jueves, 14 de marzo de 2019

Las relaciones asimétricas en el sistema internacional “multi-nodal”




Por Leyde E. Rodríguez Hernández

El profesor de Teoría de las Relaciones internacionales, Dr. Brantly Womack, especialista en las problemáticas asiáticas, en la Universidad de Virginia, en los Estados Unidos, impartió, en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa Garcia”, en La Habana, una magistral conferencia titulada: “Más allá de los grandes poderes y las guerras: la gestión de la asimetría en un sistema internacional “multi-nodal”.
 
Dr. Leyde E. Rodríguez Hernández, Vicerrector del ISRI y Dr. Brantly Womack.

Desde el inicio de su intervención, el profesor Womack diferenció el término multipolar, para referirse a la estructura del sistema internacional, con respecto a "multi-nodal”, el cual utiliza para referirse a las emergentes asimetrías entre los países, la profundización de la heterogeneidad y la aparición de coaliciones. Es un concepto que se entrelaza con la seguridad y estabilidad del sistema internacional y sus alianzas.

La teoría de las asimetrías y poderes regionales del distinguido profesor estadounidense, Brantly Womack, propone explicar las relaciones entre los poderes regionales y sus vecinos a partir de esta lente conceptual, al igual que las interacciones entre estas potencias regionales y el hegemon internacional que representa los Estados Unidos.

El hilo conductor de este marco teórico es que las diferencias materiales entre países y sus distintas prioridades estratégicas generan disparidades en cuanto al nivel de atención que los dos componentes de la relación se prestan mutuamente, lo cual puede derivar frecuentemente en tensiones y conflictos. 

 La forma normal en que se estructura esta relación bilateral es mediante un intercambio de respeto -del más débil al más fuerte- y de reconocimiento de autonomía -del más fuerte al más débil-. Extrapolando este esquema para abordar la relación de los poderes regionales con la superpotencia, el corolario es la existencia de un sisterma "multi- nodal", donde hay mayor espacio para la intervención de estos actores internacionales, los cuales, a su vez, puede suponerse que aspirarán a un orden mundial más predecible. 

Este esquema teórico permite además pensar en una mayor fluidez del sistema internacional a partir de las negociaciones constantes que deben sucederse entre fuertes y débiles tanto en un nivel como en otro, lo cual quedó muy bien expuesto por Womack en su obra: “Asimetría y Relaciones Internacionales”, publicada por la Universidad de Cambridge en 2016.


En el diálogo que sostuvo con profesores del ISRI e investigadores del Centro de Investigaciones de Política Internacional (CIPI), Womack expresó que en los últimos años su actividad teórica se ha concentrado en el estudio de los países asiáticos y sus relaciones asimétricas, refiriéndose así a los principales aspectos de su obra, porque entiende que el tema principal hoy en este campo de estudio es el problema de cómo manejar las asimetrías en un sistema internacional “multi-nodal”; en una nueva era de las relaciones internacionales, que se inició, a partir de 2008, con la última crisis económica global del capitalismo. Entonces, Womack se preguntó: ¿Cuál es la estructura de esa nueva era? Y se respondió que existen asimetrías para entender esas nuevas interacciones del sistema internacional.

Significó la emergencia y la importancia de los problemas entre los Estados Unidos y China, en esta nueva era “multi-nodal”, pero aunque esa es la principal relación del sistema internacional, piensa que no lo determina todo en las relaciones internacionales actuales, pues hay que analizar también la situación de otras potencias mundiales y regionales.

Una posible solución a esos conflictos pudiera encontrarse, según Womack, en una convergencia global entre las potencias medias en vías de desarrollo, en un contexto en que aumentan las interacciones Sur-Sur y los actores en este eje observan a occidente como algo menos esencial para su progreso económico y social. Por lo que evidenció con suficientes datos y gráficos estadísticos las diferencias y divergencias entre las potencias occidentales y el resto de los países emergentes, asegurándose la caída de los principales indicadores económicos de las tradicionales potencias occidentales frente a las potencias medias emergentes como China, India e Indonesia, entre otras.

