lunes, 24 de marzo de 2014

Rusia, EU y la Unión Eropea, tras el caso Ucrania

Por Guillermo Almeyra
La Jornada


Desde el derrumbe de la ex Unión Soviética los gobiernos de EU han buscado redimensionar el poderío ruso y acorralar a Moscú con una red de bases agresivas en sus fronteras y extendiendo la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) cada vez más hacia oriente. Rusia, se recordará, ya reaccionó cuando EU y la OTAN intentaron instalarse en Georgia, en el Cáucaso, en la bisagra con las ricas repúblicas petroleras y gasíferas que giran en la órbita de Moscú, y ahora volvió a reaccionar cuando, mediante el intento de ingreso de Ucrania a la Unión Europea, la Casa Blanca trató de correr el radio de acción de la OTAN hacia el este y de cerrarle el acceso al Mediterráneo a la flota rusa del mar Negro, basada en Sebastopol, en la península de Crimea.

Esta reacción, totalmente previsible, tiene que haber sido calculada por Washington y ese papel provocador de la diplomacia estadunidense choca con los intentos anteriores de cooptar a Rusia, con su participación en el G-8, separándola de China y de las llamadas potencias emergentes, como India. Dicho sea de paso, estos dos últimos países rechazan las medidas antirrusas y llaman a actuar con cautela y a resolver todo por la vía diplomática.

Los capitalistas mafiosos de Moscú sostuvieron al régimen impopular, corrupto y servil del presidente ucraniano Víktor Yanukóvich, depuesto por un golpe parlamentario que se montó sobre grandes manifestaciones populares a las que se sumaron los fascistas y neonazis ucranianos (que no las dirigieron, pero las utilizaron). Esa movilización popular fue alentada efectivamente por la UE, que capitalizó el repudio a la corrupción e incapacidad de la oligarquía ucraniana subordinada a Moscú y el recuerdo de los crímenes de Stalin y sus seguidores en Ucrania (el stalinismo deportó a todos los tártaros de Crimea y pisoteó los derechos nacionales ucranianos) y canalizó esos sentimientos detrás de la ilusión sobre mejores condiciones de vida si Ucrania entraba en la Europa unida del gran capital. A esas masas democráticas se unieron las minoritarias bandas fascistas, ultranacionalistas y antirrusas, de Svoboda y otros grupos de extrema derecha que tratan de llevar agua a su molino pero que, contrariamente a lo que afirma Moscú, ni fueron ni son la base de la caída de Yanukóvich y del actual gobierno heterogéneo, fragilísimo, de la oligarquía prooccidental ucraniana. No estamos pues ante la alternativa fascismo o Putin, éste no es ni anticapitalista, ni antiimperialista ni democrático, y medidas como la incorporación de Crimea a Rusia (independientemente de los lazos históricos pluricentenarios entre la península y Moscú) sólo sirven para unir a los demócratas ucranianos contrarios al régimen títere de Yanukóvich con los fascistas de todo tipo manipulados por los servicios de inteligencia occidentales cuando, por el contrario, es indispensable separar la protesta legítima y de izquierda de las maniobras belicistas antirrusas de la OTAN.

La UE y Estados Unidos podrían verse más afectados que Rusia por sus sanciones contra el gobierno de Putin. Europa, en efecto, depende 30 por ciento del gas y del petróleo ruso, Francia construye dos portahelicópteros para Moscú y Ucrania no podría vivir sin Rusia. Moscú reforzará inevitablemente sus lazos políticos, económicos y militares con China, a la que EU quiere también cercar en el mismo mar de China y provoca desde hace años utilizando sus marionetas de Taiwán y de Japón. Los países petroleros también miran con preocupación las amenazas a Rusia, que pesa mucho en el mercado energético. El apoyo, en este caso de Ucrania como en Siria o Libia, de países como Argentina a la diplomacia de Estados Unidos, la UE e Israel muestra la evolución hacia la derecha de sus gobiernos, pero la mayoría de los llamados emergentes ve con preocupación el reinicio, por iniciativa de Estados Unidos, de la guerra fría, que podría tener efectos multiplicadores de la crisis económica mundial tanto en la Unión Europea como en Estados Unidos mismo, o sea, en los principales mercados.

El nacionalismo gran ruso o el auge del chauvinismo ucraniano como reacción a la política de Moscú causan un daño enorme a la defensa de Rusia y de la paz mundial. La realpolitik tiene siempre efectos contrarios: Napoleón, con la invasión a decenas de estados de Alemania, creó el nacionalismo alemán, fortaleció el nacionalismo ruso y austriaco y forjó la Santa Alianza de todas las monarquías reaccionarias hasta que la lucha de clases irrumpió en las barricadas obreras de 1848. Rusia sólo podrá defenderse del imperialismo si los pueblos se diferencian de los gobernantes capitalistas, incluyendo entre éstos al propio Putin, quien quiere que los ucranianos opten entre su autocracia y el capitalismo mafioso ruso o el capitalismo dependiente y servil de la UE y sus servidores ucranianos. Sólo una movilización democrática y por la reorganización de Ucrania puede impedir la maniobra de la Unión Europea y de las bandas fascistas a su servicio y de los aprendices de brujo del Departamento de Estado. Los pueblos de Europa (y el pueblo de Estados Unidos) rechazarán la preparación de la guerra y la escalada político-militar si ven en Ucrania y en Europa oriental una movilización masiva por una política anticapitalista y antiimperialista en vez de la lucha entre diversos sectores oligárquicos que se disputan el poder para hacer que los trabajadores paguen los costos de la crisis. No hay sólo dos opciones –Putin o los imperialismos occidentales– sino tres, porque es posible organizar una respuesta mundial de los trabajadores a los fabricantes de guerras.

lunes, 17 de marzo de 2014

Ucrania: centro de la lucha por el poder global


Por Leyde E. Rodríguez Hernández

La coyuntura política y económica internacional no puede ser más compleja para la comprensión de los fenómenos y los procesos de las relaciones internacionales. 

