Por Dr. Elier Ramírez Cañedo
La política que definitivamente adoptará el nuevo
inquilino de la Casa Blanca con relación a la Mayor de las Antillas, aún está
marcada por la incertidumbre. Las erráticas señales que ha emitido el nuevo
mandatario estadounidense generan aún más confusión. Primero fueron los
intentos de explorar el mercado cubano como hombre de negocios, algo que sus
adversarios políticos usaron contra él durante la campaña electoral; luego,
como candidato del partido republicano señaló que no estaba en desacuerdo con
el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre ambos países, pero que
lograría un “mejor acuerdo” que Obama; y finalmente, en la recta final de su
campaña presidencial expresó que revertiría las medidas ejecutivas adoptadas por
el presidente Obama hacia Cuba. Ya como presidente electo, realizó
declaraciones ofensivas y muy desatinadas al producirse la partida física del
líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro. “Si Cuba no está dispuesta a hacer
un mejor acuerdo para el pueblo cubano, para el pueblo cubanoamericano y para
Estados Unidos como un todo, cesaré el trato”, escribió poco después en
Twitter.
Las más recientes menciones a Cuba de algunos
funcionarios de la administración Trump se han referido a que la política de
Washington hacia La Habana, se encuentra en una fase de revisión completa bajo
el enfoque de los derechos humanos y que el presidente de los Estados Unidos
considera que su país ha regalado mucho a la Isla cuando ésta no ha hecho aún
ninguna concesión. Por si fuera poco, luego de una cena con Marco Rubio, Trump
llegó a decir que compartía con el senador “ideas muy similares sobre Cuba”.
El todavía hoy indefinido curso de acción que adoptará la
administración Trump en su política hacia Cuba, al menos nos permite hacer una
lectura positiva: aún permanece abierta la posibilidad de que no sea plenamente
reversible el proceso bilateral iniciado el 17 de diciembre de 2014i, aunque
por supuesto la nueva administración, llegado el momento, hará sus aportes a la
política hacia Cuba. Pero hasta ahora, podemos decir que, la actual política
del gobierno de los Estados Unidos hacia Cuba, continúa siendo la que se diseñó
e implementó durante la administración Obama. Lo que hemos visto en los
primeros meses de mandato de Trump es una especie de congelamiento junto a los
ya mencionados pronunciamientos retóricos. Es decir, no ha habido nuevos
avances, pero tampoco retrocesos.
Más allá del discurso prepotente, que desde posiciones de
fuerza pretende fijar condicionamientos a Cuba, y de un gabinete compuesto
mayormente por ultra conservadores -elementos que pudieran augurar un cambio de
enfoque-, la administración Trump ha continuado cumpliendo los acuerdos
bilaterales firmados en época de Obama, incluyendo los nuevos acuerdos migratorios,
lo que ha implicado la devolución a la Isla de los cubanos que han entrado
ilegalmente al territorio estadounidense en los últimos meses. Asimismo, las
ligeras brechas al bloqueo en el plano comercial continúan su curso, y los
sectores de negocios estadounidenses que han apostado por el mercado cubano,
lejos de retroceder, han seguido ampliando las relaciones con la Isla, incluso
con viajes de delegaciones empresariales. Resulta interesante que tres de los
principales aliados de Trump en el Congreso, los representantes republicanos
Rick Crawfod, de Arkansas, Tom Enmmer, de Minesota, y Mark Sanford, de Carolina
del Sur, han sido promotores de proyectos legislativos dirigidos a debilitar el
andamiaje del bloqueo contra Cuba y aumentar las posibilidades de viajes y
comercio con la Isla.
¿Qué podemos esperar?
Pienso que quizás aún transcurra algún tiempo, antes de
que veamos una política más definida de la administración Trump con relación a
Cuba, pues realmente otros son los temas que están siendo ahora priorizados
tanto en su agenda doméstica, como internacional.
Por otro lado, Donald Trump no debe tener ningún apuro
con Cuba, cuando se acercan los anunciados cambios generacionales en la máxima
dirección de la Isla, algo que la clase dominante en ese país siempre ha
aspirado aprovechar, y Trump no será la excepción.
