viernes, 16 de diciembre de 2016

Trump favorecerá los intereses económicos y las relaciones con el poderoso Complejo Militar Industrial.




MSc Enrique R. Martínez Díaz, Investigador CIPI

El 8 de Noviembre de 2016 resultó electo presidente de los EE.UU. el multimillonario Donald John Trump,  pese a que, aparentemente, todo apuntaba a que sería derrotado por la ex Secretaria de Estado, Ex Senadora y Ex Primera Dama, Hillary Rodham Clinton. Toda la información disponible, que incluso ponían en su contra a su propio Partido, el Republicano, y las encuestas publicadas por los medios más serios de ese país, así lo aseveraba. Voy a resistir la tentación de ser oportunista y declararme como ajeno a tales pronósticos; yo también creí en ellos.

Mucha gente se preocupa por la posibilidad de que el recién electo Presidente estadounidense cumpla con todas o la mayoría de las propuestas que hizo durante su campaña electoral, e incluso con algunas que ya ha ido haciendo una vez electo, como la recientemente anunciada,  de que deportará, o encarcelará,  a tres millones de indocumentados una vez que asuma la presidencia.

Lamentablemente para Mr. Trump, y sobre todo para los que votaron por él, la cosa puede que no sea tan simple. El Presidente de EE.UU. tiene gran poder, eso es innegable, pero también muchas limitaciones, sobre todo respecto a las potestades del Congreso (por ejemplo, la de aprobar o no el presupuesto del gobierno, lo que supone que,  aunque tiene mayoría del Partido Republicano en ambas cámaras, puede interferir muchas medidas que pretenda aplicar el nuevo Presidente, en especial si no son favorables para determinados intereses).

Un ejemplo puede ser la anunciada imposición de elevados impuestos a aquellas empresas que hayan trasladado sus fábricas a otros países ( en virtud de los “sagrados cánones” del neoliberalismo, que preconizan que la obtención de ganancias es la base de la economía); los obstáculos que encontrará para aplicar tal medida serán tales que tendrá que desistir rápidamente; igualmente puede suceder sobre su posición sobre los diferentes acuerdos económicos en vigor o en negociación (NAFTA, TPP, TTIP, etc), habrá que ver qué intereses serían afectados, y como reaccionarán. 

Otro ejemplo es las llamadas medidas comerciales contra China. Dado el nivel de intercambio comercial entre ambos países, tratar de aplicar medidas restrictivas e incremento de impuestos a las importaciones chinas puede afectar a muchas empresas norteamericanas que se benefician de ese comercio; ¡Money is Money!. Sin olvidar el viejo asunto de los Bonos del Tesoro estadounidense en poder de China, cuya venta a bajos precios por la parte china pudiera afectar seriamente la moneda yanqui, según algunos expertos.

Tratar de presionar a sus aliados europeos para que incrementen sus gastos militares (algo que no es nuevo, Bush e incluso Obama lo intentaron), bajo la amenaza de retirar las tropas norteamericanas de Europa iría en contra de los propios intereses norteamericanos, máxime si se tiene en cuenta que el poderío militar estadounidense sigue siendo su principal carta de triunfo en la arena internacional, pues en el plano económico todo indica que será superado por China en pocos años. EE.UU. necesita a sus aliados tanto  como ellos necesitan el amparo del águila yanqui. No obstante, no es ocioso mencionar que el electo presidente pretende también incrementar el número de tropas y de buques de guerra en sus FF.AA., lo que favorecerá sus relaciones con el poderoso Complejo Militar Industrial.

Para consuelo de Trump, tal como han hecho Obama y otros presidentes anteriores, siempre le quedará el recurso de culpar al Congreso y a la burocracia de Washington DC de impedirle cumplir sus promesas. Además de que seguramente Mr. Trump sabe que hacer ciertas cosas contra las aspas en movimiento de un ventilador no es nada recomendable.

Analizando los datos disponibles, en las elecciones pasadas votaron un poco más de  130 millones[i] de personas (por cierto, solamente en el 2008 se registró un número mayor de votantes, 131 millones 473 mil; en el 2012 votaron 129 millones 237 mil), de los cuales, el 46,86 % votó por Trump (60 millones 925 mil 616), y un 47,60 (61 millones 890 312) por la Clinton (¡925 mil mas!).  Si consideramos la población con derecho a votar en 227 millones 19486 personas, según los datos del censo de los EE.UU.[ii],  podremos ver que el % de votación fue de aproximadamente el  57,3% (¡cerca de 100 millones de norteamericanos no votaron!); algunas fuentes  refieren que en 2012 el porciento de votación fue del 53,6 %. Aunque en estas elecciones hubo un poco más de votantes, el % de abstencionismo (superior al 42%) sigue siendo alto.

No obstante, quisiera referirme a algo que considero importante: si bien es cierto que la abstención en EE.UU. es muy superior a la de otros países capitalistas; que las encuestas demuestran que una parte importante de la ciudadanía está muy disgustada con la clase política que impera en Washington, y que no confían en ella; también los resultados de la votación demuestran que a pesar del papel del Congreso en bloquear o dificultar las acciones del gobierno, aquellos que votan lo siguen haciendo, de forma general, por aquellos congresistas, ya sean Senadores o Representantes, de posiciones más retrogradas; solo así se explica, por ejemplo, que Marcos Rubio, Ileana Ros-Lehtinen, Carlos Curbelo, Albio Paz, etc,  mantengan sus puestos en el Congreso.

Existe un grupo poblacional, nada despreciable por su número, en los EE.UU. que sí vota, y lo hace por aquellos que considera son los que representan los valores más conservadores dentro de esa nación; que creen en el mesianismo y en afincar el papel de EE.UU. como país predominante a nivel global; que ven con hostilidad todo aquello que se aparte de sus convicciones reaccionarias: no aceptan la teoría del Cambio Climático, son contrarios a la Teoría de la Evolución, por regla general son fanáticos religiosos, etc. Valorando esos aspectos, es como podemos explicarnos el  triunfo de alguien con una imagen tan atacada por los medios como la de Mr. Trump. 

Esperemos que, no obstante, la razón impere en los gobernantes de Washington, y que la opinión pública mundial y la de su propia población los haga recapacitar y no envolver al planeta en una nueva crisis. ¡Un Mundo Mejor es Posible!



[i]Dave Leip  Atlas of U.S. Presidential Election. http://uselectionatlas.org/RESULTS/
[ii]US Census Bureau,US Department of Commerce, Washington DChttp://www.census.gov/data/tables/time-series/demo/voting-and-registration/electorate-profiles-2016.html

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