viernes, 25 de noviembre de 2016

La victoria de Trump: una aproximación preliminar (IV y final)



Por Luis René Fernández Tabío y Hassan Pérez Casabona⃰

La campaña del actual presidente Donald Trump, se articuló entre otros temas en torno a la idea de exaltar el carácter excepcional de Estados Unidos.  El basamento ideológico de esa tesis ultranacionalista, como hemos apuntado, apareció casi desde la génesis de la conformación de dicho país.

Desde ese ángulo, lanzó como idea central “hacer grande otra vez a América” (Make Great America Again), filosofía que entronca con la idea, que ha sido retomada por diferentes figuras, de: “América Primero” (America First). Estos planteamientos sintetizan su visión, y la de sus seguidores, no sólo en asuntos domésticos, sino en lo concerniente al papel y proyección de EE.UU. en el concierto internacional.
Ellos recrean el carácter excepcional, que supuestamente les corresponde desempeñar a nivel global, presentados mediante un “ropaje” que sintonizó con los sectores que defienden a ultranza dichas posiciones y atrajo a otros con posturas menos rígidas.

Esas expresiones toman como resortes, lo mismo el descontento interno por la lenta recuperación de la Gran crisis financiera y económica de 2008 -con sus secuelas en múltiples ámbitos- que la necesidad de ofrecer al menos algún resultado, para eliminar peligros terroristas a la seguridad representados por el Estado Islámico.  No se trató de ensoñaciones de su equipo de trabajo, sino de adoptar como pretextos para el despegue de esas concepciones problemáticas reales.

Esto es algo que vale la pena destacar. Trump hablo de una manera nada tradicional sobre numerosas cuestiones, exageró, manipuló y azuzó el racismo, el rechazo a los inmigrantes y otros asuntos escondidos en el discurso sobre lo políticamente correcto, que asumía esos problemas habían sido resueltos en la sociedad estadounidense.

Puede decirse que no inventó nada, sino que en realidad se cebó con ese estilo poco ortodoxo, en las insatisfacciones de sectores de la población blanca resentida, la cual considera retrocedió en las últimas décadas, de forma integral, en creencias en las cuales fueron educados.

Fue un raro coctel que surtió efecto movilizador entre ese grupo de votantes.  De un lado, quien colocó el dedo sobre la herida (prometiendo cicatrizarla y restañar el tejido) y del otro una candidata que, además de ser identificada con los males del sistema, no brindó una imagen convincente.

Aunque parezca superfluo, en EE.UU. y dentro de la sociedad de consumo en general, lo más importante en las batallas electorales no es la experiencia o trayectoria previas, sino la imagen que se ofrece y si ella se corresponde no tanto con valores, sino con sentimientos y emociones.

Al igual que se adquiere en un supermercado un producto a partir de lo que visualmente este sugiera (bajo la influencia de los comerciales televisivos y la propaganda que genere) el candidato necesita vender un paquete, por el que los ciudadanos pagarán el día de las elecciones.  Visto así, Trump fue más eficaz en fijar sobre el electorado la idea de que era la opción más conveniente para la economía y seguridad del país, en un momento como este.

Complejo equilibrio del Gobierno.

La victoria de Trump ha generado diferentes mitos.  Varios de ellos los hemos desmontado en los trabajos precedentes.  Queremos hacerlo ahora, respecto al supuesto de que su triunfo, combinado con la mayoría republicana en ambas cámaras del Congreso, hará que gobierne en un camino expedito, sin fricciones con el poder legislativo.

Lo primero a mencionar es que esa correlación a favor de un partido en las estructuras de poder institucional estadounidense no sucedía hace 58 años, desde finales de la administración de Dwight Ike Eisenhower.  En aquella ocasión prevaleció un panorama signado por el crecimiento económico y la unidad interna, después de la Segunda Guerra Mundial y el fin de la contienda de Corea. Fue una etapa de apogeo que nada tiene que ver con el profundo cisma por el que atraviesa hoy esa sociedad.  Las turbulencias del presente son tales, que sería erróneo reproducir mecánicamente, de manera lineal, ese referente histórico.
A todo ello debe añadirse las desavenencias públicas entre Trump y las principales figuras del partido, desde que arrancó la contienda.  Un momento clímax en esa línea sobrevino después del 6 de septiembre, cuando The Washington  Post revelara las declaraciones del magante inmobiliario en que denigraba sobre las mujeres.


Las fricciones entre el Presidente y el Congreso podrían intensificarse.
 
De inmediato la mayor parte del liderazgo republicano, incluyendo senadores, representantes, gobernadores y aspirantes a las primarias, criticó dicha posición  y se desmarcó de su candidatura. Su antecesor partidario en la Casa Blanca, George W. Bush, ni siquiera votó por él.

Este hecho revela que muchas de esas figuras no se alinearan acríticamente ante su gestión sino que, por el contrario, utilizarán sus prerrogativas legislativas para intentar encarrilar la labor de alguien con consideraciones políticas que no convergen en muchos casos con la concepción de ese liderazgo.
Una cosa es la concertación partidaria y otra, mucho más compleja, es la identificación doctrinal, máxime cuando los métodos de trabajo de un hombre como Trump parecen al menos en principio distanciarse de los procedimientos de los políticos convencionales.

