miércoles, 4 de enero de 2017

La reactivación de la ruta de la seda en el siglo xxi. Impacto en la política interna y externa de china



Por Laura Perez Rodriguez
       Jadis Camila Diaz Campos

Introducción

La reactivación de la “Ruta de la Seda” en el siglo XXI, consiste en una alternativa de desarrollo que busca fomentar la profundización y ampliación de las cooperaciones actuales en la región euroasiática. Asimismo, intenta lograr una mayor libertad de circulación económica entre los países cooperantes, una mejor distribución de los recursos naturales y la globalización de los mercados nacionales y regionales.

Esta alternativa económica se presenta como una vía capaz de conectar económicamente gran parte del mundo mediante un plan extremadamente ambicioso que busca crear corredores económicos a lo largo de países de Asia Central y nuevas rutas marítimas en el Océano Indico y Pacífico.

Sin embargo, este proyecto responde a criterios de mercado y, si bien daría un impulso a la economía nacional de los países centroasiáticos y algunos países africanos, tiene como objetivo principal el desarrollo de China. El resultado se haría notar tanto a lo interno, brindándole protagonismo a las regiones occidentales más subdesarrolladas del país, como en el plano internacional, profundizando el impacto de esta nación en el equilibrio geopolítico del planeta. 

Este trabajo pretende establecer un análisis de la relevancia que tendría para el escenario mundial un proyecto económico de esta envergadura; teniendo en cuenta el protagonismo de China y los beneficios de estaalternativa para esa nación en particular.


 La legendaria ruta de la seda

 

La Ruta de la Seda fue una red de rutas comerciales terrestres entre Asia y Europa reconocida como la más larga del mundo. A pesar de que su producto más destacado fue la seda, muchas otras mercancías como piedras y metales preciosos, telas de lana o de lino, ámbar, marfil, laca, especias, vidrio, materiales manufacturados, coral, etc. transitaban estas rutas. 

Los precursores de la Ruta de la Seda fueron los chinos, remontando su origen a los años del emperador chino Wu de la dinastía Han, el primero en interesarse por el comercio con pueblos de las regiones occidentales más allá de las tribus bárbaras. El contexto en el cual se lleva a cabo este primer acercamiento era el siglo II a.C., en un entorno extremadamente benévolo para el desarrollo pues el imperio Han había conseguido la paz con los pueblos limítrofesy la estabilidad interiormente gracias a un gobierno laico basado en el confucianismo, cuyos funcionarios civiles componían la burocracia más antigua del mundo.Con el paso del tiempo, una de las principales razones de que la paz y la estabilidad se prolongaran durante más de cuatro siglos fue la solvencia económica que produjo la exportación de seda china y la consiguiente entrada de divisas a través de la Ruta de la Seda. 

El importante paso comercial no estaba conformado por un solo camino y a lo largo de los siglos cambió muchas veces de recorrido. Se piensa que la primera ruta se abrió camino por el noroeste atravesando el corredor de Gansu y Hexi hasta los oasis de Dunhuang, para seguir la cuenca del Tarim hasta Kashgar y los valles afganos de Fergana. Desde allí, los caminos se multiplicaban, bien por el sur hacia India, o por el oeste hacia Alejandría y por el noroeste hacia Roma[1].De manera general, consistía en una red de carreteras que atravesaban desde la región de Samarkanda hasta Chang'an. Sus fronteras septentrionales coincidían aproximadamente con la actual frontera de Mongolia y las meridionales están demarcadas por la cordillera del Himalaya. Sin embargo, estos antiguos caminos no tenían un nombre particular. Su actual designación es relativamente reciente, data de mediados del siglo XIX, cuando el barón Ferdinand von Richthofen, geólogo alemán, llamó a esta compleja red de comercio y comunicaciones Die Siedenstrasse (Ruta de la Seda). 

Es importante destacar que no fue hasta los años de la dinastía Tang cuando la Ruta de la Seda alcanzó su clímax comercial, artístico y cultural.

El fin de la dinastía Tang en el siglo X y la estabilidad política que esta aportaba a la ruta, provocó una decaída comercial en la Ruta de la Seda. Sin embargo, cuando los mongoles (al mando de Gengis Khan) conquistaron en el siglo XIII gran parte de Asia tomaron el control del importante paso comercial, brindándole nuevo aliento. Pero a raíz de la desintegración del imperio mongol, el resurgimiento del Islam y las políticas aislacionistas de la dinastía Ming, la Ruta de la Seda se vio muy afectada. Asimismo, las diferencias que se ahondaron entre los mundos de cristianos y musulmanes, el desarrollo del arte de la sericultura (cultivo del gusano de seda) por los persas y el control otomano del Mar Mediterráneo y la zona occidental de la ruta, condicionaron la concentración del comercio en las vías marítimas por lo que la famosa ruta terrestre cayó prácticamente en desuso. 

