martes, 13 de marzo de 2012

Los movimientos sociales en America latina : un balance historico

Por Mónica Bruckmann [1] et Theotonio Dos Santos [2] 
Publicado en la revista Prokla, n°142. 
15 avril 2008 

 INTRODUCCION


Los cambios recientes en América Latina se expresan no sólo en movimientos sociales y populares cada vez más originales y activos sino también en un nuevo escenario político marcado por la existencia de gobiernos de centro-izquierda bajo una fuerte presión de la sociedad civil y de movimientos de masa. Esta nueva coyuntura está redefiniendo el escenario político en la región y está abriendo un proceso histórico que presenta elementos nuevos que van a influir profundamente en la dinámica económica, política, cultural y social inmediata, pero también en el mediano y largo plazo. 

Una comprensión más objetiva de esta nueva coyuntura en la región exige un análisis profundamente histórico, capaz de hacer un balance de la lucha secular de las fuerzas progresistas que ha generado una acumulación de experiencias extremamente rica. Lucha secular que tiene que ver con elementos claves de nuestra identidad como latinoamericanos, como naciones capaces de conducirse a sí mismas y que tienen una presencia cultural basada en una fuerza civilizatoria propia. 

Desde esta perspectiva, el presente artículo busca hacer un breve balance histórico de los movimientos sociales en América Latina, tomando en cuenta cuatro fases : Los orígenes de los movimientos sociales clásicos desde la influencia anarquista hasta a la Tercera Internacional, la fase del populismo y las luchas nacional-democráticas ; la autonomización de los movimientos sociales y las nuevas formas de resistencia y la cuarta fase de globalización de las luchas sociales a partir de Seattle y la nueva agenda.

1. LOS ORIGENES : DE LA INFLUENCIA ANARQUISTA A LA TERCERA INTERNACIONAL

En su fase inicial de formación los movimientos sociales clásicos en América Latina tuvieron una fuerte influencia anarquista, a través de la migración europea, principalmente italiana y española, de fines del siglo XIX y comienzos del XX. Estos inmigrantes anarquistas, básicamente artesanos y trabajadores de pequeñas actividades económicas, se dirigieron principalmente hacia las zonas urbanas, formando las primeras levas de movimientos obreros. A partir de la Primera Guerra Mundial y posteriormente durante los años veinte, la expansión de las manufacturas en la región crea condiciones para el surgimiento de un proletariado industrial, que tendrá su pleno desarrollo con los procesos de industrialización de la década 1930. 

Estos movimientos anarquistas tuvieron su auge en toda la región entre 1917 y 1919, años en los que se organizaron huelgas generales bastante significativas que abrieron un proceso de sindicalización del movimiento obrero, como el caso de Perú en 1919, Brasil en 1917, Argentina en 1918 y México en el mismo periodo. Se crea un clima político generalizado favorable a la huelga general como forma de lucha principal, a pesar de que en algunos casos éstas no tenían un objetivo claro o buscaban una especie de disolución del Estado. En esta fase se consiguieron avances importantes en las luchas sociales y sindicales, colocándose en el eje de las luchas reivindicaciones específicas como la reducción de la jornada a ocho horas por día así como mejoras salariales y de condiciones de trabajo y de vida de los obreros.  Es el caso de la huelga de 1919 en el Perú, que al igual que otras experiencias en la región, fueron brutalmente reprimidas sin poder acumular fuerzas, generando una autocrítica en gran parte del movimiento anarquista que va a conducirlos al bolchevismo.

Los movimientos huelguistas estuvieron también marcados por la influencia de la Revolución Rusa, tanto la revolución bolchevique de 1917 como el proceso revolucionario general y las huelgas generales que habían sido características en la revolución de 1905. La corriente bolchevique, llamada “maximalista”, estaba compuesta principalmente por anarquistas que pensaron que el bolchevismo era una manifestación del propio anarquismo. Esta visión, que consideraba el bolchevismo como una forma de “maximalismo”, se mantuvo hasta 1919-1920, cuando los bolcheviques rusos se confrontan con los Kronstadt que habían sido uno de los brazos principales de la revolución de 1917 y que entran en choque con el gobierno bolchevique, siendo reprimidos tenazmente. A partir de este momento, parte de los anarquistas se alejan del bolchevismo y las corrientes que se mantuvieron fieles al mismo formarán los partidos comunistas.

Este período va a marcar la transición del anarquismo, con su versión maximalista que se destruye junto con las huelgas generales brutalmente reprimidas, a los movimientos comunistas latinoamericanos. Hasta los años veinte, a pesar de la importancia que la Internacional Socialista tuvo en Europa, los partidos socialdemócratas europeos no llegaron a tener una influencia significativa en América Latina, excepto en Argentina que fue el único país que tuvo representación en la II Internacional. A partir de los años 20 el movimiento obrero de la región se incorpora al campo del marxismo, especialmente a su versión comandada por la Internacional Comunista.

a)  El Movimiento Campesino

Históricamente, el campesinado en América Latina estuvo sometido a una fuerte dominación de los señores de tierra, bajo condiciones extremamente negativas de cultivo y organización. En este contexto, sólo las comunidades indígenas poseían los medios para auto dirigirse y organizarse, a pesar de la represión a la que fueron sometidas secularmente. Este sector fue la cabeza de una insurrección popular que se convirtió en una referencia fundamental en toda la región : la Revolución Mexicana de 1910, que tuvo una base campesina significativa. La lucha democrática contra el porfirismo estuvo conducida principalmente por partidos democráticos de clase media, que por necesidad de base política se aproximan al campesinado, produciéndose una articulación muy fuerte entre el movimiento campesino y las luchas democráticas mexicanas. A pesar de que los movimientos campesinos no se presentan como movimientos indígenas, se empieza a configurar un vínculo más claro entre ambos. Los líderes de la Revolución Mexicana estaban articulados a sus orígenes indígenas, sobre todo Zapata, que tiene una fuerte representatividad como líder indígena, a pesar que no basar su liderazgo específicamente en ello, Porque en aquel momento, el movimiento está volcado fundamentalmente hacia la cuestión de la tierra.

Es necesario destacar también el papel específico de los movimientos campesinos, que llegaron a tener un auge relativamente importante en América Central durante los años de 1920-1930, cuando ya existía una explotación de campesinos asalariados directamente subordinados a empresas norteamericanas que los organizan en las actividades exportadoras. En esta región se formaron bases importantes de lucha por la reforma agraria que debido a la fuerte presencia estadounidense se mezclaron con las luchas nacionales contra la dominación norteamericana. Este es el caso del Sandinismo, de las revoluciones de El Salvador lideradas por Farabundo Martí, de las huelgas de masas cubanas y, en parte, de la Columna Prestes en Brasil, que a pesar de tener una base fundamentalmente pequeño burguesa, va a entrar en contacto con la población campesina, desarrollando una cierta interacción de este movimiento de clase media de origen militar con el campesinado. Sin embargo, no se puede hablar de un movimiento campesino realmente significativo en este período en Brasil.

b) El Movimiento Obrero

El movimiento obrero latinoamericano ha sido el otro sostén de las fuerzas populares en el continente y encuentra su base material en la primera ola de industrialización durante la primera década del siglo XX. Podemos decir que se consolida como movimiento mucho más sólido en los años 20, desde el marxismo leninismo, esto es, de la influencia bolchevique y de la revolución rusa que se sobrepone a la segunda internacional y al anarquismo. Este aspecto es muy importante para configurar las características principales del movimiento obrero latinoamericano, sobre todo desde el punto de vista ideológico. 

Paralelamente a este fenómeno, en algunas zonas mineras relativamente importantes se desarrolló un proletariado asalariado que tenía reivindicaciones propias bastante más colectivas y cuya formación tuvo menos influencia anarquista. Esto explicaría el hecho de que en Chile existiese un Partido Demócrata con base obrera minera muy significativa, antes del desplazamiento de estos trabajadores hacia el Partido Comunista Chileno bajo el liderazgo de Recavarren, lo que al mismo tiempo otorga a esta organización diferencias respecto al resto de los comunistas latinoamericanos, en la medida en que no nace de una base propiamente anarquista, sino de una concepción política más cercana a la socialdemocracia. El Partido Demócrata Chileno no era propiamente una organización socialdemócrata, sino que se aproxima más al radicalismo de los partidos pequeño burgueses de tipo liberal. En otros países de América Latina también se desarrolló una presencia minera importante con un alto grado de sindicalización, como en el caso de Perú, Colombia y Bolivia. En el último caso, el movimiento minero boliviano sólo va a alcanzar su auge en la década de 1940-1950, llegando a ser protagonista de la revolución boliviana. 

c) Los movimientos de clase media y el movimiento estudiantil

El ala del movimiento obrero que luego formará los partidos comunistas se aproxima a sectores de la clase media en torno a objetivos democráticos, como es el caso de los “tenientes” en Brasil, que sería un movimiento social de clase media militar, con objetivos de democracia política. Otros movimientos de clase media, como el aprismo peruano, se adhieren a una plataforma de tipo nacional democrática, levantando banderas como la democracia política, el antiimperialismo, la defensa de las riquezas nacionales, la reforma agraria, la industrialización asumida como una tarea del Estado, etc. La reforma universitaria fue otra bandera que la clase media levantó de manera muy orgánica durante los años 20 y condujo a un movimiento social propio, que exigía la participación de los estudiantes en la conducción de la universidad, la reforma curricular y la apertura hacia los procesos sociales y políticos que vivía América Latina. Tal vez uno los momentos más significativos de las luchas del movimiento estudiantil fue el de la reforma universitaria de 1918 en Córdoba (Argentina), que generó un gran impacto en el ambiente universitario y político latinoamericano. En México, la lucha a favor de la reforma universitaria asumirá banderas nacional-democráticas y étnicas que no fueron bien asimiladas por los partidos comunistas y por ciertos sectores de la izquierda, aunque finalmente el movimiento educacional mexicano va a tener su gran expresión en la “educación socialista” que tendrá su auge durante los años 30. 

No se puede dejar de considerar como parte de los movimientos sociales, los movimientos culturales y artísticos que buscaban que el arte se aproximase más al pueblo y fuese su expresión mayor. Surgen experiencias extremamente ricas en la región como es el caso del muralismo mexicano, que formó parte del movimiento de la Revolución Mexicana o procesos como la revolución modernista de Brasil en 1922 y otros movimientos similares, principalmente durante los años 20. La creación de la revista Amauta (Lima 1926-1930), fundada por José Carlos Mariátegui, abre un espacio de reflexión intelectual muy importante en la región y muestra la fuerza y la profundidad de estos nuevos movimientos artísticos y culturales que se afirman en una identidad propia al mismo tiempo que se proyectan de manera universal a partir de una visión local, poniendo en cuestionamiento las pretensiones universales de occidente.

Hasta los años 30 se va a definir una plataforma de reivindicaciones de los movimientos sociales de la región. En esta agenda se coloca el problema de la tierra, de ahí la importancia de la Revolución Mexicana ; la cuestión minera, que representa la cuestión nacional, sea de la propiedad de las minas o de una participación de los Estados que abrigan los yacimientos en la renta de las minas ; las cuestiones salariales que ya están articuladas con las otras reivindicaciones, principalmente en las zonas mineras y en las zonas proletarias urbanas, sobre todo cuando el movimiento obrero urbano se va constituyendo más claramente en un movimiento asalariado.