A la opinión pública mundial, conmocionada por los recientes sucesos internos en Siria, Venezuela y Ucrania, le resulta difícil clasificar y conceptualizar la ola de manifestaciones extremistas y neofascistas que desestabilizan naciones y regiones enteras, tensando el funcionamiento del sistema internacional en su conjunto. 

Para muchos se trata de una nueva “guerra fría”, que nunca concluyó entre el Este y el Oeste, aunque la diplomacia rusa se empeñe en considerar –desde hace más de dos décadas- como socios a los representantes de los Estados Unidos y de la Unión Europea, quienes enfrascados en una descarnada lucha geopolítica global, verdadero culto al politólogo germano-estadounidense Hans J. Morgenthau, fundador del moderno “realismo político”, basada en la concepción de que la política internacional es una permanente lucha por el poder, sin limitaciones de carácter moral en el accionar de una potencia en el escenario internacional.  

En el pensamiento de Morgenthau, si una nación busca incrementar el poder, por medio de un cambio de la distribución de fuerzas internacionales, entonces practica una política imperialista. En esta filosofía se circunscribe la naturaleza agresiva y militarista de la coalición norte-oeste liderada por los Estados Unidos, en una época marcada por la crisis económica capitalista, que se hace sistémica, y de una reverdecida “guerra fría” que, teñida de poder inteligente, genera subversión, propaganda y desinformación, lo que acentúa el desorden y la incertidumbre sobre las relaciones internacionales.    

En el caso de Ucrania, existen evidentes ejemplos que se corresponden con la argumentación anterior: la participación activa del gobierno de los Estados Unidos y de sus aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en el derrocamiento del presidente Viktor Yanukóvich, por fuerzas extremistas y neofascistas al servicio de los centros de poder norte-oeste. En este sentido, el secretario de Estado, John Kerry, reconoció la participación estadounidense en las acciones desestabilizadoras e ilegales al afirmar que su política está dirigida a obtener que las exrepúblicas soviéticas se integren al bloque euro-estadounidense abanderado, según él, de las “aspiraciones de libertad”.

La injerencia norte-oeste en la crisis política interna ucraniana adquirió mayor peligrosidad para la paz y la seguridad internacional tras las amenazas estadounidenses de que incrementará la presencia militar en Europa Oriental, con el fortalecimiento de su aviación en Lituania y Polonia, mientras el destructor coheteril USS Truxtun (DDG-103) fue avistado en un desplazamiento de intimidación del mar Mediterráneo al Negro, coincidiendo con el portaaviones George H.W. Bush que, desde los primeros días de marzo, está ubicado en el puerto turco de Anatolia, con más de 80 aviones de combate a bordo.  
    
Todo este desplazamiento militarista, hacia el Este y hasta las fronteras mismas de Rusia, forma parte del malestar euro-estadounidense con la nueva Rusia que emerge de la restauración capitalista tras la implosión de la Unión Soviética y la desintegración de su bloque aliado, sin olvidar que estos hechos constituyeron la más grave catástrofe geopolítica del siglo XX, manteniendo a Rusia debilitada y aislada del concierto internacional. Por consiguiente, es insoportable para el eje norte-oeste el regreso de Rusia al centro de la política mundial con el logro de haber evitado –con el apoyo de China- los intentos de una agresión militar de los Estados Unidos y la OTAN a Siria, y el desarrollo de un proyecto petrolero en ese país que no casualmente incluye a Irán.

Estas pretensiones de gran potencia por parte de Rusia, ya anticipadas en 2008 cuando recuperó las provincias de Osetia del sur y Abjasia que se habían declarado independientes, vuelven a manifestarse ahora cuando su plan de incorporar a Ucrania en una Unión Aduanera, bajo su liderazgo, chocó con la intención de los sectores ucranianos favorables a la subordinación euro-estadounidense y promotores del tratado de libre comercio con la Unión Europea. Ya, en noviembre de 2013, el gobierno de Ucrania había decidido no adherirse al tratado con la Unión Europea, pues afectaría a la mayoría de la población ucraniana como mismo ha sucedido en Grecia, España, Portugal e Italia, víctimas de los ajustes estructurales del Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea. Todo esto desató una crisis política y fuertes movilizaciones de masas que concluyó con el derrocamiento del presidente Yanukóvich. El nuevo gobierno golpista de derecha y neofascista orientado por los Estados Unidos y las potencias europeas, aboga por la integridad territorial y la firma de un acuerdo con la Unión Europea, mientras que el parlamento de Crimea, la mayoría de su población ruso-hablante, y las regiones orientales promueven fusionarse con Rusia.

Esta confrontación, entre los centros de poder Norte-Oeste y Rusia, está incentivada por masivas manifestaciones de neofascistas y pro-rusos, respaldados por los Estados Unidos y la Unión Europea, por un lado, y Rusia, por el otro, exacerba las rivalidades entre las potencias capitalistas y las posibilidades de una nueva guerra en el viejo Continente, que solo parece disuadir los enormes arsenales de armas nucleares en posesión de los principales actores involucrados en el conflicto. Como posición de fuerza, el presidente Putin, a través de Gazprom pudiera cortar el suministro de gas a los europeos occidentales, pues Rusia provee alrededor del 30% del gas que Europa consume. Además, Ucrania es el eje distribuidor para los distintos gasoductos que transportan casi el 100% del gas que consumen Estonia, Lituania, Letonia, Bulgaria, Suecia y Finlandia, algo más del 60% de la república Checa, mientras que Bélgica, Alemania, Polonia, Eslovaquia, Austria, Hungría, Croacia, Eslovenia, Grecia y Rumania reciben entre el 45% y el 60% de su consumo y Holanda, Francia e Italia entre 15% y 25%.

