Por: MSc. Georgina Németh Lesznova[i]
Los medios de comunicación – en manos de las
oligarquías - a diario sostienen que Brasil tiene que integrarse con urgencia a las cadenas
mundiales productivas, para no correr el riesgo de quedarse "aislado"
de los grandes procesos de negociación internacional en curso. Para tales
efectos, plantean que Brasil debería firmar acuerdos de libre comercio con los
países altamente desarrollados, incluso debería abandonar el MERCOSUR. En
función de lo anterior, los medios de
comunicación hegemónicos, así como otras entidades de la derecha, apoyan la
negociación de un acuerdo entre la UE y Mercosur alegando que sería “esencial”
para una mejor inserción de Brasil en la economía mundial. El presente trabajo
pretende analizar la conveniencia de la concreción de tal acuerdo, para Brasil
y el MERCOSUR.
Brasil,
MERCOSUR y la Unión Europea en 2017: ¿A un paso del Acuerdo MERCOSUR-Unión
Europea?
El contexto económico y político global del
actual orden mundial, regido por la hegemonía del sistema de acumulación y
consumo capitalista se caracteriza por una contraofensiva del imperialismo cada
vez más transnacionalizado (aunque, todavía preponderantamente de origen
estadounidense), para tratar de paliar los efectos de la crisis sistémica
multidimensional de dicho sistema, con el objetivo de salvaguardarlo.
La contraofensiva del sistema capitalista se
evidencia, entre otros aspectos, mediante la liberalización
económico-comercial, impulsada por los países desarrollados, en forma de
acuerdos neoliberales de nueva generación–entre ellos, los llamados
mega-acuerdos - incompatibles con la perspectiva de un comercio mundial
verdaderamente justo y equitativo entre los actores que lo conforman.
Entre tales mega-acuerdos en proceso de
materialización, se inscriben las negociaciones Mercosur-Unión Europea.Estas se
iniciaron en 1992, con el Acuerdo Marco de Cooperación Comunidad
Europea-Brasil, que, a partir de 1995 hasta la actualidad, se encuentran en
proceso y cuya meta es lograr un Acuerdo de Asociación entre ambos bloques.
En el marco de dichas negociaciones, se firmó
en 2004, el Acuerdo de Cooperación Científica y Tecnológica entre ambos
bloques. Estos acuerdos y negociaciones han avanzado con bastante lentitud en
los últimos años.
Entre
las causas de dicha lentitud se encuentran las “guerras comerciales”
esporádicas en el triángulo Unión Europea-Mercosur-Brasil, manifestadas
mediante contenciosos en el marco de la Organización Mundial del Comercio.
Estos contenciosos están relacionados directamente con los programas de
subvenciones, proteccionismo y barreras no arancelarias impuestas por la Unión
Europea, al comercio con el MERCOSUR y Brasil. Además, la región de América
Latina no constituye una prioridad en la agenda de la Unión Europea.
El
carácter Norte-Sur del Acuerdo Mercosur-Unión Europea, era contraria, además, a
las prioridades de la política exterior brasileña durante los gobiernos
neodesarrollistas brasileños, principalmente, durante ambos mandatos del
Presidente Luiz Inácio Lula da Silva y el primer mandato de Dilma Rousseff – cuya
proyección le otorgaba un mayor énfasis a la cooperación Sur-Sur.
No
obstante a lo anterior, la Unión Europeaha sido y es un importante socio
comercial, del MERCOSUR y de Brasil. Igualmente, el MERCOSUR y Brasil,
constituyen dos de los tres ejes fundamentales de la política exterior de la
Unión Europea hacia América Latina, consistente en sus relaciones bilaterales con Brasil, por un lado, y sus
negociaciones con el MERCOSUR, por el otro, además de su política hacia
Centroamérica y el Caribe.
A
nivel de las relaciones bilaterales entre la Unión Europea con Brasil, la importancia de estas, durante los gobiernos de Luiz
Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff, se ha evidenciado por el Acuerdo de
Cooperación Estratégica con la Unión Europea – tipo de acuerdo que solo pocos
países tienen, tales como China y Estados Unidos. El termómetro de la calidad
de dicha cooperación ha sido, el programa de construcción y transferencia de
tecnología del submarino nuclear con Francia, así como por la adquisición,
construcción y transferencia de los aviones de combate Grippen, entre otros.
