El presidente de Bolivia, Evo Morales, en un acto
reciente efectuado en Vallegrande para rendir homenaje al Che, en el que
también estuvo presente el titular de Cultura de Cuba, Abel Prieto.
Dándole continuidad a la temática
central escogida a lo largo de la XIII Conferencia de Estudios Americanos
Realidades y perspectivas de los procesos progresistas y de izquierda en
Nuestra América, en la jornada final se presentaron ante el plenario
tres conferencias especiales, impartidas por igual número de relevantes
académicos de la región.
Este evento, que congregó a un
amplio número de personalidades del continente, incluyendo expertos de
numerosas instituciones cubanas, fue convocado por el Centro de Investigaciones
de Política Internacional (CIPI), adscrito al Ministerio de Relaciones
Exteriores.
Como parte de un panel conducido
por el Dr. Adalberto Ronda Varona, director del CIPI, intervinieron los
doctores Pablo Celi, Nils Castro y Hugo Moldiz. La presentación de Celi,
profesor de la Universidad Central del Ecuador, se tituló “Las luchas sociales
y los límites de la democracia de élites en el contradictorio escenario
político suramericano”, mientras que la de Castro, de la Fundación Omar
Torrijos de Panamá, tuvo como eje aproximarse a “Nuestras izquierdas en la
guerra por el pensamiento y las emociones populares”.
El boliviano Moldiz, miembro del
Consejo Editorial de la Revista Tricontinental, se refirió a los “Procesos de
cambio en América Latina, sus límites, potencialidades, desafíos y
perspectivas”. En verdad fueron análisis exhaustivos, desde el compromiso
social fraguado por cada uno de ellos durante décadas, a través de los cuales
colocaron el dedo sobre la llaga, acerca de lo que ha sucedido en el período
reciente en el área, alejándose de los enfoques facilistas y autocomplacientes,
que nada aportan en el combate de ideas.
Adentrándonos en los tópicos
principales abordados, debemos destacar varios que revelan la esencia de los
acontecimientos. Máxime si estos últimos son presentados por la gran prensa
internacional desde ópticas aisladas, que no permiten atrapar el centro de la
estrategia imperial puesta en marcha, ni interconectar las manifestaciones en
cada país, las cuales forman parte de un proceso de reconfiguración de la
derecha hemisférica, que en modo alguno es obra del azar o la improvisación.
El doctor Pablo Celi, profesor de
la Universidad Central del Ecuador.
En su examen crítico de los
hechos, Celi se refirió a la matriz productiva débil que prevalece en la
mayoría de las economías, en las cuales se ha producido incluso una “reprimarización”,
lo que indiscutiblemente hace vulnerables las aspiraciones de carácter
progresista.
La caída de los precios de los
productos de exportación, por otro lado, “contrajo la capacidad redistributiva
de esos Estados”, confirmando que, “no se puede depender de las fluctuaciones
de esos rubros para llevar adelante los proyectos de transformación social.
Estar a merced del rentismo hace frágil el comportamiento de cualquier
iniciativa”.
Alertó también sobre los peligros
asociados a las llamadas “presidencias de coaliciones”, en las que es
perceptible un “debilitamiento ideológico” que afecta la capacidad de
convocatoria sobre los movimientos sociales y, al mismo tiempo, la movilización
de aquellos en la defensa de esos gobiernos.
“De igual manera –apostilló- la
seudomilitancia que se expresa en el funcionariado público sustituyó la labor
de los partidos y eso es nefasto. El Estado se concibe como espacio del sujeto
burocrático y no como campo de lucha. Las contradicciones no pueden ser
resueltas por tecnócratas y los combates no pueden reducirse”.
Sobre esta misma línea añadió:
“Es un desacierto restringir la lucha y participación política de los
ciudadanos al acto electoral y, si este no se comporta como esperamos, entonces
reaccionar preocupados. Si se abandona la lucha sindical y agraria, desde sus
connotaciones ideológicas, no solo retrocedemos sino que cercenamos una parte
significativa de los pilares de una transformación revolucionaria”.