Por su parte, el presidente Obama ha declarado que entregará gas para suplir el faltante, aunque no se sabe cómo se financiaría la ayuda. Todo esto sucede en un contexto de profunda crisis económica y social en Europa, y de deuda bajo la presión del Fondo Monetario Internacional. Dada la inseguridad en Ucrania, para los ciudadanos e intereses de Rusia, las tropas rusas ingresaron en Crimea, mientras que el gobierno provisional desplegaba una fuerza armada de 50000 soldados. El referéndum en Crimea, el domingo 16 de marzo, determinó por un 95% su incorporación, como una república más, a la Federación de Rusia. Para la coalición euro-estadounidense este referendo es un acto “ilegal” e inaceptable que llevó, en ese sentido, a los Estados Unidos a la promoción de una iniciativa en el Consejo de Seguridad de la ONU vetada por Rusia, porque estima que los derechos de la igualdad soberana y la autodeterminación de los pueblos no pueden ser ignorados.  
       
Está claro que los intereses en juego no son únicamente de política interna en Ucrania, entre neofascistas y pro-rusos, sino que poseen un calado y una repercusión geoestratégica mayor, pues constituye un conflicto político-diplomático directo entre los Estados Unidos y Rusia, que determinará la naturaleza de la relación futura entre Rusia y el conjunto de los aliados norte-oeste. Los Estados Unidos al atizar el conflicto y legitimar a las fuerzas neofascistas contra Rusia, intenta compensar la necesidad rusa de proteger y dar seguridad a sus intereses en territorio ucraniano, para impulsar así el cerco de la otrora superpotencia -ahora en recuperación-, mediante la expansión de la OTAN, ya lo ha hecho con la estrategia de “defensa” antimisil europea, que tanto incomoda a Rusia. Pero, al mismo tiempo, el alcance real de esta maniobra norte-oeste parecería estar limitada por una serie de factores que hacen errática la gran estrategia estadounidense: la persistencia de la crisis económica y social en la Unión Europea, que no la convierte en un paradigma a seguir por las naciones y pueblos todavía fuera de la zona Euro y de la propia integración, la actitud de Alemania y otros países fuertemente dependientes del gas, el petróleo y otros recursos naturales en manos de Rusia y Crimea.  

Así las cosas, cuando Ucrania es visualizada como la primera víctima de una rediviva “guerra fría”, valdría la pena preguntarnos: ¿Cuál será su evolución futura? ¿Instalará los Estados Unidos bases militares contra Rusia en la región occidental de Ucrania? Sin ánimos de dar respuestas acertadas: la división del territorio ucraniano entre potencias, la integración inevitable de la zona occidental al eje norte-oeste o el  incremento de sus relaciones con la Unión Europea, al tiempo que mantiene sus vínculos con Rusia, en un difícil ejercicio de equilibrismo político, pudieran ser algunos de los escenarios en relación con esas interrogantes; pero, como en casi todos los procesos de la política internacional en el que participan múltiples actores de significativo peso e influencia política, diplomática y militar, este conflicto, en torno a Crimea, pudiera ser de larga duración, como lo fue, para la Alemania dividida, la histórica confrontación simbolizada en el “Muro de Berlín”, aquel icono de la “guerra fría” clásica entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. 

Solo que ahora las ansias de poder y expansión global de los Estados Unidos chocan con la problemática de la relativa decadencia de sus capacidades tradicionales de dominación mundial, lo que convierte más imprevisible y peligrosa su actuación internacional frente al objetivo inequívoco de Rusia y China de equipararse a los Estados Unidos como superpotencias mundiales en el horizonte de la multipolaridad del sistema internacional del siglo XXI.



jueves, 13 de marzo de 2014

Golpe de Estado Euro-Americano en Ucrania


Por Umberto Mazzei - Roxanne Zigon  
(especial para ARGENPRESS.info)

“El lenguaje político sirve para hacer parecer verdad las mentiras y al asesinato cosa respetable”.
George Orwell

La inauguración y la despedida de los recientes juegos olímpicos de invierno en Sochi, mostraron la belleza, la antigüedad y la vastedad de la cultura rusa. La historia europea no es concebible sin ese aporte. La potencia del pueblo vikingo de los Russ – que se extendió desde el Mar Báltico hasta el Mar Negro y desde el Vistula hasta el Volga- protegió a Europa de una invasión árabe musulmana durante toda la alta Edad Media. Desde el siglo IX los rusos tenían una estructura política descentralizada que giraba en torno al Principado de Kiev.

En el siglo XIII, los rusos, con su resistencia antes de sucumbir, salvaron a Europa de ser arrollada por la Horda Dorada. Cuando los cumanos, sus vecinos del este, fueron atacados por los mongoles, los rusos acudieron en su ayuda pero fueron derrotados en la Batalla del río Kalka; sin embargo, se frenó el avance mongol por trece años. En 1237 los mongoles regresaron, quemaron ciudades rusas y tomaron a Kiev en 1240; muchos rusos fueron vasallos mongoles por tres siglos, pero el ímpetu mongol llego debilitado a Polonia y Hungría.

