viernes, 7 de septiembre de 2018

Algunas ideas acerca del proyecto de Constitución y el socialismo en el siglo XXI.



Por Ernesto Molina Molina [1]

La globalización del capital en el siglo XXI ha cambiado el escenario de la lucha de clases por lograr una sociedad de “productores asociados libres” como la soñó Carlos Marx. Lo que debe lograrse, el mundo mejor posible o la utopía socialista o comunista; y el cómo debe lograrse, es decir, la estrategia a seguir, han de ser sometidos al análisis de nuestra época a la luz de la crítica histórica y con un pensamiento prospectivo.

El proyecto de reforma de nuestra Constitución, que se somete a discusión por todo el pueblo de Cuba, obedece a razones muy específicas del momento histórico que vive la Revolución Cubana. De allí que el preámbulo y en general, todo el articulado que se propone, haga énfasis en los antecedentes históricos más lejanos y más cercanos que nos llevan al presente y al futuro inmediato que debemos construir conscientemente todo un pueblo unido. Me quiero atener solo a aquellas ideas que nos relacionan con lo que ha dado en llamarse el socialismo en el siglo XXI.

El análisis histórico político del socialismo en el siglo XX, más que hallar culpables en quienes condujeron el modelo social burocratizado y con un alto costo en el ámbito de las libertades públicas, ha de conducirnos al camino correcto para que el pueblo no pierda en ningún caso su protagonismo, ni el poder soberano sobre el proceso de su propia liberación. De allí, el carácter altamente democrático y socialista que recorre todo el articulado.

En el diseño novedoso de la estrategia de cada nación o región es mucho lo que tienen que aportar las mentes más lúcidas de cada pueblo, legítimas expresiones de esos intereses, como pueden ser en América latina Simón Bolívar, Simón Rodríguez, José Martí, y ya en tiempos más cercanos, Ernesto Che Guevara y Fidel Castro. En todos ellos encontramos inspiración por la trayectoria de sus luchas y cuando aprehendemos frases tales como las del Libertador cuando afirmó: “El mejor sistema de gobierno es aquel que produzca la mayor suma de felicidad posible, la mayor suma de estabilidad política…”. O en José Martí. cuando sentenció: “….y el buen gobernante en América no es el que sabe cómo se gobierna el alemán o el francés, sino el que sabe con qué elementos está hecho su país, y cómo puede ir guiándolos en junto, para llegar, por métodos e instituciones nacidas del país mismo, a aquel estado apetecible donde cada hombre se conoce y ejerce, y disfrutan todos de la abundancia que la Naturaleza puso para todos en el pueblo que fecundan con su trabajo y defienden con sus vidas.” [2]

A continuación, se resumen los aspectos más novedosos que apreciamos alrededor de la idea del socialismo en el Siglo XXI.

Valdría la pena sustituir la frase o denominación “Socialismo del siglo XXI”, por la de “Socialismo en el siglo XXI”; y no precisamente por una cuestión semántica, sino por una precisión dialéctica, ya que toda negación ha de saber encontrar la continuidad y la ruptura, lo cual es una forma de hacer justicia histórica ante las primeras experiencias, sin abandonar el justo camino hacia un futuro mejor. [3]

 
El desarrollo del socialismo incluye el aspecto económico, pero no se reduce a este aspecto.  Es un proceso político, social, cultural, integral, que debe ser abordado holísticamente, con la presencia de un Estado nacional legítimo, pero también de una sociedad civil altamente participativa en las transformaciones sociales. Ello supone identificar aquella parte de la sociedad civil con potencialidades revolucionarias: sus clases y capas populares. Porque de lo que se trata es de un reordenamiento de la sociedad en interés de las fuerzas sociales con vistas a proporcionar al conjunto de la población una elevada calidad de vida.

Este reordenamiento de la sociedad cubana está muy presente, particularmente en el Título 2, Fundamentos económicos, cuando proclama en su articulado:

87. ARTÍCULO 20. En la República de Cuba rige el sistema de economía basado en la propiedad socialista de todo el pueblo sobre los medios fundamentales de producción, como forma de propiedad principal, y la dirección planificada de la economía, que considera y regula el mercado, en función de los intereses de la sociedad.

