad de aquellos líderes y gobiernos con el terrorismo internacional o el narcotráfico, hasta que finalmente la CIA o algún escuadrón especial de las fuerzas armadas se encarga de fabricar un incidente que permita justificar ante la opinión pública mundial la intervención de los Estados Unidos y sus compinches para poner fin a tanto mal.

En tiempos recientes eso se hizo en Irak y luego en Libia. En la actualidad hay dos países que atraen la maliciosa atención del imperio: Irán y Venezuela, por pura casualidad dueños de inmensas reservas de petróleo. Esto no significa que la funesta historia de Irak y Libia vaya necesariamente a repetirse, entre otras cosas porque, como lo observara Noam Chomsky, Estados Unidos sólo ataca a países débiles, casi indefensos, y aislados internacionalmente. Washington ha hecho lo imposible para establecer un “cordón sanitario” que aísle a Teherán y Caracas, pero hasta ahora sin éxito. Y no son países destruidos por largos años de bloqueo, como Irak, o que se desarmaron voluntariamente, como Libia, seducida por las hipócritas demostraciones de afecto de una nueva camada de imperialistas. Afortunadamente, ni Irán ni Venezuela se encuentran en esa situación. De todos modos habrá que estar alertas.

Notas:
(1) “Why do we ignore the civilians killed in American wars?” (The Washington Post, 5 Diciembre 2011)
(2) Expertos internacionales aseguran que el número de víctimas ocasionadas por Estados Unidos en Vietnam ronda las cuatro millones de personas. La estimación total de seis millones subestima grandemente la masacre desencadenada por el imperialismo norteamericano en sus diferentes guerras.
(3) Añadamos un dato bien significativo: cuando la Asamblea General tuvo que decidir la composición del Consejo, el 9 de Mayo del 2006, Estados Unidos no logró los votos necesarios para ser uno de los 47 países que debía integrarlo. ¡Toda una definición sobre la nula credibilidad internacional de Estados Unidos como defensor de los derechos humanos!

Foto: Irak – Niño iraquí herido por un ataque de las fuerzas de ocupación norteamericanas.


Fuente: http://www.argenpress.info/2012/01/los-desaparecidos-del-imperio.html

Ante amenazas cada vez mayores como los peligros de una guerra nuclear y el indetenible avance del cambio climático.

Los No Alineados y los retos del sur

Por Leyde E. Rodríguez Hernández

El Movimiento de Países No Alineados (MNOAL) es un foro diverso de concertación de los países del sur, subdesarrollados y en desarrollo, con una amplitud universal y proyección global sobre temas políticos, económicos y de seguridad internacional. Los NOAL son 118 Estados, casi dos terceras partes de los miembros de las Naciones Unidas, que incluyen a todos los miembros de la Unión Africana, de la Liga de los Estados Árabes, de la Organización de la Conferencia Islámica, la mayoría de los Estados asiáticos y latinoamericanos. La fuerza de los países del MNOAL, en los inicios del siglo XXI, se encuentra en la actualidad de sus postulados, en el peso de su legado político e histórico para los líderes contemporáneos y de los pueblos que luchan hacia la definitiva emancipación de sus naciones.
La historia y la dinámica del movimiento ejercieron su influjo en la formación del sistema internacional de la posguerra y en el desarrollo progresista del Derecho Internacional Público. El MNOAL apoyó el proceso de descolonización y, como resultado, nuevos Estados independientes fueron incorporados a la política internacional. El histórico aval del MNOAL está unido a la lucha por el desarme, en el proceso de proscripción de las armas de destrucción masivas y la no-proliferación de las armas nucleares, las convenciones sobre la proscripción de las armas químicas, biológicas, en el espacio cósmico y el tratado para la prohibición completa de los ensayos nucleares.
Sin embargo, con la desaparición de la Unión soviética y la consecuente emergencia de la unipolaridad en las relaciones internacionales, el MNOAL enfrentó un reto extraordinario. El fin del enfrentamiento entre los dos bloques irreconciliables que le otorgó razón de existencia, el nombre y su esencia, supuso para algunos la pérdida de relevancia de este movimiento como actor internacional. Existió incluso la posibilidad de su extinción, en tanto que entidad para la articulación de las reivindicaciones fundamentales de los países del sur. El desplome del sistema soviético y de sus aliados socialistas trajo el engañoso y vulgar supuesto del “fin de la historia”, de las ideologías y de la lucha de clases. Se habló de la desaparición del Tercer Mundo, como foro reivindicativo de los intereses y aspiraciones de los pueblos del sur.
Aunque el MNOAL mantuvo su vigencia frente a la embestida del imperialismo y sus detractores en el propio Tercer Mundo, también es una realidad indiscutible que las particularidades nacionales, regionales y la coyuntura internacional contribuyeron a reorientar las prioridades y objetivos de sus miembros, lo cual ha hecho difícil la armonización de posiciones y su unidad sobre los temas más complejos de la agenda internacional.
Por tanto, el principal reto del MNOAL sigue siendo la necesidad de buscar soluciones novedosas y menos formales al mantenimiento de la unidad de acción en medio de su diversidad y del complejo escenario internacional por la política agresiva y militarista de los Estados Unidos con la complicidad de la Unión Europea y otras potencias capitalistas, que también interactúan en el ámbito bilateral y multilateral con los países miembros del MNOAL.
El principal desafío  para el MNOAL tiene un carácter orgánico y se relaciona con la consecución de un sólido proceso de revitalización que haga más efectiva sus iniciativas y lo convierta en un factor más prominente para la transformación progresista y revolucionaria de las relaciones internacionales.
En toda su trayectoria, el MNOAL desarrolló perspectivas geopolíticas en varios campos relevantes de las relaciones internacionales, pero ha sido, hasta el presente, un foro de discusión y exposición de los intereses de los países menos privilegiados del planeta. En el momento internacional actual no solo resulta perentorio la elevación de su liderazgo en defensa del sur, sino además la elaboración de una estrategia común para desplegar cierta capacidad de desarrollo ideológico y una orientación política unificada contra el imperialismo y sus manifestaciones.
El hecho de que las posturas del MNOAL siguen siendo el silencio, declarativas o retóricas sobre las problemáticas mundiales, nos confirma la importancia estratégica de que los esfuerzos del movimiento, para su revitalización, no deben quedar en el plano de la política internacional y de sus organismos diplomáticos multilaterales. El trabajo futuro del MNOAL podría entroncarse directamente con la lucha de los pueblos, de las fuerzas políticas de izquierda y de los movimientos sociales por la construcción de un sistema mundial más justo y acorde con las aspiraciones de las masas populares en todas las regiones y países.
Revitalizar el movimiento NOAL en el siglo XXI implica convertirlo en un instrumento de cooperación y colaboración de alcance global, para la verdadera integración y unificación de los Estados-nación con similares intereses y afectados por iguales problemáticas de carácter económico, ecológico y social que tejen el contenido del conflicto norte-sur en las relaciones internacionales. Aunque en el sistema mundo globalizado de nuestro tiempo las naciones podrían agruparse según la interpretación del conflicto norte-sur en países industrializados, en vías desarrollo o del Tercer Mundo, lo cierto es que la dinámica de sus relaciones se modifica permanentemente y emergen disímiles áreas de convergencia en las que resulta impostergable exigir una real cooperación en el eje norte-sur de los vínculos globales, porque la unión de los países con posiciones afines en torno a distintos temas de la agenda del MNOAL trasciende la conflictual división geográfica norte-sur del sistema internacional frente a los legítimos anhelos de supervivencia de toda la humanidad ante amenazas cada vez mayores como los peligros de una guerra nuclear y el indetenible avance del cambio climático.
Dado que la amenaza de una guerra nuclear y el indetenible avance del cambio climático están cada vez más lejos de aproximarse a una solución, no deberían existir dificultades ni objeciones para enlazar coherentemente los temas de la agenda internacional con la del MNOAL, pues las cuestiones de naturaleza global requieren de un tratamiento igualmente global ya que aparecen en todas las agendas, tales como: medio ambiente, desarme -con la redistribución de los gastos de guerra en asistencia para el desarrollo-, acceso a los mercados y la tecnología, la lucha contra todas las formas de terrorismo, en especial el terrorismo de Estado, que practica los Estados Unidos e Israel, la vigencia y aplicación del Derecho Internacional Público y la exigencia de acabar con todas las manifestaciones de colonialismo, racismo, fascismo e imperialismo.
Justamente, el MNOAL debería analizar profundamente las consecuencias de las cruentas ocupaciones militares de los Estados Unidos y sus aliados en Iraq, Afganistán, y las nuevas “guerras preventivas” contra los países del sur, que tiene en Libia el ejemplo más cercano. El MNOAL tiene como cardinal desafío contribuir más a la paz mundial. Es muy importante la ampliación del perfil de sus iniciativas diplomáticas a fin de exigir, en pleno, el cese inmediato de las amenazas de guerra imperialista en el Oriente Medio, contra Irán y Siria, evitando, en lo posible, que los Estados Unidos continúen con su estrategia guerrerista en escenarios tercermundistas, lo cual se propone, abiertamente, destruir la soberanía, independencia e integridad territorial de un grupo significativo de países No alineados.
Por consiguiente, el movimiento MNOAL debería hacer un análisis crítico y exhaustivo de las actuales relaciones norte-sur, en un contexto de grave crisis estructural del capitalismo que afecta la vida de los pueblos del sur; pues antes de la actual crisis económica y financiera que atraviesan los Estados Unidos y la Unión Europea, las naciones del sur debilitaron sus Estados, porque abrieron aceleradamente sus economías a la competencia y depredación de los recursos naturales por las transnacionales y multinacionales al servicio de las potencias del norte industrializado.
La consecuencia inmediata ha sido que el sur en su conjunto está afectado por las políticas proteccionistas que obstaculizan la entrada de sus productos en los mercados de los países industrializados y los mantiene al margen de los principales flujos financieros, comerciales y de inversión. El mayor volumen de comercio mundial tiene lugar entre los países ubicados en el norte. En suma, unido a la grave crisis económica y social del mundo subdesarrollado, las corrientes migratorias constituyen otro aspecto esencial de la tendencia a la marginación de los pueblos del sur y de las persistentes concepciones discriminatorias, xenófobas en el norte, donde se levantan muros para enfrentar la avalancha migratoria, pero sin la voluntad política de resolver las causas que motivan ese complejo fenómeno migratorio.
Otra prueba para el movimiento NOAL es revertir la indiferencia del norte hacia el sur en el proceso de toma de decisiones de alcance mundial. Los países del MNOAL debieran  hacer causa común para fortalecer las instituciones de carácter mundial como las Naciones Unidas, en especial la Asamblea General y la democratización de su Consejo de Seguridad. En ese sentido, el MNOAL debiera oponerse firmemente a las posiciones unilaterales de los Estados Unidos y sus aliados tendientes a debilitar o manipular, en dependencia de sus intereses geoestratégicos, el funcionamiento de los mecanismos de Naciones Unidas, a la proliferación de los llamados regímenes internacionales especializados que amenazan con limitar la proyección multilateral y el trabajo del sistema de Naciones Unidas.
Aun así, el MNOAL debería prestar especial atención a todas las corrientes monopolizadoras de los asuntos mundiales por las grandes potencias en foros de composición restringida para el debate y la adopción de iniciativas de trascendencia global como el G-8 y el G-20, pues este último intenta consolidar un espacio semejante con la participación de algunos países del sur que se distinguen por sus potencialidades económicas, pero que no se encamina realmente en la búsqueda de una solución a los problemas que aquejan a todo el Tercer Mundo. Especial significado y repercusión para el sur tiene el protagonismo político de China, como potencia económica, en el Grupo de los 77, que representa los intereses económicos de 132 países en desarrollo. Muchos países del MNOAL desearían contar con una China más activa y favorable a los intereses del sur ante las posturas hegemónicas de un norte caracterizado por la asociación estratégica de los Estados Unidos y la Unión Europea.
Las fuerzas progresistas desearían un MNOAL con posiciones más enérgicas y una visión política más crítica sobre la evolución de las relaciones internacionales actuales, que exija el diseño de una nueva arquitectura financiera internacional acompañada de un nuevo orden mundial de la información y de las comunicaciones.
La esperanza en los No alineados solo será posible de alcanzar si el MNOAL emprende el desafío de desterrar las divergencias que conspiran contra la cohesión y el consenso entre sus miembros. Los conflictos en el seno del MNOAL tienen sus orígenes en los siglos de avasallamiento colonial y neocolonial del imperialismo. Solamente la unidad del sur podría aportar nuevos cambios cualitativos para la construcción de un sistema internacional pluripolar contrapuesto a la unipolaridad e incluso a la alternativa de recomposición multipolar de las relaciones internacionales por iniciativa de los Estados Unidos y las potencias interesadas en la consecución de un equilibrio de poder que sirva para perpetuar la dominación de los Estados más débiles del sistema y practicar una política coordinada hacia la contención o el retroceso del fenómeno revolucionario mundial en el siglo XXI, lo que impediría el resurgir de una nueva correlación de fuerzas internacionales favorable a los países del Tercer Mundo.

