jueves, 23 de febrero de 2012

De la condena de los crímenes de Auschwitz a la impunidad en Abu Ghraib

Por Yissel González García
 
La historia de la existencia del hombre ha estado matizada por la masacre a su propia especie. Se han observado con preocupación, a lo largo del siglo XX y lo que ha transcurrido del XXI, las atrocidades que han convertido, al ser humano, en víctima y victimario de sus ambiciones. Los intereses de dominación y poder han conducido a las sociedades por el camino del crimen y la violencia. 

Los campos de concentración y los centros de detención y tortura forman parte de los capítulos más oscuros de la historia. Lo allí ocurrido no tiene rango de entendimiento o comparación.

Con el fin de la II Guerra Mundial se elaboraron instrumentos jurídicos internacionales para proscribir los crímenes cometidos. Fue creada, entonces, la Organización de Naciones Unidas (ONU) como institución internacional “garante” de la paz y la seguridad.

Sin embargo, el mundo es cada vez más violento bajo la égida de intereses de dominación capitalista y control económico. Los Estados Unidos y sus aliados occidentales constituyen hoy, la principal amenaza a la estabilidad mundial. El fin de la Guerra Fría y la caída del campo socialista dejaron vía libre a la creación de un mundo unipolar y hegemónico. 

Las ambiciones de poder y los intereses de clases condujeron a Hitler a Auschwitz, al exterminio y a la masacre. Hoy una simple analogía nos conduce a Abu Ghraib, donde otro actor, EEUU, recurre a similares tácticas para instaurar su dominio. Tanto Auschwitz como Abu Ghraib han llevado la crueldad humana al punto más alto.
 

El campo de concentración de Auswitch

Tras la llegada al poder del nazismo alemán se implementó una estrategia nacional de subordinación y manipulación de la sociedad. Lo más terrible del período hitleriano fue la creación de los campos de concentración los cuales se convirtieron en el instrumento básico del Estado y en un medio para garantizar la sumisión del enemigo.

La crisis alemana, posterior a la I Guerra Mundial, no fue mostrada como la consecuencia directa de la imposición de los Tratados de Versalles, el asfixiamiento económico y militar por parte de las potencias vencedoras ni la influencia de la Revolución de Octubre. Se identificó entonces, como causa irrefutable de la crisis, la existencia de “parásitos” judíos como una plaga en la sociedad y en el mundo. En el libro “Mi lucha”, Adolfo Hitler recogió esta esencia:

El judío destruye (…) los fundamentos de la economía nacional, sirviéndose de la organización sindicalista, que podría ser bienhechora para la nación.

Políticamente el judío acaba por sustituir la idea de la democracia por la de la dictadura del proletariado. El ejemplo más terrible en ese orden, lo ofrece Rusia, donde el judío, con un salvajismo realmente fanático, hizo perecer de hambre o bajo torturas feroces a treinta millones de personas, con el solo fin de asegurar de este modo a una caterva de judíos, literatos y bandidos de bolsa, la hegemonía sobre todo un pueblo.

Ciertamente, para Hitler, el judío constituía el usurpador de la riqueza nacional y el principal obstáculo para el desarrollo del país. Se hacía urgente la toma de decisiones bajo la idea filosófica-política “el fin justifica los medios”. Se inició, como política estatal, un proceso de limpieza étnica denominado “Solución Final” donde la raza aria era considerada como superior. El intrínseco nacionalismo alemán y los mecanismos de sumisión y subordinación a las ideas del Fürer llevaron a la Alemania nazi a cometer uno de los mayores delitos contra la humanidad: la creación de los campos de concentración.

El mayor campo de concentración, y posteriormente campo de exterminio, creado por el régimen nazi, fue Auswitch. Este se convirtió en símbolo del sistema antisemita  y racista alemán.

Podemos identificar entre los objetivos de su creación marcados intereses económicos, políticos y sociales.