La
referida Cooperación Estratégica Unión Europea-Brasil, fue establecida en el
año 2007[ii] y anunciada como
mecanismo facilitador de las negociaciones entre los dos bloques, en función
del Acuerdo MERCOSUR-Unión Europea. No obstante, si bien, las agendas de
cooperación pueden ser calificadas de positivas, estas seguían siendo
limitadas, debido a las asimetrías existentes entre ambos bloques en diversas
materias, entre las cuales se destacan el proteccionismo, las subvenciones y
las tasas de inversiones y las profundas diferencias en cuanto al grado de
industrialización las economías de los respectivos bloques, entre otras.
Pese
a dichas asimetrías que enlentecen el proceso del Acuerdo Mercosur-Unión
Europea, la crisis de la economía brasileña de los últimos años, impuso una
nueva etapa en la marcha de las negociaciones, recibiendo un impulso mediante
declaraciones de la expresidente Dilma Rousseff, ofrecidas durante su visita a
la Unión Europea en 2015, favorables al Acuerdo entre ambos bloques.
Durante
los mandatos de los gobiernos brasileños de corte neodesarrollista – de Lula y
Dilma, respectivamente – el MERCOSUR respondía a la visión oficial de fungir
como un instrumento geopolítico en función de lograr un desarrollo
económico-comercial autónomo en la región suramericana.
De acuerdo con dicha visión - pese al prevalencia de la
lógica bilateral que ha caracterizado al MERCOSUR (mediante las decisiones
tomadas entre Brasil y Argentina) y la superioridad de Brasil en cuanto a su
peso en el bloque - dicha articulación, desde su creación, ha logrado aumentar considerablemente el comercio
intrarregional, habiendo alcanzado un crecimiento de más de once
veces desde 1991, mientras que el comercio mundial creció sólo cinco veces; han
crecido las inversiones a nivel intrarregional y la afluencia de inversión
directa de los países altamente desarrollados, con el excedente de capital, y
de China, dirigidos a los países del Mercosur; aumentó la movilidad
intrarregional de la mano de obra mediante la firma de acuerdos de residencia y
de seguridad social entre los miembros del bloque; se han financiado
importantes proyectos de infraestructura en los países del MERCOSUR por parte
de entidades financieras de los países del Mercosur entre otros resultados
positivos.
El comercio de Brasil con el Mercosur se multiplicó
por diez entre 1991 y 2012, mientras que el comercio de Brasil con el mundo se
multiplicó por ocho; el 84% de las exportaciones de Brasil a los países
del Mercosur, el 53 % a los Estados Unidos, el 36% a la UE y
el 4% a China son productos manufacturados; los países del Mercosur,
especialmente Argentina, absorbieron el 21% de las exportaciones brasileñas
totales de productos manufacturados; en 2013, la balanza comercial entre Brasil
y el Mercosur era más del doble del saldo total nacional, compensando el déficit
comercial con los Estados Unidos de $ 11 mil millones y la Unión Europea de 3
mil millones de dólares. Asimismo, las empresas brasileñas han hecho
importantes inversiones de capital en los países del Mercosur. Lo anterior
señala que los mecanismos intrarregionales del Mercosur contribuyeron al
fortalecimiento autónomo del bloque y, con ello, a la consolidación de la
estabilidad en la región, particularmente, durante el período neo (o
social-)desarrollista (los gobiernos del PT).
Sin
embargo, tanto el Mercosur como otras articulaciones regionales tales como la
CELAC y la UNASUR, se han visto afectadas en los últimos años por la
contraofensiva neoliberal al interior de varios de sus integrantes,
especialmente, Brasil y Argentina (con la asunción de la presidencia por Temer
y Macri, respectivamente).
“Casualmente”,
son precisamente estos dos países: Brasil y Argentina los cuales tratan de
impulsar por la parte suramericana, el acuerdo comercial Mercosur-Unión
Europea. Coincidentemente con lo anterior, la reciente suspensión de Venezuela
en el MERCOSUR, le abre camino a la “flexibilización” del bloque.
La “flexibilización”
del MERCOSUR mediante un viraje hacia un modelo
de apertura de las barreras comerciales y financieras y eliminación de
aranceles e impuestos, en un claro esquema de cooperación Norte-Sur –
donde el MERCOSUR es el “Sur” – constituye
la tendencia que viene cristalizándose con la retomada del rumbo neoliberal de
la gobernanza brasileña y argentina yes contrario a la profundización del
bloque como proyecto autónomo basado en el fomento de la cooperación
intrarregional y de la complementariedad regional.