“La ruta, impulsó el progreso de la civilización humana, constituyó un importante lazo para fomentar la prosperidad y el desarrollo de los diversos países y ciudades antiguas a lo largo de las rutas, siendo el símbolo del intercambio y la cooperación entre el oriente y occidente y el patrimonio histórico cultural.”[2]

La Ruta de la Seda representa un temprano fenómeno de integración política y cultural debido al comercio interregional. En su época de mayor esplendor (siglos VII al X) sostuvo una cultura internacional que enlazaba a grupos tan diversos como los magiares, armenios y chinos y conectó cerca de 8 mil kilómetros de rutas de caravanas que cubrían un inmenso espacio de los continentes europeo y asiático, recorriendo desde China hasta el mar Mediterráneo. 

La reactivación de la ruta de la seda en el siglo XXI

In order to make the economic ties closer, mutual cooperation deeper and space of development broader between the Eurasian countries, we can innovate the mode of cooperation and jointly build the “Silk Road Economic Belt”. This is a great course that will benefit people along the route. It will promote work in all areas by drawing upon the experience gained on key points. It will gradually enhance overall regional cooperation.  [3]

XI Jinping September, 2013


La idea de reactivar la antigua ruta de la seda y, desarrollar una nueva ruta marítima de la seda del siglo XXI fue expuesta por primera vez durante la visita del presidente Xi Jinping al Sudeste Asiático en septiembre de 2013. Juntos, estos dos proyectos son conocidos como Una Franja, Una Ruta (One Belt, One Road –OBOR-) o, simplemente, Franja y Ruta.

Este programa comprende dos iniciativas principales: la Franja Económica de la Ruta de la Seda (que mejoraría las conexiones terrestres) y la Ruta de la Seda Marítima del Siglo XXI. Otros planes esbozados estarían orientados a aumentar las conexiones energéticas y las autopistas de la información. Asimismo, dentro de este esquema se anunció en octubre de 2014 la creación del Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras, con un capital inicial de 100.000 millones de dólares, que representa una plataforma para la creación de infraestructuras en el área.

La nueva ruta abarca a 60 países, conectando China con Europa a través de Asia Sur-Oriental, Asia Central y Oriente Medio. En ella se encuentra un 75 % de las reservas de energía conocidas, afecta a un 70% de la población mundial y se genera un 55% del PIB mundial.[4]

La nueva ruta de la seda por el mar de China planea extenderse a los continentes y países donde los volúmenes comerciales son aún pequeños, aunque crecientes. En la práctica, tomará la forma de una red de puertos y otros proyectos de infraestructura costera, que comprende el mapa del sur y sudeste de Asia a África Oriental y el norte del mar Mediterráneo. 

En el ámbito terrestre, el énfasis se encuentra en el sector ferroviario. Se están desarrollando varias rutas para intensificar los intercambios entre el gigante asiático, Asia Central y la Unión Europea (ya sea a través de Rusia y Bielorrusia, o de Irán y Turquía), y entre China y la Península de Indochina. Este gran corredor terrestre que conectaría de este a oeste los dos extremos de Eurasia se vería complementado por otros corredores, también terrestres, que irían de norte a sur, como el China (Xinjiang)-Pakistán y el China (Yunnan)-Myanmar-Bangladesh-India.

Se espera que los proyectos relacionados con esta iniciativa se lleven a cabo en las próximas tres décadas, culminando en el año 2049 –una fecha simbólica que marca el centenario de la fundación de la República Popular China–. El Ministerio de Comercio de China ha acuñado el término de los nuevos 30 años (xin nian 30), una referencia que pone a la China de hoy en el umbral de una tercera era comparable a las iniciadas por Mao Zedong y Deng Xiaoping. El eslogan de esta nueva era bajo el liderazgo de Xi Jinping es la del Sueño chino, término acuñado para guiar el desarrollo de China en las próximas décadas.[5]

Para alcanzar este objetivo, el liderazgo chino está abandonando el enfoque tradicional establecido por Deng Xiaoping –que dictó una estrategia para que China mantuviera un perfil bajo en el ámbito internacional y se concentrara en la construcción de la economía nacional–, optando en cambio por una postura más proactiva, como lo demuestra el lanzamiento de la franja y la ruta a finales de 2013.[6]

La iniciativa no se limita a la infraestructura física y el comercio. El presidente Xi Jinping ha hablado de “cinco factores de conectividad” que definen la nueva ruta de la seda: la comunicación política, la conectividad vial, su fluidez, la circulación monetaria y el entendimiento entre los pueblos, incluidos los intercambios y flujos de turistas y estudiantes. Sin embargo, este ambicioso plan no inicia desde cero. Puesto que, la nueva ruta de la seda de base terrestre aprovecha las rutas de transporte internacionales ya existentes y se apoya en las ciudades principales a lo largo de los países atravesados, con parques industriales económicos claves y zonas de libre comercio recientemente desarrolladas como plataformas de cooperación.