El vasallaje mongol fracturó la unidad rusa entorno al Principado de Kiev. Para consolidar los vínculos comunes, pero admitiendo evidentes divisiones, en 1253, el Papa proclamo a Danilo I como Rey de todas las Rusias (Rex Russiae), un titulo plural que usaron también los czares rusos. Al Principado Ruso de Kiev lo sucedieron los de Galitzia y de Volodýmyr-Volynsky, que luego se fusionaron en el principado de Halych-Volhynia.

El nombre Ucrania viene de krajina, país fronterizo y en efecto es lugar de fronteras. Se usa desde mediados del siglo XIV, cuando la presente Bielorrusia y la zona de Kiev fué invadida por Lituania y el grueso de la moderna Ucrania fue invadida por Polonia, sin llegar hasta Crimea, que era turca. Poco después Polonia y Lituania formaron la mancomunidad Polaco-Lituana y la zona ucraniana paso a llamarse Rutenia, forma latinizada de Rusenia.

A mediados del siglo XVI, la nobleza cosaca y los campesinos, apoyados por la iglesia ortodoxa y el gobierno moscovita, se rebelaron contra el régimen polaco, que había entregado muchas tierras a la iglesia católica que eran arrendadas a khazares judíos. En el oriente de Ucrania formó el Atamato cosaco, que se integró a Rusia con el tratado de Pereyáslav, en 1654. Esa fractura política la explotó Carlos XII de Suecia, cuando invadió Ucrania como aliado del Ataman Mazepa, pero fue derrotado en Poltava (1709) por Pedro El Grande.

Entre 1772 y 1795 Austria, Prusia y Rusia se repartieron la mancomunidad polaco-lituana y casi toda Ucrania paso a ser rusa, con Galitzia y Bukovina al oeste, para Austria. Al caer el Zar fue independiente y luego se unió a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. La Galitzia fue dada a Polonia y la Bukovina dividida. Después de la Segunda Guerra Mundial, Stalin anexo a Ucrania la Galitzia y la mayor parte de Bokovina. En 1954, el ucraniano Nikita Khruschev, le quitó Crimea a Rusia para anexarla a Ucrania, como República Autónoma. En 1991, Ucrania se hizo miembro de la Comunidad de Estados Independientes (CEI). Su constitución fue proclamada en 1996 y revisada en 2004.

La relación de Ucrania y Rusia

El pasado de Ucrania y Rusia es complejo y a la vez uniforme. Por 500 años la historia ucraniana, bielorrusa y rusa fue la misma, con Kiev como eje. Durante 300 años Ucrania estuvo sometida a Polonia y Lituania. Durante 340 casi toda fue del Imperio ruso y desde la II Guerra Mundial toda Ucrania fue de la URSS.

La lengua ucraniana es tan próxima al ruso como para que puedan entenderse entre ellos y el ruso predomina en Kiev, en el oeste y en el sur. La religión principal es el Cristianismo Ortodoxo (60%), le sigue una minoría católica (10%) en el occidente y un grupo musulmán (3%) en Crimea. La lista de científicos, músicos, literatos, políticos y militares de la historia rusa, no puede escribirse sin ucranianos (Eugen Slutzky, Igor Prokofiev, Nicolai Gogol, Gregory Zinoviev, Kliment Voroshilov); ni la historia ucraniana sin nombres rusos.

Ucrania tiene 46 millones de habitantes (censo 2011) sobre 603 mil km2 con siete fronteras: Bielorrusia al norte; Polonia, Eslovaquia al oeste; Hungría, Rumania y Moldavia al sur, con una costa sobre el Mar Negro; eso le da gran importancia estratégica para Rusia. También para la OTAN, si piensa atacar a Rusia.

El Golpe de Estado Euro-Americano

En 2004 Victor Yanukovych, quien fuera Governador de Donetsk (1997 – 2002) y Primer Ministro (2002 – 2004) de Leonid Kushma, ganó las elecciones en Ucrania, pero el desorden de la llamada “Revolución Naranja” amplificado por una campaña de la prensa internacional – la técnica de revoluciones de color – presionó a la Corte Suprema para anular la elección y repetirla para imponer el candidato de Bruselas y Washington: Victor Yushchenko.

En 2010 Yanukovych ganó con el 49% de los votos contra el 45% de Julia Timoshenko, la primer ministro de Yushchenko. En las elecciones parlamentarias de 2012 el partido de Yanukovych gano 187 asientos contra 102 del de Timoshenko, un claro aumento de apoyo electoral. La Sra.Timoshenko años antes había sido condenada por corrupción en Rusia y lo fue de nuevo en Ucrania en un caso sobre comercio de gas y fue enviada a prisión. La prensa occidental comenzó entonces una campaña de difamación contra los tribunales ucranianos y de exaltación de Santa Julia mártir, la de la trenza aureolada.

Las nuevas elecciones presidenciales de Ucrania estaban previstas para diciembre 2014. Desde el 2013 comenzó una campaña de la prensa internacional contra Yanukovych preparando a la opinión pública internacional para un golpe de Estado. Estados Unidos “invirtió” 5 millardos de dólares en organizar y entrenar grupos para cambiar el gobierno ucraniano, según las palabras de la Secretario de Estado Adjunto para Europa del Este, Victoria Nuland, ante una reunión del Club Nacional de la prensa, auspiciada por Chevron.

Desde enero, grupos entrenados por Washington y Bruselas, invadieron violentamente Kiev, ocuparon edificios públicos y exigieron la dimisión de las autoridades legítimas, cuando faltaba menos de un año para nuevas elecciones. Según testigos, su modo operativo mostraba formación y la coordinación militar, en lo que, según Haaretz, participó personal israelí. Otros vieron como personal norteamericano, alemán y polaco dirigían las protestas, donde junto a grupos ucranianos actuaban mercenarios moldavos, turcos, afganos y árabes.