No obstante, siempre insisto en que lo más importante a
la hora de plantearse los posibles escenarios futuros de las relaciones entre
Estados Unidos y Cuba es enfocarse en las variables fundamentales que
incidieron en los anuncios del 17 de diciembre de 2014. Si esas variables se
sostienen y consolidan en el tiempo, pienso que la actual administración –al
menos si nos guiamos por razones histórico-lógicas- se sentirá impelida a
mantener los principales avances bilaterales alcanzados durante la
administración Obama, sobre todo aquellos que se acercan más a los intereses de
su agenda política. Hacer otra cosa sería el paso definitivo del smart power al
stupid power. Trump ha hecho gran énfasis en los temas de seguridad, así como
en la necesidad de generar empleos para los estadounidenses, en ambos casos,
mantener la cooperación y las posibilidades de negocios con la Isla, puede
reportarle importantes dividendos.
Dentro de las variables que empujaron las decisiones del
17 de diciembre de 2014, la dinámica de la situación interna cubana continúa
siendo la más importante, la que más impacta en el diseño y la implementación
de la política de los Estados Unidos hacia la Isla. Si Cuba logra mantener la estabilidad
política y avanzar en su estrategia de desarrollo a partir de la actualización
del modelo económico y social, y al propio tiempo, continúa obteniendo
sostenidos y contundentes éxitos en el plano internacional; le será bien
difícil –aunque no imposible- a Trump y su equipo destruir los puentes
establecidos a partir del 17 de diciembre del 2014. Téngase en cuenta, la
existencia de un sector considerable de la élite de poder en los Estados Unidos
con un marcado interés de incidir en el proceso de transformaciones internas
que tiene lugar hoy en la Isla, algo que la política anterior al 17D
imposibilitaba.
La evolución de la situación en América Latina y el
Caribe y la política exterior de Estados Unidos hacia la misma, también resulta
un escenario de grandes implicaciones para las relaciones bilaterales. Sin
duda, los cambios ocurridos en la región de 1999 hasta el 2014, tuvieron un
notorio impacto en el rediseño de la política hacia Cuba, pues Estados Unidos
había ido quedando cada vez más aislado en el hemisferio con su arcaica
política hacia la Isla, en un momento de auge de los movimientos progresistas y
de izquierda. Ese escenario ha sufrido algunas modificaciones ante la
arremetida imperial-oligárquica en la región, pero sigue siendo un terreno en
disputa.
Otras variables como la dinámica interna en los Estados
Unidos, donde juegan un papel importante los sectores empresariales y de
negocios,ii la opinión pública estadounidense, iii los cambios demográficos y
políticos ocurridos en la comunidad de origen cubano en los Estados Unidosiv,
así como un consenso cada vez más significativo dentro de la clase dominante de
ese país que apoya el “nuevo enfoque” de política hacia Cuba, también favorecen
la tendencia de apoyo al “proceso de normalización de las relaciones”.
El entorno internacional caracterizado -entre otros
aspectos- por el desafío que representa para la hegemonía estadounidense el
auge de China y Rusia, incluso en la propia región latinoamericana y caribeña,
también refuerza el argumento de los sectores de poder en Estados Unidos que
abogan por un enfoque diferente en la política de los Estados Unidos hacia la
Mayor de las Antillas.
Entre otros factores a tomar en cuenta proclives a
mantener lo logrado en época de Obama, estarían:
-Las amplísimas áreas de interés común para la
cooperación que se han ido construyendo y cuyos resultados beneficiosos no
pueden ser ignorados, junto al hecho, ya comprobado, de que Cuba realmente
constituye una garantía para los auténticos intereses de seguridad nacional de
los Estados Unidosv, en asuntos
como la lucha contra el terrorismo, el tráfico de personas, la inmigración
ilegal, el tráfico de drogas, el enfrentamiento a catástrofes naturales y el
combate a grandes pandemias y enfermedades infecciosas, por solo mencionar
algunas áreas.
-El incremento sostenido de vínculos entre ambas
sociedades (viajes, intercambios académicos, científicos, culturales y
deportivos) las cuales tienen un gran impacto en el cambio de la imagen Cuba a
lo interno de la sociedad estadounidense y hacen más difícil un regreso a un
contexto de rompimiento como el que caracterizó el período de George W. Bush.
-El surgimiento de un lobby pro normalización, en el que
el nuevo grupo de presión bipartidista Engage Cuba, integrado por importantes
sectores de negocios y organizaciones no gubernamentales, constituye una de las
organizaciones más activas y visibles.
-El cambio paulatino de las posiciones sobre Cuba dentro
del legislativo estadounidense, que tiende a reducir paulatinamente el predominio
prácticamente absoluto que sobre el tema tuvieron los congresistas de la
extrema derecha cubanoamericana durante décadas.