¿De qué otra manera puede interpretarse, sino como una jugada de contención, el hecho de que Paul Ryan fuera propuesto de manera unánime entre los congresistas republicanos para proseguir como jefe de la Cámara de Representantes (tercer cargo en importancia en el país, luego del presidente y vicepresidente) cuando fue uno de los mayores opositores a Trump?

¿Quiere ello decir que se desatará una pugna perenne entre las dos ramas de poder, boicoteando desde el legislativo cada propuesta del presidente, como ocurrió en muchos casos durante la era Obama?

Lo tendencial, y más probable, es que se encuentren mecanismos de cooperación entre los dos poderes, no sin instantes de conflicto, incluso traumáticos, a la hora de ventilar la concepción de temas centrales o la ejecución de determinados programas.  El espíritu de esa relación estará determinado, en buena medida, por la pauta y el tono que establezca el Ejecutivo, y los principales consejeros del Presidente en la comunicación con senadores y representantes.

Si Trump y sus asesores parten de que esos nexos implican de facto una subordinación total de los legisladores a las iniciativas del mandatario, únicamente porque están dentro del mismo partido, podrían desatarse conflictos difíciles de controlar. Lo más probable, partiendo del comportamiento previo, es que se produzcan reacomodos en la Administración, en el modo y el contenido de muchas propuestas, para llegar a un terreno común.

Históricamente el poder del Congreso ha reclamado una dosis de protagonismo, dentro de los marcos que fija la Constitución y el ejercicio de sus funciones establecidas, aunque en el campo de la política exterior el Presidente tiene enormes prerrogativas.  Las fricciones entre el Presidente y el Congreso podrían intensificarse, si el nuevo Ejecutivo pretendiera dirigir los destinos del país apartándose de consensos establecidos, ignorando a personas que han dedicado su vida a hacer política, como la mayoría de los congresistas.  Este escenario daría continuidad a la división expresada con particular fuerza en el periodo transcurrido del siglo XXI.

Es previsible, en esa línea, que el poder legislativo no pierda espacios para remarcar que sus integrantes tienen que ser tomados en cuenta.  Si esa es la postura, probablemente avancen. De lo contrario (las discrepancias pueden desatarse por los asuntos más inverosímiles) estaríamos en presencia de un sistema que remarcaría su disfuncionalidad.  Otro escenario hipotético, no descartable, es la conciliación de enfoques políticos y acomodo reciproco hasta lograr un nuevo consenso Ejecutivo – Congreso, con una mayor dosis de pragmatismo y realismo de orientación conservadora.

La filosofía del dinero.

Otra cuestión clave en los exámenes es que Trump, aunque ejerza el cargo con mayor connotación en ese sentido, no es un político convencional ni mucho menos un ideólogo. Es un representante del poder económico, que hizo fortuna desde posturas pragmáticas encaminadas a incrementar las arcas familiares.
Dirigir un conjunto de empresas, incluso de manera exitosa, es algo bien distinto a conducir una país de más de 300 millones de habitantes, mucho más si este atraviesa por múltiples contradicciones políticas, ideológicas, económicas, raciales y culturales, acompañado de enormes desafíos globales y regionales.

Se generalizó entre una parte del público la percepción de que como Trump fue próspero con sus negocios, puede darle esa condición nuevamente a la nación en pleno.  Considerar que esto suceda, sólo por su procedencia, es también otro desacierto.  No es ocioso traer a colación que los negocios de Trump no fueron diseñados para elevar el nivel de vida de los obreros y empleados que participaron en ellos, sino para enriquecerse él y una élite que siente le corresponde la cima del mundo.

No se destacó porque construir millones de viviendas para los sectores desprotegidos y la propia clase media, sino que ganó notoriedad levantando lujosas torres en las que se instalaron oficinas de transnacionales, cadenas de tiendas y apartamentos para celebridades del mundo del espectáculo.

Trump no fue en el pasado un benefactor popular, ni nada por el estilo, sino un hombre de negocios, que ascendió dentro de la pirámide social, valiéndose de todo lo que hiciera falta en la consecución de sus objetivos, incluyendo la irrupción galopante en los medios para desde allí subrayar su condición de empresario exitoso.

Su motivación desde la más temprana juventud es hacer dinero, no enrolarse en acciones de transformación ciudadana, dentro del encuadre establecido, para beneficio de su comunidad. No fue nunca defensor de los derechos civiles, ni pacifista, ni ambientalista, ni siquiera cree que exista el “cambio climático”.

Simplemente se desenvolvió en el terreno económico, a sabiendas de que la sociedad de consumo privilegia la jerarquización de lo material, sin reparar muchas veces en la naturaleza del origen y desarrollo de ese poderío, ni mucho menos sus consecuencias.  En dicho entramado de relaciones, el reconocimiento a quienes hacen ostentación de lo material supera a los que se entregan en función de valores universales como la solidaridad. Se trata de la instauración, desafortunadamente, de una cultura que privilegia “el tener sobre el ser”. [1]

En realidad muchos de los millonarios sin entrenamiento alguno en política incursionan en esta esfera, buscando más trascender en un ámbito de esas proporciones, que en trabajar en función de las necesidades del propio pueblo estadounidense. Se emplean a fondo señalando que no necesitan multiplicar sus ganancias (porque ya tienen bastante), criterio incierto con el que confunden a numerosos votantes.

