lunes, 22 de octubre de 2012

50 años de la Crisis de Octubre



Conversación del Dr. Leyde E. Rodríguez con Sébastien Madau, periodista de “La Marsellesa”,  Francia.
 
Sébastien Madau: ¿Qué visión tienen los historiadores cubanos sobre la posición cubana durante esta crisis?

Leyde E. Rodríguez: Primeramente, es necesario precisar que 50 años han transcurrido desde que la humanidad se vio al borde de la guerra nuclear. Desde entonces, este hecho histórico se ubica entre los acontecimientos más relevantes y trascendentes de la política internacional contemporánea. Desde el punto de vista político y académico, ha constituido un aspecto de especial atención de politólogos, sociólogos  e historiadores en Cuba y en todo el mundo.    

La prioridad de los estudios realizados ha recaído en el análisis de la forma en que se condujeron las relaciones entre las grandes potencias y las enseñanzas que de ellas se derivan para evitar situaciones que, como la Crisis de Octubre, podrían haber tenido consecuencias catastróficas. Sin embargo, la experiencia singular que significó la implicación de un país del Tercer Mundo y pequeño como Cuba, por su extensión territorial, en un acontecimiento de esa magnitud entre dos superpotencias, aún requiere de mayor estudio científico y difusión en el ámbito internacional. 

Desde el punto de vista histórico, dos problemáticas diferentes, aunque interrelacionadas, estuvieron presentes en la crisis y en todo el conjunto de la política internacional de la posguerra: las relaciones entre las grandes potencias y las relaciones de estas con el Tercer Mundo.

Precisamente en esa dualidad puede encontrarse una explicación al hecho de que mientras la solución de la crisis inició un proceso de distensión entre las dos superpotencias, no ocurrió lo mismo entre Estados Unidos y Cuba, porque aunque Cuba, no se proponía mezclar la situación internacional y el proceso de “guerra fría” con su Revolución, también es cierto que la dirección revolucionaria y su pueblo no estaban dispuestos a renunciar a la Revolución y la construcción del socialismo.

En ese sentido, la visión que tienen los historiadores cubanos sobre la posición de principios mantenida por la política exterior de Cuba durante la crisis, es que ella no hubiera sido posible, en condiciones de tanto peligro, sin la valentía demostrada por toda la nación en aquellas circunstancias reales de guerra y de posibilidad de exterminio nuclear. La conducta heroica y de unidad del pueblo cubano en defensa de su Revolución, que significa la independencia y la soberanía nacional del país, no tiene paralelo, no tiene precedentes en la historia reciente de la humanidad frente a la apocalíptica amenaza de confrontación nuclear. Esta determinación colectiva del pueblo cubano de defender su patria -a cualquier precio- es lo que durante muchos años me ha impresionado como investigador y, en buena medida, explica el accionar progresista e independiente de la política exterior cubana en el escenario internacional.   

Pienso que la posición cubana de no ceder en principios frente a las presiones estadounidenses durante la Crisis de Octubre, constituyó un acto de alcance histórico y un aporte de la Revolución cubana, no solo para su propio destino en el siglo XX y XXI, sino también para la experiencia de todos los países  independientes y liberados del planeta. La razón histórica y la moral de Cuba  se sintetiza y plasma en las cinco condiciones exigidas por el gobierno revolucionario como una verdadera garantía de cara a las intenciones de los Estados Unidos de humillarnos, imponiéndonos la inspección de nuestro territorio. Lo que recibió un No rotundo. Aquel no, junto a los Cinco puntos, que relaciono a continuación, se convirtió para la historia de Cuba en un Baraguá del siglo XX, y ofreció la perspectiva de una Cuba que actuaría en el futuro con total independencia en política exterior:   

1. Cese del bloqueo económico y de todas las medidas de presión comercial y económica que ejercen los Estados Unidos en todas partes del mundo contra Cuba.

