Por Leyde E. Rodríguez Hernández
Desde tiempos pretéritos, la
política era reservada a personas cultas y respetadas a nivel social. En su
concepción más sana, la política es el arte, la ciencia y la virtud de servicio
al prójimo y a la comunidad. En el ámbito de las Ciencias Sociales, la política
es la doctrina del derecho y, como diría el filósofo Aristóteles, el más
realista de los modos o vías para mejorar, en su conjunto, el funcionamiento del estado y la sociedad.
Sin embargo, ninguna de las
anteriores acepciones de la política concuerda con un hecho insólito ocurrido
en el entorno del mandatario estadounidense, Barack Obama. Resulta que el
principal redactor de las piezas oratorias de Obama, Jonathan Favreau, abandonó
su cargo y explicó que piensa trasladarse a Hollywood para escribir comedias.
Pero, ese hecho pasaría sin
relevancia, si Jon Lovett, el anterior jefe de redacción de la presidencia del
Imperio, no hubiera dejado su responsabilidad en Washington, en septiembre del
2011, para colaborar, desde California, con el guión del programa humorístico 1
600 Penn.
Ante estos dos casos,
pudiéramos comentar que, al parecer, el arte de la política en los Estados
Unidos forma a verdaderos artistas de la risa y del espectáculo, pues como
explicó el exconsejero de la Casa Blanca, David Ploufle, al diario Los Angeles
Times, los cuatro años de Jonathan Favreau cerca de la Oficina Oval “le
ayudarán mucho a idear episodios ficticios de comedias, dramas y suspenso”,
descubriendo así los magníficos vasos comunicantes y las alegres interrelaciones
entre Hollywood y el recinto donde radica el presidente de la única superpotencia.
Debe recordarse que Jonathan
Favreau alcanzó celebridad por la redacción, entre otros, del primer discurso
inaugural de Barack Obama y de la alocución por la reforma del sistema de
salud. Ahora es posible comprender por qué los prioritarios temas expuestos por
el presidente de los Estados Unidos no han sido tomados en serio y, muchos de
ellos, simbolizan una promesa incumplida.
Pero, para más inri, como
dicen los españoles[1],
Favreau es más conocido, en la opinión pública estadounidense, por un conato de
escándalo sucedido en diciembre del 2008, cuando difundió en Internet una foto
donde le tocaba los senos a una imagen de Hillary Clinton, exsecretaria de
Estado, que alberga pretensiones de convertirse en candidata a la próxima
elección presidencial de los Estados Unidos, según afirman algunos observadores
de la política interna en Holly-Washington.
Finalmente, Favreau se
marchará el 1 de marzo de 2013, y será sustituido por Cody Keenan, exayudante
del reputado senador Edward Kennedy. Tal vez Keenan tenga mejor incorporado el
buen comportamiento y la ética en los asuntos de la alta política, contribuyendo,
a partir de ese momento, a que el discurso y la estrategia de Obama ganen
credibilidad y los graves problemas que afectan a la humanidad reciban una
mirada responsable por parte de los Estados Unidos.
En los próximos meses, Cody
Keenan podrá darse cuenta que, mientras para Jonathan Favreau, la política general
de los Estados Unidos, en los últimos cuatro años, fue una representación que
semejó una gran comedia, para los ciudadanos estadounidenses, las ventas de
armas, el empleo letal de aviones teledirigidos (drones) y las ejecuciones
extrajudiciales, constituyen una verdadera tragedia.
Así, en síntesis, entre
comedias y tragedias anda, en pleno siglo XXI, la ciencia o el arte de la
política en los Estados Unidos.
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