jueves, 7 de diciembre de 2017

Oportunidades y desafíos de la Unión Europea. Mirada desde América Latina: perspectivas mutuas.


Por Dr. Leyde E. Rodríguez Hernádez
 
Esta semana, del 5 al 7 de diciembre, se celebró la I Conferencia de Estudios Europeos organizada por la Cátedra Jean Monnet de la Universidad de La Habana, seguidamente las notas de mi intervención en el panel: " La Unión Europea y América Latina: vínculos estratégicos". 

 


Esta ponencia es una síntesis ilustrativa de los artículos La Unión Europea: múltiples crisis, desafíos y oportunidades en el siglo XXI, publicado en la Revista de Pensamiento social Horizontes y Raíces de la Universidad de La Habana y del Comentario: El estado de la Unión Europea. Relanzar Europa, publicado por la Red Cubana de Investigaciones sobre Relaciones Internacionales (Redint).

Cuando analizamos las oportunidades y desafíos actuales de la Unión Europea (UE), como actor global, es importante recordar que en su nacimiento la Unión Europea llegó dotada de una estrategia de paz y reconciliación de Europa, para alcanzar la regeneración social y económica de un continente devastado por la guerra. 

El proceso de integración europea se adaptó y sobrevivió a los peores momentos de la guerra fría.  La UE, de la misma manera, supo renovarse a través del proyecto de la Unión Económica y Monetaria, la Europa del Euro, consiguiendo su reunificación política con la caída del muro de Berlín, la libre circulación y residencia, ambas altamente valoradas por los ciudadanos europeos. 

Si contrastamos esos trascendentales resultados de la UE con su estado actual, se puede percibir lo atinado de su necesidad de reforma en beneficio de los ciudadanos europeos y de la humanidad toda.

Las dificultades de la UE se relacionan con tres fenómenos o procesos principales que impactan a las relaciones internacionales, pero que en el caso que nos ocupa generan oportunidades y desafíos en lo que denominamos recomposición de la UE, en el orden interno, y en la reconstrucción de sus capacidades, como un poder global relevante, en un sistema internacional marcado por tendencias multipolares:
  •  La crisis económica que ha atravesado la UE desde los años 2007- 2008.
  •  El referendo británico que abrió el proceso para la salida del Reino Unido de la Unión   Europea (Brexit).
  •  La victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos.
El escenario internacional mencionado,  nos hace pensar sobre la oportunidad que tiene la Unión Europea de Relanzarse, como ha argumentado la Fundación Alternativas de España, en su informe anual 2017, sobre el Estado de la Unión Europea. Se abre una nueva oportunidad para que la UE comience un proceso de negociaciones que conduzcan a su reconfiguración, para la adopción consensuada de otro tratado. Entre los temas principales que han sido identificados y son objeto de debate se encuentran los siguientes:
  •  El mejoramiento de la colaboración en seguridad y defensa, para obtener autonomía estratégica;
  • Una nueva política de inversiones;
  • La armonización fiscal y el fortalecimiento de la eurozona con una gobernanza democrática;
  • La creación de un parlamento de la eurozona;
  • La elaboración de políticas comunes en el terreno digital y el de la transición energética y la denominada Europa de la Defensa, que había tenido la abierta oposición británica;
  •  Desmarcarse inequívocamente de las posiciones de la administración estadounidense de Donald Trump en un conjunto de temas:
  • Comercio (proteccionismo);
  • Migraciones (restricciones a países musulmanes);
  • Energía y cambio climático (incumplimiento del acuerdo sobre cambio climático de Paris);
  • Distanciarse respecto a una posición agresiva y de sanciones contra  China y Rusia; del rompimiento del acuerdo nuclear con Irán; de una solución unilateral para el conflicto israelo-palestino o de una solución militar, con armas nucleares, al conflicto en la península coreana;
  • Evitar intervencionismos políticos y sanciones contra países del sur, en particular, América Latina, cuyo caso sobresaliente y contradictorio son las sanciones y declaraciones injerencistas contra Venezuela, cuando pretende mejorar las relaciones con Cuba, y abandona la posición común.
Sigue pendiente de concretarse la próxima cumbre entre la UE y la CELAC, inicialmente prevista para los días 26 y 27 de octubre en San Salvador, pero que quedó aplazada en medio de la crisis política de Venezuela.

Una mirada desde América Latina y el Caribe nos permite definir perspectivas mutuas de colaboración en los compromisos adquiridos en la lucha contra el cambio climático, los mecanismos a favor de un comercio justo y libre entre ambas regiones y la apuesta por el multilateralismo para afrontar los desafíos comunes.

Desmarcarse o desconectarse de la administración estadounidense de Donald Trump, en diversos temas críticos de la política internacional, favorecerían la visión académica de que el sistema internacional actual es multipolar y no unipolar, como siguen enfatizando algunos especialistas cubanos y extranjeros, cuando observan la conducta supeditada o tímida de la UE en distintos temas de la agenda internacional que promueve Estados Unidos. 

