martes, 6 de noviembre de 2012

Las elecciones presidenciales y la política exterior de EE.UU.


Por Alejandro L. Perdomo Aguilera

Pareciera que se acaba el show de las elecciones presidenciales de los EE.UU. Nada más parecido al postulado de los intereses nacionales, de la doctrina Monroe y del sobredimensionamiento imperial, que escuchar o leer las declaraciones sobre política exterior de ambos candidatos. Más allá de los matices en la agenda exterior que defiende uno u otro candidato, predominan los intereses geoestratégicos del hegemón del sistema mundial. 

Para ello cada contendiente ha intentado convencer sin definir la verdadera estrategia, en esta acelerada carrera por el púlpito presidencial. Tanto en los debates, discursos y declaraciones “informales” se ha manejado como denominador común de ambas figuras, la preservación del liderazgo estadounidense a cualquier costo. 

La crisis económica impone frases preconcebidas, como el anhelo de ese pueblo a que se  recorte del gasto militar y se re-direccionen los fondos a lo que se ha dado en llamar la economía del conocimiento. Esta supone una inversión en la educación, principalmente en la rama de las ciencias exactas, abogando por un mejor aprovechamiento del capital humano en los recursos energéticos, tecnológicos e industriales, como fórmula para el mantenimiento de la supremacía estadounidense. 

Repasando los instrumentos claves de la política exterior estadounidense se puede apreciar la continuidad de la lógica de un imperio, que reconoce la necesidad de cambio ante el momento histórico que vive hoy el sistema-mundo, al decir de Wallerstein. Ciertamente la combinación del hard y el smart power en la política exterior y de seguridad de los Estados Unidos responde a intereses de Estado y no de un partido u otro, por lo que independientemente del hombre que ocupe la Casa Blanca el próximo 20 de enero, y de los asesores que se rodeen el ala oeste de ese lugar, permanecerán las doctrinas de política exterior, imprescindibles para concebir las relaciones política internacionales de la superpotencia.[i]
 
La preeminencia de elementos estructurales permite distinguir detrás del maquillaje que rodea el reality show de las elecciones estadounidenses, una lógica de preservación imperial que permite dilucidar políticas de estado para mantener y, en algunos casos recuperar, la credibilidad internacional y el liderazgo estadounidense a nivel global.  Debe comprenderse que en este afán no bastan los drones y los contratistas, sino que la Diplomacia y el Desarrollo, vistas como complemento imprescindibles del hard power, se articulan con el uso de las Tecnologías de la Informática y las Comunicaciones (TICs), puestas en función del poderío informacional de la primera potencia global. 

Desde esta lógica imperial, tanto un candidato como otro, por más conservador que pueda parecer Mitt Romney y la plataforma del partido republicano, utilizarían también el poderío informacional, para mediatizar temas, configurando la agenda internacional en función de los intereses hegemónicos del Estado-Nación. 
 
Obviamente que China y Rusia resultan  preocupantes, por el lugar que se posicionan en el sistema-mundo, ante el ajedrez hegemónico de los Estados Unidos. Ciertamente ni demócratas ni republicanos descartan el hard power y lo más peligroso es que cada vez parece lograrse una mayor aceptación mediática para las incursiones imperiales. La sensación del condicionamiento mediático que han dejado estas  elecciones presidenciales, pareciera suponer que valen más los gestos o estilos de cada orador, que las ideas. Se ha buscado más la forma de impactar en el subconsciente de la población, que el proyecto que le conceda un mejor futuro a esa nación. Pero lo más preocupante de todo, es que la proyección internacional que se propone, expresada a través de los instrumentos de política exterior y de seguridad, presupone el liderazgo sobre la paz, la verdadera cara del sistema imperial.

Mientras el mundo se consterna con guerras, insuficiencias alimentarias, energéticas y desastres climáticos, en un confortable salón dos políticos profesan sobre lo que pudieran decidir para el futuro del mundo en los próximos cuatro años. Nada más drástico y peligroso como reconocer que en ninguna de las dos ofertas aparece la racionalidad para un mundo  más pacífico e ileso de las consecuencias que alienta la elite del poder y el Complejo de Seguridad Industrial[ii] para el futuro de la humanidad.

Con matices pero bajo un mismo interés, llegaron al 6 de noviembre dictando postulados sobre como gobernar el mundo, a que país atacar, y bajo que presupuestos consolidar el liderazgo y la hegemonía global del imperio estadounidense.

Obviamente que el Medio Oriente concentra la atención, exaltada a veces por el pensamiento extremista de Romney, que pareciera remontado en las décadas de la guerra fría, otras bajo una la cortina de humo de la amenaza nuclear, se proyectaron las tesis de demócratas y republicanos.