La paz mundial pende de un hilo

Ayer tuve el gusto de conversar sosegadamente con Mahmoud Ahmadinejad. No lo había visto desde septiembre del 2006, hacía más de cinco años, cuando visitó nuestra Patria para participar en la XIV Cumbre del Movimiento de Países No Alineados que tuvo lugar en La Habana, donde se eligió por segunda vez a Cuba como Presidente de esa organización por el tiempo establecido de tres años.

Yo había enfermado gravemente el 26 de julio de 2006, mes y medio antes de la misma y apenas podía sentarme en la cama. Varios de los más distinguidos líderes que asistían al evento tuvieron la amabilidad de visitarme. Chávez y Evo lo hicieron más de una vez. Un mediodía lo hicieron cuatro a los que siempre recuerdo: Kofi Annan, Secretario General de la ONU; un viejo amigo, Abdelaziz Buteflika, Presidente de Argelia;  Mahmoud Ahmadinejad, Presidente de Irán; y un Viceministro de Relaciones Exteriores del gobierno de China y actual Canciller de ese país, Yang Jiechi, en representación del líder del Partido Comunista y Presidente de la República Popular China, Hu Jintao. Fue realmente un momento de importancia para mí que con gran esfuerzo reeducaba la mano derecha que había sufrido un serio accidente en la caída en Santa Clara.

Con los cuatro comenté aspectos de los problemas que el mundo afrontaba en aquellos instantes. Estos, ciertamente, se han ido tornando cada vez más complejos.

En el encuentro de ayer observé al Presidente iraní absolutamente sosegado y tranquilo, indiferente por completo a las amenazas yankis, confiado en la capacidad de su pueblo para enfrentar cualquier agresión y en la eficacia de las armas, que en gran parte producen ellos mismos, para ocasionar a los agresores un precio impagable.

En realidad del tema bélico apenas habló, su mente se concentraba en las ideas expuestas en la conferencia impartida en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, centrada en la lucha por el ser humano: “caminar hacia llegar y lograr la paz, la seguridad, el respeto y la dignidad humana como un deseo de todos los seres humanos a lo largo y ancho de la historia.”

Estoy seguro de que, por parte de Irán, no deben esperarse acciones irreflexivas que contribuyan al estallido de una guerra. Si esta inevitablemente se desata, será fruto exclusivo del aventurismo y la irresponsabilidad congénita del imperio yanki.