Económicos
Políticos
Sociales
Garantizar mano de obra forzada a las principales empresas alemanas (petrolera IG Farben, construcción)
Garantizar la producción de armamentos y suministro bélico
Afianzar el poderío nazi desmembrando los partidos y la influencia política judía que era de gran peso en la sociedad alemana
Eliminación de un grupo socio-religioso de gran peso en la sociedad alemana, de gran influencia económica y política

La existencia de estos campos constituyó una cláusula oculta para la opinión pública internacional. Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial salieron a la luz las dimensiones del asesinato y genocidio cometido en Auschwitz. Los datos revelados demostraron la existencia de un programa de exterminio de diferentes grupos raciales, sociales y políticos.

 Juicio de Núremberg: justicia a los responsables


 Los actos de salvajismo del sistema nazi estimularon un cuestionamiento generalizado de los valores que sustentaban la “civilización” europea. La imagen de la afamada democracia occidental y sus patrones de comportamiento quedaron dañados por lo sucedido en los campos de concentración de Hitler. La opinión pública y el movimiento internacional condujeron a la creación de un tribunal ad-hoc para impartir justicia a los responsables de los crímenes. Los Juicios de Núremberg fueron un conjunto de procesos jurisdiccionales emprendidos por iniciativa de las naciones aliadas y vencedoras de la contienda bélica. En Núremberg fueron juzgados los principales responsables de los crímenes cometidos en nombre del III Reich.

Abu Ghraib


Lo sucesos del 11 de septiembre de 2001 marcaron un punto de inflexión en la historia expansionista y de dominación de los EEUU. Se elaboró una nueva estrategia de política exterior, comenzó a esgrimirse la bandera de la lucha contra el terrorismo para justificar intereses hegemónicos. Se dibujó al “Eje del Mal” como financiadores del terrorismo y poseedores de armas nucleares y con ello, el siguiente destino militar de la coalición occidental bajo la Doctrina de la Guerra Preventiva.

La guerra de Irak, iniciada en el 2003, tuvo como telón de fondo el marcado interés de penetración y control económico de los EEUU. La ubicación geoestratégica de la zona, el gran valor energético y la necesidad de controlar la zona del Medio Oriente constituyeron móviles esenciales para el despliegue de todo el aparato militar ofensivo estadounidense. Se trató de un proceso colonizador en pleno siglo XXI a base de eliminar la historia nacional y controlar los recursos naturales.

“No es el enemigo quien rodea vuestra nación; el enemigo es el que lo gobierna. La ocupación militar estadounidense de Irak será el día de vuestra liberación”

Además de la aniquilación cultural, del estado permanente de guerra y del monopolio comercial, la represión de Estados Unidos sobre el pueblo iraquí fue mucho más lejos. Abu Ghraib marcó el momento en el que la invasión pasó de ser una mera guerra de intereses a convertirse en un crimen. El ejército estadounidense impuso la tortura como método habitual y llevó el terrorismo de estado a un punto de no retroceso.

Abu Ghraib no fue diseñada como un sistema de encarcelamiento para criminales comunes sino como una operación de retención con el propósito de obtener información sensible. Cuando el único propósito es romper las voluntades y extraer información esto es, por naturaleza, un sistema de tortura.

En abril de 2004, la publicación en el Washington Post de diversas fotografías de soldados norteamericanos torturando a reclusos en la prisión de Abu Ghraib dio la vuelta al mundo y movilizó la opinión pública internacional. Los altos mandos norteamericanos5, como principales responsables, rechazaron las acusaciones por tortura y violación del derecho internacional.

