Por Arturo López Levy | ||||
El simple hecho de que Cuba y Estados Unidos están en
el mismo barco luchando contra la epidemia de Ébola en África Occidental
demuestra cómo el nivel de conflicto entre los dos países es irracional. Mientras La Habana y Washington tienen
diferencias considerables- y no hay esfuerzos paralelos en contra del Ebola que
las elimine- es evidente que las narrativas de sospecha e intransigencia han
limitado posibles esfuerzos conjuntos para beneficio de ambos países y el mundo
en general.
(Especial Infolatam).- Pero, las palabras importan. Las recientes
declaraciones de John
Kerryy a Samantha Power en representación del Departamento de Estado,
alabando lo que Cuba hace para derrotar el Ébola en África-, así como las
declaraciones de Fidel [1]y Raúl Castro [2] de que Cuba da la bienvenida
a esfuerzos de colaboración contra el Ebola con los EE.UU.muestra que el tiempo
para una revisión de las relaciones bilaterales ha llegado.
El presidente Obama [3]debe
aplicar la máxima de su ex jefe de gabinete, Rahm Emanuel de que en política las crisis no se
desperdician. La crisis del Ébola ofrece una oportunidad para avanzar su agenda
de diálogo y negociación pragmática con adversarios. El liderazgo político en
la Casa Blanca y el Palacio de la Revolución pueden transformar una lucha común
contra una epidemia en una cooperación conjunta sistemática para el avance de
los derechos a la salud – que es un derecho humano tan importante como el de
elecciones competitivas- en todo el mundo en desarrollo y los intereses
nacionales de los dos países vecinos.
Las condiciones políticas están dadas. Los
estadounidenses apoyan actuar decididamente contra el Ébola y aplaudirían que
el presidente ponga las vidas y la cooperación médica con Cuba por encima de la
ideología. A medida que más información sale
sobre los esfuerzos cubanos de salud global, se clarifica lo irracional que es
suponer que toda la presencia cubana en el mundo en desarrollo sería
perjudicial para los intereses nacionales y valores de los Estados Unidos. Los
más de 50.000 médicos cubanos y personal de la salud que trabajan en 66 países
juegan un papel clave para mejorar el desarrollo humano y proteger a un mundo
bajo el liderazgo liberal de los EE.UU de la propagación del Ébola y otras enfermedades
contagiosas.
La constatación de esa
realidad plantea una reevaluación de varias políticas estadounidenses mal
guiadas. Durante el gobierno de Bush, e
incluso bajo el mandato de Obama,
Estados Unidos gastó generosamente para apoyar a grupos en Miami que se centran
en socavar la cooperación internacional de salud de Cuba en África y América
Latina. Bajo
el manto de la promoción de la democracia, varios programas de Radio y TV Martí
gastan dinero del contribuyente en denigrar al sistema de salud cubano y
cuestionar la preparación de los galenos de la isla. Ese tipo de esfuerzos lo
único que hace es restar credibilidad a denuncias de abusos de derechos humanos
en Cuba que si lo ameritarían. ¿Por
qué habría que atacar el sistema de salud cubano y la gestión humanitaria de
sus galenos para abogar por un sistema político más abierto en la isla?[4]
Nelson Arboleda, representante de Estados Unidos y
director del Centro de Prevención de Control de Enfermedades de Estados unidos
para Centroamérica, participa en la reunión técnica de especialistas y
directivos para la prevención del Ébola, en La Habana (Cuba).
El Programa de Estados
Unidos; Cuba Médical
Profesional Immigration Parole (CMPP)
es una reminiscencia de la Guerra Fría. Este programa que anima a los médicos
cubanos a abandonar sus contratos en terceros países y emigrar a los Estados
Unidos ha sido presentado como promotor de derechos humanos desacreditando lo
que pudiesen ser esfuerzos genuinos en esa materia. A Emilio González, el cubano-americano que creó el programa
mientras fue director de los servicios de ciudadanía e inmigración de Estados
Unidos bajo la administración Bush,
no le importó nada la salud de las poblaciones atendidas por dichos médicos o
la soberanía de esos países. Amnistía Internacional y Human Rights Watch deberían
analizar CMPP y denunciar este programa como perjudicial para los derechos
humanos en el mundo en desarrollo. Así, ayudarían a la administración Obama a
terminarlo.