El
impulso dado a las negociaciones Mercosur-Unión Europeaseñala, que para los
gobiernos neoliberales suramericanos, MERCOSUR no ha perdido su importancia, ni
ha dejado de ser una importante plataforma e instrumento geopolítico, solo ha
cambiado de “objeto social”: respondiendo, bajo el mando de dichos gobiernos, a
los intereses de las oligarquías que estos representan. Esto imprime su negativa
impronta sobre la finalidad y el carácter del Mercosur, con afectaciones sobre
el carácter de la integración latinoamericana, así como sobre la soberanía y,
por ende, los legítimos intereses de los pueblos de esa región.
El reciente
viraje neoliberalen Brasil y Argentina, por tanto, se traslada también al
ámbito de las negociaciones entre ambos bloques, cuyo proceso se convierte en
un poderoso instrumento de corte típicamente neoliberal en manos de estos
gobiernos.
Al
viraje neoliberal, favorable a la aceleración de la concreción del Acuerdo
MERCOSUR-Unión Europea por parte del bloque suramericano, se unió la llegada de Donald Trump a la presidencia de
Estados Unidos de América, cuyas primeras medidas anunciadas acerca de los
mega-acuerdos y el subsiguiente enfriamiento de las relaciones entre Estados
Unidos y México, representan consecuencias desfavorables para México que requieren
la reorientación de las relaciones económico-comerciales de este hacia otros
países y regiones. Este hecho propicia la expectativa de que México pudiera convertirse
en un potencial socio estratégico del Mercosur, en detrimento de los intereses
de la Unión Europea en relación con dicho bloque. Ante tal riesgo, la
aceleración de las negociaciones del Acuerdo Mercosur-Unión Europea, coincide también
con los intereses de la parte europea.
De
acuerdo a dicha coincidencia de intereses entre ambos bloques, ya en medio de
la nueva coyuntura posterior a la destitución de la Presidente legítimamente
elegida Dilma Rousseff en Brasil, (en el mes de mayo de 2016), hubo un
intercambio de ofertas arancelarias entre ambos bloques y, luego, en el pasado
más reciente – el 10 de noviembre de 2017 – mediante el cual, los cancilleres
del MERCOSUR entregaron sus propuestas a la Unión Europea, con el propósito de cerrar
el acuerdo antes de finalizar el año 2017.[iii]
Los aspectos más sensibles, como la agrícola, sin embargo, hasta
la actualidad, siguen pendientes de solución en el contexto de las
negociaciones, ya que la Unión Europea mantiene un elevado grado de
proteccionismo en los sectores de mayor interés para el MERCOSUR – tales como
el agronegocio.
El anterior intercambio de ofertas- ocurrido en
mayo de 2016 - había provocado la reacción negativa de 13 países europeos (de
entre los 28 de los miembros de la UE), ya que, varios de los estados-miembro
de la Unión Europea consideran que la apertura del sector agrícola europeo –altamente
subvencionado - puede perjudicar los intereses de la UE, debido a las ventajas
que presenta el MERCOSUR en dicho ámbito.
Varios estudiosos del tema coinciden en suponer que, tras el
más reciente intercambio de ofertas arancelarias, la Unión Europea excluyó la
posibilidad de nuevas concesiones en relación con las carnes bovinas, con el biodiesel y el
etanol – que constituyen, precisamente,los productos más prometedores para los
sectores agroindustriales del MERCOSUR.
De ahí que, la expectativa de que el acuerdo se materialice, despierta
preocupación en varios sectores del Mercosur, tales como del agropecuario y de
las pequeñas y medianas empresas, que son los que generan la mayor parte de los
empleos en la industria, además de las implicaciones para el desarrollo
industrial que el acuerdo representaría en el mediano plazo.
Esta
preocupación se refuerza también por el hecho de que, en el sector agrícola, las
ofertas de la Unión Europea hacia el MERCOSUR, hasta la actualidad, han sido
cuotas muy pequeñas y no equitativas: estas cuotas se mantuvieron bajas a pesar
de que estos productos eran libres de aranceles. Por tal motivo, no se prevé
que por el hecho de que una disminución de los aranceles en este sector por
parte del MERCOSUR, la Unión Europea vaya a importar mayores cantidades de sus
productos.
La reducción arancelaria en dicho sector, tampoco
se traducirá necesariamente en un beneficio de los exportadoresdel MERCOSUR, que,
además, en su mayoría, ni siquiera son originarios de ese bloque, sino grandes
empresas transnacionales. Asimismo, hay que tener en cuenta que una gran parte
del comercio en el bloque es intrafirma, lo cual puede igualmente perjudicar a
las empresas locales.