La iniciativa de la franja y la ruta está “abierta a todos los países, así como a las organizaciones internacionales y regionales comprometidos en la iniciativa”. Defiende “la paz y la cooperación, la transparencia y la inclusión, el aprendizaje y beneficio mutuos”, “promueve la práctica de la cooperación en todos los campos y trabaja para construir una comunidad de intereses compartidos, destino y responsabilidad que ofrezcan confianza política mutua, integración económica e integración cultural”. La franja y la ruta aparecen así nada menos que como un llamamiento de China a la comunidad internacional para trabajar conjuntamente hacia un mundo “armónico e incluyente”, una idea similar a la del “mundo armonioso” propuesto por el ex presidente de China, Hu Jintao, en 2005, pero mucho más detallada y operativa.[7]

Beijing trata de influir de manera decisiva en el proceso de integración de Eurasia a través de la nueva Ruta de la Seda. Se trata de un proyecto inclusivo, donde tienen cabida todo tipo de regímenes políticos y actores tanto públicos como privados. Además, se basa en una lógica de mercado que debe permitir que todos los actores involucrados se beneficien. En esencia, no constituye una acción altruista. Puesto que los líderes chinos creen que la implementación de este plan les ayudaría a alcanzar varios de los objetivos centrales de su política interior e internacional.

En resumen, el fin de esta “Ruta de la Seda Económica” es fomentar la profundización y ampliación de las cooperaciones actuales, intentando lograr una mayor libertad de circulación de los recursos económicos entre los países cooperantes, haciendo una mejor distribución de los recursos naturales y una globalización de los mercados nacionales y regionales. En adición, desplegar una cooperación regional en más grandes ámbitos, forjando andamiajes de cooperación económica regional abierta, inclusiva, equilibrada y preferencial.  Así como fortalecer los vínculos económicos entre China, el resto de Asia, Oriente Medio, África y Europa, mediante el desarrollo de varios corredores económicos, tanto terrestres como marítimos. Asimismo, promover el desarrollo económico en los distintos países y regiones participantes.


Para ello, los principales objetivos que se esbozan son:


1.  Buscar un modelo de crecimiento económico que puede servir de ejemplo a otros países.

2.    Buscar un equilibrio de desarrollo económico ante la globalización.

3.    Encontrar una nueva forma de cooperación regional.

En adición, resulta pertinente destacar los puntos por los cuales es importante la reactivación de la Ruta de la Seda: Se considera el mayor proyecto de inversiones e infraestructuras de la historia; en clave global: afecta a 75 países del continente euroasiático, y se expande en su conectividad global a África, Oceanía y América; favorece el comercio mundial, el turismo, las comunicaciones, el diálogo y los intercambios culturales, etc…; moverá en los próximos 5 años, y está moviendo ya en parte, un volumen de inversiones superiores a 4,5 billones de euros; es la expresión evidente de la geo estrategia global de China y su creciente peso internacional barca un programa-proyecto a realizar en los próximos 30 años; será eje de nuestra información, debate y análisis en los próximos decenios.

La iniciativa “Un camino, una ruta” en la política interna de China Principales intereses


 La nueva Ruta de la Seda ha ganado protagonismo desde finales de 2014, lo cual se aprecia en las constantes referencias en los principales acontecimientos políticos dentro de China –las últimas sesiones plenarias de la Asamblea Popular Nacional y de la Conferencia Consultiva Política– y en las reuniones de alto nivel mantenidas entre los líderes chinos y sus homólogos euroasiáticos. 

Muestra de esto son las palabras del Profesor Xu Shicheng en la Conferencia de “Las iniciativas de Una Franja y Una Ruta y la política exterior de China”:

Al promover la construcción de “Una franja y una ruta”, China va a poner en pleno juego las superioridades comparativas de sus diversas zonas, practicar una estrategia de apertura más activa, reforzar la interacción y cooperación de este-centro-oeste y elevar integralmente el nivel de economía de tipo abierto. Poner en juego la superioridad geográfica particular y el papel de la región autónoma de Xinjiang, como importante ventanilla para abrirse hacia el oeste y profundizar el intercambio y la cooperación con los países de Asia Central, Meridional y Occidental, formar un importante complejo de comunicación y transporte, centro de comercio, logística, cultura, ciencia y educación en la franja económica de la ruta, forjar la región núcleo de la franja.”[8] 

En esencia, mantener a China en la senda del desarrollo económico es la principal prioridad de Beijing y este proyecto puede contribuir notablemente a ello al menos de cuatro maneras: impulsando la internacionalización de sus constructoras, facilitando las exportaciones, reduciendo riesgos en la cadena logística y atrayendo inversiones hacia el interior del país.

