"Cada nuevo cambio le resta argumentos
a Washington en su enfrentamiento con La Habana".
Fernando Ravsberg | 2013-01-17.
En
vano esperé que el presidente Obama anunciara la autorización para que los
estadounidenses puedan viajar libremente a Cuba. La medida sería una respuesta
adecuada a la apertura migratoria masiva decretada por La Habana a partir del
pasado 14 de enero.
Se
convertiría en una buena noticia porque marcaría el inicio de intentos serios
de acercamiento. No sería una mala política probar la táctica de dar pasos simultáneos,
sobre todo porque ya se ha demostrado que exigírselo solo a una parte no
funciona.
Y
si finalmente no se logra un entendimiento, por lo menos ganarían los dos
pueblos, el cubano que ya tiene derecho de viajar al extranjero y los estadounidenses
que podrían recuperar la libertad de visitar Cuba sin tener que pedir permiso a
Washington.
En
pocos países unos y otros están tan tranquilos. Culturalmente Miami es casi una
provincia de la isla, donde los visitantes cubanos se sienten como en casa,
mientras Cuba se ha convertido en uno de los países más seguros para los
ciudadanos de los EEUU.
A
pesar del histórico enfrentamiento político bilateral, en la isla no existen
los sentimientos anti estadounidenses que abundan en otros países del mundo.
Los "yumas" son tratados con cordialidad y pueden pasearse por las
calles sin el menor temor. La llegada de
John Kerry al Departamento de Estado podría ser un buen presagio. Aseguran que
este político estadounidense, excombatiente de Vietnam, fue uno de los
promotores de la normalización del restablecimiento de las relaciones con esa
nación asiática.
En
el caso de Cuba solicitó investigaciones sobre los fondos que Washington
entrega a los exiliados cubanos para derrocar a Raúl Castro. Se atrevió incluso
a cuestionar el presupuesto millonario que gasta TV Martí, una emisora que
nadie ve en la isla. Me imagino que no se trata de que Kerry apoye el
socialismo cubano sino de que le duele que se gasten tantos recursos del
bolsillo del contribuyente en programas que producen los efectos contrarios a
los que en realidad pretende Washington.
Al
parecer, el Senador Demócrata cree que el aislamiento no es una herramienta
eficaz para lograr cambios en la isla. Por el contrario, considera que la visita
de millones de estadounidenses podría provocar a la larga una mayor apertura.
Es
difícil saber si tiene razón pero, tras 50 años de fracasos, no vendría mal
probar nuevos métodos. Yo realmente no creo que los turistas gringos sirvan
para hacer proselitismo político pero el fin de la agresividad externa
ampliaría el debate interno.
Sin
dudas, el enfrentamiento con EEUU es uno de los factores que más estanca ese
debate. Pocos en Cuba están dispuestos a sumarse a las posiciones de
Washington, algunos para no ser acusados de mercenarios pero otros por puro
nacionalismo.
La
Revolución Cubana no es la causa sino el resultado de las políticas de
Washington en Cuba durante siglos: de "la fruta madura", de la exclusión
de los mambises de la declaración de independencia, de la enmienda Platt y de
las invasiones militares. Para limar estas asperezas hará falta mucho más que
la visita de una pareja de jubilados de Michigan a La Habana.
Será
necesario irse aproximando paso a paso, cediendo un poco de cada parte, sin
esperar que el otro sea el único que se acerque. Cierto es que Obama eliminó
las restricciones que su antecesor, George W. Bush, había aplicado a los viajes
de los emigrados a la isla y también liberó el envío de remesas pero ahí se ha
quedado mientras la sociedad cubana sigue transformándose.
EEUU
está perdiendo oportunidades, la apertura económica de Cuba-trabajadores
autónomos, entrega de tierras, acceso de capitales extranjeros a la
agricultura- merecía una respuesta que podría haber pasado por algún tipo de
flexibilización del Embargo.
También
la liberación masiva de presos políticos cubanos se quedó sin respuesta
práctica por parte de Washington, a pesar de que la excarcelación de estos
prisioneros fue durante años una de las principales exigencias públicas de la
Casa Blanca.
Y
ahora Victoria Nuland, portavoz del Departamento de Estado, se limita a
reconocer que la reforma migratoria cubana es positiva pero inmediatamente la
descalifica afirmando que "Cuba se mantiene como uno de los países más
represivos del planeta".
Cada
nuevo cambio le resta argumentos a Washington en su enfrentamiento con La
Habana. La llegada de Kerry podría traer pasos de acercamiento o, cuando menos,
renovar la producción de "peros" para cuestionar las reformas con más
originalidad.
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