Conversaciones oficiales en el Palacio de la Revolución. (Foto: Cubasí) |
El primero de enero de 1959, con el triunfo de los barbudos rebeldes sobre la tiranía batistiana, no solo representó un momento especial vinculado a la Mayor de las Antillas sino que abrió nuevos horizontes para todo el hemisferio.
Desde ese momento, de una u otra manera, el influjo de la Revolución Cubana impactó en el continente, y mucho más allá, pues la resonancia de su extraordinaria capacidad de edificar un sistema diferente (con el pueblo como protagonista) se escuchó con particular energía en cada confín de la geografía planetaria.
Aquellos jóvenes, con Fidel a la vanguardia, poseían una mirada
propia de cómo establecer nexos con todo el orbe, y especialmente con
las naciones de nuestra región. Esa postura se inspiraba en lo mejor del
integracionismo latinoamericano, que tiene en Simón Bolívar y José
Martí sus figuras paradigmáticas.
La voluntad principal radicó en fomentar nexos de cooperación, en los
que cada uno complementara la labor del otro. Era una óptica que
desbordaba las tradicionales relaciones, en las que salía airosa una de
las partes, en detrimento de la otra que veía como se esquilmaban sus
recursos.
Desde La Habana no hubo animadversión hacia nadie –más allá de la
condena a las dictaduras imperantes, como la trujillista en Santo
Domingo- sino una mano que se tendió para, mediante el diálogo
respetuoso, avanzar en llevar adelante el ideal bolivariano, frustrado
por causas variopintas por más de una centuria.
Estados Unidos no fue la excepción. Conociendo incluso a profundidad
la historia de esa nación, que tuvo en el expansionismo y la conquista
de territorios uno de sus pilares fundacionales, los líderes cubanos no
renunciaron a propiciar un entramado de relaciones que se levantaran
sobre preceptos cualitativamente superiores.
Por eso Fidel, entre el 15 y el 27 de abril de 1959, en el que
representó su segundo viaje al exterior luego del triunfo, visitó
diferentes ciudades estadounidenses con la aspiración de explicarle al
pueblo, la opinión pública y los gobernantes de ese país lo que ocurría
en Cuba y cuáles serían los derroteros a transitar.
Fue, al mismo tiempo, la primera ocasión en que un dirigente de la
región llegaba a Washington no para pedir empréstito alguno, sino para
conversar y exigir con hidalguía respeto. Lo mismo los estudiantes de
Harvard que la población neoyorquina congregada por miles en el Central
Park, arroparon al jefe guerrillero, quien los cautivó con sus
reflexiones poderosas presentadas mediante una oratoria sin par.
El presidente Eisenhower, sin embargo, no quiso recibirlo y se fue a
jugar golf, dejándole la tarea a su vicepresidente Richard Nixon. Lo que
sucedió después es harto conocido: la clase política dominante en ese
país se obsesionó con derrocar, por cualquier vía, la alternativa que se
edificaba a 90 millas de sus costas.
En otras palabras, el poderoso vecino no entendió la hondura de lo
que sucedía en nuestro archipiélago y persistió en la aplicación de los
instrumentos empleados en el pasado para coronar sus pretensiones
hegemónicas, aderezados con mecanismos aún más dantescos, que luego
extendería hacia otros pueblos. Esa es la verdad histórica, la cual debe
ser revelada y estudiada con rigor.
“Al reconocer que tenemos profundas diferencias,
fundamentalmente en materia de soberanía nacional, democracia, derechos
humanos y política exterior, reafirmo nuestra voluntad de dialogar sobre
todos esos temas”. Raúl Castro Ruz, 17 de diciembre de 2014
El Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García”
(ISRI) fue sede del lanzamiento de la edición antillana del libro Diplomacia encubierta con Cuba. Historia de las negociaciones secretas entre Washington y La Habana de los autores William M. LeoGrande y Peter Kornbluh, este último presente en la actividad.