El sector de la construcción se ha convertido en los últimos años en uno de los principales generadores de crecimiento económico y de empleo en China. Sin embargo, el impulso de la construcción se está agotando debido a la desaceleración del sector inmobiliario, a problemas de sobrecapacidad y al rápido incremento de la deuda interna de los gobiernos locales que sufragan gran parte de dichas infraestructuras[9].La solución pasa por intensificar la ya significativa internacionalización de las constructoras chinas y las infraestructuras multimillonarias que irían asociadas a la nueva Ruta de la Seda brinda el mejor escenario para ello.

En cuanto a la facilitación de las exportaciones chinas, el proyecto también aboga por intensificar los vínculos comerciales entre los actores implicados, a través de la creación de corredores económicos yla eliminación de barreras no arancelarias, y de la agilización y armonización de procesos administrativos como los trámites de aduana.

El funcionamiento de la economía china es muy dependiente de importaciones como fuentes de energía y materias primas y de exportaciones de larga distancia que pasan en muchos casos por rutas que ni controla ni puede controlar el gigante asiático. Esto genera vulnerabilidades para China si algunos puntos estratégicos, como el estrecho de Malaca, quedasen cerrados para las importaciones y las exportaciones chinas. Con la diversificación de rutas que conllevaría la nueva Ruta de la Seda, disminuyen sustancialmente esos riesgos estratégicos. Asimismo, esas nuevas rutas supondrían en muchos casos un ahorro de tiempo.


También se espera que la nueva Ruta de la Seda pueda contribuir a atraer inversiones de industrias intensivas en mano de obra a las provincias centrales y occidentales de China. El este de este país atrajo durante décadas inversiones para desarrollar procesos productivos intensivos en mano de obra. Sin embargo, en los últimos años este proceso se está revirtiendo por el rápido aumento de los costes salariales. El escenario preferido por las autoridades chinas sería que esas actividades, en vez de trasladarse a otros países, como Vietnam, lo hiciesen al interior de China, donde los costes laborales son sensiblemente más bajos que en la costa. La Franja aumentaría sustancialmente la conectividad de varias regiones del interior, lo que haría mucho más atractivo para las empresas extranjeras invertir allí. 

Al respecto de los planes para el desarrollo de las provincias del interior, el Profesor Xu Shicheng mencionaba:

“Poner en juego la superioridad económica y cultural integral de las provincias de Shaanxi y Gansu y la superioridad étnica y humanística de la región autónoma de etnia hui de Ningxia y la provincia de Qinghai, convertir a Xi´an en un nuevo modelo de la reforma y apertura de las zonas del interior, acelerar la explotación y apertura de Lanzhou (capital de la provincia de Gansu) y Xining (capital de Qinghai), impulsar la construcción del área experimental de economía de tipo abierto en tierras del interior de Ningxia, formar corredores hacia los países de Asia Central, Asia Meridional y Asia Occidental, complejos de logística comercial e importante base industrial y de intercambio humanístico. Poner en juego la superioridad geográfica de la región autónoma de  Mongolia interior de contactarse con Rusia y Mongolia, perfeccionar el ferrocarril de Heilongjiang hacia Rusia y la red ferroviaria  regional, así como la cooperación en transportes de tierra-mar de las provincias chinas deHeilongjiang, Jilin y Liaoning con la región rusa del lejano oriente, impulsar la estructuración del corredor de transporte de alta velocidad euroasiático Beijing-Moscú para construir una importante ventanilla de apertura hacia el norte.

(…) Aprovecharla superioridad de las tierras del interior por lo vasto de su territorio, lo ricos que son los recursos humanos, lo considerablemente buena que es la base industrial y apoyarse en las zonas prioritarias como el grupo de ciudades del curso medio del Changjiang, el grupo de ciudades Chengdu-Chongqing, el grupo de ciudades de las Planicies Centrales, el grupo de ciudades Hohhot-Baotou-Erdos-Yulin, el grupo de ciudades Harbin-Changchun, etc. para impulsar la interacción y cooperación; y el desarrollo del conglomerado industrial de las regiones, forjar importantes soportes de desarrollo y apertura del oeste de Chongqing y convertir Chengdu, Zhengzhou, Wuhan, Changsha, Nangchang, Hefei, etc. en nuevos modelos de la economía de tipo abierto en las tierras del interior.”[10] 

