viernes, 18 de marzo de 2016

Las visitas de Maduro y Obama a la más grande isla de las Antillas.



Por Leyde E. Rodríguez Hernández


Contrario a lo que divulgan los medios de prensa de la derecha venezolana, latinoamericana e internacional, la Revolución Bolivariana no está acabada, no se ha agotado definitivamente. El gobierno del presidente Nicolás Maduro ha permanecido firme a los embates de la derecha proestadounidense y de las amenazas provenientes de Washington. Ahora, para fortalecer la alianza con Cuba,  Nicolás Maduro, llegó este 18 de marzo de 2016, a La Habana, donde se reunirá con su homólogo cubano, Raúl Castro, y presentará un plan de cooperación con la isla para este año y hasta el 2030. 

El horizonte del plan de cooperación hasta el 2030 demuestra el alcance de la proyección de ambas revoluciones y resulta evidente que ya se preparan para resistir y enfrentar los nuevos  desafíos que producirán los recientes acercamientos o penetración subversiva de los Estados Unidos en los procesos de izquierda o progresistas en América Latina y el Caribe. 

El hecho de que el viaje de Maduro se produzca apenas dos días antes de la histórica visita a la isla del presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, que llegará a Cuba el próximo domingo por la tarde, tiene una enorme connotación política. En primer lugar, la Revolución Bolivariana, pese a sus dificultades internas, sigue siendo un aliado estratégico de la Revolución Cubana, cuya política se caracteriza históricamente por sus posiciones de principios y por no haber olvidado o abandonado sus compromisos internacionales en la defensa de sus aliados o amigos, a pesar de sus relaciones con grandes potencias o los cambios coyunturales en la correlación de fuerzas internacionales. Recordemos, por  ejemplo, la alianza de la Unión Soviética con Cuba, sin que ella impidiera la solidaridad y el internacionalismo de Cuba con el Tercer Mundo, o que cuando la Unión Soviética desapareció, la política exterior de La Habana se hizo mucho más independiente; y que en el proceso hacia la normalización de sus relaciones diplomáticas con los Estados Unidos, que sigue siendo la principal y más agresiva potencia imperialista de la historia, Cuba no haya hecho concesiones de principios en defensa de las causas justas. 

La visita de Maduro a Cuba, dos días antes de la llegada de Obama, también desmiente a los paladines del llamado "nuevo pragmatismo" del gobierno de Raúl Castro Ruz, en su intención de demostrar que una de las causas del acercamiento cubano-estadounidense se debe a la inminente caída de la Revolución Bolivariana, lo que provocaría otro “periodo especial” (grave crisis económica) en condiciones de existencia todavía del bloqueo estadounidense. Pero lo real es que Cuba nunca abandona a sus amigos y que la actualización de la política exterior cubana, en el marco del reajuste general de su economía y sociedad, mantiene una visión crítica de las relaciones internacionales, que es, al mismo tiempo, una concepción antihegemónica, con un sentido práctico, en el que prevalece una observación del escenario internacional con sentido del momento histórico, lo que permite desarrollar las relaciones con las principales potencias mundiales con mayor objetividad y realismo, en el hecho de tomar en consideración la coyuntura global y el balance general de fuerzas internacionales.

En correspondencia con lo anterior, de forma reiterada, Cuba ha expresado en distintas tribunas internacionales su apoyo incondicional al gobierno encabezado por Nicolás Maduro y ha rechazado la orden ejecutiva 13692 de los Estados Unidos, que considera a Venezuela una amenaza para su seguridad nacional. Este es un concepto poco claro y elástico, porque sabemos que la seguridad nacional de los Estados Unidos es la inseguridad del resto de sus vecinos, fomentando así un dilema en materia de seguridad hemisférica.  

Por ese paisaje que invita al conflicto regional, en una conferencia de prensa en La Habana sobre la visita de Obama y las últimas medidas de Washington, supuestamente encaminadas a flexibilizar el bloqueo, el Ministro cubano de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez Parrilla, reiteró la estricta y plena "solidaridad de la isla con Venezuela.  Cuba ha instado al gobierno de los Estados Unidos de que aquella Orden Ejecutiva recientemente renovada -que califica a Venezuela como una amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional de Estados Unidos, que no tiene justificación, que es arbitraria y agresiva- sea eliminada o abrogada". Sin embargo, hasta donde conozco, no hay respuesta a esta solicitud cubana por parte del presidente norteamericano Barack Obama, quien tal vez se vea obligado, durante su visita a Cuba, a escuchar los reclamos de la Sociedad Civil cubana a favor del respeto de la soberanía de Venezuela y la derogación de la orden ejecutiva 13692, que constituye una verdadera amenaza para la paz en la región, en el sentido de la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz, aprobada por los Jefes de Estado y de Gobierno de América Latina y el Caribe, reunidos en La Habana en ocasión de la II Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), celebrada los días 28 y 29 de enero de 2014.

En segundo lugar, y en la trama de esas relaciones estratégicas, Venezuela y Cuba comparten visiones similares en cuanto a la integración desde el Sur en el marco de los mecanismos de integración regionales como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA).  

Para Maduro "son tiempos de renovación y hermandad", pues Cuba y Venezuela tienen desde el año 2000 un Acuerdo Integral de Cooperación, que abarca todo tipo de sectores y que para La Habana es particularmente importante por el convenio energético que le garantiza el suministro diario de más de 100 000 barriles de petróleo. Además de los numerosos proyectos de colaboración bilateral en esferas como la sa­lud, el deporte, la cultura y la industria, mil­es de colaboradores cubanos se han insertado en misiones sociales como Barrio Aden­tro (salud), Corazón Adentro (Cultura), entre otras, aportando de esta manera su asistencia en la construcción de una sociedad inclusiva en Venezuela. Algunos de estos proyectos exitosos pudieran ser de interés, como experiencia, para las autoridades norteamericanas enfrentadas hoy a los desafíos de su sociedad, por su  naturaleza excluyente, violenta, racista  y discriminatoria, donde el “sueño americano” se ha convertido en una “pesadilla” cotidiana para millones de personas.

Así las cosas, mientras Cuba y Estados Unidos intentan mejorar sus relaciones diplomáticas hacia la normalización, Venezuela y Cuba estrechan su alianza estratégica, con más unidad ante los desafíos y peligros comunes para el Sur político, en una época de contraofensiva de la derecha regional y de una mayor penetración de los Estados Unidos en lo que se denominó su traspatio. En este contexto, el presidente Barack Obama no debería ser indiferente a la visita de Nicolás Maduro a Cuba, apenas unas horas antes de su visita histórica a la más grande isla de las Antillas, la que precisamente hoy se encuentra en el foco de la política internacional y es observada con atención por amigos, enemigos y simpatizantes.

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