La lectura de los dos prólogos que preceden la edición de
esta polémica biografía, me han hecho recordar a otros autores controvertidos
por algunas de sus obras memorables y fructíferas, pero polémicas. Este es el
caso de “Azucar y Población en las Antillas”,
de Ramiro
Guerra Sánchez (1880-1970), destacado historiador y pedagogo cubano.
A pesar de sus planteamientos objetivos que denuncian la
pérdida de la soberanía nacional, la entrega del suelo cubano al capital
extranjero y su prédica en contra del latifundismo, Ramiro Guerra estaba
asociado políticamente a los elementos conservadores de la burguesía cubana e
incluso colaboró con el gobierno del dictador Gerardo Machado en su última
etapa, como secretario de la
Presidencia de la República (1932-1933).
La posición pequeño
burguesa de Ramiro Guerra no impidió a muchos revolucionarios enjuiciar con
justeza esta obra. Las verdades científicas a las cuales arribó Ramiro Guerra en
su obra “Azúcar y Población en las Antillas”, se convirtieron en palancas para
cambiar la realidad cubana en manos de los revolucionarios que representaban
los intereses, no sólo del pequeño productor agrario, sino de los intereses más
progresivos de todo el pueblo, incluyendo los intereses de la clase social
portadora del socialismo.
Algo semejante sucede
con esta biografía de Jorge Mañach. Cubanos y extranjeros hemos disfrutado de
este libro − como en una novela histórica − y hemos visto así de carne y hueso
a nuestro “Apóstol”, como aprendimos a llamarlo desde niños.
El primer prólogo, de
Luis Toledo Sande, en 18 páginas logra sintetizar las valoraciones críticas que
a lo largo de casi medio siglo este libro ha merecido de distintas
personalidades, a favor y en contra.
Y lo que he llamado
segundo prólogo, es nada menos que el prefacio escrito por Gabriela Mistral
para la traducción al inglés de esta obra editada en Nueva York en 1950 por The
Devin-Adair Co. Este prefacio, titulado “Algo sobre Jorge Mañach”, le permite a
la autora definir con elegancia artística lo mejor de esta biografía:
En este libro nada poderoso, pero cargado de
la electricidad que llamamos “acción”, está la gesta del antillano que se
partió como la granada en dos gajos desiguales: la literatura y la hazaña
civil. En ambos, José Martí aparece en esa pura rojez de fuerza y de sangre, en
fruto cabal, y por tanto, ensangrentado. (p. XXV).
El capítulo XXIII de
esta biografía, titulado “El ÁGUILA” se inicia así:
En el
invierno de 1889-90 un acontecimiento de resonancia continental tiene lugar en
los Estados Unidos: la primera Conferencia de Naciones Americanas. (…) Nunca
como en ese invierno debió de sentir Martí el rubor de su patria sin voz en el
celebradísimo “concierto de los pueblos libres de América”.
Solo quiero añadir en
esta reseña algunas ideas económicas y políticas presentes en José Martí y que
son de gran actualidad, porque el Apóstol logró alertar sobre la dominación
monetaria de Estados Unidos sobre Nuestra América y lo hizo precisamente,
cuando analizó el “convite” del ÁGUILA.
Y en efecto, en 1889, con motivo del Congreso
Internacional de Washington, Martí declara: “Porque es la verdad, que ha
llegado para la América
española la hora de declarar su segunda independencia.”. [iii]
Martí ya reconocía que el poder del imperialismo
norteamericano se extendía por América Latina, que el problema nacional de América Latina no había terminado
y que estaba asociado al problema social de Estados Unidos también. En esa
Conferencia Panamericana de 1889, los Estados Unidos invitan
a los países latinoamericanos a discutir 6 asuntos de “interés común”.
1) Creación de una línea de vapores para el tráfico comercial entre los dos
pueblos del Continente.
2) Unión monetaria (Una moneda común).
3) Unión
aduanera.
4) Sistema uniforme de pesos y medidas.