Este plan no sólo contribuiría al desarrollo macroeconómico de China sino también a aumentar la cohesión interterritorial, que es un tema de gran sensibilidad por la profunda brecha existente en el nivel de desarrollo de las diferentes zonas del país y, especialmente, por la existencia de movimientos separatistas significativos en Tíbet y Xinjiang. Precisamente Xinjiang, como puerta a Asia Central y a Pakistán, sería una de las regiones que potencialmente más se beneficiaría de la Franja. Ello resulta particularmente prometedor para las autoridades chinas, que ven en la modernización de esta región el antídoto ideal frente al separatismo.

Además, el plan de acción oficial realiza propuestas de liberalización económica que van más allá de la realidad china, por ejemplo, en lo referente al sector de los servicios o al papel del mercado en la asignación de recursos. Esto apunta a la posibilidad de futuras reformas internas que permitan llevar a cabo las políticas de la Franja y la Ruta y a una consecuente reestructuración de la política comercial del país.

La iniciativa “Un camino, una ruta” en la política exterior de China. Principales intereses y proyecciones

 

Buena parte de los acontecimientos que se ven hoy en el mundo tienen que ver con la estrategia a largo plazo de los grandes actores internacionales. Sucesos que pudieran parecer particulares para un área determinada siempre tienen de trasfondo el reacomodo de fuerzas. El unipolarismo indiscutido que un día disfrutó Estados Unidos (EE. UU) después del derrumbe del Campo Socialista y el hundimiento de la URSS, hoy es muy cuestionado. Hay fuerzas, cada vez más pujantes, que le están discutiendo ese papel hegemónico que tuvo años atrás. Dos de los actores más relevantes en este proceso son Rusia y China.

Estados Unidos, tiene plena consciencia de que debe limitar el poder de Rusia y China en pos de su proyecto de dominación mundial. Se han percatado de que, en el futuro no muy lejano, el centro del poder mundial económico y de importancia estratégica se va a mover hacia Asia. Por tanto, dominar Asia es clave para la estrategia a largo plazo de los Estados Unidos. Sin embargo, por razones históricas y culturales tienen un gran contrincante en la zona: China. Entonces, el dominio de Asia pasa por frenar a China. Esto significa que de una forma u otra todos los acuerdos que EE. UU está firmando en esa área tienen el objetivo defrenar la influencia china.

Por otra parte, el gigante asiático sabe que la influencia de Estados Unidos en la zona es fuerte, tiene grandes aliados como Japón, Corea del Sur, y todos los tigres asiáticos. En adición, es consciente de que su influencia en Asia -a pesar de sus ventajas históricas- está limitada por el accionar de Estados Unidos. Por tanto, romper el espacio hacia Europa a través de la ruta de la seda es una vía de China para contrarrestar la influencia de Estados Unidos en Asia.

Estas rutas de la seda son una parte de la respuesta de los dirigentes chinos a las presiones estratégicas y arancelarias de Washington en el Pacífico, que perciben como un freno al ejercicio de su dominio, por lo que se convierte en uno de los ejes prioritarios de la política externa. En esta confrontación se exponen dos visiones del comercio internacional. La de los chinos pretende ser una alternativa al modelo neoliberal del FMI mediante un fuerte intervencionismo del Estado, mientras que los estadounidenses defienden los principios del derecho, las finanzas y la libre competencia. Esto se refleja en la pretensión de China en materia económica de promover lo que llama “Consenso de Pekín”[11] frente al neoliberal “Consenso de Washington”.[12]

El proyecto responde a una visión geopolítica y geoeconómica clara desde China. En el futuro cercano, EEUU seguirá controlando las rutas marítimas que más utiliza China. Por tanto, hay que abrir otras por tierra y por mar (15 de los 20 puertos más importantes del mundo están hoy en China) que le permitan garantizar el transporte de sus exportaciones y los suministros de materias primas, especialmente las vinculadas a la energía. 

En este marco general, Beijing desea conferir a Asia Central el papel de punto de encuentro entre China y la Unión Europea, su primer socio comercial. Asia Central, de forma muy significativa, sigue siendo para la diplomacia china uno de sus espacios privilegiados.

La realidad económica actual de China es la de un país cuyo sector de fabricación cuenta con un elevado índice de sobreproducción y un cuantioso depósito de divisa extranjera que no está siendo utilizado. En contraste con ello, los países de Asia central y Asia pacífica disponen de abundantes recursos petrolíferos y mineros, pero necesitan capitales extranjeros para las infraestructuras básicas y reactivar su economía nacional. Por consiguiente, este perfil encaja perfectamente con la situación de China, que necesita invertir esa reserva de divisa extranjera en proyectos extranjeros y adquirir recursos naturales que faltan en el país.