La gran prensa elogió las violencias. Altos funcionarios europeos y americanos fueron a Kiev para mostrar apoyo al alzamiento; tal como Victoria Nuland dando galletas a los revoltosos. Obama pidió la renuncia del “dictador” Yanukovych. La prensa siempre reportó desde el lado de los manifestantes; nunca del lado de la policía que sufrió muchos muertos y heridos. Los políticos de oposición ucranianos buscaron el poder sin apelar nunca a las masas, sino ante funcionarios norteamericanos y europeos; Ángela Merkel en especial. Se puede especular sobre qué pasaría si funcionarios extranjeros incitasen a ocupar con violencia oficinas públicas en Washington y a destituir a Obama. Si Yanukovych fue culpable de algo, fue de indecisión y no de violencia o terquedad. Su gobierno llegó a un acuerdo con los revoltosos, garantizados por cancilleres de la UE, que los revoltosos no cumplieron.

El momento para derrocar con un desorden artificial a un gobierno legítimo, en las fronteras de Rusia, fue obviamente calculado: los Juegos Olímpicos de Invierno en Sochi. Rusia hacia de anfitrión mundial y la atención del mundo se enfocaba fraterna a otro lado, como cuando durante los Juegos Olímpicos de Beijing el ejercito de Georgia atacó Ossetia del Sur.

Hubo muertos y heridos, entre la policía y los manifestantes. Según el testimonio del Ministro de Relaciones Exteriores de Estonia, Urmas Paet, quien habló con la Doctora Olga Bogolomets, la medico jefe de la clínica movil en la Plaza Maiden cuando la protesta se hizo violenta en Kiev, la doctora le mostró fotos y le dijo que ambos bandos habían sido víctimas de los mismos francotiradores; que se había usado el mismo tipo de balas. Ella añadió que lo más chocante era que el “gobierno provisional” no quería investigar lo sucedido. Cuando Paet habló sobre eso con la Jefa de Relaciones Exteriores de la UE, Catherine Ashton, ella solo dijo: Oh! Que terrible! pero no hizo nada. Ahora se acusa a Yanukovych y sus ministros de esos asesinatos.

Pareciera que Washington y Bruselas aplicaron en Ucrania – fuera del golpe militar- todas las técnicas de golpe de estado que los anglo-sajones han practicado en el Tercer Mundo desde la época napoleónica. Primero, los bancos endeudaron a Ucrania por 138 millardos (PIB 176 millardos, 2012) con pagos pendientes este año por 8 millardos, lo que limita las políticas independientes y resulta siempre en corrupción. Segundo, se apoyó financieramente a muy diferentes partidos políticos para dirigirlos hacia un objetivo político común. Tercero, se desató una campaña de prensa para desacreditar el gobierno y demonizar a sus líderes. Cuarto, se financió y le entrenó a grupos para fomentar desórdenes violentos. Quinto, se usó francotiradores para disparar contra ambos bandos y generar odio y violencia, como en Siria. Sexto, se aplicó el truco usado recientemente en Honduras y Paraguay: el Golpe Parlamentario.

En Ucrania se hizo con la invasión del Parlamento por matones armados, que causaron la fuga de la mayoría de los parlamentarios del gobierno. Luego, bajo evidente amenaza y tal vez con sobornos llevaron al resto a destituir al Presidente en una súbita sesión, sin siquiera juicio. Para el estándar democrático de la OTAN no importa que el presidente “destituido” no haya sido nombrado por el Parlamento, sino por votación popular directa; igualmente los gobiernos de la OTAN reconocieron enseguida al ya previsto “gobierno provisional”.

El gobierno usurpador

El “gobierno provisional” puede llamarse también el Gobierno Oligarca. El Presidente es Oleksandr Turchynov, un pastor evangélico, pero quien manda es el Primer Ministro Arseniy "Yats" Yatsenyuk – un banquero judío, escogido por Victoria Nuland para ser el títere de la OTAN. Turchov y Yatsenyuk pusieron varios oligarcas a gobernar las regiones donde el apoyo a Yanukovych es mayor. Es fácil asumir que por su potencial para sobornos políticos.

Uno de ellos es Ihor Kolomosky, un banquero, empresario metalúrgico y patrón de medios millardario, también miembro prominente de la comunidad judía ucraniana y cuyos diarios dieron una cobertura favorable a las revueltas. Se le nombró gobernador de su patria chica: Dnepropetrovsk. Putin dijo de él que es un estafador y explicó como Kolomosky había robado 2 millardos a un socio. Kolomosky es bien conocido como amigo de Julia Timoshenko, la antigua primer ministro cuya primera llamada al salir de prisión fue para Angela Merkel.

Otro es Serhiy Taratuta, el hombre más rico de Ucrania en 2009, según Forbes, que fue nombrado gobernador de su nativa Donetsk. El 9 de marzo ya enfrentó un alzamiento popular para reinstalar a Pavel Gubarev, el anterior gobernador; alzamientos que se repiten en otras provincias.

El clima político se pondrá peor, porque el Fondo Monetario Internacional mandó a Ucrania una “misión investigadora” la semana pasada. Las reservas de Ucrania ya habían bajado de US$17,8 millardos a 15 millardos en las últimas cuatro semanas. Después de la visita del FMI los ucranianos de todas las tendencias aprenderán lo que significa “ajuste estructural”.