Por su parte, la Unión
Europea no esconde su posición favorable a la concreción del acuerdo,
argumentando que este solo representará beneficios para Europa, no solo por
ganar mayores mercados para los productos europeos, sino también por la
economía de más de 4,4 mil millones de euros, lo cual traería para el
continente europeo, tres veces más ganancias que aquellas emanadas de las
reducciones alcanzadas en las recientes negociaciones con Canadá y Japón.
El acuerdo garantizaría para los europeos, entre otras
ventajas, mayores ganancias para sus empresas, debido a una mayor apertura en
los sectores de los servicios, incluyendo el sector financiero, las compras
públicas, así como permitiría una mayor extensión para la protección monopólica
de sus patentes en el sector médico-farmacéutico.
No obstante, una apertura precipitada e inadecuada por parte
del MERCOSUR, puede tener consecuencias dramáticas en la región sobre el
empleo, así como sobre la seguridad alimentaria, además de causar reprimarización
y financierización de la economía del bloque. Asimismo, puede ocasionar
problemas en el ámbito del reconocimiento de remuneraciones a marcas, patentes
y otros productos como resultado de la investigación tecnológica independiente
y causar la quiebra y cierre de pequeñas y medianas empresas, abandono de la
producción local en sectores de la industria y la intensificación del carácter
de maquila en empresas transnacionales instaladas en los países del bloque,
entre otros efectos negativos posibles.
El acuerdo implica, además, el abandono de la visión de una
integración basada en la complementariedad regional entre los países del bloque
del MERCOSUR, los cuales pasarán a competir entre sí, para ofertar condiciones
cada vez más primarias a los inversionistas. Mientras que, para la Unión Europea, los más de 300 millones
de habitantes del Cono-Sur son vistos como consumidores de los productos de la
Unión Europea que, posee el sector agrícola más competitivo del mundo y
concentra las empresas industriales y de servicios más eficientes.Consecuentemente, en Europa, los
aranceles de importación de productos agrícolas son altos, lo cual representa
uno de los mayores obstáculos para un acuerdo entre ambos bloques. Del mismo
modo, por parte del MERCOSUR, existe una fuerte resistencia en materia de la reducción de
aranceles de los productos industriales y los servicios. (Actualmente, el
arancel promedio para los productos industriales, es alrededor del 4%
en la Unión Europea, es mucho más bajo que el promedio del arancel
aplicado en el Mercosur, que es alrededor del 12%).
En el caso de la eliminación recíproca de la mayoría
de los aranceles (del 90% de estos), la Unión Europea tendría mayores ventajas
que Brasil, y el actual déficit comercial de Brasil de bienes industriales con
Europa, que ya es significativo y crónico, se verá agravado.
Por otra parte, de acuerdo con Pinheiro, la reducción
y eventual eliminación de los aranceles de importación del Mercosur (incluyendo
Brasil) no tendrían ningún efecto positivo en el nivel tecnológico actual de la
industria instalada en Brasil, ya que, en general, la importación de bienes de
capital ya está exenta de derechos cuando no existen similares bienes
domésticas. Las empresas productoras de capital, activos nacionales o
extranjeras radicadas en Brasil, en el caso de la liberalización total del comercio
sufrirían un fuerte impacto y quizás desaparecerían.
Dado el nivel tecnológico medio de la industria brasileña es más bajo que el nivel promedio de la industria en la Unión Europea, la industria brasileña – que es la de mayor desarrollo del bloque suramericano - no sería capaz de competir en los mercados europeos, ni en mercados del propio MERCOSUR con los productos exportados por la industria europea, exentos de aranceles de aduana a raíz del acuerdo.
Al mismo tiempo, las normas relativas a la inversión
extranjera, propiedad intelectual, comercio de servicios, contratación pública,
la protección del comercio, beneficiarán, ante todo, a las mega-corporaciones transnacionales,
incluso, en una medida superior al nivel logrado por estos como resultado de la
Ronda Uruguay.
La posibilidad de un desarrollo industrial brasileño
de empresas nacionales y extranjeras instaladas en el MERCOSUR también dejaría
de existir, lo cual traería efectos significativos sobre el
empleo,particularmente para los países con alto nivel de urbanización, tales
como Argentina y Brasil (ya que el salario medio por trabajador en la industria,
es varias veces superior al salario del trabajador en la agricultura y la
minería).
Todo
lo anterior evidencia que un Acuerdo MERCOSUR-Unión Europea donde prevalecieran
los intereses del socio europeo, no implicaría simplemente “importantes
desafíos” para la industria brasileña y del MERCOSUR, sino consecuencias
probablemente muy desfavorables para éste y con ello, para la calidad de la
inserción de la región en la economía mundial.