En el fondo, a través de las más insospechadas vías, se las ingeniaran para acrecentar sus capitales, más allá de la distinción que alcanzan ejerciendo temporalmente un cargo público.  Al marcharse, sin que hayan cambiado nada de peso para la vida del común de los mortales, se van a disfrutar de sus fortunas con el extra de haber encabezado a la primera potencia mundial.

En varios momentos de la campaña se revelaron algunas de las irregularidades cometidas por él a lo largo de años, en muchos de los temas que utilizó en sentido opuesto en la pugna por convertirse en el presidente norteamericano número cuarenta y cinco.  Tanto la contratación de inmigrantes sin autorización para trabajar, hasta la evasión de impuestos, -o el reciente escándalo sobre la manera en que operó su universidad durante cinco años- revelan la cara oculta detrás de su poderío y ponen de manifiesto, asimismo, el largo trecho entre las expresiones en actos electorales y la realidad de los hechos.  Aunque Hillary llevó la peor parte en ser identificada como alguien que mentía, Trump no se quedó detrás en ese acápite.

¿Quién es quién tras bastidores?


Trump anunció a Reince Priebus como jefe de su gabinete.
 
Un aspecto de la mayor importancia es seguir las designaciones que se van dando a conocer por Trump y su equipo.  Sin duda es importante conocer los nombres que se barajan para cargos clave, como Asesor de Seguridad, Secretario de Estado y de Defensa en lo que atañe a política exterior.  Este ejercicio es de inestimable valor para intentar aproximarnos a prever las proyecciones de una nueva administración.

En este caso ello es más difícil porque el Presidente no tiene trayectoria dentro del sistema político, ni definición muy clara de las corrientes que abraza, e incluso al menos durante la campaña para la elección –momento muy distinto al ejercicio del cargo— ha introducido un alto grado de incertidumbre sobre sus propias proposiciones.

Trump anunció el sábado 12 de noviembre, que Reince Priebus, quien se desempeñaba como Presidente del Comité Nacional Republicano, trabajaría como Jefe de su Gabinete, cargo de vital importancia para cualquier mandatario máxime, como hemos dicho, si este prácticamente se inicia en  el terreno político.
Ese propio día divulgó que el controvertido representante de los medios de derecha Stephen K. Bannon, fungiría como Asesor Estratégico, pero en el mismo rango, según sus propias palabras, que Priebus, hecho hasta ahora inédito dentro del ordenamiento de la burocracia aglutinada en torno al presidente en la Casa Blanca.

Con estos nombramientos Trump busca un equilibrio (que será difícil mantener bajo el rigor del trabajo cotidiano) entre figuras con trayectorias diversas, pero que potencialmente le permitirían mantener comunicación con grupos diferentes.  De un lado, al colocar a Priebus, jefe de los republicanos, premia a uno de los pocos que lo apoyó durante toda la campaña, al tiempo que tiende un puente hacia un sector que él no desea desconocer en su labor de dirección, con la finalidad de recomponer las relaciones crispantes con el liderazgo de su partido durante la contienda.

En el caso de Bannon, al que muchos consideran en una línea cercana a los supremacistas blancos, da también crédito a la lealtad por el respaldo de aquel a su candidatura, y dispara las alarmas, teniendo en cuenta la jerarquía que le asigna, por las posiciones que caracterizan su quehacer previo.

El martes 15 de noviembre The New York Times publicó un artículo en el que se refiere a las personas con mayor probabilidad de ocupar cada una de las secretarías, y el resto de las funciones estratégicas.  Esa lista, aunque es una aproximación preliminar, es expresión de la manera en que se reciclan, como “puerta giratoria”, las figuras dentro del establishment y al menos refleja varios de los nombres en los que se piensa ahora.

Tienen experiencia en unos casos en funciones de gobierno, y en otros proceden de las grandes corporaciones o el aparato militar.  No desconozcamos tampoco que, incluso varios de los que no dieron su apoyo a Trump, no verían con desagrado ser llamados a un cargo, por el peso que tiene un pedido del Presidente.

Entre los nombres que se manejan para puestos de primer orden aparecen, en el caso de la Secretaría de Estado, los de John Bolton, que fue embajador ante Naciones Unidas y Subsecretario de Estado en época de Bush; Newt Gingrich, speaker de la Cámara; Rudolph Giuliani, alcalde de Nueva York durante varios años, incluyendo cuando los ataques terroristas del 11 de septiembre del 2001, momento en que incrementó su popularidad por lo rápido que se personó en el lugar de los hechos (lo contrario del presidente W. Bush, que se escondió en un bunker bajo tierra); Stanley A. McChrystal, ex general de cuatros estrellas, que fue comandante en Afganistán y que alguna vez señaló valoraba aspirar a la presidencia; Bob Corker, senador por Tennessee y jefe del Comité de Relaciones Exteriores de esa instancia legislativa y Zalmay Khalilzad, embajador ante Afganistán. A esta lista se ha sumado en las últimas horas Mitt Ronney, ex gobernador de Masachuttsses  y derrotado por Obama en las elecciones presidenciales del 2012.

