viernes, 27 de septiembre de 2019

La Amazonía en llamas a la luz de la Economía política



Por Ernesto Molina Molina.[i]

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Cuando el mundo todavía sufre los estragos de los incendios en la Amazonía, ante la indolencia de los poderosos que pudieran haber evitado o debieran ayudar a resarcir los daños, Cuba perfecciona y diversifica su cobertura boscosa en aras de garantizar la prevalencia del patrimonio forestal cubano. Pero no siempre fue así. Nuestros primeros historiadores nos hablan de cómo, a la llegada de Cristóbal Colón, se podía caminar toda la Isla a la sombra de sus bosques.

El problema del carácter destructivo del capital sobre la naturaleza se ha hecho tan evidente durante el siglo XX e inicios del XXI, que puede resultar lógico que los menos informados crean que el problema existe en términos históricos relativamente recientes. Con distintos enfoques y aristas, muchas de las ideas que surgieron desde el siglo XIX, nos han alertado sobre alcanzar aquel desarrollo que permita satisfacer las necesidades del presente sin comprometer la habilidad de las futuras generaciones para satisfacer sus propias necesidades.

En “Cuba 1860”, Ramón de La Sagra se manifiesta contra la política de destrucción de bosques asociada al desarrollo de la industria azucarera, El derecho a deforestar la isla fue una de las grandes victorias de los hacendados azucareros. Los bosques fueron arrasados y como dijera. La Sagra "en ningún momento discutieron la utilización racional de los recursos forestales; sino a quien correspondía el derecho de talar y destruir”. [ii]

La Sagra pidió establecer reservas forestales intocables como una salvaguarda de la Isla para las generaciones futuras. Y como sabía que esto iba contra el concepto burgués de propiedad, hace una crítica socialista a lo que llama "Vicios de la teoría económica de la libertad mal entendida", exigiendo la subordinación de esa libertad a la utilidad pública.[iii]

Y añade:

"El  periodo actual de madurez de la  humanidad, enriquecida con las  conquistas de la ciencia, e iluminada en sus empresas por el sentimiento moral, corresponde la grande y trascendental empresa de explotar la superficie del planeta que habita, del modo más útil y conveniente, no sólo para la generación presente, sino también para las generaciones venideras, lo cual no se conseguirá jamás si no se subordinan los intereses  individuales, efímeros y transitorios, a los   generales y  eternos de la humanidad entera".[iv]

Carlos Marx reconoció el aporte científico que hizo Adam Smith en relación con la renta del suelo capitalista. Smith apreció cómo los productos que una vez proporcionan renta, otras veces no lo proporcionan. El bosque, por ejemplo, en un país densamente poblado y edificado como lo era Inglaterra, proporcionaba renta, pero se estaba pudriendo vivo en muchas zonas de América del Norte. Y en efecto, la tierra unas veces se convierte en fuerza económica y otras veces no.

Algo semejante ocurre en la Amazonía. Y es por eso que los intereses del capital están reñidos con la conservación del oxígeno en el planeta. Jair Bolsonaro, presidente del Brasil, es un legítimo representante de los intereses del gran capital: no le interesa para nada subordinar los intereses individuales, efímeros y transitorios, a los   generales y eternos de la humanidad. La Amazonía no está densamente poblada urbanísticamente, la habitan descendientes aborígenes, que protegen la “madre tierra”.

¿Qué renta paga el resto del mundo por el oxígeno que produce la Amazonía para todo el planeta, para todos los seres vivos de la tierra? Bajo una sociedad capitalista mundial esto no resulta racional: la existencia de un inmenso territorio que no aporta, ni renta del suelo, ni enormes ganancias a la agroindustria contemporánea. Bolsonaro invoca la soberanía del capital para quemar esos bosques y convertir esas tierras en fuerza económica.

¡Nadie paga por el oxígeno que produce la Amazonía brasileña!

Uno de los méritos considerables de Smith consiste en que ponía el nivel de la renta de las mercancías de segundo orden en dependencia del nivel de la renta proporcionada por el capital invertido en la producción de los productos alimenticios principales.

Una vez liberadas de bosques las tierras de la Amazonía, se podrán sembrar de soya, dedicar a la ganadería, a la agroindustria, a la minería, al servicio del capital transnacional.

No creo que Bolsonaro haya estudiado la obra de Adam Smith o de Milton Friedman. Y, sin embargo, puede ser considerado uno de los fieles seguidores ideológicos de este último.