2. Cese de todas las actividades subversivas, lanzamientos y desembarcos de armas y explosivos por aire y mar, organización de invasiones mercenarias, infiltraciones de espías y saboteadores que se llevan a cabo desde el territorio de los Estados Unidos y algunos países cómplices.

3. Cese de los ataques piratas que se llevan a cabo desde bases en los Estados Unidos y Puerto Rico.

4. Cese de todas las violaciones de nuestro espacio aéreo y naval por aviones y navíos de guerra norteamericanos.

5. Retirada de la Base Naval de Guantánamo y devolución del territorio cubano ocupado por Estados Unidos.

Para los historiadores cubanos, la posición cubana y la evolución de los acontecimientos durante la crisis, están directamente relacionados con el liderazgo de Fidel Castro y la manera en que él manejó el comportamiento de Cuba frente a las dinámicas soviéticas y norteamericanas. La enorme estatura de Fidel Castro, como dirigente político y estadista, quedó evidenciada en su actitud de dignidad nacional. Por haber conducido, con tanto talento político, una situación que pudo haber tenido un desenlace muy grave, no solamente para Cuba, sino para la supervivencia de la humanidad, el Che expresó en su carta de despedida: “He vivido días magníficos y sentí a tu lado el orgullo de pertenecer a nuestro pueblo en los días luminosos y tristes de la Crisis del Caribe. Pocas veces brilló más alto un estadista que en estos días…”       

Pero, ¿Qué significa esta frase? Que nunca tuvimos miedo. Los documentos históricos demuestran que mientras en Washington y en Moscú hubo dudas sobre el curso a seguir en determinados momentos, en Cuba siempre hubo claridad de qué se quería. Jamás se dudó. Y Fidel Castro, en particular, actuó desde una posición absolutamente vertical. Eso quedó manifiesto desde el momento mismo en que llega la propuesta de la Unión Soviética, hasta que se desata la crisis, y posteriormente. Los encuentros sucesivos entre los protagonistas principales de la crisis en las últimas décadas, lo han confirmado. Su sugerencia de hacer público el convenio – que Jrushov no aceptó, dando motivo a los Estados Unidos para desatar el alboroto mediático con que estalló la crisis – como las precisiones al documento soviético para garantizar la soberanía y destacar las ventajas mutuas del convenio, o los Cinco puntos en que se sintetizaron los reclamos cubanos, explican esa frase histórica del Che, que como sabemos recorrió el mundo.     

La posición de principios de la Revolución cubana y la firmeza de sus líderes, fue decisiva para que la crisis produjera, como aporte positivo fundamental, el compromiso de los Estados Unidos de no invadir la Isla. Y fue así porque al final de la crisis, los Estados Unidos no pudieron dejar a Cuba al margen de los resultados de un suceso que durante siete días estremeció la política internacional, teniendo como escenario principal a la mayor de las Antillas. Sin embargo, a la distancia de 50 años puede afirmarse que, salvo una invasión militar  “a gran escala”, pues ocurrió la agresión por Bahia de Cochinos, los Estados Unidos lo han intentado todo, para desestabilizar y destruir a la Revolución cubana, para evitar que su ejemplo cunda en los pueblos de América Latina y el Caribe, e incluso más allá.

Como en los tiempos de la Crisis de Octubre, la seguridad y la soberanía de Cuba se han preservado, ante todo, porque las once administraciones norteamericanas que de un modo u otro han repetido los errores de la precedente, no han podido abrir una brecha que vulnere el sentimiento de independencia y unidad nacional del pueblo cubano.

En el plano de la historia de las relaciones internacionales, la Crisis de Octubre nuevamente nos confirmó que hay que ir siempre a la raíz de los problemas o fenómenos de carácter político, y que sin olvidar la necesaria flexibilidad, se puede negociar en pie de igualdad cuando se mantienen los principios que sustentan una Revolución socialista, lo cual también es válido, en el siglo XXI, para cualquier nación independiente.

