Por Salim Lamrani
Opera Mundi
El caso emblemático de la crisis del endeudamiento es Grecia que
ha sufrido desde 2010 nueve planes de austeridad de una severidad extrema a los
cuales el pueblo griego ha respondido con catorce huelgas generales. No
obstante existe una solución.
El caso de la crisis de la deuda griega es un caso de manual e ilustra el
fracaso total de las políticas neoliberales. En efecto, a pesar de la
intervención de la Unión Europea, del Fondo Monetario Internacional y del Banco
Central Europeo, a pesar de la aplicación de nueve planes de austeridad extrema
–alza masiva de los impuestos, entre ellos el IVA, alza de los precios,
reducción de los salarios (¡hasta un 32% sobre el salario mínimo!) y de las
pensiones de retiro, retraso de la edad legal de la jubilación, destrucción de los
servicios públicos de primera necesidad como la educación y la salud, supresión
de las ayudas sociales y privatizaciones de los sectores estratégicos de la
economía nacional (puertos, aeropuertos, ferrocarril, gas, agua, petróleo– que
han doblegado a la población[1],
hoy la deuda es superior a lo que era antes de la intervención de las
instituciones financieras internacionales en 2010.[2]
No obstante, la crisis griega habría podido evitarse. En efecto, habría bastado
con que el Banco Central Europeo hubiera prestado directamente a Atenas las
sumas necesarias, con la misma tasa de interés con la que presta a los bancos
privados, es decir entre el 0% y el 1%, lo que hubiese impedido toda
especulación sobre la deuda por parte del mundo financiero. Ahora bien, el
Tratado de Lisboa redactado por Valéry Giscard d’Estaing, prohíbe esta posibilidad
por razones difícilmente comprensibles si uno se basa en el postulado según el
cual el Banco Central Europeo actúa en el interés de los ciudadanos.[3]
En efecto, el Artículo 123 del Tratado de Lisboa estipula que “queda prohibida
la autorización de descubiertos o la concesión de cualquier otro tipo de
créditos por el Banco Central Europeo y por los bancos centrales de los países
miembros, denominados en lo sucesivo
“bancos centrales nacionales”, a favor de instituciones u organismos, Gobiernos
centrales, autoridades regionales o locales, u otras autoridades públicas,
organismos de Derecho público o empresas públicas de los Estados miembros, así
como la adquisición directa a los mismos de instrumentos de deuda por el BCE o
los bancos centrales nacionales”.[4]
En realidad el BCE sirve directamente a los intereses del mundo financiero.
Así, los bancos privados contrataron un préstamo al BCE con la tasa baja de un
0% al 1% y luego especularon sobre la deuda y prestaron ese mismo dinero a
Grecia con tasas que van del 6% al 18%, agravando así la crisis de la deuda,
que ahora es matemáticamente impagable, ya que Atenas se encuentra en la
obligación de contratar préstamos sólo para pagar los intereses de la deuda.[5] Peor aún, el
BCE vende a Grecia títulos de su propia deuda a precio de oro, es decir al 100%
de su valor, mientras que los adquirió a un 50%, y especula así sobre el drama
de una nación.
Por esas razones, resulta imprescindible reformar en profundidad
el Tratado Europeo con el fin de autorizar al BCE a prestar directamente a los
Estados y evitar así los ataques especulativos del mundo financiero sobre las
deudas soberanas, como ha sido el caso en Grecia, Irlanda, España, Portugal e
Italia, por citar sólo algunos.