88. ARTÍCULO 21. Se reconocen las formas de propiedad siguientes:

89. a) socialista de todo el pueblo: en la que el Estado actúa en representación y beneficio de este como propietario.

90. b) cooperativa: la sustentada en el trabajo colectivo de sus socios propietarios y en el ejercicio efectivo de los principios del cooperativismo.

91. c) mixta: la formada por la combinación de dos o más formas de propiedad.

92. d) de las organizaciones políticas, de masas y sociales: la que ejercen estos sujetos sobre sus bienes.

93. e) privada: la que se ejerce sobre determinados medios de producción, de conformidad con lo establecido.

94. f) personal: la que se ejerce sobre los bienes que sin constituir medios de producción contribuyen a la satisfacción de las necesidades materiales y espirituales de su titular.

95. La ley regula lo relativo a estas y otras formas de propiedad. El Estado estimula aquellas de carácter más social. 96. ARTÍCULO 22. El Estado regula que no exista concentración de la propiedad en personas naturales o jurídicas no estatales, a fin de preservar los límites compatibles con los valores socialistas de equidad y justicia social.

97. La ley establece las regulaciones que garantizan su efectivo cumplimiento.

98. ARTÍCULO 23. Son de propiedad socialista de todo el pueblo: las tierras que no pertenecen a particulares o cooperativas integradas por estos, el subsuelo, las minas, los recursos naturales tanto vivos como no vivos dentro de la zona económica exclusiva de la República, los bosques, las aguas y las vías de comunicación.

99. Estos bienes son inalienables, imprescriptibles e inembargables, por lo que no pueden trasmitirse en propiedad a personas naturales o jurídicas.

La sociedad civil cubana no renuncia al socialismo, ni mucho menos, cuando asume esta diversidad de formas de propiedad bajo el predominio de la propiedad estatal socialista; y ello está en plena concordancia con la defensa del socialismo en el siglo XXI.

Entre las alternativas que se defienden para llevar adelante el socialismo en el siglo XXI, se plantea la importancia de la “gestión de los trabajadores”, porque se entiende que si son los trabajadores los efectivos propietarios (productores libres asociados) entonces han de cooperar en la producción conscientemente y han de beneficiarse de su actividad, lo cual exige una forma superior de organización de la producción a escala de la empresa estatal socialista y a escala de todas las formas de propiedad que coexistan bajo la regulación del poder revolucionario:
  1. Sin la explotación capitalista, se produce una tendencia hacia la cooperación entre los trabajadores para cumplir sus responsabilidades en beneficio de toda la sociedad en su conjunto.
  2. El conocimiento que los trabajadores poseen sobre las mejores maneras para realizar el trabajo, conocimiento no compartido como regla en el capitalismo, ahora puede ser utilizado para mejorar la producción en el corto y largo plazo.
  3. La gestión de los trabajadores ofrece la posibilidad de combinar el pensar con el hacer: de acabar con la división en el lugar de trabajo entre los que piensan y los que hacen. Ofrece la posibilidad de que todos los trabajadores pueden desarrollar sus capacidades y potencialidades. Por lo tanto, la gestión del colectivo laboral puede fomentar una mayor productividad e innovación.
La existencia de la propiedad socialista se logra mediante un proceso doble: el desarrollo simultáneo del objeto sobre el cual recae la propiedad, junto a la creación de nuevos valores y nuevas actitudes del sujeto que ejerce dicha propiedad. No se trata de un proceso pasivo, sino de una profunda lucha ideológica, en que la participación de las masas permite que mientras es creada la dimensión objetiva de la nueva sociedad, ésta influya en la subjetiva.