El 9 de marzo de 2006, las autoridades militares estadounidenses decidieron el cierre de la prisión de Abu Ghraib y el traslado de los detenidos a otros centros penitenciarios de Iraq. Hoy, Abu Ghraib se encuentra en manos de las autoridades iraquíes y se espera sea convertido en un museo del “papel salvador de los EEUU en Irak”. Sin embargo, las huellas imborrables de lo que allí sucedió quedarán para la memoria de la humanidad. En Abu Ghraib la opinión pública fue manipulada. El autodenominado paradigma de la democracia y la libertad ha mostrado al mundo entero sus más despiadadas técnicas de tortura. Ello fue una clara muestra de la total pérdida de valores éticos y morales. La imagen de la civilización occidental ha quedado sepultada bajo los cadáveres de las masacres norteamericanas alrededor del planeta.

El establecimiento del centro de detención y tortura de prisioneros de guerra en la Base Naval de Guantánamo tuvo reflejo en Abu Ghraib. La administración Bush inició el camino de la construcción de un sistema de detención militar a escala mundial, localizado deliberadamente en bases fuera del territorio norteamericano y resguardado del escrutinio civil y de la revisión judicial. Una cultura quebrada en su más profunda estructura es lo que Auschwitz ha dejado como herencia y Abu Ghraib ha venido a reforzar. Se han sacrificado los valores de la humanidad para justificar fines políticos y económicos. 

En Abu Ghraib, el ser humano dejó de ser sujeto para transformarse en objeto de las prácticas sádicas y terroristas de los EEUU. En las paredes de ese centro de detención se legaron, a las generaciones posteriores, una amalgama de evidencias de que el genocidio, la tortura y el terrorismo son los mecanismos y las estrategias de las potencias occidentales para imponer su dominio. 


“Se habla de amenaza de recaída en la barbarie.
Pero ésta ya no amenaza, sino que Auschwitz fue la recaída; la barbarie persiste mientras las condiciones que hicieron posible dicha recaída sigan existiendo”
(Theodor W. Adorno, 1966) 

La barbarie coexiste con la civilización. Auschwitz señaló un extremo en la cadena social de la barbarie, que sin embargo no se vio interrumpida con el fin del fascismo.

El mundo imaginó que, luego de la derrota de la Alemania hitleriana y la implementación del Tribunal Militar, se conocería por fin la justicia plena. Los vencedores juzgaron a los vencidos, los crímenes del eje fascista no quedaron impunes. Sin embargo, pocos días después el lanzamiento de las bombas nucleares en Hiroshima y Nagasaki demostraba que la justicia plena era una utopía. Los Estados Unidos estaban dispuestos a mostrar al mundo y al bloque comunista que eran superiores en armamento y tecnología. Una vez más se recurrió al exterminio de población civil como consecuencia de un agresivo y despiadado choque de intereses. Esta vez no hubo justicia a los responsables. Para 1945, ya los Estados Unidos manejaba el sistema internacional a cuenta de garantizar su impunidad. La historia, no se detuvo ahí. Habrá que rememorar seis décadas atrás y la ilegalidad y violencia de los crímenes norteamericanos quedarán entredicho: la guerra de Corea, el ataque a Playa Girón, la guerra de Vietnam, el conflicto yugoslavo, la guerra en Afganistán y la guerra en Irak.

El paralelismo de dos épocas históricas, con más de 60 años de distancia, nos lleven a un retroceso  inmoral: de la condena de los crímenes de Auschwitz a la impunidad en Abu Ghraib.

Las condiciones que hicieron posible el Holocausto aún subsisten. Las causas subjetivas y objetivas que provocaron la masacre de millones de personas siguen vigentes, y señalan su repetitividad. Los intereses de dominación y expansión económica impuestos por el capitalismo, la necesidad de mano de obra barata, la imposición de una ideología o sistema sobre otro, la ambición del control hegemónico del mundo, la intolerancia religiosa y el nacionalismo radical son las variables causales comunes entre el holocausto nazi y las guerra imperialistas de la coalición occidental.

