viernes, 25 de octubre de 2013

El Che en la política exterior de la Revolución cubana

Por Leyde E. Rodríguez Hernández

Son múltiples las dimensiones que trascienden de la personalidad y el ejemplo de Ernesto Guevara de la Serna (Che). Una de ellas lo constituye, sin dudas, su activa participación en la formación y ejecución  de la política exterior de la Revolución cubana.

El profundo pensamiento político del Che dejó su huella imperecedera en el accionar cubano en el escenario internacional. En representación de la Revolución triunfante, desplegó un largo periplo, entre los meses de junio y septiembre de 1959, por un grupo de países afroasiáticos: Egipto, Japón, Indonesia, Ceilán[1], Pakistán, Marruecos, que incluyó también, en los Balcanes de Europa, a Yugoslavia. Luego, a fines del año 1960, presidió una delegación comercial cubana a los antiguos países socialistas de Europa del Este, la entonces Unión Soviética y, en Asia, la República Popular China y la República Popular Democrática de Corea.

De extraordinario valor histórico, para entender el alcance de la política exterior de Cuba, son los discursos pronunciados en los foros de carácter regional y mundial en los que participó. Por su trascendente actualidad, deben recordarse sus pronunciamientos en agosto de 1961 en Punta del Este, Uruguay, con motivo de la conferencia del Consejo Interamericano Económico y Social de la Organización de Estados  Americanos (OEA). En aquella alocución denunció los nuevos métodos de dominación política y económica del imperialismo estadounidense para obstaculizar cualquier intento de unidad de los países de América Latina y el Caribe.

Desde fecha tan temprana, el Che abogaba por la necesidad de la unidad de los pueblos latinoamericanos y caribeños, una idea esbozada por Simón Bolívar y José Martí en el siglo XIX, para resistir, con dignidad y fortaleza, las crecientes ambiciones hegemónicas de la potencia norteña al sur del rio Bravo. Las palabras del Che estuvieron dirigidas a contrarrestar y denunciar una “novedosa política”, que en el siglo XXI  llamaríamos inteligente, diseñada para conquistar la “mente y los corazones” de los latinoamericanos y caribeños. A esta estrategia el gobierno de los Estados Unidos de la época, presidido por el demócrata John F. Kennedy,  denominó: “Alianza para el Progreso”, con el objetivo de conceder un total de 20 000 millones de dólares en diez años a los países de la región. Esto podríamos catalogarlo de un pago por adelantado a los gobiernos de América Latina y el Caribe, para lograr de ellos su complicidad en los intentos por aislar y hostigar en todos los ámbitos a la naciente Revolución cubana. 

Lo inminente de esos planes hizo que el Che denunciara, en forma enérgica, los preconcebidos fines de la Conferencia, cuando dijo que se “quería separar a Cuba de América Latina, esterilizar su ejemplo y domesticar a los pueblos del continente”. En su magistral discurso también subrayó que la “Revolución cubana reafirmó la soberanía nacional del país, lo que permite denunciar para todos los pueblos de América, y para todos los pueblos del mundo, la reivindicación de los territorios injustamente ocupados por otras potencias”. A su regreso a la isla rebelde del Caribe comunicó al pueblo cubano sobre su denuncia al imperialismo en Punta del Este, donde por primera vez, en una conferencia latinoamericana, una voz discrepaba: Cuba.

Entre los años 1964 y 1965, el Che tuvo una intensa actividad en el plano internacional. El 11 de diciembre de 1964, en la XIX Asamblea General de la ONU celebrada en Ginebra, en nombre del gobierno cubano, acusó contundentemente las agresiones de los Estados Unidos contra Cuba, y dejó con toda nitidez los fundamentos latinoamericanistas de la Revolución que representó con cabal identificación. Para el Che, “no había enemigo  pequeño ni fuerza desdeñable", y como estableció la Segunda Declaración de La Habana: “Ningún pueblo de América Latina es débil, porque forma parte de una familia de doscientos millones de hermanos que padecen las mismas miserias, albergan los mismos sentimientos, tienen el mismo enemigo, sueñan todos un mismo mejor destino y cuentan con la solidaridad de todos los hombres del mundo”.

