Luego de
haber pasado unos días del reality shows
de las convenciones republicana y demócrata, valen la pena algunas
consideraciones respecto a esta obra de la democracia formal. En los últimos
días, la oleada de desgracias que ha invadido el escenario político
estadounidense -entre las que se destacan el Huracán Isaac y la reacción
exterior a la controvertida película anti-musulmana- parecen facilitar el
fortalecimiento de la figura de Obama.
Incluso
antes de que el presidente pronunciara el discurso de clausura de la
Convención, se presentaron algunos elementos que señalan la posible estructura
de un segundo mandato demócrata. Entre ellos llama la atención el discurso
sobre política exterior, encargado a J. Kerry, evidenciándose la posibilidad de
esta figura como sustituto de Hillary Clinton en el Departamento de Estado;
puesto que la esposa de Bill Clinton, consideró oportuno visitar a China en
plena Convención.
El guión del
evento fue selecto como una partida de ajedrez. Entre oradores negros y
latinos, artistas de Hollywood y otros atractivos televisivos, fueron matizadas
las noches demócratas; evidenciando la compleja propaganda en que se empaqueta
la Marca Demócrata en las pantallas
de los ciudadanos estadounidenses.
Siguiendo
esos objetivos, Obama se apoyó en la popularidad del alcalde de San Antonio,
Julián Castro, como principal anzuelo al voto latino.
El joven político le preparó el podio al
presidente en un encendido discurso donde, entre otros argumentos, se
presentaba como el modelo a seguir para lograr el american way of life. El
símbolo de Castro continuó durante toda la Convención, en un intento por
transferir a través de su imagen, el apoyo latino a los demócratas.
La Primera
Dama, por su parte, supo mostrar superioridad sobre la esposa de Romney, quien
había recibido el elogio de los medios por su intervención en el escenario republicano.
No obstante, Michelle supo recolocarse como referente para atraer el voto
femenino, el de los latinos, los negros –mal llamados afroamericanos- y los homosexuales; reconociendo en estos
sectores los puntos más débiles del
partido opositor.
Sin embargo,
el trabajo en favor del voto de los independientes pareció insuficiente en ambos partidos, quienes se
concentraron más en afianzar los sectores que deben considerarse como el
electorado más seguro, y no enfatizaron en aquellos puntos que pueden atraer a
los independientes.
Además de la
consabida estructura populista, se pretendió consolidar la continuidad
demócrata mediante videos de la familia Kennedy y, en particular, un especial
sobre Ted Kennedy, donde desarmaba a Mitt Romney en un debate político de
antaño.
Posteriormente, el ex presidente Clinton argumentó el pésimo estado en que había dejado al país
los dos períodos de mala administración republicana (G.W. Bush), así como
aquellos aspectos que hacían de Obama la figura más conocedora de los problemas
presentes y, por tanto, la más facultada para dirigir su “solución”. Asimismo,
reconoció que el proceso de la revitalización económica debía verse como un
fenómeno de varios años y no como obra de unos meses, tema que intentó
apuntalarse durante todo el evento, como la gran justificación para que se le
confiara a Barack Obama un segundo mandato.
De esta
forma quedó el escenario listo para el Presidente, que estuvo favorecido por un
equipo de asesores conocedores de los medios y las artes de la comunicación.
Quizás por ello no se ocultó en reconocer, que el discurso del cambio y el yes we can no convencen ya, sin
ofrecerle al electorado una parte de las realidades que deberán enfrentar en
los próximos años.
En ese
sentido, el líder demócrata intentó vender optimismo ante los problemas
económicos del país, particularmente del empleo, el descenso del nivel de vida
de la clase media y la desilusión de los jóvenes e inmigrantes que le
concedieron su voto en 2008; lo cual permanecerá entre los principales retos a saldar en lo que
queda de campaña.
De manera
general, el discurso de Obama estuvo plagado de promesas y alegorías para
incentivar a los sectores más desfavorecidos por los republicanos (los latinos,
las mujeres, los negros y los gays). Conocedor del valor de los instrumentos
políticos, diplomáticos e informacionales, como pilares del desarrollo de una
Administración más creíble; realizó un breve balance sobre el uso de los instrumentos del poderío nacional
de los EE.UU., en sus 4 años de mandato. Con ello, definió como renglón básico
de trabajo -para un nuevo período- la inversión en el desarrollo
científico-tecnológico, como una necesidad para promover la competitividad y
mantener el liderazgo global.
En ese mismo
camino, prometió reformas en el sector de la educación, para el mejoramiento de
la calidad y el acceso al estudio, en aras de calificar y hacer más competente
a la fuerza laboral. Como otro paso para la prosperidad económica, anunció un
recorte de los gastos militares, lo que permitiría aumentar los fondos en la
revitalización de la economía y así proveer mayores fuentes de empleo.