Para  Womack, estamos en una era diferente de las relaciones internacionales porque el poder de la riqueza per cápita se mantiene estable pero la jerarquía cambia. El poder de la riqueza y los avances tecnológicos están determinando la estructura asimétrica del sistema “multi-nodal”, la cual tiene notable diferencia con la distribución de poder multipolar porque en esta, como establece el enfoque neorrealista, solo cuentan o importan un conjunto de potencias principales y las demás carecen de significación o no cuentan en la distribución del poder.

En un sistema internacional “multi-nodal”, dijo Womack, existen muchos poderes secundarios. A la sazón, hay que ver la diferenciación del poder. Y en esa disertación hizo justa una crítica al realismo político porque no es objetivo. Según sus palabras: “no es realista”. Para el profesor Womack, el poder sigue siendo importante, es un factor siempre a tener en consideración, en todo análisis de las relaciones internacionales, pero no siempre prevalece, pues ha visto la capacidad de algunos países de resistir el poder de una o varias superpotencias y ese resultado tiene un costo. Y es por eso, enfatizó Womack, que el uso del poder no siempre permite dominar aunque frecuentemente los daños son altos para la parte más modesta o vulnerable. Y la resistencia a un gran poder genera una diferencia cualitativa importante para el enfoque sobre las “Asimetrías en Relaciones Internacionales”. El poder de permanecer, resistir y lograr los objetivos se relaciona con el poder conectivo y potencial, para alcanzar lo que se quiere en el ámbito de la política internacional.     

Sin embargo, todos los actores están expuestos al proceso de la globalización que crea costos y beneficios. Otro aspecto esencial es que un actor no pueda controlar el costo que produce el exceso de exposición global. Womack dijo que eso lo podemos observar en la existencia de estados y gobiernos estables, mientras otros son menos estables o inestables, la causa está en la afectación por el exceso de exposición global.

Womack penetró en la relación Estados Unidos-China para destacar que ambas son potencias globales especiales porque representan un tercio de la economía mundial, pero la relación entre ellas es asimétrica. Por el poder de la riqueza y la economía se puede decir que Estados Unidos sobrepasa todavía a China, pero esta tiene mayor producción. Hay que analizar también la paridad en términos de dólares y poder adquisitivo. En el análisis, si se observa una brecha de treinta años, se puede describir o identificar una asimetría. Esto será un rasgo definitorio en las relaciones Estados Unidos-China en los próximos treinta años. Habrá que ver si China seguirá siendo una potencia regional y Estados Unidos global. En este punto, Womack recordó que China, a finales del siglo XX, era uno de los países de más bajos ingresos, ahora es de ingresos medios y, en 2018, había superado el nivel de ingresos medios del conjunto de países de Asia meridional. China sobrepasa hoy tres veces la economía regional y su nivel per cápita aumenta y ha alcanzado a los Estados Unidos.

Womack se preguntó cuáles son las opciones de las potencias medias. Dijo que estar cambiando de aliados es peligroso frente a las grandes potencias. Estar a un lado u otro de las grandes potencias puede comprometer demasiado a una potencia media, por lo que estima que mantenerse al margen de las grandes potencias es lo mejor para ellas. Podrían protegerse de la incertidumbre,  en su relación con otras potencias medias. Puso el ejemplo de los países miembros de la ASEAN que se unieron por su vulnerabilidad política y económica, diferenciando a esta organización de la OTAN.

Otro elemento a considerar, según Womack, es que las personas son la base de las relaciones internacionales, sin ellas no es posible impulsarlas. Tiene gran valor la relación entre el pueblo y su gobierno, y los beneficios que obtiene de las políticas gubernamentales. El pueblo es esencial para todas las transformaciones, lo cual se ha probado en el caso de Cuba.  

En la visión de Womack, en la compleja situación internacional actual, hay que mantener la calma, el control y el buen juicio. Hay que concentrarse en los asuntos estratégicos. La política de Estados Unidos contra las alianzas ha provocado inestabilidad política. Existe mucha inestabilidad y los países tienen que trabajar mucho para controlar las exposiciones en ese medio. Se debe reflexionar sobre las alianzas en un sistema internacional “multi-nodal” entre los medianos y pequeños estados.

