A solo unas horas del casi nulo vaticinado triunfo del candidato
republicano Donald Trump, continúan los análisis en múltiples
direcciones.[1]
Lo trascendente, en nuestra apreciación, es ir más allá de la cuestión
fáctica para aproximarnos a las razones sustantivas que, de una u otra
manera, determinaron el curso de los acontecimientos.
Resulta importante desentrañar el lugar que ocupa el proceso
electoral dentro del sistema político de Estados Unidos. Las elecciones
son un momento singular, donde se ponen de manifiesto las tendencias
latentes en los distintos niveles de la sociedad, y emergen las
contradicciones esenciales dentro de las diferentes coaliciones que son
cortejadas por los dos partidos dominantes de la clase política en el
país: Republicanos y Demócratas. A lo que se suma la concepción de reality show a lo largo de todo el proceso, tendencia que se acentuó en el 2016.
Ellas no están concebidas para representar las aspiraciones de las
grandes mayorías. El sufragio indirecto es un mecanismo en ese sentido
que hace posible, como sucedió en esta oportunidad, que el llamado voto
popular no determine la elección, la cual se dirime a través de los
relacionados con el colegio electoral. [2]
En realidad ese sistema tangencial de escoger al mandatario facilita preservar el status quo,
garantizando que el gobierno se mantenga en manos de la clase dominante
que rige los destinos de esa nación, específicamente la élite
financiera que la encabeza.
Recordemos que, dentro de la democracia liberal capitalista, las
personas adquieren determinado relieve apenas durante el período
electoral, reduciéndose la labor ciudadana a los comicios y no a la
participación consciente y sistemática en el diseño y ejecución de
acciones, encaminadas a satisfacer las demandas de las grandes
mayorías. Las contradicciones políticas, económicas y sociales que se
aprecian, en un país multiétnico, multirracial, multireligioso, y
profundamente dividido, no encuentran solución en ese sistema creado por
los Padres Fundadores. [3]
Dicho entramado no fue diseñado con ese propósito, sino para la
defensa del capitalismo liberal. El llamado “Credo americano” se nutre
de los sentimientos de superioridad estadounidense a escala global,
permeado además por una visión mesiánica dentro del imaginario
colectivo, que entronca con la percepción que tienen de sí mismos desde
la etapa primigenia de esa nación. [4]
El soporte del mismo descansa sobre dos partidos fundamentales, si
bien ello es cada vez más cuestionado. La contienda que recién concluyó
se presentó como una “elección crítica” -lo que implicó un
realineamiento de esos conglomerados- sin que ella decretara la
defunción de ese sistema. [5]
A dichas formaciones se añadieron otras menores como el Partido
Libertario, con el candidato Gary Johnson, y los ecologistas, con Jill
Stein, que en alguna medida lograron atraer a sectores desencantados
con el sistema bipartidista.
En una rápida mirada a estas dos agrupaciones complementarias,
observamos con relación a la primera de ellas, que los libertarios
cuentan con poco más de 400 000 afiliados en toda la Unión. Surgieron en
1971 y tienen como inspiración las ideas de la filósofa y novelista
estadounidense de origen ruso Ayn Rand. Sus miembros reclaman permitir a
los individuos ser lo más libres e independientes posible. Su lema
central es: “mínimo gobierno, máxima libertad”.
Sus simpatizantes consideran que cada persona tiene el derecho a
controlar su propio cuerpo, su comportamiento, discurso y su propiedad; y
que el papel del gobierno debe ser ayudarles a defenderse por sí mismos
del uso de la fuerza y del fraude. Como muestra del peso que le
atribuyen a la salvaguarda de las libertades individuales, James Weeks,
uno de los candidatos que aspiraba llegar a la dirección del partido
durante la convención de Orlando -en la que se escogió a Gary Johnson
como el representante definitivo- subió al estrado con traje y corbata y
en lugar de dar un discurso realizó un striptease.
En un ejemplo claro del reciclaje político estadounidense, Johnson
fue antes miembro del Partido Republicano y actuó como gobernador de
Nuevo México por esa formación entre 1995 y 2003. Fue una de las
primeras figuras que abogó por la legalización de la marihuana. El mejor
resultado de los libertarios ocurrió en 1980, con el 1,07 % de los
votos, aunque en el 2012 alcanzaron 1, 2 millones de boletas. Encuestas
realizadas previas al 8 de noviembre, estimaban en esta ocasión
alrededor del 10 % de los sufragios favorable a ellos.