2. EL POPULISMO Y LAS LUCHAS NACIONAL-DEMOCRATICAS

El conjunto de movimientos sociales que surge a lo largo de las primeras décadas del siglo XX va a tener la oportunidad de aproximarse al poder en los años 30 y 40 con la formación de los gobiernos populares y populistas. Estos gobiernos buscan apoyarse en los sectores populares y estructurar sus movimientos sociales en el contexto de una gran lucha nacional-democrática, integrando todas estas fuerzas sociales y culturales en frentes de contenido nacional-democrático que ya habían incorporado muchos puntos comunes con los movimientos antiimperialistas de los años 20 y van solidarizarse con los movimientos anticoloniales afro-asiáticos después de la Segunda Guerra Mundial. Los partidos comunistas en la región fueron integrando los diversos movimientos a una misma lógica nacional-democrática en la medida en que avanzaba la lucha anticolonialista.

Después de la Primera Guerra Mundial, en la medida en que se van constituyendo gobiernos más próximos a los sectores populares, surge una articulación más profunda entre movimientos sociales y Estados nacionales. Un ejemplo claro de este proceso es el caso mexicano, que ya en los años 20 mostraba una fuerte articulación entre los movimientos campesinos y obreros y el PRI (Partido de la Revolución Institucional). 

La base social no son ya los inmigrantes, sino los obreros urbanos del proceso de industrialización de los años 20. Este nuevo movimiento obrero tiende a un cierto rechazo y ruptura con el antiguo movimiento obrero radical, afirmando un nuevo proletariado de origen campesino sin ideología, como el caso de Argentina, donde se presentará de manera más clara este fenómeno. Este nuevo obrero va a aproximarse mucho más a los dirigentes del proceso de industrialización, dando lugar a los llamados movimientos populistas : el peronismo en Argentina ; el varguismo en Brasil ; el propio caso mexicano, a pesar del carácter radical del cardenismo y los antecedentes de la Revolución Mexicana. El cardenismo es, en gran medida, una expresión de la vinculación de los principales movimientos sociales a los objetivos nacional-democráticos. 

En esta nueva fase se perfila el movimiento revolucionario boliviano, que hace converger mineros y campesinos en la lucha por la reforma agraria, la nacionalización de las minas y la creación de una democracia radical de masas, a pesar de la desconfianza entre ambas partes. Los mineros siempre defendieron una reforma agraria basada en la propiedad colectiva de la tierra, mientras que los campesinos defendían la pequeña propiedad rural. Estas diferencias dividieron el movimiento de la revolución en Bolivia y en la década de 1960 produjeron una contra-revolución cuando el movimiento campesino e indígena se lanza contra los mineros, que recibían también el apoyo de los obreros urbanos, produciéndose una ruptura entre la llamada alianza obrero-campesina. 

En el caso mexicano, campesinos y obreros continuaron dentro de la revolución mexicana. Gran parte de la tierra fue colectivizada de forma que el movimiento campesino se mantuvo en una perspectiva socialista, a pesar de que el indigenismo mexicano procuró resaltar siempre los peligros de la concepción colectivista, considerada ineficiente, burocrática y autoritaria. 

De esta manera, se definía el perfil nacional-democrático como formador de la nueva clase obrera. Dependiendo de la capacidad de comunistas y socialistas de adoctrinarla en una perspectiva socialista, se hacía posible articular la cuestión nacional y el antiimperialismo que motivaban las luchas nacionales en el continente bajo la dominación del capitalismo norteamericano en expansión en el mundo, hasta convertirse en el centro hegemónico del sistema mundial después de la Segunda Guerra Mundial. La Alianza entre la Unión Soviética y los EE.UU. durante la Segunda Guerra Mundial se prolonga hasta 1947 cuando la política de Guerra Fría convierte los anteriores aliados en enemigos. A partir de este momento EE.UU. es transformado por el movimiento comunista mundial en enemigo de los trabajadores, mientras el servicio de inteligencia norteamericano trabaja para romper la alianza entre comunistas, socialistas y social cristianos que se había creado durante la Segunda Guerra Mundial. Al ponerse en evidencia el carácter imperialista de la política estadounidense, carácter que había sido olvidado durante la Alianza Democrática antifascista, empieza a desarrollarse un nuevo frente antiimperialista, que encuentra su punto más alto en Brasil, a fines de los años 50 durante el gobierno J.Kubistchek-Goulart. En este período los comunistas, que estaban en la ilegalidad desde 1947 después de sólo 2 años acción política legal, vuelven a asumir la condición de semi-legalidad entre 1961 y 1964 durante el gobierno de João Goulart,

En esta misma época surgía una nueva realidad estratégica en América Latina. La declaración de Cuba como una República Socialista en 1962, en respuesta a la invasión de Bahía Cochino, introdujo en la región la cuestión del socialismo como forma inmediata de transición hacia un nuevo régimen económico-social colectivista. Esta nueva experiencia pasó a influir sectores significativos de las fuerzas políticas de izquierda en América Latina, alcanzando su expresión más elaborada en el programa socialista de la Unidad Popular en Chile, cuando entre 1970 y 1973 intentó una experiencia absolutamente insólita : realizar la transición hacia un régimen de producción socialista en condiciones de legalidad democrática. En este momento de avance de las fuerzas sociales, la tesis de la unidad entre la burguesía nacional y el movimiento popular obrero-campesino-estudiantil se convirtió en un principio estratégico fundamental. Concepción fue derrotada por los golpes de Estado que se sucedieron en la región.

La violencia de la represión de los gobiernos militares impuestos en Chile y en otros países contrastaba con la experiencia de un gobierno militar nacional-democrático en Perú, iniciado en 1968 por Velasco Alvarado. Más que nunca la represión y el terror estatal se desarrollaron hasta sus formas más radicales. No hay duda que el terror fascista inaugurado por Pinochet y profundizado por los golpistas argentinos llevó hasta el paroxismo la represión en la región.

A pesar de las huelgas de masas de los trabajadores de las grandes empresas agrícolas exportadoras - que sostuvieron a Sandino o impusieron la huelga de masas en El Salvador – el movimiento campesino solo vino a alcanzar una victoria significativa durante la revolución en Guatemala con Arbenz en 1952 y particularmente en la revolución boliviana cuando las milicias campesinas y mineras tomaron la dirección del país. En la década de los 50 se iniciaron las Ligas Campesinas lideradas por Francisco Julião en Brasil. En los años 60 la estrategia anti-insurreccional comandada por los militares estadounidenses absorbió finalmente la propuesta de una reforma agraria ordenada que se aplicó sobre todo en el Chile demócrata-cristiano bajo la presidencia de Eduardo Frei. Esta reforma agraria se hizo más radical, completa y profunda en los años 1970-73 bajo el gobierno de la Unidad Popular, teniendo como presidente Salvador Allende.

A lo largo de todos estos años, la reivindicación por la tierra estuvo en el centro de las luchas populares y de la alianza obrero-campesina, con fuerte apoyo estudiantil y de sectores de la clase media urbana. Estas reivindicaciones llegaron hasta la Revolución Sandinista en Nicaragua. Se puede decir, sin embargo, que en las décadas de los 80 y los 90 el fuerte control de las multinacionales sobre la producción agrícola en vastas regiones del continente cambió dramáticamente el sentido de la lucha campesina. Entre 1960 y 1990 se completó un proceso de emigración del campo a la ciudad que expulsó definitivamente vastas capas de pequeños propietarios agrícolas y consolidó la grande y mediana empresa agroindustrial, articuladas con las transnacionales agrícolas o manufactureras de productos agrícolas. Se desarrolla la figura del asalariado agrícola estacional y surge un nuevo movimiento campesino de carácter sindical, con pequeña presión sobre la tierra.

El caso brasileño es paradigmático : los “boias frías” (así llamados por la comida fría que llevan para sus precarios almuerzos en un espacio agrícola ultra especializado y mecanizado) inundan las zonas rurales y solamente en la década del 80 resurge una demanda por la tierra cuando aumenta el desempleo en las zonas rurales y pequeñas ciudades, generando una población desempleada que busca retornar a la tierra. De ahí surge el Movimiento de los Sin Tierra (MST) que presiona por una reforma agraria más ágil pero no cuestiona la legislación de tierras del país, que dispone la compra de las tierras no cultivadas a precio de mercado para distribuir entre los campesinos sin tierra. La fuerza del MST deriva menos de la radicalidad de su demanda por la tierra que de sus métodos de ocupación de la misma para forzar la reforma agraria así como de sus métodos de gestión comunitaria de las tierras ocupadas por ellos y de su concepción socialista de una economía donde los campesinos pueden alcanzar su pleno desarrollo. Su preocupación con la tecnología agrícola de punta, por las cuestiones ambientales y por la educación de sus cuadros y de sus hijos los colocan a la vanguardia de la sociedad brasileña. Sus principales banderas de lucha se resumen en : tierra, agua y semillas, es decir, en el la pugna por la soberanía alimentar en Brasil. De esta manera, ellos se preparan para enfrentar las transnacionales agroindustriales en una perspectiva de largo, chocando frontalmente con los conservadores brasileños. 

Un fenómeno nuevo que hace posible esta concepción de largo plazo del Movimiento de los Sin Tierra es el fuerte apoyo de la pastoral de la tierra en Brasil. La Iglesia brasileña ha decidido que no puede entregar el más grande país católico del mundo a la voracidad de las elites explotadoras de este país. Una revolución social anti-católica sería un golpe definitivo al catolicismo como religión con pretensiones de universalidad.

 a) La cuestión étnica

En esta fase se incorporan cuestiones totalmente nuevas : El indigenismo, no solo visto como un movimiento de reivindicación étnico sino como una crítica cultural campesina, donde el campesinado exige su conservación y no simplemente su disolución en una sociedad superior. La cuestión étnica se presenta en dos vertientes diferenciadas, la cuestión campesina-indígena y campesina-negra. Es necesario hacer una distinción entre ambas tendencias porque los negros formaron un movimiento principalmente campesino, que asumió la lucha contra el esclavismo, contra la dominación española en Cuba y que participó en la revolución cubana y los procesos de liberación de otros países en la región. Los negros se organizaron con mucha facilidad y llegaron a constituir una parte importante de ese movimiento obrero no-europeo, no-socialista, pero enmarcado en una vertiente populista. A pesar de que los comunistas consiguieron, en algunos lugares, una base importante en el movimiento negro, tuvieron la tendencia a negar su especificidad, manifestándose contra la idea de que asumiese una forma propia. De esta manera, se buscaba que el movimiento negro se incorporase a las luchas por las libertades civiles, pero se negaba su contenido étnico específico. La visión étnica de la cuestión negra solo se va a proyectar a partir de la década de 1960 y tiene como una de las referencias principales al “black power” en Estados Unidos, donde se produce una ruptura con la visión de los derechos civiles : los negros sostienen que no quieren ser iguales a los blancos, por lo tanto, sus luchas no son por la igualdad sino por el derecho de ser negros. Esta perspectiva se expresa en la idea de “black beauty”. 

El contenido étnico del movimiento indígena renace en los años 70, cuando los indígenas reivindican sus orígenes como una estructura ideológica para las luchas sociales contemporáneas y exigen el liderazgo de los movimientos guerrilleros. Un ejemplo de esta nueva perspectiva es la lucha guatemalteca, donde los indígenas dejan claro que la guerrilla estaba dirigida por ellos a pesar de la participación externa, siempre subordinada a su liderazgo. Esta vertiente se va manifestar también en el caso mexicano, que alcanzará una expresión clara en el zapatismo, donde la vertiente indígena asume el carácter de una postura ideológica propia, que tiene su inspiración indigenista pero tiene también un objetivo universal. Este reconocimiento e identidad indígena latinoamericana es un fenómeno muy profundo que pretende también ser mundial : indígenas de diferentes regiones del mundo buscan formar un movimiento que afirma sus luchas en una postura ecológica basada en una relación fuerte con la naturaleza, en una ideología opuesta al capitalismo y a las pretendidas fuerzas progresistas que ven el progreso como un camino destructor de las formas anteriores. 
 

b) El Movimiento Femenino

Por otro lado, emerge el movimiento femenino de manera específica, a pesar de que éste existe en todas las épocas como parte de otros movimientos sociales [3]. A partir de la década de 1960 este movimiento comienza a reivindicar no sólo que los derechos civiles de las mujeres sean incorporados a la sociedad moderna sino que la sociedad incorpore también la visión femenina del mundo. Esto supone la participación de la mujer en la cultura, ya no como un elemento pasivo, sino en un rol protagónico capaz de reestructurar profundamente la subjetividad del mundo contemporáneo a partir de una nueva visión que revalore el papel de la vida. En este sentido, la mujer sería no sólo portadora de la vida sino de una percepción del mundo desde el punto de vista de la vida. Esto modifica profundamente la visión de la sociedad contemporánea.

