Por Ricardo Osvaldo Rufino
El doctor Carlos Escudé,
analista argentino (investigador del CONICET y creador de la teoría del
realismo periférico en el campo teórico de las relaciones
internacionales), es uno de los más lúcidos especialistas en ese
terreno.
Concedió un reportaje al diario Miradas al Sur
de Buenos Aires, en el que desgrana una serie de conceptos que no
tienen desperdicio y que nos pueden ayudar a entender por qué pasa lo
que está pasando en el mundo.
Cuando
el periodista le pregunta qué segmento recorre la actual crisis que
padecen Europa y Estados Unidos, si es el político, el económico o el
cultural y si es un tembladeral pasajero o una crisis imposible de
remontar, Carlos Escudé opina lo siguiente: “A
ver, el mundo está atravesando una transición hegemónica porque la
superpotencia política, Estados Unidos, está siendo desplazada
económicamente por una superpotencia emergente, que es la China. Que en
pocos años va a ser la primera potencia planetaria. Además, la
declinación norteamericana no tiene visos de detenerse, no se ve dónde
está el final del tobogán. Igualmente, en ese proceso hay ciertas
contradicciones porque, por un lado, dicho desplazamiento en términos
económicos está claro pero, paralelamente, en el mundo hay una
unipolaridad en el plano militar. Sucede que Estados Unidos tiene a lo
largo y a lo ancho del mundo unas 900 bases en territorio extranjero,
donde esos enclaves militares ocupan más de 300.000 hectáreas. Y no hay
ninguna potencia que ni remotamente pueda igualar esa cifra o acercarse
a esa musculatura castrense. Entonces, esa unipolaridad militar es
total, pero a su vez es una unipolaridad de una potencia decadente que
está cediendo espacios en forma acelerada”.
A
continuación, el cronista lo interroga sobre las causas de fondo de la
severa crisis que experimenta en el presente el continente europeo,
específicamente la Unión Europea, y Escudé afirma esto: “El
Viejo Continente asiste a crisis superpuestas. Primero, tiene el crac
del euro. Y esa moneda es una institución contranatural y tiene que
colapsar, y va a colapsar. ¿Por qué? El euro ha pretendido ser la
moneda única común y está administrada por el Banco Central Europeo.
Eso estaría muy bien si la eurozona fuera un Estado unificado con un
solo electorado. Porque para que pueda en el largo plazo tener vigencia
una moneda común se necesita un Ministerio de Finanzas consensuado que
emerja de los procesos políticos y electorales compartidos. Y eso no
sucede en Europa, donde cada país o pieza del puzzle tiene comicios
diferentes y lecturas divergentes del proceso regional. Y esa
contradicción es un diálogo de sordos. Por otro lado, Europa posee una
crisis cultural de envergadura debido al fuerte e incontenible proceso
migratorio, muchas veces alentado por las empresas para abaratar la
mano de obra. Hay datos contundentes de los demógrafos: en el año 2020,
la mayor parte de la población de Holanda será musulmana. Y lo mismo
ocurrirá en Francia hacia el año 2050. Europa se va a ir islamizando y
eso va a modificar su democracia occidental”.
Impresionante. Contundente. Precisamente, he escrito el año pasado en “Caminando Online” un artículo sobre la continúa emigración de población musulmana hacia Europa, y ahora Carlos Escudé
confirma que este proceso es irreversible, y lo más trascendente, que
modificará abruptamente el contexto cultural y hasta político del Viejo
Continente.
Claro,
el que esté interesado en este tema y se ocupe de investigar sobre el
mismo en Internet se encontrará con gran cantidad de videos que alertan
sobre esta llamada “invasión”.
Pero
cuidado, la derecha europea aprovecha el recelo que produce la llegada
de ciertos extranjeros para volcar todo su ánimo xenófobo y racista, y
así alentar la presencia de “demonios” donde no los hay.
En
mi nota yo expresaba que, a mi criterio, la llegada de árabes
musulmanes a Europa no es parte de un plan perfectamente diagramado
(como aseveran algunos), sino que es apenas el emergente de una
situación de desocupación y pobreza que experimentan numerosas naciones
de África y Asia (por caso, se pueden mencionar los casos de Egipto,
Libia, Marruecos, Túnez, Turquía, etc.).