Allí en la apacible Ginebra, sentenció que el añoso y tristemente célebre “Fondo Monetario Internacional es el cancerbero del dólar en el capitalismo (.…) es el instrumento de penetración de los capitales norteamericanos en el mundo subdesarrollado (…), no hace sino impedir las medidas frente a la competencia y la penetración de los monopolios extranjeros". Con argumentos irrebatibles combatió el intercambio desigual impuesto a las naciones del Tercer Mundo, y exigió una nueva definición del comercio internacional mediante la edificación de un Nuevo Orden Económico Internacional.

De enero al 14 de marzo de 1965, recorre un grupo de países africanos: Mali, Congo, Guinea, Ghana, Dahomey[2], Tanzania, Egipto y Argelia. Un periplo que todavía hoy es recordado en muchos de estos pueblos. Como parte de esa estancia en el continente africano, el 24 de febrero, participó como observador en el Segundo Seminario Económico de la Organización de solidaridad Afroasiática. El Che estaba convencido del sinnúmero de restricciones que obstaculizaban y debilitaban una verdadera acción revolucionaria en los países de la periferia capitalista. En este foro su idea: “no hay fronteras en la lucha a muerte contra el imperialismo”, tuvo una gran acogida en los líderes africanos, y sintetizó, para siempre, su concepción internacionalista sobre la lucha revolucionaria.

En marzo de 1965, los revolucionarios congoleses fundaron el Consejo Supremo de la Revolución y su jefe Gastón Soumialot, solicitó apoyo militar a Cuba, consistente en instructores y combatientes. Un mes después, el Che volvió a salir de Cuba hacia el Congo, con el seudónimo de Ramón Benítez, en condición de jefe de la misión cubana para apoyar el movimiento guerrillero de ese país. Allí permaneció hasta que las condiciones políticas internas permitieron mantener la lucha. En noviembre de ese mismo año concluye su estadía en esas tierras.

Sobre la estancia y el papel desempeñado por el Che en el Congo, Fidel Castro dijo en exclusiva entrevista al periodista italiano Gianni Miná: “Él estaba muy interesado por los problemas internacionales, por los problemas de África… Su conducta en esa misión fue como siempre, ejemplar e insuperable”. Nuevas tierras reclamaban sus modestos esfuerzos y, como había dicho en el “Mensaje a la Tricontinental”, su acción se había convertido entonces en un grito de guerra contra el imperialismo y un clamor por la unidad de los pueblos bajo la dominación de los Estados Unidos.

En medio de los más diversos rumores sobre las causas de su enigmática desaparición de las tribunas políticas, Fidel Castro hizo público, cuando todavía se encontraba en el Congo, la carta de despedida que el Che había dejado para el pueblo cubano. Aun en vísperas de su inmortal y definitivo viaje puntualizó con vehemencia en dicho documento: “He estado identificado siempre con la política exterior de nuestra revolución, y lo sigo estando… Donde quiera que me pare sentiré la responsabilidad de ser revolucionario cubano, y como tal actuaré”.

El espíritu que forjó el Che y su imagen paradigmática de hombre nuevo perduran. La pléyade de jóvenes que, en las condiciones de bloqueo económico, comercial y financiero, y de permanente subversión política e ideológica de los Estados Unidos, sostienen la independencia de Cuba, mantienen vivo el combativo legado del Che a la Revolución cubana, en el ámbito de una política exterior antiimperialista. Por eso, desde el inicio, hasta hoy, nos sentimos verdaderamente “En pie”, como Raúl Roa García, el Canciller de la Dignidad.

[1] Actual Sri Lanka
[2] Hoy Benín.

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