Pienso por mi parte que la situación política creada en torno a Irán y los riesgos de una guerra nuclear que de ella emanan y a todos involucra -posean o no tales armas-, son sumamente delicados porque amenazan la propia existencia de nuestra especie. El Oriente Medio se ha convertido en la región más conflictiva del mundo, y el área donde se generan los recursos energéticos vitales para la economía del planeta.

El poder destructivo y los sufrimientos masivos que originaban algunos de los medios utilizados en la Segunda Guerra Mundial motivaron una fuerte tendencia a prohibir algunas armas como los gases asfixiantes y otras empleadas en aquella guerra. Sin embargo, las pugnas de intereses y las enormes ganancias de los productores de armas los llevó a la confección de armamentos más crueles y destructivos, hasta que la tecnología moderna aportó el material y los medios cuyo empleo en una guerra mundial conducía al exterminio.

Sostengo el criterio, sin dudas compartido por todas las personas con un sentido elemental de responsabilidad, de que ningún país grande o pequeño tiene el derecho a poseer armas nucleares.

Nunca estas debieron usarse para atacar dos ciudades indefensas como Hiroshima y Nagasaki, asesinando e irradiando con horribles y duraderos efectos a cientos de miles de hombres, mujeres y niños, en un país que ya estaba militarmente vencido.

Si el fascismo obligaba a las potencias coaligadas contra el nazismo a competir con ese enemigo de la humanidad en la fabricación de tal arma, finalizada la guerra y creada ya la Organización de Naciones Unidas, el primer deber de esa organización era prohibir tal arma sin excepción alguna.

Pero Estados Unidos, la potencia más poderosa y rica, impuso al resto del mundo la línea a seguir. Hoy posee cientos de satélites que espían y vigilan desde el espacio a todos los habitantes del planeta. Sus fuerzas navales, aéreas y terrestres están equipadas con miles de armas nucleares, manejan a su antojo, a través del Fondo Monetario Internacional, las finanzas y las inversiones del mundo.

Si se analiza la historia de cada una de las naciones de América Latina, desde México hasta la Patagonia, pasando por Santo Domingo y Haití, podrá observarse que todas, sin una sola excepción han sufrido durante doscientos años, desde los inicios del siglo XIX hasta hoy, y de una u otra forma están sufriendo cada vez más los peores crímenes que el poderío y la fuerza pueden cometer contra el derecho de los pueblos. Escritores brillantes surgen en creciente número: uno de ellos, Eduardo Galeano, autor de “Las venas abiertas de América Latina”, que describe lo anterior, acaba de ser invitado a inaugurar el prestigioso Premio Casa de Las Américas, como un reconocimiento a su relevante obra.

Los acontecimientos se suceden con increíble rapidez; pero la tecnología los transmite al público de forma aún más rápida. Un día cualquiera, como el de hoy, noticias importantes se suceden con extraordinario ritmo. Un despacho cablegráfico fechado ayer 11, recoge la siguiente noticia textual: “La presidencia danesa de la Unión Europea afirmó el miércoles que una nueva serie de sanciones europeas más severas contra Irán se decidirá el 23 de enero en razón de su programa nuclear, apuntando no sólo el sector petrolero sino también al banco central.

“‘Iremos más lejos a la vez en lo que se refiere a las sanciones petroleras y contra las estructuras financieras’” dijo el jefe de la diplomacia danesa Villy Soevndal, durante un encuentro con la prensa extranjera. Puede apreciarse con claridad que, a fin de impedir la proliferación nuclear, Israel puede acumular cientos de ojivas nucleares mientras Irán no puede producir uranio enriquecido al 20%.

Otra noticia sobre el tema, de una conocida y experta agencia informativa británica refiere que: “China no dio señales el miércoles de ceder terreno a las demandas de Estados Unidos de que reduzca sus compras de petróleo iraní y consideró un exceso las sanciones de Washington contra Teherán…”.

Cualquiera se asombraría de la tranquilidad con que Estados Unidos y la civilizada Europa promueven esta campaña con una pasmosa y sistemática práctica terrorista. Baste estas líneas trasmitidas por otra importante agencia europea de noticias: “El asesinato, el miércoles, de un responsable de la planta nuclear de Natanz, en el centro de Irán, cuenta tres precedentes desde enero de 2010.”

El 12 de enero de ese año: “Un físico nuclear internacionalmente reconocido, Masud Alí Mohamadi, profesor en la universidad de Teherán y que trabajaba para los Guardianes de la Revolución, murió en la explosión de una moto bomba delante de su domicilio…”.

“29 de noviembre de 2010: Majid Shahriari, fundador de la Sociedad nuclear de Irán y ‘encargado de uno de los grandes proyectos de la Organización iraní de la energía atómica’ [...] fue muerto en Teherán por la explosión de una bomba magnética fijada a su automóvil.

“El mismo día, otro físico nuclear, Fereydoun Abasi Davani, fue objeto de un atentado en condiciones idénticas cuando estacionaba su coche delante de la universidad Shahid Beheshti en Teherán, donde los dos hombres eran profesores.” -Fue solo herido.

“23 de julio de 2011: El científico Dariush Rezainejad, que trabajaba en proyectos del ministerio de la Defensa, fue muerto a balazos por desconocidos que se desplazaban en una moto en Teherán.”

“11 de enero de 2012: -es decir, el mismo día en que Ahmadinejad viajaba de Nicaragua a Cuba, para dar su conferencia en la Universidad de La Habana- El científico Mostafa Ahmadi Roshan, que trabajaba en la planta de Natanz, de la cual era vice-director para los asuntos comerciales, murió en la explosión de una bomba magnética colocada sobre su automóvil, cerca de la universidad Allameh Tabatabai, al este de Teherán”.  Como en años anteriores “Irán acusó nuevamente a Estados Unidos e Israel.”

Se trata de una carnicería selectiva de brillantes científicos iraníes sistemáticamente asesinados. He leído artículos de conocidos simpatizantes de Israel que hablan de crímenes realizados por sus servicios de inteligencia, en cooperación con los de Estados Unidos y la OTAN, como algo normal.

Al mismo tiempo, desde Moscú las agencias informan que “Rusia advirtió hoy que en Siria está  madurando un escenario similar al de Libia, pero alertó que está  vez el ataque vendrá desde la vecina Turquía.

“El Secretario del Consejo de Seguridad ruso, Nikolai  Patrushev, sostuvo que Occidente desea ‘castigar a Damasco no  tanto por la represión a la oposición sino por su renuencia a interrumpir su alianza con Teherán’.”

“…en su opinión, en Siria está madurando un escenario como el de Libia, pero en esta oportunidad, las fuerzas de ataque no vendrán de Francia, Gran  Bretaña e Italia sino de Turquía’.”

“Incluso, se atrevió a adelantar que ‘es posible que Washington y Ankara están ya definiendo varias opciones de zonas de exclusión de vuelo, donde ejércitos armados de rebeldes sirios podrían ser entrenados y concentrados’.”

Las noticias no solo proceden de Irán y el Oriente Medio, sino también de otros puntos del Asia Central próximos al Oriente Medio. Las mismas nos permiten apreciar la complejidad de los problemas que pueden derivarse de esa peligrosa zona.

Estados Unidos ha sido conducido por su contradictoria y absurda política imperial a problemas serios en países como Pakistán, cuyas fronteras con otro importante Estado, Afganistán, fueron trazadas por los colonialistas sin tomar en cuenta cultura ni etnias.

En este último país, que durante siglos defendió su independencia frente al colonialismo inglés, la producción de drogas se ha multiplicado desde la invasión yanki, y los soldados europeos apoyados por los aviones sin piloto y armamento sofisticado de Estados Unidos cometen bochornosas matanzas que incrementan el odio de la población y alejan las posibilidades de paz. Eso y otras inmundicias también se reflejan en los despachos de las agencias occidentales de noticias.

“WASHINGTON, 12 Enero 2012  - El secretario estadounidense de Defensa,  Leon Panetta, calificó este jueves de ‘absolutamente lamentable’ el comportamiento de cuatro hombres presentados como marines norteamericanos orinando sobre cadáveres en Afganistán en un video difundido por internet.

