Los resultados
electorales en EEUU han desatado un conjunto de interrogantes e incertidumbres
sobre la futura proyección internacional del ejecutivo estadounidense; su
presumible relación con actores de relevancia mundial y posibles
posicionamientos ante los problemas globales. Titulares de prensa y
declaraciones políticas - no pocas veces infundadas y apoyadas en las
enigmáticas declaraciones de campaña - igualmente propagan las incertidumbres
entre los aliados tradicionales y estratégicos de EEUU en Europa; como es el
caso de la UE, y de la OTAN. También ganan visibilidad las vacilaciones
referidas a dos gigantes de la geopolítica mundial: Rusia y China.
El
artículo constituirá una necesaria aproximación a estos temas, cuyo análisis
implica ubicar a los aliados trasatlánticos en medio de las variables
contextuales que determinan sus convergencias y divergencias, y al propio tiempo,
realizar una evaluación de tendencias al margen de la retórica electoral en
EEUU. Éste constituye un paso imprescindible para descifrar las interrogantes
centrales de este escrito: por
qué divergen y convergen la UE, EEUU y Rusia en el contexto internacional actual; cuáles son las tendencias
potenciales que se identifican para el mandato Trump.
Palabras Claves. Unión Europea, Relación Trasatlántica, Rusia, contexto internacional.
La evolución de las tendencias globalizadoras
neoliberales, la puja de los actores europeos - entre los que se destaca a la Unión
Europea (UE), la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y a la Federación Rusa - por mantener y ampliar sus
esferas de influencia y, al mismo tiempo, la necesidad de desarrollar acciones
coordinadas para el enfrentamiento de determinados problemas globales, son las
razones más importantes que explican la actualidad e importancia de este
trabajo.
A estas tradicionales cuestiones se suman otras que
impactan la situación más reciente del escenario internacional: los efectos de
la actual crisis global, los nuevos procesos integracionistas y formación de
bloques, las implicaciones políticas, económicas y financieras derivadas de las
concertaciones de potencias emergentes, la importancia creciente de las empresas trasnacionales y otros fenómenos que
condicionan las relaciones políticas y de seguridad entre los
principales actores europeos y de éstos con EEUU; como ha sido el caso de la crisis ucraniana, la baja en los precios del petróleo, el
ascenso de la extrema derecha en varios países de la UE, los efectos del
Brexit, el incremento de las tendencias nacionalistas, el aumento del potencial
de conflictos, entre otros.
La forma en que se desarrollan
los vínculos entre los actores mencionados, no solo impacta
en los procesos políticos y de seguridad en Europa, sino que inciden en la evolución más o menos acentuada hacia un
mundo multipolar y en los propios rasgos del sistema capitalista global.
Concertación y
disensos en el contexto internacional actual
Identificar los
factores de los cuales van a depender las convergencias y las divergencias
entre actores claves del escenario europeo, incluyendo la eventual formación de
concertaciones y alianzas ocasionales para fines específicos, implica que
consideremos las adecuaciones y proyecciones estratégicas de los mismos en el
actual contexto internacional.
Partiendo de las variables más
generales, debe considerarse que en la fase actual de las relaciones de
producción capitalista existe una creciente interdependencia e interconexión de
los mercados, las mercancías, los capitales, las naciones y los procesos
productivos a escala global. Este entramado de conexiones tiene un carácter
objetivo y condiciona irremediablemente las proyecciones internacionales de los
actores objeto de estudio, determinando que en medio de una tradicional
competencia por mantener y ampliar sus esferas de influencia a nivel regional y
global, también necesiten desarrollar acciones coordinadas para el
enfrentamiento de determinados problemas globales.
La
interdependencia e interrelación de los problemas globales terminan vinculando
temas y actores internacionales, con los asuntos exclusivamente domésticos.
Temas como la crisis económica global, la contaminación ambiental, la
estabilidad financiera internacional, las migraciones, las epidemias, el
tráfico de drogas, de armas y de personas, la crisis alimentaria, el terrorismo
- entre otros - son muy difíciles de manejar sin una amplia coordinación
internacional, lo cual promueve inexorablemente la eventual formación de concertaciones y alianzas
entre diversos actores de relevancia mundial. [i]
Como consecuencia, la transición
hacia un mundo multipolar se produce bajo múltiples tendencias, en ocasiones
contradictorias: la diseminación del poder hacia un mundo multipolar, con un
desplazamiento de los países capitalistas desarrollados hacia los países
emergentes; dicho proceso se acompaña de cambios en la geopolítica
internacional, incluyendo el ascenso de las posturas nacionalistas, de las
fuerzas de extrema derecha, la elevación de la importancia de los factores
étnicos, religiosos y civilizatorios, el debilitamiento de la gobernanza
internacional, el incremento de la inestabilidad regional y el aumento del
potencial de conflictos. Sobre las tendencias de la desigualdad se produce una
paradoja, aunque disminuye la desigualdad entre países, aumenta entre las
personas, a causa de la mayor polarización en la distribución del ingreso al
interior de la mayor parte de los países, sean subdesarrollados, emergentes, o
avanzados. [ii]
En la actual coyuntura el
paulatino ascenso de potencias emergentes también tiene importantes
implicaciones políticas, económicas, financieras y de seguridad. Resulta
indiscutible el protagonismo que vienen teniendo - particularmente Rusia y
China ante el concierto occidental - y el importante papel que están destinados
a jugar estos países a mediano y largo plazos en el contexto de las relaciones
internacionales. Sus alianzas económicas, políticas y de seguridad, si bien no
se muestran antagónicas con el modelo global de acumulación y el sistema
capitalista predominante, sí son percibidas como una amenaza para la proyección
estratégica occidental, al cuestionar en la praxis sus mecanismos de gobernanza
mundial. [iii]
La traslación del centro de gravedad económico desde el
Oeste hacia el Este y el Sur, justifican
