Investigador del CIPI*
La crisis
ucraniana de los últimos meses ya ha tenido consecuencias importantes para el
sistema de relaciones internacionales y para sus escenarios futuros. Si bien los
eventos en Ucrania están aún en “pleno desarrollo”, se pueden realizar algunas
consideraciones parciales.
En primer
lugar, se percibe determinada euforia en Occidente por “el triunfo de la
democracia en Kiev”. Lo han logrado, según la lógica imperial, a un costo
relativamente bajo, sin aplicación de sus fuerzas armadas como en Irak,
Afganistán o Libia. En la perspectiva, esta euforia puede implicar un incremento significativo
de la agresividad ideológica, política y subversiva de EEUU y algunos países de
la OTAN contra gobiernos opuestos a sus
designios. Con las particularidades de cada caso, se está viendo la aplicación
de estas recetas en Venezuela, pero
también pudieran incrementarse las acciones contra otros países del ALBA, contra
Belarús, Irán, incluso contra la propia Rusia y hasta China. Estas recetas, por
demás, no son nada novedosas, sólo se adaptan a las nuevas y cambiantes
coyunturas.
La política
norteamericana hacia Ucrania, por otro
lado, forma parte de la ofensiva actual
de la Administración Obama para detener la pérdida de hegemonía de EEUU e impedir la emergencia de
otras potencias, los BRICS, así como
esquemas subregionales independientes. Da la impresión que el 2014 ha traído
consigo una mayor ofensiva de la política exterior de la Administración, después de haber “resuelto” sus problemas
internos en el tema del presupuesto y “deshacerse” de su presencia militar en
Irak y su eventual retirada este año de Afganistán.
En el caso de
la política occidental hacia Ucrania, además de la estrategia propia hacia el país, se esconde el claro objetivo de causarle
problemas y debilitar a Rusia, que
pretendía sumar este país a la Unión Euroasiática, y que ha venido dando
muestras de afirmación como potencia de primer orden en las crisis siria, iraní, en la ONU y en el incremento de sus nexos con China, entre otras variables de su
política exterior.
La creación
de un foco de inestabilidad e incertidumbre en el país geopolíticamente más
importante para Moscú, va a implicar, en la lógica de Washington y de sus
aliados de la UE y la OTAN, una distracción para Rusia y un serio problema para
su seguridad. Habría que dar seguimiento a la marcha de las relaciones de los subsiguientes gobiernos ucranianos con la OTAN, los
compromisos a que lleguen, así como el
estatus futuro de la principal base naval rusa en el Mar
Negro, enclavada en la ciudad de Sebastopol, en la región de Crimea,
donde la mayoría de la población es de origen ruso.
En cualquier
caso, estamos en presencia de tendencias que pueden ser peligrosas para la paz y la seguridad, y que pueden generar un incremento de la
tensión en esta área clave de la geopolítica mundial. Sería, además, añadir temas adicionales a las contradicciones ya
existentes como la instalación del
sistema antimisil norteamericano en Europa diseñado contra Rusia, y la carrera
armamentista que transcurre en el área.
Para el
panorama interno ucraniano, y pese a la volatilidad de la situación, habría que
apuntar un escenario de gran incertidumbre que tiene que ver con el
mantenimiento de la estabilidad y de la legitimidad nacional e internacional de
las nuevas autoridades; la magnitud de
los fondos que puedan recibir del FMI o de créditos de bancos privados; las
condiciones que se le impongan a la sociedad para obtener estos financiamientos
prometidos; las relaciones energéticas futuras con Rusia; el pago de la deuda
por el gas a Moscú; así como las perspectivas reales de entrar al proceso de
acercamiento a la Unión Europea, donde está claro que no entrarían en la
perspectiva mediata.
Otro problema
que generará incertidumbre para el escenario ucraniano y europeo, es el proceso
de descentralización y hasta de posible
secesión que puede desatarse en el país. En toda Ucrania el 17% de la población
es rusa y una gran parte de la economía de las regiones del Este, sobre todo la
producción industrial y buena parte de la agricultura, tienen sus mercados en
ese país y no son competitivas en la Unión Europea. Precisamente el argumento
del exprimer Mykola Azarov para no firmar el acuerdo con la UE en la Cumbre de
Vilnius en noviembre del 2013, fue que implicaría
pérdidas por más de 20.000 millones de USD a Ucrania, pues se afectarían las
relaciones con Rusia.
Otro elemento
internacional a tener en cuenta para el futuro, y que se ha visto con nitidez en
esta crisis, es la constatación del nuevo protagonismo de Alemania como la
principal potencia europea, ilustrada en
su estrecha relación con el líder del partido UDAR, el excampeón mundial de boxeo profesional Vitali Klichkó, quien hizo su carrera profesional en Hamburgo. Este rol protagónico de Berlín,
ahora en Ucrania, ya se había hecho evidente con el manejo de la crisis en la
eurozona, las propuestas de unión bancaria en la UE, y la participación germana
en Mali. El incremento de la visibilidad internacional de Alemania es uno de los elementos de prioridad en la
agenda de gobierno de la Gran Coalición que dirige la
canciller Ángela Merkel entre los socialcristianos (CDU-CSU) y los
socialdemócratas (SPD).
La crisis
ucraniana, por otro lado, ha generado un precedente negativo para la estabilidad
interna de los propios países europeos, pues han sido empleadas acciones de
fuerza y de manifestaciones de la oposición, y sobre todo de la extrema derecha - de corte fascista y
nacionalista- para propiciar la salida del poder de las autoridades electas,
incluyendo al Presidente del país. Hay que recordar que en muchos países
europeos la extrema derecha y el neofascismo están cobrando un auge inusitado.
Después de
Ucrania, ¿quién sería el próximo?
*Centro de Investigaciones de
Política Exterior, MINREX, Cuba.
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