Este es un tema realmente polémico. Ya el estadounidense Samuel Huntington (profesor en Harvard, considerado por algunos el historiador más trascendente del mundo), en su famosa obra “El choque de las civilizaciones”, afirmaba que “El
crecimiento de la población islámica es, por lo tanto, una importante
causa de agravación de los conflictos. Y la presión demográfica unida
al estancamiento económico estimula la emigración musulmana a las
sociedades occidentales o no musulmanas en general, con exasperación de
conflictos ya existentes y aparición de otros nuevos”.
En una entrevista posterior a la aparición de su libro, Huntington amplió su punto de vista sobre el álgido asunto y declaró lo siguiente: “A
causa de la alta tasa de natalidad registrada en las últimas décadas,
la gran mayoría del mundo musulmán registra una media de edad de entre
16 y 30 años. Debemos dirigir nuestra atención sobre todo a los varones
jóvenes dispuestos a la violencia. Me refiero a jóvenes con una cierta
formación o incluso con formación superior, como muchos de los
terroristas del 11 de septiembre (*2001)”.
Evidentemente,
la conocida posición reaccionaria de Huntington abona la alarma de los
personajes más intolerantes del Viejo Continente. Veremos… esta novela
está en pleno desarrollo, y el final es impredecible. Pero está claro
que, formando parte de un plan prefijado o no, la influencia de los
musulmanes es cada vez más notable en Europa.
Más adelante, se le pregunta al analista hasta donde puede beneficiar a la Argentina este presente “tenebroso” de los países centrales y Escudé señaló lo siguiente: “La
decadencia de Estados Unidos es una buena noticia para nosotros,
especialmente en tanto la potencia que se perfila para reemplazarlo
(China) se complementa económicamente con nuestro país y con otros de
la región. Esa superpotencia en ciernes, que ya es el principal socio
comercial de Brasil y de Chile, es receptora del 9% de nuestras
exportaciones, a la vez que nos provee de un 11% de nuestras
importaciones. En los últimos años nuestro país cuadruplicó sus
exportaciones de porotos y aceite de soja a la China. Y, por ahora, no
somos fáciles de reemplazar en este rubro, ya que tanto Brasil como
Estados Unidos, que son los otros proveedores importantes, destinan
gran parte de su aceite a la producción de biodiesel”.
Finalmente, el periodista de Miradas al Sur
le hace una pregunta de fondo, de esas preguntas que solamente las
personas con mucho bagaje cultural y criterio propio, pueden responder:
¿Por qué la caída del socialismo real no ayudó a fortalecer a Estados
Unidos como hegemonía mundial, teniendo en cuenta el declive de
Washington como potencia de esa fecha a esta parte?
Y Escudé respondió así: “Es
una gran paradoja. Cuando colapsó la Unión Soviética, se pensó: esto es
el dominio absoluto del neoliberalismo, pero a partir de ese momento
Wall Street se enfervorizó tanto que se aplicaron a sí mismos las
recetas de privatización que insertaban en la periferia. Conclusión: la
industria financiera se terminó comiendo a la economía real. Y ahora
van a subir los chinos, que son los más estatistas. Pero, claro,
Beijing tiene sentido estratégico y geopolítico en su comando, y eso
jamás se lo podemos atribuir como virtud al mercado”.
Excelente.
Estoy de acuerdo con estos dos conceptos vertebrales que vengo
repitiendo desde un tiempo a esta parte: primero, que el infernal
andamiaje financiero está superando (y hasta devorando) a la economía
real. Y segundo, que el Estado no puede de ninguna manera ser dejado de
lado en la planificación estratégica de las grandes políticas que
deciden el rumbo de un país.
A partir de la preeminencia de estas dos tremendamente equivocadas concepciones, se
configuraron toda una serie de distorsiones que se están pagando con
crisis cada vez más virulentas, que se extienden a lo largo y a lo
ancho de la aldea global.
Tomado de Hoy Internacional
Ricardo Osvaldo Rufino
mir1959@live.com.ar
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