“He visto las imágenes y encuentro el comportamiento (de esos hombres)  absolutamente lamentable…”

“‘Este comportamiento es totalmente inapropiado de parte de miembros del  ejército estadounidense y no refleja en ningún caso los criterios y los valores  que nuestras fuerzas armadas juran respetar’…”

En realidad ni lo afirma ni lo niega. Cualquiera puede quedarse con la duda y posiblemente el mismo Secretario de Defensa.

Pero también resulta extremadamente inhumano, que hombres, mujeres y niños, o un combatiente afgano que lucha contra la ocupación extranjera, sea asesinado por las bombas de los aviones sin piloto. Algo también muy grave: decenas de soldados y oficiales pakistaníes, que cuidaban las fronteras del país, han sido destrozados por esas bombas.

En declaraciones del propio Karzai, Presidente de Afganistán, este expresó que el ultraje a los cadáveres era “’simplemente inhumano’, y pidió al gobierno estadounidense que ‘aplique el castigo más severo a quien sea, que acabe siendo condenado por este crimen’.”
Portavoces de los talibanes declararon que “‘en los diez últimos  años se dieron centenares de actos similares que no fueron revelados’…”

Uno incluso siente lástima por aquellos soldados, separados de familiares y amigos, a miles de kilómetros de su propia patria, enviados a luchar en países que ni siquiera tal vez oyeron mencionar como escolares, donde les asignan la tarea de matar o morir para enriquecer a empresas transnacionales, fabricantes de armas y políticos inescrupulosos, que dilapidan cada año los fondos que se necesitan para la alimentación y la educación de los incontables millones de hambrientos y analfabetos en el mundo.

No pocos de esos soldados, víctimas de los traumas sufridos, terminan privándose de la vida.
¿Acaso exagero cuando afirmo que la paz mundial pende de un hilo?
Fidel Castro Ruz
Enero 12 de 2012
9 y 14 p.m.

viernes, 6 de enero de 2012

El fin de los grandes imperios

Por Philip S. Golub*

La nueva emergencia de Asia como una economía de peso semiautónoma modifica el orden de fuerzas internacional. Pero Estados Unidos se resiste a que su poderío sea cuestionado…

¿En qué condiciones se constituyó Estados Unidos como potencia? ¿Cómo fue que, en apenas un siglo y medio, las antiguas colonias británicas lograron suplantar a Europa en los planos económico, militar y cultural?

Durante el siglo XIX, Europa Occidental se convirtió, mediante un doble movimiento de expansión económica y colonial, en el centro de gravedad de un nuevo orden mundial desigualitario: el sistema mundial, antaño descentrado y no jerarquizado, compuesto por “economías-mundo” relativamente autónomas (el Imperio otomano, Europa Occidental, China, el Imperio mongol, etc.) con niveles de desarrollo comparables, se metamorfoseó bajo el efecto de la revolución industrial y de la concentración concomitante de poder y riqueza en “Occidente”.

La expansión económica y territorial de Europa Occidental y aquella, conjunta, de las colonias europeas de poblamiento como Estados Unidos, participaron de una dinámica de conjunto. De alcance global, estas dos formas de expansión se conjugaron en el transcurso del siglo para crear una nueva estructura jerárquica de las relaciones internacionales caracterizada por la división entre los “centros” euro-atlánticos dominantes, por una parte, y las “periferias” coloniales dominadas o dependientes, por otra.

En su premonitoria descripción de la globalización, Karl Marx y Friedrich Engels señalaron con justeza en 1848 que “la explotación del mercado mundial [otorgó] un carácter cosmopolita a la producción y al consumo de todos los países [y] quitó a la industria su base nacional […]. En lugar de las antiguas necesidades satisfechas con productos nacionales surgen necesidades nuevas que reclaman para su satisfacción los productos de los países y los climas más lejanos. En lugar del antiguo aislamiento de las provincias y de las naciones que se bastaban a sí mismas, se desarrollan relaciones universales; una interdependencia universal de las naciones” (1).

La gran potencia del siglo XIX

No obstante, este sistema global emergente era asimétrico. Los nuevos países industrializados constituían el “punto de partida y el punto de llegada de vastos tráficos” y de industrias provechosas; concentraban riqueza, saberes y experiencia, al tiempo que inhibían su eclosión en otra parte. Como escribe Fernand Braudel concisamente: “El centro es la punta dominante, la superestructura capitalista del conjunto de la edificación. Como hay reciprocidad en las perspectivas, si el centro depende de los suministros de la periferia, ésta depende de las necesidades del centro, que le dicta su ley” (2).

Así, la unificación de la economía mundial se llevó a cabo con violencia. A lo largo de guerras de conquistas prácticamente incesantes, ciertas partes del mundo cada vez más importantes fueron incorporadas a las redes de producción e intercambio de los imperios coloniales. Escaso en 1750 (27 millones), el número de “subalternos” bajo dominio directo de Europa explotó en el siglo XIX: 205 millones en 1830, 312 millones en 1880 y 554 millones en 1913. A estas poblaciones de los imperios formales, territorializados, se sumaron las de países supuestamente independientes, pero sometidos a los sistemas coercitivos de control a distancia y a las disciplinas imperiales informales. Así, a inicios del siglo XX, cerca de la mitad de la población mundial se encontraba inserta a la fuerza en una división internacional del trabajo que respondía únicamente a las necesidades de los nuevos países industrializados.

En ese entonces Gran Bretaña dominaba ese sistema, controlando los mares, la producción y los intercambios. A mediados del siglo XIX, con tan sólo el 2% de la población mundial, producía el 53% de hierro, el 50% de carbón y de lignito, y consumía casi el 50% de la producción mundial de algodón para alimentar su industria textil. Su consumo energético equivalía entonces a 5 veces el de Estados Unidos o de Prusia, 6 veces el de Francia y 150 veces el de Rusia. Gran Bretaña representaba por sí misma un cuarto del comercio mundial y dos tercios del intercambio de productos manufacturados.

Aunque en el plano industrial Gran Bretaña fuera alcanzada por Alemania y superada por Estados Unidos, el imperio territorial británico que se extendía desde el Pacífico hasta el Atlántico, pasando por Asia del Sur, África y Medio Oriente, englobaba en 1913 un cuarto de la población mundial. Londres constituía el corazón de las finanzas mundiales y de las inversiones internacionales. Estas inversiones en constante crecimiento, globalizadas pero principalmente concentradas en los dominions en América Latina y en Estados Unidos, proporcionaban el 10% de sus ingresos globales en 1914.

Antes de esta fecha, escribía el economista John Maynard Keynes, “un habitante de Londres podía, al tomar su té por la mañana, pedir por teléfono los variados productos de toda la Tierra en la cantidad que lo satisficiera (…); arriesgar su riqueza en los recursos naturales y las nuevas empresas de cualquier parte del mundo (…); enviar a su criado al banco más próximo para proveerse de tanto metal precioso como le pareciera conveniente; [y] partir para tierras extranjeras, sin conocer su religión, su lengua o sus costumbres, llevando encima riqueza acuñada” (3).

El primer cimbronazo

Esta “primera globalización” terminó brutalmente en 1914, cuando la conjunción de nacionalismo y militarismo asestó un golpe fatal al orden internacional europeo-céntrico del siglo XIX. La guerra sacó a la luz la contradicción entre las lógicas nacionales de poder y expansión y la lógica transnacional del capitalismo. Hizo tambalear a los imperios europeos estimulando, como lo reconoció el dirigente conservador británico Lord Curzon, un “increíble desarrollo” de las fuerzas y aspiraciones anticoloniales. Abrió la vía a la revolución bolchevique en Rusia y creó el fermento del fascismo. Por último y sobre todo, al agotar a Europa, aceleró bruscamente el desplazamiento sistémico del centro del viejo continente hacia Estados Unidos.

