MSc Enrique R. Martínez Díaz,
Investigador CIPI
El 8 de Noviembre de 2016
resultó electo presidente de los EE.UU. el multimillonario Donald John Trump, pese a que, aparentemente, todo apuntaba a
que sería derrotado por la ex Secretaria de Estado, Ex Senadora y Ex Primera
Dama, Hillary Rodham Clinton. Toda la información disponible, que incluso
ponían en su contra a su propio Partido, el Republicano, y las encuestas
publicadas por los medios más serios de ese país, así lo aseveraba. Voy a
resistir la tentación de ser oportunista y declararme como ajeno a tales
pronósticos; yo también creí en ellos.
Mucha gente se preocupa por
la posibilidad de que el recién electo Presidente estadounidense cumpla con
todas o la mayoría de las propuestas que hizo durante su campaña electoral, e
incluso con algunas que ya ha ido haciendo una vez electo, como la
recientemente anunciada, de que
deportará, o encarcelará, a tres
millones de indocumentados una vez que asuma la presidencia.
Lamentablemente para Mr.
Trump, y sobre todo para los que votaron por él, la cosa puede que no sea tan
simple. El Presidente de EE.UU. tiene gran poder, eso es innegable, pero
también muchas limitaciones, sobre todo respecto a las potestades del Congreso
(por ejemplo, la de aprobar o no el presupuesto del gobierno, lo que supone que,
aunque tiene mayoría del Partido
Republicano en ambas cámaras, puede interferir muchas medidas que pretenda
aplicar el nuevo Presidente, en especial si no son favorables para determinados
intereses).
Un ejemplo puede ser la anunciada
imposición de elevados impuestos a aquellas empresas que hayan trasladado sus fábricas
a otros países ( en virtud de los “sagrados cánones” del neoliberalismo, que
preconizan que la obtención de ganancias es la base de la economía); los
obstáculos que encontrará para aplicar tal medida serán tales que tendrá que
desistir rápidamente; igualmente puede suceder sobre su posición sobre los
diferentes acuerdos económicos en vigor o en negociación (NAFTA, TPP, TTIP,
etc), habrá que ver qué intereses serían afectados, y como reaccionarán.
Otro ejemplo es las llamadas
medidas comerciales contra China. Dado el nivel de intercambio comercial entre
ambos países, tratar de aplicar medidas restrictivas e incremento de impuestos
a las importaciones chinas puede afectar a muchas empresas norteamericanas que
se benefician de ese comercio; ¡Money is Money!. Sin olvidar el viejo asunto de
los Bonos del Tesoro estadounidense en poder de China, cuya venta a bajos
precios por la parte china pudiera afectar seriamente la moneda yanqui, según
algunos expertos.
Tratar de presionar a sus
aliados europeos para que incrementen sus gastos militares (algo que no es
nuevo, Bush e incluso Obama lo intentaron), bajo la amenaza de retirar las
tropas norteamericanas de Europa iría en contra de los propios intereses
norteamericanos, máxime si se tiene en cuenta que el poderío militar estadounidense
sigue siendo su principal carta de triunfo en la arena internacional, pues en
el plano económico todo indica que será superado por China en pocos años.
EE.UU. necesita a sus aliados tanto como
ellos necesitan el amparo del águila yanqui. No obstante, no es ocioso mencionar
que el electo presidente pretende también incrementar el número de tropas y de
buques de guerra en sus FF.AA., lo que favorecerá sus relaciones con el
poderoso Complejo Militar Industrial.
Para consuelo de Trump, tal
como han hecho Obama y otros presidentes anteriores, siempre le quedará el
recurso de culpar al Congreso y a la burocracia de Washington DC de impedirle
cumplir sus promesas. Además de que seguramente Mr. Trump sabe que hacer
ciertas cosas contra las aspas en movimiento de un ventilador no es nada
recomendable.
Analizando los datos
disponibles, en las elecciones pasadas votaron un poco más de 130 millones[i] de personas (por cierto,
solamente en el 2008 se registró un número mayor de votantes, 131 millones 473
mil; en el 2012 votaron 129 millones 237 mil), de los cuales, el 46,86 % votó
por Trump (60 millones 925 mil 616), y un 47,60 (61 millones 890 312) por la
Clinton (¡925 mil mas!). Si consideramos
la población con derecho a votar en 227 millones 19486 personas, según los
datos del censo de los EE.UU.[ii], podremos ver que el % de votación fue de
aproximadamente el 57,3% (¡cerca de 100
millones de norteamericanos no votaron!); algunas fuentes refieren que en 2012 el porciento de votación
fue del 53,6 %. Aunque en estas elecciones hubo un poco más de votantes, el %
de abstencionismo (superior al 42%) sigue siendo alto.
No obstante, quisiera
referirme a algo que considero importante: si bien es cierto que la abstención
en EE.UU. es muy superior a la de otros países capitalistas; que las encuestas
demuestran que una parte importante de la ciudadanía está muy disgustada con la
clase política que impera en Washington, y que no confían en ella; también los
resultados de la votación demuestran que a pesar del papel del Congreso en
bloquear o dificultar las acciones del gobierno, aquellos que votan lo siguen
haciendo, de forma general, por aquellos congresistas, ya sean Senadores o
Representantes, de posiciones más retrogradas; solo así se explica, por
ejemplo, que Marcos Rubio, Ileana Ros-Lehtinen, Carlos Curbelo, Albio Paz, etc,
mantengan sus puestos en el Congreso.
Existe un grupo poblacional, nada
despreciable por su número, en los EE.UU. que sí vota, y lo hace por
aquellos que considera son los que representan los valores
más conservadores dentro de esa nación; que creen en el mesianismo y en afincar
el papel de EE.UU. como país predominante a nivel global; que ven con
hostilidad todo aquello que se aparte de sus convicciones reaccionarias: no
aceptan la teoría del Cambio Climático, son contrarios a la Teoría de la
Evolución, por regla general son fanáticos religiosos, etc. Valorando esos
aspectos, es como podemos explicarnos el
triunfo de alguien con una imagen tan atacada por los medios como la de
Mr. Trump.
Esperemos que, no obstante,
la razón impere en los gobernantes de Washington, y que la opinión pública
mundial y la de su propia población los haga recapacitar y no envolver al
planeta en una nueva crisis. ¡Un Mundo Mejor es Posible!
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