3. LA AUTONOMIA DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES Y LAS NUEVAS FORMAS DE RESISTENCIA

Veinticinco años de experiencia neoliberal, comandadas a nivel internacional por el FMI y el Banco Mundial, sumergieron nuestros países en graves problemas económicos que llevaron los movimientos sociales de la región a la defensiva. El desempleo, la inflación, la dramática caída de los niveles salariales y de calidad de vida, la falta de inversiones en el sector productivo, en infraestructura, o desarrollo social forman un conjunto de fenómenos que va destruyendo el tejido social, que va desestructurando las lealtades institucionales, rompiendo los lazos sociales, abriendo camino a la violencia, las drogas y la criminalidad en sus diversas formas de expresión. Las formas de lucha principales del movimiento obrero, como la huelga y otras formas de interrupción del trabajo, pierden fuerza en la medida en que amplias masas de desempleados o recién llegados a la actividad laboral están siempre dispuestas a sustituir a los trabajadores activos. Las posibilidades de lucha en las calles alcanzan cierto auge hasta que el cansancio y el enfrentamiento con formas despiadadas de represión hacen retroceder al movimiento que va perdiendo sus objetivos, abriendo camino a la acción del “sub-proletariado” que no dispone de programas de lucha organizados y consecuentes.

Los años de recesión estuvieron agravados por mecanismos de represión institucional y regímenes de excepción apoyados en formas de terror estatal que habían tenido inicio en la fase anterior. La recesión sistemática, que debería ocurrir en la década del 70, fue retrasada debido a la captación de recursos externos en forma de préstamos internacionales a bajo costo como consecuencia del reciclaje de los petrodólares. En la década del 80 se inicia la fase recesiva con la exigencia de pago inmediato de los intereses de la deuda, aumentadas debido al crecimiento del capital principal bajo la forma de “renegociaciones” irresponsables y debido al aumento de las tasas internacionales de interés a partir de las decisiones adoptadas por el Tesoro Americano.

Esta combinación de recesiones sucesivas, regímenes de excepción, terrorismo de Estado y rebaja del nivel de vida de los trabajadores estuvo seguida de una ofensiva ideológica contraria a las conquistas de los trabajadores y a las mejoras obtenidas por el conjunto de la población durante los años de crecimiento económico. La ofensiva ideológica neoliberal alcanzó su auge en la segunda mitad de los años 80, con la política derrotista de la clase política dirigente de la Unión Soviética y de la Europa Oriental. A partir de la caída de los regímenes del llamado “socialismo real” se abrió una ofensiva ideológica neoliberal que implantó un verdadero terror ideológico. Cualquiera que reivindicara una crítica al capitalismo o al quimérico “libre mercado” era inmediatamente segregado de los medios de comunicación de masas y de la academia. Era la época del “fin de la historia”, del fin del socialismo y del marxismo. 

Durante los últimos veinticinco años los movimientos sociales de la región estuvieron bajo el impacto de esta situación crítica, que era posible superar con políticas de preservación del interés nacional, con la suspensión del pago de una deuda internacional altamente cuestionable y de tasas de interés totalmente insanas. Sin embargo, prevalecieron los intereses ligados al pago del servicio de la deuda y las renegociaciones que incluían inmensas comisiones apropiadas por agentes privados. En este período se afirmó una típica burguesía “compradora” en la región, que se impuso progresivamente sobre los capitales locales afectados por las políticas neoliberales e impedidos de beneficiarse de los cambios del comercio mundial que fueron casi totalmente aprovechados por los países asiáticos. Ayudados por reformas agrarias profundas, realizadas en la post-Segunda Guerra Mundial Estos países no dependían tan directamente de los préstamos internacionales para sostener sus políticas de exportación y de crecimiento económico y disponían de mercados internos más amplios y de políticas educacionales profundas que buscaban neutralizar la influencia de regímenes socialistas en el sudeste asiático. 

Es natural que durante este periodo, el movimiento obrero renaciera en la región bajo formas más cautelosas, buscando el apoyo de los liberales y de la Iglesia que se apartó de los regímenes dictatoriales que en el pasado favoreciera, para asumir las banderas de los derechos humanos, de la amnistía y del restablecimiento de la democracia. En este ambiente, las propuestas neoliberales encontraron un campo fértil y se enraizaron profundamente en virtud de la auto-destrucción del socialismo soviético y euro-oriental. Las concepciones neoliberales penetraron fuertemente en los partidos de izquierda, encontrando su formulación más sofisticada en la llamada Tercera Vía que se desarrolló en la década de los 90. Se levantaba la tesis de que no había alternativa para la concepción neoliberal de la economía, cuya expresión de eficacia era el libre mercado. Libre mercado que no garantiza, sin embargo, los derechos sociales de los trabajadores. Bajo esta visión, sería necesario combinar el neoliberalismo económico con un programa de políticas sociales (o compensatorias, como lo plantean el FMI y el Banco Mundial al aceptar los efectos negativos “provisionales” de la “transición” hacia el “libre mercado”). Era evidente la debilidad teórica y práctica de esta propuesta que fue en seguida abandonada en la medida en que el neoliberalismo se hacía cada vez más insostenible tanto en el plano teórico–doctrinario como práctico.

El movimiento obrero se encuentra aún bajo el efecto de estas confusiones ideológicas pero viene recuperando sistemática y crecientemente buena parte de su capacidad política a partir del crecimiento económico sostenido de 1994-2000 cuando el desempleo en Estados Unidos cayó de 12% a 3,4% anual. La posibilidad de volver a una situación de pleno empleo provocó un renacimiento de la militancia sindical americana, incluso en la reorientación de la central sindical AFL-CIO hacia tesis progresistas. En América Latina el movimiento obrero del período estuvo en ascenso solamente en Brasil en los años 70, parte de los 80 y en algunos momentos aislados de los 90. La explicación de la pérdida de combatividad del movimiento obrero en los últimos años se encuentra en las dificultades de convivir con el desempleo creciente resultante de la situación recesiva permanente. 

De las fuerzas clásicas del movimiento popular en la fase nacional democrática, el movimiento estudiantil fue el que más sufrió al ahogarse en el mundo del debate ideológico y enfrentar el impacto de la ola neoliberal. De ser el centro de las luchas sociales pasó a ser un movimiento de reivindicaciones sectoriales, lo que fue aislándolo progresivamente. La expansión de las universidades privadas y del número de estudiantes universitarios de clase media disminuyó el carácter de elite intelectual de los movimientos sociales que este tenía hasta inicios de la década de los 70. Esta situación se agrava cuando la represión comienza a afectar también el movimiento estudiantil disminuyendo su militancia y su liderazgo ideológico. A pesar de haber perdido mucha de su fuerza, ha dejado un rastro ideológico profundo como resultado de los movimientos de 1968, y en algunos casos, está recuperando protagonismo en las luchas sociales de los últimos años, como es el caso de Chile.

En los años 80 y 90 ganaron una fuerza especial los movimientos de los barrios llamados “marginales” y hoy “excluidos”. Su organización creciente consiguió ìmportantes recursos fiscales para infraestructura, aún cuando éstos eran insuficientes para romper sus dificultades básicas. Las organizaciones de mujeres jugaron un papel fundamental en el movimiento de pobladores, organizándose para la autogestión de recursos dirigidos a cubrir necesidades básicas de alimentación, seguridad y servicios, basados en un espíritu comunitario y fuertes lazos de solidaridad. Ejemplos claros de este fenómeno son los comedores de madres y los comités del vaso de leche en Perú.

Asimismo, el aumento de la actividad comercial de drogas prohibidas, sobretodo la cocaína, ha abierto la posibilidad de un relativo enriquecimiento verdaderos ejércitos de criminales organizados. Una situación similar a la de Chicago en las décadas de 1920 y 1930. Esta presencia de los factores criminales en los barrios miserables, como es el caso de Brasil, ha justificado una adhesión creciente de partidos de izquierda y de movimientos populares con responsabilidad de gobierno a las técnicas de la represión social. Al abandonar la tortura y otros comportamientos violentos en el plano político, las fuerzas represivas volvieron a concentrarse en la práctica sistemática de violencia contra los pobres y criminales de origen popular.

Al mismo tiempo, los movimientos sociales son cada vez más afectados por las fuerzas sociales emergentes. Es el caso de los movimientos de género, los indígenas, los negros, los grupos de defensa del medio ambiente y otros, que imponen nuevos temas a la agenda de las luchas sociales. Su punto de partida asume formas liberales, expresadas en la defensa del derecho a votar, de garantizar jurídicamente sus derechos en bases iguales a la fracción masculina dominante, de valorizar sus características propias, de reconocer su identidad y sus características étnicas como parte sustancial de la cultura nacional. Con el tiempo, estas reivindicaciones pasan a integrar todo un proyecto cultural que exige el rompimiento con la estructura económico social que generó el machismo, el racismo, el autoritarismo. Podemos encontrar una identificación sustancial entre el modo de producción capitalista, como fenómeno histórico, con estas formas culturales que penetran profundamente en todo la superestructura de la sociedad moderna. Las propias raíces de estas llagas se encuentran en la pretensión de una racionalidad iluminada que tendría a Occidente como cuna y que justificaría el colonialismo, despreciando sustancialmente la importancia de las culturas y civilizaciones asiáticas, orientales o de las civilizaciones americanas pre-colombinas.

Los movimientos sociales empiezan así a romper con toda la ideología de la modernidad como forma superior y como única expresión de la civilización. Este enfoque ha dado una fuerza muy especial a los movimientos sociales al presentarlos como fundamento de un nuevo proceso de civilización pluralista, realmente planetario, post-racista, post-colonial y quizás post-moderno.

Durante esta fase es necesario destacar dos características fundamentales : en primer lugar, la identidad de los movimientos sociales empieza a reivindicar una cierta autonomía, sale del marco de los partidos, de las reivindicaciones nacional-democráticas y desarrollistas, para asumir una autonomía bastante significativa, que da origen y se vincula a la cuestión ciudadana de lucha por los derechos civiles y se confunde con las luchas contra las dictaduras en América Latina. Se empieza a desarrollar una interacción entre los movimientos sociales con relativa autonomía de los partidos políticos y de las ONGs que las apoyan. En segundo lugar, se presenta una tendencia a la formación de partidos políticos a partir de estos movimientos. La expresión más avanzada de esta tendencia es el Partido de los Trabajadores en Brasil. Existen también otras organizaciones políticas impregnadas de esa visión ideológica, una sociedad civil que se esta formando y que proyecta sobre el Estado la gran cuestión que la sociedad civil todavía no resolvió : en la medida en que ella crece y gana importancia, su relación con el Estado deja de ser simplemente crítica para ejercer también hegemonía sobre el Estado. A partir de este momento, la postura crítica se transforma en una postura positiva, que se expresa en propuestas de políticas de Estado y que viene constituyendo una nueva fase de diseño de un nuevo programa de políticas públicas que absorbe parte del programa nacional democrático-desarrollista anterior pero con críticas significativas y que incluyen nuevos elementos en la agenda, como las demandas ecológicas y democráticas de participación política.

