jueves, 29 de septiembre de 2016

Martí El Apóstol[i]



 Por Ernesto Molina Molina [ii]

La lectura de los dos prólogos que preceden la edición de esta polémica biografía, me han hecho recordar a otros autores controvertidos por algunas de sus obras memorables y fructíferas, pero polémicas. Este es el caso de “Azucar y Población en las Antillas”,  de Ramiro Guerra Sánchez (1880-1970), destacado historiador y pedagogo cubano.

A pesar de sus planteamientos objetivos que denuncian la pérdida de la soberanía nacional, la entrega del suelo cubano al capital extranjero y su prédica en contra del latifundismo, Ramiro Guerra estaba asociado políticamente a los elementos conservadores de la burguesía cubana e incluso colaboró con el gobierno del dictador Gerardo Machado en su última etapa, como secretario de la Presidencia de la República (1932-1933).

La posición pequeño burguesa de Ramiro Guerra no impidió a muchos revolucionarios enjuiciar con justeza esta obra. Las verdades científicas a las cuales arribó Ramiro Guerra en su obra “Azúcar y Población en las Antillas”, se convirtieron en palancas para cambiar la realidad cubana en manos de los revolucionarios que representaban los intereses, no sólo del pequeño productor agrario, sino de los intereses más progresivos de todo el pueblo, incluyendo los intereses de la clase social portadora del socialismo.

Algo semejante sucede con esta biografía de Jorge Mañach. Cubanos y extranjeros hemos disfrutado de este libro − como en una novela histórica − y hemos visto así de carne y hueso a nuestro “Apóstol”, como aprendimos a llamarlo desde niños. 

El primer prólogo, de Luis Toledo Sande, en 18 páginas logra sintetizar las valoraciones críticas que a lo largo de casi medio siglo este libro ha merecido de distintas personalidades, a favor y en contra.

Y lo que he llamado segundo prólogo, es nada menos que el prefacio escrito por Gabriela Mistral para la traducción al inglés de esta obra editada en Nueva York en 1950 por The Devin-Adair Co. Este prefacio, titulado “Algo sobre Jorge Mañach”, le permite a la autora definir con elegancia artística lo mejor de esta biografía:

En este libro nada poderoso, pero cargado de la electricidad que llamamos “acción”, está la gesta del antillano que se partió como la granada en dos gajos desiguales: la literatura y la hazaña civil. En ambos, José Martí aparece en esa pura rojez de fuerza y de sangre, en fruto cabal, y por tanto, ensangrentado. (p. XXV).

El capítulo XXIII de esta biografía, titulado “El ÁGUILA” se inicia así:

En el invierno de 1889-90 un acontecimiento de resonancia continental tiene lugar en los Estados Unidos: la primera Conferencia de Naciones Americanas. (…) Nunca como en ese invierno debió de sentir Martí el rubor de su patria sin voz en el celebradísimo “concierto de los pueblos libres de América”.

Solo quiero añadir en esta reseña algunas ideas económicas y políticas presentes en José Martí y que son de gran actualidad, porque el Apóstol logró alertar sobre la dominación monetaria de Estados Unidos sobre Nuestra América y lo hizo precisamente, cuando analizó el “convite” del ÁGUILA. 

Y en efecto, en 1889, con motivo del Congreso Internacional de Washington, Martí declara: “Porque es la verdad, que ha llegado para la América española la hora de declarar su segunda independencia.”. [iii]

Martí ya reconocía que el poder del imperialismo norteamericano se extendía por América Latina, que el problema  nacional de América Latina no había terminado y que estaba asociado al problema social de Estados Unidos también. En esa Conferencia Panamericana de 1889, los Estados Unidos  invitan  a los países latinoamericanos a discutir 6 asuntos de “interés común”.

1)  Creación de una línea de vapores para el tráfico comercial entre los dos pueblos del Continente.

2)  Unión monetaria (Una moneda común).

3)  Unión aduanera.