“No debemos analizar
exclusivamente los síntomas electorales. Hay que detenerse en las causas. La
derecha no actúa movida por coyunturas, sino que tiene un sentido de
coordinación efectivo a la hora de defender sus intereses. Saben lo que se
juegan como clase e, independientemente de sus fragmentaciones internas, cierran
fila cuando se trata de echar por la borda procesos como los impulsados por la
izquierda latinoamericana”, apuntó.
Caracterizando el panorama que se
levanta, como parte del envalentonamiento reaccionario, dijo que: “Está signado
por el ascenso de sectores especulativos, la manipulación mediática como
herramienta a mano del gran capital, el incremento del papel del componente
militar y policial, y la irrupción de clases medias domesticadas con un
ideología basada en el consumo, para las cuales el cálculo económico es lo
decisivo.
“El corrimiento ideológico hacia
el centro, no podemos ignorarlo, hace que se torne más complejo definir
identidades. Todo ello unido a la omnipresencia del actor intervencionista,
preparado siempre para el acecho, que representa Estados Unidos”, precisó.
En otra parte de su exposición,
planteó que: “La derecha está de cara al pasado. No puede proponer programa de
superación alguno. Tiene como divisa el regreso a la privatización y la
destrucción de la integración. No tienen agenda en realidad y solo pueden
avanzar desde nuestras debilidades. Quieren construir una nueva correlación de
fuerzas, a partir de los éxitos electorales y el empleo de otras modalidades de
golpes de estado. Desean regionalizar lo que ocurrió en Argentina y Brasil”.
Comentado sobre los desafíos que
se imponen para la izquierda, señaló: “Ella tiene que repensarse y profundizar
en la estrategia a emplear, tomando como punto de partida la acumulación de
experiencias. Hay que reestructurar el sistema, desde la óptica de contar
con una base social más plural. Debe cambiarse la extracción social de muchos
cuadros de gobierno.
“El Estado debe integrar, más
allá del ciclo electoral, reagrupando los diversos bloques. Tienen que surgir
coaliciones de otro tipo, que permitan fomentar el consenso desde plataformas
afines. Ello implica el renacimiento de los Frentes Amplios, como expresión de
una nueva izquierda latinoamericana y caribeña”, enfatizó.
Con relación a nuestro país,
aseveró: “Cuba es un ejemplo que debe estudiarse cada día. En este aspecto
nunca divorciaron su causa nacional de las aspiraciones de la región, dotando a
su lucha de una clara vocación tercermundista, lo que contribuyó a multiplicar
la solidaridad en cada latitud con la experiencia revolucionaria antillana”.
Valorando la extraordinaria
significación de Fidel, a cuyos 90 cumpleaños se dedicó este encuentro, señaló:
“Él es una clara demostración del consecuente e inquebrantable vínculo entre
teoría y práctica revolucionaria, así como de lo estratégico de hacer nuestras
todas las causas. El internacionalismo en ello es crucial. Asimismo, su
accionar ratifica que en la transición hacia una nueva sociedad el Estado tiene
que estar al servicio del pueblo, y que es necesaria una voluntad política para
transformar las condiciones y no para acomodarse a ellas. Fidel es un monumento
cimero de la ética revolucionaria”.
“Hay que reiventar la América
nuestra”
Nils Castro,
académico panameño
El panameño Castro basó su
presentación en la urgencia de encontrar soluciones alternativas. Dijo que se
requiere desmontar las formulaciones que, como “teorías maquilladas” presentan
los oligarcas con el objetivo de desmovilizarnos. En ese sentido resaltó que:
“el Programa del Moncada y la II Declaración de La Habana son referentes
obligatorios para las fuerzas emancipatorias del hemisferio”.
Explicó que el neoliberalismo
está indisolublemente ligado al capital transnacional, así como, “la derecha es
un ente reciclado que disputa el campo político con nuevas ínfulas. Ellos no
pretenden únicamente retornar a los palacios, sino barrer con todo lo que la
izquierda conquistó”.
