Que el Tribunal Internacional de La Haya asumiese con celeridad la encomienda norteamericana y de las restantes potencias occidentales de intentar encauzar a las actuales autoridades libias por crímenes de lesa humanidad, no extraña a nadie medianamente informado.
Al fin y al cabo, así ocurrió tiempo atrás con relación a los dirigentes de la desmembrada Yugoslavia, también a instancias de la Casa Blanca y sus aliados, por solo citar un ejemplo inmediato.
Y es que si vamos a mirar un poco más lejos en este escabroso terreno de la aplicación justa o no de las leyes internacionales y del papel de las entidades globales, la constante que nos abruma no es otra que la finalidad de la mayor potencia del orbe de manejar a su antojo semejante aparato, utilizarlo a capricho, y, desde luego, desentenderse, negar y obsticulizar posibles dictámenes en su contra.
La Organización de Naciones Unidas y sus diferentes dependencias se supone nacieron para evitar conflictos, impartir equidad y hacer un mundo más equilibrado, participativo y racional.
Sin embargo,en la óptica de los aspirantes a hegemonistas, el papel estaba y está reducido al de instrumentos dóciles de las aspiraciones imperiales.
Así, entre sus grandes pifias, las entidades globales santificaron el desalojo de los palestinos de sus tierras ancestrales y la creación, a instancias de occidente, del estado sionista de Israel.
Bajo la bandera de la ONU se cercenó a capricho la geografía vietnamita a fines de la Segunda Guerra Mundial, y se agredió militarmente en la década del 50 a la República Popular Democrática de Corea.
La "protección" de Naciones Unidas fue el telón de fondo del asesinato del primer ministro congoleño Patricio Lumumba en 1961; y no pocas veces las pretendidias "fuerzas de paz" adscritas al máximo organismo internacional han sido solo ejércitos destinados a imponer los criterios de los ricos del orbe.
Y cuando el movimiento progresista internacional ha presionado a fondo a favor de democratizar tales tribunas globales, la repuesta oficial norteamericana no ha sido otra que cortar o atrasar deliberadamente sus aportes momentarios a una ONU aposentada esencialmente en Nueva York, e incluso instar públicamente a la salida de la gran potencia de las filas de Naciones Unidas, "copada por los extremistas", según reza textualmente el Programa de Santa Fé de la ultraderecha gringa para los años 80 de la pasada centuria.
Pero hay más. Y es que lo que se reclama, impone y receta para otros invocando torcidas visiones de las leyes globales, no tiene cabida en el caso norteamericano.
De hecho, los Estados Unidos ha "negociado" con más de un centenar de naciones, a las que otorga ayudas militares o de otro tipo, que ningún ciudadano de la Unión pueda ser juzgado por violaciones de los derechos humanos o crímenes de lesa humanidad en tales territorios, de manera que en esos casos el Tribunal de La Haya es inoperante y descartado de plano por el "gran fiscal" universal.
Nada, son las licencias que se imponen a cara descubierta, como para insistir ante todos que en el barrio la voz del guapo debe ser acatada sin chistar.
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Fuente: EXCLUSIVO, 23/07/11
Fuente: EXCLUSIVO, 23/07/11
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