Por Leyde E. Rodríguez
Hernández
Contrario a lo que divulgan los medios de prensa de la
derecha venezolana, latinoamericana e internacional, la Revolución Bolivariana
no está acabada, no se ha agotado definitivamente. El gobierno del presidente
Nicolás Maduro ha permanecido firme a los embates de la derecha
proestadounidense y de las amenazas provenientes de Washington. Ahora, para
fortalecer la alianza con Cuba, Nicolás Maduro, llegó este 18 de marzo de
2016, a La Habana, donde se reunirá con su homólogo cubano, Raúl Castro, y presentará
un plan de cooperación con la isla para este año y hasta el 2030.
El horizonte del plan de cooperación hasta el 2030
demuestra el alcance de la proyección de ambas revoluciones y resulta evidente
que ya se preparan para resistir y enfrentar los nuevos desafíos que
producirán los recientes acercamientos o penetración subversiva de los Estados Unidos en
los procesos de izquierda o progresistas en América Latina y el Caribe.
El hecho de que el viaje de Maduro se produzca apenas
dos días antes de la histórica visita a la isla del presidente de los Estados
Unidos, Barack Obama, que llegará a Cuba el próximo domingo por la tarde, tiene
una enorme connotación política. En primer lugar, la Revolución Bolivariana,
pese a sus dificultades internas, sigue siendo un aliado estratégico de la
Revolución Cubana, cuya política se caracteriza históricamente por sus
posiciones de principios y por no haber olvidado o abandonado sus compromisos
internacionales en la defensa de sus aliados o amigos, a pesar de sus
relaciones con grandes potencias o los cambios coyunturales en la correlación
de fuerzas internacionales. Recordemos, por ejemplo, la alianza de la Unión
Soviética con Cuba, sin que ella impidiera la solidaridad y el internacionalismo de Cuba con el Tercer Mundo, o que cuando
la Unión Soviética desapareció, la política exterior de La Habana se hizo mucho más independiente; y que en el proceso hacia la normalización de sus relaciones
diplomáticas con los Estados Unidos, que sigue siendo la principal y más
agresiva potencia imperialista de la historia, Cuba no haya hecho concesiones de principios en defensa de las causas justas.
La visita de Maduro a Cuba, dos días antes de la
llegada de Obama, también desmiente a los paladines del llamado "nuevo pragmatismo" del gobierno de Raúl Castro Ruz,
en su intención de demostrar que una de las causas del acercamiento
cubano-estadounidense se debe a la inminente caída de la Revolución
Bolivariana, lo que provocaría otro “periodo especial” (grave crisis económica)
en condiciones de existencia todavía del bloqueo estadounidense. Pero lo real
es que Cuba nunca abandona a sus amigos y que la actualización de la política
exterior cubana, en el marco del reajuste general de su economía y sociedad,
mantiene una visión crítica de las relaciones internacionales, que es, al mismo
tiempo, una concepción antihegemónica, con un sentido práctico, en el que
prevalece una observación del escenario internacional con sentido del momento
histórico, lo que permite desarrollar las relaciones con las principales
potencias mundiales con mayor objetividad y realismo, en el hecho de tomar en
consideración la coyuntura global y el balance general de fuerzas
internacionales.
En correspondencia con lo anterior,
de forma reiterada, Cuba ha expresado en distintas tribunas internacionales su
apoyo incondicional al gobierno encabezado por Nicolás Maduro y ha rechazado la
orden ejecutiva 13692 de los Estados Unidos, que considera a Venezuela una
amenaza para su seguridad nacional. Este es un concepto poco claro y elástico,
porque sabemos que la seguridad nacional de los Estados Unidos es la
inseguridad del resto de sus vecinos, fomentando así un dilema en materia de
seguridad hemisférica.
Por ese paisaje que invita al
conflicto regional, en una conferencia de prensa en La Habana sobre la visita
de Obama y las últimas medidas de Washington, supuestamente encaminadas a
flexibilizar el bloqueo, el Ministro cubano de Relaciones Exteriores, Bruno
Rodríguez Parrilla, reiteró la estricta y plena "solidaridad de la isla
con Venezuela. Cuba ha instado al gobierno de los Estados Unidos de que
aquella Orden Ejecutiva recientemente renovada -que califica a Venezuela como
una amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional de Estados Unidos,
que no tiene justificación, que es arbitraria y agresiva- sea eliminada o
abrogada". Sin embargo, hasta donde conozco, no hay respuesta a esta
solicitud cubana por parte del presidente norteamericano Barack Obama, quien
tal vez se vea obligado, durante su visita a Cuba, a escuchar los reclamos de
la Sociedad Civil cubana a favor del respeto de la soberanía de Venezuela y la
derogación de la orden ejecutiva 13692, que constituye una verdadera amenaza
para la paz en la región, en el sentido de la Proclama de América Latina y el
Caribe como Zona de Paz, aprobada por los Jefes de Estado y de Gobierno de
América Latina y el Caribe, reunidos en La Habana en ocasión de la II Cumbre de
la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), celebrada los días
28 y 29 de enero de 2014.
En segundo lugar, y en la trama de esas relaciones
estratégicas, Venezuela y Cuba comparten visiones similares en cuanto a la
integración desde el Sur en el marco de los mecanismos de integración
regionales como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América
(ALBA).
Para Maduro "son tiempos de renovación y
hermandad", pues Cuba y Venezuela tienen desde el año 2000 un Acuerdo
Integral de Cooperación, que abarca todo tipo de sectores y que para La Habana
es particularmente importante por el convenio energético que le garantiza el
suministro diario de más de 100 000 barriles de petróleo. Además de los
numerosos proyectos de colaboración bilateral en esferas como la salud, el
deporte, la cultura y la industria, miles de colaboradores cubanos se han
insertado en misiones sociales como Barrio Adentro (salud), Corazón Adentro
(Cultura), entre otras, aportando de esta manera su asistencia en la
construcción de una sociedad inclusiva en Venezuela. Algunos de estos proyectos
exitosos pudieran ser de interés, como experiencia, para las autoridades
norteamericanas enfrentadas hoy a los desafíos de su sociedad, por su naturaleza excluyente, violenta, racista y discriminatoria, donde el
“sueño americano” se ha convertido en una “pesadilla”
cotidiana para millones de personas.
Así las cosas, mientras Cuba y Estados Unidos intentan
mejorar sus relaciones diplomáticas hacia la normalización, Venezuela y Cuba
estrechan su alianza estratégica, con más unidad ante los desafíos y peligros
comunes para el Sur político, en una época de contraofensiva de la derecha
regional y de una mayor penetración de los Estados Unidos en lo que se denominó
su traspatio. En este contexto, el presidente Barack Obama no debería ser indiferente a la visita de Nicolás Maduro a Cuba, apenas unas horas antes de su visita histórica a la más grande isla de
las Antillas, la que precisamente hoy se encuentra en el foco de la política
internacional y es observada con atención por amigos, enemigos y
simpatizantes.
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