Estas son las principales enseñanzas que podemos recoger los historiadores cubanos de la Crisis de Octubre, en una época de nuevos desafíos, riesgos y amenazas, en la que sigue predominando en las relaciones internacionales el peligroso  fantasma de la guerra y la posibilidad del uso destructivo del arma nuclear.    

Sébastien Madau: ¿Por qué se llegó a tal situación, casi de 3ra guerra mundial?

Leyde E. Rodríguez: La humanidad estuvo casi a punto de una tercera guerra mundial, porque aunque algunos historiadores occidentales hayan querido limitar las causas de la crisis a  una insuficiente comunicación y los malos entendidos entre los protagonistas - sin omitir que estos accidentes estuvieron presentes – lo cierto es que la Crisis de Octubre fue uno de los episodios más dramáticos de la llamada “guerra fría”, una estrategia de confrontación iniciada por los Estados Unidos que representó un cisma en el sistema de relaciones internacionales, puesto que el mundo se dividió en zonas de influencia política y militar ignorando – en no pocas ocasiones – los problemas específicos de los países del Tercer Mundo.  
   
Considero que la causa principal de que se llegara a una situación muy tensa y de peligro de estallido de una tercera guerra mundial, se encuentra en la postura agresiva e intransigente de los Estados Unidos hacia Cuba. Los Estados Unidos no hicieron un solo intento por comunicarse directamente con Cuba, aun asumiendo el riesgo de que un cálculo equivocado desencadenara la guerra. Tampoco permitió que Cuba participara de ninguna forma en las negociaciones, hasta el punto de que el gobierno cubano tuvo que hacer una declaración por separado ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, porque los Estados Unidos se negó a trabajar en un documento tripartito que reflejara el fin de la crisis.

Para los Estados Unidos no constituyó un elemento a considerar que durante la crisis estaba en plena ejecución la llamada “Operación Mangosta” que, como ya es conocido, fue una verdadera cruzada agresiva contra Cuba, y  tenía el firme propósito de crear las condiciones para la intervención militar estadounidense en nuestro país.

Es importante destacar que ni el retiro de los cohetes, ni la desaparición de la URSS fueron suficientes para las exigencias estadounidenses en relación con Cuba. Habría que preguntarse: ¿Por qué los Estados Unidos pudo llegar a acuerdos en 1962 con su principal enemigo de la “guerra fría” y, sin embargo, en relación con Cuba no estuvo dispuesto a avanzar un solo paso en la solución de un diferendo aparentemente mucho más sencillo? ¿Por qué incluso a lo largo de 50 años Washington ha podido mejorar sus relaciones con países como Vietnam, con el que sostuvo una guerra sangrienta y desgarradora para su estabilidad interna y su prestigio internacional, e incluso los ciudadanos estadounidenses pueden viajar tranquilamente a Corea del Norte, y por el contrario mantiene intacto su férreo bloqueo económico, financiero y comercial contra Cuba, así como una actitud beligerante al mantener a la Isla en un arbitrario y espurio elenco de países considerados terroristas.     

Como lección del pasado, podríamos decir que el tratamiento que recibió Cuba durante la Crisis de Octubre no es único en la historia de la política internacional, pues la arrogancia, la prepotencia y la irracionalidad, ha sido, lamentablemente, una práctica habitual de los poderosos en todas las etapas del azaroso devenir de la humanidad.  

Sébastien Madau: ¿Hoy, cuál es la posición del estado cubano hacia el armamento nuclear?

Leyde E. Rodríguez: En cuanto a las armas nucleares, la política exterior de Cuba siempre ha mantenido una posición de principios, pues la posesión de esas más de 20 000 armas en poder de diferentes estados, representan un grave peligro para la supervivencia de toda la especie humana. En suma, la vida en nuestro planeta pende de un hilo ya que miles de esas armas se encuentran listas para ser empleadas de inmediato por estados antagónicos o rivales en el escenario de la política internacional. 