Por lo tanto, tomando en cuenta estos elementos y si
realmente Trump logra terminar su mandato en medio de múltiples contradicciones
sistémicas internas, me aventuro a pensar que antes de tomar una decisión final
de continuar el proceso de normalización o revertir total o parcialmente sus
progresos, su administración mantendrá el status quo alcanzado con Cuba y al
propio tiempo se dedicará a ir generando –mientras las condiciones se lo
permitan- un contexto de presión sobre Cuba con la intención de reducir su
capacidad negociadora de cara al futuro. Esta presión no solo formará parte del
discurso político, sino de acciones concretas que favorezcan los intereses de
los Estados Unidos -en especial en América Latina y el Caribe- en detrimento de
los de Cuba. La desestabilización de los gobiernos progresistas y de izquierda
en la región, teniendo como frente principal a Venezuela, aliada estratégica
fundamental de Cuba en la región y eje articulador de los procesos
integracionistas y de unión en Nuestra América apartados de las lógicas de
dominación de Washington, es parte ya del escenario actual, constituyendo de
hecho un rasgo de continuidad con la política hemisférica de la administración
Obama.
Nuevas oportunidades
Si bien la nueva administración estadounidense representa
en muchos sentidos una amenaza global (aumento de la carrera armamentista y del
arsenal nuclear, agresión abierta y desenfrenada al medio ambiente, discurso y
prácticas ultranacionalistas, antiinmigrantes, racistas, xenófobas, etc.)
también constituye una oportunidad no solo para la resistencia, sino para una
mayor ofensiva anticapitalista a nivel internacional. El llamado “fenómeno
Trump”, es otra muestra palpable de la crisis sistémica del capitalismo, del
agotamiento de un modelo que busca desesperadamente como mantener la
acumulación ampliada del capital. Ello se manifiesta en la agudización las
propias contradicciones inter capitalistas y el auge de tendencias
ultraderechistas en los Estados Unidos y Europa. “América Primero”, ha sido uno
de los slogans favoritos de Trump.
Para Cuba, significa una nueva oportunidad para el avance
y fortalecimiento de los procesos de transformaciones en curso hacia un
socialismo próspero y sustentable, así como para afianzar aún más las alianzas
con los gobiernos, movimientos y fuerzas políticas progresistas y de izquierda
en la región, así como el relanzamiento de los procesos integracionistas y de
unión en América Latina y el Caribe, en especial la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). De la misma forma para fortalecer los
lazos con aquellos actores internacionales que a nivel global desafían la
hegemonía estadounidense.
El retiro de los Estados Unidos del Acuerdo Transpacífico
de Cooperación Económica (TPP), debilita la opción derechista y neoliberal de
los gobiernos latinoamericanos de la costa del pacífico, pone en aprietos el
futuro de la Alianza del Pacífico y ofrece una mayor oportunidad a China para
una mayor presencia e influencia en la región.
La construcción de un muro en la frontera con México, las
posiciones antiinmigrantes, xenófobas y discriminatorias de la nueva
administración estadounidense, generan gran rechazo en la comunidad
internacional en detrimento de la imagen de los Estados Unidos. Todo esto,
contribuye a debilitar aún más la hegemonía hemisférica y global de los Estados
Unidos y coloca a Cuba en una mejor posición en la correlación de fuerzas a la
hora de sentarse a negociar con el nuevo gobierno estadounidense.
Igualmente, las políticas anunciadas por la
administración Trump que atentan contra el medio ambiente y contribuyen a
acelerar los procesos asociados con el cambio climático, favorecen una mayor
articulación y unión entre los Estados Insulares del Caribe, los cuales
resultan los más amenazados de la región.
Quisiera terminar citando a Julian Assange, fundador del
sitio web Wikileaks, quien en una amplia entrevista que ofreciera a Página 12,
daba su opinión sobre las nuevas oportunidades que se abrían para la
resistencia y la lucha antisistema a nivel global con Trump en la Casa Blanca:
“Bajo la conducción de un hombre negro educado y
cosmopolita como Barack Obama el gobierno de Estados Unidos no se parecía a lo
que era. Bajo Barack Obama se deportaron más inmigrantes que en cualquier otro
gobierno y se pasaron de dos guerras a ocho. Supongamos que Argentina tiene un
conflicto con el gobierno de Trump por su apoyo a Gran Bretaña en el caso de
las Malvinas. ¿Es más fácil o más difícil para Argentina conseguir apoyo en la
comunidad internacional que cuando era presidente Obama? Es más fácil con
Trump. ¿Y a nivel doméstico en Estados Unidos? Claro que será más fácil protestar
contra las políticas de Trump. De hecho las protestas ya empezaron. Los
demócratas, cuando están en la oposición pueden convertirse en una fuerza que
restringe y controla al gobierno. Pero cuando llegan a la presidencia y al
gabinete se funden con las instituciones. El gobierno de Obama era un lobo con
piel de oveja. El gobierno de Trump es un lobo con piel de lobo. Es más fácil
tratar con un lobo que no se disfraza”.vi
(Intervención realizada en el Taller celebrado en la sede
de Movimiento Cubano por la Paz en La Habana, el día 29 de marzo de 2017)
Notas:
i Esta lectura no representa un desconocimiento de los
retos que para Cuba también trae aparejado el nuevo enfoque de política
implementado por la administración Obama, pero siempre será el escenario más
deseado, pues al menos ambos pueblos y gobiernos, aunque disten en cuanto a la
meta del proceso de normalización, interactúan, cooperan y se benefician.