Con independencia de que es imposible saber hasta el final por quién se inclinará Trump, al igual que en el resto de los cargos, se especula que Giuliani es el de más posibilidades.  Lo que sí parece cierto es que los nombres principales se quedarán con alguna responsabilidad, pues varios se repiten como candidatos a distintas carteras.  El propio Giuliani se baraja también para Fiscal General y jefe del Departamento de Seguridad de la Patria.

Ello sucede, asimismo, con Michael T. Flynn, quien fue antes jefe de la Agencia de Información de la Defensa y aparece como opción para Asesor de Seguridad Nacional y Director Nacional de Inteligencia; Chris Christie, gobernador de New Jersey (Fiscal general y secretario de Comercio); Robert E. Grady, de la Gryphon Investors y Harold G. Hamm, Jefe Ejecutivo de Continental Resources, an Oil and Gas Company, estos dos previstos para la secretaría del Interior y la de Energía; Dan DiMicco Jefe Ejecutivo de Nucor Corporation, and Steel Production Company, (Comercio y representante de EE.UU ante los Tratados Comerciales); Ben Carlson neurocirujano y el único candidato afroamericano a la presidencia por la agrupación republicana (Educación y la de Salud).

Por cierto, la polémica Sarah Palin, gobernadora de Alaska y quien en el 2008 acompañó como vicepresidenta la candidatura del senador John McCain, superada por el joven Barack Obama, es una de las que se prevé pueda trabajar como secretaria del Interior.

Habrá que esperar no sólo por quien se inclina en cada caso, sino cual es la tónica que asume el gobierno en general y el papel real que se le atribuye a cada uno, de acuerdo a la personalidad y el estilo de presidencia que llevará Donald Trump, asunto que como en las designaciones puede estar sujeto a modificaciones sucesivas.

Los acuerdos comerciales en el centro de la mira.

Entre los aspectos significativos dentro de los mensajes políticos de Trump aparece la crítica a los acuerdos de libre comercio, entre ellos la Alianza Transpacífica (TPP).  Por otro lado se distancia de las posiciones del gobierno de Obama y la candidata demócrata en torno a Rusia, Siria e Irán.  Trump se manifestó como defensor de la Segunda Enmienda y contra los inmigrantes ilegales, llegando incluso a proponer la construcción de un muro, el cual pretende sería financiado por el propio gobierno mexicano.  [2]

Hay que destacar, en el caso de Rusia, que en su primera conversación telefónica con Putin ambos abogaron por la necesidad de unir esfuerzos en la lucha contra el terrorismo, lo que supone un mayor nivel de concertación y efectividad en el enfrentamiento al Estado Islámico.  La estrategia de campaña seguida por Hillary implicó en todo momento arremeter contra Putin (al que responsabilizó por cada cosa negativa, incluyendo el escándalo por el uso de un servidor privado para correos oficiales), mientras que Trump hizo lo contrario, llegando a reconocer la eficiencia de Moscú en varias esferas.

Con respecto a Cuba, en una etapa inicial se mostró favorable a dar continuidad a las acciones emprendidas por el presidente Obama desde el 17 D, sin embargo en las últimas semanas cambió este criterio (llegó a reunirse en Miami con representantes de la Brigada 2506 que participaron en la invasión mercenaria por Playa Girón) evidenciado así una tónica de toda su campaña: la variabilidad de posiciones sobre disímiles aspectos.  El propósito de este viraje era lograr ganar 29 votos electorales de Florida. Ello finalmente sucedió, sin que fuera definitorio en la victoria el tema cubano.

Más allá de los resultados electorales, y de todo lo que genera el triunfo de Trump, la continuidad debe ser la tendencia dominante en el período 2017 – 2020, a partir de que el sistema político estadounidense mantendrá su crisis y las dificultades para proyectar un consenso político en temas cruciales.

Esta situación se podría agravar si se desatara una Gran crisis financiera y económica en el 2017.  Desafíos pendientes de solución en el Medio Oriente, Europa – Rusia y el conflicto en Siria están entre los más graves.  El Hemisferio Occidental muestra dentro de ese panorama global el escenario más favorable para Estados Unidos, dado el viraje a la derecha en los gobiernos de Argentina luego de las elecciones, y en Brasil después del golpe a la ex Presidenta Dilma Rousseff, de gran peso en el balance regional de fuerzas.

El restablecimiento de relaciones con Cuba aunque no exento de conflictos, debería permitir un lento y difícil avance en la eliminación de algunos de los obstáculos para el mejoramiento de los vínculos con la Isla, e indirectamente mejorar el clima de relaciones interamericanas, si bien no es lo más probable que se elimine totalmente el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto, oficialmente desde febrero del 1962, bajo la administración Kennedy.

De igual manera no parece ser lo más realizable un escenario donde se eche por tierra lo conseguido en estos últimos meses, mucho menos en el que esa administración rompa las relaciones diplomáticas establecidas entre los dos estados desde el 1ero de julio del 2015 o desconozca los acuerdos y memorandos de entendimiento suscritos en unas 12 temáticas.