Womack reconoció que en su enfoque sobre las asimetrías insiste en los países, en las comunidades políticas, se refiere menos a los estados, porque es una teoría en construcción. El aspecto del poder blando en las relaciones internacionales, en esencia es la persuasión, y el tema de los actores no estatales se encuentra en construcción en la teoría sobre las asimetrías.    

El futuro traerá cambios en muchos aspectos: los países en desarrollo aumentarán la productividad per cápita; la producción se quedará en gran parte de esos países y a nivel regional; ocurrirán significativos cambios en el comercio, con los avances tecnológicos, como la impresión 3D, lo cual incidirá en el capital transnacional y la transportación de materias primas. Ya existen problemas para el aumento de la productividad y el empleo, enfatizó  Womack, quien, una vez más, fue sugerente en la convergencia, en condiciones de asimetrías, entre distintos tipos de potencias para alcanzar la estabilidad internacional.

Todos esos factores hacen que las relaciones internacionales sean menos predecibles, pero la idea de la convergencia entre las potencias medias y los pequeños países parece útil, cuando los países en vías de desarrollo sobrepasan a los desarrollados en el PIB, sin incluir a China, que hace una diferencia de diez años. Y, en ese sentido, los Estados Unidos tiene fijación en China, como parte de ese futuro global, concluyó el profesor Brantly Womack.


   
     

miércoles, 13 de marzo de 2019

Impensar las Ciencias Sociales[1]



Por Ernesto Molina Molina.[2] 


El propio autor de este excelente libro, explica su título:

No se trata de repensar las ciencias sociales. Es normal que los eruditos y los científicos repiensen los asuntos. Cuando nuevas evidencias socavan viejas teorías y las predicciones no se cumplen, nos vemos obligados a repensar nuestras premisas (…) Sin embargo, además de repensar —algo que es “normal”—las ciencias sociales del siglo XIX, creo que necesitamos “impensarlas” debido a que muchas de sus suposiciones — engañosas y constrictivas, desde mi punto de vista— están demasiado arraigadas en nuestra mentalidad. Dichas suposiciones, otrora consideradas liberadoras del espíritu, hoy en día son la principal barrera intelectual para analizar con algún fin útil el mundo social.[3]

El aporte central de Wallerstein al nuevo modo de abordar las sociedades históricas y que refuta el modo de hacerlo por las escuelas anteriores, es su teoría del sistema mundo.

El elemento central de la teoría del sistema mundo es que existe un conjunto de articulaciones y relaciones que constituyen un sistema histórico identificable que se extiende más allá de las naciones y los Estados.

Según Immanuel Wallerstein,  la economía-mundo capitalista es un sistema que incluye una desigualdad jerárquica de distribución basada en la concentración de ciertos tipos de producción (producción relativamente monopolizada, y por lo tanto de alta rentabilidad), en ciertas zonas limitadas, que por eso mismo pasan inmediatamente a ser sedes de la mayor acumulación de capital. Esa concentración permite el reforzamiento de las estructuras estatales, que a su vez buscan garantizar la supervivencia de los monopolios correspondientes. Pero como los monopolios son intrínsecamente frágiles, a lo largo de toda la historia del sistema mundial moderno esos centros de concentración han ido reubicándose en forma constante, discontinua y limitada, pero significativa.[4]

Ese es el moderno sistema mundial, que surge entre 1450 y 1650 y lo más significativo de su desarrollo ha sido el cambio de la dominación política y militar a la económica.

Según Wallerstein[5] el sistema está compuesto por tres elementos: el centro, la periferia y la semiperiferia. El centro ocupa la posición dominante y está integrado por los países económica y políticamente más poderosos. Ellos concentran las actividades económicas más complejas, que son intensivas en capital y requieren una fuerza de trabajo más calificada;  tienen una relativa homogeneidad económica,  el nivel de acumulación de capital es mayor y generalmente se especializan en la producción de los bienes “más avanzados” del sistema, aun cuando producen “bienes tradicionales” lo hacen con medios tecnológicos complejos.