Conociendo
los puntos débiles de su campaña, explicó las posibilidades que otorgarían
estas medidas a los inmigrantes, los
jóvenes y la clase media, en una extendida arenga hacia el rescate del llamado american dream. Siguiendo los objetivos
claves para a atracción del electorado, se refirió a la recuperación de los
sectores de la energía; recalcando las inversiones en la educación, la ciencia
y la tecnología, como aspectos medulares de un proyecto político que apuesta
por la economía del conocimiento.
En el orden
cultural, se hizo apoyar de varias figuras de Hollywood como Eva Longoria,
Scarlet Johanson, Kerry Washington y Terry White. Confirmando su éxito en
cuanto a imagen pública y uso atinado de los medios, desplegó un gran activismo
en las redes sociales.
En este ámbito Obama ha salido airoso, pues
sus asesores se ocuparon –tempranamente- de boicotear el discurso de Romney de
la convención republicana desde la red de redes. Por otra parte, la falta de
carisma político de la fórmula Romney-Ryan, el discurso ultraconservador y la
pobreza estética que presentaron en esa actividad, le hicieron el camino más
fácil a los demócratas.
Obama y
Biden, por el contrario, se mostraron sólidos en sus discursos, que aunque sin
ahondar tampoco en las formas de llegar a los fines, parecieron más
convincentes.
Por otra
parte, los shows divisionistas en torno a Ron Paul y Romney, unido a las
desmesuradas declaraciones de varios políticos republicanos, hicieron ver más
unido al partido demócrata. Estas diferencias provocaron cambios en la
percepción de los ciudadanos, lo cual ha sido relejado en el favoritismo
demócrata de las últimas encuestas.
En política
exterior, Obama se refirió a sus “logros” contra la Libia de Gadafi y el
asesinato a Osama Bin Laden, para felicitarse por haber dirigido una de las
administraciones demócratas más militaristas de las últimas décadas.
En este
aspecto, aprovechó las fallas del partido republicano, para hacer un tributo a
los veteranos de guerra y de paso ridiculizar a Romney, al desconocer las
declaraciones de este respecto a Rusia, precisando: “(…) no se le considera a
Rusia nuestro enemigo número uno, en lugar de Al Qaeda, a menos que uno esté
atrapado en los tiempos de la
Guerra Fría".
También se
refirió a Afganistán, asegurando sin muchas pruebas: "Frenamos en seco el
avance del Talibán en Afganistán y, en 2014, nuestra guerra más larga habrá
terminado. Una nueva torre se erige sobre el horizonte de Nueva York, Al Qaeda
va camino de la derrota y Osama Bin Laden está muerto".
Continuando
el sendero de las debilidades del oponente, abordó el tema de los dreamers [1]
marcando diferencias con la actuación xenófoba de los republicanos respecto a
los inmigrantes. Asimismo se refirió al seguro médico, exponiendo las mejoras a
la seguridad social y la salud que brindarían sus reformas, como un gancho para
la clase trabajadora. Siguiendo la lógica de estropear el prestigio empresarial
de Romney, se invitó a trabajadores de las empresas del candidato republicano,
para desmitificar sus éxitos de empresariales y poner en duda la procedencia de
sus millones.
Obama
precisó que en estas elecciones existen dos “visiones fundamentalmente
distintas” para EE.UU., cosa que en formas puede ser cierto pero en esencia
resulta una falacia.
La realidad,
por más avasalladora que parezca es que la élite del poder es la que gobierna
ese país y el poder político del ejecutivo resulta nominal, ante el poderío
económico transnacional de la clase dominante. Por estas razones, sean
republicanos o demócratas, sistémicamente,
las élites definen sus intereses y los expresan como estratégicos,
mediante los instrumentos del poderío nacional de los EE.UU.
Si bien los
demócratas presentan un discurso más “liberal”, la esencia de los problemas que
enfrenta ese país y que el presidente pidió tiempo para corregir, no se deben a
formas sino a problemas estructurales.
No obstante, la opción demócrata se muestra
más racional ante los tiempos que corren y más tolerante para la mayoría de sus
ciudadanos.
Sobre los
votantes independiente Obama intentó razonar, detallando por qué elegirlo a él
resultaba la mejor opción, aunque los 4 años de desgaste en el gobierno le
harán el camino más difícil. No obstante, aprovechó la popularidad que ha
tenido la propuesta de aumento de impuestos para los más ricos, intentando
demostrar que trabajarían para la clase media y no para la privilegiada.
Las
coberturas televisivas, por su parte, se dedicaron más a explicar lo que pasaba
en las Convenciones, a través de entrevistas a asesores y políticos, que a
permitirle al pueblo estadounidense ver con sus propios ojos todo lo que allí
se desarrollaba. Evidentemente la censura y las influencias resultan imprescindibles
en cualquier espacio del reality show de la democracia formal.
La gran
incógnita resulta entonces, sí el ciudadano estadounidense le será suficiente
el vago camino que trazó Obama hacia el futuro ó la falsa idolatría al “genio”
empresarial republicano.