En el propio Título 2, se deja bien claro el papel del valor formador del trabajo en el desarrollo de la sociedad civil cubana y como potenciador científico de la riqueza socialista:

119. ARTÍCULO 31. El trabajo es un valor primordial de nuestra sociedad. Constituye un deber, un derecho y un motivo de honor de todas las personas en condiciones de trabajar. Es, además, la fuente principal de ingresos que sustenta la realización de los proyectos individuales, colectivos y sociales. 120. La distribución de la riqueza con arreglo al trabajo aportado, se complementa con la satisfacción equitativa de los servicios sociales universales y otros beneficios

275. f) se estimula la investigación científico-técnica con un enfoque de desarrollo e innovación, priorizando la dirigida a solucionar los problemas que atañen al interés de la sociedad y al beneficio del pueblo;

276. g) se favorece la incorporación de las personas con aptitud para la labor científica.

El peligro de socavar las dos fuentes originales de toda riqueza (la tierra y el hombre) ha estado presente, tanto bajo el sistema del capital, como también en el socialismo real que conocimos. El productivismo sin límite, sin medida, sin criterio a largo plazo, sin medir las consecuencias más remotas de nuestros actos productivos, con un enfoque fragmentario, desata efectos no intencionales que se imponen a espaldas de los productores de esos actos.

La base económica material del socialismo no es despreciable en esta concepción. Ninguna tecnología es neutra: siempre lleva el sello del sistema social que la crea. No basta con acceder a la tecnología capitalista más avanzada. La obsolescencia de las mercancías capitalistas se diseña y produce sin contemplar los efectos adversos más remotos que ocasionan sobre la naturaleza y la sociedad. Solo interesa la búsqueda y obtención de la máxima ganancia posible. Ello supone toda una época de transformación de la base material del socialismo bajo una dirección política que asuma una nueva concepción de la importancia social del valor de uso y su obsolescencia.

El daño ambiental no puede ser una “externalidad” al devenir del modelo económico socialista cubano; y si bien no existen condiciones favorables a escala internacional para crear un Tribunal Ecológico de la Biosfera que condene y castigue sin miramientos a quienes infrinjan las leyes de la naturaleza, al menos, en Cuba, nuestra Ley Fundamental sí está en condiciones para que su pueblo conscientemente cumpla con esa responsabilidad.

La nueva Constitución, tal y como se propone, manifiesta estos principios en los siguientes artículos:

Título 1. Fundamentos Políticos, capítulo 2.

72. e) promueve la protección y conservación del medio ambiente y el enfrentamiento al cambio climático, que amenaza la sobrevivencia de la especie humana, sobre la base del reconocimiento de responsabilidades comunes, pero diferenciadas; el establecimiento de un orden económico internacional más justo y equitativo y la erradicación de los patrones irracionales de producción y consumo;

Título 4:  Derechos, Deberes y Garantías, Capítulo 3.

227. El Estado protege el medio ambiente y los recursos naturales del país. Reconoce su estrecha vinculación con el desarrollo sostenible de la economía y la sociedad para hacer más racional la vida humana y asegurar la supervivencia, el bienestar y la seguridad de las generaciones actuales y futuras.

Vale la pena citar las palabras de Fidel Castro en respuesta a una pregunta de Ignacio Ramonet en el libro “Cien Horas con Fidel” acerca del porvenir del socialismo en Cuba:

“Hubo quienes creyeron que con métodos capitalistas iban a construir el socialismo. Es uno de los grandes errores históricos. No quiero hablar de eso, no quiero teorizar; pero tengo infinidad de ejemplos de que no se dio pie con bola en muchas cosas que hicieron quienes se suponían teóricos, que no interpretaron correctamente el pensamiento de Marx, Engels y Lenin.”

“He dicho en una ocasión, que uno de nuestros mayores errores al principio, y muchas veces a lo largo de la Revolución, fue creer que alguien sabía cómo se construía el socialismo. Hoy tenemos ideas, a mi juicio, bastante claras, de cómo se debe construir el socialismo, pero necesitamos muchas ideas bien claras y muchas preguntas acerca de cómo se puede preservar o se preservará en el futuro el socialismo”.[4]

La preservación de la soberanía y el socialismo en Cuba está muy relacionada con cierta dialéctica imprescindible a lograr entre la integración latinoamericana y el desarrollo de la independencia económica y política de América latina y el Caribe. Estos principios aparecen manifiestos en los siguientes artículos:

70 c) reafirma su voluntad de integración y colaboración con los países de América Latina y del Caribe, cuya identidad común y necesidad histórica de avanzar hacia la integración económica y política para lograr la verdadera independencia, nos permitirá alcanzar el lugar que nos corresponde en el mundo;

84. ARTÍCULO 18. La República de Cuba, en su propósito de promover la integración latinoamericana y caribeña, puede, mediante tratados, atribuir a entidades supranacionales el ejercicio de las facultades requeridas para ello.