Para muchos de los países involucrados que no tienen salida al mar (como Mongolia, Tayikistán y Afganistán, entre otros) significa entrar en la conectividad global. Para otros, como Pakistán, adquirir un mayor nivel de desarrollo ante su histórico contrincante: la India.

Con el lanzamiento de OBOR China está tomando un papel más proactivo en la determinación de las mayores preocupaciones a nivel global, así como sus soluciones a través de enfoques innovadores. Según el presidente del Banco de China, Tian Guoli, solo las rutas terrestre y marítima afectan a 4.400 millones de personas y 65 países, lo que brinda “grandes oportunidades” para todos, incluida Europa. Teniendo esto en cuenta, se abordarán algunas de las acciones que ya se han realizado bajo esta iniciativa y algunas de sus proyecciones en las distintas zonas que abarca.

El financiamiento –y la aplicación– de los primeros proyectos relacionados con la franja y la ruta empezaron en Asia Central en marzo de 2014, con la firma de 33 acuerdos entre China y Kazajistán, por el enorme valor de 23.600 millones de dólares, incluyendo proyectos en los sectores del acero, metales no ferrosos, vidrios de ventana, refinerías de petróleo, industrias hidroeléctricas y automoción.[13]

Es necesario destacar también, el China-Pakistan Economic Corridor (CPEC)[14]que es el mayor proyecto de inversión de China en el extranjero hasta la fecha, con un valor estimado de 46.000 millones de dólares. Está compuesto por una amplia inversión en transporte, telecomunicaciones e infraestructuras de energía en Pakistán que con el tiempo se extenderá alrededor de 3.000 kilómetros y que une el puerto paquistaní de Gwadar con la ciudad de Kashgar, en el noroeste de la provincia china de Xinjiang.

La importancia geopolítica del CPEC se aprecia en la concesión a China del control operativo por 40 años del puerto de Gwadar en el océano Índico, estratégicamente situado cerca del estrecho de Ormuz, en la embocadura del golfo Pérsico. Esto permitirá a China controlar sus cruciales líneas marítimas de comunicación, pues el 60 por ciento de sus importaciones de crudo pasan a través de Asia occidental. Una vez que el CPEC se complete y el puerto esté en pleno funcionamiento, China podrá garantizar que una gran parte de sus necesidades de petróleo sean aseguradas.[15]

En el caso de Europa, el impacto económico sería el más evidente al generar múltiples oportunidades para las empresas europeas, tanto en China como en otros países por los que pasarán la Franja y la Ruta, y al reducir costes para los consumidores. Se facilitarán las exportaciones y las inversiones europeas a zonas con un alto potencial de crecimiento económico, como el interior de China y África Oriental gracias a la mayor conectividad.

Además, dentro de Europa hay países que se beneficiarán de mayores inversiones chinas para construir infraestructuras terrestres y marítimas relacionas con la nueva Ruta de la Seda. Por ejemplo, existe el caso de la ampliación de la terminal de carga del puerto del Pireo y el anuncio de la construcción de una línea de alta velocidad entre Belgrado y Budapest, que se espera completar en 2017. De manera más especulativa, medios de comunicación chinos han filtrado posibles planes del gobierno chino para impulsar una línea de alta velocidad que uniese Pekín con Londres, pasando por Kazajistán, Uzbekistán, Turkmenistán, Irán, Turquía, Bulgaria, Rumanía, Hungría, Austria, Alemania, Bélgica y Francia. 

América Latina no queda exenta de los alcances de la ruta marítima de la seda del siglo XXI. Puesto que en la nueva ruta se ha incluido un pasaje transoceánico que sale desde Tianjin en China hasta Perú, atravesando Suramérica (el cual todavía está en estudio).

Con respecto a esta área,Beijing desarrolla sus lazos económicos en busca de recursos, influencia política y mercados. Sin embargo, a diferencia del caso de África, el gobierno chino añade actuaciones de cooperación en tecnologías espaciales y aeronáuticas, sobre todo con Brasil. En el sector agrícola, Beijing procura diversificar sus socios. Brasil figura como primer punto en el terreno de la exportación de soja. Mas, se trata también de desarrollar su política de suministro de hidrocarburos en relación con Venezuela, de recursos mineros con relación a Chile, de aumentar su patrimonio agrícola en Argentina. 

Entre otros proyectos está el acuerdo al que llegaron China, Perú y Brasil -a través de la firma de un memorándum de entendimiento- para llevar a cabo un estudio de viabilidad sobre la propuesta de un ferrocarril transcontinental. Este conectaría la costa pacífica de Perú con la costa atlántica de Brasil.

