La crisis tiene rostro, aunque los decisores sigan encorbatados
defendiendo a las minorías celosas de sus estados financieros. La crisis
tiene rostro y no se reduce a las cifras, aunque estas, tan alarmantes,
nos coloquen frente a picadas sensibles. La crisis tiene rostro y puede
verse en las calles, en las escenas que discurren cotidianamente en las
plazas europeas, porque el modelo de bienestar social parece haber
alcanzado sus límites.
Las condicionantes de esta expresión desesperada se concentran en las
prolongaciones de las fórmulas neoliberales, que han ido replegando
los avances y desplazando la vida a la privatización del sistema
educativo o el sanitario, o a ese otro costado bien espinoso: el
desempleo.
Elsa Claro, experta en temas internacionales, explicó en la Mesa
Redonda de este martes que el problema de la desocupación ha aumentado
considerablemente en esta región en los últimos cinco años, al punto de
que el 67 por ciento de los jóvenes en Grecia está en esta condición,
España le sigue en esta desafortunada escala y después viene Portugal e
Italia con un 40 por ciento. Lo que se traduce, obviamente, en los
rostros reclamantes e indignados.
Para esta analista el asunto tiene ribetes más negros, si tenemos en
cuenta que se trata de un continente con una demografía envejecida, por
lo que corre el riesgo de no contar con la reposición de fuerza laboral
en un plazo relativamente breve. “De ahí parte la preocupación y la
inquietud de algo que no se puede ignorar: cómo garantizarán los fondos
necesarios para pagar las pensiones a las personas que sobreviven los 60
años de vida”.
Otras de sus dimensiones son palpables en las tendencias migratorias.
“El mundo del trabajo se ha ido deteriorando de una forma general en
toda Europa, al punto de que las traslaciones no se dan solo entre estos
mismos países que componen el bloque, sino que se visualiza el fenómeno
en éxodos hacia América Latina o a los países más favorecidos en el
continente africano”.
“El desempleo, sostuvo Elsa Claro, también ha alterado las
dimensiones socioculturales. Los estándares de vida consecuentemente han
colapsado: si anteriormente los jóvenes se independizaban de sus
familias a una temprana edad, ahora tienen que reconsiderar esta
preferencia”.
Todo esto forma parte de la desarticulación del estado de bienestar
en esas sociedades. El Doctor Leyde Rodríguez aludió a que ya se habla
de una generación perdida en Europa, que está imposibilitada de formar
una familia porque solo una vivienda les cuestan unos 40 000 euros y el
salario medio al año no supera los 15 000 euros, en caso de que
dispusiera de el.
“Los académicos les llaman a estos jóvenes el sector de los
precarios, que ni trabaja ni estudia”, precisó el especialista, a lo que
Elsa Claro sumó que están en esta lista de desfavorecidos los que lo
que poseen son contratos temporales que no les garantiza un proyecto de
vida, o los que reciben salarios que no están en correspondencia con su
calificación profesional. “Esto va creando, puntualizó, problemas
generacionales y deformaciones sociales muy profundas”.
Pero el problema no es nuevo, ni surgió de ahora para luego. “Una
encuesta que se hizo en Francia hace unos diez años, demostró que los
jóvenes tenían una mirada escéptica hacia su futuro, porque reconocían
que sus nuevas realidades estarían en un nivel inferior a la que
tuvieron a su edad sus padres”, compartió la periodista.
Al añadir más matices al análisis, la experta comentó que había que
tener en cuenta que cuando un joven se gradúa sufre un gran desencanto,
porque cuando va a pedir un trabajo le piden experiencia laboral y con
esa sola condicionante ya está vetado, además, delante de él hay muchos
adultos que no son viejos, y son calificados y están haciendo la cola.
También llamó la atención que si los jóvenes son el sector más
afectado, a las mujeres les pasa peor, por su doble condición. “Cuando
obtienen un trabajo ganan entre un 20 y un 30 por ciento menos que los
hombres”.
El Doctor Leyde Rodríguez manifestó uno de cada cuatro jóvenes de 25
años ni estudia ni trabaja en Europa. Al tiempo que cada día se dan
más pasos en contra de la educación y la salud. En la educación, por
ejemplo, la transición la hace el Gobierno de forma gradual, pero se
puede pulsar en el aumento de las tasas de ingreso para entrar a la
universidad, o en lo que tienen que abonar cada año los estudiantes.
Además del problema social, indicó el profesor universitario, se
estimula el de tipo económico, ya que si el desempleo es muy elevado el
PIB no va a crecer. Además Europa está demostrando que no tienen
políticas juveniles integrales. “Esto genera también la crisis de los
paradigmas económicos y sociales de la Unión Europea, destruye las
aspiraciones de los más nuevos y genera enajenación e inestabilidad
social”.
El experto también vaticinó que estas circunstancias van a ser caldo
de cultivo para formar las fuerzas de extrema que van a ser
antisistémicas al modelo de la Unión Europeo.
Ambos panelistas coincidieron en que mientras los gobiernos se
mantengan actuando a favor del sector minoritario, no va a solucionarse
ningún tipo de problema. “A las sociedades europeas no les faltan
recursos, sino voluntad política. Una sociedad progresista no puede ser
indiferente a la situación de los jóvenes. Sus aspiraciones, proyectos y
sentimientos no pueden ponerse al margen. No se puede ignorar su
importancia en la construcción de la sociedad”, acentuó Leyde
Rodríguez.
Se avizora, compartió, una mayor fractura social y una mayor
degradación económica. “Eso va a producir una crisis moral, un
euro-escepticismo y un deterioro sensible a nivel político con la
pérdida de la capacidad colectiva para resolver estos conflictos”.
El Doctor Leyde Rodríguez manifestó uno de cada cuatro jóvenes de 25 años ni estudia ni trabaja en Europa. Al tiempo que cada día se dan más pasos en contra de la educación y la salud. |
La crisis tiene rostro, aunque los decisores sigan encorbatados defendiendo a las minorías celosas de sus estados financieros. |
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