En Francia, la obsesión de Paranagua |
Por Leyde E. Rodríguez Hernández
Rebelion. 04-01-2011Por mediación de un amigo conocí un artículo con el crédito de Paulo Paranagua, prolijo periodista del diario francés Le Monde, cuyo título: “Castro y la izquierda latino- americana”, le serviría para obtener un chocolate caliente en la gélida noche vieja francesa. Una ocasión no menos propicia para también optar por un “meritorio” aguinaldo de nuevo año.
Lo que aquí se comenta fue publicado, el 30 de diciembre, en el blog de Paranagua incrustado en la versión digital del periódico Le Monde, en plena etapa de jolgorio parisino con motivo de las lindas fiestas de fin de año.
Genera verdadera compasión que cuando el público galo de Le Monde festejaba, Paranagua estuviera sofocado -como una rara excepción en este mundo- tramando ideas, frases altisonantes e impresionantes para construir un artículo contra su más brutal adversario: “Fidel Castro”, y lo que, sin tapujos, él ha denominado en décadas “el régimen dictatorial de La Habana”.
¡Infortunado Paranagua! Tamañas pesadillas pudieron haberle arrebatado el sueño y los días de descanso a inicios del nuevo año.
Más allá de la motivación personal de Paranagua, -sólo él y sus dioses sabrán con certitud- la publicación de la nota de marras se afinca en los sondeos del Instituto Latinobarómetro para el 2010, el cual nos avisa que la popularidad del líder de la Revolución cubana, Fidel Castro, se encuentra en el más bajo nivel entre los dirigentes políticos de la región, según las consultas a personas en dieciocho países.
Paranagua coloca, sin más argumentos y con toda intención, la dirección del sitio en Internet de esa institución: http: //www.latinobarometro.org/, para que su público consulte un excelso centro de proyecciones científicas, en el que los gráficos y las tablas incitan la emoción del pensamiento. Su único fin es poder mostrar y demostrar la verdad revelada de ciertas clases privilegiadas en las Américas.
Los pueblos de la región difícilmente podrían dar credibilidad a un barómetro identificado con las aproximaciones teóricas y los objetivos político-mediáticos de las oligarquías. De sobra es conocido que constituyen unos sondeos con nula comprobación sobre el terreno de sus datos matemáticos y cientificistas.
La carencia de evidencias y testimonios, para determinar quién es el más aceptado, el más popular y el más repudiado en materia de liderazgo político en América Latina, mutilan el esfuerzo intelectual del barómetro regional.
Llama la atención que la encuesta haya hurgado en la aceptación del antiguo Jefe de Estado de Cuba, Fidel Castro, y no se haya detenido, por ejemplo, en conocer el grado de conformidad con otros ex presidentes de la región. Está ausente una valoración sobre George W. Bush, quien al frente de la administración de Estados Unidos diseñó políticas desastrosas hacia América Latina, y llevó a cabo guerras que mantienen encendida la mecha de los conflictos a nivel global. Políticas y pésimos procedimientos que Obama ha dado continuidad.
Para que sea creíble y con apego a la realidad, una encuesta sobre la dirigencia cubana debería hacerse en las calles de la Isla o al ritmo del calor humano en el acto de los trabajadores por el 1 de mayo de 2011, en La Habana. En el ámbito latinoamericano bastaría entrevistar a las poblaciones beneficiadas de los servicios médicos de los especialistas cubanos. Una labor humanitaria que tiene en Fidel Castro especial seguimiento, como su principal promotor en el desarrollo de la política cubana de cooperación y solidaridad internacional.
Haití, es un ejemplo, en donde más de 1 200 médicos cubanos brindan ayuda, en un país que quedó totalmente devastado luego de sufrir un terrible terremoto, y ahora la epidemia de cólera hace mayor los daños. Según las estadísticas publicadas, los médicos cubanos, trabajando en 40 centros a través de Haití, han tratado más de 30 000 pacientes de cólera desde octubre. Son el mayor contingente extranjero en la atención médica de alrededor del 40 por ciento de todos los pacientes de cólera en ese país.