Con independencia de todo lo que falta, los dos años transcurridos desde el 17D evidencian la cantidad de asuntos en los que se puede avanzar, con beneficios para los dos países, si se adopta el dialogo respetuoso como camino.  Ello no ignora que se pudieran acentuar los desencuentros en foros internacionales, en cuestiones como derechos humanos y sistemas políticos.

Un comentario es útil sobre este asunto: El futuro de Cuba y el desarrollo de su modelo de desarrollo propio, libre e independiente, con un socialismo próspero y sostenible, no depende del arribo a la presidencia de Estados Unidos de uno u otro gobierno, sino de sus propios esfuerzos.

En realidad el ajuste de la política estadounidense hacia Cuba ha sido el resultado de los éxitos y el avance en la construcción del modelo de desarrollo cubano.  Ello no desconoce que constituye un objetivo de la política exterior cubana lograr avanzar hacia un proceso de normalización de sus relaciones con Estados Unidos y lograr una convivencia civilizada con respeto por las diferencias y beneficio para ambos países y pueblos.

No existe contradicción entre el mensaje de felicitación enviado por el presidente antillano Raúl Castro Ruz a Donald Trump por su victoria, acorde con el nivel de reconocimiento diplomático en las relaciones entre ambos países por un lado, y de otro, la realización exitosa del Ejercicio Estratégico Bastión 2016 (que nacieron en la década del 80 y que desde el 2004 se acordó realizar cada cuatro años), que ratifica la voluntad de preservar a cualquier costo el sistema político y las conquistas sociales obtenidas desde 1959.  Como señaló el Comandante en Jefe en varias oportunidades, hemos alcanzado, en ese frente, la invulnerabilidad que emana del concepto de que el pueblo está listo para defender su obra en todos los terrenos.

En la reciente Cumbre del Foro de Cooperación Asia-Pacífico (APEC) el presidente Obama hizo una llamado a no juzgar de manera anticipada a Trump (reconociendo en sus palabras las diferencias entre el populismo de las campañas y la vida real). Sin embargo, ello no logra por ahora aliviar preocupaciones que se expresan dentro y fuera de Estados Unidos.

Es por ello que no puede descartarse se mantengan las tensiones con China en el mar meridional y con Corea del Norte.  Los tratados de libre comercio de tipo megarregional como el Alianza Transpacífico (TPP) y sobre todo la Asociación Trasatlántica sobre Comercio e Inversiones (TTIP) tienen un futuro todavía incierto, sobre todo el TTIP debido a las divisiones y reservas que existe sobre el mismo dentro de la Unión Europea (UE), lo que no supone ni mucho menos la degradación de las relaciones entre Estados Unidos y la UE.  En el caso del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y otros tratados de ese tipo pareciera ser lo más probable su permanencia, aunque la continuidad de los mismos sean sometido a tensiones, que pongan en juego algunas de las aspiraciones iniciales.

En este aspecto, aunque se haya expresado una ruptura respecto a las políticas impulsadas por la contrarrevolución conservadora iniciada por el gobierno de Ronald Reagan en 1981: sobre libre comercio, inversiones, globalización neoliberal e integración en esos términos, las mismas no deben desaparecer.  No se olvide que de modo general, la tendencia a la continuidad en la política estadounidense es dominante, y lo nuevo, aunque exista, debe acomodarse a los desarrollos contemporáneos del capitalismo a escala global, más allá de Estados Unidos.  Por ello, no se trata de aislacionismo, proteccionismo a ultranza, –términos que reaparecen ahora– sino un ajuste en esos ámbitos de las proyecciones, en vez de mutaciones radicales.

En resumen, el futuro de la política estadounidense está sujeto a continuidad y cambios, y aunque se presentan algunos indicios, todavía es muy pronto para distinguir con precisión los vectores resultantes de su proyección externa.  Hay que esperar la asunción de Donald Trump a la Casa Blanca en enero de 2017, sus decisiones en la formación de su equipo, y el estilo de presidencia que desempeñara.  Nada de eso se conoce hasta ahora con certeza.  Las decisiones que adopte durante los primeros 100 días en la Presidencia, reflejarán al menos las líneas principales de lo que podría ser la política de Estados Unidos durante la primera parte de los próximos cuatro años.

Fernández Tabío es Dr. en Ciencias Económicas y Profesor Titular del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU) de la Universidad de La Habana y Pérez Casabona es Lic. En Historia; Especialista en Seguridad y Defensa Nacional y Profesor Auxiliar de la propia institución.

Notas, citas y referencias bibliográficas.