4)  Sistema uniforme de pesos y medidas.

5)  Extradición de criminales

6)  Arbitraje internacional.

Martí comprende de inmediato los objetivos ocultos de los Estados Unidos y desde las páginas del Diario “La Nación”, de Buenos Aires, fustiga la conferencia y expone sus  verdaderos propósitos: “Las entrañas del Congreso están como todas las entrañas donde no se les ve.”.[iv]

Martí prevé que los Estados Unidos se proponen dominar a la América Latina mediante el empleo de un arma más eficaz aún que la dominación política absoluta; la supremacía económica.

Jamás hubo en América, de la independencia acá, asunto que requiera más sensatez, ni obligue a más vigilancia; ni pide examen más claro y minucioso, que el convite de los Estados Unidos potentes, repletos de productos invendibles, y determinados a extender sus dominios en América, hacen a las naciones americanas de menos poder, ligadas por el comercio libre y útil con las pueblos europeos, para ajustar una liga contra Europa y cerrar tratos con el resto del mundo. De la tiranía de España pudo salvarse la América española; y ahora después de ver con ojos judiciales los antecedentes, causas y factores del convite, urge decir, porque es la verdad, que ha llegado para la América española la hora de declarar su segunda independencia.[1]

Martí prefiere el comercio menos desventajoso con Europa:

1. Porque los productos  europeos son más baratos y mejor manufacturados.

2.  Porque de esta forma se puede mantener un  equilibrio necesario entre las grandes potencias imperialistas, de forma tal que la América Latina puede mantenerse  en medio de estas contradicciones, sin caer en manos de Estados Unidos.

Por todo ello expresa Martí:

Quien dice unión económica dice unión política. El pueblo que compra manda. El pueblo  que vende sirve. Hay que equilibrar el comercio para asegurar la libertad. El pueblo que quiere morir vende a un solo pueblo, el que quiere salvarse vende a más de uno. El influjo excesivo de un país en el comercio de otro se convierte en influjo político...Cuando un pueblo fuerte quiere dar batalla a otro, compele a la alianza y al servicio a los que necesitan de él. Lo primero que hace un pueblo para llegar a dominar a otro es separarlo de los demás pueblos. El pueblo que quiera ser libre, sea libre en  negocios... Ni uniones de América contra Europa, ni de Europa contra un pueblo de América.[2]

De hecho, Martí refleja en cierta forma, el reparto económico y territorial al que aspira Estados Unidos y por el cual compite contra Europa en América Latina. Y frente a este hecho alerta a los pueblos latinoamericanos y los convoca a la unión. En carta a Gonzalo de Quesada en 1889 le predice el peligro que se yergue sobre Cuba:

Sobre nuestra tierra, Gonzalo, hay otro plan más tenebroso que lo que hasta ahora conocemos y es el inicio de forzar a la Isla, de precipitarla a la guerra, para tener pretexto de intervenir en ella, y con  el crédito de mediador y de garantizador, quedarse con ella. Cosa más cobarde no hay en los anales de los pueblos libres: ni maldad más fría..[3]

En 1891, Martí pudo participar en la Conferencia Monetaria como delegado de la república de Uruguay. Sus criterios aparecen publicados en ese mismo año por la Revista Ilustrada de Nueva York, en el informe de la comisión plenaria como coautor y hay una valoración en su ensayo “Nuestra América” (1891).

La Conferencia comienza sus sesiones el 7 de Enero de 1891.

Como a Martí le dificultan las credenciales, como a otros delegados, se logra que la Conferencia no avance y es el 4 de Febrero cuando  son iniciados en firme las sesiones.  La prensa de Estados Unidos publica una ley que establece la acuñación de la plata. Establecer una moneda común para Estados Unidos y América Latina, aunque mejorara las relaciones comerciales entre Estados Unidos y América Latina, perjudicaría el intercambio con Europa, con la cual América Latina tenía fuertes y provechosos intercambios comerciales. La aspiración de Estados Unidos era asumir el papel hegemónico en el comercio y en la circulación monetaria, pues eran ellos los que acuñaban la moneda.