Las lecciones
procedentes de la nueva América Latina
Europa tiene mucho que aprender de la nueva América Latina que representan el
Brasil de Dilma Roussef, la Venezuela de Hugo Chávez, la Bolivia de Evo
Morales, la Argentina de Cristina Kirchner y el Ecuador de Rafael Correa, en
términos de lucha contra el mundo financiero y de recuperación de la soberanía
y del destino nacional. Todas estas naciones han escogido ubicar al ser humano
en el centro del proyecto de sociedad y librarse del peso de la deuda, con el
fin de acabar con la influencia de las instituciones financieras
internacionales tales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
El Ecuador del presidente Correo señaló el camino a seguir. En efecto, éste
logró disminuir la deuda de un 24% a un 11% del PIB sin aplicar medidas de
austeridad. Dicha deuda, contratada en los años 1970 por regímenes
dictatoriales, era por esencia ilegítima y entraba en la categoría de deuda
llamada “odiosa”.[6]
El concepto de “deuda odiosa”, es decir ilegítimamente impuesta, se remonta a
1898 cuando Estados Unidos, tras su intervención militar en Cuba, decidió
decretar unilateralmente la anulación de la deuda que tenía La Habana con
Madrid, ya que fue contratada por un régimen colonial ilegítimo.
Entre 1970 y 2009, Ecuador rembolsó 172 veces el monto de la deuda de 1970. No
obstante, debido a los intereses exorbitantes que se impusieron a la nación, el
volumen de ésta se multiplicó por 53. Del mismo modo, entre 1990 y 2007 el
Banco Mundial prestó 1.440 millones de dólares y Ecuador rembolsó a esta
institución la suma de 2.510 millones. El servicio de la deuda representaba entre
1980 y 2005 el 50% del presupuesto nacional, en detrimento de todos los
programas sociales.[7]
A su llegada al poder en 2007, Correa redujo el servicio de la deuda a un 25%
del presupuesto y creó una Comisión para la Auditoría Integral del Crédito
Público, con el fin de evaluar la legitimidad de la deuda.[8]
La Comisión publicó su informe y consideró que la deuda comercial ecuatoriana
era ilegítima. En noviembre de 2008, el presidente Correa procedió a la
suspensión del pago de un 70% de la deuda pública.
Consecuencia lógica, el valor de la deuda ecuatoriana perdió un 80% de su valor
en el mercado secundario. Quito aprovechó la ocasión para comprar 3.000
millones de su propia deuda por una suma de 800 millones de dólares, realizando
así un ahorro de 7.000 millones de dólares de intereses que el país habría
pagado hasta 2030.
Así, mediante una simple auditoría, Ecuador redujo, sin gasto alguno, su deuda
de cerca de 10.000 millones de dólares. La deuda pública pasó de un 25% del PIB
en 2006 a un 15% en 2010. En el mismo tiempo, los gastos sociales (educación,
salud, cultura, etc.) pasaron de un 12% a un 25%.[9]
Europa debe seguir el camino que ha señalado la nueva América Latina. En
efecto, el problema de la deuda pública no puede de ningún modo resolverse
mediante la aplicación de medidas de austeridad políticamente desastrosas,
socialmente injustas y económicamente ineficientes. Las olas de privatizaciones
de sectores claves de la economía nacional y la destrucción de los derechos
sociales duramente conquistados tampoco son la solución para una deuda
matemáticamente impagable. No obstante, la solución es simple: que el Banco
Central Europeo preste directamente a los Estados con la misma tasa de interés
que la reservada a los bancos privados y que el poder de creación monetaria sea
una exclusividad de los bancos centrales. El interés general debe prevalecer
sobre el de los bancos privados. ¿Quién se atreverá en Europa a tomar ejemplo
del Nuevo Mundo latinoamericano y tendrá la valentía política de enfrentarse al
mundo financiero?
*Doctor en
Estudios Ibéricos y Latinoamericanos de la Universidad Paris Sorbonne-Paris IV,
Salim Lamrani es profesor encargado de cursos en la Universidad
Paris-Sorbonne-Paris IV y en la Universidad Paris-Est Marne-la-Vallée y
periodista, especialista de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Su
último libro se titula Etat de siège. Les sanctions économiques des
Etats-Unis contre Cuba, París, Ediciones Estrella, 2011, con un prólogo de
Wayne S. Smith y un prefacio de Paul Estrade. Contacto: Salim.Lamrani@univ-mlv.fr
Página Facebook: https://www.facebook.com/SalimLamraniOfficiel
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