Conclusiones
Entre los
puntos centrales del discurso de Obama pudieran señalarse, la reducción del
déficit, el desarrollo de la economía del conocimiento y, como colofón, la
ansiada recuperación económica.
Entre los
que llamó objetivos concretos pero concretamente no definió cómo lograrlos
están: la creación de un millón de nuevos empleos en el sector manufacturero al
cerrar el 2016, así como la duplicación
las exportaciones antes del 2015 y la reducción del déficit federal en cuatro
billones de dólares durante la siguiente década. Asimismo prometió para el
2020, la reducción a la mitad de las importaciones de petróleo y la creación de
600 mil trabajos en la industria de gas natural. Para esa misma fecha, vaticinó
la reducción en un 50 por ciento de los costos de las matrículas para la educación
universitaria y la atracción de 100 mil maestros de matemáticas y ciencias.
Las
propuestas de los dreamers y las mejoras en el sector de la educación y la
salud, se orientan en línea con la inversión en la economía del conocimiento.
Esta inversión para el desarrollo a largo plazo, constituye un puntal de la
economía mundial, y Obama conoce la vitalidad de liderar este renglón, a la vez
que remarca las diferencias con la posición republicana.
Quizá en
este último aspecto todo ha girado a favor de Obama. El huracán Isaac le
permitió marcar diferencia sobre W. Bush durante la catástrofe del Katrina. A
Obama no le fue difícil mostrarse más activo y responsable de lo que ocurría,
lo que le posibilitó recortarle espacio a la convención republicana, que se vio
mediatizada sobre todo el primer día por la entrada del Huracán.
Otro punto a
favor de Obama ha sido la derechización del partido republicano, con el
surgimiento de líderes ultra conservadores, que atemorizan a los independientes
y crean motivos para hacer el ridículo frente a los demócratas.
De igual
manera, el fanatismo republicano ha conllevado a enfatizar temas donde los
demócratas pueden competir con mayor soltura, contra las posiciones
republicanas respecto a los inmigrantes, el aborto, la familia y la política
exterior.
En esta lucha, Obama
afirmó que la opción no será entre dos candidatos o dos partidos y es allí
donde está la gran limitante pues no tiene el poder para un cambio tal, ni debe
pretenderlo. Los 4 años de su Administración han denotado cambios formales en
elementos que no afectan estructuralmente el sistema y el resto ha sido
continuidad.
Haciendo un
balance de ambas convenciones, hubo varios puntos de coincidencias. Entre ellos
se destacan el chovinismo, el sentimiento y presunción de EE.UU. como líder e
impulsor de la "democracia", la "libertad" y los "valores" a nivel global.
Finalmente,
queda en el imaginario el peligro de que unas elecciones tan importantes para
el mundo; por la trascendencia internacional que tienen las decisiones de la
clase dominante de ese país, quede a la suerte de las estadísticas económicas
de último momento y la manipulación mediática de las grandes transnacionales de
la comunicación.
Más allá de
la mediatización, del carisma de los oradores y las plataformas presentadas, el
cierre de las convenciones denotó un estado de crisis política en el sistema
norteamericano. Las dificultades económicas que enfrenta el país, y la
incertidumbre sobre la salida a los
mismos, refleja un panorama donde ambos contendientes intentan ofrecer el
proyecto más seguro para el futuro del Imperio; aunque ninguno explique el
camino hacia las metas que prometen.
Independientemente
de los matices y las formas que empleen para lograrlo, existe un elemento común
entre ambas figuras y partidos: la pervivencia del liderazgo
estadounidense y la consolidación de los intereses de la clase dominante. En
este sentido, se continuarán articulando los instrumentos del poderío nacional
para mantener el predominio mundial. Por tales razones, el señor Obama no podrá
hacer más que lo mismo, si bien un último mandato le otorgaría mayores
“libertades”, al no tener la presión de otra reelección, los compromisos
concertados y los problemas en un Congreso, presumiblemente sin la mayoría, no
serán inferiores.
Respecto a
la seguridad nacional, Obama abogó por re-dirigir los gastos militares hacia una
reducción, para la recuperación económica, aunque se sabe que ello no significa
que se eliminarán las amenazas de guerras alrededor del mundo. No obstante, el
llamado Presidente 2.0 precisó: “ (…) después de dos guerras que nos han
costado miles de vidas y más de un billón de dólares (americanos), es tiempo de
hacer algo de construcción de nación aquí”. Ojalá, quisiera el mundo, que las
palabras del utópico Premio Nobel de la Paz sean sentencia en el Pentágono, al
menos, sino para lograr revitalizar la primera economía global, sí para que el
mundo tenga algo más de paz.
Y así sigue
el paladín de la democracia formal hasta las elecciones presidenciales, claro
que se contará con el entretenido combate de los debates vice y presidenciales
y las maratónicas entrevistas de Univisión sobre temas latinos, donde Obama y
Romney se defenderán, entre los intríngulis mediáticos de la democracia formal
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