5) Extradición
de criminales
6) Arbitraje
internacional.
Martí comprende de inmediato los objetivos ocultos de los
Estados Unidos y desde las páginas del Diario “La Nación”, de Buenos Aires,
fustiga la conferencia y expone sus
verdaderos propósitos: “Las entrañas del Congreso están como todas las
entrañas donde no se les ve.”.[iv]
Martí prevé que los Estados Unidos se proponen dominar a la América Latina
mediante el empleo de un arma más eficaz aún que la dominación política
absoluta; la supremacía económica.
Jamás hubo en América, de la independencia acá, asunto que requiera más
sensatez, ni obligue a más vigilancia; ni pide examen más claro y minucioso,
que el convite de los Estados Unidos potentes, repletos de productos
invendibles, y determinados a extender sus dominios en América, hacen a las
naciones americanas de menos poder, ligadas por el comercio libre y útil con
las pueblos europeos, para ajustar una liga contra Europa y cerrar tratos con
el resto del mundo. De la tiranía de España pudo salvarse la América española; y ahora
después de ver con ojos judiciales los antecedentes, causas y factores del
convite, urge decir, porque es la verdad, que ha llegado para la América española la hora
de declarar su segunda independencia.[1]
Martí prefiere el comercio menos desventajoso con Europa:
1. Porque los productos
europeos son más baratos y mejor manufacturados.
2. Porque de esta
forma se puede mantener un equilibrio
necesario entre las grandes potencias imperialistas, de forma tal que la América Latina
puede mantenerse en medio de estas
contradicciones, sin caer en manos de Estados Unidos.
Por todo ello expresa Martí:
Quien dice unión económica dice unión política. El pueblo que compra manda.
El pueblo que vende sirve. Hay que
equilibrar el comercio para asegurar la libertad. El pueblo que quiere morir
vende a un solo pueblo, el que quiere salvarse vende a más de uno. El influjo
excesivo de un país en el comercio de otro se convierte en influjo
político...Cuando un pueblo fuerte quiere dar batalla a otro, compele a la
alianza y al servicio a los que necesitan de él. Lo primero que hace un pueblo
para llegar a dominar a otro es separarlo de los demás pueblos. El pueblo que
quiera ser libre, sea libre en
negocios... Ni uniones de América contra Europa, ni de Europa contra un
pueblo de América.[2]
De hecho, Martí refleja en cierta forma, el reparto
económico y territorial al que aspira Estados Unidos y por el cual compite
contra Europa en América Latina. Y frente a este hecho alerta a los pueblos
latinoamericanos y los convoca a la unión. En carta a Gonzalo de Quesada en
1889 le predice el peligro que se yergue sobre Cuba:
Sobre nuestra tierra, Gonzalo, hay otro plan más tenebroso que lo que hasta
ahora conocemos y es el inicio de forzar a la Isla, de precipitarla a la guerra, para tener
pretexto de intervenir en ella, y con el
crédito de mediador y de garantizador, quedarse con ella. Cosa más cobarde no
hay en los anales de los pueblos libres: ni maldad más fría..[3]
En 1891, Martí pudo participar en la Conferencia Monetaria
como delegado de la república de Uruguay. Sus criterios aparecen publicados en
ese mismo año por la
Revista Ilustrada de Nueva York, en el informe de la comisión
plenaria como coautor y hay una valoración en su ensayo “Nuestra América”
(1891).
La Conferencia comienza sus sesiones
el 7 de Enero de 1891.
Como a Martí le dificultan las credenciales, como a otros
delegados, se logra que la
Conferencia no avance y es el 4 de Febrero cuando son iniciados en firme las sesiones. La prensa de Estados Unidos publica una ley
que establece la acuñación de la plata. Establecer una moneda común para
Estados Unidos y América Latina, aunque mejorara las relaciones comerciales
entre Estados Unidos y América Latina, perjudicaría el intercambio con Europa,
con la cual América Latina tenía fuertes y provechosos intercambios
comerciales. La aspiración de Estados Unidos era asumir el papel hegemónico en
el comercio y en la circulación monetaria, pues eran ellos los que acuñaban la
moneda.