[1] Sobre estas cuestiones han escrito diferentes intelectuales cubanos y de otras latitudes. Entre los que han desarrollado análisis en nuestros predios, se encuentra Enrique Ubieta Gómez. Pueden consultarse trabajos suyos al respecto, en publicaciones como Cuba Socialista y La Calle del Medio.
[2] Entre los muchos estudios recientes que profundizan sobre estos asuntos, se encuentra el publicado el 2 de noviembre por  Brian Klaas, titulado: “Another Bipartisan Tenet of U.S. Foreign Policy Bites the Dust”, en: http://foreignpolicy.com/2016/11/02/another-bipartisan-tenet-of-u-s-foreign-policy-bites-the-dust-trump-clinton-election/


lunes, 21 de noviembre de 2016

Pierre y Justin Trudeau en Canadá: una tradición familiar de ética intelectual y política



Por Dr. Leyde E. Rodríguez Hernández

Hace poco más de dieciséis años, el 4 de octubre de 2000, escribí una crónica en la primera edición del periódico Juventud Rebelde que titulé: “Cálida acogida del pueblo canadiense a Fidel en funerales de Pierre Trudeau”, el padre de Justin, precisamente el joven primer ministro canadiense que visitó Cuba e impartió una magistral conferencia en el Aula Magna de la Universidad de la Habana.

Aquella crónica que deseo recordar en ocasión de la reciente visita de Justin Trudeau decía lo siguiente:


“Bajo la tristeza del último adiós a un amigo y un día signado por un sol escondido en el cálido otoño, el comandante en Jefe Fidel Castro, junto a miles de canadienses y un grupo de personalidades internacionales, rindieron ayer una emotiva despedida póstuma al expremier canadiense Pierre Trudeau, considerado uno de los políticos más prominentes de este siglo.

En la impresionante ceremonia, una dolida multitud compuesta por más de 10 000 personas, todas empuñando la emblemática rosa roja utilizada por Trudeau, formaron una enorme valla que acompañó el traslado del féretro a una homilía final antes de los funerales de Estado, atendiendo al rango ocupado en vida.

Minutos después, un coro emocionó a los presentes entonando la letra del himno nacional de Canadá, mientras el ataúd entraba a la basílica escoltado por los familiares cercanos a Trudeau: su viuda, Margaret Sinclair, sus hijos Justin y Sacha, y un hijo menor de nueve años.


Y como un símbolo del amor de Trudeau por su patria, sobre el féretro estaba la bandera canadiense y dos rosas rojas, depositadas por miembros del cuerpo de la Real Policía Montada.

El primer ministro de Canadá, Jean Chretien, quien prestó servicios como ministro del gabinete en el gobierno de Trudeau, expresó en el funeral que el fallecido exprimer  ministro fue “el primer y más grande dirigente de la nueva Canadá”, y por su parte,  la hija de Trudeau, Sacha, comparó a su padre con “un gran árbol que dio sustento y sombra a todos los canadienses”.

Al término de la homilía, oficiada por el cardenal de Canadá, Jean Claude Turcotta, el cuerpo de Trudeau recibió sepultura y, sin dudas, sus funerales se convirtieron en un vivo testimonio de la popularidad de que gozó al frente de los destinos políticos de Canadá durante más de dos décadas.

Fidel conmocionó a los canadienses

La presencia de Fidel en el gran funeral de Estado a Trudeau, también conmocionó al pueblo canadiense congregado, y según diversas agencias de prensa, a la salida de la ceremonia dijo que “era un momento muy triste para esa nación”, y que se “encontraba muy emocionado”.

Asimismo, tanto la televisión local como la prensa reportaron cuando Fidel encabezó un reducido grupo de personas, entre ellas, el expresidente estadounidense James Carter, quien recibió a la familia de Trudeau al pie de la escalinata de la basílica de Notre Dame, donde se ofició el sepelio. Y en ese instante Fidel y Carter recibieron el espontaneo agasajo y aclamación de las miles de personas congregadas en el lugar.

Un gran destaque tuvo el abrazo de Fidel, con profundo cariño, al hijo mayor de Trudeau, Justin, quien durante las honras fúnebres pronunció una emotiva oración que provocó en varias ocasiones los aplausos y las lágrimas de los cerca de 2800 invitados.

Es un momento difícil para Canadá

El ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Felipe Pérez Roque, en respuesta a las preguntas de los periodistas ubicados en las proximidades del recinto, explicó que el Comandante en Jefe tomó la decisión de participar en la despedida de Trudeau, “porque comprendió que era su deber, en virtud de la amistad que los unió, de la admiración que siempre sintió por él, como estadista, como hombre político, coherente y ético, y decidió venir en este momento difícil para Canadá”, según reportó la agencia EFE.

Y precisó Pérez Roque que “la delegación viajó exclusivamente a rendir tributo a un amigo y para estar junto al pueblo de Canadá, ante la tristeza de la pérdida de un indiscutible líder mundial”.

Enfatizó que “no tiene otro objetivo y no hemos aspirado a que esta visita signifique otra cosa que acompañar en el dolor a un pueblo amigo”.

El canciller cubano precisó que las relaciones entre ambos países tienen una raíz histórica, en el plano del comercio, de las inversiones, de la colaboración económica, pues Canadá, añadió, es uno de los principales socios de Cuba y mantenemos un diálogo amplio y respetuoso sobre diferentes temas de interés mutuo.

Con la partida de Fidel y su comitiva desde el aeropuerto de Montreal con destino a La Habana en horas de la tarde de este martes, la presencia del líder cubano en las exequias de Trudeau se convirtió en uno de los capítulos más trascendentales de la historia de las relaciones cubano-canadienses, que tuvo uno de sus momentos más importantes durante la visita del fallecido dirigente a la Isla, hace 25 años.