sus posiciones. Ya en 2007 un informe del Instituto McKinsey
mostraba cómo los mercados financieros en las economías emergentes
representaron ese año la mitad del crecimiento del total de los activos financieros. [iv] Hoy ese porcentaje es muy superior. En 2050 el PIB de
siete economías emergentes (los BRICS más Indonesia, México y Turquía) se
estima será un 25% superior al de los Estados Unidos, Japón, Alemania, Reino
Unido, Francia y Canadá juntos. Esto significa que el peso relativo de EE.UU.,
la UE y sus aliados naturales puede
ir disminuyendo relativamente. Se prevé que en 2030 China será la principal
potencia mundial no solo en términos de
PIB, sino también en relación al gasto militar y a las inversiones
tecnológicas. También responderá por el 30% de la inversión mundial. [v]
Ante los intereses de actores occidentales - como
la UE, la OTAN, y el propio EEUU - se presenta así un doble problema: por una
parte la inevitable consideración de compartir con las economías emergentes el
enfrentamiento de un grupo de problemas globales, a lo cual se suma la
interdependencia de sus economías, mientras que por otra parte, ante los
intereses occidentales las economías emergentes se perciben como una potencial
amenaza, pues ya aparecen entre los principales competidores por el acceso y
control de recursos naturales, materias primas y nuevos o tradicionales
mercados. [vi]
Los instrumentos de cooperación existentes, como las concertaciones futuras
entre las partes - ya sean de índole económica, política, financiera,
tecnológica o de seguridad - constituyen instrumentos de poder, a través de los
cuales tanto las potencias tradicionales como las emergentes se disputan un
estatus específico en el balance y correlación de fuerzas mundial.
La arquitectura financiera
internacional predominante; así como, sus
mecanismos de gestión de riesgos y prácticas de supervisión le confieren
a Occidente la capacidad de monitorear la situación política, económica, y
social en parte importante del mundo. Al respecto, los condicionamientos
establecidos desde la UE y EEUU en el ámbito de sus relaciones económicas a
nivel global, devienen en instrumento a través del los cuales se promueven y
ejecutan nuevas formas de injerencia. Entre los primeros pasos pueden
destacarse los requisitos que establecen para que otros puedan participar en el
Sistema Generalizado de Preferencia (SGP). Le siguen los condicionamientos
establecidos por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM)
para que las naciones de renta media y baja puedan emprender los procesos de renegociación
de sus deudas en el Club de París, y las establecidas bilateralmente por los
principales países donantes para brindar sus recursos financieros.
La promoción que realizan los EEUU y aliados de su
noción de buena gobernanza también ha respondido al interés de incidir en los
asuntos domésticos de otros actores. El cumplimiento de sus exigencias -
vinculadas a diversos ámbitos de la vida domésticas y no necesariamente a las
garantías de tipo económico - se transforman en requisito imprescindible para
poder tener acceso a los flujos de ayuda externa, ser elegibles para préstamos
bancarios, no confrontar malas calificaciones como posibles destinos de las
inversiones extranjeras, ventajas comerciales o simplemente lograr la firma de
tratados, convenios u otros beneficios. En términos de convergencias y
divergencias - dentro del marco trasatlántico - resulta imprescindible destacar
que si bien el BM, la OMC, y el FMI son instituciones a través de las cuales
EE.UU, y la UE suelen instrumentar nuevas formas de injerencia y monitoreo a
nivel global; en su seno, no siempre funcionan como un bloque homogéneo de
poder. En la práctica, estos son terrenos donde la correlación de fuerzas
existente entre los actores tiene un peso esencial, y generalmente inclina la
balanza a favor de EEUU.
La heterogeneidad fáctica de la UE se torna
patente, cuando se comprueba que los países miembros jamás han votado
unitariamente en contra de una iniciativa de los EEUU en el seno del directorio
del FMI. El voto europeo ha sido invariablemente fragmentado con Gran Bretaña,
cumpliendo su tradicional papel de "junior partner " de los intereses
norteamericanos.[vii]
Como resultado del Brexit este fenómeno resultará más visible, relativizando
aún más las potencialidades de la UE en el seno de dicha institución. Este sesgo pro-norteamericano ante el cual se
pliegan miembros de la UE, se observa también en la OMC.
Los elementos descritos también constituyen un
factor de divergencia entre las potencias tradicionales y emergentes. De los
actores objeto de análisis, Rusia ha sido particularmente activa en lo
relacionado con la necesidad de reformar el sistema financiero internacional.
Sus reivindicaciones en este ámbito, compartidas también en el marco del BRICS,
se sintetizan en la agilización de
la reforma del FMI (especialmente en el sistema de cuotas) y que su Consejo de
Administración refleje los cambios en la economía mundial, como consecuencia de
lo cual debería incrementarse la representación de los emergentes, así como el
fortalecimiento de una supervisión internacional de la reforma y regulación del
sistema financiero, la exigencia de una mayor coordinación de políticas y la
promoción de un desarrollo sano de los mercados financieros y los sistemas
bancarios.[viii] El
reclamo sobre este particular apunta a incrementar la capacidad de préstamo del
FMI y a reclamar al BM que dé prioridad a la movilización de recursos hacia los
países emergentes y en desarrollo, así como a bajar los costos de los
préstamos.[ix]
No obstante, las posiciones
defendidas por Rusia no deben interpretarse como un empeño de sustituir a las
actuales estructuras del sistema, como expresión del empuje de un nuevo poder
emergente. En sus propuestas, si bien es perceptible la crítica al desempeño
del actual sistema, de momento, su arremetida no está dirigida a su
sustitución, sino a su complementación y modificación funcional. Aun así, se
debe reconocer que el avance en la creación de estructuras financieras importantes
en el marco del BRICS, crea de forma empírica canales funcionales paralelos.[x] Iniciativas como el Fondo de Reserva y de Estabilización, y el
Banco Asiático de Inversión son iniciativas cuya evolución merece toda
atención.
