MSc Enrique R. Martínez Díaz, Profesor Auxiliar,
CIPI
Después del triunfo del
candidato del Partido Republicano en las elecciones del año 2016 en los EE.UU., se ha hecho común encontrar en la prensa de ese país e
incluso en medios internacionales, numerosas informaciones sobre presuntas o
probables intromisiones, ataques informáticos, etc, por parte de Rusia y/o de otras naciones en el
proceso electoral de esa nación. Esto
incluye indagaciones judiciales en ese país, ante denuncias por parte de
representantes del Partido Demócrata o
de funcionarios de diferentes agencias federales.
Todo parece indicar
que, independientemente de la veracidad de tales hechos, tales intromisiones han
devenido en un buen argumento para
hostigar la labor del actual
presidente estadounidense, Mr. Donald J. Trump, cuestión en realidad nada
novedosa, si recordamos la actuación del Partido Republicano respecto al
gobierno anterior, ya sea saboteando los intentos del Presidente Obama de instrumentar
su programa de salud, como imponiendo el llamado “secuestro” del presupuesto de
esa nación, con el objeto de reducir el déficit fiscal, lo cual creó grandes dificultades al gobierno
en funciones, incluyendo reducciones al “sacrosanto” presupuesto del
Departamento de Defensa.
Más allá de la
realidad o de la ficción en lo que respecta a tales hechos, nos parece bueno
hacer referencia a que no es precisamente EE.UU. un país que no haya interferido en procesos
electorales o asuntos internos de otras naciones a lo largo de su historia, ya
sea más lejana o más reciente.
Numerosos documentos
testifican que el gobierno de EE.UU., a través de su personal diplomático, de
sus agencias de inteligencia, de organizaciones no gubernamentales (supuestamente
independientes, aunque mayoritariamente organizadas, dirigidas y financiadas
por las instituciones de inteligencia, principalmente la Agencia Central de
Inteligencia, CIA) y otras estructuras
(entre las cuales tiene un papel importante la USAID, que supuestamente debiera
ayudar al desarrollo de los países pobres), han actuado de forma abierta u
oculta contra gobiernos de diferentes naciones, especialmente en los países del
llamado Tercer Mundo, aunque no exclusivamente.
Y es algo que tiene larga
historia: a principios del Siglo XIX, conscientes de su debilidad ante las
potencias europeas, los dirigentes de la por entonces joven nación, intentaron
sentar las bases de su predominio en las Américas. Fruto de tales ideas surge
la célebre Doctrina Monroe, de cuyo contenido fueron muy cuidadosos en hacer
conocer principalmente la famosa frase de “América
para los americanos”, pero que en esencia trataba de deslindar, hasta donde
fuera posible, al llamado Nuevo Mundo de la influencia europea, para que cuando
las condiciones lo permitieran cayeran en sus manos. De ahí su actitud en el
Congreso Anfictiónico de Panamá en 1826, obstaculizando los planes bolivarianos
de liberar a Cuba y Puerto Rico.
Theodore Roosevelt,
primero subsecretario de Marina, después Vicepresidente y luego Presidente de esa nación entre 1901 y 1909, es
un clarísimo ejemplo de haber desarrollado una labor intervencionista en los
asuntos internos de los países de América Latina, cuestiones que justificó mediante la promulgación del no muy conocido
ó recordado Corolario a la Doctrina Monroe, esbozado
en un mensaje al Congreso, en el año 1904, y en el que se decía, entre
otras cosas, lo siguiente:
Política hacia otras naciones del Hemisferio Occidental:
No es cierto que
los Estados Unidos tengan hambre alguna de tierras o que tiene entre
manos nada relativo a las demás naciones del Hemisferio Occidental, salvo que
no sea para el bienestar de estas. Todo lo que esta nación desea es ver a las
naciones vecinas estables, ordenadas y prósperas. Cualquier nación que cuyo
pueblo se comporte bien consigo mismo podrá contar con nuestra amistad de corazón. Si una nación muestra que sabe cómo actuar
con razonable eficiencia y decencia en asuntos sociales y políticos, y si
mantiene el orden y paga sus obligaciones, no debe temer ninguna interferencia
de los Estados Unidos. Una actuación incorrecta crónica, que tenga como
resultado una pérdida general de los lazos de una sociedad civilizada, ya sea en América, como en cualquier lugar,
requerirá en última instancia la intervención de alguna nación civilizada, y en el Hemisferio Occidental, la adherencia
de los Estados Unidos a la Doctrina Monroe puede forzar a Estados Unidos, no
obstante ser renuente a ello, en casos flagrantes de tales fechorías o de
impotencia, a ejercer un poder policial internacional. [i]
Cualquiera que consulte
los muchos libros sobre el tema, encontrará amplia información sobre las
intervenciones norteamericanas en diferentes países de Nuestra América, como
Nicaragua, Panamá, Haití, República Dominicana, México, Guatemala, Granada,
etc, y en nuestra propia Patria, en la cual aún tenemos un constante recuerdo, en la ilegal ocupación de una parte de nuestro
territorio en la Bahía de Guantánamo, contra la voluntad del pueblo cubano.
