lunes, 11 de diciembre de 2017

Acuerdo Mercosur-Unión Europea – desde la perspectiva de la geopolítica brasileña



 
Por:  MSc. Georgina Németh Lesznova[i]

Los medios de comunicación – en manos de las oligarquías - a diario sostienen que Brasil tiene que integrarse con urgencia a las cadenas mundiales productivas, para no correr el riesgo de quedarse "aislado" de los grandes procesos de negociación internacional en curso. Para tales efectos, plantean que Brasil debería firmar acuerdos de libre comercio con los países altamente desarrollados, incluso debería abandonar el MERCOSUR. En función de lo anterior, los medios de comunicación hegemónicos, así como otras entidades de la derecha, apoyan la negociación de un acuerdo entre la UE y Mercosur alegando que sería “esencial” para una mejor inserción de Brasil en la economía mundial. El presente trabajo pretende analizar la conveniencia de la concreción de tal acuerdo, para Brasil y el MERCOSUR.  

Brasil, MERCOSUR y la Unión Europea en 2017: ¿A un paso del Acuerdo MERCOSUR-Unión Europea?

El contexto económico y político global del actual orden mundial, regido por la hegemonía del sistema de acumulación y consumo capitalista se caracteriza por una contraofensiva del imperialismo cada vez más transnacionalizado (aunque, todavía preponderantamente de origen estadounidense), para tratar de paliar los efectos de la crisis sistémica multidimensional de dicho sistema, con el objetivo de salvaguardarlo. 

La contraofensiva del sistema capitalista se evidencia, entre otros aspectos, mediante la liberalización económico-comercial, impulsada por los países desarrollados, en forma de acuerdos neoliberales de nueva generación–entre ellos, los llamados mega-acuerdos - incompatibles con la perspectiva de un comercio mundial verdaderamente justo y equitativo entre los actores que lo conforman. 

Entre tales mega-acuerdos en proceso de materialización, se inscriben las negociaciones Mercosur-Unión Europea.Estas se iniciaron en 1992, con el Acuerdo Marco de Cooperación Comunidad Europea-Brasil, que, a partir de 1995 hasta la actualidad, se encuentran en proceso y cuya meta es lograr un Acuerdo de Asociación entre ambos bloques. 

En el marco de dichas negociaciones, se firmó en 2004, el Acuerdo de Cooperación Científica y Tecnológica entre ambos bloques. Estos acuerdos y negociaciones han avanzado con bastante lentitud en los últimos años. 

Entre las causas de dicha lentitud se encuentran las “guerras comerciales” esporádicas en el triángulo Unión Europea-Mercosur-Brasil, manifestadas mediante contenciosos en el marco de la Organización Mundial del Comercio. Estos contenciosos están relacionados directamente con los programas de subvenciones, proteccionismo y barreras no arancelarias impuestas por la Unión Europea, al comercio con el MERCOSUR y Brasil. Además, la región de América Latina no constituye una prioridad en la agenda de la Unión Europea. 

El carácter Norte-Sur del Acuerdo Mercosur-Unión Europea, era contraria, además, a las prioridades de la política exterior brasileña durante los gobiernos neodesarrollistas brasileños, principalmente, durante ambos mandatos del Presidente Luiz Inácio Lula da Silva y el primer mandato de Dilma Rousseff – cuya proyección le otorgaba un mayor énfasis a la cooperación Sur-Sur.   

No obstante a lo anterior, la Unión Europeaha sido y es un importante socio comercial, del MERCOSUR y de Brasil. Igualmente, el MERCOSUR y Brasil, constituyen dos de los tres ejes fundamentales de la política exterior de la Unión Europea hacia América Latina, consistente en sus relaciones  bilaterales con Brasil, por un lado, y sus negociaciones con el MERCOSUR, por el otro, además de su política hacia Centroamérica y el Caribe.

A nivel de las relaciones bilaterales entre la Unión Europea con Brasil, la importancia de estas, durante los gobiernos de Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff, se ha evidenciado por el Acuerdo de Cooperación Estratégica con la Unión Europea – tipo de acuerdo que solo pocos países tienen, tales como China y Estados Unidos. El termómetro de la calidad de dicha cooperación ha sido, el programa de construcción y transferencia de tecnología del submarino nuclear con Francia, así como por la adquisición, construcción y transferencia de los aviones de combate Grippen, entre otros. 

