La globalización del capital en el siglo XXI ha cambiado el
escenario de la lucha de clases por lograr una sociedad de “productores
asociados libres” como la soñó Carlos Marx. Lo que debe lograrse, el mundo
mejor posible o la utopía socialista o comunista; y el cómo debe lograrse, es decir,
la estrategia a seguir, han de ser sometidos al análisis de nuestra época a la
luz de la crítica histórica y con un pensamiento prospectivo.
El proyecto de reforma de nuestra Constitución, que se
somete a discusión por todo el pueblo de Cuba, obedece a razones muy
específicas del momento histórico que vive la Revolución Cubana. De allí que el
preámbulo y en general, todo el articulado que se propone, haga énfasis en los
antecedentes históricos más lejanos y más cercanos que nos llevan al presente y
al futuro inmediato que debemos construir conscientemente todo un pueblo unido.
Me quiero atener solo a aquellas ideas que nos relacionan con lo que ha dado en
llamarse el socialismo en el siglo XXI.
El análisis histórico político del socialismo en el siglo
XX, más que hallar culpables en quienes condujeron el modelo social
burocratizado y con un alto costo en el ámbito de las libertades públicas, ha
de conducirnos al camino correcto para que el pueblo no pierda en ningún caso
su protagonismo, ni el poder soberano sobre el proceso de su propia liberación.
De allí, el carácter altamente democrático y socialista que recorre todo el
articulado.
En el diseño novedoso de la estrategia de cada nación o
región es mucho lo que tienen que aportar las mentes más lúcidas de cada
pueblo, legítimas expresiones de esos intereses, como pueden ser en América
latina Simón Bolívar, Simón Rodríguez, José Martí, y ya en tiempos más
cercanos, Ernesto Che Guevara y Fidel Castro. En todos ellos encontramos
inspiración por la trayectoria de sus luchas y cuando aprehendemos frases tales
como las del Libertador cuando afirmó: “El mejor sistema de gobierno es aquel
que produzca la mayor suma de felicidad posible, la mayor suma de estabilidad
política…”. O en José Martí. cuando sentenció: “….y el buen gobernante en
América no es el que sabe cómo se gobierna el alemán o el francés, sino el que
sabe con qué elementos está hecho su país, y cómo puede ir guiándolos en junto,
para llegar, por métodos e instituciones nacidas del país mismo, a aquel estado
apetecible donde cada hombre se conoce y ejerce, y disfrutan todos de la
abundancia que la Naturaleza puso para todos en el pueblo que fecundan con su
trabajo y defienden con sus vidas.” [2]
A continuación, se resumen los aspectos más
novedosos que apreciamos alrededor de la idea del socialismo en el Siglo XXI.
Valdría la pena sustituir la frase o
denominación “Socialismo del siglo XXI”, por la de “Socialismo en el siglo XXI”; y no precisamente por
una cuestión semántica, sino por una precisión dialéctica, ya que toda negación
ha de saber encontrar la continuidad y la ruptura, lo cual es una forma de
hacer justicia histórica ante las primeras experiencias, sin abandonar el justo
camino hacia un futuro mejor. [3]
El desarrollo del
socialismo incluye el aspecto económico, pero no se reduce a este aspecto. Es un proceso
político, social, cultural, integral, que debe ser abordado holísticamente,
con la presencia de un Estado nacional legítimo, pero también de una sociedad
civil altamente participativa en las transformaciones sociales. Ello supone
identificar aquella parte de la sociedad civil con potencialidades
revolucionarias: sus clases y capas populares. Porque de lo que se trata es de
un reordenamiento de la sociedad en interés de las fuerzas sociales con vistas
a proporcionar al conjunto de la población una elevada calidad de vida.
Este
reordenamiento de la sociedad cubana está muy presente, particularmente en el
Título 2, Fundamentos económicos, cuando proclama en su articulado:
87. ARTÍCULO
20. En la República de Cuba rige el sistema de economía basado en la propiedad
socialista de todo el pueblo sobre los medios fundamentales de producción, como
forma de propiedad principal, y la dirección planificada de la economía, que
considera y regula el mercado, en función de los intereses de la sociedad.
