Por Julio Valdeon Blanco
Obama llegó entre confetis y el viento de la
historia amenaza con agrietarle el busto. Al héroe de Chicago, al hombre que
cantaron Pete Seeger y Bruce Springsteen, le aguardan dos años crudos. Peleará
por su legado, tal y como escribe hoy Peter Baker en el New York Times, y lo
hará con la soga al cuello, frente a un legislativo controlado por los
republicanos. Triste epílogo para quien invocaba a Rosa Parks y Luther King,
Cary Grant del siglo XXI y héroe oficial de un tiempo nuevo al que antiguos
colaboradores y ex asesores áulicos machacan cada semana con libros de memorias
para corroborar que en política apenas media un soplo entre el halago y la horca.
Pesó el hastío del
votante demócrata, que se quedó en casa, hasta el gorro de promesas
incumplidas, pero también el entusiasmo generado por la bancada conservadora.
Hicieron de las elecciones a las Cámaras un plebiscito. Todo o nada. Rojo o
Negro. Los dados cantaron el acabose y Obama, que no defendía aquí sus
políticas, regresó a la cama con la túnica roída y la amenaza creciente de
posar como aquel Carter al que un actor de serie B arrojó al pudridero. Mucho
han de cambiar las cosas, por cierto, para que nazca la siempre aplazada
reforma migratoria. No se acometió durante los primeros años de mandato, cuando
los demócratas dirigían también el Congreso y el Senado, como para que salga
adelante ahora, en territorio hostil.
Cuentan los que
están en el secreto que Obama no compartía el ostracismo al que lo sometieron
los suyos. La mayoría de los candidatos lo rehuía. Negaban al padre para así
desligarse de sus fracasos. De poco sirvió el buen rumbo económico, la reforma
sanitaria, los paquetes crediticios.
El que entró en la
Casa Blanca como César, aclamado por multitudes, parecía un leproso. Y puede
dar gracias. A fuerza de ocultarlo no lo han socarrado por completo. A veces
pienso si no será todo fruto de la maldición invocada por la anciana Etta James,
gran trueno del soul, cuando despotricó contra Obama porque en la noche del
baile que ungía al presidente fue una pálida imitadora, Beyoncé, y no ella la
que cantó At last. Acaso lo que media entre Etta y Beyoncé sea metáfora de la
brutal distancia entre lo prometido y lo alcanzado.
Entre tanto los
republicanos pata negra, con su histórico triunfo, logran sacudirse siquiera en
parte al león del Tea Party. El ala clásica del partido podrá sortear al fin el
populismo que hizo del Capitolio un mapa de la demagogia capaz de desenchufar
las burocracias federales y hasta abocar al país a un impago colosal.
El flamante
senador Mitch McConnell y un imperial John Boemer en el Congreso son los
procónsules republicanos con los que Obama deberá de entenderse. Los cercanos
al presidente prometen guerra, mensajes contundentes, torerías de última hora,
pero el ocaso es ya inevitable. O como explicó Bob Dylan, “It´s not dark yet, but it´s
getting there.”
NOVOSTI
11/11/2014
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