miércoles, 26 de agosto de 2015

Bolivia y los imperdonables


Por Leyde E. Rodríguez Hernández

Los países que escogieron una vía de desarrollo progresista en América Latina viven hoy la contraofensiva de la derecha local con el apoyo de la internacional. 

La estrategia contiene el uso de variados instrumentos subversivos, entre ellos los programas estadounidenses que forman activistas en las técnicas de las llamadas revoluciones de colores, que incluyen el uso de las redes sociales digitales, la publicación de artículos académicos que colocan en un mismo plano a los gobiernos de izquierda y derecha en las políticas medio ambientales y la explotación de los recursos naturales, así como el intervencionismo de las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) en múltiples problemas de la realidad socio-cultural que atraviesan esas sociedades.

No sin razón, el presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Evo Morales, advirtió que quienes conspiren contra el gobierno democráticamente electo, contra el proceso de cambio, van a tener problemas en su país y  recordó que ya expulsó a la USAID y al embajador de Estados Unidos, Philip Goldberg, por injerencia política en los asuntos internos bolivianos. En una reciente visita a La Paz pude constatar que esta determinación de dignidad nacional, frente a las acciones del imperio, es altamente valorada por amplios sectores sociales bolivianos cansados de las maniobras ilegales de los representantes de las organizaciones estadounidenses. La mayoría de los bolivianos sienten que, con el gobierno de Evo Morales, Bolivia alcanzó su plena autoestima e identidad y son ahora verdaderos dueños de su destino. Los bolivianos desean ser ellos mismos, sin sometimiento a poderes externos.

En esa misma línea, el vicepresidente Álvaro García Linera ratificó que las ONG extranjeras que trabajan en Bolivia no serán expulsadas del país, pero, en cambio, en caso de que se entrometan en actividades políticas, “que mellen la soberanía del Estado” sí serán expulsados tal como ocurrió con otras instituciones. Claro, si hacen política, pues el gobierno identificó a las ONG: Centro de Documentación e Información de Bolivia (CEDIB) y Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA) y a las fundaciones Milenio y Tierra, como entidades que se dedican a la política y que defienden intereses de las transnacionales. 

El vicepresidente boliviano afirmó que las cuatro ONG citadas trabajan sobre un discurso de defensa del medioambiente vinculado con los intereses de los países del norte. García Linera declaró que “queda plenamente demostrado que esas ONG mienten, y lo hacen de tal manera, que consiguen que personas bienintencionadas se sumen al discurso imperial”. Es importante enfatizar que la campaña de prensa vinculada a estos hechos intenta caricaturizar las declaraciones de Evo Morales y García Linera en defensa de la seguridad nacional boliviana. Para la gran prensa corporativa los máximos representantes del gobierno boliviano actúan de forma irreflexiva, populista e intentan confundir a la opinión pública sobre un supuesto abandono de sus propósitos iníciales sobre la protección del medio ambiente, la ecología y el proceso de cambio en la tradicional economía extractivista. 

“Hemos reducido la pobreza y no hay razón de existencia de las ONG”, dijo Evo Morales, y agregó que las organizaciones que quieran ayudar al gobierno a erradicar la pobreza “son bienvenidas” y se puede “debatir”, pero eso no significa que “las ONG usen a los movimientos sociales con el pretexto de la defensa del medioambiente” para crear un frente de oposición. El líder boliviano denunció que la ONG CEDIB, elogiada en 2003 por él mismo dado el apoyo a los cocaleros del Chapare, en una oportunidad causó conflictos internos en la federación de cocaleros porque aparentemente pretendió hacer firmar hojas en blanco.

No obstante, Evo Morales elogió la ayuda de algunos miembros del CEDIB porque ofrecieron sus experiencias, documentación e información, pero algunas siempre usaron a los dirigentes para su beneficio. De ahí que, a más de dos años de la aplicación de Ley 351, de otorgación de personerías jurídicas, solo 250 ONG de las 2.176 que trabajan en Bolivia lograron renovar sus licencias de funcionamiento, según informó la Unión Nacional de Instituciones para el Trabajo de Acción Social (UNITAS).

A esto se suma la publicitada noticia de que un grupo de 28 intelectuales de izquierda de diferentes países remitieron una carta al vicepresidente Álvaro García Linera en la que expresaron su preocupación por la posición del gobierno en contra de estas ONG, que en el pasado estuvieron integradas por personas que ahora son parte del proceso de transformaciones revolucionarias. Sin embargo, es bien conocido, tras las declaraciones de Evo Morales, que las reivindicaciones del pueblo guaraní estuvieron conducidas por el asesoramiento de ciertas ONG y dirigentes locales que les prometieron y concedieron recursos financieros para movilizarse en el bloqueo de caminos y carreteras. 

Pues, efectivamente, el grupo de intelectuales de izquierda ha estado muy preocupado por lo que sucede en Bolivia, pero lo cierto es que las ONG que no son bolivianas hacen lo que no debieran, existen demasiadas evidencias de sus actos bajo una práctica ambientalista. Parece que este tipo de acciones -al estilo gringo- es una buena entrada para desestabilizar los procesos de cambio en América Latina, en un contexto de contraofensiva de la derecha nacional e internacional. 

No es la primera vez que “intelectuales de izquierda” pierden la noción de lo que realmente sucede en Bolivia, Ecuador, Venezuela, Brasil, entre otros. Estos países resisten la embestida derechista destinada a fragmentar y destruir sus procesos progresistas y antineoliberales. Y estas etapas históricas de reflujo y flujo en los procesos de cambio o revoluciones son de fuertes y duras decisiones, en que no se podrá vacilar frente a teorizaciones y ciertos reclamos que parecen justos pero que, en una coyuntura como la actual, se tornan desestabilizadores, porque el momento es de lucha y entereza, mientras se corrigen los errores que toda práctica engendra. 

Una izquierda genuina debería fortalecer la solidaridad con estos procesos progresistas en peligro, reconociendo sus logros -que no son pocos- a favor de los de abajo, de los que nunca tuvieron posibilidades de inserción social y a una vida digna, en vez de contribuir con sus energías y recursos a perturbar la independencia y soberanía nacional, atributos principales de estos países que ya muchos otros perdieron o nunca obtuvieron.

Por eso los califico de gobiernos que en distintos grados son verdaderamente autónomos de los Estados Unidos porque se distancian de los dictados del consenso de Washington, abogan activamente por la unidad y la integración latino-caribeña y por un sistema internacional multipolar. Ellos son, junto a Cuba, los imperdonables, a menos que se rindan o desistan de sus políticas de cambios progresistas, a lo que sus respectivos gobiernos según han reafirmado, a título individual y colectivo: en los marcos del ALBA y la CELAC, no renunciarán jamás.

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