Cuba ha reafirmado su histórica posición en el Movimiento de Países No Alineados, ya que el desarme nuclear es, y debe seguir siendo, la más alta prioridad en la esfera del desarme. La relevancia del desarme nuclear no podrá ser ignorada o minimizada por las grandes potencias porque de la eliminación de las armas nucleares depende el futuro de la humanidad.

En distintos foros multilaterales, Cuba también ha denunciado que son conocidas las pretensiones de algunas potencias de promover un enfoque de no proliferación selectivo, donde el problema no radica en la existencia de las armas nucleares, sino en la “buena” o “mala” conducta de quien las posee”. Por eso, Cuba ha rechazado categóricamente la aplicación selectiva del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP). Asimismo, el gobierno cubano, ha alertado a todos los estados que las obligaciones contraídas en materia de desarme nuclear y el uso pacífico de la energía nuclear no pueden continuar siendo relegadas en el marco de ese Tratado.

La política exterior cubana considera importante el respeto al derecho inalienable de los estados al uso pacífico de la energía nuclear, bajo la estricta observancia de los compromisos contraídos en virtud del TNP.

En fin, Cuba defiende un proceso o programa escalonado de Desarme General y Completo de todos los tipos de armas de destrucción masiva, que sea verificado por las instituciones internacionales competentes; pero también el cese de las estrategias y doctrinas político-militares agresivas que, teniendo su origen en el período de la “guerra fría”, todavía hoy, privilegian el desarrollo y el perfeccionamiento del arma nuclear.

LA PIEDRA LIBRE



Palabras ante la primera entrega del Premio Municipal de Literatura

Por  Luis Britto García    
     
Siempre me ha parecido un enigma que existan Premios de Literatura.

Por su inveterada complicidad  con los más horribles aspectos  del Poder, las bellas letras no  tienen Historia sino prontuario; no  merecen honores sino condenas. 

Para todos hay impunidad, salvo para el escritor, siempre prófugo o en confinamiento solitario. Literatura es el Crimen y su propio Castigo. 

Siempre lo supieron los  gobiernos serios que metieron a los literatos serios en la cárcel o bajo tierra.

La escritura es  indagación sobre el Ser, esa llama que se extingue al ser contemplada. 

La sociedad farisea execra como a la peste al escritor que la desnuda. 

El lenguaje, argamasa del edificio social, mantiene cada ladrillo prisionero de su función y de su posición en la Torre de Babel que nunca llegará a los cielos. 

Así como los ladrillos del orden social están prisioneros de gramáticas carcelarias, los discursos que emiten son cautivos  e intentan recluir a sus receptores. 

Todas las formas primitivas de la literatura, Religión, Política, Historia, Ética, Ciencia, tiranizaron pretendiendo ser vehículos de una Verdad superior que las sometía y debía por consiguiente avasallar a quien la recibe.  

Los números dominan las cosas; las palabras,  las conciencias.  

En su incesante reconstitución de simulacros del mundo la mente lo falsifica en el engendro de la creación. 

Todo discurso miente: sólo la literatura lo hace a sabiendas.

La literatura es el género que constituye una verdad al proponerla como mentira.   

Pero desde el momento cuando la ficción reconoce que es independiente de la verdad, comienza la desmitificación de todos los discursos que pretendieron ser verídicos.  

Frankenstein significa Piedra Libre: la literatura es el guijarro suelto, el monstruo que deviene peligroso más por su libertad que por su fuerza.  

Participan las letras  del pecado de Fausto, el intento de detener el fugaz instante: el pensar que alguna idea, infundio,  impresión o sentimiento merece perpetuidad. 

Anular el concepto de pérdida, recuperar lo irrecuperable, ir, en fin, contra las leyes de universal decadencia y progresivo desorden que rigen el universo.  