Detrás de estas posiciones se halla la necesidad de alentar el Complejo de Seguridad Industrial, cuyo pulmón continuará avivándose en el Medio Oriente. El debate pro-judío en consonancia con los fondos que canaliza ese Lobby y los disímiles intereses que se resguardan entorno a Israel y sus enemigos históricos en esa región.

Israel continúa sirviendo como base político-ideológica y militar estadounidense en el Medio Oriente, de modo que la variable pro-judía en la política exterior de y seguridad permanecerá. Al respecto James Petras considera que: “(...) Determinados reflejos automáticos de defensa del debate abierto y del libre examen desaparecen –al menos en gran parte de las élites políticas de Estados Unidos– cuando se trata de Israel, y sobre todo cuando se aborda el papel del lobby pro israelí en la elaboración de la política exterior de Estados Unidos.”[iii]

Obviamente que si se tratara de comprender la polémica electoral desde el pensamiento crítico del sur, las conclusiones resultarían bien diferentes de las concepciones hegemónicas imperantes. Las elecciones del nuevo presidente estadounidense, conllevan a un ambiente de nacionalismo y sobredimensionamiento imperial, que exagera el american dream. 

En esas circunstancias, salen a relucir criterios de política internacional[iv] que parecieran retrotraerse a la época de guerra fría, sólo que ahora ante potencias económicas emergentes, que ameritan una relación más afinada, donde las concepciones del llamado fin de la Historia y el último hombre (Francis Fukuyama 1992) y el choque de civilizaciones (Samuel P. Huntington), resultan insuficientes para comprender las dinámicas del sistema internacional actual.

Respeto a las relaciones entre el centro “civilizado” con la Unión Europea (UE) en crisis, los movimientos contestatarios desde Wall Street y la Puerta del Sol, la lucha entre un presidente negro y un candidato mormón, hacen pensar que algo ha cambiado. No obstante, las esencias que imperan en la proyección de la política exterior y de seguridad de los EE.UU. conservan la necesidad de su predomino en el sistema internacional.

De Latinoamérica poco se ha comentado. Los problemas de seguridad que enfrenta la región, debido al tráfico ilícito de drogas y otros delitos conexos, y la errónea guerra contra las drogas trazada por ese gobierno, dejan un difícil panorama para un discurso triunfante. Lo comentarios relacionados con el enfrentamiento al crimen organizado transnacional, no fueron más allá del vago concepto de la lucha contra el terrorismo internacional, el cual suele adecuarse a los intereses geoestratégicos de ese gobierno.

Las polémicas sobre política exterior tratadas en las campañas presidenciales, no fueron sobre la base de los problemas que más consternan al mundo, sino sobre la forma en que demócratas y republicanos, desean utilizar los instrumentos del poderío nacional, para consolidar su liderazgo y hegemonía a nivel global. Por ello el que más convincente resulta ante las cámaras, las redes sociales en Internet y  las disímiles encuestadoras, será quien se lleve la mejor impresión del electorado. 

Por más difícil que parezca para el sur y la llamada periferia de este sistema-mundo, independientemente de las implicaciones que tienen las decisiones en política exterior de ese país para el futuro de la humanidad, al electorado lo que más le llegará a la fibra, continuará siendo la problemáticas económicas que se enfrentan al interior, respecto al empleo y el nivel de vida de la población. De cualquier forma, el próximo 20 de enero ocurrirá el discurso de toma de posesión, poniendo fin al reality show de esta temporada de las elecciones presidenciales en Estados Unidos.


[i] El término superpotencia se le concede su origen al neerlandés naturalizado estadounidense Nicholas Spykman. Este término fue desarrollado por Lyman Miller, donde destaca como componentes básicos del estatus de superpotencia cuatro ejes de poder: militar, económico, político, y cultural que fue desarrollado desde las ciencias políticas Joseph Nye como el soft y el smart power.
[ii] Se toma el término de Complejo de Seguridad Industrial y no el de Complejo Militar Industrial, pues se considera que en la actualidad es mucho más amplio y toma elementos que sobrepasan lo militar.
[iii] James Petras. En: Noam Chomsky y el lobby pro israelí: catorce tesis erróneas. En: Marx siglo XXI.
[iv] Se entiende como la  relación político-diplomática y sociocultural, que se emprende por los diferentes actores del sistema internacional, fundamentados en las políticas exteriores y de seguridad. Esta dada por una interrelación de la política exterior de los Estados, desarrollada en el conjunto de las relaciones interestatales que constituyen el sistema de Estados, aunque no se limita a lo estatal. En la actualidad deben considerarse la interacción con ONGs, Fundaciones, Agencias y la sociedad civil. Todo ello visto desde las relaciones de poder establecidas en el sistema internacional.


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