Los caminos integracionistas en América Latina y el Caribe son muy diversos; no necesariamente convergen hacia la independencia económica y política de sus pueblos. Una integración legítima no puede concebirse bajo la tesis de las ventajas comparativas, aquellas que auspician la “división regional del trabajo”, para que unos países se desarrollen, a costa del atraso de otros, similar a la tradicional división internacional del trabajo que ha existido a escala internacional. Integrar significa aglutinar, juntar las partes, en un bloque único; mientras que dividir significa diferenciar, separar los países, para que cada uno se dedique egoístamente a sus cosas, para luego buscar ventajas en el intercambio. Integración es unir las partes para “compartir ventajas”.

Precisamente, aquí reside lo nuevo que pudiera aportar el ALBA y CELAC: la búsqueda de “ventajas cooperativas o compartidas”, para combatir la pobreza.

Las “ventajas compartidas”, es la lucha por la creación de condiciones sociales para la reproducción material y espiritual de la vida humana; la política social de esta forma de integración significa que los países se integran para compartir las ventajas que resultan de un territorio común; una naturaleza y una historia común; economías homogéneas y magnitudes de población similares. Son factores que unidos en una estrategia de desarrollo dan ventajas frente a otras naciones del mundo.

Ventajas compartidas significa que, en función de los intereses de estos pueblos, los países se junten para compartir sus ventajas naturales y sociales.

Una integración legítima quiere decir que los países articulan sus economías para sacarle mejor provecho a los recursos naturales, humanos y materiales y ampliar el mercado, en función del desarrollo humano. Se trata de fortalecer las magnitudes reguladoras claves: aquellas que elevan la capacidad negociadora con el resto del mundo; pero que al mismo tiempo potencian el mercado interno, el nivel de empleo, el salario medio y la inversión nacional.

La integración dirigida desde afuera (dígase Alianza del Pacífico) busca que la región se conforme en bloque para que cree facilidades al comercio de las empresas globales, que abra sus fronteras a la circulación de mercancías y capitales y que busque la especialización manufacturera mediante el empleo de maquiladoras. Su ventaja comparativa frente al resto del mundo debe lograrla mediante bajos costos de producción, fundamentalmente, por bajos salarios.

Pero un mercado interno caracterizado por bajos salarios, o lo que es lo mismo, un salario medio muy bajo, justifica aquella política neoliberal que muestra poco o ningún interés por el fortalecimiento del mercado interno porque se espera resolver el problema por la vía del mercado mundial, provocando con ello una mayor exclusión de la población.

Debe quedar claro entonces, que el avance hacia la integración tipo ALBA sólo puede ser posible con el fortalecimiento de un mercado incluyente, complementado con el esfuerzo de los Estados nacionales participantes. No se puede desestimar al Estado orientador y gestor del desarrollo, que planifique y emita políticas económicas en función de ese desarrollo y que ejerza un liderazgo en la comunidad para defender el ecosistema y consolidar la participación democrática de la sociedad civil.

La política de la Revolución Cubana acerca de la soberanía como concepto de Derecho político e internacional está claramente definida en las palabras del Comandante en Jefe Fidel Castro el 26 de julio de 1972, en la Plaza de la Revolución “José Martí”, cuando expresó: “…!Y,  en lo que se entiende como país soberano, nosotros no sacrificaremos un solo atributo de la soberanía por exigencia de los imperialistas! Nosotros, nuestra soberanía podemos diluirla entre todos los pueblos de Latinoamérica, para integrarnos en el seno de una comunidad mayor, nosotros nuestra soberanía podemos diluirla en el movimiento revolucionario, pero frente al imperialismo, ni el más mínimo, ni el más elemental atributo de nuestra soberanía aceptaremos ni discutirlo siquiera”.[5]

En pleno siglo XXI, se mantienen vigentes las advertencias de nuestros próceres, que supieron prever la necesidad de una integración legítima de nuestros pueblos, garantía de independencia y soberanía, frente a la integración dirigida desde afuera.