“Ahora, expuso, apelan a
procedimientos menos traumáticos que los golpes militares de antaño. Tratan de
anular, desacreditar y criminalizar a todo el que se le oponga. Emplean a su
favor las instituciones, para dotar sus aventuras de visos de legalidad. A esos
procedimientos incorporan la seducción de las masas, mediante las más variadas
engañifas. La izquierda no puede contrarrestar esas acciones desde fórmulas
trilladas”.
El intelectual istmeño retomó
apreciaciones expuestas en un trabajo anterior. “Tener mejores gobiernos
progresistas, escribió entonces, no es el fin de esta experiencia, sino una
oportunidad para completar las condiciones que faltan para emprender la
siguiente. Entre ellas, rejuvenecer y fortalecer nuestras capacidades para
derrotar a la contrarrevolución en el campo de la cultura política, la
confrontación ideológica y la comunicación persuasiva”.
A lo que añadió: “Esa propuesta
de reiventar la América nuestra solo puede desarrollarse como expresión de un
proceso continental de construcción de contrahegemonía político-cultural. Esto
es, de la batalla ideológica que debe dar sentido de largo aliento a la batalla
política que sigue y continuará en marcha, con el concurso de la multiplicidad
de fuerzas que somos, ricas tanto en variedad de identidades como en
aspiraciones y tareas comunes”.[1]
“El socialismo es un acto de
conciencia”
El boliviano Hugo Moldiz, miembro
del Consejo Editorial de la Revista Tricontinental
En una comparecencia que captó la
atención de los participantes, Moldiz llevó a cabo una evaluación detallada
sobre el contexto actual latinoamericano y caribeño, utilizando con solidez el
instrumental teórico que aporta el marxismo-leninismo.
Desde la apertura movió al
auditorio, recordando la idea de Gramsci de que: “Ante el pesimismo de la
inteligencia debemos colocar el optimismo de la voluntad”. Aludió también al
criterio de Lenin de que una revolución puede entenderse en un sentido estricto
o desde una mayor amplitud.
Trajo a colación que el
proletariado, desde el punto de vista clásico, una vez tomado el poder mediante
la lucha se eleva como clase dominante, socializa los medios de producción y se
prepara para la extinción del Estado burgués, diseñando un nuevo tipo de
relaciones entre los seres humanos.
Ante la pregunta de qué entender
por “progresismo” y por “revolución” afirmó que, en Venezuela y Bolivia, se ha
desplazado del poder político a un bloque oligárquico coaligado con el
imperialismo y éste ha sido sustituido por otro, en el caso boliviano desde la
impronta indígena.
El analista expresó que es
importante poner las cosas en orden, cuidándose de posturas hipercríticas, pues
ellas “no dejan de ser la enfermedad infantil del comunismo”. “Se ha producido
en estos países cambios en el poder político y en el sistema de creencias con
que se organiza la sociedad en lo cotidiano. A lo que se suman transformaciones
en el modo de producir las cosas. No olvidemos que Marx señalaba que la
diferencia entre un época y la otra no era lo que se producía, sino en cómo se
ejecutaba ese proceso”.
Le concedió relevancia a la
cuestión del sujeto, partiendo de la idea de que no se trata de un ente
predeterminado. “El proletariado no se puede diferenciar solo desde el ámbito
productivo sino desde lo ideológico y político. Lo trascendente es cuando los
obreros adquieren conciencia de la posibilidad de superar radicalmente el
sistema que los oprime. El sujeto se construye no en un camino recto sino en la
pelea constante. Está hecho más de espinas y dolores que de flores y alegrías.
El nivel de conciencia explica la radicalidad o no de los procesos. En América
hay sujetos heterogéneos”.
Ahondando en estos asuntos,
aclaró: “En la lucha convergen varias formas y tácticas. Los que miran hacia el
horizonte socialista tienen que tener la capacidad de arrastrar tras ellos al
resto. Luego cada experiencia concreta se decanta. El sujeto que emprende esa
tarea tiene que ser bloque dirigente antes de ser dominante. La hegemonía se
construye desde la sociedad, mientras la dominación desde el Estado.