Y no es nuevo, el esfuerzo cubano en favor de la salud humana comenzó desde el triunfo mismo de la Revolución. Sus logros son apreciables en el hecho de que en el 2011 se pronostica la graduación en la República Bolivariana de Venezuela de 8 000 médicos que fueron capacitados en la teoría y en la práctica con la cooperación de los especialistas cubanos, permitiendo de esta forma que Venezuela alcance niveles de salud que la ubicarán entre las primeras naciones del mundo.
De regreso a la evaluación de los líderes por el Latinobarómetro, queda al descubierto la intención de atacar y minimizar a los países de la Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA). No es casual que los dirigentes relacionados en la página 121 del informe con las valoraciones más negativas sean por este orden: Evo Morales, Daniel Ortega, Hugo Chávez y Fidel Castro.
Ni el barómetro latinoamericano, ni Paranagua tuvieron el buen designio de mencionar al presidente cubano Raúl Castro, que tan importante trabajo de continuidad de la Revolución cubana realiza de conjunto con la abrumadora mayoría de la población cubana. Tal vez eso se deba porque fue electo para perfeccionar el socialismo y consolidar la independencia política y económica de la mayor de las Antillas.
Por supuesto, la credibilidad del Latinobarómetro de la derecha es cuestionada, puesto que entra en contraposición con los sentimientos de los pueblos.
Además, lo corrobora el hecho de que el documento, en su página 15, sitúa a Estados Unidos a la cabeza de las “democracias” más consolidadas del continente. En contraste, coloca a Venezuela y Cuba en los últimos peldaños por debajo de Honduras, donde desgobierna una dictadura resultante de un golpe de Estado entronizado bajo la complicidad silenciosa de Estados Unidos y la derecha latinoamericana.
Claro, como de costumbre, el barómetro no podía dejar de mencionar los incidentes con presos en Cuba durante el 2010, y el proceso de excarcelación de un amplio grupo de ellos. Su diagnóstico reduce el acontecer anual de la Isla a esos hechos. No se refiere a sus importantes logros sociales, todavía ausentes en muchos países de la región. Obviamente, campea por su respeto la omisión de los profundos debates democráticos de su población en torno a las ideas programáticas de actualización del modelo económico a las condiciones de Cuba y el mundo.
Sin embargo, el barómetro -citado por Paranagua- acierta sobre algo que es inobjetable: el mayoritario rechazo de la opinión pública al bloqueo (lo llama embargo), algo que el periodista de Le Monde aborda con timidez en su artículo, y no se atreve a solicitar que sea levantado en el 2011 por la administración de Obama. Estoy seguro que si Paranagua osa escribir en propiedad sobre los efectos del bloqueo contra Cuba, perdería la deleitable cobija de su blog a la carga de Le Monde durante los 365 días del calendario.
En efecto, un bloqueo que Cuba está padeciendo desde hace medio siglo y que ha causado, según cálculos realizados por el propio gobierno cubano, un daño económico directo acumulado hasta diciembre de 2009 ascendente a 118 mil 154 millones de dólares, pero que se incrementaría a 239 mil 533 millones de dólares si se tomara como base la inflación de precios minoristas en Estados Unidos, y si se compara a la evolución del precio del oro la cifra sobrepasaría los 700 mil millones de dólares.
De ese escenario de todos los días a causa del bloqueo Paranagua no desea hablar, mucho menos escribir.
Para más disparate, Paranagua apuntala su artículo con algunos pasajes de un pequeño libro de Claudia Hild. Ella es una profesora argentina que acaba de publicar un ensayo titulado “Silencio, Cuba: La izquierda democrática frente al régimen de la Revolución cubana (Editorial Edhasa Buenos Aires, Paz y Tierra, Sau Paulo). A juzgar por su presentación y los comentarios emitidos por Paranagua, también se entretiene con la sinfonía que desvaloriza el proceso revolucionario cubano.
Se comprende que Claudia Hild no está en condiciones de entender el proceso cubano. Le resulta imposible porque no va a sus raíces, no ha estudiado su evolución histórica. Paranagua se encarga de demostrarlo cuando cita las recientes declaraciones de la autora en Buenos Aires: "Estoy más cómoda con la teoría política que con la historia".
