jueves, 14 de mayo de 2015

La extrema derecha, fantasma sobre el panorama político europeo



Por Richard Ruíz Julién*

La Habana (PL) Es usual encontrar artículos en la prensa internacional donde se advierte sobre un caldo de cultivo para la reproducción de la ultraderecha, sobre todo, en una “nueva” Europa con viejos vicios causantes del ascenso del radicalismo político.

Los motivos por los que estos partidos xenófobos y euroescépticos tienen acomodo en los parlamentos de diversas naciones son múltiples y cada vez se hace más necesario evidenciar su auge, en especial, en los últimos seis o siete años.

La crisis económica iniciada en 2008 en la Unión Europea (UE) puso de manifiesto sus defectos como una entidad todavía en construcción, con carencias para afrontar los retos impuestos por el elevado desempleo, la deuda, la inmigración o el auge de partidos políticos populistas, de extrema derecha, según Rodríguez Hernández.

Por ello, de acuerdo con el profesor titular del Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI) “Raúl Roa”, durante 2014 y a las alturas de 2015, Europa aún no sale de la crisis sistémica capitalista, la cual se expresa, no sólo en lo económico y lo político, sino en lo social, moral e institucional.

Dichas consideraciones parecerían contrarias a los reportes de los grandes emporios comunicativos, donde sí se propugna la idea de un “reflote” o una recuperación del bloque comunitario.

Sin embargo, el también Doctor en Ciencias Históricas y Licenciado en Relaciones Políticas Internacionales refiere que los líderes europeos no logran todavía un objetivo común o una meta para evitar el euroescepticismo de vastos sectores sociales.

El alimento más cercano para esta situación es la destrucción, cada año, de casi un millón de empleos, de 2012 hasta la fecha. España y Grecia son los casos más graves, y los jóvenes menores de 25 años están entre los más afectados, añade Rodríguez.

Un crecimiento sólido y sostenible, puntualiza el catedrático, todavía es una ilusión para la clase política, al basarse en mínimos cambios como resultado del auge de exportaciones y de los apenas perceptibles ajustes aplicados al modelo de austeridad neoliberal.

Lo predominante, resalta, es la incertidumbre sobre la evolución de las economías europeas, particularmente, en países de la periferia, afectados por la pérdida de derechos laborales, la abolición de facto de convenios colectivos, el despido o traslado forzoso de funcionarios, la privatización de empresas públicas y el aumento de impuestos.

Para Rodríguez Hernández, cualquiera que sea el signo político del análisis de la coyuntura económica de la UE y de la eurozona, la salida de esta crisis requerirá de un cierto grado de intervención regulatoria estatal sobre los procesos económicos, y de un sostenido crecimiento de las economías.

Como mínimo, una reestructuración de la deuda y la reconsideración de los estrictos criterios de déficit público blandidos por el Banco Central Europeo serán necesarios en 2015, precisa.

En ese sentido, la voluntad política sería crucial pero, como considera el profesor titular del ISRI, el camino es angosto y las probabilidades escasas, dada la presencia de otro factor subjetivo clave: el deterioro de la confianza ciudadana en los organismos de la Unión.

Los europeos siguen sin entender por qué hay que salvar a los bancos con dinero público, en vez de proteger a las personas; de ahí, la necesidad inaplazable de avanzar en la dimensión social de la Unión Monetaria y Económica, argumenta el investigador.

El analista resaltó en entrevista con Prensa Latina que, en consonancia con lo anterior, se encuentra el auge de la inmigración procedente de África del norte, la subsahariana y la del Medio Oriente.

Con frecuencia se estigmatiza ese proceso como culpable o especie de chivo expiatorio de una crisis económica con causas más profundas en la naturaleza del capitalismo globalizado contemporáneo, señala.

Tal situación, sostiene el especialista, llegó a un punto en el que el Consejo de Europa reconoció la existencia de un extremismo en ascenso, con claro apego al racismo, la violencia contra extranjeros y el auge de agrupaciones políticas xenófobas, opuestas a una identidad europea cada vez más multicultural.

Así, continúa el experto, la resurrección de esas fuerzas de ultraderecha son resultado de la crisis económica, de la descomposición y la pérdida de beneficios sociales que, durante décadas, garantizaron el ”Estado de bienestar”, impulsado por los socialdemócratas.

Y de todo el panorama descrito, en opinión de Rodríguez Hernández y de otros especialistas, quien peor parada quedó fue, precisamente, la socialdemocracia, al abandonar la génesis de su agenda política y entregarla al neoliberalismo y a sus contrincantes históricos, las formaciones más conservadoras y de derecha.

El deterioro de la base social condujo al debilitamiento del apoyo electoral y allí, en buena medida, radica la causa de la pérdida de poder, credibilidad y confianza en la socialdemocracia.

Todo el espíritu europeísta se opacó en la medida en que se desarrollaron los nacionalismos y una crisis de la cultura política europea se diseminó por casi la totalidad del mapa comunitario.

Las identidades en política son muy importantes; centroderechistas, demócratas cristianos o socialdemócratas son demócratas, pero tienen diferencias significativas, muchas veces no percibidas por el electorado debido a un cierto “licuamiento ideológico”.

Ello facilita el discurso de las fuerzas políticas populistas, mientras que muchos encuentran esos alegatos, tras los cuales se oculta la verdadera base neofascista, diferente del tradicional.

El fortalecimiento de la extrema derecha tiene relación, además, con el control tecnocrático por parte de los burócratas de Bruselas, que potencian el discurso de una democracia sin demo, es decir, sin pueblo, donde las elecciones no deciden nada.

Fue increíblemente, como considera el profesor Rodríguez Hernández, la propia política de la UE la que favoreció el auge de partidos antisistema, la colocó en un callejón sin salida y ante una peligrosa crisis política institucional.

La extrema derecha existe en Europa; en algunos países son segunda o tercera fuerza política, gobiernan en coalición o sirven como partidos bisagra para apoyar a otras formaciones en el poder.
Su ascenso se comporta hoy de forma casi ininterrumpida para preocupación de algunos ante una socialdemocracia definida por muchos como traidora de los postulados defendidos un día por sus más emblemáticos representantes.

* Periodista de la Redacción Europa de Prensa Latina.


Publicado en febrero 13, 2015

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