Este país ya constituía un importante eslabón de la primera globalización. Aún antes de la Independencia de 1776, las colonias británicas de América del Norte aparecían como un componente esencial del sistema económico transatlántico, basado en la extracción y el comercio de recursos coloniales. Después de la Independencia, el papel de Estados Unidos en los flujos transatlánticos se incrementó considerablemente.
La industria internacionalizada del algodón ilustró este poderío creciente. Hacia 1850, representaba el 20% del total neto de las importaciones y casi la mitad del valor de todas las exportaciones británicas (4). Durante el mismo período, Estados Unidos se convirtió, gracias a las plantaciones del Sur, en el primer productor de algodón. En 1820 era fuente del 20% de la producción mundial; cuarenta años más tarde aseguraba dos tercios de la misma, antes de que la guerra de Secesión pusiera fin a la esclavitud.

De manera que, a partir del siglo XIX, Estados Unidos y Europa estuvieron inextricablemente ligados, no sólo por el comercio sino también a través de los flujos transnacionales de capitales y de poblaciones. Estos flujos favorecieron el poblamiento y la organización de territorios adquiridos, a menudo por la fuerza, durante la primera mitad de siglo. Esta fase de expansión territorial ininterrumpida debe entenderse como una variante de la expansión colonial europea.

Encuentra sus raíces en fuerzas materiales y representaciones culturales y raciales comunes a todas las sociedades coloniales e integra el movimiento global expansionista de la época.
Estados Unidos y su “destino manifiesto”

No obstante el mito del aislamiento estadounidense, este país buscó y adquirió un lugar cada vez más importante a nivel internacional: a menudo se comprometería en operaciones intrusivas en la periferia colonial recientemente constituida, a veces al lado de las fuerzas armadas europeas: entre 1846 y 1898, Estados Unidos llevó a cabo 28 intervenciones militares en América Latina y 19 en la zona Asia-Pacífico, al tiempo que realizaba constantes “operaciones” contra los amerindios en el interior del continente.

La guerra contra España en 1898 y la colonización de Cuba y de Filipinas marcaron un momento de transición entre esta primera fase expansionista y aquella, más informal pero más amplia, posterior a 1945. A mediados del siglo XIX, los expansionistas estadounidenses interpretaron la ampliación territorial como una expresión de su “destino manifiesto” (5) de asentar su supremacía sobre el continente y, más allá, sobre Occidente en su conjunto.

Al reinterpretar la historia mundial a partir de su nueva posición de predominio industrial (concentraban el 23,5% de la producción manufacturera mundial, contra el 18% de Gran Bretaña en 1900) y del creciente alcance de sus compromisos internacionales, los expansionistas de fines de siglo imaginaron el ascenso estadounidense como el resultado de un proceso histórico de selección y sucesión imperial que comenzaba en los antiguos grandes imperios y concluía en Estados Unidos. Anticipando la próxima “supremacía económica mundial” del país, un allegado al presidente Theodore Roosevelt escribía en 1900: “No hay razón para que Estados Unidos no se convierta en un centro de riqueza y poder superior al que jamás fueron Inglaterra, Roma o Constantinopla” (6).

Las dos guerras mundiales confirmaron esta visión del devenir histórico. Tras el primer conflicto, las elites británicas debieron avenirse a la idea de una pax anglo-saxonica, es decir, a compartir las “responsabilidades” mundiales con Estados Unidos. Pero éste ya entreveía la futura pax americana.

En 1939, el influyente internacionalista Walter Lippman escribía: “Mientras duró la generación a la que pertenecemos, se produjo uno de los acontecimientos más importantes de la historia de la humanidad. La potencia que controla la civilización occidental cruzó el Atlántico” (7). En 1946, el presidente Harry Truman retomó la idea de una sucesión imperial: “Desde la Persia de Darío I, la Grecia de Alejandro, la Roma de Adriano, la Gran Bretaña de Victoria (…), ninguna nación ni grupo de naciones ha estado investido de nuestras responsabilidades” (8).

En efecto, después de 1945, Estados Unidos se encontraba en el centro y en la cima: reemplazó a Europa, reestructuró y modernizó la economía mundial capitalista e instituyó sistemas de alianzas internacionales securitarios que perduran en la actualidad. A pesar de la “bipolaridad” de un mundo dividido entre un bloque capitalista y un bloque comunista, Estados Unidos siguió dominando el sistema internacional durante las décadas de la posguerra. Contrariamente a las prematuras previsiones de “decadencia” de las décadas de 1970 y 1980, al terminar la Guerra Fría este país se encontraba en el corazón del segundo ciclo de globalización.

Dado que Estados Unidos se convirtió en la única “superpotencia” en una economía capitalista globalizada, sus elites comenzaron a soñar con un nuevo “siglo estadounidense”. En 1998, Zbigniew Brzezinski afirmaba que “hoy, la extensión y la omnipresencia de la potencia mundial estadounidense son únicas” (9). Tres años más tarde, Henry Kissinger evocaría “la ascendencia global de Estados Unidos (…), muy superior a la de los más grandes imperios del pasado” (10). Este momento de triunfalismo no duró mucho. En el medio se produjeron dos guerras y la crisis financiera y económica. Sin embargo, las representaciones imperiales perduran: ¿acaso Barack Obama no se fijó como objetivo global “hacer de este siglo otro siglo estadounidense”? (11).

Ahora bien, el sistema mundial tiende, en la actualidad, inexorablemente hacia el policentrismo. La nueva emergencia de Asia y de otras grandes regiones poscoloniales durante estas últimas décadas y el nuevo rol de países-continentes que, como China, representan el papel de centros semiautónomos del capitalismo mundial, cambia la configuración de base del orden internacional.

Sin ninguna duda, Estados Unidos seguirá siendo una enorme potencia. Pero tendrá que acomodarse al pluralismo y a un papel más modesto en los asuntos mundiales.

* Profesor en la Universidad Americana de París (AUP), autor del ensayo Une autre histoire de la puissance américaine (Seuil, París, 2011), del que aquí publicamos algunos extractos.

Fuente: Le Monde Diplomatique, Edición Nro 149. Traducción: Teresa Garufi

1. Karl Marx y Friedrich Engels, Manifiesto del Partido Comunista, 1848.
2. Fernand Braudel, La Dynamique du capitalisme, Arthaud, París, 1985.
3. John Maynard Keynes, Les Conséquences économiques de la paix, Gallimard, París, 1919.
4. Eric J. Hobsbawm, Industry and Empire: From 1750 to Present Day, Penguin Books, Londres, 2000.
5. Reginald Horsman, Race and Manifest Destiny. The Origins of American Racial Anglo-Saxonism, Harvard University Press, Cambridge,1999.
6. Brooks Adams, America’s Economic Supremacy, The Macmillan Company, Nueva York, 1900, p. 51.
7. Walter Lippmann, “The American Destiny”, Life Magazine, Nueva York, 1939.
8. Citado por Donald W. White, “History and American Internationalism. The Formulation from the past after World War II”, en Pacific Historical Review, vol. 58, Nº 2, University of California Press, Berkeley, mayo de 1989, p. 151.
9. Zbigniew Brzezinski, The Grand Chessboard. American Primacy and its Geostrategic Objectives, Basic Books, Nueva York, 1998, p. 23.
10. Henry Kissinger, Does America Need a Foreign Policy?, Simon & Schuster, Nueva York, 2002, p. 19.
11. Observaciones del presidente Barack Obama ante una sesión conjunta de ambas cámaras del Congreso el 24-2-09.

viernes, 23 de diciembre de 2011

Angola: un salvavidas para el naufragio portugués

  Por David Jódar Huesca
 

Fuiente: http://ginrevista.com/

Cuando parecía que todo estaba bien, cuando no había una amenaza nuclear aparente por medio, cuando la sociedad internacional se preocupaba más por la ayuda humanitaria que por reforzar las fuerzas armadas, entonces llegó la hecatombe financiera. Sin duda ha supuesto un punto de inflexión a la tendencia en las políticas exteriores de los diferentes actores internacionales, cuestionando los paradigmas establecidos. Además de las repercusiones en la esfera internacional, los ciudadanos han sido afectados directamente por el leviatán de los mercados.