La periferia, por contraste, aunque demográfica y territorialmente es mayor que el centro, está compuesta por los países más débiles económica y políticamente, produce bienes de carácter primario y depende de los bienes más avanzados del centro.

La relación entre el centro y la periferia es una relación de explotación, por lo que las relaciones económicas entre centro y periferia benefician al centro.

Entre el centro y la periferia existe un grupo de países que ocupan una posición intermedia, en ellos pueden desarrollarse algunas de las actividades económicas complejas.  Actualmente algunos de estos países tienen un desarrollo industrial y también producciones primarias, pero carecen del poder y dominio que tienen los países centrales.

Existe además “la arena externa” de una economía – mundo compuesta por aquellos otros sistemas con los cuales mantiene algún tipo de relación comercial, pero que no son parte integrante de ella, esto es lo que diferencia a la periferia de “la arena externa”. Hay además zonas no integradas, pero a fines del siglo XX se puede decir que, salvo alguna comunidad remota de aborígenes, éstas han dejado de existir.

Las posiciones dentro de este sistema no son estáticas, usualmente un Estado domina el centro, pero éste cambia con el desarrollo del sistema. Los Estados pueden cambiar su posición dentro del sistema, así algunos estados pueden pasar de semiperiferia a centro (caso de la situación de Alemania y Japón) o ser desplazado de centro a semiperiferia (caso de España) o de periferia a semiperiferia (caso de Brasil y los llamados tigres asiáticos).

Teóricamente esa posibilidad sigue existiendo, pero con la consolidación del capitalismo monopolista durante el siglo XX, éste se hace verdaderamente universal, y la estructura, se hace más rígida, lo que se muestra por el hecho de que ninguno de los Estados periféricos o semiperiféricos ha pasado a ser centro. Sin embargo, algunos autores muestran que los Estados que pasaron a ser centros nunca fueron “periferizados”.[6]

Según I. Wallerstein:

El ascenso y la declinación de las grandes potencias ha sido un proceso más o menos del mismo tipo que el ascenso y la declinación de las empresas: los monopolios se mantienen durante algún tiempo y por último son minados por las propias medidas que se toman para sostenerlos. Las “bancarrotas” que siguen han sido mecanismos de limpieza en cuanto del sistema las potencias cuyo dinamismo se ha agotado y las reemplazan por sangre nueva. A lo largo de todo ese proceso, las estructuras básicas del sistema han permanecido sin cambio. Cada monopolio del poder se ha mantenido por algún tiempo pero, igual que los monopolios económicos, fue minado por las mismas medidas que se tomaron para sostenerlo.[7]

Hay una relación, hasta cierto punto, genética, entre la Teoría de la Dependencia y la teoría de la economía-mundo, solo que ésta última incorpora la perspectiva holística de análisis, que exige la multidisciplinariedad. Para Wallerstein la unidad de análisis debe ser el sistema mundial, no un estado, país o sociedad.[8]

En esa proyección él sostiene que no hay límites entre la antropología y la economía, la ciencia política y la sociología.

El libro está estructurado en seis partes con un total de 20 capítulos, bibliografía y un índice analítico.

I. Las ciencias sociales: del génesis a la bifurcación

La primera parte aborda la historia social de la epistemología en cuestión. Intenta catalogar el estudio de las ciencias sociales históricas como una categoría intelectual dentro del desarrollo histórico del sistema mundo moderno. No pretende explicar por qué las ciencias sociales históricas se institucionalizaron como una forma del conocimiento en el siglo XIX, -y sólo en ese siglo-, sino también por qué dieron lugar a una epistemología particular, centrada en lo que, según cree el autor, es una antinomia nomotético-idiográfica falsa.

También pretende explicar en esta primera parte por qué en los últimos 20 años esta epistemología ha empezado a ponerse en tela de juicio, planteándonos los dilemas intelectuales de la actualidad.