Todo esto va constituyendo un nuevo espacio político que no resolvió sus contradicciones entre autonomía y gestión del Estado, entre democracia en el sentido de afirmación autónoma y en el sentido de gestión del Estado, entre reivindicaciones autónomas y de políticas públicas con capacidad de transformar las condiciones materiales.

4. LA GLOBALIZACIÓN DE LAS LUCHAS SOCIALES 

Después de Seattle en 1999, los encuentros del Foro Social Mundial en Porto Alegre y las manifestaciones de masa que lo sucedieron en varias partes del mundo ya se perfila una nueva realidad de los movimientos sociales que indican una dinámica no solamente defensiva sino también ofensiva. A pesar de que este fenómeno ya estaba inscrito en las movilizaciones de 1968, cobra un significado especial después de la caída del campo soviético cuando las luchas sociales ganan la dimensión de un gigantesco movimiento de la sociedad civil contra la globalización neoliberal. Su articulación con fenómenos políticos se hace más evidente y se expresa en el surgimiento de formas de lucha insurrecciónales nuevas, como el zapatismo en México y sus desdoblamientos internacionales en la convocatoria por la lucha contra el neoliberalismo que atrajo personalidades de todo el planeta ; la emergencia de movimientos indígenas de resistencia que terminan derrocando gobiernos y dando origen a partidos y nuevos gobiernos como en Bolivia y Ecuador ; el éxito electoral del PT en Brasil, que surge de una articulación de los movimientos sociales y de fuerzas de izquierda en Uruguay y Venezuela. Todos estos fenómenos conforman una nueva ola de transformaciones sociales y políticas en América Latina que tiene fuertes raíces en los nuevos movimientos sociales y en su articulación con las fuerzas de los movimientos sociales clásicos, en el desarrollo de la izquierda en su conjunto e inclusive, la emergencia de sectores nacionalistas en las clases dominantes. Estos elementos producen un complejo proyecto histórico aún en construcción que se expresa también el los procesos de integración regional acompañados de una creciente densidad diplomática entre los gobiernos de la región.

El programa alternativo que se dibuja en América Latina no puede restringirse a una resistencia económica y cultural, más aún cuando la historia de la región pasa por un largo periodo de estancamiento económico y el abandono del proyecto desarrollista nacional democrático confrontado a hierro y fuego por la represión imperialista y gran parte de la clase dominante local ; cuando la historia de este período se confunde con la dominación brutal de los intereses financieros sobre la economía, colocando las fuerzas productivas a su servicio, incluso el Estado que aumenta su intervención para transferir recursos hacia este sector ; cuando todo esto se hace en nombre de una ideología reaccionaria que se presenta como la expresión última de la modernidad y como el “pensamiento único”, resultado del fin de la historia. En tales circunstancias el programa alternativo debe asumir un carácter global, el de un nuevo marco teórico y doctrinario que proponga una nueva sociedad, una nueva economía, una nueva civilización.

Mientras esta tarea de décadas se desdobla, se van dibujando luchas parciales que asumen un carácter cada vez más sustancial. La integración regional latinoamericana por, ejemplo, gana dimensiones concretas en el MERCOSUR, la Comunidad Andina de Naciones y el ALBA (Alternativa Bolivariana de los Pueblos) y la Comunidad Sudamericana que cuenta con el apoyo sustancial del ideal bolivariano. Al mismo tiempo, este ideal es convertido en doctrina de Estado y de gobierno en Venezuela, inspirándose en la dinámica de la democracia participativa profundamente articulada a la lógica de los movimientos sociales.

Muchas serán aún las novedades políticas, culturales e ideológicas que surgirán en este nuevo contexto. En el proceso electoral de Lula en Brasil se unieron sectores sociales hasta entonces desarticulados en búsqueda de un nuevo bloque histórico que unificase las fuerzas de la producción contra de la dominación del capital financiero. Un perfil similar se dibujó en Argentina después de los grandes movimientos de masa que cuestionaron radicalmente el programa neoliberal. En toda la región se habla de un nuevo desarrollismo que busca crear las condiciones de una nueva política económica que restaura en parte los temas y la agenda de los años 60 y 70 adaptando la misma a las nuevas condiciones de la economía mundial. Lo que importa es la voluntad política, los aspectos técnicos son secundarios y fácilmente obviados por el amplio desarrollo de los profesionales de la región.

Varias son las manifestaciones concretas de la nueva propuesta que deberá sustituir la barbarie intelectual del pensamiento único neoliberal y que incorporará la región a una nueva realidad política e ideológica. Esta nueva propuesta pone en debate las grandes cuestiones del destino de la humanidad y los movimientos sociales representarán el terreno fértil en que brotarán las soluciones cada vez más radicales pues son las raíces que estarán en juego : la desigualdad social, la pobreza, el autoritarismo, la explotación. Toda esta agenda estará de nuevo en la arena de la historia.
  
BIBLIOGRAFÍA

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Notes

[1] Socióloga, investigadora de la Red y Cátedra UNESCO/UNU Sobre Economía Global y Desarrollo Sustentable – REGGEN, doctoranda en ciencia política de la Universidad Federal Fluminense-Brasil
[2] Sociólogo, presidente de la Red y Cátedra UNESCO/UNU Sobre Economía Global y Desarrollo Sustentable – REGGEN 
[3] Como es el caso del movimiento negro o el de las luchas civiles que buscaban la igualdad de derechos entre los hombres, etc.


Monica Bruckmann: Socióloga, doctoranda en ciencia política por la Universidad Federal Fluminense (Brasil) e investigadora de la Cátedra y Red UNESCO/UNU sobre Economía Global y Desarrollo Sustentable – REGGEN.

viernes, 9 de marzo de 2012

Estados Unidos: Hablando de “turbulencias geopolíticas” en América Latina y el Caribe.

  Por Leyde E. Rodriguez Hernández  

 

Recientes informaciones de la prensa internacional dieron cuenta de que el Comando Sur de los Estados Unidos se mantiene con ojos vigilantes ante lo que han denominado las "turbulencias geopolíticas" que se pudieran originar en Cuba, Venezuela, Bolivia y Haití, lo cual fue esbozado por el general Douglas Fraser, en una audiencia de la Comisión de las Fuerzas Armadas de la Cámara de Representantes en el Congreso estadounidense.

En las percepciones de los círculos militares de los Estados Unidos, las "potenciales turbulencias geopolíticas" podrían tener "un impacto sobre ciudadanos y militares estadounidenses en la región" y, por tal motivo, se han identificado, en cada uno de los países señalados, las posibles problemáticas que, a juzgar por las declaraciones del general Douglas Fraser, quitan el sueño a los representantes de un Imperio que todavía conserva una mirada arrogante hacia la región de América Latina y Caribe, como si fuera su traspatio de antaño.  

Para el belicoso Douglas Fraser, Venezuela enfrenta una coyuntura de "incertidumbres sobre la salud" del presidente Hugo Chávez, una "persistente inestabilidad económica y crecientes niveles de violencia que generan mayores exigencias para el gobierno". Pero, en realidad, la verdadera inquietud de los círculos de poder en Washington pudiera estar relacionada con el anchuroso apoyo popular que mantiene Chávez, aún con sus dificultades de salud, para ser reelecto en las venideras elecciones de octubre, lo que permitirá dar continuidad incuestionable a los proyectos de justicia social de la Revolución Bolivariana.

Para el marcial Douglas Fraser, en Bolivia se han registrado protestas por los salarios, la escasez de energía eléctrica y los precios de los alimentos, que posiblemente continuarán hasta que el gobierno de Evo Morales "enfrente las causas de la agitación social". Al igual que el caso de Venezuela, la situación interna de Bolivia, con sus propias peculiaridades, está lejos de conformar un escenario regional de “turbulencias geopolíticas”, solo imaginable en las calenturientas apreciaciones de los estrategas militares del sobresaltado Comando Sur.       

Para el intrépido Douglas Fraser, la transición del liderazgo de Fidel Castro a su hermano Raúl "ya se completó”, pero mostró suspicacia hacia “los efectos a largo plazo de lo que denominó reformas económicas del gobierno" cubano. Sin embargo, este tipo de elucubración sobre Cuba no es novedosa, porque es conocida la incertidumbre de los estrategas militares y de la clase política estadounidense, cuando los procesos en la Isla no se perfilan o evolucionan en la dirección de los intereses políticos y estratégicos de Washington.

Lo que el gobierno de los Estados Unidos debiera hacer es cesar los pronunciamientos, los juicios indirectos y unilaterales sobre Cuba, que es un actor de reconocimiento global y suficiente legitimidad internacional. Es un error, en el contexto latinoamericano y caribeño actual, las presiones diplomáticas ejercidas por la administración estadounidense sobre Colombia, para excluir a la Isla de la próxima Cumbre de las Américas y eludir resolver sus conflictos con La Habana mediante la transparencia y sin medias tintas, ya que el comportamiento internacional de Washington pudiera verse asociado a los retrógrados métodos de la “guerra fría”, aunque sabemos que el Imperialismo no ha renunciado a su esencia agresiva y avasalladora sobre los pueblos, considerando la política internacional bajo un esquema de ordeno y mando de las grandes potencias sobre los Estados que consideran de menor significación en las relaciones internacionales.          
  
Como expresó el Canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla,  Cuba se interrogó, en el año 2009, si las Cumbres de las Américas servirían para discutir los problemas reales de América Latina y el Caribe, los problemas de la paz, los problemas del desarrollo, los problemas de la deuda, los problemas de una relación justa y equitativa, los problemas del acceso a los mercados, los problemas del subsidio, que destruye las economías caribeñas, por ejemplo; si se discutieran los problemas reales del terrorismo, del narcotráfico; si se discutieran en un plano de igualdad entre Estados Unidos y América Latina y el Caribe, quizás esas Cumbres, aunque hubieran excluido a Cuba, servirían para algo; pero no si lo fueren para expandir la dominación de los Estados Unidos, para extender esa presencia intervencionista, injerencista en nuestros Estados; si fueran para extender y profundizar esa relación de expoliación de nuestras economías y de nuestros recursos, habría que resistir[1], porque es precisamente todo esto último lo que genera turbulencias geopolíticas en América Latina y el Caribe. Y difícilmente se podría encontrar otro responsable de las inestabilidades históricas en nuestro continente que no esté vinculado de un modo u otro a las políticas emanadas de la Casa Blanca.

Para colmo, el castrense Douglas Fraser esboza que Haití "sigue siendo vulnerable a los desastres naturales y las penurias económicas", lo que en mi opinión debiera significar una situación vergonzosa para los gendarmes del capitalismo globalizado, pues las potencias garantes del injusto orden internacional actual -¿Y existe un orden?-, en primer lugar los Estados Unidos, han hecho muy poco para contribuir a resolver los problemas humanitarios de esa sufrida nación, que en más de una ocasión en la historia reciente ha visto su soberanía horadada por las botas de los marines yanquis. En realidad, no hay esfuerzos visibles de Washington para lograr el cumplimiento de una efectiva ayuda humanitaria a un país que fue devastado por catástrofes naturales y enfermedades como el cólera.   

                                        El pretexto del narcotráfico

Además de todo lo anterior, durante la audiencia para discutir el presupuesto del Comando Sur para el año fiscal 2013, el general Fraser recurrió al viejo pretexto del narcotráfico y acusó alevosamente a Venezuela por su falta de cooperación en la lucha contra el tráfico de estupefacientes.