ii En ese sentido se destaca la Cámara de Comercio de los Estados Unidos, la creación del Consejo de Negocios Estados Unidos-Cuba, el grupo de presión Engage Cuba y su New Cuba PAC, así como diversas asociaciones del sector agroindustrial, que fundaron la Coalición de Agricultores de EE.UU. por Cuba. También sobresalen por su interés en el mercado cubano determinadas industrias como: turismo, viajes, telecomunicaciones, farmacéutica, biotecnología, energía y conocimientos.
iii La mayoría de las encuestas realizadas reflejan un promedio superior al 60 por ciento de apoyo a la normalización de las relaciones entre ambos países.
iv En este cambio que a nivel de tendencia favorece el estrechamiento de los vínculos entre ambos países, ha sido muy importante el papel de los nuevos emigrados y las nuevas generaciones de cubanoamericanos. También los grupos dentro de la llamada “derecha moderada” alineado con la política de Obama y con fuertes conexiones con instituciones del establishment, en el que se destaca la agrupación Cuban Study Group, liderada por el empresario Carlos Saladrigas. Además sobresale la organización Cuba Now, surgida a partir de Cuba Study Group, vinculada también a Engage Cuba. En estas organizaciones es notorio el papel de los empresarios cubanoamericanos.
v Cuando el gobierno de los Estados Unidos hace uso en su retórica oficial del término “seguridad nacional” en realidad se está refiriendo a la seguridad imperial de la clase dominante en los Estados Unidos, que nada tiene que ver con los auténticos intereses de seguridad que puede tener una nación.
vi “Trump es un lobo con piel de lobo”. Entrevista a Julian Assange, fundador y director del sitio de filtraciones WikiLeaks. Véase en: https://www.pagina12.com.ar/ 18251-trump-es-un-lobo-con- piel-de-lobo
ii En ese sentido se destaca la Cámara de Comercio de los Estados Unidos, la creación del Consejo de Negocios Estados Unidos-Cuba, el grupo de presión Engage Cuba y su New Cuba PAC, así como diversas asociaciones del sector agroindustrial, que fundaron la Coalición de Agricultores de EE.UU. por Cuba. También sobresalen por su interés en el mercado cubano determinadas industrias como: turismo, viajes, telecomunicaciones, farmacéutica, biotecnología, energía y conocimientos.
iii La mayoría de las encuestas realizadas reflejan un promedio superior al 60 por ciento de apoyo a la normalización de las relaciones entre ambos países.
iv En este cambio que a nivel de tendencia favorece el estrechamiento de los vínculos entre ambos países, ha sido muy importante el papel de los nuevos emigrados y las nuevas generaciones de cubanoamericanos. También los grupos dentro de la llamada “derecha moderada” alineado con la política de Obama y con fuertes conexiones con instituciones del establishment, en el que se destaca la agrupación Cuban Study Group, liderada por el empresario Carlos Saladrigas. Además sobresale la organización Cuba Now, surgida a partir de Cuba Study Group, vinculada también a Engage Cuba. En estas organizaciones es notorio el papel de los empresarios cubanoamericanos.
v Cuando el gobierno de los Estados Unidos hace uso en su retórica oficial del término “seguridad nacional” en realidad se está refiriendo a la seguridad imperial de la clase dominante en los Estados Unidos, que nada tiene que ver con los auténticos intereses de seguridad que puede tener una nación.
vi “Trump es un lobo con piel de lobo”. Entrevista a Julian Assange, fundador y director del sitio de filtraciones WikiLeaks. Véase en: https://www.pagina12.com.ar/
(Cuba Por Siempre)
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