viernes, 28 de marzo de 2014

Las herejías de Stephen Walt



Por Roberto Miguel Yepe Papastamatin Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CESHEU). Universidad de La Habana


El artículo Would You Die for That Country?, publicado el pasado 24 de marzo en el sitio de Foreign Policy en Internet, confirma a Stephen M. Walt como uno de los intelectuales más interesantes y audaces dentro del sector académico estadounidense especializado en las relaciones internacionales.

Walt es profesor en la Escuela de Gobierno de la Universidad de Harvard y es principalmente reconocido por su coautoría[i] del sonado libro El lobby de Israel y la política exterior de los Estados Unidos, publicado en el 2007 y considerado por muchos como el estudio más serio y profundo sobre el tema. Walt se inscribe dentro de la corriente del realismo defensivo, una vertiente del realismo político, escuela de pensamiento tradicionalmente dominante en la teoría de las relaciones internacionales.

En medio de la agresiva e histérica avalancha mediática para satanizar a la dirigencia rusa con motivo de la incorporación de Crimea, el artículo de Walt representa un lúcido llamado a la prudencia, al instar al gobierno estadounidense a evaluar detenidamente la situación antes de comprometerse con un apoyo a las nuevas autoridades ucranianas que vaya más allá de la solidaridad verbal e implique una alianza en materia de seguridad militar. El autor apoya su posición en sólidos argumentos históricos y geopolíticos, y de su análisis se infiere claramente la conclusión de que la actual crisis política con relación a Ucrania y Crimea tiene como su causa más profunda la consistente política de hostilidad, promesas incumplidas y engaños de sucesivos gobiernos estadounidenses y sus aliados europeos con relación a una Rusia que, por su parte, ha sido históricamente una gran potencia asediada que ha actuado con una lógica esencialmente defensiva. Así, Walt sentencia que “la crisis de Ucrania nos recuerda que los otros estados también tienen sus propios intereses –incluyendo el interés de tener países amistosos en su cercanía (geográfica)”- y que a veces la búsqueda de esos intereses puede conducir a conflictos serios. El artículo contiene otros elementos de interés que hacen muy aconsejable su lectura.

No es la primera vez que Walt disiente sensiblemente de la línea “políticamente correcta” del establishment de política exterior estadounidense. Para limitarme a solo dos casos recientes, recomiendo especialmente revisitar sus trabajos The Myth of American Exceptionalism y Wishful Thinking, dos pequeñas piezas antológicas para los interesados en comprender la política exterior de los Estados Unidos y que ponen de relieve su honestidad intelectual.

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