La mayoría ucraniana de lengua rusa está tan furiosa con la corrupción, el desempleo y la desigualdad económica como los ucranianos del oeste; pero la gente puesta al mando por las turbas no trae un cambio revolucionario. Son las mismas caras conocidas por su corrupción y su complicidad en enriquecer a los oligarcas ucranianos. Esta vez, para servir intereses foráneos, parecen querer borrar la milenaria herencia cultural ucraniana. La inquietud en el centro y el oeste de Ucrania aumentó desde que los usurpadores anularon la ley que permitía el uso del ruso como lengua oficial en esas zonas. Es una prueba de su tendencia anti-rusa y pro- OTAN. Una prueba de su autoritarismo es la proscripción del Partido Comunista, que sacó el 13% de los votos en la última elección.

Desde su independencia, las encuestas en Ucrania muestran una gran mayoría contraria a ser parte de la OTAN, pero el gobierno “de facto” quiere ignorarlo. En su campaña electoral, Victor Yanukovych se postuló como contrario a la OTAN y su Partido de las Regiones hizo del no-alineamiento la estrategia de seguridad del país, como en Finlandia, Suecia e Irlanda.

Crimea

Crimea ya fue objeto de la ambición anglo-sajona en la Guerra de Crimea (1853 – 56) pero quedó rusa. La vasta mayoría de su población sigue siendo rusa; por ello cuando Kruschev la anexo a Ucrania, fue como República Autónoma. Después del Golpe de Estado en Kiev, el gobierno local permaneció leal a Yanukovych y rechazo los intentos de invadir Crimea con matones mercenarios y de crear una rebelión de los tártaros locales. El gobierno “de facto” comenzó entonces a hablar de una invasión rusa de la Crimea.

La prensa y los gobiernos de la OTAN quieren ignorar que Crimea es la base de la flota rusa del Mar Negro y que de acuerdo al tratado Ruso-Ucraniano de 1997, hasta el año 2040 Rusia tiene derecho a mantener allí hasta 27 mil hombres, aunque por el momento solo hay 16 mil. Lo que la gran prensa reporta como “gente en uniforme” cuidando edificios públicos son las milicias locales de autodefensa y las unidades ucranianas que permanecen fieles al Presidente Yanukovych y al Gobierno de Crimea.

El Gobierno de Crimea, confrontado a los usurpadores de Kiev que quieren ignorar sus legítimas credenciales, ha decidido consultar al pueblo sobre su futuro. Es un ejercicio de auto-determinación de impecable credencial democrática, reconocido por la ONU; aunque abusado por Estados Unidos arrancar provincias a países; desde Panamá hasta Kosovo.

La cuestión energética

El 66% del gas Ruso que se exporta a la UE y Turquía (86 bcm) se hace por Ucrania, pero esta va perdiendo importancia como red de tránsito. Hay dos nuevos gasoductos submarinos, el Gasoducto del Norte y el Gasoducto del Sur que pasan fuera de Ucrania. El Gasoducto del Norte, terminado en 2011, conecta a Rusia con Alemania por el Mar Báltico. El Gasoducto del Sur, que pasa por debajo del Mar Negro, estará listo para 2015.

El monopolio ruso Gazprom había llegado a un acuerdo con Yanukovych para bajar el precio del gas destinado a Ucrania, de US$400 por 1.000 m3 a US$268,5, desde el 2014. La política anti-rusa del gobierno usurpador no favorece la continuación de ese descuento. La deuda por gas de Ucrania con Rusia en este momento es de US$1,5 millardos.

Un maligno rizo del rizo geopolítico

Rusia no va a pedir la indulgencia o la bendición de Occidente. Alea jacta est, la suerte está echada, Crimea es una pieza perdida en el gran tablero de la NATO. Ahora lo que hay es un problema de tres colas para los conspiradores euro – americanos: a) como salvar sus intereses económicos en Rusia (comercio UE con Rusia medio billón; EE UU 40 millardos); b) castigar a Rusia o a los autores del fracaso; c) expandir la integración europea después del choque.

Herman Van Rompuy, Presidente del Consejo Europeo, dijo, el primero de febrero, en la conferencia sobre seguridad de Munich: “para los europeos y americanos, las economías se basan en reglas y las sociedades en valores – esto es lo que somos, es lo que significamos para tantos y lo que juntos debemos representar para el mundo”. Palabras huecas, porque ni sus reglas ni sus valores tuvieron éxito en liberar sus países del peso de una decadencia socio – económica, política e intelectual, ni restauraron sus identidades, su moralidad o su espíritu.

La tonada que hoy cautiva el oído de los electores en Europa es el euro-escepticismo, porque ofrece una valoración de asuntos vitales para tantos europeos dejados fuera de la mesa en la cena transnacional. El “déficit democrático” es una inexorable realidad y es raro encontrar en Europa quien apoye la perspectiva sombría que pintan quienes hacen la política en Bruselas.

Hay una trampa mental convertida en un peligroso rizo del rizo geopolítico para el estilo de maniobra Euro – Atlántico, se trata del “Despertar Político Global” nutrido por Zbigniew Brzezinsky. Se le lanzó como una estrategia de EE UU para el Medio Oriente, pero aterrizó, como un Caballo de Troya, el la llamada Euromaidan de Kiev. Fue algo articulado por Van Rampuy en Munich: “A pesar de la geopolítica, hemos ofrecido a Ucrania una relación más cercana con la Unión Europea, con los países a su oeste…y sabemos que el tiempo está de nuestro lado. El futuro de Ucrania pertenece a la Unión Europea”.