88. ARTÍCULO
21. Se reconocen las formas de propiedad siguientes:
89. a)
socialista de todo el pueblo: en la que el Estado actúa en representación y
beneficio de este como propietario.
90. b)
cooperativa: la sustentada en el trabajo colectivo de sus socios propietarios y
en el ejercicio efectivo de los principios del cooperativismo.
91. c) mixta:
la formada por la combinación de dos o más formas de propiedad.
92. d) de las
organizaciones políticas, de masas y sociales: la que ejercen estos sujetos
sobre sus bienes.
93. e)
privada: la que se ejerce sobre determinados medios de producción, de
conformidad con lo establecido.
94. f)
personal: la que se ejerce sobre los bienes que sin constituir medios de
producción contribuyen a la satisfacción de las necesidades materiales y
espirituales de su titular.
95. La ley regula
lo relativo a estas y otras formas de propiedad. El Estado estimula aquellas de
carácter más social. 96. ARTÍCULO 22. El Estado regula que no exista
concentración de la propiedad en personas naturales o jurídicas no estatales, a
fin de preservar los límites compatibles con los valores socialistas de equidad
y justicia social.
97. La ley
establece las regulaciones que garantizan su efectivo cumplimiento.
98. ARTÍCULO
23. Son de propiedad socialista de todo el pueblo: las tierras que no
pertenecen a particulares o cooperativas integradas por estos, el subsuelo, las
minas, los recursos naturales tanto vivos como no vivos dentro de la zona
económica exclusiva de la República, los bosques, las aguas y las vías de
comunicación.
99. Estos
bienes son inalienables, imprescriptibles e inembargables, por lo que no pueden
trasmitirse en propiedad a personas naturales o jurídicas.
La sociedad civil
cubana no renuncia al socialismo, ni mucho menos, cuando asume esta diversidad
de formas de propiedad bajo el predominio de la propiedad estatal socialista; y
ello está en plena concordancia con la defensa del socialismo en el siglo XXI.
Entre las
alternativas que se defienden para llevar adelante el socialismo en el siglo
XXI, se plantea la importancia de la “gestión
de los trabajadores”, porque se entiende que si son los trabajadores los
efectivos propietarios (productores libres asociados) entonces han de cooperar en la producción
conscientemente y han de beneficiarse de su actividad, lo cual exige una forma
superior de organización de la producción a escala de la empresa estatal
socialista y a escala de todas las formas de propiedad que coexistan bajo la
regulación del poder revolucionario:
- Sin la explotación capitalista, se produce una tendencia hacia la cooperación entre los trabajadores para cumplir sus responsabilidades en beneficio de toda la sociedad en su conjunto.
- El conocimiento que los trabajadores poseen sobre las mejores maneras para realizar el trabajo, conocimiento no compartido como regla en el capitalismo, ahora puede ser utilizado para mejorar la producción en el corto y largo plazo.
- La gestión de los trabajadores ofrece la posibilidad de combinar el pensar con el hacer: de acabar con la división en el lugar de trabajo entre los que piensan y los que hacen. Ofrece la posibilidad de que todos los trabajadores pueden desarrollar sus capacidades y potencialidades. Por lo tanto, la gestión del colectivo laboral puede fomentar una mayor productividad e innovación.
La existencia de
la propiedad socialista se logra mediante un proceso doble: el desarrollo
simultáneo del objeto sobre el cual recae la propiedad, junto a la creación de
nuevos valores y nuevas actitudes del sujeto que ejerce dicha propiedad. No se
trata de un proceso pasivo, sino de una profunda lucha ideológica, en que la
participación de las masas permite que mientras es creada la dimensión objetiva
de la nueva sociedad, ésta influya en la subjetiva.
En el propio
Título 2, se deja bien claro el papel del valor formador del trabajo en el
desarrollo de la sociedad civil cubana y como potenciador científico de la
riqueza socialista:
119. ARTÍCULO 31.
El trabajo es un valor primordial de nuestra sociedad. Constituye un deber, un
derecho y un motivo de honor de todas las personas en condiciones de trabajar.