El texto, bajo el sello de la editorial de Ciencias Sociales, ve la
luz luego de que se publicara originalmente en el 2014 en Estados
Unidos, con el título de Back Channel to Cuba. The hidden history of negotiations betweeen Washington and Havana
(preparado por The University of North Carolina Press, Chapel Hill) y
que más tarde el Fondo de Cultura Económica de México (entidad que
brindó su anuencia para el proyecto cubano) presentó una versión en la
nación azteca.
La embajadora Isabel Allende Karam, rectora del ISRI, agradeció que
Nuevo Milenio, entidad que tiene a su cargo el trabajo de Ciencias
Sociales y de la Editorial Científico-Técnica, escogiera a ese centro
para hacer oficial la circulación en nuestros predios de la obra. “Este
libro pasa a formar parte desde ahora de la bibliografía de esta
institución”, señaló.
Hermes Moreno, director de Nuevo Milenio, saludó la presencia en la
sala de numerosos estudiosos de la materia y de diversas personalidades,
entre ellas Josefina Vidal y Gustavo Machín, directora y subdirector,
respectivamente, de la Dirección General de Estados Unidos del
Ministerio de Relaciones Exteriores y Eugenio Suárez, director de la
Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado, así como de
dirigentes anteriores de Ciencias Sociales, como Armando Cristóbal y
Fernando García Bielsa.
El Dr. Raúl Rodríguez, director del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU) de la Universidad de La Habana.
Moreno destacó que la edición cubana cuenta con un prólogo de Ricardo Alarcón de Quesada, presente en la sala, y otro del prestigioso académico cubano-americano Jorge I. Domínguez, de la Universidad de Harvard.
Alarcón, por su parte, dijo: “Es una obra sumamente útil y oportuna que llega en un momento en que tanto se habla sobre lo que algunos llaman la normalización de las relaciones entre los dos países. Quienes lean este libro se percatarán de lo engorroso de ese propósito”.
Saludando el quehacer de LeoGrande y Kornbluh expresó: “Los autores
aportaron antes numerosas contribuciones a los esfuerzos de aquellos que
en EE.UU. se empeñaron por rectificar lo que ahora tiene mayor
aceptación, especialmente después que el presidente Obama reconoció que
la política hacia Cuba no cumplía con sus objetivos”.
Específicamente sobre Kornbluh, expuso: “Peter ha estado al frente de
una institución (el Archivo de Seguridad Nacional, no confundir por sus
siglas en inglés con la tenebrosa Agencia de Seguridad Nacional,
aclaró) que se dedica a facilitar el acceso a documentos claves de la
política norteamericana sobre muchos temas. Uno de ellos es haber
revelado, por ejemplo, la conspiración de la Agencia Central de
Inteligencia (CIA) contra el gobierno democrático del presidente chileno
Salvador Allende. El mundo entero le debe gratitud por esa
contribución”.
Sobre el libro precisó: “La lectura se hace agradable e interesante.
Es algo que logran de una manera que acerca al público a una realidad
compleja”. En su condición de protagonista de varios de los relatos
contenidos en sus páginas, confesó: “Mi experiencia con los
interlocutores norteamericanos fue variada, aunque con una
característica común entre ellos: todos eran defensores de su sistema
político, y de la supuesta superioridad asociada a él. Conocí a algunos
francamente olvidables, por su falta de criterios. Otros se ganaron mi
respeto y amistad porque, sin dejar de ser representantes de su
gobierno, aprendieron a ver a nuestro país de forma diferente”.
Adentrándose en el recuerdo de esas etapas, puntualizó, visiblemente
emocionado, que: “Del lado de Cuba quien orientó toda la estrategia, la
táctica y hasta los detalles fue el compañero Fidel, quien jamás supo
hacer nada a medias. Cuando agarraba un tema lo hacía desde los
elementos teóricos hasta los detalles prácticos”.
