Después de casi cinco años en la
presidencia, Barack Obama enfrenta un mundo muy diferente al que tenía en mente
cuando asumió el cargo.
La influencia de Estados Unidos declina en Medio
Oriente en momentos en que la violencia y la inestabilidad estremecen a los
países árabes. Un ambicioso intento de relanzar las relaciones con Rusia
fracasó. E incluso en Europa, donde Obama goza de simpatía, hay un profundo
escepticismo por el escándalo de espionaje electrónico.
En algunos casos, la situación se debe a factores
fuera del control de la Casa Blanca. Pero varios analistas dicen que también es
culpa de algunas malas decisiones del presidente.
Como ejemplos están el no haber calculado cuáles
serían las consecuencias de los levantamientos populares de la "primavera
árabe", el fijar en público expectativas poco realistas en torno a una
mejor relación con Rusia y el tener un proceso de toma de decisiones basado en
reacciones ante los acontecimientos que puede dar la impresión de que la Casa
Blanca pasa de una crisis a otra sin una estrategia más amplia.
Rosa Brooks, ex funcionaria del Departamento de
Defensa que dejó el gobierno en 2011, opinó que, aunque la disminución de la
influencia de Estados Unidos en el extranjero precede a este gobierno, "en
ocasiones Obama puso al mismo nivel el «no tenemos influencia» con el «no vale
la pena hacer nada»". Es precisamente con Siria donde eso quedó reflejado,
hasta el supuesto ataque químico, que provocó inmediatas reacciones en Europa y
respuestas algo más lentas en Washington.
El presidente defiende su enfoque diciendo que la
capacidad de Estados Unidos para solucionar por sí solo los problemas del mundo
es "exagerada". Pero el mayor reto a su filosofía de no intervención
es la cada vez más complicada situación en el mundo árabe. El mandatario vio un
panorama muy favorable en la región cuando asumió el cargo y prometió "un
nuevo comienzo" con el mundo árabe cuando viajó a El Cairo, en 2009. Pero
las protestas en favor de la democracia que se extendieron por toda la región
rápidamente lo obligaron a modificar sus estrategias. Aunque Estados Unidos
respaldó el derecho de los pueblos a la democracia, la violencia subsecuente
con frecuencia dejó a Obama inseguro de cuál debía ser su próximo paso o lo
hizo tomar medidas que logran poco para modificar la situación.
Pocos expertos en política exterior pronosticaron
los levantamientos de la "primavera árabe", y es poco probable que
Estados Unidos pudiera haber hecho algo por evitarlos. Pero algunos analistas
dicen que Obama no comprendió debidamente las siguientes etapas de los
movimientos populares, como la capacidad del presidente sirio, Bashar al-Assad,
para aferrarse al poder y la fortaleza de los partidos islamistas en Egipto.
"El presidente no ha tenido una visión
estratégica a largo plazo. Están reaccionando a medida que surgen las
cosas", dijo Vali Nasr, que asesoró al gobierno de Obama en política
exterior en su primer período.
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