II. El concepto de desarrollo

Una vez propuesto el contexto histórico, Wallerstein dirige su atención hacia lo que parece ser el concepto clave y más cuestionable de las ciencias sociales del siglo XIX, el concepto “desarrollo”. No cabe duda que la palabra “desarrollo” se hizo común a partir de 1945, e inicialmente parecía limitarse a explicar los acontecimientos en el “Tercer Mundo” o las zonas periféricas de la economía mundo capitalista.

Pero el autor entiende que la idea de desarrollo es simplemente una fase del concepto de “revolución Industrial” que, a su vez, ha sido eje no solo de gran parte de la historiografía sino de todo tipo de análisis nomotético. Esta idea de desarrollo ha tenido una gran influencia, ha sido muy confusa (precisamente porque, al ser en parte correcta, ha resultado demasiado evidente) y, en consecuencia, ha generado falsas expectativas (tanto a nivel intelectual como político). Y no obstante pocos están dispuestos a impensar este importante concepto.

Una vez que Wallerstein lo expone, todo aparece muy claro: unas sociedades han prosperado a costa de otras que se han empobrecido; unos sectores sociales han oprimido a otros sectores sociales, el Norte se desarrolló a costa del subdesarrollo del Sur.


III. Los conceptos de tiempo y espacio

A continuación, Wallerstein pasa a analizar lo que denomina Tiempo Espacio. Considera nuestro autor que uno de los logros más notables de la epistemología de las ciencias sociales ha sido eliminar el Tiempo Espacio del análisis, lo que no significa que nunca se haya hablado de la geografía y la cronología. Y sí, se ha tenido presente, pero no propiamente desde las ciencias sociales, sino como constantes físicas y, por lo tanto, variables exógenas más que creaciones sociales fluidas y por ende variables no simplemente endógenas, sino cruciales para comprender la estructura social y la transformación histórica. Incluso en la actualidad raras veces consideramos la multiplicidad de Tiempo Espacios que nos confrontan y por consiguiente poco nos preocupa cuáles usamos o deberíamos usar para descifrar nuestras realidades sociales.


 IV. Un regreso a Marx

Tras haber intentado demostrar los límites del concepto de desarrollo que son de vital importancia para los paradigmas o modelos del siglo XIX, y la ausencia en ese contexto de lo que debió ser un concepto clave, el Tiempo Espacio –ambos lógica e íntimamente relacionados- Wallerstein dirige su atención a dos importantes pensadores que podrían ser de utilidad para liberar a los científicos sociales del siglo XXI de las limitaciones de las ciencias sociales del siglo XIX: Marx y Braudel.
 
Karl Marx fue por supuesto un personaje importante en las ciencias sociales del siglo XIX. Se le ha denominado el último economista clásico. Aportó gran parte de las premisas epistemológicas del mundo intelectual europeo de ese entonces. Cuando Engels dijo que el pensamiento marxista tenía sus raíces en Hegel, Saint Simon y los economistas ingleses clásicos, estaba confesando ser parte de ellos.

Y no obstante Marx afirmó participar en una “crítica de la economía política”, afirmación que hace con base muy seria. Esta afirmación es de quien reseña esta obra; porque el propio Wallerstein no lo afirma en forma tan categórica.

Nadie como Marx supo desentrañar los problemas científicos planteados por los autores “clásicos” y “vulgares”, según la propia denominación o clasificación que hiciera el propio Marx. Si Marx se hubiera limitado a estudiar la historia económica y política de las sociedades precapitalistas y la capitalista, no hubiera podido aprovechar la inteligencia de tantos economistas que lo precedieron, unos, (los clásicos) para identificar las leyes económicas objetivas asociadas a cada sistema social; y otros, (los vulgares) para reflejar los fenómenos superficiales del devenir de esos sistemas sociales: todos ellos sirvieron de campo de investigación al primer científico social que develó la materialidad del comportamiento social; pues hasta ese momento solo se reconocía la materialidad de los fenómenos naturales. Al mismo tiempo, Marx no perdió de vista la historia económica a escala global y geográfica hasta donde pudo hacerlo, porque solo así podía contar con un criterio de comprobación científica de su quehacer científico. No olvidemos que Marx no restringió su concepción a las 5 formaciones económico-sociales que los manuales marxistas posteriores presentaron en forma lineal progresiva: él nos habló del modo asiático y de la sociedad antigua.