Escribir y leer son transgresiones del orden de la vida. 

El pecado original es engendrar signos en lugar de actos.

Crear cosmos sin realidad o realidades fuera del cosmos. 

Las fantasías del revolucionario  modifican la realidad; las del visionario  a quien las sueña. 

La literatura es el único género que propone la libertad. 

El de la literatura es el único discurso honesto; para que la sociedad lo soporte hay que corromperlo. 

Sostuvo el dictador Porfirio Díaz que nadie resiste un cañonazo de cincuenta mil pesos. En tiempos de  postmodernidad al escritor molesto no se lo fusila, se lo premia.  

Premios conferidos con la intención de que el creador deje de serlo, terminan fatalmente premiando a quien nunca ha  creado.  

Ante estos  antecedentes penales de la Literatura con mayúscula, se comprende que los lauros en Venezuela hayan sido casi siempre conferidos por delitos menores.

¿Hablamos como caballeros, o como lo que somos? ¿Seguiremos ocultando que la mayoría de nuestros galardones propinan laureles a la cirrosis hepática y destilan la cantidad y calidad de grados alcohólicos libados entre jurados y homenajeados en tascas, cantinas y botiquines? 

¿Reconoceremos que significativa parte de nuestras preseas son partes médicos que   recompensan  achaques como la hipocondría parasitaria,  la flatulencia intermitente y el cólico senil? 

¿Ignora alguien que las páginas más premiadas en nuestros certámenes son requisitorias de memorandos y de  nombramientos para viceministerios y vicegobernaciones y vicealcaldías y vicecomisiones y viceconcejalías y viceacademias y viceredacciones y viceinstitutos y viceadulantes y vicepanteones? 

¿Confesaremos que conferimos homenajes  odontológicos  al Diente Roto que exaltan, más que  la obra,  la inexistencia de ella? 

Supongo que al poner mi nombre a un premio literario, éste no exaltará achaques decrépitos, prontuarios burocráticos, esterilidad ni borracheras sociables. La embriaguez es un estado sagrado, que no debe ser banalizado. 

Reputaciones consagradas y nulidades engreídas reposaban sobre el agrio secreto de obras inexistentes o creaciones exiguas amparándose en el hecho de que un país de iletrados no podía juzgarlas. 

Ahora que se ha cumplido el milagro de que las grandes mayorías lean y escriban, comprendemos por fin el prodigio de la literatura, que es el anticipo del Reino de la Libertad. 
No tiene la humanidad otros destinos que la creación para imaginar y la omnipotencia para realizar. 

Dichosa edad y milenios dichosos aquellos a quienes nuestros sucesores  darán el nombre de Liberados, pues en ellos no tendrá el ser humano otra tarea que la de suplantar al Creador haciendo realidad todas y cada una de las formas y propuestas de lo que hoy es sólo imaginario. 

Este Reino que comienza desde siempre, cada vez que alguien imagina, sueña, crea. 


Nuestra izquierda en la hora de Nuestra América

Por Luis Britto García

La hora de Nuestra América es también la de nuestra izquierda. En la región y  el mundo  se desmoronan las  Babeles  de la derecha. Marx predijo  que crisis sucesivas y progresivamente graves aniquilarían al capitalismo. La izquierda debe comprender la magnitud de la presente y convertirla en final. Se acabaron el repliegue y la defensiva. Hay que segar las cabezas de la hidra del Imperio  antes de que retoñen. La hora de nuestra izquierda es la de la ofensiva.


LA HORA DE LA ECOLOGÍA

La hora de Nuestra América es la de la defensa de sus recursos naturales: las más importantes reservas planetarias de agua dulce, biodiversidad, minerales estratégicos y energía. La izquierda  debe encabezar las luchas dirigidas a su inventario, recuperación y preservación para el  uso social y racional, impedir su consumo predatorio y su entrega a las transnacionales o a minorías locales cómplices,  controlar o vetar la producción de transgénicos y biocombustibles  y la patente sobre seres vivientes, evitar que el Capitalismo Verde nos prohíba todo desarrollo en aras de su derecho de seguir destruyendo el planeta.

