Por Hedelberto López Blanch
Rebelión
El panorama de Afganistán no puede ser más desastroso después de
cumplirse el pasado octubre, 10 años de la invasión y ocupación de su
territorio por fuerzas estadounidenses y de la OTAN bajo el pretexto de
que Osama Bin Laden y la organización Al Qaeda eran los responsables del
atentado contra las torres gemelas ocurrido el 11 de septiembre de
2001.
En la continuación de esa agresiva política y con el
propósito manifiesto de apoderarse del control geopolítico del Asia
Central, del Medio Oriente y de los ricos yacimientos petrolíferos de
Irak, en 2003 bombardearon y ocuparon esa nación árabe y ahora, en 2011,
lo hicieron en Libia.
La inmensa mayoría de la población
afgana vive en la más profunda pobreza, la hambruna resulta crónica en
una vida catalogada por muchos inhumana y bajo la presión de las tropas
ocupantes.
La permanencia de las tropas norteamericanas en
Afganistán, les ha costado a los contribuyentes estadounidenses
alrededor de 1,25 billones de dólares. Miles de soldados de la OTAN
(incluyendo a estadounidenses) han perecido o resultaron heridos de
gravedad en los constantes combates y atentados.
Pero el que
más ha sufrido es el pueblo afgano. De sus 30 millones de habitantes, 10
millones están desocupados; el 85 % son analfabetos; la carencia de
agua potable y alcantarillado es casi total en el amplio territorio; el
55 % de los niños padecen malnutrición y a diario mueren 600 infantes
por enfermedades evitables.
Aunque no hay cifras exactas, se
estima que más de 100 000 civiles han muerto por la metralla de la OTAN.
El informe Tendencias Globales 2010 de la Asociación de Naciones Unidas
para los Refugiados (ACNUR) señaló que "tres de cada diez refugiados en
el mundo son de Afganistán, con el 96 % de ellos ubicados en Pakistán y
la República Islámica de Irán".
Las promesas de reconstruir el país después de la invasión han quedado solo en los discursos de sus ocupantes. Un pequeño hospital que se levantó en Kabul se encuentra sin techo, con las cañerías de agua tupidas y atención asistencial ínfima.
Las promesas de reconstruir el país después de la invasión han quedado solo en los discursos de sus ocupantes. Un pequeño hospital que se levantó en Kabul se encuentra sin techo, con las cañerías de agua tupidas y atención asistencial ínfima.
Sin embargo, el dinero sigue fluyendo para tratar de mantener la
presencia extranjera y una gran parte se gasta en los miles de empleados
occidentales (tanto militares, civiles y contratistas-mercenarios)
cuyos sueldos son 200 veces superiores a los de cualquier trabajador
nacional.
La otra millonada esta dirigida a la militarización
del Estado para tratar de mantener el control del país cuando Estados
Unidos y la OTAN disminuyan sus tropas. El Washington Post informó que
"la coalición liderada por Estados Unidos ya entregó en 2010, 22 000
vehículos, entre ellos 514 nuevos todoterrenos, carros blindados, 44
aviones y helicópteros, 40 000 armas y decenas de miles de radios y
otras piezas de equipos de comunicaciones" a un costo de 2 700 millones
de dólares.
Las plantaciones de amapolas, para producir opio se
han extendido por el territorio. El 25 % del PIB –unos 2 500 millones
de dólares- del gobierno precedido por Hamid Karzai, corresponde a la
producción de droga. El narco estado afgano (numerosos informes destacan
el control y la participación de la Agencia Central de Inteligencia
(CIA) en el negocio) abasteció en 2009, el 92 % el opio y la heroína al
mundo -– el 85 % al mercado europeo y 35 % del estadounidense.
El gobierno norteamericano, por encima de estos gastos, vicisitudes,
bajas mortales y problemas internacionales que se le han creado por esas
invasiones, mira con garras de Águila las perspectivas geopolíticas y
económicas millonarias que a la larga puede obtener en el país asiático.
En cuanto a la geopolítica, si logra pacificar el país, podría
romper el control que Rusia mantiene sobre el transporte petrolero;
debilitar a ese país en la región y disminuir la influencia que ostenta
sobre Asia Central; impedir la reunificación euroasiática bajo Moscú.
Asimismo, limitar la influencia económica, política y cultural de Irán y
China en la zona; rodear militarmente a Irán y establecer bases
cercanas a la frontera con China.
En el orden económico, un
reciente informe del Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS) sobre
la prospección desarrollada en los dos últimos años en 24 zonas afganas,
resulta impresionante.
El diario The New York Times y la
televisión Rusia Today, al citar fuentes de USGS, indicaron que el
yacimiento de Zarkashan, en la provincia de Gazni, contiene cobre y oro
por valor de 30 000 millones de dólares, además de los depósitos de
zinc, aluminio, azufre y wolframio.
El de la zona fronteriza
entre las provincias de Kandahar y Zābul podría contener 28 469 200
kilos de cobre, 724 010 de molibdeno, 9 067 de plata y 682 de oro. En la
frontera entre las provincias de Zābul y Baghlan se detectó la
presencia de aluminio (4 535 000 kilos), y el situado entre las
provincias de Kandahar y Lawgar tiene 16 880 000 kilos de cobre y 600
000 de cobalto.
El encontrado en Bamyan, provincia de Baglán,
poseen 226 000 millones de kilos de hierro. En el de Badajshán, frontera
afgana con Tayikistán, existe abundante presencia de lazurita,
wolframio, oro, aluminio, zinc, hierro y azufre.
Los
especialistas estiman que el país posee más de 130 000 millones de kilos
de mármol, además de la presencia de tierras raras, niobio, uranio y
torio, en primer lugar.
Según las fuentes citadas, esto es solo una pequeña porción de los descubrimientos geológicos obtenidos.
Ahora el problema principal es cómo controlar a las diversas étnias
afganas, que cuentan con un tradicional y amplio expediente de lucha
contra los invasores, para al final intentar adueñarse de las riquezas
minerales de Afganistán.