Prueba de ello es la situación en Portugal. En este pequeño país los ciudadanos experimentan o incluso vaticinan lo que en un futuro puede suceder en cualquier país europeo, la emigración a países en vías de desarrollo. Portugal ha sufrido la crisis económica en todo su esplendor y los datos lo reflejan a simple vista. Cabe resaltar a modo de ejemplo la deuda pública lusa, que desde el 2007 a aumentado del 65% (sobre el producto interior bruto) a superar ligeramente el 100% en el 2011. Además, las predicciones de los analistas no conceden ninguna mejoría, pues se estima que la deuda pueda alcanzar más del 120% en el 2013. Esto sin duda, repercute en la esfera social habiendo actualmente una tasa de desempleo del 12%[1]. Esta situación sin duda lleva a que los ciudadanos busquen alternativas de vida y deciden, ente otras, emigrar. «Miles y miles de trabajadores están saliendo ya para Holanda, Francia y Bélgica y también para Angola», constataba Albano Ribeiro, el presidente del Sindicato de los Trabajadores de la Construcción Civil del Norte[2] en el año 2009. Resulta sorpresivo que uno de los países receptor de portugueses sea Angola. Actualmente la tendencia lejos de disminuir, ha aumentado y Angola se posiciona como lugar predilecto para buscar suerte.

En las próximas líneas se expondrá el cambio de paradigma migratorio de los países considerados ricos, hacia países que hasta hace escasos años eran considerados pobres. O en otras palabras: cómo han pasado los países receptores de inmigración a ser países emisores.

Se tomará como referencia el caso portugués-angoleño. Angola es un país situado, en el suroeste africano, entre el Congo, la República Democrática del Congo, Zambia y Namibia. Alcanzó su independencia de Portugal  en el año 1975, por lo que su autodeterminación es reciente. En cuanto al sistema político se configura como una república de corte unitaria y con una única cámara legislativa, la Asamblea Nacional (Assembleia Nacional) con 220 escaños. El presidente es José Eduardo dos Santos desde 1979 perteneciente al partido Movimento Popular de Libertação de Angola (MPLA), que ostenta una mayoría abrumadora en el parlamento con 191 escaños. La principal oposición política es el partido União Nacional para a Independência Total de Angola (UNITA) con sólo 16 escaños; el resto se distribuyen entre múltiples partidos minoritarios.  En el 2010 dos Santos modificó la constitución vigente, aboliendo las elecciones presidenciales y estableciendo la elección del presidente a través del partido mayoritario en el Congreso, lo que beneficia claramente a su partido, que tiene expectativas de seguir gobernando sin restricción alguna por parte de una oposición débil y fragmentada. Esto, aunque es una evidencia de una ausencia de calidad democrática[3], proporciona al país una patente estabilidad política.

En cuanto al aspecto económico, Angola se posiciona como uno de los países con mayor crecimiento en África. Los datos son irrefutables, desde el año 2007 el país ha crecido un 36% (tomando como referencia el PIB) y las expectativas de crecimiento son inmejorables, pues según las predicciones de The Economist, en el año 2013 prácticamente habrá duplicado el PIB del año 2007[4]. Angola tiene amplias relaciones comerciales con Portugal, suponiendo las importaciones del país luso un 17,9% sobre el total de importaciones en Angola. El país subsahariano, por su parte, posé actualmente un 4% de las participaciones de las compañías portuguesas que cotizan en bolsa y la inversión se mantiene en crecimiento. Las compañías angoleñas también están creciendo a un ritmo vertiginoso, entre otras la compañía nacional de petróleo “Senagol” con dos Santos a la cabeza.  La tasa de desempleo no está disponible, pero se estima que por debajo del 12%, teniendo en cuenta que en Zambia, su país vecino, es del 13% y no está teniendo el crecimiento económico de Angola.

Como puede comprobarse, Angola posé dos grandes virtudes de cara a los portugueses. Por un lado ostenta una gran estabilidad política debido a la hegemonía de dos Santos a la cabeza del ejecutivo. Esto va unido a las relaciones óptimas que tienen Angola y Portugal, siendo el primero de los mayores acreedores lusos. Por otro lado, el crecimiento económico parece no tener límites, lo que supone un gran incentivo para intentar progresar en el país subsahariano. Todo ello se une a que los portugueses tienen como norma general una formación superior a los angoleños, por lo que las perspectivas de alcanzar puestos superiores en Angola son altas. De esta forma, parece que la tesis inicial se cumple en este caso, es decir, la antigua colonia lusa ha pasado de ser un país emisor a ser un país receptor de migración. No obstante, cabe esperar que esta extraña circunstancia cambie en los próximos años y que se trate más bien de una situación pasajera ocasionada por los problemas financieros portugueses.  Aún así se da la paradoja, aunque transitoria, de que la antigua metrópoli naufragada está siendo rescatada por su antiguo enclave. Sólo cabe contemplar hasta qué punto es una tendencia marginal o empieza a generalizarse.

Referencias:
“Country report: Portugal.” Economist Intelligence Unit. (2011)
“Country report: Angola.” Economist Intelligence Unit. (2011)

[1] En comparación con España es una tasa de desempleo despreciable, pero debe tenerse en cuenta el desempleo crónico española (hasta en años de bonanza) y el desempleo luso en el 2007 que apenas alcanzaba el 8%.
[2] Punzón, Carlos. "Los portugueses buscan en la emigración una salida a la crisis." La Voz de Galicia 26 9 2009, n. pag. Web. 23 Dec. 2011. <http://www.lavozdegalicia.es/mundo/2009/09/26/0003_7995860.htm>.
[3] Debe tenerse en cuenta que el régimen angoleño se considera autoritario según “The Economist Intelligence Unit’s Index of Democracy 2010”.
[4]    PIB nominal de Angola (US$ m): 2007:59,262 2008: 84,179 2009: 75,493 2010: 82,470 2011: 77,806 2012: 94,224 2013: 110,510