Al
mismo tiempo, aun cuando la parte europea aceptara incluir en el Acuerdo las
importaciones sin gravámenes de productos agrícolas provenientes del MERCOSUR,
no existe garantía alguna de que no regulara sus cantidades mediante el
otorgamiento de cuotas, tal y como sucede en la actualidad.
La eventual firma de un
acuerdo entre la UE y Mercosur haría a las negociaciones futuras imposibles
para la ampliación de los contingentes de importación eventualmente concedidas
por Europa ya que la UE ya habría alcanzado, al obtener la eliminación de los
aranceles para el 90 % de las líneas arancelarias industriales, su objetivo
estratégico que es la apertura del mercado brasileño ( Mercosur) para sus
exportaciones, mientras que podría mantener su política agrícola proteccionista
y de la supervivencia de su agricultura subsidiada e ineficiente.
No obstante, el arancel
externo común – que constituye la esencia de una unión aduanera - dejará de
existir en el MERCOSUR para las empresas de la Unión Europea. Al otorgar tales
preferencias a favor de las empresas europeas, el resto de los principales
socios económicos y comerciales de los países del MERCOSUR (Estados Unidos, a
Japón, a China), igualmente, presionarán la concreción de mega-acuerdos
bilaterales con el bloque suramericano que, en caso de materializarse,
significaría la imposibilidad de que el MERCOSUR siga siendo un instrumento en
función del desarrollo autónomo de la región suramericana.
A modo de conclusión:
Hipotéticamente,
un acuerdo con la UE, pudiera significar para el MERCOSUR, la posibilidad de
disminuir su dependencia de la demanda de China de productos agropecuarios,
diversificando el destino de sus exportaciones de este sector.
No
obstante, el acuerdo de asociación en proceso de negociación entre el Mercosur
y la Unión Europea, es portadora de las características de los acuerdos
neoliberales de nueva generación tipo Norte-Sur: un ordenamiento jurídico
global e inflexible querepresenta una integración subordinada y desequilibrada
al mercado globaly la aceptación de una división mundial del trabajo donde los
países del bloque del MERCOSUR seguirán siendo la parte desaventajada.
En el marco de la liberalización comercial neoliberal en el
seno del MERCOSUR, el Acuerdo Mercosur- Unión Europeia sería apenas el primero
de su tipo que inevitablemente, abrirá paso para nuevos acuerdos mega-regionales
con Estados Unidos, China y Japón.
Esto significaría que los países del MERCOSUR abrirían
totalmente sus mercados para los productos industriales europeos, luego para
los estadounidenses, chinos y japoneses, que son mucho más competitivos y avanzados.
Asimismo, otorgarían concesiones asimétricas en el ámbito de las compras
gubernamentales y otras, mientras que recibirían concesiones ridículas en el ámbito
agrícola.
El Acuerdo del MERCOSUR con
la Unión Europea, por tanto, apunta ser en extremo prejudicial para el legítimo
desarrollo industrial de los países del bloque suramericano y para el
mejoramiento de la calidad de su patrón de inserción en la economía mundial. Su eventual concreción significará un viraje de 180 grados en relación
con la geopolítica “nuestroamericanista” de los gobiernos de Lula y Dilma,
constituyendo el comienzo del fin del MERCOSUR y de la posibilidad del
desarrollo autónomo y soberano de Brasil, así como del objetivo estratégico de
los gobiernos petistas por construir un bloque económico y político soberano en
América del Sur.
Notas:
[i] Máster
en Relaciones Económicas Internacionales, Profesora Auxiliar del Instituto
Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García”, La Habana, Cuba
[ii]Desde su constitución,
la Cooperación Estratégica UE-Brasil, ha publicado dos planes de acción (2008/2011
y 2001-2014), en materia de democracia, gobernanza, comercio y cooperación
energética.
[iii]El bloque
sudamericano ofreció tiempos de transición hacia el libre comercio de hasta 15
años y la inclusión de 50% de las posiciones arancelarias a liberalizar en
canastas de más de 10 años. Sin embargo, la Unión Europea requiere que Mercosur
acorte los plazos ofrecidos para la desgravación que conducirá al libre
comercio birregional y que amplíe el universo arancelario a desmantelar. Los
europeos esperan, además, que los cuatros socio del Mercosur extiendan la lista
de productos que están dispuestos a desgravar y acercarse al 90% del universo
arancelario de la balanza comercial, la cobertura con la que se considera como
un “intercambio de libre comercio”.
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