La referida Cooperación Estratégica Unión Europea-Brasil, fue establecida en el año 2007[ii] y anunciada como mecanismo facilitador de las negociaciones entre los dos bloques, en función del Acuerdo MERCOSUR-Unión Europea. No obstante, si bien, las agendas de cooperación pueden ser calificadas de positivas, estas seguían siendo limitadas, debido a las asimetrías existentes entre ambos bloques en diversas materias, entre las cuales se destacan el proteccionismo, las subvenciones y las tasas de inversiones y las profundas diferencias en cuanto al grado de industrialización las economías de los respectivos bloques, entre otras. 

Pese a dichas asimetrías que enlentecen el proceso del Acuerdo Mercosur-Unión Europea, la crisis de la economía brasileña de los últimos años, impuso una nueva etapa en la marcha de las negociaciones, recibiendo un impulso mediante declaraciones de la expresidente Dilma Rousseff, ofrecidas durante su visita a la Unión Europea en 2015, favorables al Acuerdo entre ambos bloques.

Durante los mandatos de los gobiernos brasileños de corte neodesarrollista – de Lula y Dilma, respectivamente – el MERCOSUR respondía a la visión oficial de fungir como un instrumento geopolítico en función de lograr un desarrollo económico-comercial autónomo en la región suramericana.     

De acuerdo con dicha visión - pese al prevalencia de la lógica bilateral que ha caracterizado al MERCOSUR (mediante las decisiones tomadas entre Brasil y Argentina) y la superioridad de Brasil en cuanto a su peso en el bloque -  dicha articulación, desde su creación, ha logrado aumentar considerablemente el comercio intrarregional, habiendo alcanzado un crecimiento de más de once veces desde 1991, mientras que el comercio mundial creció sólo cinco veces; han crecido las inversiones a nivel intrarregional y la afluencia de inversión directa de los países altamente desarrollados, con el excedente de capital, y de China, dirigidos a los países del Mercosur; aumentó la movilidad intrarregional de la mano de obra mediante la firma de acuerdos de residencia y de seguridad social entre los miembros del bloque; se han financiado importantes proyectos de infraestructura en los países del MERCOSUR por parte de entidades financieras de los países del Mercosur entre otros resultados positivos. 

El comercio de Brasil con el Mercosur se multiplicó por diez entre 1991 y 2012, mientras que el comercio de Brasil con el mundo se multiplicó por ocho; el 84%  de las exportaciones de Brasil a los países del Mercosur,  el 53 %  a los Estados Unidos, el 36%  a la UE y el 4%  a China son productos manufacturados; los países del Mercosur, especialmente Argentina, absorbieron el 21% de las exportaciones brasileñas totales de productos manufacturados; en 2013, la balanza comercial entre Brasil y el Mercosur era más del doble del saldo total nacional, compensando el déficit comercial con los Estados Unidos de $ 11 mil millones y la Unión Europea de 3 mil millones de dólares. Asimismo, las empresas brasileñas han hecho importantes inversiones de capital en los países del Mercosur. Lo anterior señala que los mecanismos intrarregionales del Mercosur contribuyeron al fortalecimiento autónomo del bloque y, con ello, a la consolidación de la estabilidad en la región, particularmente, durante el período neo (o social-)desarrollista (los gobiernos del PT). 

Sin embargo, tanto el Mercosur como otras articulaciones regionales tales como la CELAC y la UNASUR, se han visto afectadas en los últimos años por la contraofensiva neoliberal al interior de varios de sus integrantes, especialmente, Brasil y Argentina (con la asunción de la presidencia por Temer y Macri, respectivamente). 

“Casualmente”, son precisamente estos dos países: Brasil y Argentina los cuales tratan de impulsar por la parte suramericana, el acuerdo comercial Mercosur-Unión Europea. Coincidentemente con lo anterior, la reciente suspensión de Venezuela en el MERCOSUR, le abre camino a la “flexibilización” del bloque.  

La “flexibilización” del MERCOSUR mediante un viraje hacia un modelo de apertura de las barreras comerciales y financieras y eliminación de aranceles e impuestos, en un claro esquema de cooperación Norte-Sur – donde el MERCOSUR es el “Sur” –  constituye la tendencia que viene cristalizándose con la retomada del rumbo neoliberal de la gobernanza brasileña y argentina yes contrario a la profundización del bloque como proyecto autónomo basado en el fomento de la cooperación intrarregional y de la complementariedad regional. 