Brasil ya es una potencia regional


Raúl Zibechi: “Brasil ya es una potencia regional y tiene muy claro que para ser una potencia mundial tiene que unir a toda Sudamérica”
A principios de diciembre, coincidiendo con la primera cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), el pensador uruguayo Raúl Zibechi, un referente imprescindible para el análisis de los movimientos populares latinoamericanos, visitó Santiago de Chile para participar en el encuentro “América Le Atina Desde Abajo”.
Desde la revista libertaria Política y Sociedad no quisieron dejar pasar la oportunidad de conversar con un gran conocedor de las realidades nuestramericanas sobre la América Latina actual y su posición en el mundo en crisis en que vivimos.
-Estamos asistiendo a cambios geopolíticos muy profundos, se está alterando la correlación de fuerzas entre las potencias mundiales, están apareciendo en escena otras nuevas que reivindican mayor protagonismo en las instituciones internacionales y menor unilateralidad y se gestan nuevos bloques económicos o se redefinen los ya existentes. ¿A qué obedece este proceso y qué relación tiene con la crisis económica actual?
-El proceso, a mi modo de ver, se debe al agotamiento de la hegemonía de los Estados Unidos: de la hegemonía unipolar vamos a una multipolaridad.
¿Cuáles serían las causas de esto? Bueno, son varias, una de las principales es la superposición de tres clases de conflictos sociales en la década de los 60 y 70: movimientos obreros, movimientos de liberación nacional, con independencias en Asia y África y revoluciones en la periferia, y movimientos de las minorías, los derechos civiles en EEUU, feministas, afrodescendientes, pacifistas, juveniles…
Eso lleva al sistema a trasladar progresivamente el centro de acumulación desde la producción a las finanzas y luego a trasladar el eje de sus políticas, por esta evolución del sistema financiero, al abandono progresivo de los estados de bienestar. Finalmente, el sistema financiero adquirió cierto nivel de desregulación sobre todo con las privatizaciones de los fondos de pensiones básicamente en el mundo anglosajón, Estados Unidos, Reino Unido, también en Japón, Países Bajos… que llegó a generar tal cantidad de dinero virtual, acelerado con las nuevas tecnologías, que acabó creando una multiplicidad de burbujas y de dinero virtual circulando por el mundo que supera en varias veces el PIB mundial.
Antes el sistema financiero suponía una fracción del PIB mundial, a día de hoy un solo banco tiene en derivados financieros el equivalente al PIB mundial. Eso es como una máquina que gira enloquecida y que va depredando primero a los países del tercer mundo, por ser los más frágiles, luego a los intermedios y finalmente a los países más ricos, al propio EEUU, generando burbujas, generando niveles de especulación inimaginables en nuestras cabecitas simples que ven una cosa real y que no se imaginan que con una botella de agua se puede especular generando millones de dólares a partir de lo que puede rendir este producto en 20 años más.
Los derivados financieros son un delirio creado para enriquecer artificialmente a un pequeño sector y creo que la crisis mundial actual tiene que ver con esto, con una sucesión de mutaciones que ha hecho el sistema capitalista de lo productivo a lo financiero empujado porque desde lo productivo, que es el arraigo de la gente real a nivel de productor y consumidor, las sublevaciones y las resistencias de la gente lo han ido llevando a un lugar aparentemente más seguro pero que luego se demostró muy inseguro para todo y finalmente los propios capitalistas se acaban devorando entre ellos. En este momento la guerra del dólar contra el euro es una guerra intercapitalista en el cual unos se quieren apoderar de partes de otros, ya no es sólo una guerra contra los pobres, contra los trabajadores, es una guerra entre ricos. Y la guerra que se adivina entre los países emergentes también es una guerra entre los de arriba.
Hay varias peleas simultáneas.
Por un lado, hoy las multinacionales tienen mucho más poder que muchos estados. Los bancos también tienen un poder enorme y han obligado a los Estados Unidos, al gobierno más importante del mundo, a salvarlos, y lo mismo ha pasado en Europa. Ellos no tenían ganas de salvarlos porque es poner en riesgo la gobernabilidad de sus países.
Por otro lado, hay una pelea entre los países emergentes. Que son países que se han venido fortaleciendo frente a los Estados Unidos, Japón y Europa. Aparecen una serie de potencias emergentes sobre todo en Asia, que indican que también estamos en una transición desde la hegemonía occidental a la hegemonía oriental. Son insospechadas las consecuencias que esto pueda tener, porque Occidente, desde que existe como tal, mantiene cinco siglos de hegemonía mundial; pensar en una hegemonía oriental es algo que desafía nuestra imaginación, la mía por lo menos.
-¿Sigue siendo pertinente, en este nuevo escenario, un enfoque anti-imperialista centrado exclusivamente en los Estados Unidos y las antiguas potencias colonizadoras o habría que actualizarlo?
-Actualmente estoy terminando un libro sobre Brasil, justamente porque me he dado cuenta de que sobre todo para los países pequeños de Sudamérica y también para los medianos como Argentina, Colombia, y quizás Chile también, en el futuro el impacto de Brasil como potencia va a ser muy fuerte, desafiando la tesis de Ruy Mauro Marini de hace 30 años del sub-imperialismo.
Hoy Brasil ya no es un país sub-imperialista, hay multinacionales brasileñas con un nivel de acumulación de capitales muy fuerte, ha habido cambios en las clases dominantes de Brasil en la cual se han insertado algunos sindicatos como el de los bancarios, se han insertado gerentes que vienen del PT, del Banco Nacional de Desarrollo (BNDES), en fin, tiene una capacidad de acumular capital muy grande.
Los fondos de pensiones y el BNDES son las dos fuentes de acumulación más potentes a día de hoy en Brasil, y Brasil es de los países que más acumula en el mundo y ya no sólo porque vayan capitales a Brasil, que siguen yendo, sino por la acumulación interna.
Brasil se convirtió en un país exportador de capitales. ¿A dónde? A Argentina, Bolivia, Uruguay, Paraguay… Brasil ya es una potencia regional y tiene muy claro que para ser una potencia mundial tiene que unir a toda Sudamérica. Eso es Unasur, que es más importante que la Celac y que el Mercosur, porque es la unidad de toda Sudamérica, que es su patio trasero. Brasil está construyendo un patio trasero.
Esto quiere decir que la lógica imperialista se mantiene pero ya no está focalizada exclusivamente en Estados Unidos; les recuerdo que en Paraguay se han quemado banderas brasileñas por parte de los campesinos, en Bolivia durante las marchas en defensa del Tipnis y contra el trazado de una carretera que la construye una empresa brasileña (dirigida por un cuñado de Lula), la gente gritaba “Evo lacayo de los brasileños”, en Haití también se han producido este tipo de reacciones. El ejemplo de Brasil es uno solo. Entonces estamos en un escenario distinto.
-Todos los países latinoamericanos, sin excepción, están tomando parte, con diferente velocidad, niveles de promoción e intencionalidad, en un proceso cada vez más amplio de integración latinoamericana, abarcando cada vez más rubros. En estos días se marca un nuevo hito en este camino con la cumbre inaugural de la Celac.
¿Cómo evitar que ese proceso de integración, como ha sucedido en el proyecto europeo, amplíe las desigualdades nacionales y esté al servicio de las potencias más fuertes de la región?; ¿cómo evitar que la integración acabe concretando un “capitalismo andino-amazónico” que concentre la riqueza, excluya a los pueblos y destruya el medio?
¿Cómo concretar una integración desde, por y para los pueblos?; ¿cómo valoras las iniciativas tomadas hasta el momento en el marco de la Alba?, ¿crees que van en ese sentido?
-Todo el escenario está colocado para que Brasil sea la potencia hegemónica en Sudamérica y para que el Amazonas y toda Sudamérica sea llenada de hidroeléctricas, porque Brasil necesita mucha energía. Se están construyendo muchas represas y las está construyendo Brasil. El proyecto IIRSA lo está desarrollando Brasil con préstamos del BNDES.
Yo creo que hay dos caminos.
Uno es que los países de la región le hagan frente a Brasil, pero no confío mucho en ello. Hoy no hay burguesías nacionalistas, hay burguesías que utilizan la celeste o la roja para adormecer a sus pueblos, pero eso no es una burguesía nacionalista. Las burguesías al día de hoy no tienen mayor interés que el crecimiento económico y no van a oponer ninguna resistencia al imperialismo brasilero. Yo creo que la soberanía nacional va a ser patrimonio de los estados fuertes. Y hay estados fuertes en el mundo. Estados Unidos pese a todo es un estado fuerte, Brasil es un estado fuerte, China es un estado fuerte. Alemania es un estado fuerte, pero incluso dentro de la Unión Europea ¿quién más? Un poco Francia o el Reino Unido, pero éste juega para otro lado.