Si evaluamos integralmente los
instrumentos de poder occidental y específicamente de la alianza trasatlántica,
comprendemos que estos han comprendido tanto elementos financieros, como
comerciales, de seguridad, político ideológicos y culturales. La concertación
de la UE y EEUU en estos ámbitos ha desbordado históricamente las orientaciones
específicas de fuerzas políticas, y ejecutivos a ambos lados del atlántico.
Consecuentemente se impone una aproximación a las principales tendencias en los
ámbitos geoestratégicos, de seguridad, e ideo políticos.
Geoestrategia, seguridad e instrumentos ideo -
políticos
Valdría preguntarnos si la victoria de Donald Trump
podría realmente propiciar la preponderancia del nacionalismo extremo sobre las
concertaciones estratégicas de dimensiones globales y específicamente conducir
a la erosión de la alianza trasatlántica en la esfera de la seguridad.
Ciertamente la supremacía de los EE.UU. sigue sustentada tanto en su
peso económico, científico-técnico, militar e ideo político, como
en las vulnerabilidades estructurales de la UE y la pérdida de protagonismo de
Japón en su papel de potencia económica regional y mundial. Sin embargo,
también es un hecho de que EEUU cada vez resulta menos relevante para poder
afrontar por si solo los desórdenes globales y garantizar el suministro de los
llamados bienes comunes: estabilidad, y seguridad esencialmente. Coincidiendo
con lo pronosticado
por el National Intelligence Council estadounidense en sus escenarios globales
de 2008 “los EE.UU. serán uno más de entre un buen número de actores
importantes en la escena internacional, aunque el más poderoso”.[xi]
Al propio tiempo, las divisiones y las vacilaciones
europeas previsiblemente inhabilitarán a la UE para llenar el vacío creado por
una progresiva y relativa retirada norteamericana y por un igualmente
progresivo traslado del centro de gravedad del poder desde el Oeste hacia el
Este y el Sur. En relación con China, prácticamente todos los miembros
de la UE, y en particular Alemania, se interesa por el establecimiento de una
asociación estratégica con Beijín, y cooperan en temas globales o regionales
específicos.
Aunque menos popularizada desde los medios occidentales,
la visión china de una nueva Eurasia conectada con Beijing por todo tipo de
transporte y comunicación avanza paulatinamente, y en ella juegan un rol
medular Rusia y Alemania. La estrategia de China es crear una red de
interconexiones entre no menos de cinco zonas de medular importancia estratégica:
Rusia (puente clave entre Asia y Europa), los países del de Asia Central, Asia
del sureste (con importantes funciones para Irán, Iraq, Siria, Arabia Saudita y
Turquía), el Cáucaso y Europa del Este (entre otros Belarús, Moldavia y, en
función de su estabilidad, Ucrania). La planificación de las denominadas Rutas
de la Seda a través de Eurasia, aunque atraviesa obstáculos de todo tipo,
prosigue. El resultado final podría ser la concreción de infraestructuras
integradas - carreteras, trenes de alta velocidad, oleoductos, puertos - que
conectaría China a Europa Occidental y el Mediterráneo, en todas las formas
imaginables. [xii]
En este orden, un ejemplo que no podría dejar de
mencionarse es el denominado “Acuerdo del Siglo”. El mayor proyecto gasífero jamás
concebido y que firmaron Rusia y China en mayo de 2014. El
acuerdo sentó las bases para la construcción del gasoducto Power of Siberia ya
en construcción en Yakutsk. Como respuesta a este futuro entramado de
conexiones eurasiáticas, el enfoque de Washington podría considerarse como de
dividir y aislar. La Administración Obama cruzó todas las líneas rojas
imaginables para acosar y aislar a Rusia, con el apoyo tanto de republicanos
como de los demócratas.
En
la estrategia de seguridad nacional de Rusia (2015) se destacan como
prioridades los países del llamado espacio postsoviético, y los esquemas
multilaterales vinculados a ellos. Como elemento novedoso se aprecia el
propósito de proyectar esquemas como la Unión Económica Euroasiática, y Tratado
de Seguridad Colectiva al contexto más
amplio de sus relaciones con China y la
Organización de Cooperación de Shanghái. En junio del 2016 comenzaron las
negociaciones de la Comisión de la UEE para la firma de un Acuerdo con las
autoridades chinas, buscando atracción de inversiones para la realización de
proyectos de infraestructura, diversificación de las potencialidades
logísticas, entre otros temas.[xiii]
¿Puede Donald Trump ignorar los impactos que para la
correlación de fuerzas mundial pueden tener dichas iniciativas? ¿Qué fuerzas
políticas y económicas apoyarían un desentendimiento trasatlántico que como
resultado erosione los intereses estratégicos estadounidenses a escala global?