La hostilidad de
Washington hacia los esfuerzos internacionales de salud de Cuba está dividiendo
a Estados Unidos de otros países democráticos. El problema para los acérrimos
de la Guerra Fría en Miami, es que los ejemplos de cómo Cuba comparte la carga
y los méritos de los esfuerzos internacionales de salud con aliados de Estados
Unidos se están expandiendo. Cuba coopera con varias instituciones de la Unión Europea,
Brasil, Canadá y Noruega en los proyectos de educación médica en la isla, en
Haití y otros países.
Los programas podrían incluso crecer como resultado de la actual negociación en
Bruselas entre la UE y Cuba para un acuerdo global de cooperación y diálogo
político.
La buena noticia es que
dos ex presidentes de Estados Unidos, James Carter y Bill Clinton, han hablado positivamente sobre los logros de
salud de Cuba y sus programas internacionales. El Presidente Carter y
la ex primera dama Rosalyn incluso visitaron la Escuela Latinoamericana de
Cuba de Medicina en 2002. En una reunión con el entonces ministro de salud
cubano Carlos
Dotres, la señora Carter mencionó
que el programa de Salud Global de su centro presidencial le gustaría colaborar
con los esfuerzos cubanos en materias de educación para la salud y asistencia
internacional. No
hay una explicación de seguridad nacional, política o estratégica que explique
por qué tales esfuerzos humanitarios no están ocurriendo.
¿Hacia un futuro diferente?
La administración Obama merece
el aplauso por su decisión de enviar a un representante estadounidense a la
reunión del ALBA en la Habana para coordinar la respuesta continental a una
posible llegada del Ebola al hemisferio. Al ser preguntado por las oportunidades
de cooperación de salud entre Cuba y EE.UU, Nelson Arboleda, Director para Centro-Americano del Centro de
Prevención y Control de Enfermedades respondió que EE.UU “está dispuesto a
trabajar con todos los actores de la región interesados en asegurar una respuesta
eficiente a nivel global contra el virus”. El tono de las declaraciones del Secretario John
Kerry indica que EE.UU está abierto a propuestas concretas para beneficio
mutuo.
El gobierno
norteamericano simplemente sigue posturas que ya fueron adoptadas por la
derecha latinoamericana más moderna. Los programas cubanos de educación médica y atención
de salud han funcionado con gobiernos latinoamericanos y caribeños de diverso
signo ideológico, no solo de izquierda. En
el caso chileno, el excandidato presidencial de la UDI, y entonces alcalde de
Santiago,Joaquín
Lavín viajó a la Habana en 2002 a estudiar
la experiencia cubana junto con un equipo de trabajo que después usó para
mejorar los estándares de salud en varias barriadas. “Uno puede estar en desacuerdo
con un sistema, o en desacuerdo con el comunismo, pero si hay cosas buenas como
el sistema cubano de medicina familiar, y que puedan servir a la gente de
Santiago, yo lo voy a hacer”.
Cuba y sus aliados en la
región deberían también aprovechar la oportunidad. La cooperación Internacional
de la Salud no debe ser sólo acerca de cómo derrotar el Ebola. De cara a la
Cumbre de las Américas de Panamá, la organización panamericana de Salud, de la
que son miembros Cuba y EE.UU podría presentar planes de integración
inter-americana en la preparación para el enfrentamiento de pandemias. Salvo en el caso de consideraciones de
seguridad, no debería haber restricción o condicionamiento alguno al comercio
de medicinas o la asistencia educativa y técnica en el área de salud entre Cuba
y EE.UU.
Una apertura constante
de la cooperación bilateral de beneficio mutuo con Cuba por las instituciones
gubernamentales de salud, el sector privado y las fundaciones con sede en los
EE.UU. puede desencadenar sinergias positivas para actualizar la política
estadounidense hacia La Habana. Como candidato presidencial y senador, Barack Obama fue uno de los críticos más fuertes a mirar a
Cuba a través del cristal de la Guerra Fría. Como presidente, no es suficiente
secundar la misma política de bloqueo aplicada por sus predecesores. Debe
ajustar la narrativa oficial sobre Cuba: no es una amenaza para Estados Unidos, sino un país en
transición hacia una economía mixta, y una fuerza positiva para la salud
mundial.Artículo impreso desde
Infolatam: http://www.infolatam.com
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