Es, además, la fuente principal de ingresos que sustenta la realización de los
proyectos individuales, colectivos y sociales. 120. La distribución de la
riqueza con arreglo al trabajo aportado, se complementa con la satisfacción
equitativa de los servicios sociales universales y otros beneficios
275. f) se
estimula la investigación científico-técnica con un enfoque de desarrollo e
innovación, priorizando la dirigida a solucionar los problemas que atañen al
interés de la sociedad y al beneficio del pueblo;
276. g) se
favorece la incorporación de las personas con aptitud para la labor científica.
El peligro de socavar las dos fuentes originales de toda riqueza (la tierra
y el hombre) ha estado presente, tanto bajo el sistema del capital, como
también en el socialismo real que conocimos. El productivismo sin límite, sin
medida, sin criterio a largo plazo, sin medir las consecuencias más remotas de
nuestros actos productivos, con un enfoque fragmentario, desata efectos no
intencionales que se imponen a espaldas de los productores de esos actos.
La base económica
material del socialismo no es despreciable en esta concepción. Ninguna
tecnología es neutra: siempre lleva el sello del sistema social que la crea. No
basta con acceder a la tecnología capitalista más avanzada. La obsolescencia de
las mercancías capitalistas se diseña y produce sin contemplar los efectos
adversos más remotos que ocasionan sobre la naturaleza y la sociedad. Solo
interesa la búsqueda y obtención de la máxima ganancia posible. Ello supone
toda una época de transformación de la base material del socialismo bajo una
dirección política que asuma una nueva concepción de la importancia social del
valor de uso y su obsolescencia.
El daño ambiental
no puede ser una “externalidad” al devenir del modelo económico socialista
cubano; y si bien no existen condiciones favorables a escala internacional para
crear un Tribunal Ecológico de la Biosfera que condene y castigue sin
miramientos a quienes infrinjan las leyes de la naturaleza, al menos, en Cuba,
nuestra Ley Fundamental sí está en condiciones para que su pueblo
conscientemente cumpla con esa responsabilidad.
La
nueva Constitución, tal y como se propone, manifiesta estos principios en los
siguientes artículos:
Título
1. Fundamentos Políticos, capítulo 2.
72. e)
promueve la protección y conservación del medio ambiente y el enfrentamiento al
cambio climático, que amenaza la sobrevivencia de la especie humana, sobre la
base del reconocimiento de responsabilidades comunes, pero diferenciadas; el
establecimiento de un orden económico internacional más justo y equitativo y la
erradicación de los patrones irracionales de producción y consumo;
Título 4: Derechos, Deberes y Garantías, Capítulo 3.
227. El Estado
protege el medio ambiente y los recursos naturales del país. Reconoce su
estrecha vinculación con el desarrollo sostenible de la economía y la sociedad
para hacer más racional la vida humana y asegurar la supervivencia, el
bienestar y la seguridad de las generaciones actuales y futuras.
Vale la pena citar las palabras de Fidel Castro en
respuesta a una pregunta de Ignacio Ramonet en el libro “Cien Horas con Fidel”
acerca del porvenir del socialismo en Cuba:
“Hubo quienes creyeron que con métodos capitalistas iban
a construir el socialismo. Es uno de los grandes errores históricos. No quiero
hablar de eso, no quiero teorizar; pero tengo infinidad de ejemplos de que no
se dio pie con bola en muchas cosas que hicieron quienes se suponían teóricos,
que no interpretaron correctamente el pensamiento de Marx, Engels y Lenin.”
“He dicho en una ocasión, que uno de nuestros mayores
errores al principio, y muchas veces a lo largo de la Revolución, fue creer que
alguien sabía cómo se construía el socialismo. Hoy tenemos ideas, a mi juicio,
bastante claras, de cómo se debe construir el socialismo, pero necesitamos
muchas ideas bien claras y muchas preguntas acerca de cómo se puede preservar o
se preservará en el futuro el socialismo”.[4]
La preservación de la soberanía y el socialismo en Cuba
está muy relacionada con cierta dialéctica imprescindible a lograr entre la
integración latinoamericana y el desarrollo de la independencia económica y
política de América latina y el Caribe. Estos principios aparecen manifiestos
en los siguientes artículos:
70 c) reafirma
su voluntad de integración y colaboración con los países de América Latina y
del Caribe, cuya identidad común y necesidad histórica de avanzar hacia la
integración económica y política para lograr la verdadera independencia, nos
permitirá alcanzar el lugar que nos corresponde en el mundo;
84. ARTÍCULO
18. La República de Cuba, en su propósito de promover la integración
latinoamericana y caribeña, puede, mediante tratados, atribuir a entidades
supranacionales el ejercicio de las facultades requeridas para ello.