Identificar presumibles rupturas en la geopolítica estadounidense
implica realizar un análisis visto en su evolución. En este sentido resulta
loable destacar que Washington promovió con la UE, aunque en medio de
trascendentales obstáculos a los que habría que incorporar la campaña Trump, el
Tratado Transatlántico de Comercio e Inversión (TTIP) y con Asia en un Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP). Ambos favorecen a las corporaciones estadounidenses globales. Los
dos indican cuál es el núcleo duro geopolítico detrás de estos tratados. El TPP
excluye a China y el TTIP excluye a Rusia. Ambos podrían representar líneas de
fuerza apenas disimuladas.[xiv]
Como respuesta a este futuro entramado de conexiones eurasiáticas, EEUU se
ha convertido en la potencia extra regional con mayor representación en la
región centroasiática, expresado en una creciente presencia militar, en la realización de ejercicios
militares conjuntos, la concertación de alianzas militares y de seguridad y en
los acuerdos económicos, lo cual hacen de este país un actor indispensable en
el análisis del equilibrio de fuerzas en la región.
Lo anterior explica porque para EE.UU. la relación
con Rusia pasa necesariamente por el fortalecimiento del vínculo
transatlántico. Para los EEUU sus aliados occidentales continúan siendo una
figura clave en los propósitos de contener a una Rusia en ascenso, cuyas áreas
de influencia tradicionales son de un interés estratégico para los EEUU. Sin embargo, la
victoria de Donald
Trump ha
estimulado elucubración vinculadas a la posible erosión de la Alianza
Trasatlántica. También sobre el posible advenimiento de una distensión entre
EEUU y Rusia. Tal escenario vendría a contrarrestar la ostensible crispación
que deja la Administración Obama como herencia de su relación con Moscú.
En este sentido, y al margen de las declaraciones de campaña, resulta
loable destacar que existen factores objetivos para justificar una coyuntural
distensión entre EEUU y Rusia. De manera retórica –pues la confrontación actual lo hace inviable- la
política rusa plantea que están abiertos a
la interacción del Organización del Tratado de Seguridad Colectiva
(OTSC) con la OTAN sobre las bases de
igualdad.[xv] Sin embargo, de cara al futuro deben persistir
divergencias de fondo, las cuales están asociadas con las proyecciones
geoestratégicas de estos actores y la disputa por posicionarse favorablemente
ante una correlación de fuerzas que a escala global muestra signos de cambio.
Al respecto debe destacarse que una presumible distensión entre EEUU y
Rusia podría ser secundada por la UE, el principal aliado estadounidense a
escala global. Aunque ha disminuido su peso porcentual en el intercambio comercial ruso, la UE continúa
fungiendo como el principal socio comercial de Rusia. La estructura del
intercambio comercial sigue siendo en extremo favorable a la UE, ya que el
grueso de las exportaciones rusas está constituido por productos del sector
primario. Rusia continúa siendo el principal suministrador de hidrocarburos a
la UE y la voluntad comunitaria de avanzar en la producción
de energía renovable y diversificación de sus suministradores energéticos no
alcanza a revertir esta tendencia.[xvi]
Dentro de las relaciones bilaterales, deben
resaltarse los vínculos existentes entre Rusia y Alemania. Este último es el
principal socio económico de Rusia entre los países de la Unión y el segundo a
nivel global, después de China, así como el más importante interlocutor político
ruso en Europa Occidental. Es su principal importador de energéticos; máximo
importador de gas, y el tercero de petróleo. El nivel de identificación entre
la dirigencia de ambos países, aunque no ha sido el mismo con Ángela Merkel, es
reflejo de la convergencia entre el gran capital energético alemán con sus
contrapartes rusas, y los vínculos que se estrecharon previamente entre
Vladimir Putin y Gerhard Schröder, promotores de la construcción del gasoducto North
Stream, entre otros importantes proyectos.[xvii]
A estos factores que podrían justificar la
distensión, habría que agregar que Rusia ha demostrado ante la opinión pública
la efectividad de su campaña antiterrorista. La inestabilidad generada por las
intervenciones militares de occidente en el norte de África y Medio Oriente,
así como la cuestionable efectividad de su lucha contra el terrorismo, hoy es
un bumerán que afecta la credibilidad de EEUU y de la UE como “actores globales
garantes de seguridad”. También vulnera
su propia estabilidad económica, y política. La crisis migratoria que afronta
la UE y los atentados terroristas perpetrados contra países de la Unión son
algunos de los ejemplos más visibles de este fenómeno.
Al propio tiempo, la presumible distensión entre
occidente y Rusia encuentra obstáculos
esenciales. La emergencia de Rusia como un actor relevante en el sistema
internacional ha exacerbado o visibilizado las agudas divergencias que en el
terreno geoestratégico existen con sus “socios occidentales.” Después de un
período de declive, Rusia ha desafiado a occidente en numerosos aspectos
relacionados con cuestiones de seguridad.[xviii] La
Guerra de Osetia del Sur tuvo como saldo una Rusia más fortalecida que reafirma
su control sobre la política energética, vital para Europa Oriental y Central.
Con independencia de las
serias limitaciones de la estructura socio- económica rusa, este país cuenta
con importantes factores de fuerza geopolítica, como su poderío
militar-nuclear, su peso en el mercado energético global, y su asiento en el
Consejo de Seguridad de la ONU. [xix] A ello habría que
agregarle su creciente participación e influencia en mecanismos de concertación
política e integración económica, como son la Comunidad de Estados
Independientes, la Comunidad Económica Euroasiática, la Organización de
Cooperación de Shanghái, la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva y
los BRICS, cuyas iniciativas económicas y de seguridad, imponen serios retos a
la tradicional forma en que las potencias occidentales, lideradas por EEUU, se
relacionan con terceros Estados.