Marx fue un pensador que pretendió superar las limitaciones de su época. Pero desafortunadamente, según Wallerstein, sus ideas se han introducido en nuestra disertación común principalmente con el formato creado por el marxismo de los partidos, y que este formato, más que buscar la crítica de la economía política, participó de lleno en la epistemología dominante. En este sentido, a Wallerstein le interesa analizar al otro Marx, al que enfrentaba las perspectivas dominantes del siglo XIX.

Llama mucho la atención cierta coincidencia entre la crítica que Marx hiciera a los “marxistas” del siglo XIX; y la crítica de Wallerstein a los marxistas de los siglos XX y XXI.

 V. Un regreso a Braudel

Y aun cuando Fernand Braudel es un personaje totalmente distinto a Marx, Wallerstein rescata aquellas ideas fundamentales de aquel historiador que investigaba archivos de donde esperaba formar una historia pensada.. Rara vez hablaba de cuestiones epistemológicas per se, pero tenía un instinto certero que lo conducía al cuestionamiento de verdades historiográficas y, partiendo de ellas (a veces de manera explícita, a veces implícita), derivar nuevas maneras a partir de viejos dilemas. Wallerstein ha investigado a Braudel para ver hasta qué punto nos ayuda a impensar las ciencias sociales del siglo XIX y, en particular, para llegar a comprender el capitalismo a largo plazo que no se base en la premisa de “desarrollo” y la ausencia del Tiempo Espacio.
 
 VI. Análisis de los sistemas-mundo como impensando

Por último, Wallerstein recurre al análisis de los sistemas-mundo como una perspectiva contemporánea del mundo social, una perspectiva que concede gran importancia al estudio del cambio social a largo plazo y a gran escala.
 
El análisis de los sistemas-mundo pretende ser una crítica a las ciencias sociales del siglo XIX, aunque más bien es una crítica incompleta, porque no ha logrado encontrar la forma de corregir el más resistente (y confuso) legado de las ciencias sociales del siglo XIX –la división del análisis social en tres áreas, tres lógicas, tres “niveles”: el económico, el político y el sociocultural.

Ésta tríada se encuentra, según Wallerstein, en medio del camino obstaculizando el progreso intelectual de los científicos sociales, para acceder a un enfoque holístico, abarcador, que permita reconstruir las ciencias sociales históricas de forma interdisciplinaria.



Notas:


[1]Immanuel Wallerstein, siglo veintiuno editores, s,a de c.v en coedición con el centro de investigaciones interdisciplinarias en ciencias y humanidades, unam, 1998.
[2] Miembro de Mérito de la Academia de Ciencias de Cuba; Profesor Titular del Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García” y Presidente de la Sociedad Científica de Pensamiento Económico y Economía Política de la ANEC.
[3] Immanuel Wallerstein, Impensar las Ciencias Sociales, p. 3, siglo veintiuno editores, s,a de c.v en coedición con el centro de investigaciones interdisciplinarias en ciencias y humanidades, unam, 1998.
[4] I. Wallerstein, Paz, Estabilidad y Legitimación, en: Los Retos de la Globalización, Ensayos en Homenaje a Theotonio Dos Santos, Tomo I, p. 289, Centro Regional para la Educación Superior en América latina y el Caribe (CRESALC), Caracas, Venezuela, 1998.
[5] Ver I. Wallerstein, El moderno sistema mundial, 2 tomos, Siglo XXI, Editores, S.A, México, /ma Edición, 1996.
[6] Ver: Samir Amín: El Desafío de la Mundialización, Siglo XXI, Editores México, 1996.
[7] I. Wallerstein, Paz, Estabilidad y Legitimación, en: Los Retos de la Globalización, Ensayos en Homenaje a Theotonio Dos Santos, Tomo I, p. 290, Centro Regional para la Educación Superior en América latina y el Caribe (CRESALC), Caracas, Venezuela, 1998.
[8]L. Finkel, La Organización Social del Trabajo, p. 56, Ediciones pirámides, Madrid, 1995.

lunes, 4 de marzo de 2019

Estados Unidos.- Carácter extraterritorial del Título III de la Ley Helms-Burton provocará conflictos internacionales, incluyendo a sus aliados europeos.