LA HORA DEL TRABAJADOR

La Historia de Nuestra América es la de la lucha por la tierra. La izquierda debe culminarla con reformas agrarias integrales. Maquilas y  legislaciones neoliberales deprimen la condición de las masas laborales. Con mil subterfugios el capital disimula o niega la relación de trabajo  y multiplica la economía informal. Un sistema sin capacidad de integración genera mayorías de marginales. América Latina es la región con mayor desigualdad del mundo. La izquierda debe cegar esta brecha y colocarse en la vanguardia de centenares de millones de trabajadores y de excluidos en la lucha por sus derechos y por una vida plena y productiva.

LA HORA DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES

La hora de Nuestra América es la de la integración de  la izquierda  con los movimientos sociales. Un movimiento social  es la expresión de un conjunto de luchas reivindicativas que ni partidos convencionales ni Estados lograron hacer suyas. Por ello perdieron vigencia   Estados y partidos, y debieron admitir nuevas orientaciones y dirigencias. Nuestra izquierda debe también asimilarse con los movimientos sociales para impedir  que algunos sean financiados, infiltrados y en última instancia dirigidos por organizaciones no gubernamentales a su vez patrocinadas por las potencias hegemónicas.



LA HORA DE LAS ECONOMÍAS INTEGRADAS

Nuestra izquierda debe convertir en propiedad social los principales medios de producción y desarrollar un nuevo modelo económico distante del extractivismo, de la mera sustitución de importaciones y del desarrollismo. Debe reivindicar los derechos de naciones y Estados a proteger sus economías, a desarrollar poderosos sectores públicos o sociales que administren las principales actividades productivas, a priorizar la creación de bienes básicos para el consumo de las mayorías, a incorporar mayor valor agregado a las exportaciones, a promover acuerdos que defiendan el justo precio de éstas en los mercados internacionales y privilegien el intercambio y la cooperación regional, a proseguir la política de intercambio multipolar que ha librado a Nuestra América de lo peor de la crisis, y a librarse de la esclavitud financiera de Deudas externas ilegalmente contraídas y especulativamente infladas.

LA HORA DE LA POLÍTICA

Nuestra izquierda debe aprender, no sólo a conquistar el poder, sino a defenderlo contra la violencia de  oligarquías e imperios que han frustrado tantas experiencias democráticas. Debe cursar siempre que pueda  la vía pacífica, pero responder a la violencia reaccionaria con violencia popular. Debe desechar la tentación de la antipolítica, y comprender que  Partido y Estado son herramientas decisivas para abrir la ruta hacia el Socialismo. Debe combatir el burocratismo y la proliferación de trámites innecesarios y de entes parasitarios que distancian al poder de los gobernados. Debe librar al Estado de la maraña de pactos y compromisos que someten su soberanía a cortes, juntas arbitrales u organismos foráneos. La única esperanza del Imperio en América Latina consiste en fracturar todavía más sus numerosos Estados naciones  fomentando o inventando diferencias internas, regionales, étnicas o parroquiales, como ocurrió con la fallida secesión de la Media Luna en Bolivia. Derrotar la secesión y disociación interna en nuestros Estados Nación es luchar  por la integración de Nuestra América.

