Por Akram Belkaïd – Slate Afrique París
Al otro lado del Mediterráneo, la crisis que atraviesa la eurozona
hace palidecer la estrella de la UE. Dividida más que nunca, replegada
sobre sí misma y presa de los egoísmos nacionales, ha dejado de encarnar
un modelo y un objetivo, en beneficio de las potencias emergentes
Los países del Magreb observan con una mezcla de curiosidad teñida de
inquietud las peripecias de la crisis europea. Tanto en Argel, como en
Túnez o en Rabat, los ciudadanos de a pie confiesan no comprender muy
bien las sutilezas de las disputas diplomáticas que rodean a la
austeridad en Bruselas, pero hay algo que no deja de comentarse.
Se trata de la casi quiebra de Grecia, una situación sobre la que los
medios magrebíes informan de forma regular, alertando a sus lectores
acerca de los riesgos de contagio en otros países europeos como España,
Portugal e incluso Italia y Francia.
Para Ali Chafiq, un estanquero argelino, “a Grecia la tratan como un
país del tercer mundo sus propios socios europeos. En el Magreb, esta
situación da que pensar. Creía que en Europa imperaba la solidaridad,
independientemente de los acontecimientos”. Para él, al igual que para
muchos magrebíes, el viejo continente se ha desprendido de sus máscaras y
ahora se muestra tal y como es, es decir, una tierra dividida por una
fractura entre los países ricos (y egoístas) del Norte y los países
pobres del Sur.
Todo el mundo teme la desaparición del euro.
Pero más que del destino de Grecia, sobre todo se habla del posible
estallido de la eurozona y por consiguiente, del riesgo de la
desaparición de la moneda única. Y con razón: en los tres países del
Magreb, son muchas las personas que poseen la divisa europea en efectivo
o depositada en los bancos europeos.
“En el Magreb circulan varias decenas de millones de euros en
efectivo, sobre todo en el sector informal. Todo el mundo teme la
desaparición del euro, porque para recuperar el dinero habría que
justificar el origen de estos fondos”, confía un banquero marroquí en
Casablanca. El problema es especialmente importante en Argelia, país
donde existe desde hace cuarenta años un floreciente mercado paralelo de
divisas. “La gente que cambia sus dinares en negro cada vez confían
menos en el euro. Prefieren el franco suizo o el dólar estadounidense”,
explica un cambista.
Éste recuerda que, sin embargo, la divisa europea se impuso en los
últimos años como el valor refugio, en parte porque los argelinos están
convencidos de que se falsifica menos que el billete verde. Como es
evidente, los que poseen haberes exteriores también se inquietan ante la
situación.
“Nuestros clientes magrebíes que poseen cuentas extranjeras nos
plantean muchas preguntas. Quieren saber qué ocurriría concretamente en
caso de que estalle la eurozona. Pero de momento, no se observan
retiradas masivas o transferencias bancarias hacia otros lugares como
Londres, Dubai o Singapur”, explica en el anonimato un banquero parisino
responsable de grandes cuentas extranjeras.
Un discurso más crítico respecto a Europa
Más allá del futuro del euro, la crisis europea constituye la ocasión
perfecta para que las élites políticas y económicas magrebíes
pronuncien un discurso más crítico con respecto a Europa. Prueba de ello
es el testimonio de un diplomático marroquí sobre el hecho de que su
país, al igual que sus vecinos “siempre se ha centrado en dar prioridad a
las relaciones con las capitales europeas más que en creer en la fábula
de una Europa unida y solidaria en cuanto a sus relaciones con el sur
del Mediterráneo”.
De este modo, el aparente debilitamiento institucional de una Europa
cuyos contornos nunca se han comprendido precisamente en el Magreb
parece dar la razón a las personas que siempre dudaron de la pertinencia
de un diálogo regional entre el norte y el sur del Mediterráneo.“Cuando
las cosas van mal, Europa se cierra sobre sí misma y nos demuestra que
no cuenta con los medios de aplicar una auténtica política regional.
¿Alguien habla hoy de la Unión para el Mediterráneo?”, se indignan en el
entorno del primer ministro argelino Ahmed Ouyahia.
La Unión Europea, a la que ya criticaban los países del sur y del
este del Mediterráneo, es acusada de favoritismo con respecto a Europa
del Este y se le considera un conjunto que corre el riesgo de explotar.
Liberarse de la tutela.
De repente, cada vez se escuchan más los discursos apelando a la
“diversificación” de las asociaciones económicas y políticas. En Túnez,
el partido en el poder, Ennahda, al igual que su homólogo marroquí, el
Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD), plantea la necesidad de
inclinarse hacia “los otros polos de crecimiento”, entre ellos China,
los países del Golfo y Brasil.
Se trata de un discurso pronunciado en nombre del realismo político y
la eficacia económica, pero que, según muchos militantes demócratas
laicos, también oculta otro objetivo: liberarse de la molesta tutela en
materia de respeto de los derechos humanos y la democracia.
“Europa, a pesar de sus fallos y su egoísmo con respecto al sur del
Mediterráneo, sigue fomentando, mal que bien, la democracia, el Estado
de derecho y los valores positivos. La grave crisis que atraviesa
actualmente también sirve para desacreditar su mensaje humanista”,
lamenta un dirigente de la Unión General de los Trabajadores Tunecinos o
UGTT, el principal sindicato del país. 20 junio 2012
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