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jueves, 22 de marzo de 2012

De Libia a Siria: ¿cambio de paradigma o paradigma de cambio?


Por María Elena Álvarez Acosta   
Doctora y Profesora Titular
Cuba.

Con la caída del campo socialista en el este de Europa y la desintegración de la URSS, se inauguró una etapa en las relaciones internacionales que posibilitó el inicio del  cambio de paradigma político, militar y geo estratégico de los vencederos. EEUU recurrió a invasiones militares contra las “amenazas”: Panamá, el Golfo, Kosovo, Afganistán, Irak y Libia.

Para agredir a un país, únicamente ha hecho falta imaginar que ese país es una amenaza para los intereses de las grandes transnacionales y los poderes del momento. Esto se ha revertido en: 1) el derecho a agredir a cualquier nación esgrimiendo el carácter preventivo, 2) la política de guerra sin cuartel; que desconoce la proporcionalidad y la limitación de las acciones y 3) la práctica de racionalidades absolutamente desequilibradas.

La guerra fue imponiendo nuevas tácticas, participantes e instrumentos. Muchas pueden ser  las “nuevas” maneras y modos. Sin embargo, por los propósitos de este trabajo, merecen mencionarse: una mayor participación de los aliados, en este caso de la OTAN, y de los organismos e instituciones regionales, donde ha sobresalido la Liga Árabe, en el Medio Oriente. Los movimientos populares denominados Primavera Árabe han resultado un desafío para la política estadounidense, pero también han tratado de aprovechar las “oportunidades” para consolidar su paradigma.

En la práctica, los organismos internacionales se han manipulado y han “legitimado” las intervenciones. Desmontar el sistema establecido por el Derecho Internacional ha sido un objetivo -y práctica- en las guerras actuales. Las razones que se esgrimen y se demuestran pueden ir desde la lucha contra el terrorismo, hasta la lucha por los derechos humanos o la democracia, sin tener en cuenta las condiciones reales y los costos de las acciones.

La oligarquía dominante ha superado efectivamente la jurisdicción y la autoridad de la institucionalidad legalmente constituida.  En la práctica, la OTAN y los  Estados Unidos han ocupado las funciones que le correspondería  al Derecho Internacional Público y sus instituciones.La utilización de los organismos de Naciones Unidas, incluyendo el Consejo de Seguridad, “legitiman” las intervenciones. En el caso de Libia, se aprobó una Resolución que fue citada continuamente, pero en la práctica se violó todo el tiempo. Por demás, la organización regional, léase la Liga Árabe, fue la solicitante más ferviente.

Libia: ¿cambio de paradigma?

Con la agresión a Libia parecía se afianzaba el éxito del nuevo paradigma: montaje de la situación, apoyo y petición de la Liga Árabe de intervención, aprobación de Resolución en el Consejo de Seguridad, la suplantación de las funciones de la ONU por la OTAN, apoyo a los rebeldes, que las propias potencias habían conformado,  y a un gobierno de transición, establecimiento de un Gobierno Provisional y finalmente, el asesinato de Kaddafi. El guión había sido impecable. Pero en el “juego”, las potencias habían hecho trampas.

La visión imperial y la práctica fueron completadas exitosamente: Operación internacional que reconoce su liderazgo, EEUU como pilar de la seguridad mundial y defensor de la libertad humana, por todos los medios, parece que el predilecto es la guerra.

La guerra en Libia confirmaba un formato que se venía implementando, con variaciones “perfeccionadas” desde los años 90s, lo más peligroso era que, aún no se había estabilizado el país y ya retumbaban los truenos de la ira imperial contra Siria, era el sabor del éxito, a lo que se unía el aumento del nivel del conflicto con Irán.

Siria y algo más

La primavera árabe se ha manifestado como un movimiento  sin precedentes en la región, sobre todo por su cuantía, persistencia y composición. EEUU y sus aliados han utilizado un tratamiento diferenciado, que les ha permitido, utilizar la zanahoria y el garrote. En la práctica, desgraciadamente, ha predominado el último.

La guerra contra Libia marcó, como analizábamos anteriormente, una línea de continuidad  en el accionar del imperio, que se ha ido perfeccionando.

