Por Juan Francisco Coloane (especial para ARGENPRESS.info)
En el “prime time” de los grandes canales de la
televisión abierta de Estados Unidos, los conductores de noticias se han
encargado de atribuir al islamismo la ola terrorista comenzada con los
atentados del 11 de septiembre 2001. En esta legión se sostuvo que el
terrorismo era más que Al Queda y que una suerte de islamismo radical “versión
2.0” con enorme fuerza asociativa sería responsable exclusivo del terrorismo.
El resultado fue el endurecimiento de la política de la OTAN y los países que
la forman, hacia la "normalización forzada" de los países con
predominio islámico.
Después de la tragedia del 7 de enero en París donde
fueron asesinadas al menos doce personas, conducir el análisis a la premisa de
un mundo islámico en revuelta contra la cultura occidental, impide ver el
centro del asunto. Así mismo, enfatizar que el hecho pone en peligro la
libertad de expresión, porque el medio caricaturizó al profeta fundador del
islamismo, es alejarse del problema de fondo. Sería poco convincente atribuir
este último atentado en Francia, a una motivación diferente al que causan los
ataques terroristas que ocurren casi diariamente en Siria, Irak, Afganistán y
Yémen últimamente. La matriz con el objetivo para desestabilizar es la misma.
El contingente de terroristas organizados para llevarla adelante tiene el mismo
origen: La descomposición ética en el actual sistema de relaciones
internacionales, que se ve reflejada en la dificultad de resolver políticamente
la guerra que afecta a Siria.
El clima internacional proclive a la actividad
terrorista, ha sido en gran parte estimulado por el plan para derrocar al
presidente en Siria, Bashar al- Assad, que lleva más de tres años de ejecución.
Bajo el diseño de este plan, que Naciones Unidas ha sido incapaz de detenerlo,
países como Qatar y Arabia Saudita, en alianza con Turquía e Israel, han
contribuido al crecimiento del actual contingente terrorista que se parapeta
bajo la fachada de un estado islámico en guerra, como ISIS o DAESH.
El actual orden mundial caracterizado laxamente como
de globalización , al hacer prevalecer el objetivo económico y geopolítico, por
sobre la formación de un sistema de cooperación y desarrollo entre las
naciones, ha llevado a la violencia estatal y no estatal a niveles nunca vistos
en las últimas tres décadas. En este plano, las potencias occidentales, de las
economías más poderosas, tienen la mayor parte de la responsabilidad. Las
naciones donde han surgido las redes terroristas post desplome soviético, han
sido precisamente aquellas donde la OTAN con Estados Unidos a la cabeza, instalaron
el recurso de la violencia extrema para combatir la expansión del comunismo. El
pecado original consiste en haber introducido adiestramiento insurreccional y
fobia antisoviética en las escuelas coránicas para jóvenes en Afganistán y
Pakistán.
Estos atentados ocurren principalmente en aquellas
naciones que han participado en una intervención o invasión de la OTAN en los
países donde se formaron terroristas con el objetivo anti soviético. Son
contingentes de una suerte de épica anticomunista y que al colapsar el poderío
soviético, y ver que les cambian las cartas sobre la mesa, sienten que han sido
utilizados con los mismos objetivos coloniales de antaño.
Por su política de supremacía global, la Alianza Transatlántica como máximo organismo encargado de la seguridad estratégica de las democracias occidentales, ha contribuido a desatar más de 50 conflictos armados en el período post desplome soviético. El armamentismo de Estados Unidos ha estado a la cabeza de este lacerante ambiente de conflictos armados y tensión internacional. (Jill Lepore. The New Yorker, 28, enero.2013). Esta histórica Alianza creada para combatir al comunismo, cuando ha tenido todo el espacio del poder a su disposición, sin que ninguna potencia o alianza de países se le ponga al frente, ha generado más conflictos armados que en todo el período de la guerra fría.
Tarde o temprano, a Francia le tocaría su turno de
sufrir un ataque de las redes terroristas que amenazan con la estabilidad de
varios estados. Lo sufrieron el Reino Unido y España por su involucramiento con
la invasión a Irak en 2003. Francia ha sido protagonista en las negociaciones
en torno a superar la crisis en Siria e Irak y participa activamente en esa
dualidad de derrotar al ISIS y apoyar a los rebeldes que hace tres años no
pueden derrocar al presidente Bashar al -Assad.
El llamado mundo occidental, estaciona la cultura
islámica en un atraso de varios siglos respecto a la occidental, contradiciendo
a la constatación de que no existen culturas fuertes o débiles, ni superiores o
inferiores. Solo son diferentes. Predominan los ecos de siglos con la visión
retrógrada a de “Cultura Fuerte versus Cultura Débil”. Lo del 7 de enero fue
más que un atentado terrorista. No es Francia la que se desestabiliza. Lo que
continua inestable es la capacidad de comprender el centro del problema que
genera la actual actividad terrorista. Eso incumbe a las autoridades francesas
y su aspiración para disminuir los actuales focos de tensión internacional.
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