Por otra parte, ante el cambio de los contornos de la seguridad europea actual y del propio concepto de multilateralismo, se necesita una nueva estrategia continental, con alcance global, que integre su acción en los terrenos  diplomático, económico, de la seguridad y la defensa.

En ese sentido, desde hace una década, los líderes europeos aprobaron la primera Estrategia de Seguridad Europea, bajo la premisa de que «Europa nunca ha sido tan próspera, tan segura, tan libre». Pero, desde 2003, año en que se aprobó, Europa y el sistema internacional en su conjunto han cambiado sustancialmente. Si bien Europa continúa siendo uno de los centros principales de poder global, hoy ya no es vista como un paradigma que seguir o copiar y, por lo tanto, suscita menos esperanzas y optimismo para el resto de las naciones —como sucedió después de las dos guerras mundiales, en la primera mitad del siglo XXI.

No podemos pensar que los desafíos de la UE  son solamente el Brexit o la elección de Donald Trump, la crisis de Ucrania con Rusia o las guerras de Oriente Medio. Podríamos listar otros tan  complejos como esos:
  •  El estancamiento sin que se emprendan iniciativas institucionales efectivas que favorezcan el progreso de la integración europea.
  •  En este tema sobresale la preocupación por una construcción de la UE bajo la hegemonía germana, mientras que el nacionalismo genera inquietudes por sus radicales propuestas desintegradoras contra la moneda  común, a favor del proteccionismo económico y contra los tratados europeos.
  •  Los problemas que ha provocado la crisis económica y financiera, como el déficit de estabilidad, porque se ha extendido por la UE las crisis presupuestarias estatales.
  •  La deficiencia estructural de la política económica de la Zona Euro, lo cual pone de manifiesto que no se pueden ignorar las consecuencias y los costos sociales y políticos de no contar con una política económica y financiera conjunta. 
  •  La ola de refugiados y la inseguridad que producen los actos de terrorismo
  •  El populismo y la xenofobia crecen a lo largo de Europa, al mismo tiempo que los partidos europeos tradicionales, que una vez impulsaron la construcción europea, han perdido terreno, tanto a la izquierda como a la derecha, lo que se puede vincular con la crisis global de los paradigmas teóricos y políticos que sustentaron la hegemonía de los llamados partidos políticos tradicionales.
  •  Una parte de la población no se siente representada cultural y políticamente manifestando desafección hacia la democracia representativa.
  •  La necesidad de un nuevo contrato social para una política europea progresista que introduzca una visión democrática de bienestar y seguridad, lo cual estaría en correspondencia con los objetivos originales de la UE.
  •  La regulación del mercado salvaje, el poder desmedido de las transnacionales y la evasión fiscal, afín de evitar el daño que la desigualdad creciente genera en todos los tejidos de la sociedad: en el plano económico, social, político y moral.
Por otra parte, pienso que millones de personas en el mundo y, en especial, en América Latina  y el Caribe, desearían que la UE sea un polo de balance de poder global, para el desarrollo equilibrado de la cooperación internacional multisectorial, la promoción de un mundo de paz, desarrollo y estabilidad, en contraposición a las políticas hegemónicas que generan el intervencionismo político, militar y la guerra en las relaciones internacionales.

Han sido tan estremecedoras las múltiples crisis atravesadas por la UE, que estas han puesto en riesgo el proyecto supranacional más potente e integrador que Europa ha conocido a lo largo de su historia. 

Siempre he pensado que una eventual desaparición de la UE es un escenario poco probable, pero sabemos que ha sido pronosticado por distintos analistas políticos internacionales. La desintegración de la UE representaría una catástrofe geopolítica de imprevisibles consecuencias para un continente en condiciones de interdependencia compleja y con potencias poseedoras de armas nucleares. 

El desordenado, convulso y turbulento sistema internacional actual es muy peligroso, para el mantenimiento de la paz mundial y la supervivencia de la especie humana, por la existencia de enormes arsenales de armas nucleares, no solo en Europa, sino por la proliferación nuclear en distintas regiones que obstaculiza la fluidez  de las relaciones internacionales, y el acelerado cambio climático global, en una época marcada por la persistente crisis sistémica del capitalismo globalizado. 

Es por ello que los mejores escenarios para la UE se relacionan con el aprovechamiento de las oportunidades existentes para “Relanzarse” atendiendo las agudas asimetrías que desafían la interrelación entre los estados miembros. 

El 2017 fue un año crucial para el futuro de la UE, porque asumió los retos de las elecciones en Holanda, Austria, Francia y Alemania, donde a pesar de los retrocesos electorales, ante la pujanza de las fuerzas políticas de extrema derecha contrarias a la UE, los sectores europeístas representativos de la integración supranacional obtuvieron resultados favorables en dichas elecciones; para beneficio de una UE que no decidió disolverse y, por el contrario, se propone relanzarse, lo que quiere decir reformarse o transformarse.

Solo el transcurso del tiempo demostrará la viabilidad de esas pretensiones estratégicas, en el complejo y contradictorio laberinto de la política internacional del siglo XXI.


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