Un ejemplo de esa imperecedera amistad entre dos pueblos quedó plasmada en la calurosa acogida a Fidel por parte de la población de Montreal, y las enormes muestras de simpatías, que por encima de todas las demás personalidades nacionales e internacionales, fueron expresadas al Comandante durante su breve estadía en suelo canadiense.

Así, con esas huellas de cariño, concluyó el mayor funeral en la historia de Canadá, el de un hombre cuyas condiciones personales: carisma, sensibilidad humana, posiciones progresistas y atributos como estadista e intelectual, lo convirtieron en uno de los políticos más grandes de Canadá y del mundo en el siglo XX”.

Visita de Justin Trudeau a su amigo Raúl

En ese comentario se encuentran las razones de la conexión histórica de la familia Trudeau con Cuba, y de la exitosa visita del primer ministro canadiense Justin Trudeau en noviembre de 2016, en la que reafirmó las relaciones históricas entre ambas naciones y su interés de fortalecerlas.

Sobre las relaciones de Canadá-Estados Unidos con Cuba en el contexto de la victoria de Donald Trump, Justin Trudeau consideró que “la relación entre Canadá y Estados Unidos es más profunda que la relación entre un presidente y un primer ministro”.

Sobre el tema del bloqueo económico financiero y comercial impuesto por el gobierno estadounidense contra la Isla reiteró que se trata de una “barrera, un reto a la hora de invertir en Cuba”, que, sin embargo, no paraliza a muchas empresas canadienses que siguen estando dispuestas a invertir y crear asociaciones y vínculos en la nación caribeña.

“Obviamente, a nosotros no nos sorprende el que no estemos de acuerdo con el enfoque que tiene Estados Unidos sobre Cuba. Nosotros pensamos que nuestro enfoque es mucho mejor: la colaboración, la asociación, el estar comprometidos”, afirmó el Primer Ministro.

    Una conexión histórica

 


En su charla, Justin Trudeau no se abstuvo de narrar lo que ha sido para él, desde pequeño, la Mayor de las Antillas; ni de subrayar la conexión histórica de su familia con Cuba desde hace muchas décadas, una conexión que une además a ambos pueblos y Gobiernos.

Para el dignatario, las relaciones respetuosas y abiertas entre las dos naciones benefician, en primer lugar, a nuestros pueblos, lo que se evidencia en el fructífero comercio entre Canadá y Cuba, que sobrepasó el año pasado los 1 000 millones de dólares. Pero el vínculo más importante no se muestra a través del desarrollo o el comercio —reflexionó— sino a través de las conexiones personales de uno a uno. Esto se ve en el flujo tremendo de turistas de Canadá hacia Cuba.

Los canadienses son más del 40 por ciento de los visitantes a Cuba, lo que hace que haya 1,3 millones de visitas por año, motivados por el cálido clima tropical y la «bienvenida cordial y calurosa que recibimos en cualquier lugar al que vayamos en esta Isla», dijo.

Además, resaltó el valor de los intercambios académicos, como otra forma de cooperación y aprendizaje entre los dos pueblos.

El Jefe de Gobierno canadiense consideró también que la innovación y la creatividad están en el corazón de todo lo que hacen los cubanos. Todos los días, «traen a la vida el espíritu de resolver». A lo que agregó que «lo que más me ha impresionado durante mis visitas a Cuba es la pasión con la que celebran la cultura cubana, (...) el respeto que ustedes tienen por los que cuentan las historias cubanas es algo que es genuinamente inspirador».

Sobre Canadá: inclusión, apertura y oportunidad

Los jóvenes cubanos también mostraron interés por conocer sobre la gestión frente al Gobierno de Trudeau. El dignatario contestó preguntas que iban dirigidas tanto a los vínculos de la nación norteña con Sudamérica, como a la política interna del país.

Sobre los nexos con la región, consideró que «siempre hemos sido muy activos, y tengo muchas ganas de visitar Perú y Argentina, adonde me dirijo en los próximos días; pero he de admitir que era importante para mí que mi primera visita oficial a cualquier lugar latinoamericano fuera aquí, a Cuba, para visitar a mi amigo Raúl». La juventud reunida y el mandatario cubano aplaudieron las palabras del Primer Ministro canadiense.


Siempre vamos a encontrar nuevas maneras de colaborar, hay que entender que cuanto mejores y más fuertes conexiones tengamos entre países similares esto será mejor, no solamente para nuestros ciudadanos, sino para toda la región, y seremos capaces de tener más éxitos, aseveró.

Asimismo respondió a cuestiones vinculadas con su plan de trabajo como Primer Ministro: «La voz de Canadá que estoy intentando transmitir al mundo tiene que ver con la inclusión, la apertura, la oportunidad, la construcción de una sociedad estable y resiliente, que es de esta manera porque existe seguridad y diversidad dentro y no en contra de lo uno y de lo otro. Esta es la manera en la que hay que cooperar dentro del mundo».

A lo largo de su conferencia, mantuvo el llamado al respeto y a la unidad, así como la convocatoria a una juventud participativa y transformadora. «Lo que cuenta es que ustedes ayuden a proteger las cosas que nos unen más que intentar señalar lo que nos divide. Y en virtud de mi experiencia, nadie entiende esto mejor que ustedes, los jóvenes».