 Por Leyde E. Rodríguez Hernández



El 27 de febrero, el Dr. Jorge Domínguez, profesor Emérito de la Universidad de Harvard en Estados Unidos, impartió una exhaustiva conferencia sobre la administración de Donald Trump, la política contra Venezuela y las relaciones con Cuba, los cuales, por su actualidad e impactos en las relaciones internacionales, poseen un gran interés para los medios académicos y la opinión pública internacional.
 
Para el destacado profesor y politólogo Jorge Domínguez, el presidente Donald Trump se ha caracterizado por el cumplimiento de lo que dice o promete con un sentido electoral, y su prioridad en política exterior es América Latina, también centrada en asuntos migratorios en Centroamérica y la región.


Destacó la imposición estadounidense de la Doctrina Monroe, y la recomposición del equipo relacionado con la política exterior, en el primer semestre de 2018, con Michael Richard "Mike" Pompeo, John Bolton y Elliott Abrams, así como el apoyo y reconocimiento que han hecho de la figura de Juan Guaidó, quien se autoproclamó presidente de Venezuela.

En ese contexto, el discurso en Miami, el 1 de noviembre de 2018, de John Bolton constituye un giro ideológico de la política de los Estados Unidos en América Latina, enfocada en la lucha contra el Socialismo, porque el Socialismo, según argumenta, "ha sido bien aplicado y por eso genera pobreza". Con esto han dejado de hablar de democracia y derechos humanos para referirse a la “Troika de la Tiranía”, con el objetivo de lograr el colapso de los gobiernos de Venezuela, Nicaragua y Cuba.

Trump ha prestado gran atención a la situación en Venezuela y no han podido lograr sus propósitos en la Organización de Estados Americanos (OEA). El tema de Venezuela pierde interés en el plano multilateral, lo que lleva a Estados Unidos a la aplicación de más sanciones y pasar a las acciones unilaterales.

Enlazó esos argumentos con la Ley Helms-Burton, para considerar que retomarla y dar un plazo de 45 días, en la aplicación de su Título III, tiene por fin aumentar los castigos a Cuba, fortalecer el bloqueo económico y comercial y asustar a las empresas extranjeras que invierten o se interesan en invertir en la isla, en su propósito y carácter extraterritorial, provocaría enormes contradicciones y conflictos internacionales, incluyendo con sus aliados europeos.

En el plano global, el libre comercio es una pelea de los Estados Unidos con China y se refirió a la salida de Estados Unidos de los tratados internacionales. Domínguez evidenció que Trump es el primer presidente de Estados Unidos que puso en duda el artículo 5 de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que ha denunciado a la Unión Europea, humillado al Reino Unido y entorpecido el funcionamiento de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Su política exterior constituye una ruptura con respecto a los presidentes demócratas y republicanos que lo antecedieron.

La política exterior del gobierno de Trump incluye negociaciones y retórica militar. Esto hace que no gane muchos apoyos en la Unión Europea, Canadá y el Grupo de Lima, para el uso de la fuerza militar contra Venezuela. Estados Unidos, en muchos asuntos, se impone un autoaislamiento, a pesar de que sus aliados compartan el objetivo de derrotar la Revolución Bolivariana de Venezuela.


Minutos antes de finalizar su conferencia, el Dr. Jorge Domínguez enfatizó que el presidente Trump prioriza en su política exterior a América Latina, pero su unilateralismo, su estilo exagerado y la incertidumbre que genera su comportamiento político, podría provocar el debilitamiento de los Estados Unidos a nivel internacional.