Aunque es desconocida la notoriedad de la profesora Hild, el solo hecho de presumir de la comodidad de ignorar la historia coloca interrogantes acerca de la metodología utilizada para el estudio de un proceso histórico por excelencia. Probablemente con su revelación, difundida por Paranagua en su blog, no haya hecho más que pregonar la existencia de una debilidad académica.
La profesora Hild debiera recordar que la teoría política surge de la historia. Se nutre de la historia. En otras palabras, la historia está en el origen de la teoría política. La historia es la fuente originaria de todas las ciencias sociales, incluyendo la filosofía. La historia es la primera ciencia que estudió la política. Todavía en nuestro tiempo la historia contribuye activamente a la elaboración de los principales enfoques teóricos de la política, independientemente de la orientación ideológica de sus exponentes.
La subestimación de los procesos históricos, de sus causas y consecuencias, obstaculizan la posibilidad de analizar con objetividad los fenómenos del presente y el carácter de sus fuerzas actuantes. E incluso, limita la capacidad del estudioso para tomar de las lecciones del pasado los requerimientos teóricos y prácticos para transformar el mundo en beneficio de la Humanidad.
Hild no podría negar que en la historia también se encuentra la teoría, aunque ya sabemos que prefiere optar por esta última.
Fidel Castro, Cuba y el ALBA han demostrado que no existe el fin de la historia. Todavía estamos lejos del triunfo de la teoría política sobre la historia, porque ambas ciencias se complementan en el estudio de los fenómenos políticos y económicos internacionales.
A juzgar por lo escrito sobre Cuba y América Latina, Hild privilegia los enfoques paradigmáticos de la derecha y de la ciencia al servicio de las oligarquías. Sí, de un sector minoritario que desprecia a los países del sur y los mide con falsos barómetros, ocultando las realidades objetivas de las naciones, pueblos y grupos humanos.
En ese sentido, el Latinobarómetro se felicita en coronar en los mejores rangos democráticos y de derechos humanos a las potencias que imponen el pensamiento único occidental. Las mismas que ejercen un poder dominante a escala planetaria, gracias al concurso de un conjunto de países que siguen a cadencia de comparsita las disposiciones de Estados Unidos y sus aliados de la Unión Europea.
En fin, Paranagua nos regala más de lo mismo por el nuevo año en su blog del afamado Le Monde. Trinchera en la que con asiduidad reitera que su pluma sigue fiel a sus vagos y febriles argumentos contra Cuba y los países del ALBA. Su apego sin límites a la causa contra Fidel Castro, Chávez y otros líderes progresistas, se mantiene en pie para el 2011, pues ha sabido ganarse el puesto de tenaz gladiador en el coliseo de las campañas mediáticas de la prensa francesa. Fidel Castro y Cuba siguen siendo sus temas preferidos. Fidel Castro es su obsesión personal y el más injuriado en toda la gacetilla periodística emanada de su estilo pusilánime.
Sin necesidad de un barómetro, desde el palco de los lectores, aprecio que el respeto por las estulticias elucubraciones de Paranagua se encuentran al mismo nivel de aceptación que otros cubanólogos parisinos implicados en escudriñar el acontecer cubano desde una óptica enrevesada y simplista. Siempre alineada con los que desean destruir la obra que defiende la abrumadora mayoría del pueblo cubano.
Pero mañana serán vilipendiados por Paranagua: Raúl, Orlando, Mariela, Eduardo, porque no son los nombres de personas el centro de sus rabiosos y frustrados artículos, sino lo que ellos representan en ideas de progreso y un futuro socialista en construcción para Cuba y por la izquierda latinoamericana, de la cual en realidad reniega y no quisiera saber.
Y, claro, todo esto se debe a la endeble comodidad de acogerse a una teoría con límites estrechos para la talla del sur político. A la insistencia en el fin de la historia. Por ver el nacionalismo donde existe el patriotismo. Por sufrir la insoportable levedad del desconocimiento histórico. Y persistir, finalmente, en la búsqueda de un aguinaldo para cada nuevo año.
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