Teniendo delante un auditorio que escuchó atentamente cada
revelación, el destacado diplomático antillano -quien entre sus
múltiples responsabilidades en esa esfera se desempeñó durante 14 años
como embajador ante Naciones Unidas y más tarde como viceministro y
ministro del Minrex- contó que: “Siempre, antes de salir y cuando
regresaba de esos encuentros, tenía que conversar con Fidel, quien
conocía en detalles hasta el menú que le ofrecíamos a la parte
norteamericana. Más de una vez nos hizo indicaciones y críticas sobre
cómo preparamos un plato o el tipo de bebida que servimos. Dudo que
ninguno de los jefes de la Casa Blanca tuviera una participación
personal en esas conversaciones, lejanamente comparable con la de
Fidel”.
“Hay que añadir que esa no era ni mucho menos la única tarea en el
ámbito internacional que ocupaba a la dirección cubana. A todas ellas
Fidel les dedicó tiempo y las afrontó con el mismo estilo: ir al fondo
de cada asunto. Pienso que alcanzó un privilegio único a lo largo de su
vida: sus días eran de más de 24 horas”.
Con respecto al carácter asimétrico de las relaciones entre las dos
naciones, Alarcón remarcó una idea. “Era un diálogo entre dos
interlocutores completamente desiguales. Uno que se considera superior y
poseedor de un mandato divino, mientras que el otro es un país pequeño
al que le ha sido sumamente difícil conquistar y preservar su
independencia”.
Destacó asimismo que: “El libro sale en un momento en que los cubanos
podemos mirar atrás con satisfacción porque contamos con una diplomacia
con apego a principios pero flexible y original. Los compañeros
Josefina y Machín representan a una generación que sigue demostrando que
nuestra política exterior proseguirá por esos senderos”, concluyó.
Peter Kornbluh, quien lleva décadas en los menesteres de develar
entuertos en las relaciones internacionales, apuntó: “Es un gran placer
estar aquí otra vez. Mil gracias a Ciencias Sociales, el Instituto
Cubano del Libro y el Minrex. Es un honor compartir con Ricardo Alarcón,
un actor histórico, al igual que con Néstor García Iturbe, así como
con Josefina Vidal y Gustavo Machín, quienes tienen la tarea hoy de
participar en esos diálogos”.
En su exposición dejó claro que: “Para entender y pensar la historia
hay que trabajar juntos, por eso abogo por contar con los documentos
cubanos que nos permitan enriquecer estas investigaciones. En nuestra
institución tenemos un slogan: documentos o muerte”.
En un tono cordial que ganó la simpatía de los asistentes, el experto
estadounidense explicó que trabajó durante más de dos años en este
proyecto de la edición cubana y el mismo vino a materializarse apenas la
jornada previa del traspaso de mando en su país. “Tengo una información
de inteligencia, dijo esbozando una sonrisa: al nuevo presidente de
EE.UU. no le gusta leer libros, pero este es uno que debe consultar, es
casi una obligación, si quiere saber la importancia de negociar con Cuba
y, en ese sentido, qué tuvo éxito y qué falló a lo largo de estos
años”.
Sobre los orígenes del texto explicó: “Empecé a trabajar en 1993,
luego de que conseguí el archivo de uno de los ayudantes de Henry
Kissinger donde se documentaban las conversaciones sostenidas en la
época del presidente Gerald Ford, a partir de 1974. Escribí entonces un
artículo en The New York Review of Books, que se convirtió en
verdad en el detonante de este libro. Después accedimos a los archivos
de Kennedy, y más tarde los relacionados con Lyndon B. Johnson, James
Carter y William Clinton. Nos percatamos entonces que teníamos a mano un
extraordinario material para preparar un volumen como este”, enfatizó.