Llama la atención como Naomi Klein destaca la alegría de Milton Friedman, máximo representante de la Escuela de Chicago, al conocer éste el desastre del ciclón Katrina y la oportunidad que se abrió para privatizar la educación en Nueva Orleans como buen ejemplo para todo Estados Unidos:

Milton Friedman fue uno de los que vio oportunidades en las aguas que inundaban Nueva Orleans. Gran gurú del movimiento en favor del capitalismo neoliberal, fue el responsable de crear la hoja de ruta de la economía global, contemporánea e hipermóvil en la que hoy vivimos. A sus noventa y tres años, y a pesar de su delicado estado de salud, el «tío Miltie», como le llamaban sus seguidores, tuvo fuerzas para escribir un artículo de opinión en The Wall Street Journal tres meses después de que los diques se rompieran: «La mayor parte de las escuelas de Nueva Orleans están en ruinas —observó Friedman—, al igual que los hogares de los alumnos que asistían a clase. Los niños se ven obligados a ir a escuelas de otras zonas, y esto es una tragedia. También es una oportunidad para emprender una reforma radical del sistema educativo.[v]

Jair  Bolsonaro no fue sorprendido por la oportunidad de la Amazonía en llamas. Su actitud antes y después de estos acontecimientos ha sido cómplice del hecho. Discípulo vulgar de Maquiavelo, Bolsonaro tiene como divisa: Si el hecho me acusa, que el resultado me excuse. Y desde el poder, pone a su servicio personal y del capital transnacional las tierras arrasadas de la Amazonía. Pero él no es el único responsable: él es una pieza del sistema global del capital.

Karl Marx fue por supuesto un personaje importante en las ciencias sociales del siglo XIX. Se le ha denominado el último economista clásico. Aportó gran parte de las premisas epistemológicas del mundo intelectual europeo de ese entonces.

Cuando Engels dijo que el pensamiento marxista tenía sus raíces en Hegel, Saint Simon y los economistas ingleses clásicos, estaba confesando ser parte de ellos.

Y no obstante Marx afirmó participar en una “crítica de la economía política”, afirmación que hace con base muy seria.

Nadie como Marx supo desentrañar los problemas científicos planteados por los autores “clásicos” y “vulgares”, según la propia denominación o clasificación que hiciera el propio Marx. Si Marx se hubiera limitado a estudiar la historia económica y política de las sociedades precapitalistas y la capitalista, no hubiera podido aprovechar la inteligencia de tantos economistas que lo precedieron, unos, (los clásicos) para identificar las leyes económicas objetivas asociadas a cada sistema social; y otros, (los vulgares) para reflejar los fenómenos superficiales del devenir de esos sistemas sociales: todos ellos sirvieron de campo de investigación al primer científico social que develó la materialidad del comportamiento social; pues hasta ese momento solo se reconocía la materialidad de los fenómenos naturales.

Al mismo tiempo, Marx no perdió de vista la historia económica a escala global y geográfica hasta donde pudo hacerlo, porque solo así podía contar con un criterio de comprobación científica de su quehacer científico. No olvidemos que Marx no restringió su concepción a las 5 formaciones económico-sociales que los manuales marxistas posteriores presentaron en forma lineal progresiva: él nos habló del modo asiático y de la sociedad antigua.

A ninguna otra sociedad que la capitalista atribuyó Marx un carácter tan catastrófico, capaz de destruir a las dos fuentes fundamentales de toda riqueza: al hombre y a la naturaleza. Federico Engels lo expresa en forma muy clara en su ensayo “El Papel del trabajo en la transformación del hombre en mono”: 

“La ciencia social de la burguesía, la Economía Política Clásica, solo se ocupa preferentemente de aquellas consecuencias sociales inmediatas de los actos realizados por los hombres en la producción y el cambio (…) Cuando en Cuba los plantadores españoles quemaban los bosques en las laderas de las montañas para obtener con la ceniza un abono que solo les alcanzaba para fertilizar una generación de cafetos de alto rendimiento, ¡poco les importaba que las lluvias torrenciales barriesen la capa vegetal del suelo, privada de la protección de los árboles, y no dejasen tras sí más que rocas desnudas!”[vi]

Solo el socialismo, incluso, a escala nacional, cuando está “bien diseñado”, es capaz de dirigir sus actos productivos con visión prospectiva a largo plazo, con responsabilidad por las generaciones futuras y protegiendo la madre tierra con ciencia y conciencia.
Pero cada día nos acercamos a pasos agigantados al llamado de Rosa Luxemburgo: “O Socialismo o barbarie”.

Notas:

[i] Miembro de Mérito de la Academia de Ciencias de Cuba; Profesor Titular del Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García” y Presidente de la Sociedad Científica de Pensamiento Económico y Economía Política de la ANEC.
[ii] Ramón de La Sagra, "Cuba 1860", p. 67, Selección de artículos sobre la agricultura cubana, Comisión Nacional de la UNESCO, La Habana, 1963.
[iii] Ramón de La Sagra, "Cuba 1860", Ibidem, capítulo 1.
[iv] Ramón de La Sagra, "Cuba 1860", p. 64.
[v]The Promise of Vouchers», Wall Street Journal, 5 de diciembre de 2005.
[vi]F. Engels: El Papel del Trabajo en la transformación del mono en hombre, C. Marx; F. Engels: Obras Escogidas, Tomo III, p.38, Editorial Progreso, Moscú, 1978.

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