En otras regiones del
mundo también han conocido la actividad norteamericana, desde intromisiones en
asuntos internos de los países; asesoramiento y apoyo a organizaciones
políticas contrarias a gobiernos en diferentes naciones, principalmente
aquellos que intentaban o trataban de mantener una política independiente, o
que tomaban medidas internas que afectaban los intereses de empresas
extranjeras.
Los casos de Grecia
entre 1946 y 1950; Taiwán; Corea; Vietnam; Irán; Irak; Somalia; Afganistán;
Yugoslavia; Libia, Siria y otros muchos más demuestran que en cualquier lugar
del mundo los sucesivos gobiernos estadounidenses actuaron para imponer sus intereses, ya fuera en el
marco de la llamada Guerra Fría; en la llamada “Guerra contra el Terrorismo”, o
con cualquier otra justificación, empleando todas las formas y métodos
disponibles.
Hay constancia de
casos tan fragrantes que parecen extraídos de la ficción, como la conocida
actuación de la entonces subsecretaria de Estado norteamericana Victoria Nuland
en Ucrania en los años 2013-2014, asesorando a la oposición en esa nación,
menospreciando a sus aliados de la Unión Europea (según la famosa filtración de
su conversación telefónica con el
embajador norteamericano en Kíev), o repartiendo galletas y bocadillos a los
manifestantes antigubernamentales en plena Plaza Maidán en la capital de esa
nación del este de Europa.
No pueden olvidarse
las revelaciones sobre el espionaje telefónico por parte de agencias
norteamericanas (como parte del famoso proyecto ECHELON), que incluso espió a
jefes de estados aliados, como la Canciller de Alemania Ángela Merkel, hecho que
según algunas fuentes databa desde el año 1999, y que fueron reveladas por el
ex agente de la NSA Edward Snowden. El entonces presidente Barack Obama trató
de restañar un tanto los daños, aunque no existe constancia de que se hayan
disculpado por tales hechos.
Con respecto a
nuestro país, sabido es que los gobiernos norteamericanos del siglo XIX
hicieron todo lo posible para obstaculizar la lucha por la independencia de los
cubanos, hasta que, cuando consideraron conveniente, lanzaron la oportunista
Resolución Conjunta de 1898 y declararon la guerra al debilitado imperio
español, al cual derrotaron con facilidad y le arrebataron sus colonias en el
Caribe y el Pacífico. Después impusieron la Enmienda Platt, intervinieron y
saquearon a nuestro país de la forma más conveniente a sus intereses; sabido es
que en 1960 el ex embajador norteamericano ante Batista declaró cínicamente
ante el Congreso de su país que él era prácticamente más importante en la
Habana que el propio presidente cubano. Una vez triunfada la Revolución,
durante casi 60 años, doce administraciones
norteamericanas han sometido a nuestra patria a todo tipo de agresiones,
incluyendo una enorme cantidad de intentos de asesinato contra nuestros
líderes, fundamentalmente al Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz. El actual
gobierno de Trump ha vuelto a recrudecer el bloqueo; al parecer no han
aprendido todavía que un pueblo que lucha por su libertad es invencible.
Con los ejemplos que
hemos expuesto consideramos que, independientemente de los resultados de los
actuales procesos investigativos y judiciales en esa nación, queda claro que a los gobiernos y partidos
políticos dominantes en EE.UU. no le ajustan para nada el papel de víctimas en
el caso de la supuesta interferencia por parte de Rusia (por
cierto, no sería dudoso que en algún momento aparecieran informaciones sobre
acciones de inteligencia y de otro tipo por parte de EE.UU. contra ese país y
contra la desaparecida URSS) y otras
naciones en sus elecciones, pues son ellos precisamente los que más han
espiado, asesorado, saboteado, atacado e invadido a diferentes países en todo
el planeta, promoviendo o imponiendo “cambios de régimen” dondequiera que hayan considerado necesario para
sus intereses (fundamentalmente para asegurar las ganancias de las grandes
transnacionales de capital norteamericano). Como reza el viejo refrán, quien
tenga tejado de vidrio debe evitar lanzar piedras al vecino.
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