Martí no está en contra de la moneda única, pero que
sirva a todos y que además se establezca la debida paridad del oro y la plata;
como esto no puede lograrse en lo inmediato, Martí propone posponer este
proyecto. De establecerse ahora una moneda común, los Estados Unidos con su
superproducción económica invadirían con sus mercancías los mercados del Sur:
El influjo excesivo de un país en el comercio de otro, se convierte en influjo
político.
En el informe final de la Comisión, redactado y
leído por Martí, se reconoce la posibilidad de establecer el bimetalismo. La Conferencia fracasa, Estados Unidos no logra imponer su
criterio de una moneda única.
La Conferencia condena el intento de
cualquier país por establecer una moneda o relación oro-plata que fuera en
perjuicio del resto de las naciones del mundo
o de algún otro país que pudiera formar parte de la unión, pues: “Las manos
de cada nación -dice el informe- deben estar libres para desenvolver sin trabas
el país, con arreglo a su naturaleza distintiva y a su elementos propios”.[v]
Es interesante como Martí penetra en los peligros de una
relación fija y arbitraria entre el oro
y la plata:
---si el obstáculo mayor para la elevación de la plata y su relación fija
con el oro es el temor de su producción
excesiva y valor ficticio en los Estados Unidos, ¿qué conveniencia puede haber,
no para los países de Hispano América que producen plata, ni para los Estados
Unidos mismos en una moneda que asegure mayor imperio y circulación a la plata
de los Estados Unidos....[vi]
Federico Engels en carta a Bernstein, de 1882, había
señalado:
El bimetalismo es cada día más imposible debido al hecho de que la relación
de valor entre oro y plata, por lo menos hasta hace poco constante, y que se modifica lentamente, está sometida
en la actualidad a violentas fluctuaciones diarias, como consecuencia del
colosal incremento de la producción, especialmente en América del Norte.[vii]
Martí había sido elegido relator de la Conferencia, al quedar
disuelta, se hacen 3 proposiciones:
1) Que reconociendo plenamente la gran conveniencia que
vendría al comercio de la creación de una moneda o monedas internacionales, no
se cree por ahora oportuno recomendarla, vista la actitud de algunos de los
grandes poderes comerciales de Europa hacia la plata, como uno de los metales
en curso, y los diversos tipos de relación establecidos entre el oro y la plata
por los varios países representados en la comisión.
2) Que muchas de las dificultades para el establecimiento
de una moneda o moneda internacionales podrían desaparecer con la adopción del
bimetalismo y el establecimiento de una relación común entre el oro y la plata
por los grandes poderes comerciales.
3) Que sería conveniente que se reuniese en Londres o en París, una
Conferencia Monetaria Universal, con la asistencia de los países americanos y
que la Comisión
recomienda la asistencia a ella de todas las Repúblicas.
Y pudo así Martí en
ese invierno evitar el rubor de su patria − que si tuvo la más alta y
esclarecida voz en el celebradísimo “concierto de los pueblos libres de
América”.
Notas:
[1] José Martí, O.C. T.6, p. 46.
[2] José Martí, O.C, T.2, pp. 130-131.
[3] José Martí, O.C, T. 6, p. 128.
[ii] Miembro Titular de la Academia de Ciencias de
Cuba; Profesor Titular del Instituto Superior de Relaciones Internacionales
“Raúl Roa García” y Presidente de la Sociedad Científica
de Pensamiento Económico y Economía Política de la ANEC.
[iii] José Martí,
Obras Completas, en 28 tomos, T.6 p. 46, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975.
[iv] José Martí, O.C.
T.6, p.121.
[v] José Martí,
O.C, T.6, p. 153.
[vi] José Martí, O.C, T6,
p. 162.
[vii] C. Marx, F. Engels,
Cartas sobre “El Capital”, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1976, pp. 320-321.
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