El impulso dado a las negociaciones Mercosur-Unión Europeaseñala, que para los gobiernos neoliberales suramericanos, MERCOSUR no ha perdido su importancia, ni ha dejado de ser una importante plataforma e instrumento geopolítico, solo ha cambiado de “objeto social”: respondiendo, bajo el mando de dichos gobiernos, a los intereses de las oligarquías que estos representan. Esto imprime su negativa impronta sobre la finalidad y el carácter del Mercosur, con afectaciones sobre el carácter de la integración latinoamericana, así como sobre la soberanía y, por ende, los legítimos intereses de los pueblos de esa región.  

El reciente viraje neoliberalen Brasil y Argentina, por tanto, se traslada también al ámbito de las negociaciones entre ambos bloques, cuyo proceso se convierte en un poderoso instrumento de corte típicamente neoliberal en manos de estos gobiernos. 

Al viraje neoliberal, favorable a la aceleración de la concreción del Acuerdo MERCOSUR-Unión Europea por parte del bloque suramericano, se unió  la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos de América, cuyas primeras medidas anunciadas acerca de los mega-acuerdos y el subsiguiente enfriamiento de las relaciones entre Estados Unidos y México, representan consecuencias desfavorables para México que requieren la reorientación de las relaciones económico-comerciales de este hacia otros países y regiones. Este hecho propicia la expectativa de que México pudiera convertirse en un potencial socio estratégico del Mercosur, en detrimento de los intereses de la Unión Europea en relación con dicho bloque. Ante tal riesgo, la aceleración de las negociaciones del Acuerdo Mercosur-Unión Europea, coincide también con los intereses de la parte europea. 

De acuerdo a dicha coincidencia de intereses entre ambos bloques, ya en medio de la nueva coyuntura posterior a la destitución de la Presidente legítimamente elegida Dilma Rousseff en Brasil, (en el mes de mayo de 2016), hubo un intercambio de ofertas arancelarias entre ambos bloques y, luego, en el pasado más reciente – el 10 de noviembre de 2017 – mediante el cual, los cancilleres del MERCOSUR entregaron sus propuestas a la Unión Europea, con el propósito de cerrar el acuerdo antes de finalizar el año 2017.[iii]

Los aspectos más sensibles, como la agrícola, sin embargo, hasta la actualidad, siguen pendientes de solución en el contexto de las negociaciones, ya que la Unión Europea mantiene un elevado grado de proteccionismo en los sectores de mayor interés para el MERCOSUR – tales como el agronegocio. 

El  anterior intercambio de ofertas- ocurrido en mayo de 2016 - había provocado la reacción negativa de 13 países europeos (de entre los 28 de los miembros de la UE), ya que, varios de los estados-miembro de la Unión Europea consideran que la apertura del sector agrícola europeo –altamente subvencionado - puede perjudicar los intereses de la UE, debido a las ventajas que presenta el MERCOSUR en dicho ámbito. 

Varios estudiosos del tema coinciden en suponer que, tras el más reciente intercambio de ofertas arancelarias, la Unión Europea excluyó la posibilidad de nuevas concesiones en relación con  las carnes bovinas, con el biodiesel y el etanol – que constituyen, precisamente,los productos más prometedores para los sectores agroindustriales del MERCOSUR. 

De ahí que, la expectativa de que el acuerdo se materialice, despierta preocupación en varios sectores del Mercosur, tales como del agropecuario y de las pequeñas y medianas empresas, que son los que generan la mayor parte de los empleos en la industria, además de las implicaciones para el desarrollo industrial que el acuerdo representaría en el mediano plazo. 

Esta preocupación se refuerza también por el hecho de que, en el sector agrícola, las ofertas de la Unión Europea hacia el MERCOSUR, hasta la actualidad, han sido cuotas muy pequeñas y no equitativas: estas cuotas se mantuvieron bajas a pesar de que estos productos eran libres de aranceles. Por tal motivo, no se prevé que por el hecho de que una disminución de los aranceles en este sector por parte del MERCOSUR, la Unión Europea vaya a importar mayores cantidades de sus productos. 

La  reducción arancelaria en dicho sector, tampoco se traducirá necesariamente en un beneficio de los exportadoresdel MERCOSUR, que, además, en su mayoría, ni siquiera son originarios de ese bloque, sino grandes empresas transnacionales. Asimismo, hay que tener en cuenta que una gran parte del comercio en el bloque es intrafirma, lo cual puede igualmente perjudicar a las empresas locales. 