Sobre la segunda, vale la pena traer a colación las valoraciones del
politólogo canadiense Arnold August, concedidas hace unas jornadas a
Punto Final. “Me refiero a la candidatura del Partido Verde -que ha
logrado despegar después de que Bernie Sanders apoyó el nombramiento de
Clinton-, compuesta por la candidata presidencial Jill Stein, y como
vicepresidente, Ajamu Baraka, corresponsal del Black Agenda Report y Counter Punch
-uno de los sitios alternativos más importantes de Estados Unidos-.
Baraka declaró que su intención es perpetuar el legado de W.E.B. Du Bois
y Malcolm X, dos de los revolucionarios más importantes de la historia
de los afroamericanos progresistas. Esta coalición creciente también
incluye al movimiento Black Lives Matter, que algunos describen como cada vez más socialista.” [6]
El presidente como figura central del sistema.
Es preciso subrayar la significación de la presidencia de Estados
Unidos. No se puede ignorar que el poder Ejecutivo, encabezado por quien
ocupa el Despacho Oval, es crucial; con independencia del equilibrio y
balance entre las diferentes ramas y las funciones que le otorga la
Constitución a cada una de ellas. Máxime desde la doble condición que
este ostenta de figura cumbre en política exterior y Comandante en Jefe
del mayor aparato militar de la historia.
Es necesario reiterar que tanto demócratas como republicanos son
desgajamientos de un mismo tronco y que comparten la mitología del
Destino Manifiesto, cuya finalidad es preservar un sistema de dominación
mundial, en defensa de sus intereses económicos, políticos y de
“seguridad nacional”.
Ello explica por qué, más allá de las divergencias en diversos
asuntos, sea cual fuere el presidente, o la composición del Congreso,
ambos partidos comprenden que deben tener concertación en los asuntos
cardinales, so pena de socavar las bases del sistema, hacerlo
disfuncional y realzar sus crisis.
Un claro ejemplo fue en el mencionado caso de la querella que
sobrevino a la “ilegal” victoria de George W. Bush frente a Al Gore, la
cual fue resuelta sin sobresaltos dentro de las reglas establecidas por
ese ordenamiento. El vicepresidente Gore, mucho más preparado que el
millonario tejano, comprendió que si iba contra la determinación de la
Corte Suprema pondría en entredicho las bases estructurales del sistema
político y ello no era viable.
Prevaleció una aspiración supra, de carácter nacional, sobre la
filiación partidaria. La manera en que él y sus correligionarios
aceptaron el revés evidencia la compatibilidad entre ambas agrupaciones,
en cuanto a ciertos valores y principios fundacionales, así como a los
temas estratégicos que le otorgan estabilidad. [7]
En el contexto actual, apenas finalizada la contienda, tanto Hillary
como Trump, e incluso el propio Obama, hicieron llamados a respaldar los
resultados y tejer un apoyo en torno al presidente electo que
permitiese hacer avanzar al país.
Resumiendo sobre estas cuestiones, la división política contenida y
expresada durante el ciclo electoral que se cierra en 2016 tuvo como
dilema central poner a prueba la capacidad del sistema de ajustarse y
sobrepasar sus contradicciones, o seguir manifestando estancamiento y
falta de funcionalidad, para regir los destinos de la nación en la etapa
contemporánea. Este riesgo actuará como sombra y desafío para la
administración que se instalará en la Casa Blanca el próximo 20 de
enero.
* Fernández Tabío es Dr. En Ciencias Económicas y
Profesor Titular del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados
Unidos (CEHSEU) de la Universidad de La Habana y Pérez Casabona es Lic.
En Historia; Especialista en Seguridad y Defensa Nacional de la misma
institución.
Notas, citas y referencias bibliográficas.