Sin embargo, las potencias occidentales han
desconocido los intereses estratégicos de Rusia, específicamente en áreas que
son consideradas, desde Moscú, prioritarias para su seguridad nacional. Desde
Rusia se percibe la ampliación, tanto de la UE como de la OTAN, como un intento
de cerco por parte de Europa, quien a veces también percibe a Rusia con
pretensiones expansionistas, de ahí los contenciosos con respecto a Kosovo,
Chechenia, Georgia, y actualmente con Ucrania. La presumible normalización de
las relaciones entre EEUU y Rusia - tan enunciada por Trump - tendrá entre sus
presumibles obstáculos la invariable defensa rusa de su seguridad nacional. Una
posición diferente por parte del Kremlin no solo sería ingenua, sino que
tendría impactos considerables para el equilibrio de fuerzas a escala
global.
Consecuentemente, el reforzamiento de las posiciones de la OTAN en la vertiente noreste ha incrementado
gradualmente las divergencias de Occidente con Rusia y constituido un
catalizador de la carrera armamentista en la región. La estrecha cooperación
atlantista también ha conducido a una mayor militarización de la política
exterior de la UE, con un consecuente uso de la fuerza militar. Ello ha
propiciado que la UE y en particular alguno de sus Estados miembros, lejos de
generar estabilidad, apuesten por una participación creciente en conflictos y
el incremento de las tensiones internacionales. La necesidad de evitar una
mayor pérdida de credibilidad en el escenario internacional, también han
conducido al liderazgo comunitario a una mayor cooperación en el marco de una
“defensa inteligente”, apoyando una remilitarización regional que
se base en hacer más con menos, y evitar duplicidades.[xx]
La campaña presidencial de Donald Trump y su posterior victoria podría
distorsionar los factores objetivos que condicionan la concertación
trasatlántica en el ámbito de la seguridad. Como resultado de su efecto, hoy
escuchamos desde los predios comunitarios - tal como si constituyera una
novedad – el propósito de fortalecer las capacidades defensivas de la UE. Los
medios publicitan la presunta creación de un Euro - Ejército.
Sin embargo, el propósito atlantista por fortalecer la Política Europea de
Seguridad y Defensa (PESD) no es un resultado de la coyuntura actual. Tampoco
es un desenlace de la victoria de Trump en los EE.UU. o de sus declaraciones de
campaña. El constante llamado de EEUU
al aumento de las partidas destinadas a las cuestiones militares está en
sintonía una antigua tendencia que se inclina a favor de la militarización del
pensamiento de política exterior en la UE. Aunque hoy - solo
en apariencia - pueda parecer a contracorriente, la paulatina militarización
comunitaria es un objetivo compartido en los marcos de la OTAN y aunque los esfuerzos principales en la PESD se orienten a
delimitar cada vez más sus propias prioridades, estas siempre se han concebido
en un marco de estrecha coordinación atlántica. Una vez
pueda analizarse la evolución de estos procesos con una mayor distancia
temporal de la campaña Trump, deben ganar visibilidad las sintonías atlánticas
en el terreno de la seguridad. Esas que hoy están reflejadas en documentos
rectores como la Estrategia Europea de
Seguridad.
Seguir el rastro del dinero suele resultar ilustrativo y esclarecedor en
estos análisis. ¿Quiénes serían los mayores beneficiados con la militarización de la política exterior de la Unión
Europea? Uno de los principales intereses por los cuales EEUU y la
Alianza insisten tanto en que los miembros aumenten su presupuesto militar es
porque el Complejo Militar Industrial necesita que el Bloque Atlántico consuma
el armamento que producen sus empresas. Como bloque, exceptuando a EEUU y a
Canadá, la OTAN fue el segundo importador de armamento en el mundo durante el
período 2009-2014 y como no es de extrañar, las empresas productoras de armas
son las que mayores ganancias obtuvieron por dichas ventas. [xxi]
Los países miembros de la UE
ocupan el segundo lugar como grupo en la producción armamentista, con una
variedad de equipos especializados, que la sitúan entre los principales
exportadores mundiales. Entre los 20
principales exportadores de armamentos del mundo hay diez miembros de la Unión
Europea, siete de ellos (Alemania, “Reino Unido”, Francia, Suecia, Italia,
España y Holanda) entre los primeros 10. Entre las 20 principales
compañías fabricantes de armamentos, 6 son de países miembros de la Unión
Europea. Aunque estas compañías aparecen con sus nacionalidades son
transnacionales con una base común estadounidense. Desde el 2003 descuellan los
consorcios de armamentos: BAE Systems, del Reino Unido; EADS,
franco-alemán-español; Thales de Francia, la británico-italiana Augusta Westland,
la franco-alemana Eurocopter y Finmeccanica de Italia. Los capitales
estadounidenses predominan con sus acciones en BAE, EADS y Eurocopter.[xxii]
El incremento de las capacidades
defensivas de la UE beneficia en primer término al Complejo Militar Industrial
y a las transnacionales productoras de armamento ubicadas en el contexto trasatlántico. También existe
una importante sintonía en los objetivos contemplados en la Estrategia Europea
de Seguridad y la Estrategia de
Seguridad Estadounidense, particularmente visibles en las prioridades referidas
al denominado “arco meridional de inestabilidad”, que se extiende desde
el Medio Oriente hasta el litoral de Asia; región del mundo en que se
identifican una multitud de problemas debido a supuestos vacíos de seguridad,
desequilibrios de poder, pobreza, gobiernos considerados ineficaces, y por
supuesto el fundamentalismo islámico extremista. Consecuentemente, valdría plantearnos una
pregunta. ¿Por qué asociar la presumible profundización de la PESD con la
erosión de la OTAN y no como un ineludible complemento de ésta?