Con el fin de la guerra en Irak y la retirada de las tropas estadounidenses, aparentemente, la derrota era clara. Sin embargo, la realidad se remite a la esencia de la situación. Los Estados Unidos fue el neto vencedor de la guerra en Irak. Los objetivos propuestos fueron cumplidos: obtuvieron el control de los recursos naturales, instauraron un gobierno pro-norteamericano, establecieron bases militares y se afianzó la intervención económica y política en una zona de esencial valor geoestratégico. Sin embargo, la contraparte recibió un país devastado y desmoralizado y una población víctima del terror y la violencia.

Estados Unidos ha actuado, en el escenario internacional, con absoluta impunidad. En el Tribunal para la ex- Yugoslavia, tras la inestabilidad mundial, se impartió justicia a los perdedores. Paradójicamente no fueron mencionados los bombardeos de la OTAN ni la injerencia occidental en el conflicto.

Tras la masacre tutsi en Ruanda una vez más el CSONU creó un Tribunal Internacional para Ruanda en virtud del capítulo VII de la Carta de la ONU bajo acusaciones de genocidio y otras violaciones del derecho internacional. Ni en Vietnam, ni en la Base Naval de Guantánamo, ni en Afganistán, ni en Abu Ghraib hubo un pronunciamiento de la ONU y su Consejo de Seguridad para juzgar los crímenes cometidos ni las violaciones a los derechos humanos. Israel ha violado fronteras y amenaza con exterminar la población palestina, los Estados Unidos instaura gobiernos títeres en Egipto, incita la guerra civil en Libia y contrata mercenarios para asesinar y torturar a su líder, en Siria se promueven los disturbios y a Irán se le amenaza con un ataque nuclear. Estos sucesos de violación a la paz internacional no han tenido una condena en las Naciones Unidas porque, sencillamente, el control del mundo está en manos de los poderosos. 

 Conclusiones

Las semejanzas y diferencias son evidentes. Auschwitz y Abu Ghraib son iguales crímenes en épocas discordantes, la impartición de justicia fue diferente. En Auschwitz hubo un Núremberg, en Abu Ghraib ha perdurado el silencio. Los vencedores son los mismos del Holocausto disfrazados de democracia y los juzgados han sido los vencidos. La impunidad de los crímenes de EEUU se repite como una constante mundial. En Núremberg se intentó poner coto a la anarquía y crear un sistema de garantías a la perdurabilidad de la especie. EEUU en Abu Ghraib ha demostrado que la historia la escriben los vencedores. Las atrocidades allí cometidas son comparables a las de los campos nazis de concentración donde el terror y la violencia se impusieron como una constante. La identificación de un culpable ha constituido una permanente estrategia de manipulación. En Auschwitz se definió a los judíos como causa de la crisis alemana, en Abu Ghraib se fue tras la lucha contra el terrorismo. Ello justificó las matanzas y el exterminio. El manejo de la opinión pública y las campañas mediáticas han sido el instrumento de las políticas expansionistas, injerencistas y hegemónicas de los poderosos. En ambos momentos, a pesar de la distancia histórica, los objetivos fueron claros: el interés desmedido por el poderío económico y el control mundial. Auschwitz y Abu Ghraib demostraron que las relaciones internacionales giran en torno a un eje de poder, en el cual los vencedores imponen sus reglas a los vencidos y que el respeto a los derechos humanos depende de cuál sea el estado promotor del delito. 

La diferencia es única pero es clara. La opinión pública en Auschwitz se hizo eco en Núremberg donde fueron juzgados los principales responsables. En Abu Ghraib fue silenciada la justicia. El peso de los crímenes cometidos en Abu Ghraib ha recaído en las manos menos culpables, los autores de la masacre aún quedan impunes. En Núremberg se juzgó a los perdedores y se les acusó de violadores de los derechos humanos, en Abu Ghraib “no hubo violación alguna que mereciera ser juzgada”. Mientras EEUU garantice la victoria, el mundo no será capaz de garantizar la justicia.

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