Con el objetivo de lograr un abultado presupuesto, se especuló sobre el aumento de supuestas actividades del gobierno venezolano, como la captura de algunos capos colombianos, pero para las autoridades estadounidenses los esfuerzos de Venezuela en su batalla contra ese flagelo no han sido suficientes, como si lo hecho por ellos mismos al interior de sus fronteras, y allende los mares, fuera digno de elogio o tuviera visos paradigmáticos.

Es sabido que en sus informes anuales sobre la cooperación antidroga, Washington ha reiterado su acusación a Venezuela de haber "fracasado manifiestamente" en sus esfuerzos antinarcóticos. Empero,  lo mismo pudiera reprocharle Caracas a Washington por constituir los Estados Unidos un ampuloso mercado para el consumo de la droga, pues sin esos consumidores podría lograrse una  reducción significativa de la producción y distribución de los narcóticos; sí, así como de la delincuencia y la violencia asociada a las redes del narcotráfico y el crimen transnacional en las Américas. 

Por otra parte, el adelantado Fraser dijo no tener evidencias de nexos entre grupos terroristas y cárteles de la droga, pero afirmó: "seguimos vigilantes de la potencial amenaza que organizaciones criminales transnacionales colaboren para trasladar terroristas dentro de la región y hacia los Estados Unidos", lo cual no es un elemento nuevo, pues, en la última década, todas las estrategias militares y de seguridad nacional estadounidenses han tratado este asunto con un idéntico enfoque.

El duende de la amenaza Iraní

En la coyuntura internacional actual, un estratega militar de alto vuelo, como el general Fraser, no se permitiría ignorar el escenario político de su país caracterizado por una frenética campaña electoral entre republicanos hacia las elecciones presidenciales de noviembre 2012. Quizá por eso el general Fraser manifestó a su sugestivo público -no menos entusiasmado con la idea de Israel de propinar golpes militares a Irán- que el Comando Sur sigue "tomando en serio la actividad iraní en la región y vigilando de cerca sus actividades". En un atisbo de objetividad, Fraser reconoció que la relación entre Teherán y la región es principalmente diplomática y comercial, evidenciándose que esos vínculos no podrían ser considerados una conspiración de un eje persa-latinoamericano contra Washington. 

¡Ah! Y qué piensa el presidente Barack Obama de los sectores que avivan los tambores de la guerra con Irán. Pues bien, para un Obama posiblemente atribulado, los republicanos están tomándose muy a la ligera las consecuencias de una posible guerra con Irán. Según un despacho de la agencia de prensa internacional EuroNews, Obama dijo - sin que le falte razón - lo siguiente: “Cuando veo la ligereza con la que algunos de ellos habla de la guerra pienso en las consecuencias de un conflicto. Pienso en las decisiones que tengo que tomar y lo que supone enviar al campo de batalla a chicos y chicas jóvenes y el impacto que tendrá en sus vidas. El impacto que tendrá en nuestra seguridad nacional, en nuestra economía. Esto no es un juego, no es una decisión que se puede tomar a la ligera”.

En un sistema internacional de múltiples interdependencias económicas y sociales, lo más racional sería evitar un conflicto militar de imprevisibles consecuencias globales. Nadie podría ignorar que un conflicto militar con Irán, por parte de los Estados Unidos e Israel, pudiera tornarse de carácter nuclear, provocando bruscas e irreversibles consecuencias para la supervivencia de la especie humana. 

Le confiero razón a Obama cuando alerta que los sectores más conservadores de la política de su país no deben tomarse los asuntos de la guerra con tanta ligereza. Está claro que Obama se refiere a una guerra con Irán, pero esa misma perspicacia se ajusta a los países latinoamericanos y caribeños sobre los cuales el general Fraser diseña contingencias militares por el solo hecho de haber debilitado la dominación de los Estados Unidos en la región, desertando del viejo traspatio de Washington, cuya política, en los últimos dos siglos, se erigió en el principal centro de generación de turbulencias geopolíticas, como expresión de un abarcador esquema de señorío político, económico y militar sobre los pueblos de América Latina y el Caribe.   
 
En la búsqueda de un equilibrio funcional y mutuamente ventajoso para las relaciones interamericanas, sería preferible que los Estados Unidos contribuyan a evitar las llamadas turbulencias geopolíticas y, a la vez, abandonen el destino manifiesto que los conduce a la generación de conspiraciones ciclópeas, turbulentas, desestabilizadoras, porque pensándolo bien, como dijo Obama: "hay que preocuparse también por el impacto que tendría una guerra en la vida de los chicos y chicas de los Estados Unidos".


1 Véase en Transcripción de las palabras de Bruno Rodríguez Parrilla, canciller de Cuba, en Conferencia de Prensa en La Habana sobre la exclusión de la Isla en la Cumbre de las Américas. Tomado de Cubadebate. 


Las revoluciones árabes un año más tarde


Las victorias electorales del Islam político en Egipto y en Túnez

Por Samir Amin
Argenpress

La victoria electoral de los Hermanos Musulmanes y de los Salafistas en Egipto (enero 2012) no es sorprendente. La degradación producida por la mundialización capitalista contemporánea ha provocado una inflación prodigiosa de las actividades llamadas “informales” que, en Egipto, proveen los medios para sobrevivir a más de la mitad de la población (60% según las estadísticas). Los Hermanos Musulmanes están en muy buena posición para sacar provecho de esta degradación y perpetuar su reproducción. Su ideología simple proporciona legitimidad a esta economía primitiva de mercado/bazar. Los medios financieros fabulosos puestos a su disposición por los Gobiernos del Golfo [las monarquías petroleras, nota del traductor] permiten traducirla en medios de acción eficaces: adelantos financieros a la economía informal, acciones caritativas de acompañamiento (centros sanitarios y otros).

Con estos medios los Hermanos Musulmanes se implantan en la sociedad real y la colocan bajo su dependencia. Pero su éxito hubiera sido difícil si no hubiera respondido perfectamente a los objetivos de los Gobiernos del Golfo, de Washington y de Israel. Esos tres íntimos aliados comparten la misma preocupación: hacer fracasar la recuperación de Egipto. Porque un Egipto fuerte, erguido, significa el fin del triple hegemonismo: del Golfo (la sumisión al discurso de islamisación de la sociedad); de los Estados Unidos (un Egipto comprador y miserable queda sometido a su dominación) y de Israel (un Egipto impotente deja hacer en Palestina).

El aborto planificado de la “revolución egipcia” garantizará entonces la continuidad del sistema establecido desde Sadat, fundado en la alianza de los jefes del Ejército y del Islam político. Una revisión de la “dosificación” en el reparto de los beneficios de esta alianza en beneficio de los Hermanos Musulmanes puede sin embargo resultar difícil.

La Asamblea Constituyente surgida de las elecciones de octubre de 2011 en Túnez estará dominada por un bloque de derecha que reunirá el partido islámico Ennahda y muchos cuadros reaccionarios hasta hace poco asociados al régimen de Ben Alí, siempre en sus puestos e infiltrados en los “nuevos partidos” bajo el nombre de “bourguibistas”. Unos y otros comparten la misma adhesión incondicional a la “economía de mercado”, tal como existe, es decir un sistema capitalista dependiente y subalterno. Francia y los Estados Unidos no piden otra cosa: “cambiar algo para que nada cambie”.

Sin embargo, dos cambios están a la orden del día. Positivo: una democracia política pero no social (es decir una “democracia de baja intensidad”) que tolerará la diversidad de opiniones, respetará más los “derechos humanos” y pondrá fin a los horrores policiales del régimen precedente. Negativo: una probable regresión de los derechos de las mujeres. Dicho de otra manera un retorno a un “bourguibismo” pluripartidario teñido de islamismo. El plan de las potencias occidentales, basado en el poder del bloque reaccionario comprador, pondrá fin a esta transición que se quería “corta” (lo que el movimiento aceptó sin medir las consecuencias) no dejando tiempo a las luchas sociales para organizarse y permitirá la instalación de la “legitimidad” exclusiva del bloque reaccionario comprador mediante elecciones “correctas”. El movimiento tunecino prácticamente se desinteresó de la política económica del régimen destituido, concentrando sus críticas sobre la “corrupción” del presidente y su familia. Muchos contestatarios, incluso “de izquierda” no cuestionaban las orientaciones fundamentales del modo de desarrollo implementado por Bourguiba y Ben Ali. El resultado era entonces previsible.

Es así que las mismas causas producen a veces los mismos efectos. ¿Qué pensarán y harán las clases populares en Egipto y en Túnez cuando verán que continúa inexorablemente la degradación de sus condiciones sociales, con su cortejo de desempleo y de precarización, probablemente agravada con las degradaciones suplementarias intensificadas por la crisis general de la mundialización capitalista? Es muy pronto para decirlo, pero no cabe obstinarse e ignorar que sólo la rápida cristalización de una izquierda radical que vaya mucho más allá de la reivindicación de elecciones correctas, puede permitir la reanudación de las luchas por un cambio digno de ese nombre. Corresponde a esa izquierda radical saber formular una estrategia de democratización de la sociedad que vaya mucho más allá que la simple realización de elecciones correctas, que asocie la democratización al progreso social, lo que implica el abandono del modelo de desarrollo existente, y que refuerce las iniciativas por una posición internacional independiente y francamente antiimperialista. No son los monopolios imperialistas y sus servidores internacionales (el Banco Mundial, el FMI y la Organización Mundial del Comercio) que ayudarán a los países del Sur a salir del atolladero: la tarea será menos difícil orientándose hacia los nuevos interlocutores del Sur.

Ninguna de estas cuestiones políticas fundamentales parecen preocupar a los mayores actores políticos. Todo transcurre como si el objetivo final de la “revolución” fuera conseguir rápidamente que se celebren elecciones. Como si la fuente exclusiva de legitimidad del poder residiera en las urnas. Hay, sin embargo, una legitimidad superior: la de las luchas. Esas dos legitimidades están destinadas enfrentarse seriamente en el futuro.

¿Serán posibles en Argelia reformas dirigidas desde el interior?

Argelia y Egipto han sido, en el mundo árabe, los dos países de vanguardia en el primer “despertar del Sur” en la época de Bandung, del no Alineamiento y del despliegue victorioso de la afirmación nacional post-colonial, asociado a auténticas realizaciones económicas y sociales importantes y progresistas que auguraban hermosas posibilidades en el futuro. Pero después los dos países llegaron a un punto muerto para finalmente aceptar la “vuelta al redil” de los Estados y sociedades dominados por el imperialismo.

El modelo argelino dio signos evidentes de una consistencia más fuerte, lo que explica que haya resistido mejor su degradación ulterior. Por esa razón la clase dirigente argelina es heterogénea y está dividida entre quienes mantienen aspiraciones nacionales y quienes han adherido a la “compradorización” (a veces esos dos componentes conflictivos se combinan en las mismas personas). En Egipto, por el contrario, la clase dominante se convirtió íntegramente, con Sadat y Mubarak , en burguesía compradora, carente de toda aspiración nacional.

Dos razones principales explican esta diferencia. La guerra de liberación en Argelia produjo, naturalmente, una radicalización social e ideológica. En cambio en Egipto el naserismo surge al final del período de expansión del movimiento iniciado por la revolución de 1919 que se radicaliza en 1946. El golpe de Estado –ambiguo- de 1952 es una respuesta al callejón sin salida en que se encuentra el movimiento. Por otra parte la sociedad argelina sufrió, con la colonización, enormes asaltos destructores. La nueva sociedad argelina, surgida de la reconquista de la independencia, no tenía nada en común con la de la época precolonial. Se había convertido en una sociedad plebeya, marcada por una muy fuerte aspiración a la igualdad.