Quienes hacen la política en Bruselas tienen sus mentes controladas por Washington y el paradigma de Brzezinsky, quien ve a Ucrania como “un reducto occidental que impida la reencarnación de la Unión Soviética, porque sin está Rusia cesa de ser un imperio”. El Dr. Brzezinsky, desafortunadamente, enseño bien como odiar y temer a Rusia, pero, por suerte, su legado geopolítico es anticuado, porque el mundo moderno no soporta vivir dos conceptos opuestos al mismo tiempo: mundialismo unilateral vs diversidad del diálogo civilizado.

Conclusiones y recomendaciones

Las amenazas de Estados Unidos de sanciones económicas y de otro tipo contra Rusia en caso de auto-determinaciones en Ucrania favorables a una integración con Rusia son risibles. El poder económico de EE. UU. se desvanece y Rusia tiene suficiente músculo económico para hacer sentir sus represalias en Londres y New York. Si las cosas se calientan, China, aliada de Rusia, puede dar una mano en fundir el dólar, para disminuir las tensiones.

Rusia puede declarar inaceptable la injerencia de EE UU y la UE en los asuntos ucranianos, apoyar el regreso a la legalidad apoyando los partidos pro-rusos y acercándose a los partidos nacionalistas ucranianos que estarían incómodos bajo la tutela de Bruselas.

La Crimea y otras partes de Ucrania pudieran integrarse con Rusia, mientras Europa absorbe la Ucrania Occidental en bancarrota; algo como una restitución de territorios anexados desde la segunda guerra mundial.

Los rusos y los alemanes debieran recordar que – como Bismarck bien demostró - la paz europea está a salvo y la cultura europea florece cuando ambos países actúan de acuerdo.

Umberto Mazzei, Doctor en Ciencias Políticas de la Universidad de Florencia, Italia; Director del Instituto de Relaciones Económicas Internacionales Sismondi, en Ginebra, Suiza.

Roxanna Zigon, Master en Economía Internacional de la Universidad de Lubliana, Eslovenia; Doctorante en Relaciones Internacionales de la Escuela de Diplomacia y Relaciones Internacionales de Ginebra, Suiza.


Bibliografía: escritos y opiniones sobre el tema de Ernesto Wong Maestre, James Petras, Pepe Escobar, Joseph Kishore, Paul Craig Roberts, Eric Margolis, Finian Cunningham, William Blue, Francis Boyle, Mike Whitney, Zbigniew Brzezinsky, Vladimir Putin.




DERECHAS CON LOOK DE IZQUIERDA


Por Raúl Zibechi

Las recientes manifestaciones de masas generadas por las derechas en los más diversos países, muestran su capacidad por apropiarse de símbolos que antes desdeñaban, introduciendo confusión en las filas de las izquierdas.

El 17 de febrero de 2003 Patrick Tyler reflexionaba sobre lo que estaba sucediendo en las calles del mundo en una columna en The New York Times: “Las enormes manifestaciones contra la guerra en todo el mundo este fin de semana son un recordatorio de que todavía puede haber dos superpotencias en el planeta: los Estados Unidos y la opinión pública mundial”.

“Mira a tu alrededor y verás un mundo en ebullición”, escribió el editor estadounidense Tom Engelhardt, editor de la página TomDispatch. En efecto, diez años después del célebre artículo del Times, que dio la vuelta al mundo en ancas del movimiento contra la guerra, no hay casi rincón del mundo donde no exista ebullición popular, en particular desde la crisis de 2008.

Se podrían enumerar la Primavera Árabe que derribó dictadores y recorrió buena parte del mundo árabe; Occupy Wall Street, el mayor movimiento crítico desde los años sesenta en Estados Unidos; los indignados griegos y españoles que cabalgan sobre los desastres sociales provocados por la megaespeculación. En estos mismos momentos, Ucrania, Siria, Sudán del Sur, Tailandia, Bosnia, Turquía y Venezuela están siendo afectadas por protestas, movilizaciones y acciones de calle del más diverso signo.

Países como Brasil que hacía décadas que no conocía protestas sociales, aguarda manifestaciones durante el Mundial luego de que 350 ciudades vieran cómo el desasosiego ganaba las calles. En Chile se ha instalado un potente movimiento juvenil estudiantil que no muestra signos de agotamiento y en Perú el conflicto en torno a la minería lleva más de un lustro sin amainar.

Cuando la opinión pública tiene la fuerza de una superpotencia, los gobiernos se han propuesto entenderla para cabalgarla, manejarla, reconducirla hacia lugares que sean más manejables que la conflagración callejera, conscientes de que la represión por sí sola no consigue gran cosa. Por eso, los saberes que antes eran monopolios de las izquierdas, desde los partidos hasta los sindicatos y movimientos sociales, hoy encuentran competidores capaces de mover masas, pero con fines opuestos a los que esa izquierda desea.

Estilo militante

Desde el 20 hasta el 26 de marzo de 2010 se realizó en el departamento uruguayo de Colonia un “Campamento Latinoamericano de Jóvenes Activistas Sociales”, en cuya convocatoria se prometía “un espacio de intercambio horizontal” para trabajar por “una Latinoamérica más justa y solidaria”. Entre el largo centenar de activistas que acudió ninguno sospechaba de dónde habían salido los recursos para pagar sus viajes y estadías, ni quiénes eran en realidad los convocantes.

Un joven militante se dedicó a investigar quiénes eran los Jóvenes Activistas Sociales que organizaban un encuentro participativo para “comenzar a construir una memoria viva de las experiencias de activismo social en la región; aprender de las dificultades, identificar buenas prácticas locales aprovechables a nivel regional, y maximizar el alcance de la creatividad y el compromiso de sus protagonistas”.