Los caminos
integracionistas en América Latina y el Caribe son muy diversos; no
necesariamente convergen hacia la independencia económica y política de sus
pueblos. Una integración legítima no
puede concebirse bajo la tesis de las ventajas comparativas, aquellas que
auspician la “división regional del trabajo”, para que unos países se
desarrollen, a costa del atraso de otros, similar a la tradicional división
internacional del trabajo que ha existido a escala internacional. Integrar
significa aglutinar, juntar las partes, en un bloque único; mientras que
dividir significa diferenciar, separar los países, para que cada uno se dedique
egoístamente a sus cosas, para luego buscar ventajas en el intercambio.
Integración es unir las partes para “compartir ventajas”.
Precisamente, aquí reside lo nuevo que pudiera aportar el ALBA y CELAC:
la búsqueda de “ventajas cooperativas o compartidas”, para combatir la pobreza.
Las “ventajas compartidas”, es la lucha por la creación de condiciones
sociales para la reproducción material y espiritual de la vida humana; la
política social de esta forma de integración significa que los países se
integran para compartir las ventajas que resultan de un territorio común; una
naturaleza y una historia común; economías homogéneas y magnitudes de población
similares. Son factores que unidos en una estrategia de desarrollo dan ventajas
frente a otras naciones del mundo.
Ventajas compartidas significa que, en función de los intereses de estos
pueblos, los países se junten para compartir sus ventajas naturales y sociales.
Una integración legítima quiere decir que los países articulan sus
economías para sacarle mejor provecho a los recursos naturales, humanos y
materiales y ampliar el mercado, en función del desarrollo humano. Se trata de
fortalecer las magnitudes reguladoras claves: aquellas que elevan la capacidad
negociadora con el resto del mundo; pero que al mismo tiempo potencian el
mercado interno, el nivel de empleo, el salario medio y la inversión nacional.
La integración dirigida desde afuera (dígase Alianza del Pacífico) busca
que la región se conforme en bloque para que cree facilidades al comercio de
las empresas globales, que abra sus fronteras a la circulación de mercancías y
capitales y que busque la especialización manufacturera mediante el empleo de
maquiladoras. Su ventaja comparativa frente al resto del mundo debe lograrla
mediante bajos costos de producción, fundamentalmente, por bajos salarios.
Pero un mercado interno caracterizado por bajos salarios, o lo que es lo
mismo, un salario medio muy bajo, justifica aquella política neoliberal que
muestra poco o ningún interés por el fortalecimiento del mercado interno porque
se espera resolver el problema por la vía del mercado mundial, provocando con
ello una mayor exclusión de la población.
Debe quedar claro entonces, que el avance hacia la integración tipo ALBA
sólo puede ser posible con el fortalecimiento de un mercado incluyente,
complementado con el esfuerzo de los Estados nacionales participantes. No se
puede desestimar al Estado orientador y gestor del desarrollo, que planifique y
emita políticas económicas en función de ese desarrollo y que ejerza un
liderazgo en la comunidad para defender el ecosistema y consolidar la
participación democrática de la sociedad civil.
La política de la Revolución Cubana acerca de la
soberanía como concepto de Derecho político e internacional está claramente
definida en las palabras del Comandante en Jefe Fidel Castro el 26 de julio de
1972, en la Plaza de la Revolución “José Martí”, cuando expresó: “…!Y, en lo que se entiende como país soberano,
nosotros no sacrificaremos un solo atributo de la soberanía por exigencia de
los imperialistas! Nosotros, nuestra soberanía podemos diluirla entre todos los
pueblos de Latinoamérica, para integrarnos en el seno de una comunidad mayor,
nosotros nuestra soberanía podemos diluirla en el movimiento revolucionario,
pero frente al imperialismo, ni el más mínimo, ni el más elemental atributo de
nuestra soberanía aceptaremos ni discutirlo siquiera”.[5]
En pleno siglo XXI, se mantienen vigentes las advertencias de nuestros
próceres, que supieron prever la necesidad de una integración legítima de
nuestros pueblos, garantía de independencia y soberanía, frente a la
integración dirigida desde afuera.