Esta aspiración no se encuentra con la misma fuerza en ninguna otra parte en el mundo árabe, ni en el Maghreb ni en el Mashrek. Por el contrario, Egipto moderno se constituyó desde el comienzo (a partir de Mohamed Ali) por su aristocracia progresivamente convertida en “burguesía aristocrática” (o “aristocracia capitalista”). Esas diferencias generan otra, de evidente importancia, que se refiere al porvenir del Islam político. Como indica Hocine Bela lloufi (La democracia en Argelia: ¿reforma o revolución?, en curso de publicación) el Islam político argelino (el FIS), que mostró su faz horrible, fue derrotado. Ello no significa que el problema esté definitivamente resuelto. Pero la diferencia es grande con relación a la situación en Egipto, caracterizada por una sólida convergencia entre el poder de la burguesía compradora y el Islam político de los Hermanos Musulmanes.

De todas esas diferencias entre los dos países derivan posibilidades diferentes de respuesta a los actuales desafíos. Argelia me parece en mejor posición (o en posición menos mala) para responder a dichos desafíos, por lo menos en el corto plazo. Me parece que en Argelia existe todavía la posibilidad de reformas económicas, políticas y sociales controladas desde el interior. En cambio en Egipto la confrontación entre el “movimiento” y el bloque reaccionario “contrarrevolucionario” parece tender inexorablemente a agravarse.

Argelia y Egipto constituyen dos ejemplos paradigmáticos de la impotencia, hasta ahora, de las sociedades implicadas de hacer frente al desafío. Argelia y Egipto son dos países del mundo árabe candidatos posibles a la “emergencia”. Es evidente la responsabilidad principal de las clases dirigentes y de los sistemas de poder actuales en el fracaso de lograr dicha “emergencia”. Pero la de las sociedades, los intelectuales, la de los militantes de los movimientos en lucha debe también tomarse seriamente en cuenta.

¿Cabe esperar una evolución democrática pacífica en Marruecos? Lo dudo en la medida que el pueblo marroquí seguirá adhiriendo al dogma arcaico que no disocia la monarquía (de derecho divino: “amir el mouminine”) de la Nación, Esa es sin duda la razón por la cual los marroquíes no comprenden la cuestión saharaui: los nómadas orgullosos del Sahara tienen otra concepción del Islam, que les prohíbe arrodillarse ante otro que no sea Allah, así sea el Rey.

El drama de Siria

El régimen de Bashar el Assad no es ni más ni menos que un régimen policial que acompaña la sumisión a las exigencias del “liberalismo” mundializado. La legitimidad de la rebelión del pueblo sirio es indiscutible. Pero la destrucción de Siria constituye el objetivo de los tres asociados que son Estados Unidos, Israel y Arabia Saudita que movilizan con esa finalidad a los Hermanos Musulmanes y los proveen de armas. Su eventual victoria –con o sin intervención extranjera – tendrá como resultado el desmembramiento del país, la masacre de los alauitas, de los drusos y de los cristianos. Pero no importa. El objetivo de Washington y de sus aliados no es liberar a Siria de su dictador, sino de destruir el país, como no era liberar de Saddam Hussein a Irak, sino destruirlo.

La única solución democrática sería realizar reformas substanciales en beneficio de las fuerzas populares y democráticas existentes y que rehúsan dejarse enrolar por los Hermanos Musulmanes. Si el régimen se muestra incapaz de comprenderlo, nada impedirá que el drama continúe hasta su culminación. Es irónico ver que ahora el Sultán de Qatar y el Rey de Arabia Saudita son los campeones de la promoción de la democracia (en otros países). ¡Resulta difícil que la farsa vaya todavía más lejos!

La geoestrategia del imperialismo y la cuestión democrática

He querido demostrar en este libro que la despolitización ha sido decisiva en la ascensión del Islam político. Esta despolitización no es, por cierto, específica del Egipto nasserista. Ella ha sido la práctica dominante en todas las experiencias nacionales populares del primer despertar del Sur e incluso en las de los socialismos históricos una vez terminada la primera fase del hervor revolucionario. El denominador común ha sido la supresión de la práctica democrática (que yo no reduzco a la celebración de elecciones pluripartidarias), es decir el respeto de la diversidad de opiniones y de propuestas políticas y de su eventual organización.

La politización exige la democracia. Y la democracia solo existe cuando los “adversarios” gozan de libertad. En todos los casos su supresión, que origina la despolitización, es responsable del desastre ulterior. Que este adopte la forma de anacronismos (religiosos u otros) o de adhesión al consumismo y al falso individualismo promovido por los medios de comunicación occidentales, como fue el caso de los pueblos de Europa Oriental y de la ex URSS y como es el caso en otras partes no solamente de las clases medias (eventuales beneficiarias del desarrollo) sino también en el seno de las clases populares que, a falta de otra alternativa, aspiran también a beneficiarse aunque sea en muy pequeña escala (lo que es perfectamente comprensible y legítimo).

En el caso de las sociedades musulmanas, esta despolitización reviste la forma principal de vuelta (aparente) del islamismo. La articulación que asocia el poder del Islam político reaccionario, la sumisión “compradora” y la pauperización por la informatización de la economía de bazar no es específica de Egipto. Ella caracteriza a la mayor parte de las sociedades árabes y musulmanas hasta Paquistan y más allá. Esta misma articulación existe en Irán: el triunfo de la economía de bazar había sido señalada desde el comienzo como el principal resultado de la “revolución khomeinista”. La misma articulación poder islámico/economía de mercado de bazar devastó la Somalía, ahora borrada del mapa de naciones existentes (veáse mi artículo sobre la cuestión en el sitio Pambazuka 1/2/2011).

¿Qué se puede entonces imaginar si este Islam político asume el poder en Egipto o en otra parte?

Nos invaden los discursos tranquilizantes, de una increíble ingenuidad, sincera o falsa: Algunos dicen: “Era fatal, nuestras sociedades están impregnadas por el Islam, se ha querido ignorarlo y se ha impuesto”. Como si el éxito del Islam político no se debiera a la despolitización y a la degradación social que se quiere ignorar. “Esto no es tan peligroso, el éxito es pasajero y el fracaso del poder ejercido por el Islam político llevará a que la opinión se aleje del mismo”. ¡Como si los Hermanos Musulmanes adhirieran al principio del respeto de los principios democráticos! Como aparentan creer en Washington, las “opiniones” fabricadas por los medios dominantes y la cohorte de “intelectuales” árabes, por oportunismo o ausencia de lucidez.

No. El ejercicio del poder por el Islam político reaccionario estará destinado a durar…¿50 años? Y mientras contribuirá a hundir en la insignificancia del tablero mundial a las sociedades que someterá, los “otros” continuarán avanzando. Al final de esta triste “transición” los países implicados se encontrarán en lo más bajo de la escala de la clasificación mundial.

La cuestión de la politización democrática constituye, en el mundo árabe como en el resto del mundo, el eje central del desafío. Nuestra época no es de avances democráticos sino de retrocesos. La centralización extrema del capital de los monopolios permite y exige la sumisión incondicional y total del poder político a las órdenes de aquél. La acentuación de los poderes presidenciales, aparentemente individualizados al extremo pero de hecho íntegramente sometidos a la plutocracia financiera, constituye la forma de esta deriva que aniquila el alcance de la difunta democracia burguesa (ella misma reforzada en su tiempo por las conquistas de los trabajadores) substituída ahora por la farsa democrática.

En las periferias los embriones de democracia, cuando existen, asociadas a regresiones sociales todavía más violentas que en los centros del sistema, pierden toda credibilidad.

El retroceso de la democracia es sinónimo de despolitización. Porque la democracia implica la afirmación en la escena de ciudadanos capaces de formular proyectos de sociedad alternativos y no solo la perspectiva de la “alternancia” (sin cambios) elecciones mediante.

Desaparecido el ciudadano sin imaginación creadora, lo sucede el individuo despolitizado que es un espectador pasivo de la escena política, un consumidor modelado por el sistema que se cree (equivocadamente) un individuo libre. Son tareas indisociables avanzar por los caminos de la democratización de las sociedades y de la repolitización de los pueblos.

Pero ¿por dónde comenzar? El movimiento puede iniciarse a partir de uno u otro de esos dos polos. Nada puede sustituir al análisis concreto de las situaciones concretas, en Argelia, en Egipto como en Grecia, en China, en el Congo, en Bolivia, en Francia o en Alemania.

A falta de progresos visibles en esa dirección el mundo entrará, como de hecho ya lo está, en una tormenta caótica asociada a la implosión del sistema. Entonces es de temer lo peor.

Samir Amin es director del Foro del Tercer Mundo.

jueves, 8 de marzo de 2012

Dia Internacional de la Mujer: La Rosa de la Revolución

ROSA LUXEMBURGO: 

REVOLUCIÓN, INTERNACIONALISMO Y EMANCIPACIÓN

«”¡El orden reina en Berlín!” ¡Estúpidos secuaces! Vuestro “orden” está construido sobre la arena. Mañana la revolución se levantará vibrante y anunciará con su fanfarria, para terror vuestro: ¡Yo fui, yo soy y yo seré!» (Últimas palabras de Rosa Luxemburgo escritas la misma noche de su asesinato)

Rosa Luxemburg o Rosa Luxemburgo (Zamosc, parte polaca del Imperio Ruso, 5 de marzo de 1871 - Berlín, Alemania, 14 de enero de 1919), quiza fue la mujer y teórica marxista mas importante del periodo revolucionario entre 1880 y 1918. Su padre fue Elías Luxemburg, comerciante de maderas judío, y su madre Line Löwenstein. Rosa tuvo cuatro hermanos mayores que ella y nació con un defecto en el crecimiento que la discapacitó físicamente toda su vida.

Con apenas 22 años Rosa Luxemburgo fundó en 1893 el periódico La causa de los trabajadores(Sprawa Robotnicza, junto a Leo Jogiches y Julian Marchlewski, alias ‘Julius Karski’), desde el que se criticaban las políticas nacionalistas del Partido Socialista de Polonia. Rosa Luxemburgo creía que una Polonia independiente sólo podía derivarse de una revolución proletaria en Alemania, Austria y Rusia. Ella mantenía que la lucha social frente al capitalismo era lo esencial, cuestionando en cierto modo el posterior concepto de derecho de autodeterminación de las naciones bajo el socialismo, desarrollado por Lenin, con quien sostuvo debates dialécticos al respecto. 

Militancia en el SPD alemánLucha frente al imperialismo y por el internacionalismo

En 1898 Rosa Luxemburgo obtuvo la ciudadanía alemana al casarse con Gustav Lübeck y se mudó a Berlín. Su capacidad política y dialéctica la llevó pronto a ser una de las portavoces del partido. Temible tanto hacia el exterior, frente a sus enemigos políticos y de clase, como hacia el interior del movimiento socialdemócrata, donde denunció repetidamente el creciente conformismo parlamentario del SPD frente a la cada vez más probable situación de guerra, Rosa insistió en que el conflicto entre capital y trabajo sólo podía ser superado históricamente si el proletariado tomaba el poder y se producía un cambio revolucionario en todo el contexto de los medios de producción. Quería que los revisionistas abandonaran el SPD, lo cual no tuvo lugar, pero al menos consiguió que el líder del partido, Karl Kautsky, mantuviera el marxismo en el programa del SPD; aun cuando su intención era exclusivamente aumentar el número de escaños en el Reichstag. Desde 1900 Rosa Luxemburgo expresó sus opiniones sobre los problemas económicos y sociales en varios artículos en periódicos de toda Europa. Sus ataques al militarismo alemán y al imperialismo se volvieron más insistentes conforme vislumbraba la posibilidad de una guerra en Europa, e intentó persuadir al SPD en el sentido de tomar la dirección opuesta. Rosa Luxemburgo quería organizar una huelga general que uniera solidariamente a todos los trabajadores europeos y así evitar la Primera Guerra Mundial, pero el líder del partido se opuso y esto provocó la ruptura de Rosa con Kautsky en 1910.