Por su parte,  la Unión Europea no esconde su posición favorable a la concreción del acuerdo, argumentando que este solo representará beneficios para Europa, no solo por ganar mayores mercados para los productos europeos, sino también por la economía de más de 4,4 mil millones de euros, lo cual traería para el continente europeo, tres veces más ganancias que aquellas emanadas de las reducciones alcanzadas en las recientes negociaciones con Canadá y Japón. 

El acuerdo garantizaría para los europeos, entre otras ventajas, mayores ganancias para sus empresas, debido a una mayor apertura en los sectores de los servicios, incluyendo el sector financiero, las compras públicas, así como permitiría una mayor extensión para la protección monopólica de sus patentes en el sector médico-farmacéutico.

No obstante, una apertura precipitada e inadecuada por parte del MERCOSUR, puede tener consecuencias dramáticas en la región sobre el empleo, así como sobre la seguridad alimentaria, además de causar reprimarización y financierización de la economía del bloque. Asimismo, puede ocasionar problemas en el ámbito del reconocimiento de remuneraciones a marcas, patentes y otros productos como resultado de la investigación tecnológica independiente y causar la quiebra y cierre de pequeñas y medianas empresas, abandono de la producción local en sectores de la industria y la intensificación del carácter de maquila en empresas transnacionales instaladas en los países del bloque, entre otros efectos negativos posibles. 

El acuerdo implica, además, el abandono de la visión de una integración basada en la complementariedad regional entre los países del bloque del MERCOSUR, los cuales pasarán a competir entre sí, para ofertar condiciones cada vez más primarias a los inversionistas. Mientras que, para la Unión Europea, los más de 300 millones de habitantes del Cono-Sur son vistos como consumidores de los productos de la Unión Europea que, posee el sector agrícola más competitivo del mundo y concentra las empresas industriales y de servicios más eficientes.Consecuentemente, en Europa, los aranceles de importación de productos agrícolas son altos, lo cual representa uno de los mayores obstáculos para un acuerdo entre ambos bloques. Del mismo modo, por parte del MERCOSUR, existe una fuerte  resistencia en materia de la reducción de aranceles de los productos industriales y los servicios. (Actualmente, el arancel promedio para los productos industriales, es alrededor del 4% en la Unión Europea, es mucho más bajo que el promedio del arancel aplicado en el Mercosur, que es alrededor del 12%).
En el caso de la eliminación recíproca de la mayoría de los aranceles (del 90% de estos), la Unión Europea tendría mayores ventajas que Brasil, y el actual déficit comercial de Brasil de bienes industriales con Europa, que ya es significativo y crónico, se verá agravado.

Por otra parte, de acuerdo con Pinheiro, la reducción y eventual eliminación de los aranceles de importación del Mercosur (incluyendo Brasil) no tendrían ningún efecto positivo en el nivel tecnológico actual de la industria instalada en Brasil, ya que, en general, la importación de bienes de capital ya está exenta de derechos cuando no existen similares bienes domésticas. Las empresas productoras de capital, activos nacionales o extranjeras radicadas en Brasil, en el caso de la liberalización total del comercio sufrirían un fuerte impacto y quizás desaparecerían.

Dado el nivel tecnológico medio de la industria brasileña es más bajo que el nivel promedio de la industria en la Unión Europea, la industria brasileña – que es la de mayor desarrollo del bloque suramericano - no sería capaz de competir en los mercados europeos, ni en mercados del propio MERCOSUR con los productos exportados por la industria europea, exentos de aranceles de aduana a raíz del acuerdo.

Al mismo tiempo, las normas relativas a la inversión extranjera, propiedad intelectual, comercio de servicios, contratación pública, la protección del comercio, beneficiarán, ante todo, a las mega-corporaciones transnacionales, incluso, en una medida superior al nivel logrado por estos como resultado de la Ronda Uruguay.

La posibilidad de un desarrollo industrial brasileño de empresas nacionales y extranjeras instaladas en el MERCOSUR también dejaría de existir, lo cual traería efectos significativos sobre el empleo,particularmente para los países con alto nivel de urbanización, tales como Argentina y Brasil (ya que el salario medio por trabajador en la industria, es varias veces superior al salario del trabajador en la agricultura y la minería).