En sentido general, es necesario considerar la amplia gama de intereses
compartidos en el ámbito de la Alianza Trasatlántica, donde en la mayoría de
los casos las diferencias en sus proyecciones externas recaen en la metodología
utilizada y no en la esencia de los temas. Sin embargo, ello no excluye la
existencia de elementos de disensos que puntualmente dificultan el diálogo
bilateral UE - EEUU. Las propias deficiencias que presenta la UE en el ámbito
de la defensa resultan en recurrentes fricciones dentro del contexto de la
alianza trasatlántica. El desarrollo de
la PESD está lastrado por problemas estructurales. Existe una tradición de
apelaciones genéricas a mayores esfuerzos presupuestarios y a generar economías
de escala en materia industrial y tecnológica que se han incumplido
reiteradamente en el pasado.
La Estrategia Global para la
Política Exterior y de Seguridad de la UE, presentada al Consejo Europeo en
junio de 2016, no ha podido llegar en peor momento. La UE
atraviesa un período de “supervivencia”, dominado por los efectos del Brexit,
la crisis migratoria e institucional, y un moderado crecimiento económico
que no se traduce en la restitución del bienestar social a nivel comunitario.
En este contexto, la propia Estrategia aplaza la fijación del nivel de
ambición, las misiones y capacidades necesarias a una futura sub estrategia del
Consejo Europeo. La separación entre medios y fines sigue siendo recurrente,
demostrándose que esos documentos son más la expresión de objetivos deseables,
que una relación entre los medios y los modos para obtener los fines deseados.
La Estrategia Global para la Política Exterior y de Seguridad de la UE
(2016) sigue sin contemplar las instrucciones para superar los problemas
estructurales de fondo. Las competencias, los recursos, y la decisión de usar
la fuerza y la rendición de cuentas ante los parlamentos siguen en manos de los
Estados miembros, conservándose un carácter intergubernamental que impide
avances cualitativos en la construcción de una política de seguridad y defensa
verdaderamente común. Durante el mandato de Trump, la
escasa cohesión política de la UE continuará incidiendo en el carácter de las
relaciones trasatlánticas. En su posible evolución puede ser recurrente una
mayor bilateralización de las relaciones por parte de EEUU, prefiriendo otorgar
protagonismo a cada Estado miembro de la UE de acuerdo a su importancia, y el
papel que pueda desempeñar en el cumplimiento de objetivos específicos;
mientras que al propio tiempo, se mantenga la alianza estratégica en los marcos
específicos de la OTAN.
El mega Acuerdo Transatlántico sobre Comercio e Inversión (TTIP)
constituirá otro de los temas espinosos en el marco de las relaciones EE.UU.-
UE. Resultante del ejecutivo Trump o no, esta negociación ya afronta
importantes obstáculos. Entre los puntos de fricción emergen las diferencias en
el ámbito del derecho laboral, protección a la salud pública, y protección al
medio ambiente. En el sector agrícola los obstáculos giran alrededor de las
políticas proteccionistas que aún existen a ambos lados del atlántico y las
prohibiciones europeas de importar productos transgénicos. El rechazo de
amplios sectores sociales viene a engrosar las dificultades que han enfrentado
ambos actores durante el proceso de negociación. Un ejemplo de ello fue la
petición Stop TTIP, que aunque recogió más de un millón de firmas en la UE, la
Comisión Europea dictaminó que no cumplía los requisitos para que se legislase
sobre el tema.[xxiii]
Sin embargo, los fuertes lazos económicos existentes entre la UE y EEUU
funcionan de manera sólida y con cierta autonomía de las relaciones políticas,
si bien se reconoce que la relación inversa bajo mandato de Trump puede
caracterizarse por ciertos niveles de condicionalidad, muchas veces difíciles
de advertir. Esto se debe, esencialmente, al mutuo reconocimiento de la alta interdependencia
económica y a la comunidad de intereses de todo tipo entre ambas potencias. El
entramado de conexiones económicas indica que un eventual naufragio del TTIP,
desembocaría en nuevas fórmulas impulsadas por los actores más vinculados al
capital transnacional y que tendrían idénticos fines: reducir los costos en
materia de transacciones, aumentar la seguridad jurídica entre la UE y EEUU,
incrementar la eficiencia y la competitividad de sus exportaciones y dotar de
nuevas prerrogativas a las transnacionales frente a los Estados.
Este proceso implicará el cuestionamiento de las
normas y principios más importantes del Derecho Internacional, entre los que
sobresalen los principios de la soberanía, la no intervención y la
autodeterminación de los Estados. Al respecto, el derecho de injerencia o
intervención vendrá a constituir una de las nuevas figuras jurídicas que
seguirán siendo impulsadas por los sectores que propugnan el proceso de
globalización. Así mismo, se continuará promoviendo la homogenización de
concepciones culturales y sistemas de valores, pues estos aspectos son
necesarios para completar el proceso de gobernanza global.
La aplicación de medidas políticas o político militares, la promoción de
subversiones internas, y las campañas mediáticas dirigidas a deslegitimar
sistemas políticos son algunos de los instrumentos, dentro de un amplio
arsenal, en que cooperan particularmente EE.UU. y la UE. Ante este escenario resulta predecible que asistamos a
una cada vez mayor fragmentación del poder político en distintos escenarios a
escala internacional.