Desde luego que un mundo multipolar es mejor que un mundo unipolar, porque a los pueblos la multipolaridad les abre una brecha porque hay equilibrios más frágiles: la unipolaridad es como una losa que pesa mucho. Ahora bien, yo no voy a luchar por la multipolaridad, yo voy a describirla e incluso a decir que me parece bien que emerjan potencias que desplacen a Estados Unidos, pero yo no voy a luchar para que Brasil sobrepase a Estados Unidos, voy a tomar nota de eso y voy a tratar de acomodar nuestra lucha, la de los pueblos, para enfrentar ese nuevo escenario. Un mundo multipolar es mejor, pero yo no voy a animar a los pueblos a luchar por ese mundo multipolar, porque ese mundo multipolar es neoliberal, capitalista, depredador.
Una integración latinoamericana me parece que es buena si se hace en pie de igualdad. En ese sentido, no tengo muchas esperanzas en la Alba porque es muy desde los estados, pero creo que en el marco de la integración regional, la Alba empuja a Brasil a hacer más concesiones. Creo que está bien que exista la Alba, pero no es mi proyecto. Creo que está bueno que exista el Banco del Sur para joder al Fondo Monetario Internacional, creo que está bueno que exista el Fondo del Sur si se hacen obras dentro de América Latina no para importar, como la IIRSA, sino obras de integración de verdad. No voy a luchar por eso, no voy a poner mis pocas fuerzas en luchar por eso, pero me parece que son procesos interesantes que nos abren puertas o pueden abrirnos puertas.
Por otro lado, si observamos finamente las cosas veremos que en Brasil hay una resistencia muy fuerte a una gigante hidroeléctrica como Belo Monte, en donde hay muchos actores, desde la Iglesia hasta pueblos indígenas, pasando por ambientalistas. O que en Jirau, una represa sobre el río Madeira, a principios de año hubo una gran revuelta, los 20.000 obreros que había trabajando en su construcción se levantaron y lo quemaron todo (N.d.R. ver un artículo de Zibechi al respecto). Son luchas que se parecen mucho a las que hubo en Cajamarca [Perú] estos últimos días contra la minería de oro, a la del Tipnis en Bolivia, a la de Hidroaysén en Chile…, ese camino alternativo pasa porque seamos capaces de coordinar y complementar estas luchas para que de alguna manera le pongan un freno a este capitalismo tan depredador. Yo a largo plazo soy optimista.
-Eres uno de los críticos más reconocidos del llamado “extractivismo”, el modelo de crecimiento económico mediante la explotación y exportación de recursos naturales que predomina en América Latina a día de hoy, ¿cuáles son los efectos económicos, sociales, políticos y culturales de este modelo?
-Los efectos ambientales los conocemos, son depredación y contaminación. Los efectos económicos son expropiación de recursos, agua, tierra, minerales. Y los efectos sociales son dramáticos, porque el extractivismo tiene un problema respecto al modelo fabril, y es que aunque éste fuera capitalista necesitaba productores y consumidores, entonces la patronal tenía que dialogar con sus obreros para que no le pararan y tenía que ofrecerle a los consumidores algo interesante. Ahora una minera que saca un mineral de Pascua Lama y lo manda a China necesita muy pocos trabajadores en Chile, ningún consumidor y además de dejar toda la contaminación que deja, genera cada vez más polarización social, da empleo a muy pocas personas, técnicos y poco más, porque hoy la minería es como una plataforma petrolífera, con un centenar de personas que se rotan y aisladas de las comunidades, ni siquiera hay posibilidad de resistir ahí.
Se ha hablado mucho de los efectos ambientales del extractivismo, eso está muy bien, pero apenas hemos hablado de los efectos sociales, del sinnúmero de pobres que genera, a los cuales se les aplica posteriormente esas políticas focalizadas del progresismo.
-¿Cómo se podría hacer para atraer a una alternativa al extractivismo a sectores sociales que están cabalgando sobre él o que en cierta medida se están beneficiando de la redistribución que se hace de sus regalías desde estos gobiernos progresistas?
-Acá hay un problema que, creo, tenemos todos los que estamos en contra de esto. Yo tengo claro que estoy contra el extractivismo, pero no tengo una alternativa para ofrecer al extractivismo. Es decir, tengo una alternativa para que en un barrio los vecinos tengan una huerta ecológica y no pasen tanta hambre, eso sí. Pero para los estados no hay una alternativa a la vuelta de la esquina. Y es que el lucro de las commodities es tan alto que no tenemos una alternativa.
Está claro que esto puede ser un handicap, pero hay que reconocerlo claramente; “señor, esto no me gusta, pero no sé qué hacer con esto”, porque las fábricas del patrón, como durante la revolución catalana, podías expropiarlas y ponerlas bajo control obrero y funcionar en régimen de autogestión. Después podías plantearte que para que el trabajo no fuera tan alienante se implantara en lugar del taylorismo algo más flexible, pero la producción estaba ahí. Ahora nosotros no podemos hacer un extractivismo bueno, un extractivismo bajo control obrero, que es lo que sostiene García Linera [vicepresidente de Bolivia] cuando dice que si el extractivismo es hecho por el Estado no es extractivismo. Y sí, lo es, el problema es que no tenemos una alternativa y esto hay que mirarlo de frente: “no tengo alternativa”. Bueno, vamos a ver cómo la construimos.
-¿Qué herramientas de análisis les recomendarías a los movimientos populares que pretendan generar una lectura propia, anticapitalista, alternativa, de la geopolítica de América Latina?
-Tienen que mirar los principales emprendimientos que hay en su país y ver a qué sectores pertenecen; te pongo el ejemplo de Uruguay. En Uruguay se ha vendido en 10 años el 40% de la tierra, casi la mitad de la tierra ha cambiado de manos. Y ha ido a parar a brasileños, a argentinos y a multinacionales, entre ellos a la papelera española Ence. La producción de soja es toda argentina, la carne es la mitad brasileña y el arroz es todo brasileño.
Esa es una lectura geopolítica. Las principales exportaciones nuestras son a Brasil y a China, antes eran a Estados Unidos y a Europa. Hay mecanismos relativamente sencillos que no implican el análisis geopolítico. China es entre el primero y el segundo importador de América Latina y está siendo uno de los principales inversores en minería y en hidrocarburos.
Entonces, yo creo que a través de esos indicativos sencillos o relativamente sencillos un movimiento puede darse cuenta que estamos transitando un cambio de hegemonías. En Brasil es muy claro, durante toda la colonia española todas las exportaciones de Brasil iban a Portugal, desde la independencia hasta 1920 era Inglaterra, de 1920 a 2010 era EEUU y hoy es China, y ése es un cambio que llegó para quedarse.
Hoy algo está cambiando, y muy pesado está cambiando. Yo creo que a través de esos indicadores podemos ver cambios geopolíticos. La gente tiende a plantearse la teoría del paréntesis, “EEUU era el hegemón y después de este paréntesis seguirá siéndolo”, y no es así, hay un giro. Convencer a la gente de que hay un giro es importante para que aprendamos a mirar lo nuevo, lo que está pasando.
Y la hegemonía china en el mundo, yo no sé desde el punto de vista político cómo puede ser, pero desde el punto de vista económico significa un desastre, está siendo un desastre. Desde el punto de vista cultural ¿puede implicar cambios? Pensémoslo un momento desde el punto de vista de los movimientos populares. Celebramos el Primero de Mayo, una fecha que se creó en EEUU, en Chicago. Celebramos el 8 de Marzo, que se generó en Nueva York. Celebramos el 28 de Junio, que es el día del orgullo gay, que nace en EEUU. Que es la misma cultura que la europea, y también celebramos la revolución francesa en Uruguay, los obreros cantaban “La Marsellesa”, los obreros entonaban canciones de la revolución española. Ahora bien, culturalmente, ¿qué nos une a los chinos? Puede que los aymaras dirían otra cosa o los mapuches, por ejemplo, que tienen una filosofía que es la del tercero incluido, al igual que las filosofías orientales no hay dialéctica de contrarios.
Lo que estoy queriendo decir es que es un escenario abierto, queda muy claro que la hegemonía occidental está tocando su fin, incluso culturalmente. Hay que estudiar, hay que aprender. Capaz que hay más sintonía entre los pueblos indígenas y los pueblos orientales que entre nosotros y ellos; no lo sabemos pero se abren interrogantes muy fascinantes para pensar y para estudiar.
Diciembre 20, 2011
Por Revista Política y Sociedad
Publicado en www.anarkismo.net