Todo lo anterior evidencia que un Acuerdo MERCOSUR-Unión Europea donde prevalecieran los intereses del socio europeo, no implicaría simplemente “importantes desafíos” para la industria brasileña y del MERCOSUR, sino consecuencias probablemente muy desfavorables para éste y con ello, para la calidad de la inserción de la región en la economía mundial.
Al mismo tiempo, aun cuando la parte europea aceptara incluir en el Acuerdo las importaciones sin gravámenes de productos agrícolas provenientes del MERCOSUR, no existe garantía alguna de que no regulara sus cantidades mediante el otorgamiento de cuotas, tal y como sucede en la actualidad.   
La eventual firma de un acuerdo entre la UE y Mercosur haría a las negociaciones futuras imposibles para la ampliación de los contingentes de importación eventualmente concedidas por Europa ya que la UE ya habría alcanzado, al obtener la eliminación de los aranceles para el 90 % de las líneas arancelarias industriales, su objetivo estratégico que es la apertura del mercado brasileño ( Mercosur) para sus exportaciones, mientras que podría mantener su política agrícola proteccionista y de la supervivencia de su agricultura subsidiada e ineficiente.

No obstante, el arancel externo común – que constituye la esencia de una unión aduanera - dejará de existir en el MERCOSUR para las empresas de la Unión Europea. Al otorgar tales preferencias a favor de las empresas europeas, el resto de los principales socios económicos y comerciales de los países del MERCOSUR (Estados Unidos, a Japón, a China), igualmente, presionarán la concreción de mega-acuerdos bilaterales con el bloque suramericano que, en caso de materializarse, significaría la imposibilidad de que el MERCOSUR siga siendo un instrumento en función del desarrollo autónomo de la región suramericana.

 A modo de conclusión:

Hipotéticamente, un acuerdo con la UE, pudiera significar para el MERCOSUR, la posibilidad de disminuir su dependencia de la demanda de China de productos agropecuarios, diversificando el destino de sus exportaciones de este sector. 

No obstante, el acuerdo de asociación en proceso de negociación entre el Mercosur y la Unión Europea, es portadora de las características de los acuerdos neoliberales de nueva generación tipo Norte-Sur: un ordenamiento jurídico global e inflexible querepresenta una integración subordinada y desequilibrada al mercado globaly la aceptación de una división mundial del trabajo donde los países del bloque del MERCOSUR seguirán siendo la parte desaventajada.

En el marco de la liberalización comercial neoliberal en el seno del MERCOSUR, el Acuerdo Mercosur- Unión Europeia sería apenas el primero de su tipo que inevitablemente, abrirá paso para nuevos acuerdos mega-regionales con Estados Unidos, China y Japón. 

Esto significaría que los países del MERCOSUR abrirían totalmente sus mercados para los productos industriales europeos, luego para los estadounidenses, chinos y japoneses, que son mucho más competitivos y avanzados. Asimismo, otorgarían concesiones asimétricas en el ámbito de las compras gubernamentales y otras, mientras que recibirían concesiones ridículas en el ámbito agrícola.

El Acuerdo del MERCOSUR con la Unión Europea, por tanto, apunta ser en extremo prejudicial para el legítimo desarrollo industrial de los países del bloque suramericano y para el mejoramiento de la calidad de su patrón de inserción en la economía mundial. Su eventual concreción significará un viraje de 180 grados en relación con la geopolítica “nuestroamericanista” de los gobiernos de Lula y Dilma, constituyendo el comienzo del fin del MERCOSUR y de la posibilidad del desarrollo autónomo y soberano de Brasil, así como del objetivo estratégico de los gobiernos petistas por construir un bloque económico y político soberano en América del Sur.

Notas:


[i] Máster en Relaciones Económicas Internacionales, Profesora Auxiliar del Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García”, La Habana, Cuba

[ii]Desde su constitución, la Cooperación Estratégica UE-Brasil, ha publicado dos planes de acción (2008/2011 y 2001-2014), en materia de democracia, gobernanza, comercio y cooperación energética.

[iii]El bloque sudamericano ofreció tiempos de transición hacia el libre comercio de hasta 15 años y la inclusión de 50% de las posiciones arancelarias a liberalizar en canastas de más de 10 años. Sin embargo, la Unión Europea requiere que Mercosur acorte los plazos ofrecidos para la desgravación que conducirá al libre comercio birregional y que amplíe el universo arancelario a desmantelar. Los europeos esperan, además, que los cuatros socio del Mercosur extiendan la lista de productos que están dispuestos a desgravar y acercarse al 90% del universo arancelario de la balanza comercial, la cobertura con la que se considera como un “intercambio de libre comercio”.

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