Kornbluh elogió lo que ha sucedido en los últimos años: “Es un modelo
de cómo negociar entre dos países, incluso cuando existen detalles que
aún no son públicos. Se ha avanzado mucho en varios campos, a través de
la firma de diferentes acuerdos”.
El especialista mencionó, como momento especial, el día en que Fidel
lo invitó a almorzar y le entregó la primera página del informe
elaborado por Gabriel García Márquez, durante su visita a EE.UU., y
sobre el pedido hecho por Cuba de que le trasladara varias informaciones
al presidente Clinton. “El Comandante me dijo que antes de darme el
material tenía que contar con la aprobación de Gabo. Lo llamó entonces a
su casa en México y quien salió fue su esposa Mercedes. Siempre
recordaré aquella imagen, si se quiere un tanto graciosa, de la
conversación que se produjo antes de que accediera a ese texto”.
En sus palabras finales subrayó: “El libro aporta varias lecciones
que Trump necesita conocer sobre la manera en que se debe dialogar con
Cuba. Empieza y concluye con palabras del presidente Raúl Castro que el
nuevo mandatario estadounidense debe tener en cuenta”.
En esa línea se reproduce lo planteado por el compañero Raúl a los
senadores George McGovern y James Abourezk, el 8 de abril de 1977.
“Nuestras relaciones son como un puente en tiempos de guerra. No voy a
hablar de quién lo destruyó: creo que ustedes lo destruyeron. Ahora la
guerra ha terminado y estamos reconstruyendo el puente, ladrillo tras
ladrillo, a lo largo de 167 kilómetros desde Key West hasta la playa de
Varadero. No es un puente que se pueda reconstruir fácilmente, tan
rápido como fue destruido. Llevará mucho tiempo. Pero si cada uno
reconstruye su parte del puente, podremos darnos la mano sin que haya
vencedores ni vencidos”.
Sobre la trayectoria de los autores vale resaltar que LeoGrande,
quien no pudo estar por encontrarse en exámenes sus alumnos en la
American University, donde es profesor en la School of Public Affairs,
ha sido asesor además de diversos organismos, tanto del sector privado
como del gobierno de Estados Unidos.
Trabajó para el Comité de Política del Partido Demócrata en el Senado
y para el Grupo de Trabajo del Partido Demócrata sobre América Central
en la Cámara de Representantes. Entre sus obras se encuentran Our Own Backyard: The United States in Central America, 1977-1992 (1998), The Cuba Reader: The Making of a Revolutionary Society (1988), Political Parties and Democracy in Central America (1992) y A Contemporary Cuba reader: Reinventing the Revolution (2007). Sus artículos han aparecido en diarios como The New York Times, The Washington Post, Los Angeles Times, The Miami Herald, Le Monde Diplomatique, The Nation y The New Republic.
Kornbluh es desde 1986 jefe de análisis del Archivo de Seguridad
Nacional de los Estados Unidos, una ONG localizada en Washington. Es uno
de los principales impulsores de la Ley de Libertad de Información, que
ha permitido desclasificar archivos secretos del gobierno
norteamericano. Fue codirector del proyecto de documentación del caso
Irán-Contras y director del relacionado con el archivo sobre la política
estadounidense hacia Nicaragua.
Ha sido profesor de la Universidad de Columbia. Sus artículos han aparecido en diarios y revistas como La Jornada y Proceso, en México. Entre sus publicaciones se encuentran Pinochet: el archivo secreto (2004, 2013), Los Estados Unidos y el derrocamiento de Allende (2003), Bay of Pigs Declassified: The Secret CIA Report on the Invasion of Cuba (1998) y The Iran-Contra Scandal: The Declassified History (1994).
Fungió también como asesor de producciones de Hollywood, a la ahora de documentar algunos filmes, entre ellos Che, en la que Benicio del Toro encarnó al inolvidable Comandante Ernesto Guevara de la Serna.
⃰El autor es Profesor Auxiliar del Centro de Estudios
Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU) de la Universidad de La
Habana.
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