Por Richard Ruíz Julién*
La Habana (PL) Es usual encontrar artículos en la
prensa internacional donde se advierte sobre un caldo de cultivo para la
reproducción de la ultraderecha, sobre todo, en una “nueva” Europa con viejos
vicios causantes del ascenso del radicalismo político.
Los motivos por los que estos partidos xenófobos
y euroescépticos tienen acomodo en los parlamentos de diversas naciones son
múltiples y cada vez se hace más necesario evidenciar su auge, en especial, en
los últimos seis o siete años.
La crisis económica iniciada en 2008 en la Unión
Europea (UE) puso de manifiesto sus defectos como una entidad todavía en
construcción, con carencias para afrontar los retos impuestos por el elevado
desempleo, la deuda, la inmigración o el auge de partidos políticos populistas,
de extrema derecha, según Rodríguez Hernández.
Por ello, de acuerdo con el profesor titular del
Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI) “Raúl Roa”, durante
2014 y a las alturas de 2015, Europa aún no sale de la crisis sistémica
capitalista, la cual se expresa, no sólo en lo económico y lo político, sino en
lo social, moral e institucional.
Dichas consideraciones parecerían contrarias a
los reportes de los grandes emporios comunicativos, donde sí se propugna la idea
de un “reflote” o una recuperación del bloque comunitario.
Sin embargo, el también Doctor en Ciencias
Históricas y Licenciado en Relaciones Políticas Internacionales refiere que los
líderes europeos no logran todavía un objetivo común o una meta para evitar el
euroescepticismo de vastos sectores sociales.
El alimento más cercano para esta situación es la
destrucción, cada año, de casi un millón de empleos, de 2012 hasta la fecha.
España y Grecia son los casos más graves, y los jóvenes menores de 25 años están
entre los más afectados, añade Rodríguez.
Un crecimiento sólido y sostenible, puntualiza el
catedrático, todavía es una ilusión para la clase política, al basarse en
mínimos cambios como resultado del auge de exportaciones y de los apenas
perceptibles ajustes aplicados al modelo de austeridad neoliberal.
Lo predominante, resalta, es la incertidumbre
sobre la evolución de las economías europeas, particularmente, en países de la
periferia, afectados por la pérdida de derechos laborales, la abolición de facto
de convenios colectivos, el despido o traslado forzoso de funcionarios, la
privatización de empresas públicas y el aumento de impuestos.
Para Rodríguez Hernández, cualquiera que sea el
signo político del análisis de la coyuntura económica de la UE y de la
eurozona, la salida de esta crisis requerirá de un cierto grado de intervención
regulatoria estatal sobre los procesos económicos, y de un sostenido
crecimiento de las economías.
Como mínimo, una reestructuración de la deuda y
la reconsideración de los estrictos criterios de déficit público blandidos por
el Banco Central Europeo serán necesarios en 2015, precisa.
En ese sentido, la voluntad política sería
crucial pero, como considera el profesor titular del ISRI, el camino es angosto
y las probabilidades escasas, dada la presencia de otro factor subjetivo clave:
el deterioro de la confianza ciudadana en los organismos de la Unión.
Los europeos siguen sin entender por qué hay que
salvar a los bancos con dinero público, en vez de proteger a las personas; de
ahí, la necesidad inaplazable de avanzar en la dimensión social de la Unión
Monetaria y Económica, argumenta el investigador.
El analista resaltó en entrevista con Prensa
Latina que, en consonancia con lo anterior, se encuentra el auge de la
inmigración procedente de África del norte, la subsahariana y la del Medio
Oriente.
Con frecuencia se estigmatiza ese proceso como
culpable o especie de chivo expiatorio de una crisis económica con causas más
profundas en la naturaleza del capitalismo globalizado contemporáneo, señala.
Tal situación, sostiene el especialista, llegó a
un punto en el que el Consejo de Europa reconoció la existencia de un
extremismo en ascenso, con claro apego al racismo, la violencia contra
extranjeros y el auge de agrupaciones políticas xenófobas, opuestas a una
identidad europea cada vez más multicultural.
Así, continúa el experto, la resurrección de esas
fuerzas de ultraderecha son resultado de la crisis económica, de la
descomposición y la pérdida de beneficios sociales que, durante décadas,
garantizaron el ”Estado de bienestar”, impulsado por los socialdemócratas.
Y de todo el panorama descrito, en opinión de
Rodríguez Hernández y de otros especialistas, quien peor parada quedó fue,
precisamente, la socialdemocracia, al abandonar la génesis de su agenda
política y entregarla al neoliberalismo y a sus contrincantes históricos, las
formaciones más conservadoras y de derecha.
El deterioro de la base social condujo al
debilitamiento del apoyo electoral y allí, en buena medida, radica la causa de
la pérdida de poder, credibilidad y confianza en la socialdemocracia.
Todo el espíritu europeísta se opacó en la medida
en que se desarrollaron los nacionalismos y una crisis de la cultura política
europea se diseminó por casi la totalidad del mapa comunitario.
Las identidades en política son muy importantes;
centroderechistas, demócratas cristianos o socialdemócratas son demócratas,
pero tienen diferencias significativas, muchas veces no percibidas por el
electorado debido a un cierto “licuamiento ideológico”.
Ello facilita el discurso de las fuerzas
políticas populistas, mientras que muchos encuentran esos alegatos, tras los
cuales se oculta la verdadera base neofascista, diferente del tradicional.
El fortalecimiento de la extrema derecha tiene relación,
además, con el control tecnocrático por parte de los burócratas de Bruselas,
que potencian el discurso de una democracia sin demo, es decir, sin pueblo,
donde las elecciones no deciden nada.
Fue increíblemente, como considera el profesor
Rodríguez Hernández, la propia política de la UE la que favoreció el auge de
partidos antisistema, la colocó en un callejón sin salida y ante una peligrosa
crisis política institucional.
La extrema derecha existe en Europa; en algunos
países son segunda o tercera fuerza política, gobiernan en coalición o sirven
como partidos bisagra para apoyar a otras formaciones en el poder.
Su ascenso se comporta hoy de forma casi
ininterrumpida para preocupación de algunos ante una socialdemocracia definida
por muchos como traidora de los postulados defendidos un día por sus más
emblemáticos representantes.
Publicado en febrero
13, 2015
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