LA HORA DE LA ESTRATEGIA CONTINENTAL

Nuestra izquierda debe revisar el prejuicio que en algunos países la opone a todo lo militar. El ejército es el arma de la clase dominante pero si los dominados quieren superar su condición de tales deben disponer de  ejércitos. La izquierda ha creado ejércitos, como lo hicieron Fidel Castro en Cuba, las FARC y el ELN en Colombia, las FALN en Venezuela, Sendero Luminoso en Perú, los sandinistas en Nicaragua y el Farabundo Martí  en El Salvador, entre otros. Pero en los ejércitos tradicionales pueden ingresar oficiales que dirijan movimientos progresistas, como Juan Domingo Perón en Argentina, Velasco Alvarado en Perú, Torrijos en Panamá, Hugo Chávez Frías en Venezuela. Reto de toda izquierda triunfante es crear un nuevo ejército con milicias populares de apoyo, abierto a todos los sectores  y consagrado a la defensa de la soberanía y a la ayuda en tareas sociales. La América Latina progresista debe concertar sus propias alianzas estratégicas para oponerlas a pactos de servidumbre como el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca. Tales políticas son de urgencia ante la ofensiva militarista de Estados Unidos, que aumentó abruptamente a 47 el número de sus bases en la región. Nuestra izquierda debe resistir esta agresión con una contraofensiva de presiones sociales, culturales, diplomáticas y estratégicas para desalojar esas fuerzas de ocupación.

LA HORA DE LA INTEGRACIÓN

Nuestra izquierda y nuestros gobiernos  crearon en la última década organismos de integración latinoamericana cada vez más independientes de la tutela de Estados Unidos y más abiertos hacia la multilateralidad y el Tercer Mundo. Reto de nuestra izquierda es lograr que esta integración funcione, no sólo en lo político y económico, sino también en lo social, lo estratégico, lo cultural. Paralelamente, debe desmantelar y denunciar la maraña de tratados bilaterales que limitan nuestras soberanías integrándonos al libre comercio con   las potencias hegemónicas y exoneran a éstas del pago de impuesto en nuestros países. Todavía más importante, esa izquierda nuestra que lucha por la integración y la unidad de Nuestra América debe comprender la necesidad de integrarse y unirse ella misma a nivel nacional, continental y mundial. La multiplicidad de puntos de vista enriquece el debate, pero no debe clausurarlo. Nuestra hora no es la de la disensión sino la de la  coincidencias.

LA HORA DE LA REVOLUCIÓN CULTURAL

La izquierda que predica la revolución cultural debe revolucionar su propia cultura. Ha de considerar que los medios de producción son ecológicamente limitados, lo que imposibilita la copia de la sociedad de consumo para todo el planeta. Ha de tomar en cuenta que la informática plantea a la vez la automatización de todo trabajo no creativo y la infinita y gratuita multiplicación del bien más valioso del mundo, el conocimiento, a la vez que posibilita la desconcentración de las ciudades y una participación democrática jamás antes vislumbrada. Una izquierda nueva debe comprender  estas vías del nuevo milenio y explorar a fondo sus consecuencias.

Nuestra izquierda debe aprender a manejar esa suerte de sistema nervioso de la sociedad que son los medios de comunicación. Debe sobrepasar la  crítica de los medios del gran capital para pasar a la penetración en los medios convencionales, a la creación de medios alternativos y a la constitución  desde el poder de  sistemas de comunicación novedosa, con agencias y agendas informativas propias. Debe, además, resistir la fácil tentación de remedar  la falta de  imaginación, la saturación machacona de consignas y la agresión a la audiencia de los medios alienados.

Nuestra izquierda debe no sólo enfrentar los retos de la información, sino además los del entretenimiento y la educación, aplicando a ellos las más innovadoras tecnologías informáticas libres.

Nuestra izquierda debe demoler edificios ideológicos que llevan siglos y a veces milenios construyéndose. Para ello ha de propiciar un inaudito surgimiento de vanguardias y de propuestas creativas, una novedosa floración contracultural, una nueva cultura que revalorice, compendie y potencie en forma inédita las herencias de Nuestra América, que con su prodigiosa fuerza de integración y mestizaje resume las del mundo.
 
Ponencia en el II Seminario Nórdico de Medios de Comunicación y América Latina