El nerviosismo ataca a las naciones desarrolladas de Europa y a Estados
Unidos, porque en los últimos años han observado cómo China incrementa sus
relaciones económicas y de colaboración con varios países africanos de una forma
diferente a la realizada por los antiguos colonizadores o nuevos
neocolonizadores en ese continente.
Si en 2008 la República Popular China y África tuvieron un intercambio
comercial de 107 000 millones de dólares, y superaba a Estados Unidos como
primer socio comercial de ese continente, en 2011 la cifra llegó a 166 000
millones para completar tres años consecutivos por encima de Washington.
El gigante asiático ha logrado que en la mayor crisis económica que padece
occidente desde 1930, su país se haya convertido en el primer socio comercial de
esa región con lo cual ha dejado atónito, además de a Estados Unidos, a las
antiguas metrópolis coloniales: Francia, Inglaterra, Italia, España y Portugal.
Claro que la contraofensiva por parte de occidente no se ha hecho esperar y
constantemente envían delegaciones hacia varios Estados africanos y desarrollan
una malintencionada propaganda en los poderosos medios de comunicación para
tratar de limitar esas relaciones comerciales.
Los epítetos publicados en esa prensa son muchos y variados: el caballo de
Troya; el nuevo colonizador; el nuevo imperialismo chino; estrangulando a
África, por citar algunos.
La real explotación de los recursos naturales y de la mano de obra barata,
casi esclava, ha sido una práctica realizada por las exmetrópolis durante siglos
y después por las compañías transnacionales que extraen disimiles minerales del
subsuelo o arrasan con la flora y fauna. Las inmensas ganancias obtenidas van a
parar a esas capitales y a los magnates empresariales mientras que a los pueblos
africanos solo les toca una ínfima parte.
En África se han establecido más de 2 000 compañías chinas con una inversión
total de 14 700 millones de dólares y esa nación ha otorgado más prestamos al
continente negro que los entregados por el Fondo Monetario Internacional.
Además, China ha cancelado deudas a 32 países africanos con menos desarrollo;
ha construido hospitales, escuelas; ofrece ayuda tecnológica y ha enviado a
expertos agrícolas para colaborar con el desarrollo rural. Anualmente entrega 5
000 becas a estudiantes africanos para cursar diferentes especialidades en esa
lejana nación.
Se pueden citar algunos ejemplos. En Namibia, los asiáticos construyen un
hospital que tendrá más de 200 camas y una escuela para 1 300 alumnos, mientras
que en los próximos meses perforarán 200 pozos para proveer de agua a la
agricultura, a las zonas turísticas y a varias poblaciones.
El pasado mes, Beijing anunció la entrega de un crédito por 500 millones de
dólares, libres de impuestos, para reparar y modernizar la línea férrea,
locomotoras y vagones del ferrocarril que corre de Tanzania a Zambia y que fue
construido, precisamente, por China en 1964.
A Guinea Ecuatorial y Uganda, el gigante asiático les ha transferido una
parte fundamental de sus empresas asentadas allí, lo cual les ha creado gran
apoyo político.
En los últimos años, Beijing ha convertido en estratégicas sus relaciones con
ese continente y desde 2 000 se creó el Foro de Cooperación China-África que ya
ha mantenido varias reuniones al máximo nivel.
Además de prestar una importante colaboración, la nación del lejano oriente
busca mantener un comercio fijo y estable con todas esas naciones, las cuales
tienen abundantes reservas, tanto de petróleo como de diferentes minerales,
materias primas, así como producciones agrícolas y forestales que le son
fundamentales para continuar su desarrollo económico.
El continente posee un mercado con más de 900 000 millones de habitantes
donde China ha colocado numerosas mercancías de su creciente producción
industrial.
En el plano político, cada vez resulta mayor el apoyo de las autoridades
africanas al fortalecimiento de las relaciones con Beijing, no solo en el ámbito
bilateral sino también en las organizaciones internacionales.
Occidente teme, y con mucha razón, que la política económica y financiera que
desarrolla China con África le pueda afectar en un futuro la estrategia de
saqueo y explotación que sus empresas transnacionales han llevado a cabo durante
años contra las naciones del continente negro.
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