[1]
Por estos días adquirió gran notoriedad el artículo divulgado por
Michael Moore el 29 de julio en que, mediante una evaluación integral de
numerosos factores, aseguró que el próximo presidente sería Donald
Trump. Con la sagacidad que le caracteriza, el destacado cineasta, uno
de los pocos que puso el dedo en la yaga sobre la posibilidad real del
triunfo del candidato republicano, señaló en un trabajo que muchos
catalogaron entonces como demasiado pesimista, que: “Queridos amigos,
esto no es un accidente. Es la realidad. (…) Así que en la mayoría de
las elecciones es difícil que el porcentaje de participación llegue
siquiera al 50%. Y ahí yace el problema de noviembre: ¿quién va a
conseguir que los votantes más motivados acudan a las urnas? Saben la
respuesta a esa pregunta. ¿Quién es el candidato con los simpatizantes
más furibundos? ¿Quién tiene unos fans capaces de levantarse a las cinco
de la mañana el día de las elecciones y de ir molestando todo el día
hasta que cierren las urnas para asegurarse de que todo hijo de vecino
vote? Efectivamente. Ese es el nivel de peligro en el que nos
encontramos. Y no se engañen: ni los persuasivos anuncios de televisión
de Hillary ni el hecho de que se le desenmascare en los debates ni que
los libertarios le quiten votos van a servir para detener a Trump”. Doce
años antes el propio autor de Bowling for Columbine
reflexionó en uno de sus libros, sobre varias confusiones que operan en
la mente del ciudadano común estadounidense. “Mira, soy consciente de
que en un determinada época ser republicano y votar a los republicanos
parecía la única garantía de hacerse ricos Pero en la actualidad no
funciona así. (…) Ahora mismo, las 13 000 familias que forman el 0,01 %
mejor situado controlan el equivalente a las riquezas de los veinte
millones más pobres. Además, mientras quienes viven en el 1 % mejor
situado han disfrutado de un aumento en sus ingresos del 157 % durante
los últimos veinte años, la clase media solo ha conseguido un aumento
del 10 %. (…) Ese grupo de republicanos al que dices pertenecer no tiene
nada que ver contigo”. Ver: Michael Moore: “El próximo presidente de
EEUU será Donald Trump”, en: http://www.cubadebate.cu/noticias/2016/07/29/michael-moore-el-proximo-presidente-de-eeuu-sera-donald-trump/#.WCOyd9UrPcc y Michael More: ¿Qué han hecho con mi país?, Ediciones B, Barcelona, 2004, p. 207.
[2]
Sobre este aspecto, y sus implicaciones en lo concerniente al diseño de
la política exterior estadounidense, se pueden consultar diferentes
textos. Uno de los que con mayor frecuencia se emplea en varias
universidades norteamericanas es American Foreign Policy, de la
autoría de Charles W. Kegley Jr., y Eugene R. Wittkopf. Específicamente
debe examinarse (en la quinta edición preparada por St. Martin ´s
Press, New York, 1996) la parte V, capítulo 10, “Govermental Sources of
American Foreign Policy”, pp. 338-377.
[3]
En un artículo donde examinó cuestiones de fondo sobre este tema,
aparecido el propio día de las elecciones en The New York Times, Paul
Krugman apuntó: “Resulta que hay un gran número de personas —blancas,
que viven principalmente en áreas rurales— que no comparten para nada
nuestra idea de lo que es Estados Unidos. Para esas personas, se trata
de una cuestión de sangre y tierra, del patriarcado tradicional y la
jerarquía étnica. Y resulta que hubo muchas otras personas que podrían
no compartir esos valores antidemocráticos que, sin embargo, estaban
dispuestas a votar por cualquiera que representara al Partido
Republicano. No sé qué nos espera. ¿Estados Unidos ha fallado como
Estado y sociedad? Todo parece posible. Creo que tendremos que
levantarnos y tratar de encontrar la forma de continuar, pero esta ha
sido una noche de revelaciones terribles y no considero que sea un
exceso sentir tanto desconsuelo”. Ver: “Estados Unidos, nuestro país
desconocido”, en: http://www.nytimes.com/es/2016/11/08/nuestro-pais-desconocido/
[4]
Elementos iniciales de la identidad se definieron en términos de raza,
etnia, cultura y sobre todo religión. El grupo fundacional de colonos
era integrado mayoritariamente por blancos, anglosajones y
protestantes. A ello se agregaba el llamado, “Credo americano, con sus
principios de libertad, igualdad, derechos humanos, gobierno
representativo y propiedad privada”: Samuel P. Huntington: ¿Quiénes somos? Los desafíos a la identidad nacional estadounidense. PAIDÓS. México, 2004, p. 62 – 65.
[5]
Esta idea la refrenda también Ramón Sánchez-Parodi Montoto. “La
conclusión más importante… a pesar de la crisis del sistema electoral
bipartidista, es que tanto el Partido Demócrata como el Republicano
mantienen en el ámbito de los estados el control y el predominio sobre
la maquinaria y el mecanismo electoral”. Ver “Elecciones en Estados
Unidos. Una mirada a los números”, en Granma, viernes 11 de noviembre de 2016, p. 8.
[6] Árnaldo Pérez Guerra, entrevista a Arnold August, en: htp://cubaendefensadelahumanidad.blogspot.com/2016/11/entrevista-arnold-august-elecciones-del.html
[7] En un interesante análisis sobre el escenario después del 8 de noviembre el presidente del Council of Foreign Affairs,
destacó la necesidad de ambos partidos de trabajar juntos, en un país
dividido, con independencia de quien fuera el ganador. Richard Haass: “America After the Election”, en: https://www.project-syndicate.org/commentary/america-after-presidential-election-by-richard-n–haass-2016-10
Fuente: Trabajadores
No hay comentarios:
Publicar un comentario