Todo parece indicar que del Norte poco o nada podemos esperar los del Sur, a menos que sepamos crear condiciones favorables para unir nuestras fortalezas y logremos elevar nuestra capacidad de negociación Sur – Sur y Sur – Norte, aún en condiciones tan adversas como las actuales.

Los Estados nacionales centros, se aprovechan del saqueo de recursos de los Estados nacionales “subdesarrollados”; y, de otra parte, se produce la división dentro de los Estados nacionales en áreas, grupos sociales, actividades avanzadas y modernas y en áreas, grupos y actividades atrasadas, primitivas y dependientes.

Por mucho que los neoliberales sostengan la idea de un Estado no interventor en el área económica, acceder al nuevo paradigma técnico económico no puede ser fruto de un esfuerzo individual y empírico. Sin un sistema de educación bien concebido a todos sus niveles (técnica, media especializada y superior) y una red de laboratorios de investigación (I-D) a escala nacional, sectorial y empresarial, no es posible acceder a ese nuevo paradigma técnico económico y en ello juega su papel el Estado. Estamos a favor de que el Estado induzca la competitividad legítima de su aparato productivo nacional.

Los cambios constitucionales en la Cuba actual han de favorecer esa competitividad legítima de su aparato productivo nacional para elevar así su capacidad de negociación con los Estados del Norte y las empresas globales. La competitividad legítima no sólo exige alcanzar competitividad tecnológica y financiera, sino también mejorar el ingreso per cápita de toda la población, reduciendo de manera significativa la diferenciación social y, por tanto, elevando equitativamente el nivel de vida de las masas populares.

Es imprescindible avanzar hacia el socialismo en el siglo XXI si se quiere salvar al planeta de su destrucción. Los productores libres asociados también en Cuba han de medir las consecuencias más remotas de sus actos productivos, con un enfoque integral y global, que asegure el contenido social del valor de uso, en solidaridad con las generaciones presentes y futuras.

Ello supone toda una época para crear la base técnica material del socialismo bajo una dirección política que asuma una nueva concepción de la importancia social del valor de uso; junto a la activa participación de los miembros de la sociedad en los asuntos de verdadera importancia que competen a la protección de la naturaleza y a garantizar paso a paso todos los derechos legítimos de los miembros de la sociedad.

Bibliografía

CASTRO R., F.: Discurso pronunciado en la Cumbre de la Tierra, efectuada en Brasil, periódico Granma, 28 de junio de 1992.
LEBOWITZ, M. El socialismo no cae del cielo: un nuevo comienzo, Monte Ávila Editores Latinoamericana C.A.,Caracas, 2007
MOLINA, E. Devenir del Modelo Económico Socialista, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2016.
TABLOIDE: Proyecto de Constitución de la República de Cuba, 2018.

Notas:

 
[1] Miembro de Mérito de la Academia de Ciencias de Cuba; Profesor Titular del Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García” y Presidente de la Sociedad Científica de Pensamiento Económico y Economía Política de la ANEC.
[2] José Martí, Obras Completas, Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1963-1965, t.6, pp. 15-18.
[3] Solo una sociedad socialista puede ser consecuentemente solidaria con las generaciones futuras. La Unión Soviética fue solidaria con las generaciones “futuras” al derrotar al fascismo. También fue solidaria muy particularmente con Cuba. La crítica justa al llamado “socialismo real” no puede empañar los primeros hechos históricos positivos del “asalto al cielo” como llamara Marx a la Comuna de París.
[4] Cien Horas con Fidel, Conversaciones con Ignacio Ramonet, Tercera Edición, pp. 706, oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2006.
[5] Cañizares, Fernando Diego; “Teoría del Derecho”; p. 207, Editorial Pueblo y Educación; La Habana; 1979.


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