De igual forma China está dispuesta a participar activamente en el proyecto del corredor bioceánico entre Chile y Argentina. Además, el gigante asiático y Argentina firmaron un proyecto de construcción de las Centrales Hidroeléctricas en Santa Cruz y un proyecto de ferrocarriles.

Aunque no está oficialmente incluida en la estrategia de la ruta de la seda, África está intrínsecamente vinculada con el modelo. China ha tendido lazos con países africanos con ofertas de nuevas formas de cooperación. Por ejemplo, se espera que Yibutidesempeñe un papel importante en la ruta de la seda marítima de China como puerto internacional. Entre ambos países se firmó en diciembre de 2015 la creación de una zona de comercio y el establecimiento de un marco legal para permitir que los bancos chinos operen en el pequeño país del cuerno de África. Como parte del acuerdo, China Merchants Holdings International ampliará el papel de Yibuti en el transbordo de mercancías y el vínculo comercial entre China y el mundo.

Sin embargo, para que la iniciativa de la franja y la ruta tenga éxito, China necesita la aquiescencia de Rusia. Moscú ve gran parte de Asia Central como su propio patio trasero y ha estado promoviendo sus propios planes para una Unión Económica Euroasiática (UEE)[16].Aunque la influencia china ha crecido desde el fin de la guerra fría -incluso a través de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS)- cualquier resistencia rusa a la franja económica de la ruta de la seda podría ser problemática para Beijing. A pesar de esto, Rusia podría considerar la nueva ruta de la seda china como una oportunidad para impulsar los vínculos con Europa, empeorados en los últimos tiempos a raíz de la imposición de sanciones después del conflicto Rusia-Ucrania. 

En este sentido, el gobierno ruso no dio un respaldo oficial al proyecto hasta marzo de 2015. Un discurso pronunciado por el primer vice primer ministro Igor Shuvalov en el Foro de Boao indicó que Rusia ve la iniciativa no como una amenaza, sino como una oportunidad para la Unión Económica Euroasiática. Se argumentó que la nueva unión podría ayudar a China a construir las infraestructuras del transporte y que las mercancías enviadas a Europa a través de Kazajistán, Rusia y Bielorrusia solamente habrían de atravesar dos fronteras aduaneras.[17]

El único proyecto que hasta ahora vincula la UEE y la OBOR ha sido el proyecto de construcción de la vía férrea de alta velocidad entre Moscú y Beijing. En junio de 2015 el Grupo Ferrocarril de China y los ferrocarriles de Rusia JSC firmaron un contrato para comenzar la construcción del primer ramal de este trazado, el ferrocarril de alta velocidad de 480 millas se supone debe ser completado para el Mundial de 2018.

Otro de los temas referentes a la Ruta de la Seda del siglo XXI en la palestra internacional es la comparación por parte de algunos comentaristas occidentales de la misma con un plan Marshall del siglo XXI al estilo chino. Autoridades y expertos difieren de esta opinión, ya que la nueva ruta de la seda se basa en la “cooperación abierta”, mientras que el plan Marshall impuso arduas condiciones políticas a los países de referencia y excluyó a países europeos pro soviéticos, lo que llevó a la división de Europa. De hecho, OBOR no es una alianza y llega sin condiciones políticas. Se presenta como un plan incondicional para ayudar al desarrollo de los vecinos y socios de China a lo largo de la ruta de la seda, independientemente de su relación actual con Beijing.

En otras palabras, hay dos diferencias fundamentales en cuanto al Plan Marshall. La nueva Ruta de la Seda no es un plan de ayuda, sino que se regirá fundamentalmente por criterios de mercado, y es de carácter inclusivo, pues no se impedirá participar a ningún Estado por su régimen político e incluso Taiwán, que ya ha solicitado participar en el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras, sería bienvenido. Es decir, el proyecto chino no obedece a una lógica de bloques, aunque, evidentemente, esto no implica que carezca de objetivos de carácter geopolítico.[18]

En conclusión, las potencias siempre piensan a largo plazo, por tanto, la ruta de la seda puede convertir a China en un actor indispensable para toda el área de Centro-Asia e incluso Europa. Pues la nación asiática tiene una ventaja, es la que más crece entre los centros de poder (Rusia, EE. UU y China). La OBOR le concede una posibilidad de obtención de recursos para mantener un crecimiento económico que le es indispensable con el fin de lograr su dominio mundial, porque China a diferencia de Rusia y EE. UU, no tiene una potencialidad desde el punto de vista de los recursos y tiene que buscar vías para solucionar esa falta.