Relaciones con Lenin y otros líderes obreros

Entre 1904 y 1906 su trabajo se vió interrumpido a causa de tres encarcelamientos por motivos políticos. Sin embargo, Rosa Luxemburgo mantuvo su actividad política; en 1907 tomó parte en el V Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (POSDR) en Londres, donde se entrevistó con Lenin [el POSDR fue el partido de Lenin y los bolcheviques (sector mayoritario del partido) antes de su transformación en Partido Comunista a raíz de la Revolución socialista de 1917 en Rusia]. En el Segundo Congreso Socialista Internacional en Stuttgart (Alemania), presentó una resolución -que fue aprobada- para que todos los partidos obreros europeos se unieran en el objetivo de evitar la guerra.

Por esos años Rosa comenzó a enseñar marxismo y economía en el centro de formación del SPD en Berlín. Uno de sus alumnos fue el que más tarde se convertiría en líder del SPD y primer presidente de la República de Weimar, Friedrich Ebert, que tuvo mucho que ver en el desenlace final de la vida de Rosa Luxemburgo, como veremos más adelante.

En 1912, como representante del SPD, participo en los congresos socialistas europeos como el que tuvo lugar en París. Ella y el socialista francés Jean Jaurès propusieron que en el caso de que estallara la guerra, los partidos obreros de Europa debían declarar la huelga general. Al ocurrir el atentado de Sarajevo contra el archiduque Francisco Fernando y su mujer, que fueron asesinados el 28 de junio de 1914, y aparecer la guerra como algo ya inevitable, organizó varias manifestaciones (por ejemplo la de Fráncfort) llamando a la objeción de conciencia en el servicio militar y a no obedecer las órdenes. A causa de esto fue acusada de «incitar a la desobediencia contra la ley y el orden de las autoridades» y sentenciada a un año de prisión. Su detención, sin embargo, no se produjo inmediatamente, lo que le permitió tomar parte en una reunión de la dirección socialista en julio, en la que confirmó desoladoramente que el sentimiento nacionalista de los partidos obreros era más fuerte que su conciencia de clase.

Su ruptura con el SPD: antimilitarismo y fundación de la ‘Liga de Spartakus’

Activa militante del SPD alemán hasta 1914, año en que abandona este partido al considerar la adhesión del SPD a la “guerra entre imperialistas” desde el nacionalismo alemán como una traición a los principios de la Internacional. En efecto, tras comenzar la Primera Guerra Mundial en agosto de 1914, el SPD  hizo suya la política de Unión Sagrada, que consistía en colaborar con elKaiser (emperador del II Reich alemán) y los jefes del ejército para llevar a cabo la guerra, incumpliendo de esa manera los acuerdos de los congresos de la II Internacional en el sentido de oponerse a la guerra por todos los medios. Otro tanto sucedió con los socialistas franceses pese a la oposición de su líder, Jean Jaurès. La II Internacional saltaba en pedazos. Sólo un pequeño grupo de la izquierda del partido alemán mantiene los postulados antibélicos, agrupados en torno al diputado Karl Liebknecht, Franz Mehering, Clara Zetkin, Leo Jogiches y donde destacaría la figura de Rosa Luxemburgo. A partir de 1916 este grupo es conocido con el nombre de la Liga de Spartakus, (los espartakistas o espartaquistas en español) porque inicia la publicación de una revista que lleva por título Cartas de Spartakus (en memoria de Espartaco, héroe comunista de los esclavos sublevados en la antigua república de Roma hace más de veinte siglos).

El nuevo grupo rechazó el «alto el fuego» entre el SPD y el gobierno alemán del Káiser Guillermo II por la cuestión de la financiación de la guerra, luchando vehementemente en su contra e intentando provocar una huelga general. Como consecuencia de ello, el 28 de junio de 1916 Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht fueron sentenciados a dos años y medio de prisión. Durante este tiempo escribió varios artículos usando el seudónimo de ‘Junius’, los cuales fueron sacados clandestinamente de la cárcel y publicados ilegalmente. En ellos se incluía el titulado «La Revolución rusa», en el cual criticaba a los bolcheviques y con lúcida anticipación avisaba del peligro de que se desarrollase una dictadura si se seguía el criterio bolchevique (aunque, sin embargo, continuó utilizando el término “dictadura del proletariado”). Fue en este contexto en el que escribió su famosa frase: «Freiheit ist immer die Freiheit des Andersdenkenden» (”La libertad siempre ha sido y es la libertad para aquellos que piensen diferente”).

En abril de 1917 se produce la escisión del SPD, surgiendo el USPD (Partido Socialdemócrata Independiente Alemán) que se opone a la guerra y propone una paz negociada. Los espartaquistas, aproximadamente un millar de militantes, se integran en el nuevo partido, que cuenta con unos cien mil afiliados. La gran mayoría de la clase obrera alemana y de las clases medias compartían el fervor nacionalista que se había suscitado al inicio de la guerra, sin embargo, las grandes perdidas humanas, las privaciones crecientes y el impacto de la Revolución rusa, fueron generando un gran descontento en el pueblo alemán. En 1917 se produjo un primer motín en la Flota de guerra. En enero de 1918 tuvo lugar una huelga general que siguieron un gran numero de ciudades, formándose los primeros consejos obreros a semejanza de los soviets (consejos) rusos. El gobierno reaccionó mediante la represión de los trabajadores, pero hubo una nueva huelga en Berlín en abril en 1918 organizada por los llamados delegados revolucionarios, militantes independientes de los partidos, que gozaban de la confianza de sus compañeros.

La paz y la señal para la revolución… o la reforma

En octubre de 1918 se sublevaron las tripulaciones de los barcos de guerra anclados en el puerto báltico de Kiel, lo que fue el detonador de una gran ola revolucionaria en toda Alemania. De Kiel la revolución se extiende a Hamburgo, Holstein, Hannover, Brunswick, Colonia, Munich, Rostock, Leipzig, Dresden, Stuttgart, Núremberg y otras ciudades… El dirigente del SPD, Scheidemann, proclama en el Reichstag la “Republica Alemana”. Dos horas después, Liebknecht proclama ante los manifestantes la “República Socialista Libre de Alemania”, pero pronto quedara claro que será la primera declaración la que prevalezca.
El surgimiento de los consejos de obreros y de soldados en toda Alemania es una creación espontánea de las masas, influidas -sin duda- por el ejemplo ruso, pero al mismo tiempo esos consejos, penetrados por oficiales burgueses del ejercito, son mayoritariamente socialdemócratas en su composición y sus aspiraciones coincidían con los objetivos reformistas de las cúpulas del SPD y el USPD: conclusión inmediata de la paz, abolición de la monarquía, instauración de la republica parlamentaria, reformas sociales, etc. Para superar la -para ellos- peligrosa fase revolucionaria, el SPD levantará la bandera de la unidad socialista (reunificación del SPD y del USPD), con un apoyo mayoritario en las asambleas multitudinarias que se suceden por toda Alemania.

Frente a esta “situación acomodaticia”, se levantarán los espartaquistas y otros grupos de la izquierda revolucionaria alemana. Éstos, secundados en cierta medida por el ala izquierda del USPD, hacen un llamamiento a las masas a profundizar la revolución y a transformarla en socialista, explicando que, para alcanzar esos objetivos, es necesaria la lucha armada para hacer frente a los militares de la burguesía y a los propios dirigentes socialdemócratas, a los que califican de traidores y contrarrevolucionarios. Pero la correlación de fuerzas les es adversa. Entre el 16 y el 20 de diciembre de 1918 se reúne el I Congreso de consejos de soldados y obreros de Alemania. De 480 delegados; 292 son del SPD, 84 del USPD, 11 pertenecen al grupo de extrema izquierda Unión de Revolucionarios y 10 a la Liga Spartakus.

La división estratégica entre ambos bloques, reformista-parlamentarista y revolucionario-bolchevique se fraguó antes, en noviembre, cuando el SPD consigue, en el marco del proceso de transición hacia la república tras la abdicación del Káiser Guillermo II, dos importantes iniciativas políticas: la primera que es el socialdemócrata Ebert quien asume el cargo de canciller alemán de manos del príncipe Max de Bade, presidente interino tras la abdicación de Guillermo II. La segunda iniciativa consistió en logra atraer al USPD hacia un gobierno unitario dejando fuera a los espartaquistas. El 10 de noviembre Ebert anuncia la formación de un nuevo gobierno con tres ministros de cada partido que presenta en un gran mitin en el Circo Busch de Berlín. En ese mismo acto Karl Liebknecht, líder junto a Rosa Luxemburgo de los espartaquistas ocupa la tribuna para -entre otras cosas- afirmar que la Revolución Alemana “está amenazada por los que hoy marchan con la revolución y ayer estaban contra ella”. En alusión a los príncipes, generales y dirigentes socialdemócratas que habían pactado la salida republicana parlamentaria. También manifiesta que “los enemigos de la revolución utilizan pérfidamente para sus propios fines la organización de los soldados”, aludiendo a la hegemonía del SPD entre los consejos de soldados que incluían a mandos de alto grado que se habían pasado al campo republicano, frente a los consejos de los obreros, con mayor predominio revolucionario… pero voces de “¡unidad!”, “¡unidad!” ahogaron las palabras de Liebknecht.


Rosa Luxemburgo y los espartaquistas fundan el Partido Comunista de Alemania

Los espartaquistas permanecen un mes y medio más en el USPD, para a finales de diciembre de 1918 lanzar un ultimátum a su dirección para romper con el proceso farsa liderado por los generales y el SPD. El ultimátum es rechazado y en las navidades de 1918 la Liga Espartaquista celebra una Conferencia Nacional en la que decide formar, junto a otros pequeños grupos, elPartido Comunista de Alemania (KPD Spartakusbund, en alemán) que celebra su congreso fundacional el 30 de diciembre, con su órgano de expresión Die Rote Fahne (La Bandera Roja) y varios miles de militantes distribuidos por toda Alemania, pero poca fuerza aún en Berlín.

En el Congreso triunfan los planteamientos de Rosa Luxemburgo, quien plantea la lucha por el poder revolucionario sobre la base de ganar previamente el apoyo mayoritario de las clase trabajadora, que mayoritariamente confiaba en la socialdemocracia. La tarea inmediata de los espartaquistas (ya comunistas) debía consistir en impulsar las luchas parciales de los trabajadores y difundir entre ellos el programa revolucionario socialista. Otros, que con el tiempo ganarían para su causa a Liebkneck, abogan por una conquista inmediata del poder, al modelo ruso, olvidando que en Alemania en noviembre ya se había firmado la paz, con lo que esa bandera, además de la de los campesinos, netamente conservadores en Alemania, les privaba de las mismas condiciones que habían tenido en Rusia los seguidores de Lenin. Estas diferencias estratégicas tuvieron su consecuencia en las decisiones tácticas; por ejemplo en la decisión final, frente a la opinión de Rosa Luxemburgo, de no participación en las elecciones a la Asamblea Nacional constituyente de la Republica alemana de Weimar. [El KPD fue, ya entrada la década de 1930, el partido comunista más poderoso y masivo de Europa Occidental, con una fuerza creciente en relación con el SPD. Los comunistas alemanes consiguieron 100 escaños en el Reichstag en las elecciones de 1932].