En el actual contexto, la proyección geoestratégica de la
UE, la OTAN, y Rusia también estarán
permeadas por el ascendente protagonismo de la extrema derecha. Fenómenos como
Trump, Le Pen, Amanecer Dorado y el Brexit no son procesos aislados, sino
sistémicos, fuertemente vinculados con los impactos del neoliberalismo y de la
crisis estructural del sistema capitalista. Se impone pues desbordar los
análisis nacionales, regionales e incluso birregionales para su compresión. Sea
esta una modesta aproximación para comprender cuales son los elementos que
determinan las convergencias y divergencias entre actores de relevancia mundial
como la UE, Rusia y la OTAN y de éstos con EEUU en la coyuntura actual.
Arribando a
conclusiones e identificando tendencias potenciales para el Mandato Trump.
En la fase actual de las relaciones de producción capitalista existe una creciente interdependencia e interconexión de
los mercados, las mercancías, los capitales, las naciones y los procesos
productivos a escala global. Dicho entramado de conexiones tiene un carácter
objetivo y condiciona irremediablemente las proyecciones estratégicas de de la
UE, de EEUU y de Rusia, determinando que en medio de una tradicional
competencia también necesiten - bajo
coyunturas específicas - desarrollar acciones coordinadas para el
enfrentamiento de determinados problemas globales.
Consecuentemente, la transición hacia un mundo
multipolar se produce bajo múltiples tendencias, en ocasiones contradictorias.
En el marco de este proceso se perciben cambios en la geopolítica
internacional, incluyendo el ascenso de las posturas nacionalistas, de las
fuerzas de extrema derecha, la elevación de la importancia de los factores
étnicos, religiosos y civilizatorios, el debilitamiento de la gobernanza
internacional, el incremento de la inestabilidad regional y el aumento del
potencial de conflictos.
El importante peso de actores como Rusia y China en
el orden internacional, provoca que sus alianzas económicas, políticas y de
seguridad sean percibidas, desde Occidente, como una amenaza para su proyección
estratégica, pues cuestiona en la praxis sus mecanismos de gobernanza
mundial.
Tendencias potenciales que se identifican para el
mandato Trump:
- Ante
el contexto descrito la Alianza Trasatlántica mantiene un carácter estratégico,
con vista al logro de los objetivos internacionales de EEUU y miembros de la
UE, y ante un mayor protagonismo de los países emergentes en el sistema de
relaciones internacionales.
- Los
fuertes lazos económicos existentes entre la UE y EEUU funcionan de manera
sólida y con cierta autonomía de las relaciones políticas, si bien se reconoce
que la relación bajo mandato de Trump puede caracterizarse por ciertos niveles
de condicionalidad, muchas veces difíciles de advertir.
- Ello
no excluye la existencia de elementos de disensos que puntualmente dificultan
el diálogo bilateral UE - EEUU.
-
La similitud en
las estructuras económicas, patrones de producción, y desarrollo tecnológico
convierten a EEUU y miembros de la UE en potenciales competidores;
particularmente en aquellas regiones donde existen recursos naturales y
mercados viables para reproducir sus capitales y expandir sus mercancías.
-
La Política Europea de Seguridad y Defensa (PESD)
continúa lastrada por problemas estructurales. Como respuesta Trump apela por
una creciente bilateralización de las relaciones, prefiriendo
otorgar protagonismo a cada Estado miembro de la UE de acuerdo a su
importancia, y el papel que pueda desempeñar en el cumplimiento de objetivos
específicos; mientras que al propio tiempo, se mantiene la alianza estratégica
en los marcos específicos de la OTAN.
-
Las discrepancias derivadas de diferencias en las tácticas a emplear frente
a las “amenazas” globales - como pueden considerarse la crisis económica, el cambio climático, los asuntos de seguridad
- pueden ganar visibilidad, particularmente durante el mandato de Trump.
-
A partir de la victoria de Trump también
gana visibilidad - más en el discurso político que en la práctica geopolítica -
las variables que justificaría el advenimiento de una relativa distensión entre
las potencias Occidentales y Rusia.
-
Una proyección de este tipo perseguiría, en
primer lugar, erosionar los nexos de Rusia con China, los éxitos rusos en su
campaña antiterrorista en Siria y los avances integracionistas promovidos por
Rusia, los cuales han ganado profundidad como consecuencia directa de la
confrontación suscitada entre Occidente y Rusia durante la Administración
Obama. Tales son los caso de la Comunidad de Estados
Independientes (CEI), la Comunidad Económica Euroasiática (CEE), la
Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), y la Organización del Tratado de
Seguridad Colectiva (OTSC).
- No obstante,
tanto la UE como los EEUU y la OTAN mantendrán divergencias de fondo en su
relación con Rusia. Estas estarán asociadas con sus proyecciones
geoestratégicas y la disputa por posicionarse favorablemente ante una
correlación de fuerzas que a escala global muestra signos de cambio. En este
sentido la región del Cáucaso y Asia Central, y Medio Oriente continuará
constituyendo un escenario esencial.
-
Las negociaciones promovidas por Occidente para la
firma de acuerdos comerciales continuarán fungiendo como instrumentos para
introducir normativas y reformas estructurales que beneficien a sus
transnacionales en detrimento de Rusia y sus históricos vínculos con las
regiones citadas.
- Como resultado los
países objeto de influencia hacen giros significativos en sus proyecciones
internacionales, provocando que Occidente continúe avanzando en la
instrumentación de un cerco contra la influencia rusa, el cual ya tiene
cosechas en la región del Cáucaso y Asia Central.
-
La UE y EEUU conjugan instrumentos de seguridad y
económicos con el propósito de desconectar a países como Uzbekistán,
Turkmenistán y “Azerbaiyán”, de la influencia rusa, también a otros actores más
cercanos a los mecanismos integracionistas donde Rusia constituye un factor
clave como son Armenia, Kazajstán y Kirguistán en la UEE.