En Siria se ha tratado de seguir la misma receta que en Libia: primero, desacreditar el régimen; segundo, movilizar y apoyar a sectores  internos contra el gobierno (si no son suficientes, crearlos y-o introducir mercenarios); tercero, apoyar a la diáspora. Además, manipular los medios masivos de comunicación y convocar el apoyo internacional, (y a nivel regional, la Liga Árabe).

En Libia, después de todo este accionar, se logró la  aprobación –cobertura- de las Naciones Unidas. Después, se desarrolló la operación militar.

La misma receta ha tratado de aplicarse a Siria. Sin embargo no han podido avanzar ni remotamente al mismo ritmo que en Libia, a pesar de contar con el apoyo reiterado de la Liga Árabe y de la entrada de mercenarios a través de las fronteras del país, obviando el apoyo de la población al gobierno y las reformas que este ha comenzado a implementar.

¿Qué no han conseguido? La  aprobación –cobertura- de las Naciones Unidas, para después, desarrollar la operación militar.

Paradigma de cambio

Cuáles han sido los aspectos que no le han permitido a EEUU la aplicación de un paradigma intervencionista que parecía consolidado, tras la guerra contra Libia, o por lo menos lo ha retardado, pues no ha renunciado a él. Pueden ser muchos los factores, pero destaca la postura de Rusia, a la que se unió China. En  varias declaraciones, tanto del Ministro de Relaciones Exteriores, como del Presidente y el nuevo candidato a la Presidencia de  Rusia han declarado que no están de acuerdo en permitir que se aplique la fórmula Libia a Siria.

Con independencia de los intereses geopolíticos y de seguridad nacional que tengan Rusia (y también) China, las implicaciones de su postura, que culminó con el veto de ambos, respectivamente, en dos ocasiones, a la propuestas de Resolución presentada por EE.UU ante el Consejo de Seguridad contra Siria, todo parece indicar que nace un paradigma de cambio. A ello hay que sumar, las diferencias de matices de las posiciones de Rusia y China en cuanto al conflicto EEUU-Irán. Si Siria cayera, Irán “estaría solo”. No se pueden desvincular ambos casos, aunque presenten connotaciones diferentes.

En septiembre de 2010, en un artículo publicado en esta misma página, señalé que Estados Unidos siempre tendrá un pretexto o excusa para enfrentarse a Irán, no precisamente porque considere que el país persa pueda construir el arma nuclear, sino por tres simples razones, pero también tres razones muy significativas para los intereses de EEUU: Irán ocupa un espacio de vital importancia en las relaciones de poder a nivel regional y mundial, que pasa por los factores geopolítico y energético, donde aparecen evidentes contrapartes que pudieran constituirse en dos eventuales bloques: EEUU y la Unión Europea frente a Rusia y China; el que controle al país persa domina  la región de mayor tráfico petrolero en el Mundo (Mar Negro, Mar Caspio y Golfo Pérsico), además, ese país es esencial para los poderes del momento, pues proyecta una política contestataria (antiimperialista).

Las razones estadounidenses se mantienen invariables con respecto a Irán, mientras ha aprovechado el contexto de la Primavera Árabe para, eventualmente, imponer un gobierno títere en Siria. 

¿Cambio de paradigma o paradigma de cambio?

Mientras en Siria, por una parte, continúan las manifestaciones de apoyo al gobierno y, por otra, las acciones desestabilizadoras; Rusia apuesta por el diálogo, mientras la Liga Árabe y los países occidentales mantienen, o más bien, vociferan, su postura de intervención.

Paralelamente,  EEUU y sus aliados continúan planteando que implementarán las sanciones contra Irán y aumentan su presencia militar en el Golfo Pérsico,  por demás, el área está rodeada de bases militares estadounidenses, mientras Irán mantiene maniobras en el Golfo Pérsico.

La situación actual parece definitoria y su impacto en las relaciones internacionales trascendentales. EEUU no puede ceder, es el líder del mundo occidental, ceder implica retroceder; Rusia, tampoco puede ceder, pues implicaría una inmensa pérdida de credibilidad.  ¿Logrará EEUU consolidar su paradigma, o es el inicio de un cambio?

Publicado en Cubadebate