Todo parece indicar que del Norte poco o nada podemos
esperar los del Sur, a menos que sepamos crear condiciones favorables para unir
nuestras fortalezas y logremos elevar nuestra capacidad de negociación Sur –
Sur y Sur – Norte, aún en condiciones tan adversas como las actuales.
Los Estados nacionales centros, se aprovechan del saqueo de recursos de
los Estados nacionales “subdesarrollados”; y, de otra parte, se produce la
división dentro de los Estados nacionales en áreas, grupos sociales,
actividades avanzadas y modernas y en áreas, grupos y actividades atrasadas,
primitivas y dependientes.
Por mucho que los
neoliberales sostengan la idea de un Estado no interventor en el área
económica, acceder al nuevo paradigma técnico económico no puede ser fruto de
un esfuerzo individual y empírico. Sin un sistema de educación bien concebido a
todos sus niveles (técnica, media especializada y superior) y una red de
laboratorios de investigación (I-D) a escala nacional, sectorial y empresarial,
no es posible acceder a ese nuevo paradigma técnico económico y en ello juega
su papel el Estado. Estamos a favor de que el Estado induzca la competitividad
legítima de su aparato productivo nacional.
Los cambios constitucionales en la Cuba actual han de favorecer esa competitividad legítima de su aparato productivo
nacional para elevar así su capacidad
de negociación con los Estados del Norte y las empresas globales. La
competitividad legítima no sólo exige alcanzar competitividad tecnológica y
financiera, sino también mejorar el ingreso per cápita de toda la población,
reduciendo de manera significativa la diferenciación social y, por tanto,
elevando equitativamente el nivel de vida de las masas populares.
Es imprescindible avanzar hacia el socialismo en el siglo
XXI si se quiere salvar al planeta de su destrucción. Los productores libres
asociados también en Cuba han de medir las consecuencias más remotas de sus actos
productivos, con un enfoque integral y global, que asegure el contenido social
del valor de uso, en solidaridad con las generaciones presentes y futuras.
Ello supone toda una época para crear la base técnica
material del socialismo bajo una dirección política que asuma una nueva
concepción de la importancia social del valor de uso; junto a la activa
participación de los miembros de la sociedad en los asuntos de verdadera
importancia que competen a la protección de la naturaleza y a garantizar paso a
paso todos los derechos legítimos de los miembros de la sociedad.
Bibliografía
CASTRO R., F.: Discurso pronunciado en la Cumbre de la
Tierra, efectuada en Brasil, periódico Granma, 28 de junio de 1992.
LEBOWITZ, M. El socialismo no cae del cielo: un nuevo
comienzo, Monte Ávila Editores Latinoamericana C.A.,Caracas, 2007
MOLINA, E. Devenir del Modelo Económico Socialista,
Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2016.
TABLOIDE: Proyecto de Constitución de la República de
Cuba, 2018.
Notas:
[1] Miembro de Mérito de la Academia de Ciencias de Cuba;
Profesor Titular del Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa
García” y Presidente de la Sociedad Científica de Pensamiento Económico y
Economía Política de la ANEC.
[2] José Martí,
Obras Completas, Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1963-1965, t.6, pp.
15-18.
[3] Solo una
sociedad socialista puede ser consecuentemente solidaria con las generaciones
futuras. La Unión Soviética fue solidaria con las generaciones “futuras” al
derrotar al fascismo. También fue solidaria muy particularmente con Cuba. La
crítica justa al llamado “socialismo real” no puede empañar los primeros hechos
históricos positivos del “asalto al cielo” como llamara Marx a la Comuna de
París.
[4] Cien Horas con
Fidel, Conversaciones con Ignacio Ramonet, Tercera Edición, pp. 706, oficina de
Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2006.
[5] Cañizares,
Fernando Diego; “Teoría del Derecho”; p. 207, Editorial Pueblo y Educación; La
Habana; 1979.
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