Martí no está en contra de la moneda única, pero que sirva a todos y que además se establezca la debida paridad del oro y la plata; como esto no puede lograrse en lo inmediato, Martí propone posponer este proyecto. De establecerse ahora una moneda común, los Estados Unidos con su superproducción económica invadirían con sus mercancías los mercados del Sur: El influjo excesivo de un país en el comercio de otro, se convierte en influjo político.

En el informe final de la Comisión, redactado y leído por Martí, se reconoce la posibilidad de establecer el bimetalismo. La Conferencia  fracasa, Estados Unidos no logra imponer su criterio de una moneda única.

La Conferencia condena el intento de cualquier país por establecer una moneda o relación oro-plata que fuera en perjuicio del resto de las naciones del mundo  o de algún otro país que pudiera formar parte de la unión, pues: “Las manos de cada nación -dice el informe- deben estar libres para desenvolver sin trabas el país, con arreglo a su naturaleza distintiva y a su elementos propios”.[v]

Es interesante como Martí penetra en los peligros de una relación fija y arbitraria entre  el oro y la plata:

---si el obstáculo mayor para la elevación de la plata y su relación fija con el oro es el temor de su  producción excesiva y valor ficticio en los Estados Unidos, ¿qué conveniencia puede haber, no para los países de Hispano América que producen plata, ni para los Estados Unidos mismos en una moneda que asegure mayor imperio y circulación a la plata de los Estados Unidos....[vi]

Federico Engels en carta a Bernstein, de 1882, había señalado:

El bimetalismo es cada día más imposible debido al hecho de que la relación de valor entre oro y plata, por lo menos hasta hace poco constante,  y que se modifica lentamente, está sometida en la actualidad a violentas fluctuaciones diarias, como consecuencia del colosal incremento de la producción, especialmente en América del Norte.[vii]

Martí había sido elegido relator de la Conferencia, al quedar disuelta, se hacen 3 proposiciones:

1) Que reconociendo plenamente la gran conveniencia que vendría al comercio de la creación de una moneda o monedas internacionales, no se cree por ahora oportuno recomendarla, vista la actitud de algunos de los grandes poderes comerciales de Europa hacia la plata, como uno de los metales en curso, y los diversos tipos de relación establecidos entre el oro y la plata por los varios países representados en la comisión.

2) Que muchas de las dificultades para el establecimiento de una moneda o moneda internacionales podrían desaparecer con la adopción del bimetalismo y el establecimiento de una relación común entre el oro y la plata por los grandes poderes comerciales.

3)  Que sería conveniente que se reuniese en Londres o en París, una Conferencia Monetaria Universal, con la asistencia de los países americanos y que la Comisión recomienda la asistencia a ella de todas las Repúblicas.

Y pudo así Martí en ese invierno evitar el rubor de su patria − que si tuvo la más alta y esclarecida voz en el celebradísimo “concierto de los pueblos libres de América”.

 Notas:

[1] José Martí, O.C. T.6, p. 46.
[2] José Martí, O.C, T.2,  pp. 130-131.
[3] José Martí, O.C, T. 6, p. 128.


[i] Jorge Mañach, Biografía, Editorial de Ciencias Sociales, la Habana, 2015. 

[ii] Miembro Titular de la Academia de Ciencias de Cuba; Profesor Titular del Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García” y Presidente de la Sociedad Científica de Pensamiento Económico y Economía Política de la ANEC.
[iii] José Martí, Obras Completas, en 28 tomos, T.6 p. 46, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975.
[iv] José Martí, O.C. T.6,  p.121.
[v] José Martí, O.C, T.6, p. 153.
[vi] José Martí, O.C, T6, p. 162.
[vii] C. Marx, F. Engels, Cartas sobre “El Capital”, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1976, pp. 320-321.

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