- La presumible normalización de
las relaciones entre EEUU y Rusia - tan enunciada por Trump - tendrá entre sus
presumibles obstáculos la invariable defensa por parte de Rusia de su seguridad
nacional. Una posición diferente por parte del Kremlin no solo sería ingenua,
sino que tendría impactos considerables para el equilibrio de fuerzas a escala
global.
-
Rusia buscará desplazar
esta influencia occidental incrementando su activismo en el área. Se
perseguirá, con relativa capacidad de éxito, la profundización de
mecanismos de
concertación política, integración económica y de seguridad como son la
Comunidad de Estados Independientes, la Comunidad Económica Euroasiática, la
Organización de Cooperación de Shanghái, la Organización del Tratado de
Seguridad Colectiva y los BRICS.
-
La condición turca de potencia
regional, uno de los aliados más pertrechados de la OTAN pero con importantes
reticencias hacia Occidente como resultado de la negativa para ingresar en la
UE- convierte a este país en un actor clave en el contexto de la conflictividad
Occidente - Rusia.
-
Turquía firmó con Moscú un acuerdo sobre el proyecto
Turkish Stream, también ha mostrado un mayor interés en la Organización de
Cooperación de Shanghái (OCS), liderada por China y Rusia, en perjuicio del
cada vez más difícil acceso a la UE. Los resultados de dichas vacilaciones
turcas podrían impactar considerablemente en el balance de poderes regionales,
lo cual nos permite entender que se teje tras provocaciones como el derribo
del avión
de combate ruso por fuerzas aérea turcas y el recién asesinato del
embajador ruso en Turquía Andréi Kárlov. Al
parecer acontecimientos vinculados y que constituyen expresión de grupos de
poder, ante los cuales resultan totalmente desfavorable los nexos Ankara –
Moscú.
La Habana, diciembre de 2016
Fuentes Utilizadas:
[i] Colectivo de Investigadores
del CIPI: Convergencias y contradicciones entre EEUU, la UE y Japón en la
actual fase de desarrollo del capitalismo. Perspectivas en el horizonte 2020.
Jefe del Proyecto y compilador. Raynier Pellón Azopardo. En: Base de datos.
CIPI, 2012.
[ii] Colectivo de Investigadores
del CIEM. Tendencias socioeconómicas mundiales y proyecciones para los próximos
15 años (2015-2030). Compilador: José Luis Rodríguez García, Edición: José Luis
Rodríguez García y Ramón Pichs Madruga. La Habana, 2016. P 13.
[iii] Recomendamos
consultar las siguientes fuentes: Graciela Arroyo, “La Globalización como
caos”, en Relaciones Internacionales (México),
núm. 52, 1991; Samir Amin, Capitalisme et
économie—monde. CETRI, Louvain—le Neuve, 1993; BARO HERRERA, SILVIO.
Consideraciones acerca del contexto ideo político internacional. Obra Inédita,
2012. Centro de Investigaciones de Política Internacional.
[iv] McKinsey Global Institute, 2008. Fifth Annual Report.
[vi] Consultar: Baró Herrera, Silvio y Chailloux Laffita, Graciela. ¿Hacia
un gobierno global? Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2008, y BARO
HERRERA, SILVIO. Globalización y
desarrollo mundial. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1997.
[viii] Cuarta
Cumbre de los BRICS, Declaración de Nueva Delhi, 29 de marzo de 2012.
[ix] Reclama el grupo BRICS mayor participación en diseño mundial, en
periódico Juventud Rebelde, 29 de marzo de 2012, en internet: http://www.juventudrebelde.cu/internacionales/2012-03-29/reclama-el-grupo-brics-mayor-participacion-en-diseno-mundial/Fecha de consulta: junio de 2012.
[x] En: León
Zhukovskii, Iván. La encrucijada de Rusia. Involución periférica y la
geopolítica del capitalismo global. Kindle Edition, 2015.
[xiii] Entrevista que le dio a TASS el Presidente de la Comisión de la UEE el 6 de
septiembre del 2016.Res http://www.eurasiancommission.org/en/na
e/news/Pages/25-08-2016-1.aspx.
[xiv] Escobar,
Pepe. Ob, Cit. En: http://www.tomdispatch.com/blog/175903/
[xv] Vea el
Discurso del Canciller Serguei Lavrov en la ONU
el 23 de septiembre del 2016.
[xvi] Colectivo de Autores CIPI - ISRI. Escenarios de Política Internacional
Europa (2017- 2022). Coordinador: Raynier Pellón Azopardo, 2016.
[xvii] León
Zhukovskii, Iván. Ob, Cit. 2015.
[xviii] Ver: Tovar Ruiz, Juan. La política europea de
Barack Obama: 3 meses de nueva relación transatlántica www.realinstitutoelcano.org 22-4-2009.
[xix] Colectivo
de Investigadores del CIPI. Principales tendencias de los BRICS en el horizonte
2020. Dirigente científico Lic. Iván León Zhukovskii. En: Bases de Datos CIPI,
2014.
[xxi] Nelson Roque Suástegui. Dinámica de las relaciones OTAN – UE. Bases de Datos CIPI. Inédito. 2016.
[xxiii] El derecho de petición
ciudadana ya se encuentra estrictamente enmarcado y debe referirse
exclusivamente a la aplicación de los Tratados. En este
campo, una iniciativa no puede parar, revertir o negar legislación. Tampoco
puede referirse a un tema que se esté tramitando.
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