Sin duda, Pierre y Justin Trudeau representan en Canadá una tradición familiar de ética política e intelectual, en una época caracterizada por la crisis de la cultura política occidental y del liderazgo político internacional. En este contexto, el primer ministro canadiense constituye una esperanza para su pueblo y un aliento de progreso para la humanidad. 

Fuentes: Juventud Rebelde, Granma, Prensa Latina.

martes, 8 de noviembre de 2016

Alemania en Europa: ¿La nueva hegemonía?



Por  Dr. Leyde E. Rodríguez Hernández

Durante mi curso de Teoría de las Relaciones Internacionales, en la Maestría de Historia Contemporánea de la Universidad de La Habana, conocí al distinguido profesor de Política Internacional de la Universidad de Postsdam en Alemania, Dr. Habil Raimund Krämer, quien tuvo la gentileza de mostrarme su más reciente libro: “Alemania en Europa: ¿La nueva hegemonía?”, cuyas principales tesis fueron expuestas a los estudiantes cubanos en una de sus conferencias, deseándolas ahora compartir con los lectores de Visiones de Política Internacional:

1) En 1989 terminó la Guerra Fría y la bipolaridad del sistema internacional. Uno de los ganadores de este cambio fundamental en el ámbito internacional fue Alemania. Después de la (re)unificación en el año 1990, Alemania como un estado civil-capitalista soberano se transformó en una potencia geoeconómica con sus propios intereses globales, sobre todo en Europa y en Asia. Para realizar sus intereses, los gobiernos alemanes, el de Ángela Merkel incluido, utilizaron hasta hoy en primer lugar instrumentos no-militares.

2) En círculos académicos y dentro de las élites políticas alemanes se discute intensamente la “nueva responsabilidad” de Alemania. El “concepto de las potencias formantes” (Gestaltungsmächtekonzept) incluye una presencia global más activa, también militar en el marco de la ONU, la cooperación intensa con las otras potencias emergentes (BRICS), sobre todo con China y Rusia, y la integración profunda en las instituciones del Oeste como la OTAN y la Unión Europea. Hay una tendencia hacia la militarización de la política exterior de Alemania en África, Mali y Ucrania, pero todavía no es dominante. La mayoría de la población rechaza esta tendencia.

3) Dentro de la Unión Europea, Alemania se desarrolló en los últimos 25 años como la potencia dominante. Su peso económico es enorme. La distancia económica entre Alemania y el resto, Francia incluida, se profundizó con la crisis del Euro  en 2007 y los siguientes años. El Euro es su instrumento principal para realizar su hegemonía dentro de la Unión Europea, como ha sucedido con el caso de Grecia. Por eso, Alemania va a estabilizar el Euro contra todos los ataques, sean de los Estados Unidos y dentro del país mismo, en un contexto de creciente auge del partido populista “alternative für Deutschland”. No habrá un regreso al Deutschmark. Al mismo tiempo, Alemania necesita el potencial de la Unión Europea y el Euro para su papel en la economía mundial.

4) Con una “Alemania europeizada” en una “Europa alemanizada” está surgiendo “la cuestión alemana” de nuevo, es decir: ¿Qué posición tendrá Alemania dentro del orden europeo, cómo fuerza dominante o cómo compañero con iguales derechos y deberes? Las estructuras institucionales de la Unión Europea trabajan en contra de una hegemonía, pero las fuerzas reales, económicas y políticas, a favor de una hegemonía alemana. En la crisis del Euro, la posición hegemonista de Alemania fue por primera vez evidente. Con la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea (BREXIT), la posición alemana dentro de la Unión Europea está fortaleciéndose. Al mismo tiempo, podemos observar que la resistencia contra la posición de Alemania está creciendo en la Unión Europea, como también se evidencia en el grupo de Vichegrad en la crisis de los refugiados.

Hasta aquí las principales tesis y tendencias expuestas por el Dr. Habil Raimund Krämer, las cuales se caracterizan por un juicio certero y objetivo sobre la realidad política interna e internacional de Alemania, aunque algunas de ellas son debatibles y se encuentran en pleno desarrollo, por lo que no podríamos afirmarlas en toda su dimensión como tendencias o escenarios más probables. En mi criterio, el futuro de la Unión Europea, tal como fue concebida y la imaginamos, es incierto e impredecible bajo la dominación, control o dicha hegemonía alemana.

Por su importancia global, seguiremos profundizando en este tema, como hemos hecho en la Maestría en Relaciones Internacionales del Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI) con los estudiantes Orisel Sierra Santiesteban y Fidel Derivet Vidal, quienes desarrollaron sus tesis sobre el protagonismo y la hegemonía de Alemania en los marcos de la Unión Europea bajo la tutela de mis modestas opiniones e inquietudes sobre la actual política exterior alemana. En estos trabajos se observan coincidencias de visiones y criterios con los expuestos por el Dr. Habil Raimund Krämer, un avezado profesor e investigador alemán que se encuentra sobre el terreno y desde la célebre Universidad de Postsdam, históricamente conocida por los cubanos.