La revolución que no pudo ser… “Una ‘mujer diabólica’ y un tipo ‘dispuesto a jugarse el todo por el todo’ al frente de los espartaquistas”

En enero una segunda ola revolucionaria sacudió Alemania, aunque lgunos de los líderes del KPD -incluída Rosa Luxemburgo- no la deseaban promover previendo que iba a acabar mal (aunque otros intentaron aprovecharse). La situación se precipita cuando, tras una crisis de gobierno con la USPD, el canciller Ebert decide destituir a principios de 1919 al prefecto de policía de Berlín (Eichhorn, del USPD). El comité berlinés del USPD, los delegados revolucionarios y el KPD convocan una manifestación de protesta el 5 de enero en Berlín que cuenta con decenas de miles de participantes. Los representantes de las tres organizaciones convocantes deciden continuar la acción y los manifestantes ocupan los locales de varios diarios y algunas dependencias del gobierno como la prefectura de Policía. Se declara la Huelga General y se convoca una manifestación para el día siguiente.

En respuesta al levantamiento, el líder socialdemócrata Friedrich Ebert utilizó a la milicia nacionalista, los «Cuerpos Libres» [Freikorps, posteriormente el germen de las primeros grupos nazi-fascistas alemanes], para sofocarlo. El SPD da “plenos poderes” a Gustav Noske, gobernador de Berlín y miembro del ala derecha del SPD, para organizar la represión en colaboración con los jefes militares a través de los cuerpos libres, milicias paramilitares con oficiales de confianza y mercenarios a sueldo. Uno de los jefes de esos cuerpos libres, el general Maercker arenga a sus hombres dándonos algunas claves sobre el conflicto: “Yo soy un viejo soldado. Durante 34 años he servido a tres emperadores. Amo y venero a[l Káiser] Guillermo II igual que el día en el que le presté juramento. Pero ahora el gobierno imperial ha sido reemplazado por el del canciller Ebert. Y este gobierno se encuentra en una situación muy difícil. Esa Rosa Luxemburgo es una mujer diabólica y Karl Liebknecht un tipo decidido a jugarse el todo por el todo [...]“.

Entre los días 11 y 14 de enero de 1919 se produjeron duros combates en Berlín. El gobernador Noske lanza a los cuerpos francos en ofensiva el día 11, recuperando en los días siguientes los bastiones de los revolucionarios y la Prefectura de Policía. Tanto Rosa Luxemburgo como Liebknecht fueron capturados en Berlín el 15 de enero de 1919, siendo asesinados ese mismo día. Rosa Luxemburgo fue golpeada a culatazos hasta morir y su cuerpo fue arrojado a un canal cercano. Liebknecht recibió un tiro en la nuca, y su cuerpo fue enterrado en una fosa común. Otros cientos de miembros del KPD fueron asesinados y sus comités suprimidos.


Algunas consecuencias de la Revolución alemana: la Historia rectifica a Marx

La historia demostró que Marx subvaloró las fuerzas del imperialismo y del nacionalismo para que la revolución no triunfase en la industrializada Alemania y sí en la depauperada y campesina Rusia.

La desaparición en enero de 1919 de la figura de Rosa Luxemburgo nos privó prematuramente de una de las mujeres con más relieve en la historia de los teóricos e intelectuales del socialismo. Quizá por compartir con Carlos Marx un origen judío, liberada de falsos chauvinismos, entendió de una manera muy precisa el internacionalismo como estrategia fundamental para la causa de la clase trabajadora, enfrentada en su época a penosas condiciones de explotación y al imperialismo, y combatiendo asimismo las desviaciones nacionalistas y reformistas del movimiento socialdemócrata. La muerte de Rosa Luxemburgo privó al socialismo internacional de una de sus mas eminentes teóricos marxistas y facilitó, por el contrario, el desarrollo de tendencias sectarias en el seno del KPD y de la propia Internacional. Sus críticas al menosprecio por ciertos aspectos formales de la democracia (participación de los comunistas en asambleas, elecciones, etc.) y a las estrategias que condujeron al triunfo de la teoría del “socialismo en un solo país” que terminó imponiendo Stalin tras la muerte de Lenin, marcaban un contrapunto cuya evolución hubiera sido interesante para el movimiento comunista internacional. Pero habrá otros hombres y mujeres que retomaron su antorcha, y a las que pretendemos seguir rindiendo homenaje en estas páginas.

Rosa Luxemburgo fue una de las primeras mujeres intelectuales del movimiento obrero. Junto aClara Zetkin, o la española Dolores Ibarruri y un escaso pero significativo número de otras mujeres que, en lo que hoy calificaríamos como una sociedad terriblemente machista, se atrevieron a compartir debates, luchas y aventuras con sus homólogos masculinos.

Algunas de las obras de Rosa Luxemburgo publicadas en castellano son Reforma o Revolución(1900), Huelga de masas, partido y sindicato (1906), La Acumulación del Capital (1913) y La revolución rusa (1918), donde plantea una crítica constructiva a la misma y sostiene que la forma soviética de hacer la revolución no puede ser exportada a otros países; aunque defiende al mismo tiempo la vigencia de la “dictadura del proletariado” como estadio histórico previo al comunismo.

Texto: José Gabriel Zurbano* / Ciudad futura

* Historiador.
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Referencias biográficas y bibliográficas: Octubre Rojo, Oleadas revolucionarias en Europa (1917-1921),Historia 16Temas de Hoy (1997) y Wikipedia.
Ilustración: “Rosa roja” • Paco Arnau / Ciudad futura
Tomado de Cubadebate.

miércoles, 7 de marzo de 2012

El llamado de Fidel: “Internet es un instrumento revolucionario”


Por Omar Pérez Salomón
Tomado del blog La pupila insomne de Iroel Sánchez
El 3 de febrero de 2012, en la presentación de los dos tomos del libro Guerrillero del Tiempo, que recoge las conversaciones de la periodista y escritora Katiuska Blanco con el líder de la Revolución cubana, Fidel llamó la atención sobre la enorme revolución que se ha producido en el pensamiento, en un momento marcado por avances científicos y tecnológicos inusitados, y expresó:
“Internet es un instrumento revolucionario que permite recibir y transmitir ideas, en las dos direcciones, algo que debemos saber usar”, y se preguntó: “¿Estamos aprovechando esos valores y recursos para transmitir ideas?”.
Sin duda, como nos convoca Fidel, la respuesta consiste en estar bien informados, conocer los argumentos y conceptos que permitan desarrollar el debate de ideas, defender una concepción de la verdad diferente de la que quieren imponer los medios de comunicación capitalistas, y utilizar todas las herramientas a nuestro alcance para lograr este propósito.
En el campo de las tecnologías de la información y las comunicaciones, el imperialismo norteamericano tiene un plan dirigido a subvertir el orden y la constitución cubana, empleando las redes y aplicaciones informáticas.
En este sentido, recuerdo lo planteado por Mauricio Manuel Reyes, en el artículo, “Ciberguerra VS Cuba: Los gobiernos incómodos del “Cuarto Mundo”, publicado en Cubadebate, el pasado 3 de febrero, “Bajo esta estrategia injerencista, es ‘legal’ para el Ejecutivo estadounidense fabricar ‘ciberdisidentes’ o mercenarios virtuales orientados a difundir mensajes manipulados o realizar llamamientos a la desobediencia civil en Cuba, empleando plataformas como Twitter, Facebook, Blogs y otras. Ante esta hostilidad permanente, no se descarta que en el futuro inmediato se incremente las acciones subversivas hacia la isla”.
A un plan” -dijo José Martí- “obedece nuestro enemigo: el de enconarnos, dispersarnos, dividirnos, ahogarnos. Por eso obedecemos nosotros a otro plan; enseñarnos en toda nuestra altura, apretarnos, juntarnos, burlarlo, hacer por fin a nuestra patria libre. Plan contra plan.”
Ante esta situación la respuesta de Cuba, es decir nuestro plan, está basado en la misma obra de la Revolución, que ha permitido el desarrollo del recurso más valioso, el humano, y un uso conveniente de los pocos recursos económicos y tecnológicos, puestos a disposición de la educación y la cultura del pueblo cubano.
A continuación, algunos resultados que validan el pensamiento de Fidel y el uso social y ordenado de las TIC en Cuba, en condiciones de un férreo bloqueo, impuesto por el gobierno de Estados Unidos, que dura más de 50 años:
La Unión Internacional de Telecomunicaciones en su último informe, situó a Cuba en el cuarto lugar, entre todos los países en habilidades en el uso de las TIC.
El servicio de navegación en Internet se facilita de acuerdo al poco ancho de banda que dispone el país, 229 Mbps (megabytes por segundo) para la salida y 458 Mbps para la entrada, priorizando la conexión a la red de manera organizada para garantizar un uso social de la misma, y que pueda ser utilizada adecuadamente por médicos, científicos, estudiantes, profesionales, periodistas, personalidades de la cultura, empresas, centros de investigación y pueblo en general. Este servicio se facilita hasta el momento vía satélite; pero cuando se ponga en operación el cable submarino con Venezuela, no significará que automáticamente aumente el acceso a la red de redes en nuestro país. Será necesario a lo interno, ejecutar importantes inversiones en la infraestructura de telecomunicaciones e incrementar el ancho de banda a un costo de cerca de 2 mil dólares el megabit.
604 Joven Club de Computación han graduado a 2,5 millones de personas en cursos que tienen como objetivo proporcionar una cultura informática a la comunidad, con prioridad para los niños, adolescentes y jóvenes; pero también a personas con discapacidad o de la tercera edad.
Cuba posee más de 780 mil computadoras, de ellas más de 500 mil conectadas en red, puestas a disposición del desarrollo económico y social del país. Un 18% de las mismas se encuentran en viviendas y unas 100 000 están instaladas en todos los niveles de enseñanza del sistema de Educación.
Hoy existen más de 500 mil páginas cubanas en Internet, más de 2,6 millones de usuarios de servicios de Internet y más de 600 mil con navegación plena, todo lo cual se multiplica en cientos de miles más si se tiene en cuenta el carácter social de muchas de estas facilidades, que permite que un mismo punto de conexión sea utilizado por varias personas, al igual que sucede con una cuenta de correo electrónico.
La red de la Salud, Infomed, cuenta con más de 100 mil usuarios, y casi dos tercios de ellos acceden desde sus viviendas. Según el proveedor de información sobre la Red, Alexa, es el 13 339 más visitado en la red de redes y en Venezuela ocupa el lugar 877, en El Salvador el 939 y en Colombia el 989.
En el 2010 la UNESCO informaba que Cuba es el país del mundo que tiene la mayor tasa bruta de matrícula universitaria, con el 109 por ciento y una tasa de alfabetización de un 99,8%, por encima de muchos países desarrollados. Con el inicio del curso escolar 2011-2012, abrieron sus puertas más de 60 universidades de la isla, con una inscripción de cerca de 500 mil alumnos.
Todos los asentamientos de Cuba de más de 300 habitantes tienen comunicación telefónica, instalados a un alto costo asumido por el Estado cubano. Se trabaja en facilitar comunicación a los poblados de menos de 300 habitantes.
La Enciclopedia Colaborativa Cubana, EcuRed, con más de 83 mil artículos, más de 14 mil colaboradores registrados y unas 40 mil visitas diarias, se ha convertido en la primera Red Social de contenidos en nuestro país, pues además de textos, se pueden compartir opiniones, fotos y acceder a una biblioteca virtual con más de 6 mil títulos hasta el momento. 

Cada vez más cubanos utilizan Facebook, Twitter y otras redes sociales como vía de comunicación con el mundo, y más de 300 blogs con perfiles diferentes divulgan la verdad de Cuba desde nuestro país.