“Necesitamos un sujeto capaz de
producir política desde fuera de los centros de poder. En Venezuela y Bolivia
ese sujeto heterogéneo fue capaz de empujar con fuerza a los procesos
emprendidos. Ahora, desgraciadamente, disminuyeron su activismo social y ello
no es culpa solo de los gobiernos”, aclaró.
Más adelante, acotó: “Siempre hay
que considerar lo que se quiere y lo que no se puede hacer. Es un equilibrio dialéctico
que no podemos ignorar. Tampoco debe soslayarse que ese sujeto fetichiza el
poder del otro, no para destruirlo sino para ocupar su lugar y hacer casi
lo mismo. En realidad se estaba claro en lo que no se quería, el
neoliberalismo, pero no en lo que se deseaba, y mucho menos en cómo lo quería.
Aquí es vital el papel del partido, de la educación y de la formación de
conciencia”.
Desgranando parte de lo ocurrido,
dijo que: “Nuestros procesos han hecho una sustitución de lo que Gramsci
llamaba el bloque histórico, conformado por intelectuales y profesionales con
responsabilidades de administración. La burocracia ha sido sustituida
parcialmente. Los nuevos que entraron a ese bloque histórico no modificaron la
manera de hacer las cosas, sino que se desempeñan en base a los procedimientos
del viejo estado”.
En este sentido, apuntó que: “En
la economía no se transformaron las relaciones de producción. Crecimiento no es
sinónimo de conciencia. En Brasil, por ejemplo, millones de personas
abandonaron la pobreza gracias a los gobierno del Partido de los Trabajadores y
pasaron a integrar la denominada clase media. Por cierto, al emplear esa
definición servimos en bandeja de plata a la contrarrevolución, pues
contribuimos a que esas personas se conecten con otras expectativas”.
En su reflexión dejó claro que:
“Socialismo no es ser improductivo o vivir en la miseria, ni tener nada que
distribuir. Es contar con una base material para producir, que genere
excedentes que se comparten entre la mayoría. Eso sí, la repartición económica
tiene que venir acompañada de educación y otras acciones en lo social, de lo
contrario está incompleta la obra. Los que más se beneficiaron hace unos años
consideran hoy, por prejuicios liberales, que la alternancia al estilo
capitalista es lo mejor”.
Con especial énfasis precisó: “El
socialismo no es un tema de gestión es, sobre todo, un acto de conciencia. Para
llegar allí debe combinarse un liderazgo histórico con fuerzas populares
organizadas y un proyecto alternativo de transformaciones”.
Acerca de los desafíos que
enfrentamos, y la urgencia de diseñar acciones que nos conduzcan a la victoria
en cualquier escenario, expresó: “Entre las cuestiones fundamentales que
tenemos por delante está construir y reconstruir el sujeto revolucionario de
nuevo tipo, desde las realidades y condiciones del siglo XXI. Tenemos que pasar
a la ofensiva cultural e ideológica como garante para sobreponernos a las
andanadas del imperio.
“Necesitamos alcanzar un
equilibrio entre el acceso a mayor consumo por la población y una conciencia
superior. En esa línea tenemos que colocar en el lugar adecuado la gestión
administrativa y la labor ideológica. Pensar en el pueblo tiene que ser el
centro de las decisiones políticas”, remarcó en el final de sus palabras.
En las conclusiones de la
conferencia, el doctor Ronda Varona llamó a los intelectuales reunidos en estas
jornadas de intenso debate a multiplicar el quehacer investigativo, en aras de
contribuir con argumentos a la lucha de ideas que enfrentamos. “No podemos
quedarnos a nivel de gabinete. Hay que explicar, valiéndonos de todos los
medios –especialmente en el ámbito digital y de las redes sociales- las
profundas motivaciones que nos asisten”.
* El autor es Licenciado en
Historia; Especialista en Seguridad y Defensa Nacional y Profesor Auxiliar del
Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU) de la
Universidad de La Habana.
[1] Las últimas afirmaciones aparecen también en el
trabajo de Nils Castro: “Reiventar nuestra América con un proyecto abarcador”,
publicado en Cuba Socialista, 4rta época, No. 2, mayo-agosto 2016, pp. 107-108.
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