El resultado de su investigación en las páginas web le permitió averiguar que el campamento contó con el auspicio del Open Society Institute de George Soros*, y de otras instituciones vinculadas al mismo. La sorpresa fue mayúscula porque en el campamento se realizaban reuniones en ronda, fogones y trabajos colectivos con papelógrafos, con fondo de whipalas y otras banderas indígenas. Un decorado y estilos que hacían pensar que se trataba de un encuentro en la misma tónica de los Foros Sociales y de tantas actividades militantes que emplean símbolos y modos de hacer similares. Algunos de los talleres empleaban métodos idénticos a los de la educación popular de Paulo Freire que, habitualmente, suelen emplear los movimientos antisistémicos.

Lo cierto, es que unos cuantos militantes fueron usados “democráticamente”, porque todos aseguraron que pudieron expresar libremente sus opiniones, para objetivos opuestos para los que los convocaron. Este aprendizaje de la fundación de Soros fue aplicado en varias ex repúblicas soviéticas, durante la “revuelta” en Kirguistán en 2010 y en la revolución naranja en Ucrania en 2004.

Ciertamente, muchas fundaciones y las más diversas instituciones envían fondos e instructores a grupos afines para que se movilicen y trabajen para derribar gobiernos opuestos a Washington. En el caso de Venezuela, han sido denunciadas en varias oportunidades agencias como el Fondo Nacional para la Democracia (NED por sus siglas en inglés), creada por el Congreso de Estados Unidos durante la presidencia de Ronald Reagan. O la española Fundación de Análisis y Estudios Sociales (FAES) orientada por el expresidente José María Aznar.

Ahora estamos ante una realidad más compleja: cómo el arte de la movilización callejera, sobre todo la orientada a derribar gobiernos, ha sido aprendida por fuerzas conservadoras.

El arte de la confusión

El periodista Rafael Poch describe el despliegue de fuerzas en la plaza Maidan de Kiev: “En sus momentos más masivos ha congregado a unas 70.000 personas en esta ciudad de cuatro millones de habitantes. Entre ellos hay una minoría de varios miles, quizá cuatro o cinco mil, equipados con cascos, barras, escudos y bates para enfrentarse a la policía. Y dentro de ese colectivo hay un núcleo duro de quizás 1.000 o 1.500 personas puramente paramilitar, dispuestos a morir y matar, lo que representa otra categoría. Este núcleo duro ha hecho uso de armas de fuego” (La Vanguardia, 25 de febrero de 2014).

Esta disposición de fuerzas para el combate de calles no es nueva. A lo largo de la historia ha sido utilizada por fuerzas disímiles, antagónicas, para conseguir objetivos también opuestos. El dispositivo que hemos observado en Ucrania se repite parcialmente en Venezuela, donde grupos armados se cobijan en manifestaciones más o menos importantes con el objetivo de derribar un gobierno, generando situaciones de ingobernabilidad y caos hasta conseguir su objetivo.

La derecha ha sacado lecciones de la vasta experiencia insurreccional de la clase obrera, principalmente europea, y de los levantamientos populares que se sucedieron en América Latina desde el Caracazo de 1989. Un estudio comparativo entre ambos momentos, debería dar cuenta de las enormes diferencias entre las insurrecciones obreras de las primeras décadas del siglo XX, dirigidas por partidos y sólidamente organizadas, y los levantamientos de los sectores populares de los últimos años de ese mismo siglo.

En todo caso, las derechas han sido capaces de crear un dispositivo “popular”, como el que describe Rafael Poch, para desestabilizar gobiernos populares, dando la impresión de que estamos ante movilizaciones legítimas que terminan derribando gobiernos ilegítimos, aunque estos hayan sido elegidos y mantengan el apoyo de sectores importantes de la población. En este punto, la confusión es un arte tan decisivo, como el arte de la insurrección que otrora dominaron los revolucionarios.

Montarse en la ola

Un arte muy similar es el que mostraron los grupos conservadores en Brasil durante las manifestaciones de junio. Mientras las primeras marchas casi no fueron cubiertas por los medios, salvo para destacar el “vandalismo” de los manifestantes, a partir del día 13, cuando cientos de miles ganan las calles, se produce una inflexión.

Las manifestaciones ganan los titulares, pero se produce lo que la socióloga brasileña Silvia Viana define como una “reconstrucción de la narrativa” hacia otros fines. El tema del precio del pasaje pasa a un segundo lugar; se destacan las banderas de Brasil y el lema “Abajo la corrupción”, que no habían estado originalmente en las convocatorias (Le Monde Diplomatique, 21 de junio de 2013). Los medios masivos también desaparecieron a los movimientos convocantes y colocaron en su lugar a las redes sociales, llegando a criminalizar a los sectores más militantes por su supuesta violencia, mientras la violencia policial quedaba en segundo plano.

De ese modo la derecha, que en Brasil no tiene capacidad de movilización, intentó apropiarse de movilizaciones cuyos objetivos (la denuncia de la especulación inmobiliaria y de las megaobras para el Mundial) estaba lejos de compartir. “Es claro que no hay lucha política sin disputa por símbolos”, asegura Viana. En esa disputa simbólica la derecha, que ahora engalana sus golpes como “defensa de la democracia”, aprendió más rápido que sus oponentes.


* Excolaborador nazi en Hungría durante la Segunda Guerra Mundial. Ganó miles de millones de dólares especulando en el mercado de las divisas y es dueño de fundaciones y del llamado Instituto de Estudios Democráticos, cuyo propósito es financiar acciones para imponer la “democracia” en el sentido que a Washington y a las trasnacionales interesa. (NdD.)

ALAI