viernes, 16 de diciembre de 2011

Europa: La espiral descendente

Por Miguel Guaglianone 

(BARÓMETRO INTERNACIONAL, especial para ARGENPRESS.info)

La crisis europea presenta todos los síntomas de un sistema en colapso. Las medidas tomadas para afrontar la crisis sólo constituyen la repetición de desgastadas fórmulas neoliberales, que aparentemente solo están logrando consolidar la inevitabilidad del fracaso económico-político del sistema establecido alrededor del Euro.

En la última reunión europea, bajo la batuta del dúo Merkel-Zarkozy (Alemania-Francia) se hicieron modificaciones importantes de los tratados constitutivos de la Unión Europea, utilizando una dudosa legalidad, pero con todo el peso del pragmatismo de moda marcado por las necesidades de los acreedores (bancos y grandes capitales). Los estados se comprometieron a limitar sus gastos, a priorizar el pago de sus deudas financieras, a limitar sus presupuestos y en fin, a plegarse a las necesidades de los eternos ganadores, por supuesto al costo del sacrificio de sus pueblos.

Allí Gran Bretaña, con la voz de su primer ministro David Cameron, se despegó de los compromisos tomados, por la presión de su propio sistema financiero agrupado en la City londinense, que no está dispuesto a limitar los gastos y a comprometerse a restricciones presupuestarias en el Estado. En un principio Gran Bretaña estuvo acompañada por Hungría, que también se resistió a acompañar unas medidas que colocan un saco de fuerza al crecimiento de los estados europeos, en función de respaldar el dinero de los grandes bancos. Finalmente, también los magyares cedieron, y una vez más Gran Bretaña quedó aislada del resto del continente.

Y que conste que no es que el gobierno de Gran Bretaña esté más preocupado por sus gentes que el resto de los europeos. Es precisamente allí donde están intentando aplicar leyes “antiterroristas” para sofocar las protestas sociales frente a la crisis económica. Sólo es que existen en la isla grandes capitales locales que no se benefician con las medidas europeas y que tradicionalmente intentan seguir un camino propio.

Mientras tanto Mariano Rajoy, el recién electo presidente español, se pasea por las reuniones intereuropeas, intentando convencer (sobre todo a Francia y Alemania) que España ha sido un buen alumno en lo referente a las medidas económicas restrictivas (aunque sus números sigan y sigan tendiendo al rojo) y que por ende debe estar entre los países que toman las decisiones, y no a la cola de las medidas decididas por Merkel y Zarkozy.

En definitiva, más y más de lo mismo. Ya Grecia e Italia están manejadas por notorios banqueros, dejando de lado cualquier tipo de voluntad popular, el PP (Partido Popular) español aplicará “a saco” las medidas neoliberales, y las modificaciones de los tratados colocan el resto de los gobiernos europeos frente a las mismas alternativas.

Todo parece indicar que prosigue indetenible la marcha hacia la catástrofe. La intención prioritaria de salvaguardar a los bancos y a los grandes capitales a costa del sacrificio de las gentes y el colapso de los Estados, es la única fuerza que está determinando las medidas “políticas” que se están tomando en Europa. Esta fuerza sigue imponiendo sus desgastadas recetas: recorte de gastos sociales, privatización de infraestructuras y servicios, reformas tributarias que golpeen al grueso de la población, reducción de los Estados, etc. Si este no fuera un panorama que huele a tragedia, podría hasta tener un giro chistoso. Lo cierto es que estas recetas ya fueron aplicadas hasta el cansancio en los países periféricos y dependientes, y sus resultados siempre han sido terribles para los pueblos (La Argentina de Mennen es el mejor ejemplo disponible).

Mientras tanto la situación tiene giros surrealistas. La Francia que encabeza las decisiones económicas tiene graves problemas económicos internos, sofocados por un sistema represivo feroz y un silencio cómplice de los medios de comunicación corporativos. La Alemania que lidera (locomotora, le dicen) las mismas decisiones tiene un altísimo índice de desempleo, y la pregunta clave respecto a su situación es: ¿Qué sucederá cuando las medidas obligadas aplicadas a los estados europeos restrinjan radicalmente sus consumos, y las exportaciones alemanas al resto del continente (que son las que mantienen el inestable equilibrio de la economía alemana), sufran la inevitable contracción?

En definitiva, no se avizoran buenas nuevas para Europa, todo parece indicar que está encaminándose directamente hacia el precipicio, y sus estamentos políticos están lo suficientemente anquilosados como para no ser capaces de generar ninguna respuesta diferente a las de proteger la integridad (y seguir fomentando su crecimiento) de los grandes capitales manejados a través de los bancos.

Mientras tanto, la América Latina buscando un camino propio, intenta generar mecanismos (MERCOSUR, ALBA, UNASUR, CELAC) de integración que le permitan ser cada vez más fuerte ante la crisis del mundo “desarrollado".

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