Homar Garcés (especial para ARGENPRESS.info)
Durante el diálogo sostenido con la periodista Andrea Mitchell, a través de la cadena internacional MSNBC, el senador demócrata Ed Markey aseguró que “... Bueno, nosotros estamos en Libia por el petróleo. Igual que Japón lo está por la tecnología nuclear. Y esta dependencia que tenemos por el petróleo, es una necesidad que tiene Estados Unidos de tener un programa de energía renovable en el futuro”.
Así, los gobiernos y ejércitos que integran la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) violaron descaradamente las disposiciones de la resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la cual -pese a su carácter evidentemente intervencionista y neocolonialista, prohibió las operaciones militares en tierra y no contemplaba el derrocamiento de Muammar Gadafi ni el reconocimiento del Consejo Nacional de Transición como gobierno de facto de Libia. Dicha resolución solo autorizaba a los mandos de la OTAN a brindarle protección de los civiles supuestamente masacrados por las fuerzas gubernamentales libias, pero estos se extralimitaron y organizaron una operación combinada de fuerzas aéreas, navales y terrestres, violando radicalmente la decisión del Consejo de Seguridad, secundados por una campaña mediática a nivel mundial que daba cuenta de la tiranía de Gadafi y de sus crímenes de lesa humanidad.
Muammar Gadafi se convirtió en uno de los socios más fieles del imperialismo en la región de Oriente Medio, especialmente de Francia e Italia, lo que no impidió que los gobiernos de tales naciones, junto con el de Estados Unidos, armaran y respaldaran militarmente a mercenarios, cuya misión principal es la de asegurarles el acceso al petróleo de alta calidad existente en el subsuelo libio. Este hecho, de por sí, constituye una señal de advertencia para el resto de las naciones que disponen de recursos estratégicos esenciales para las potencias capitalistas, las cuales -como quedó demostrado en este caso, al igual que en Afganistán e Iraq- no tendrán reparo alguno en violar la Carta de las Naciones Unidas, validas de su poder de veto en dicha organización, además de su poder bélico, para imponer su voluntad a todo el planeta en un reparto neocolonial que nos recuerda lo hecho en los siglos anteriores por Europa.
Luego de la confusión producida por las rebeliones de Túnez y Egipto -que los hizo defender los regímenes derrocados-, los gobiernos de Estados Unidos y Europa reaccionaron de distinta manera en el caso de Libia, desatando una bien cuidada campaña de desinformación que hizo ver a los mercenarios que ellos patrocinaron como rebeldes enfrentados a una cruel tiranía, llegándose a calificar los acontecimientos allí como una guerra civil. En cierto modo, siguieron los mismos patrones aplicados durante la llamada Guerra Fría cuando enfrentaban la “conspiración mundial comunista”, representada por la URSS. Ahora que la estrategia resultó exitosa, no podemos sustraernos a la idea que la misma será aplicada en algún otro lado, teniendo como blancos principales aquellos países provistos de materias primas requeridos por el capitalismo mundial. Para Estados Unidos, tal estrategia la orientaría hacia su “patio trasero”, nuestra América, lo que debiera prevenir a los gobiernos y pueblos de esta amplia región a contrarrestarla de antemano, de una forma parecida a la empleada contra las pretensiones del ALCA, en una confrontación asimétrica, pero efectiva, que desnude y venza el cinismo imperialista de Washington y de sus socios europeos.
Autor imagen: Carlos Latuff
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