Las grandes potencias tienen posturas tradicionales. China, Rusia y EE. UU tienen el mismo objetivo bajo distintos métodos: dominar y aumentar su influencia mundial. Son imperios y piensan como imperios. Por supuesto esto tiene matices, puesto que los mecanismos que usan no son los mismos, ni las visiones son las mismas.

  Conclusiones

Finalmente, después de todo lo expuesto a lo largo del trabajo se puede arribar a las siguientes conclusiones:

“Una franja, una ruta” como uno de los ejes prioritarios de la política externa de China, implica a toda Asia, los países del Golfo y de Oriente Medio, el Norte de África, Europa y de cierta forma a América Latina. Se trata de un proyecto que generará para países de todas estas regiones, una cantidad de oportunidades sin precedentes: incrementando exponencialmente su capacidad de negociar, así como de recibir y enviar inversiones y facilitando la creación de un nivel de infraestructura, que en muchos casos no serían capaces de crear por ellos mismos.

Asimismo, los países de la franja y la ruta se sienten atraídos por el hecho de que la iniciativa se basa en un enfoque integral que fomenta la interdependencia y desarrollo compartido en lugar de la competencia entre los bloques. Además, la conectividad promocionada por Beijing va mucho más allá del comercio y la inversión para incluir el intercambio académico, científico y cultural.

En adición, el impulso de la ruta permitirá a Beijing desarrollar sus provincias más pobres del centro y el oeste, que no fueron beneficiadas por el boom económico de los últimos 20 años como las regiones orientales, además de contribuir a la mejora de la economía china en un momento de exceso de capacidad interna y la reestructuración de diversos sectores, incluyendo la industria pesada implicada en la construcción y mantenimiento del transporte y la infraestructura energética.

De igual forma, romper el espacio hacia Europa a través de la ruta de la seda es una vía de China para contrarrestar la influencia de Estados Unidos en Asia como líder regional y fortalece la alianza estratégica con Rusia, cuya participación es necesaria en el proyecto por términos geográficos.

La ruta de la seda es, en última instancia, un plan estratégico de China para lograr un objetivo geopolítico, no se puede perder de vista que China es una potencia, y como potencia al fin aspira a determinada cuota de dominio mundial.

 Referencias

[1] (Quero)
[2] (Xu)
[3]Con el objetivo de estrechar los lazos económicos, hacer más profunda la cooperación mutua y ampliar el espacio de desarrollo entre los países euroasiáticos, podemos innovar en un modo de cooperación y construir de forma conjunta el “El cinturón económico de la Ruta de la Seda”. Este es un gran proyecto que beneficiara a las personas a lo largo de la ruta. (…) Intensificará gradualmente sobre todo la cooperación regional. 
[4] (Rodríguez, 2016)
[5] Ibídem.
[6] Ibídem.
[7] (“Vision and Actions on Jointly Building Silk Road Economic Belt and 21st Century Maritime Silk Road”)
[8] (Xu)
[9] (Otero-Iglesias)
[10] (Xu)
[11] Es un término que describe la diplomacia y el modelo de desarrollo llevado adelante por la República Popular China, en particular respecto de los países en vías de desarrollo, y muy especialmente en lo que concierne a los países africanos. La línea política china presta gran atención a la no injerencia (amplia independencia y respeto en lo que concierne a las problemáticas internas) en lo que concierne a los asuntos particulares de otros países, promoviendo en lo económico-social-productivo, un desarrollo « a la china»: estructuras (líneas férreas, puertos, represas, etc) y producción (industria, minas, petróleo, etc), dejando los aspectos cívicos (libertades individuales, derechos humanos, nivel de vida, cargos electivos, etc) a las instancias políticas.
[12] El término Consenso de Washington fue acuñado en 1989 por el economista John Williamson para describir un conjunto de diez fórmulas relativamente específicas el cual consideró que constituía el paquete de reformas «estándar» para los países en desarrollo azotados por la crisis, según las instituciones bajo la órbita de Washington DC como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos. Tiene por ejes principales el libre-cambio, las privatizaciones, la reducción del papel del Estado y la desregulación de los mercados, incluyendo el mercado de trabajo a través de la flexibilidad laboral.
[13] (SHEN, y otros)
[14] Anunciado por primera vez durante la visita de Estado de Xi Jinping a Islamabad en abril de 2015.
[15] (SHEN, y otros)
[16] Es una institución inspirada en la Unión Europea con una regulación supranacional unificada (Comisión Económica de Eurasia) y declaró “cuatro libertades” (libre circulación de mercancías, de fuerza de trabajo, de servicios y de capital)
[17] (SHEN, y otros)[18] (Otero-Iglesias)


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